La desmemoria, una tragedia española: Caza de rojos. Un relato urbano de la clandestinidad comunista (Espejo de Tinta), es el libro de de José Luis Losa que recoge los desencuentros entre miembros del Partido Comunista durante la Guerra Civil. Y en concreto, entre los poetas Rafael Alberti y Miguel Hernández.
Podría haber titulado esta crónica como “una tragedia de sangre y mierda”, expresión que usa su autor frecuentemente a lo largo de las 510 densas y apasionantes páginas de su libro. Pero sería injusto. Porque la verdadera protagonista moral de esta historia aparece, aunque tarde, en su penúltimo capítulo titulado : “La memoria miente”, ratificado por la frase de Leonardo Sciascia: “Todos mentían, incluso la memoria”. Pues con el paso del tiempo, “todo proceso de exfoliación de la memoria pasa por el delicado trabajo de ir erosionando las capas que la invención, la mitomanía, las construcciones autoprotectoras, han ido dejando como un sedimento de apariencia mineral, opaca; las capas que ocultan la verdad. Las verdades de cada cual.”
Llama sin embargo la atención, entre todas, una anécdota extraordinariamente trágica —al menos para mí— por lo desconocida y por lo relevante de sus protagonistas: Rafael Alberti (De quien Bergamín llegó a decir: “Mandamos al exilio a un joven poeta y nos devuelven a una puta vieja”, pág. 22) y Miguel Hernández, abandonado a su suerte en Monóvar en los últimos días de la guerra cuando Alberti y María Teresa León podrían haberlo persuadido para embarcar en el último avión que salía hacia Orán, quizá en el mismo en que voló Pasionaria… No resisto contarla, por su interés, con las mismas palabras de José Luis Losa (págs. 174-175) :
“Y ahora Federico Sánchez escucha a Paco Romero Marín la narración de lo que sucedió aquel día en el campo de aviación de Monóvar. Aquellos aviones franceses que iban recogiendo de manera selectiva a un pasaje privilegiado entre una militancia que superaba las posibilidades de evacuación. Mientras Miguel Hernández ha conseguido llegar a Alicante y vaga en medio de la gente, ya en Monóvar, en ese campo del cual, en efecto, como atendiendo a lo premonitorio de su poema, va a volar Pasionaria, dejando atrás, abajo, sin futuro, a unos hombres para los cuales las únicas instrucciones de un partido que no ha preparado ningún plan de resistencia ante la inminente derrota serán tan vehementes como suicidas: ??--¡Ahora, todos a las sierras! ??Y es verdad, como dice Hernández:
Crecen los héroes llenos de palmeras. Y mueren saludándote pilotos y soldados.
Mientras Pasionaria se aleja...
Versos aterradores por visionarios los de Miguel Hernández, que entonces se mueve aturdido en ese sálvese quién pueda de Monóvar. Es entonces --cuenta ahora Paco Romero Marín--, que allí estaba, y que de allí pudo volar, en el último Dragón --encañonando a un piloto remiso a poner rumbo a África--, cuando Hernández se encuentra con Rafael Alberti y María Teresa León.
Palacio de Zabalburu, confiscado a los Marqueses de Heredia-Spínola, sede de la Alizanza de Intelectuales Antifascistas, que presidía Rafael Alberti, en Madrid.
Es Alberti el que lo ve. Hace más de dos años que no se hablan, desde la bronca pelea en la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas que presidía Alberti, en Madrid, en el palacio de los Heredia Spínola, en el primer año de la guerra.
Llegaba cada día Miguel Hernández del frente, donde participaba activamente, animaba a las tropas y llegó a ser comisario político con El Campesino. Y se encontraba con el ambiente de francachela de aquel oasis de neoseñoritismo demono azul y alpargatas, en cuyas mesas corría el vino y se tomaban las más peregrinas decisiones sobre suertes ajenas. Un día, indignado por el contraste entre la situación dantesca que viven los soldados en el frente y lo que ve en el palacio de los Heredia Spínola, aún con los restos de una buena comida en la mesa, se acerca al encerado que preside la sala, todavía Miguel Hernández con el uniforme transpirando el sudor del frente y escribe: ??--Aquí hay mucho hijo de puta y mucha puta. ??A la vista de que la única mujer presente en la sala era María Teresa León, ésta arremete contra Hernández y le asesta un puñetazo de inusitada contundencia, que le voltea y le rompe un diente. Habían dejado de hablarse; era el otoño de 1936. /En la imagen de la izquierda, María Teresa León.
Ahora, en Monóvar, Alberti, que ha visto acrecentarse su poder durante la guerra, intenta congraciarse con el poeta de Orihuela:?? --Tú ya sabes cómo son las mujeres, Miguel. Pero si tú quieres, te puedes venir con nosotros. Arreglo las cosas para que se te haga un hueco en el avión y te vienes con nosotros a Argelia. ??Miguel Hernández contestó secamente: ??--Yo me vuelvo a mi pueblo.
En la imagen de la izquierda, portada de 'El Mono Azul' una de las publicaciones de la Alianza de Intelectuales Antifascistas.
De esa historia será testigo Irene Falcón. Ella va a compartir con Alberti y María Teresa, y a quedarse aún un día más, una vez que la pareja haya volado rumbo a Orán, una hermosa casa cercana al helipuerto, en donde toman té ruso con unos dulces... mientras en los alrededores, en Elda, en Monóvar, cunde el pánico. Irene Falcón se lo contará todo a Romero Marín con cierta ingenuidad. ??Alberti va a sellar ese encuentro suyo con Miguel Hernández con la llave del silencio. Tiene la percepción de que, en la medida en que hubiese suturado la herida de esa enemistad, podría haber evitado la muerte de Miguel Hernández. Va a contar la historia, tiempo después, y tergiversada, a algunos amigos, pero en el caso de que Alberti escriba unas memorias, y de que a éstas le dé por llamarlas La arboleda perdida, se apresurará a falsear la verdad abiertamente cuando afirme que "la última vez que vi a Miguel fue en Madrid, cuando después de intentar convencerle de que se refugiase en la Embajada de Chile, escuché de Hernández que se iría andando a su pueblo. ??--Tú lo que deseas es que te maten, Miguel. Es al único sitio donde no puedes ir. ??Y se habrían fundido en un abrazo”. /Texto y selección: Miguel Veyrat.
