Passio Domini Nostri Iesuchristi, secundum Portum Menesthei.
"In illo tempore", cuando los naranjos empezaban a estar en flor, las repartidoras de las modistas, con sus cajas de madera, cubiertas de gutapercha y sus asas de cuero, invadían, como locas, las calles, y, en la Prioral, se distribuían, a diestro y siniestro, las dalmáticas del Nazareno, teníamos por seguro que el siguiente domingo era Domingo de Ramos.
Y no había pregón, ni concursos de saetas, ni conciertos de marchas procesionales, ni presentaciones de carteles, ni de revistas. Pero lo cierto es que se barruntaba la Semana Santa por medio de una serie de acontecimientos mayores, menores, con cuerpo o inmateriales, pero rigurosa, cíclica y puntualmente repetidos.
En las casas el ritmo lo marcaba el trasiego de roperos, el planchado de las túnicas, la preocupación por estrenar traje el Domingo de Ramos, encargar el pan y la miel para las torrijas y la leche entera para el arroz con leche, ir a la Imprenta de Pérez para que Valentina te tomara la medida del cucurucho de cartón, acudir al "Miserere", al Oficio de Tinieblas, al Vía Crucis de Acción Católica con el Cristo del Amor...
Todo empezaba a oler a muerte y desolación, a penitencia y a arrepentimiento con las conferencias cuaresmales del Padre Rodríguez, S.J. A partir del Viernes de Dolores, en los retablos no se veía una imagen. Todas estaban cubiertas con velos morados y las mesas de altar, desprovistas de sus manteles y sus flores. Las hermandades comenzaban a limpiar los enseres y la Archicofradía del Santísimo Sacramento sacaba, de la bóveda del corral de la Iglesia, los bártulos que sirvieron de túmulo para los funerales de Felipe V, de Fernando VI o de Carlos III, y, en la capilla de Virgen de los Milagros, se aprestaba a montar el monumento del Jueves Santo.
La Guardia Municipal de gala, en un cortejo procesional. (Foto: Archivo Municipal).
PUESTA A PUNTO.
Se engrasaban las matracas de los campanarios; se trasladaban los pasos a las iglesias, desde bodegas, garajes y naves; se dictaba un bando por la alcaldía sobre ruidos, inmovilización de vehículos y cierre de salas de cine y espectáculos desde el medio día del Jueves Santo hasta el Sábado de Gloria; se aprestaban los ropones de los maceros, de los clarineros y de los alguaciles; se pintaban por centésima vez el tenebrario y el candelero del cirio pascual; se sacaban los fraques y los chaqués en casa de los archicofrades y Bonifacio y Piñero se disponían a limpiar las cazoletas de plata de los hachones, los bancos de caoba y terciopelo, a desenrollar las esteras de rafia, y a preparar el ropón de muñidor y las sotanas de los acólitos...
Cuando llegaba la Semana Santa, los olores eran mixtos entre el azahar, el incienso, el alcanfor, la cera quemada, la miel, Álvarez Gómez, Maderas de Oriente, Gotas de Oro, Instituto Español y Augusto Haüpold.
No, no es que la gente interpretara que había que darse penitenciales latigazos (de ginebra Rives) durante la Santa Cuaresma, sino que Don Augusto Haüpold, que "practicaba la elegancia social del regalo", enviaba, varias veces al año, a sus amistades unos enormes frascos de colonia que fabricaba de forma artesanal y con productos totalmente naturales, que olía que daba gloria, y que acompañaba con su tarjeta "A.H.A., Salud, Paz y Bien".
Olores, también, los del aguarrás y cera, para los pasos; el del "Caballo de Oro" y el del "Sidol"; el de la cola de conejo puesta al fuego; olores...
LOS NOMBRES Y LAS HERMANDADES.
Pepa , la del Almendral, rizaba las palmas que traían de Elche y acababa su obra colocándoles moños de seda y campanillas de cartón forradas con papel de plata de las botellas del ponche. En casa de los “Telera” se bullía con lo de los guiones; en casa de Don José María Pastor, en la de Ramón Bayo, en la de Pepe Caamaño, en la de Manolito Iglesias, en la de Eduardo Ruiz, en la de Antonio Diaz Artola... con la Flagelación; en las casas de Juan y Jesús Py, en la de Valerio Marín, en la de Ramón Vaca o en la de José Manuel Terry..., con los Afligidos; en la de Manolo Ortega Infante, en la de Manolo Muñoz Rodríguez, en la de Pepe Merchante, en la de José María Gutiérrez, en la de Meme Maiquez, en la de Manolo Sánchez y Sánchez, en la de Luis Merello, en la de Antonio Márquez..., con la Misericordia; en la de Francisco Quijano, en la de Luis Suárez, en la Fernando Arjona, en la de Antonio de la Torre, en la de José Ríos Santa Orosia, en la de José Muñoz Carrera, en la de José Bononato, en la de Castilla, en la de Stenterello Rosario Ventura, en la de Diego Utrera, en la de Carlos Zamora, en la de Poniqui, en la de Lorenzo Boragno, en la de Miguele Forte, en la de José Moresco, en la de Diego Muñoz, ... con el Nazareno.
