| Texto: Álvaro Rendón Gómez.
Este fenómeno se da en los pueblos costeros o con ríos navegables. Es como una costumbre adquirida por los lugareños de pegarse a los desconocidos que arriban a su pueblo. Da igual donde los encuentren, ni las pintas que vistan. Es más, cuanto más raro, más admiradores se le pegarán, porque el autóctono tiene asumido que el forastero aporta, contribuye y enseña. Es una singularidad que les ensalza, les distingue y les hace presumir entre sus semejantes.