La mayoría de casas museos dependen de fundaciones y no buscan con ellas beneficios económicos, sino convertirlas en un polo de atracción que les permita cumplir sus objetivos: difundir la obra de sus autores (con reediciones, exposiciones, visitas de escolares y público en general, certámenes literarios, rutas…) y conservar el legado.
Se trata de entidades que, por otro lado, en muchos casos no han sabido o podido explotar unos recursos turísticos que podrían hacerles más independientes. “No se puede vivir de espaldas al turismo”, señala Carmen Jiménez, conservadora de museos y miembro de la Junta Directiva del Comité Internacional de Residencias Históricas-Museos del ICOM. “No vale con abrir una casa museo en medio de la nada; tiene que estar bien presentada y promocionada (al menos, con una buena web) y a su alrededor propiciar un tejido de servicios [tiendas, restaurantes]”.
Casa Museo del poeta Rafael Alberti, en la calle Santo Domingo
La Fundación Rafael Alberti en el Puerto de Santa María fue una vez un gran centro de actividad cultural. Pero desde 2010 está en proceso de liquidación por una deuda de 200.000 euros a la que no pudo hacer frente y que ha asumido el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María mientras busca la forma de mantenerla en funcionamiento. Mientras, sigue abierta, pero sin apenas actividad. Este es el caso de algunas de las más pequeñas, que apenas pueden aspirar hoy a conservar el legado, a la espera de tiempos mejores.
Azulejo de uno de los bancos del 'remodelado' monumento a Muñoz Seca en la plaza de Isaac Peral.
"La situación es muy triste", aporta Carmen Perdiguero, de la Fundación Pedro Muñoz Seca, también en El Puerto de Santa María. Su casa museo cerró en 2009 porque el actual dueño de la que fue vivienda del autor teatral decidió vender el edificio.
Pero los tiempos no están para alegrías. “La cultura es lo primero que paga los recortes…”, señala Ibon Arbaiza presidente de la Asociación de casas museo y fundaciones de escritores (ACAMFE) que describe un panorama desalentador, con recortes de más del 70% de las ayudas en muchos casos. Desde ACAMFE, insisten en el valor de estos centros más allá de su capacidad para generar dinero. “Estamos hablando de cultura con mayúsculas, de hacer pensar y dar una visión crítica del mundo”, dice Arbaiza. “Muchos somos el único museo de la localidad, donde se concentra la vida cultural”, añade Antonio González Padrón, expresidente de ACAMFE y director de la Casa Museo León y Castillo, en Telde, en la isla de Gran Canaria. /Texto: J.A. Aunión.
En la imagen inferior, redacción de la Revista Portuense en 1907. Primero a la izquierda, Mariano López Muñoz. Marcado con la flecha, el maestro Caballero. A la derecha, Pedro Muñoz Seca. Los acompañan Luis Pérez Gutiérrez, propietario del periódico, y los redactores Manuel Soto y Antonio Peñasco. / Foto, Colección Pérez Pastor.
Comparto con el director de Gente del Puerto el afecto por dos portuenses que vivieron entre los siglos XIX y XX. Fueron amigos, compañeros en la Revista Portuense y algunas veces colaboradores en las ramas artísticas que dominaban: la escritura y la música. Al final de sus días vivieron tiempos difíciles. Uno, Mariano López Muñoz (1869-1941, ver nótula 1.636 de GdP), el escritor y periodista que tras la guerra civil fue depurado torticeramente por las autoridades franquistas por partida doble: por su condición de andalucista involucrado en el movimiento regionalista que lideró Blas Infante y por ser homosexual.
Aquello le destrozó la vida y precipitó la muerte de un hombre bueno, noble y defensor –eso sí, con espíritu crítico y revitalizador- de todo lo que concernía a nuestra ciudad y su gente.
Y el otro portuense, a quien adornaron las mismas virtudes –hay apellidos que retratan a su portador-, el ‘maestro Caballero’, como era conocido por todos Francisco Javier Caballero Maldoqui, que fue, junto al maestro en el género chico y la opereta española Rafael Taboada y Mantilla (1837-1914), el músico y compositor portuense de mayor calado; de cuya vida y obra, a petición de mi amigo José María Morillo, hilaré una semblanza con la información que hace años investigué en el Archivo Municipal y la ayuda del almeriense Francisco Cuenca Benet (1872-1943), como López Muñoz, andalucista, que en 1927 editó en La Habana su Galería de músicos andaluces contemporáneos, donde apuntó el recorrido musical de nuestro paisano.
SU FORMACIÓN
Fue Caballero un portuense de devoción, que no de nacimiento, porque nació enfrente, en Cádiz, en 1853, de donde a los pocos años se trasladó con su familia a nuestra ciudad, en la que pasó la mayor parte de su vida. Poseedor de innatas condiciones musicales, las primeras nociones de solfeo las recibió de los profesores Honorato Bisbal y Francisco Boussiller, directores que fueron de la Banda Municipal, respectivamente, en 1861 y de 1862 a 1874. /En la imagen de la izquierda,Francisco Javier Caballero (1853-1933). / Foto, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia; Francisco Mata.
Este año del 74 marchó a Sevilla para concluir el bachillerato y dedicarse por completo al estudio del violín. En la capital hispalense, al decir de Cuenca, “dirigido por el notable profesor Mariano Taberner, pronto hizo grandes progresos en su carrera musical, entrando a formar parte de la orquesta del teatro de San Fernando como primer violín durante varias temporadas de ópera; pero necesitando su intuición artística una esfera más amplia para su desenvolvimiento se trasladó a Madrid en 1877, integrando la orquesta de los Conciertos del Retiro que dirigía el maestro francés Olivier Métra y cursando violín, armonía y composición en el Conservatorio Nacional, bajo la dirección del insigne Monasterio.”
El Teatro San Fernando de Sevilla, escenario de los primeros éxitos de Caballero, en 1908.
Olivier Métra (1830-1889) y Jesús de Monasterio (1836-1903), maestros de Caballero.
Una grave dolencia le obligó a regresar a tierra portuense (lo que, tal vez, le cortó una larga trayectoria de éxitos en los mejores escenarios). En El Puerto fundaría, en la década de los 80, la Sociedad Coral, que ofreció, en palabras de Cuenca, “numerosos y brillantes conciertos vocales e instrumentales”. Como profesor de instrumentos de arco, durante 25 años ejerció de catedrático en las academias de música de San Fernando, Sanlúcar y El Puerto, siendo uno de los fundadores, en 1900, de ésta, la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.
