El apellido Pasage está muy vinculado a El Puerto y a su hostelería en el siglo XX. Aunque los ascendientes de Cristina Pasage proceden de Italia -empero el apellido es francés- y emigraron a Cádiz, el primer Pasage que vino a El Puerto lo hizo en 1742 y se casó en El Puerto con otra italiana.
The surname Pasage has strong links to El Puerto and its catering trade in the 20th century. Although Cristina Pasage’s descendants are from Italy, the surname is French and they emigrated to Cádiz. The first Pasage came to El Puerto in 1742 and married another Italian in the town.
El mundo del vino y la hostelería se entrecruza en el siglo pasado con los Pasage: la Bodega de la calle Misericordia, debajo de la casa familiar que está casi en la esquina con Luna (hoy existe un bar de Pintxos al estilo de las vascongadas); el Bar la Mezquita en la calle Jesús de los Milagros. Y un clásico, o mejor dos: los kioscos de su padre y su tío Fernando y Manuel Pasage Sánchez en el Parque Ruiz Calderón, entre los años 1914 y 1991. En abril de 1914 levantó un kiosko de madera para la venta de refrescos, vino y café. Y en julio de 1933 inauguró otro que había estado en Sevilla en la Exposición Iberoamericana de 1929, y que a partir de los primeros años de 1970 albergaría, por cesión del padre de Cristina, el Club Taurino.
Lamentable fue que, en 1991, un alcalde de triste memoria, recién llegado al poder municipal, destruyera este segundo e histórico kiosco, aquel que tenía un zócalo de azulejos sevillanos y el cuerpo, con estructura de hierro fundido, acristalado. Que llevara ya unos años abandonado a su suerte, declinado por los taurinos su uso, foco de drogadictos, no fue justificación para su derribo ignominioso, el primero de tantos: (La trasera de la Casa de las Cadenas, el estribo del Puente de San Alejandro, entre otros). La historia guardará en su memoria las tropelías que, para con el patrimonio histórico, realizó semejante personaje.
LA MEZQUITA.
El abuelo de Cristina, Fernando Pasage Blandino inauguró en 1905, en la calle Luna, esquina con la Plaza de las Galeras y con Jesús de los Milagros, la Mezquita, que así de amplio era entonces el establecimiento de los Pasaje. Hoy solo queda un espacio reducido a la mínima expresión, en Luna con Jesús de los Milagros. Enfrente en lo que fue la Ermita de Jesús de los Milagros, que da nombre a la calle, fue donde la familia Pasaje guardó durante años enseres de la Mezquita. Luego cuando se derribó en 1953 se construyó la vivienda de José González Bruzón, donde en la actualidad vive su viuda, Matilde Gómez López. El padre de Cristina, Fernando Pasage Sánchez, en una entrevista concedida a Diario de Cádiz en mayo de 1976, con 78 años, confesaba: «En la Mezquita he consumido mi vida. Cuando chico, trabajaba en él con mi padre y mi hermano y después, yo solo. Entonces los negocios eran míseros, como la vida. Entonces si que había gente que se acostaba sin comer. Recuerdo que entre los freidores, en los que solo había pescado de la Bahía, se vendía una perra gorda de cabezas y todavía había gente que no tenía para comprarlas. Y esas colas de mujeres en el establecimiento de mi padre para recoger el asiento del café... Un café valía una perra chica en 1905; para vender un duro teníamos que servir cien cafés...».
Cuenta Enrique Pérez Fernández en su libro de Tabernas y Bares con Solera que «se inauguró [el segundo kiosco] el 2 de julio de 1933, a las seis de la tarde, emplazado en el mismo espacio que ocupó la caseta del popular Martínez (1896-1909). El local fue adquirido por los hermanos Manuel y Fernando Pasage en Sevilla, en donde prestó la misma función de kiosco de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929, acontecimiento para el que se construyó»
«Aquello tuvo un éxito impresionante. Don Jesús Arbilla me decía que yo era el dueño del Parque. Ponía ciento cincuenta mesas y tenía doce camareros, más dos que sólo se dedicaban a servir café y dos chiquillos encargados de ir llenando de agua las cantarillas de barro que había en cada mesa. Siempre estaba lleno. Había familias que mandaban a las muchachas o a los niños para coger sitio hasta que llegaban todos. Entonces el café costaba quince céntimos. Fíjese como sería la cosa que tuvimos que hacer un sótano debajo del kiosco para guardar las gaseosas, que era lo que entonces se tomaba. tenía seis metros de largo por dos de alto; lo llenábamos hasta arriba y lo cubríamos de hielo y todos los días se vaciaba. En aquel kiosco instalé la primera gramola que hubo en El Puerto para que la oyera el público. Todavía conservo aquí su armazón, que es de caoba. La gramola era de manivela, claro. También la primera radio, que era de baterías. Allí también trabajé lo mío. Siempre ha sido así, porque he tenido mucho amor propio y una gran fe en todo lo que he hecho». Fernando Pasage Sánchez. (Diario de Cádiz, mayo 1976).