El Nazareno a su paso por la calle Vicario, delante de la Iglesia, en 1941.
En la de José Caveda, en la Fernando Osborne, en la de Javier Fernández Prada, en la de José Luis Péculo, en la de "Carito"..., con la Humildad y Paciencia; en la de Manolo Lojo, en la de Pepe Morillo, en la de Lloret, en la Federico Herrera, en la de Lerdo de Tejada, en la de Fernando Terry Galarza..., con la Veracruz; y en todas, todas, las casas de los congregantes marianos, en la de Varela, en la de de Ruffoni, en la de Galarza, en la de José Luis Osborne, en la de todos ranchos de los mayetos y en todas las tiendas de montañes, con la Soledad.
VISTIENDO SANTOS.
Doña Cruz Hernández sacaba la túnica, de terciopelo granate, que le había hecho al Nazareno con las cortinas de su casa-bien-venida-a-menos y se disponía a vestir al Cristo; Doña Rufina Vergara se preparaba para poner de "cristianar" a la Virgen del Desconsuelo; Luisa Aquino, a la Virgen de los Dolores; Mercedes Avila para adobar al San Juan de Pedro Roldán; Margara Hernández, a la Virgen de la Piedad; Esther Cuervo, a la Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos; Marta de Gregorio, a la Virgen de la Amargura, y doña Angeles Domecq, a la Soledad.
PENITENCIA REAL.
El "Tío de las Cadenas", preparaba las suyas, largas, gruesas, para atárselas a los tobillos y arrastarlas, en penitencia, con hábito y la cara cubierta detrás del paso del Nazareno; el "Tuerto del Resbaladero", su cruz para emular al Cristo, detrás de su paso; Milagros Góngora, la única mujer que se vestía de túnica, aderezaba su hábito y su antifaz para ir descalza detrás de todos los pasos de Cristo, por una promesa que hizo si su hija Manuela se curaba de la pierna...
SAETAS, CAPILLAS MUSICALES Y BANDAS.
Laynez, Pellicer, Paco "El Azotea", Gatica, Carrasco, Esperancita López, Juan Arjona, Matiola, Milagritos Forte y “El Demonio” no tomaban nada frío para conservar la garganta en buen estado toda la Semana cantando saetas...
La banda de cornetas y tambores de Torriguera (en la imagen superior vestidos de romanos) y la de música del Rocafull ensayaban marchas procesionales...
La capilla de música del Nazareno, a las órdenes de Ramón Zarco, entrenaba motetes y salmos... El coro de Acción Católica, bajo la dirección del maestro Dueñas, perfilaba los cantos del "Miserere", de la misa del Domingo de Ramos, de los Oficios del Jueves y del Viernes Santo y los del Sábado de Gloria.
CARGADORES PROFESIONALES.
Los "gallegos" del muelle, los Paquis, los Gatica, Figueroa, Bononato..., trataban de concertar cargar los pasos con los priostes de la hermandades; el cabo Mulero, consultaba los horarios de las salidas para estar puntual, con su escuadra montada de Guardias Rurales, encabezando las procesiones...
Las "Quicas" terminaban de entolar las mantillas antiguas que, restauradas, iban a lucirse en las visitas a los sagrarios... Antoñito, el Sacristán (en la imagen de la izquierda), ordenaba a Varela sacar los ternos ricos: el rojo, de terciopelo bordado, para el Domingo de Ramos; el morado del Cardenal Infante, con planetas y estolón, para el Jueves; el negro de tercipelo, para el Viernes y el blanco bordado, para el Sábado de Gloria.
Procedente de Andújar, el Rerre, con el carro de pértigas, arrimaba a las iglesias cajones de cera y el cirio pascual.
LOS CORTEJOS PROCESIONALES.