Sede de la Academia Sta. Cecilia en 1901, calle Larga nº61. Sentado a la izquierda el maestro Caballero. En el centro, el presidente, Adolfo Barra. A la derecha, el profesor de piano José Luis Benítez./ Foto, Academia de Sta. Cecilia.
Su magisterio en academias y conservatorios lo compatibilizó con la enseñanza particular. Así se anunciaba en la Revista Portuense en 1893: “Fco. Javier Caballero.- Director de orquesta y profesor de instrumentos de arco del Conservatorio de Música de Cádiz y San Fernando, da lecciones de solfeo, piano, canto, violín, violoncello y contrabajo a precios convencionales. Enseñanza especial de violín para niñas y señoritas. Los avisos pueden dirigirse a su domicilio Larga 32 y a la redacción de este periódico Larga 116.”
El equipo directivo y técnico de la Academia en 1911. Caballero, primero a la derecha. / Foto, Academia de Sta. Cecilia.
En los últimos años del XIX fue director de la Orquesta –que no Banda- Municipal portuense, también conocida como la Orquesta de Caballero, compuesta de seis instrumentos. Con ella dirigió la música de varias compañías de zarzuela por los teatros de la provincia y ofreció, entre otros lugares y en no pocas ocasiones, conciertos en el Parque Calderón. Lo habitual por estos años fue que la Banda Municipal que dirigía Domingo Veneroni y la Orquesta de Caballero se alternaran en las mismas veladas y, en otras ocasiones e indistintamente, una ofreciera los conciertos en el Parque y la otra en la plaza Peral.
En sustitución de la Orquesta de Caballero, en julio de 1912 se constituyó la Sociedad Orquesta Maqueda, que fundó, presidió y dirigió Caballero y tuvo como vocal a Veneroni. El nombre se lo puso en homenaje al músico granadino Antonio Maqueda, quien durante muchos años ejerció de maestro de capilla de la catedral de Cádiz. /En la imagen de la izquierda, Antonio Maqueda Castillo (1811-1905).
Como compositor, Caballero cultivó el teatro musical, obras de concierto –muchas de marcado carácter popular- y música religiosa, “habiéndose significado en todos estos géneros –escribió Cuenca- por su inspiración lozana y técnica irreprochable”. Estas fueron sus principales composiciones:
ZARZUELAS
-Ojeada al Puerto, con libreto del portuense Manuel del Río García (ver nótula 1.206 de GdP) fue estrenada el 25 de febrero de 1895 en el portuense Teatro Principal
-No hay enemigo chico o el taller de un sombrerero en un día de fiesta solemne, sainete lírico también escrito por Del Río, estrenado, sin éxito, el 18 de julio de 1898 en el Teatro del Vergel (de quita y pon, instalado en el tramo de las Galeras a la Herrería).
-El apropósito lírico El repatriado, con letra de Mariano López Muñoz expresamente escrito para ser representado, como así fue en el Teatro Principal en 1900, por el joven (19 años) Pedro Muñoz Seca, que por entonces daba los primeros pasos como autor teatral, actor y cantante.
El desaparecido Teatro Principal de la calle Luna hacia 1903.
-La gitanilla, letra del también portuense Antonio Sucino Lorca (el de Nobleza… en el corazón, su obra más conocida), puesta en escena en el Teatro Principal en 1909.
-Bailén, con letra (ojú) de José Millán Astray. Estrenada el 24 de septiembre de 1910 en el Teatro de las Cortes de San Fernando.
-Ya llegó mi tío, letra de Mariano López Muñoz.
-El ascenso, letra del portuense Rafael Benvenuty Morphy.
-El libro del forro verde, letra del propio Caballero.
OBRAS DE CONCIERTO
-El vinillo de mi tierra, ‘coro de actualidad’. Con letra de un joven Caballero, se interpretó en el Vergel en 1880.
El Vergel del Conde, en una reproducción de un plano de El Puerto.
-Morisma, parodia del capricho Moraima de Gaspar Espinosa de los Monteros, para orquesta.
-Esperanza, melodía para violín y piano.
-Un sueño, melodía para violín y piano.
-Nubes de verano, tanda de valses para orquesta.
-Nos entretendremos, vals característico para orquesta.
Comienzo de la partitura del Himno de El Puerto de Fco. J. Caballero. / Archivo Municipal.
-Himno al Puerto, pasodoble para banda y orquesta, con letra de Caballero. Se estrenó en el Parque Calderón el 25 de julio de 1897. Arreglado para piano, copias de la partitura las puso a la venta en la redacción de la Revista Portuense, a 2’50 pesetas. Remodeló la composición en octubre de 1927. Las dos estrofas iniciales decían: “A esta ciudad de claro cielo, / de alegres casas, con aire y sol, / donde la virgen de los Milagros en un castillo se apareció; / en estas notas y melodías, / hoy sus grandezas he de cantar / con el cariño que a su Patrona / tienen los hijos de esta ciudad. / Los atractivos que tiene El Puerto, / como su Parque de Calderón / y su paseo de la Victoria, / el más famoso de la región; / su áurea playa de la Puntilla / de suaves brisas, tranquilo mar; / sus arboledas y sus viñedos / tienen por orla cerros de sal.”
Partitura de Vía libre (1921). / Archivo Municipal.
-Vía libre, galop (música de danza húngara de movimiento muy rápido) característico para piano. Escrito en abril de 1901 y dedicado a Federico Laviña, diputado a Cortes por El Puerto, la partitura la entregó para su arreglo al Director de la Banda municipal, Veneroni, expresando su deseo de que se conservase en el Archivo. /En la imagen de la izquierda, el ingeniero de montes y político liberal Federico Laviña y Laviña (1852-1932). / Foto, web geneall.net.
-Puerto Alegre, pasodoble para banda y orquesta. Caballero entregó la partitura en agosto de 1912 al Director de la Banda de Álava para que figurara en su repertorio. En la Revista Portuense del 14 de agosto de 1925 apareció esta simpática noticia: “Hace unos días, estimados convecinos que tienen instaladas estaciones receptoras de radiotelefonía, tuvieron ocasión de escuchar una onda emitida por una estación vasca, de cuya audición formaba parte la interpretación del bonito y aplaudido pasodoble Puerto Alegre, original de nuestro querido amigo y colaborador don Francisco Javier Caballero.” -¡Viva Rota!, pasodoble-himno para banda y orquesta compuesto en 1922.
-Manolito (el torero Niño del Matadero), pasodoble que lo interpretó en el Parque Calderón el Cuarteto Portuense (los sres. Rodríguez Carribero -director-, Jarque, Nieto y Troncoso) en junio de 1928.
Manuel del Pino, Niño del Matadero (1911-1964).
-Diversos coros para voces y orquesta compuestos para ser interpretados por la Sociedad Coral.
-Quejas de amor, barcarola.
-Dime que sí, vals.
COMPOSICIONES RELIGIOSAS
-Ave María, para tenor y orquesta: “obra magistral y delicadísima”, al decir de Francisco Cuenca. Compuesta antes de 1913, sigue interpretándose en la Prioral los 8 de septiembre, festividad de la Patrona.
-Himno de la Coronación de la virgen de los Milagros, para gran orquesta, con letra del autor. Compuesto en 1916 con motivo de las fiestas que celebraron tal acontecimiento.
Portada del Himno de la Coronación (1916). / Archivo Municipal.
-Gozos a la Virgen de los Milagros, para orquesta.
-Cantiga 328 de Alfonso X, para orquesta. Estrenada el 8 de septiembre de 1929 y dedicada al historiador Hipólito Sancho, quien le facilitó el texto.
El historiador Hipólito Sancho (1893-1964) en su casa de la calle Luna.
-Dos Himnos a Santa Cecilia, para coro y orquesta.
-colección de motetes al Santísimo Sacramento y varias letanías.
EL ESCRITOR Y GESTOR
Además de músico y compositor, Francisco Javier Caballero también tuvo una decidida vocación como articulista y poeta, que dejó impresa en las letras de sus composiciones. Desde la fundación de la Revista Portuense en 1890, durante 28 años escribió de forma continuada en sus páginas, habitualmente con el seudónimo Ventura. Al respecto, Manuel Martínez Alfonso dejó escrito: “Colaborador asiduo de la Revista, versificaba en ella casi a diario, con esa facilidad que tenía para el verso –si no para la poesía- y con ese ingenio, malicia y buen humor que ponía en sus escritos.” También fundó un periódico, La Crónica del Puerto, en 1888, que a los dos años se convirtió en edición del diario madrileño La Correspondencia de España.
Caballero colaboró durante muchos años para el Ayuntamiento, en el negociado de Fiestas. A principios de siglo, entre otras tareas, era el encargado de contratar a las compañías de teatro y zarzuela que algunos veranos actuaban en el paseo del Vergel, ejerciendo ya a principios de los años 20 de Jefe del Negociado de Fiestas.
Alzados y planta del ‘Salón-Teatro Variedades’ que en 1909 se instaló en el paseo del Vergel. / Archivo Municipal.
Ya jubilado, en julio de 1927 Manuel Rubín de Celis escribió en la Revista Portuense este sentido retrato del anciano Caballero: “SIC TRANSIT.- Con paso lento, incierto y algo temblón, vemos pasar por nuestras calles, a un ancianito agobiado por el peso de sus años [74], de sus achaques, y más que nada, por los sinsabores, las desilusiones, los desengaños, las negruras de la soledad y el olvido. ¡Triste cortejo que acibara casi siempre a la honradez! Todavía, a pesar de su lento andar, se nota en su persona como recuerdos de vagas cadencias, como ecos de una armonía lejana, casi ya imperceptible. Si os fijáis en su semblante, sin que este ancianito se dé cuentade nuestra inquisitoria, observaréis que su fisonomía está algún tanto como empañada por angustiosa melancolía. Es, que el ancianito, tras los sufrimientos morales que entristecen su alma, ahora, en el crepúsculo de su vida se encuentra muy enfermo, y se ve también enferma a la digna compañera de su existencia. […] Siempre veréis a este buen ancianito, sin salir de su paso lento e incierto, paseando por este Puerto de sus amores, sus alegres y tristes recuerdos de su bondadoso corazón, no queriendo, mientras un hálito de vida le acompañe, dejar de recorrer sus calles, jardines y paseos, frecuentar sus casinos, sociedades y amistades, y sobre todo, visitar a la Virgen de los Milagros.”
Melancólica y triste semblanza del ocaso del músico portuense que se agravó con el tiempo. A la altura de 1930, tres años antes de fallecer, su situación económica no debía ser nada boyante, según se infiere de este irónico y críptico anuncio que publicó la propia Revista Portuense en septiembre de 1930:
“AVISO AL PÚBLICO INTELIGENTE.- Cede un piano con cuerdas cruzadas, con clavijero de hierro, en 1.250 pesetas, dadas a tiempo, sin intereses vencidos, dádivas ni documentos. Dará noticias e informes el vendedor del piano. -¿Quién? -D. Javier Caballero.”
Hoy, la memoria del ‘maestro Caballero’ ha quedado en la calle a él dedicada (frente al Resbaladero) y, sobre todo, en el Ave María que cada 8 de septiembre resuena en la Prioral. / Texto: Enrique Pérez Fernández.
En ninguna carta a los Reyes Magos debe faltar un libro, por eso desde Gente del Puerto queremos sugerir esta lista de títulos firmados por autores de aquí y publicados a lo largo del pasado 2014. De muchos de ellos hemos hablando en estas páginas electrónicas a lo largo del año finalizado. Desde poesía a libros de historia, y desde periodismo irreverente a cómics en edición digital. Regalar páginas de papel, escritas por gente de El Puerto, es cuidar y apoyar lo nuestro.
Relatos portuenses. Antonio Muñoz Cuenca. Ediciones El Boletín.
Contrapoder sindical: etnografía, crítica e investigación aplicada en las organizaciones sindicales. Beltrán Roca Martínez. Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo.
Jaime García-Máiquez y López, nació enMurcia en 1973, de donde era su madre, la farmacéutica Carmen López Llopis (ver nótula núm. 1.144 en Gente del Puerto). Su padre es el microbiólogo, farmacéutico y humanista Enrique García Máiquez, miembro de número de la Real Academia de Farmacia y portuense ilustre(ver nótula núm. 821 en Gente del Puerto). Es el menor de cuarto hermanos, junto al escritor Enrique (ver nótula núm. 2.226 en GdP), junto a los mellizos boticarios, Nicolás y María.