Y, así, entre la Pasión, según San Mateo y según San Juan, cantada por tres curas, el "flectamus genua. Levate" y el Gloria y las campanas de la Resurrección, iba discurriendo la Semana Santa portuense, con sus procesiones, litúrgicamente encabezadas por los guiones («--Anda, niño, que eres más largo que el guión de la Veracruz»), la escuadra a caballo de Guardias de Campo, los basureros, con espuertas y latillas, para recoger el estiercol, la Cruz de Guía, los penitentes, el senatus (S.P.Q.R., "San Pedro quiere rosquetes"; que no: "Senatus PopulusQue Romanus"), el estandarte, el paso del Cristo, la gente de penitencia, la banda de cornetas y tambores, más penitentes, las "representaciones" la presidencia, el paso de palio y, cerrando, el preste, de capa, con su bonete, como Dios manda, y la banda de música; y las visitas a los sagrarios, en los monumentos de San Francisco, la Concepción, el Espíritu Santo, San Joaquín, las Esclavas, el Hospital, las Salesas y las Capuchinas y, lógicamente, en la Prioral.
TODO MUY SIGLO XVIII, TODO MUY SIGLO XIX.
Y es que entre el barroco y el neoclásico pulularon los estilos mayores de nuestra Semana Santa. Entrañables y recordados pasos reducidos, casi en miniatura, los de nuestras cofradías --"la caja de cerillos" le decían al paso de palio de Nuestra Señora de los Dolores y San Juan--; mantos elegantemente bordados de la Vírgenes del Desconsuelo o de la Soledad; palios ochocentistas sobre nada más que diez varales; centurias romanas de lata y damasco; bocinas del Santo Entierro; guiones de la Veracruz, de la Humildad, de la Misericordia; de la Soledad y los dos del Nazareno; varas de mando con fustes de caoba; sayones, romanos y hasta San Pedro, de cartón piedra (en la imagen de la izquierda); cruces con manguilla; presidencia del "duelo" con las fuerzas vivas y el Ayuntamiento bajo mazas, con los ropones negros, las mazas, enfundadas en crespón, a la funerala, y los clarineros con sordina; "comunidad de venerables granujas", que así llamaba el Dr. don Antonio Cía Moreno, a quienes nos vestíamos con las dalmáticas --moradas las del Cristo y blancas las de la Virgen--en el Nazareno o donde se encartara; pasos arreglados con alhelíes o con humildes amapolas de los trigales, mantenidas con aspirina; gradillas de la cera...
EL PRINCIPIO DEL CAMBIO.
Todo nos parece hoy vergonzante y, sin embargo, está unido a nuestra más entrañable tradición. Esto empezó a cambiar, el día en que a Miguel Castro se le ocurrió traer a la cuadrilla de "El Gorrión" para el paso de la Virgen de la Misericordia y comenzó un mimetismo enfermizo de Sevilla, vía Jerez. Se desencadenó una carrera, que no ha parado, de plata cofradiera, de "bacalaos", de "simpecados", de.... y hemos abandonado nuestros enseres más característicos que se pudren, en el mejor de los casos, en los cuartos de las hermandades. Han aparecido nuevas cofradías, que luchan por parecerse a Sevilla.
Antigua carrera oficial por la calle Larga, presidida por el poder civil y del 'Movimiento', con guerrera blanca: Francisco Rábago de Celis, Antonio de la Torre González y José Antonio Nuchera González..
La presidencia de los poderes públicos, en la Hermandad del Santo Entierro, que entonces procesionaba los sábados. vemos al alcalde Fernando Terry Galarza, al juez José Luis Suárez Gutiérrez, el capitán de la Guardia Civil, Santiago Maza Redondo y a distintas representaciones militares, delante, en dos filas, los concejales, solo vemos a Manuel Rebollo. Año 1972. (Foto: Archivo Municipal).
Sin embargo, miramos, con nostalgia, las viejas fotografías de nuestras hermandades en la calle; de nuestros monumentos del Jueves Santo; de los Oficios presididos por el Ayuntamiento y arropados por la Archicofradía... Echamos de menos la liturgia de lo nuestro y el valor de nuestros detalles y nuestros signos; de los mil y un vestigios que hemos ido dejando en la cuneta. Y nos preocupa, y nos conmueve. Pero, ahí está la fiebre de los estrenos que nos arrolla y nos llama a ser iguales, igualitos, que Sevilla, pero menos, bastante menos. "Tibi soli peccavimus".
Y, en el pecado, en el pecado, está la penitencia.
¡Verbum populi!, Gloria tibi, Domine. (Texto: Luis Suárez Ávila).