Recogemos una selección de villancicos de autores portuenses: Rafael Alberti, José Luis Tejada, Inmaculada Moreno, Enrique García-Máiquez y Ángel Mendoza. Su lírica nos recuerda que hoy es Navidad.
Belén de época realizado en la primera mitad del siglo XX con figuras del imaginero Ángel Martínez. (Ver nótula 1.968 en GdP).
LAS TRES NEGACIONES
Primer no
—Pastor que vas con tus cabras
cantando por los caminos,
¿quieres darme una cabrita
para que juegue mi niño?
—Muy contento se la diera
Si el dueño de mi ganado,
Señora, lo permitiera
Segundo no
—Aceitunero que estás
vareando los olivos,
¿me das tres aceitunitas
para que juegue mi niño?
—Muy contento se las diera
si el dueño del olivar,
Señora, lo permitiera.
Tercer no
—Ventero amigo que estás,
Sentado en un ventorrillo,
¿quieres darme una cunita
para que duerma mi niño?
—Muy contento se lo diera,
si hubiese sitio y el ama,
Señora, lo permitiera.
Rafael Alberti.
Donde hoy se encuentra un grupo de viviendas promovida por Bodegas Terry y, con anterioridad la fábrica de Cervezas Tosar, entre las calles Cielos y Larga, estuvo esta choza, paradigma de la infravivienda en el casco urbano, que albergó a una familia portuense. (Ver nótula 63 en GdP).
EL PASTOR MALO
--Vine, pero no por ti.
Vine por curiosidad,
por ver, por la novedad.
No por ti.
Y
bien poco de nuevo vi.
Tal como vine me voy.
Pero estoy cansado, hoy
pasaré la noche aquí.
Que conste que no por ti.
José Luis Tejada.
Reyes Magos en el Colegio Luisa de Marillac, conocido como el 'Asilo de Huérfanas', en su anterior emplazamiento de calle Cielos, en 1952. (Ver nótula 692 en GdP)
VILLANCICO
Los Reyes perdidos
siguiendo una estrella,
la dulce vereda
cercada de olivos
prolonga el camino
de los buscadores.
Promesa de albores,
espera el Dios niño.
El aire vestido
de olores de albahaca,
la risa de plata
sonando en el río.
Un cierto latido
confunde este miedo.
Tendido en el suelo
te espera el Dios niño.
Inmaculada Moreno.
Calle de la Rosa, a mediados de los años sesenta del siglo pasado. 'El Caneco' (ver nótula 1,252 en GdP), vivió en la calle de la Rosa.
CADA AÑO NACE DIOS
Cada año nace Dios.
¿Para cuándo nazco yo?
En Navidad novedad
que se repite incesante.
Él se nos pone delante
hecho Niño en el Portal.
Y en medio de la emoción,
no dejo de preguntarme:
“Si, sin cesar nace Dios
¿para cuándo, cuándo yo?”.
Enrique García-Máiquez.
En el antiguo palomar existente en la Plaza de Isaac Peral, el jefe de Obras y Mantenimiento Urbano del Ayuntamiento, el maestro Dueñas, (ver nótula 197 en GdP) instalaba el Belén en la desaparecida estructura que vemos en la imagen de Rafa, que fue derribada el 29 de enero de 1972. (Ver nótula 322, Clemente, el Guarda de la Plaza Peral).
ME ACUERDO
Me acuerdo de un río
de plata dormida,
de un puente de caña,
de estrellas prendidas
a un cielo pintado
con nubes torcidas.
Me acuerdo de fieltro
que era hierba viva,
de serrín haciendo
de tierra baldía,
pesebre de plástico,
noche de mentira.
Copia de comienzos del s. XVI de la Carta-puebla que Alfonso X otorgó a nuestra ciudad. Archivo Municipal. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.
Hoy, 16 de diciembre de 2014, El Puerto de Santa María cumple 733 años. Tal día como hoy de 1281, Alfonso X(ver nótula núm. 1.000 en Gente del Puerto) otorgó, rubricada en Sevilla, la carta-puebla fundacional de la ciudad que hoy habitamos, su ‘partida de nacimiento’; de la que el rey en ella decía: “…el Puerto que llaman de Santa María, que solía haber nombre Alcanatín en tiempo de moros, que es entre Xerés y la ciudad de Cádis, y tiene de la una parte la Grand Mar que cerca todo el mundo y que llaman Océano, y el gran río de Guadalquivir, y de la otra el mar Mediterráneo y el río de Guadalete, que son dos aguas dulces por donde vienen grandes navíos, es lugar más conveniente que otros que nosotros sepamos ni de que oyésemos hablar para hacer noble ciudad ”. Toda una declaración de principios del monarca a un lugar que bien conoció y por el que sintió verdadero afecto. Fue la última carta-puebla que en vida firmó.
En el gráfico de la izquierda, localizaciones de las 13 alquerías andalusíes en el término portuense. En verde, la aldea de Al-Qanatir.
La definitiva conquista y repoblación alfonsí de las aldeas andalusíes que poblaron las tierras del actual término portuense, que fueron parte de Cádiz hasta 1272 y de las que hicimos memoria en anteriores entregas (ver nótulas 2.294 y 2.308 en Gente del Puerto), se llevó a cabo en 1264, salvo las casas y solares de Al-Qanatir, que serían repartidas en 1268 a 300 repobladores. Pero al paso de nueve años, en septiembre de 1277, la recién poblada villa de Santa María del Puerto fue atacada y asolada por huestes benimerines procedentes del norte de África, al mando de Abu Yusuf Yaqub, hijo del emir meriní.
Tras la desolación, el rey decidió en 1281 avivar en la carta-puebla una nueva repoblación y marcar las bases económicas para el desarrollo de la villa, otorgando concesiones y privilegios a quienes se asentaran en su solar –extranjeros incluidos- y eximiéndoles del pago de impuestos. También se fijó su gobierno bajo la autoridad de alcaldes de la villa y del mar y un juez, se marcó su término municipal –grosso modo el actual- y, entre otras reglas, para el correcto abastecimiento de la población se establecieron mercados los miércoles y sábados y ferias a celebrar al comienzo de la Cuaresma y en octubre.
Alfonso X el Sabio representado en las Cantigas de Santa María, en su corte.
Otros privilegios otorgaría el monarca en marzo de 1283 –un año antes de fallecer-, con el Guadalete como principal activo del porvenir de la población: “Por hacer bien y merced a los pobladores del Puerto de Santa María, y porque se pueble mejor el lugar, tengo por bien que todos los bajeles cargados que pasaren por el río de Guadalete para ir a Xerés que se descargue y el tercio, también de vianda como de madera o de otras cosas que ellos mester hubieren”; “mando a todos los marineros mercaderes que por í pasaren que descarguen y el tercio de lo que llevaren en sus bajeles, y que lo vendan y también de vianda como de las otras cosas.”
Figuración de un barco del siglo XIII en las Cantigas.
Ciertamente, en el río y por el mar le llegó al Gran Puerto de Santa María –como Alfonso X también tituló a la población- el esplendor comercial que conoció la villa durante toda la Baja Edad Media y la Edad Moderna. Pero los pilares de su desarrollo –el aceite, trigo y vino de su fértil campiña, las vías comerciales abiertas y conocidas de antiguo, los avezados marineros, pescadores y carpinteros de ribera, la imprescindible sal de sus inmensas salinas, la piedra de las canteras de San Cristóbal, el agua de los manantiales de La Piedad…- se cimentaron mucho tiempo atrás.
LA ANDALUSÍ AL-QANATIR
Inscripciones islámicas sobre mármol de Al-Qanatir.
Fue Santa María del Puerto heredera de la alquería andalusí que ya en el siglo X, en tiempos del próspero califato de Córdoba (929-1031), se había establecido en la ribera del wadi Lakka, dependiente en su fiscalidad y administración de Saris (Jerez), la capital de la cora de Sidonia hasta la conquista castellana. A su vez, Al-Qanatir fue sucesora del Portus Gaditanus que Balbo el Menor fundó a fines del siglo I a.C. y del Portum tardorromano y bizantino (ver nótula núm. 2.000 de Gente del Puerto). Su ubicación a orilla del Guadalete y de la bahía de Cádiz, estratégico puerto de comunicación entre continentes, propició que Al-Qanatir fuera la única alquería de las trece que existieron en el término portuense que ha perdurado hasta nuestros días.
Del urbanismo de la alquería andalusí destacaremos aquí y ahora dos elementos arquitectónicos: su muralla y la mezquita, de las que a continuación haremos memoria.
La cimentación de la muralla excavada en Ricardo Alcón en 1993. /Museo Municipal.
LA MURALLA ALMOHADE.
En 1993, el Museo Municipal excavó en linde a la calle Ricardo Alcón (hoy Centro de Salud ‘Federico Rubio’) un tramo de la cimentación de la muralla (14 m de largo por 2’5 m de anchura) que circundó Al-Qanatir, y a ella adosada al exterior una torre defensiva (4’5 m x 2’5 m). La muralla, construida en sus paramentos con piedra arenisca y ostionera y al interior de mortero de cal y arena con guijarros y fragmentos de ladrillos, ha de datarse, según informaron arqueólogos medievalistas, en algún momento del periodo en que los almohades dominaron al-Andalus durante cuatro décadas (1172-1212), coetánea a la Giralda de Sevilla.
Dibujo de planta de la cimentación de la muralla excavada en Ricardo Alcón en 1993 y su planta en dibujo. / Museo Municipal.
Este lienzo exhumado y otros eran conocidos de antiguo. De hecho, en el Libro del Repartimiento alfonsí (1268) se mencionan –con la voz de pared y paredes- en varias partidas del reparto, mencionándose el frente de la muralla donde se excavó en éstas: “Comiença otra tabla de fuera del valladar e de la cárcava, del majuelo de Pero Ganzana fasta el cabo [extremo, esquina] de las paredes.”; otra tabla “cerca la noria en los espinos, de los solares que están en las espaldas de la casa de Pero Ganzana, la carrera del pozo en medio, de parte de Xerez, en el prado, como van al pozo hasta la pared que está levantada.”; y “Copo la punta entre las dos carreras en cabo del valladar del majuelo de Pero Ganzana con el corral y el figar, que está de fuera del valladar, y con los dos de dentro de las paredes sobre sí, que son cuatro solares para cuatro moradores, para hacer casas”
Esa cárcava citada era el curso de agua que documentos de comienzos de la Edad Moderna llamaban arroyo de la Zangarriana, que transcurría –y aún transcurre en el subsuelo- desde su nacimiento en la finca El Caracol del cerro de la Belleza, a cuyo pie se asienta la ciudad. Y es preciso el documento alfonsí, porque una cárcava más que un arroyo debió ser el aspecto que presentaría su cauce en tiempos de fuertes lluvias, un torrente de agua bajando por la hoy calle Ganado para desaguar, por la plaza de la Herrería, en el Guadalete. Esta vía fluvial –una frontera natural- determinó el trazado urbano –su límite norte– de las villas andalusí y cristiana, y también la del Puerto Gaditano. En 1735 se procedió a canalizar su curso bajo tierra en la obra, reformada en varias ocasiones, que llamaron Caño de la Villa.
En la imagen de la izquierda, el Caño de la Villa, antiguo curso del arroyo de la Zangarriana, cuando apareció al hacerse obras en los 60 frente a la plaza de la Herrería. / Foto, Archivo Municipal.
La presencia de la muralla medieval en Ricardo Alcón –la antigua calle del Muro y de la Tripería (por el Matadero público que aquí existió hasta 1699, con acceso desde Ganado)- se puede rastrear en el Archivo Municipal. Así, el Cabildo acordó en 1641 “reparar el muro de la calle de la Tripería” (empleándose en ello diez carretadas de cantillos, nueve de ripios, arena y ocho cahíces de cal). Y en 1698, un vecino adquirió al municipio el solar para edificar en él: “se aplican 200 reales que dio Juan Rendón, por un pedazo de sitio y murallapropio de la ciudad en la calle de la Tripería, linde de sus casas.” Lienzo de muralla que aún era visible en 1764, según anotó el historiador Anselmo Ruiz de Cortázar, y subsistía en 1880, en testimonio de Joaquín Medinilla: “todavía se conservan restos de estas murallas en la calle Jesús de los Milagros casa sin número junto al uno [frente a la plaza de la Herrería], y en la del Correo, antes Muro, en la casa donde están los graneros del señor Camacho”; inmueble éste, más abajo del tramo excavado, entre Nevería y Larga, donde ciertamente se conserva en 2’5 metros de altura el lienzo de la muralla, como muy probablemente suceda en otros inmuebles en todo el perímetro de su recorrido, enmascarados bajo la cal y los repellados de las fachadas.
Es singular la mención en el Libro del reparto en dos partidas a cruces dispuestas en las paredes de la muralla: “otra tabla como van al Pozo Santo, hay calle hasta la pared, que está la cruz en el canto” (en un ángulo o esquina de la muralla); “…hasta la plazuela otra, donde está una cruz en la pared”. Cruces que parecen marcar la sacralización, desde los primeros momentos de la ocupación cristiana de Al-Qanatir, de una construcción –el cerco de la villa- levantada por moros.
Reconstrucción ideal de Santa María del Puerto a fines del siglo XIII, con el recorrido de la cerca y el arroyo de la Zangarriana (que en castellano viejo es decir de la Tristeza o, en su acepción andaluza, de la Borrachera).
Mañana martes 16 de diciembre se cumplen 112 años del nacimiento del poeta portuense, el poeta más universal que ha tenido El Puerto de Santa María, perteneciente a la Generación del 27. Desaparecido en 1999, hace 15 años, la fundación que lleva su nombre encara un año más ante un futuro incierto, cuando su obra empieza a ser la gran desconocida para las nuevas generaciones de hispanohablantes.
Regreso de Alberti a España en 1977. /Foto: Iberia.
El marinero en tierra es desconocido para las nuevas generaciones. El miembro más longevo de la generación del 27, que unida por el culteranismo de Góngora agrupó a Jorge Guillén, Pedro Salinas, García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre..., corre el riesgo de perderse en la bruma de la historia. Cuando en las clases de literatura se da este increíblemente fértil movimiento, en los libros de texto no aparecen los poemas de Rafael Alberti. Uno de los mejores poetas de la Edad de Plata de la literatura española no tiene quien lo estudie.
«La mayoría de los escritores vivos o sus herederos dan permiso para que sus escritos aparezcan en los libros de texto», explica Tálida Ruiz del Árbol, catedrática de Lengua Española con decenios de experiencia en la enseñanza en institutos, «y hay otros autores, como Alberti, que exigen cobrar, así que en el 90% de los manuales no aparecen fragmentos de sus obras». Ruiz del Árbol cuenta que en las clases se pueden repartir fotocopias o poner proyecciones con breves poemas del autor, pero que no pueden enviar a una web con textos completos, en parte «porque no existen, ya que también tendrían que pasar por caja».
Estas dificultades hacen que en el intenso currículum que deben impartir los profesores de literatura cada curso Alberti vaya apareciendo menos. En su contra juega además su propia y fructífera generación. «Tienes tantos y tan buenos, como Salinas, Aleixandre, Lorca...», cuenta. «Sí que se explica sobre él, pero no se da tanto y, además, en la antologías, que es al final lo que los alumnos tienen en casa, tampoco aparece». Poco a poco, el marinero en tierra no tiene quien lo estudie.
Rafael Alberti, acompañado de su esposa María Asunción Mateo, llega a la Biblioteca de Temas Gaditanos para entregar el XI Premio Nacional de Poesía Unicaja que lleva su nombre, concedido a la escritora Guadalupe Grandes por su obra “El libro de Lilit”. 18 de septiembre de 1996./ Foto: Jaro Muñoz.
Con la ley en la mano, todo lo que ocurre con el legado de Alberti es perfectamente legal. Tras una ardua batalla judicial entre su viuda, María Asunción Mateo, y su hija, Aitana, la justicia dictaminó que la primera tenía razón. Ahora, los derechos sobre sus textos los gestiona la agencia Carmen Balcells; los musicales y teatrales, Monge y Bofeta Asociados Musicales; y los de voz, imagen y obra gráfica, la sociedad limitada Alba de Alhelí. Esta, cuyos apoderados son la propia Mateo, su hija Marta, de un matrimonio anterior, y el abogado especialista en derechos de autor Santiago Mediano, es la depositaria y a donde van los beneficios generados.
«En España los derechos pertenecen a los herederos durante 70 años tras el fallecimiento del autor, 80 en caso de que ese plazo no se hubiera cumplido antes de la modificación de la ley [en 1987]», explica Javier de la Cueva, abogado especialista en este campo, «aunque esto varía según el país y la legislación». La propiedad intelectual establece que el autor tiene cuatro derechos de explotación. Él o sus herederos deciden quién puede copiar, transformar, difundir y distribuir, para lo que debe otorgar su consentimiento. «A no ser que la propia ley establezca una excepción», advierte.
Entrega de los Premios Nacionales Unicaja de artículos periodísticos “José María Pemán” y de poesía “Rafael Alberti” en el salón de actos de esta entidad bancaria. En la imagen, el presidente de Unicaja, Braulio Medel (izda.); el alcalde de Cádiz, Carlos Díaz (2º izda.); el premio de poesía “Alberti”, José María García López (2º dcha.); y el premio periodístico “Pemán”, Luis García Berlanga (dcha.). Sentado, el poeta Rafael Alberti. 15 de enero de 1993. /Foto: A. Movellán
Una de ellas es la educativa. «Se puede poner un poema de Rafael Alberti en los libros de texto, pero el problema no es si tienes derecho o no», razona, «es si me van a demandar o no ya que a nadie le gustan los pleitos». Las editoriales, ante la posibilidad de una demanda, de tener que defenderse ante el juez y encima que este les dé la razón, deciden «pasar de Alberti». «De esta manera, la mal llamada protección de los derechos de autor se queda en un ocultamiento de la historia, ya que un autor que pretende que sus derechos sean imposibles de usar lo que logra es ser ignorado por la cultura».
Jesús Graván Sánchez es un escritor, guionista director y productor de cine y teatro. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz en 2005, ha realizado los cursos de postgrado de Formación Inicial de Profesor de Educación Secundaria en 2006 y el de Guión para Cine y Televisión, en su modalidad OnLine, por la Universidad de Zaragoza, en 2011. Ha trabajado como guionista y director con Pinal Films este pasado verano y realizó prácticas como guionista en con Perles Films, (España/ EEUU).
Jesús ha participado en infinidad de cursos y talleres de Artes Audiovisuales, desde que finalizó su carrera hasta el pasado 2012, formándose y preparándose para cumplir con el objetivo de su vida: ser un humanista en el mundo del séptimo arte, sin descuidar el teatro o la literatura. Mientras, se gana la vida como Educador Social en AFANAS.
Tiene publicado cuatro libros de poesía: Anochece (2006), y sus poemas han sido recogidos en dos antologías: Poesía Última (2007), Los últimos poetas del Ermitaño (2008) y Saratristía (2013). Está en posesión del Premio Andalucía Joven en Medios de Comunicación por la creación de la Revista Horizonte (2005), habiendo sido seleccionado en el II Concurso ‘Rodando por Jaen’ por su guión ‘Del Amor y otras desgracias’. (2014), que se estrenó el pasado 25 de septiembre.
Así está Jesús: "Están siendo unos días muy felices a nivel profesional. Parece que después de tantos años de esfuerzo, están viniendo las recompensas que te ayudan a seguir hacia delante y a no desfallecer en el intento. Mientras no paramos de trabajar en nuestro próximo cortometraje, hace unos días me enteré de que mi obra de Microteatro Musical, ‘El Paro Mata’, fue seleccionada en Microdebut Málaga y se estrenará el próximo 5 de Noviembre [se representará todos los miércoles de noviembre]. Desde que me enteré no he parado de conocer a personas que se están volcando con el proyecto y que me están ayudando con la preparación.
Hoy nos hemos levantado con la noticia de que nuestro cortometraje ‘Inocencia’, (Ver nótula 2.172 en GdP) ha sido seleccionado como finalista del II Festival de cortometrajes contra la violencia de género. Igualmente, esta mañana estuve hablando también de proyectos con una persona muy especial que he conocido hace poco, y os puedo asegurar que se va producir mucha sinergia entre nosotros. La semana pasada también estuve hablando con otra persona con la que vamos a introducir el cine en las escuelas con un proyecto sin precedentes ¡Y aún hay más sorpresas que iré desvelando!
Yo, sinceramente, estoy en una nube viajando por los cielos infinitos. ¡A ver cómo me bajo, jeje! Gracias a todos los que trabajáis conmigo para levantar proyectos y contar historias. Con ellas intento aportar algo a esta sociedad, aunque sea mi visión particular. ¡El arte en general, al igual que la poesía, es un arma cargada de futuro! ¡Más cultura y más educación! Un abrazo y gracias a todos los que me acompañan en cada aventura que emprendo. ¡Sin vosotros no sería posible!”
Juan Ramón Jiménez Mantecón, en un grupo de alumnos durante su etapa de estudios en el Colegio San Luis Gonzaga (1893-1896)
En 1881 nació Juan Ramón Jiménez Mantecón en Moguer (Huelva). Como ya había sucedido con su hermano Eustaquio, Juan Ramón es matriculado en el colegio de jesuitas de San Luis Gonzaga de El Puerto de Santa María en 1893, para estudiar el Bachillerato. Durante los cuatro años en que permanece en esta Ciudad, su vida transcurre entre las paredes del colegio y las excursiones a las que le llevaba el centro. Allí se forma e inculcan en el adolescente Juan Ramón los valores jesuitas de austeridad y estudio.
En el Puerto fue compañero de clase del poeta Fernando Villalón con quien compartió numerosas bromas y travesuras propias de niños. Juan Ramón sacaba buenas notas pero se aburría mucho en las clases y dibujaba en los libros y en los cuadernos. En clase de Retórica y Poética lo que más le gustaba, según le dijo a Juan Guerrero Ruiz, eran los romances de Góngora que utilizaban como ejemplos. (Juan Ramón de viva voz. Madrid: Ínsula, 1961, pág. 68). En 1896 obtiene el grado de bachiller e ingresa en la Universidad de Sevilla, donde inicia los estudios de Derecho.
Enrique García-Máiquez y López, nació enMurcia en 1969, de donde era su madre, la desaparecida farmacéutica Carmen López Llopis(ver nótula núm. 1.144 en GdP), aunque él se siente de El Puerto de Santa María, es hijo del microbiólogo y humanista Enrique García Máiquez(ver nótula núm. 821 en GdP), siendo el mayor de cuatro hermanos junto a Nicolás, María y Jaime, también poeta.
Profesor en Secundaria se dio a conocer al ganar el premio Villa de Cox con el poemario Haz de luz (Pre-Textos, 1996). Ese mismo año obtiene también el Mariano Roldán y publica Ardua mediocritas (Ánfora Nova, 1997). Su siguiente libro tardará en ver la luz, pero acrecienta su prestigio crítico: Casa propia (Renacimiento, 2004). Dentro de la editorial Los Papeles del Sitio, en la que ha tomado parte activa, aparece su libro de haikus Alguien distinto (Papeles del Sitio, 2005). Su último poemario hasta la fecha es Con el tiempo (Renacimiento, 2010). Ha codirigido junto a Abel Feu la revista "Nadie Parecía" para la editorial Renacimiento, y es habitual su firma en publicaciones como "Clarín", "Númenor" o "Poesía Digital". Mantiene además desde hace unos años una columna en distintas cabeceras del Grupo Joly, algunas de las cuales, junto a otros artículos de prensa, han sido reunidas en los libros De ida y vuelta (La Isla de Siltolá, 2011) y Un paso atrás (Rialp, 2012). /En la imagen de la izquierda, portada de su libro 'De ida y vuelta'.
Enrique, arriba a la derecha, en una fotografía familiar en la que vemos también a su hermano Jaime, también poeta, abajo a la izquierda. Todos con algunos años menos...
Del mismo modo, desde 2006 coordina los blogs ‘Tampolink’ y ‘Rayos y Truenos’, cuyas entradas ha recopilado en el volumen Lo que ha llovido. Rayos y truenos (2006-2008) (Númenor, 2009) y El pábilo vacilante. Rayos y truenos (2008-2011) (Renacimiento, 2012). Es destacable también su faceta como prologuista, editor y traductor.
/En la imagen de la izquierda, su segundo libro recopilatorio de entradas en el blog Rayos y Truenos, 'El pábilo vacilante' (2008-2011).
En la primera parcela ha escrito los prólogos de los libros de Pablo Moreno Prieto -De alguna manera (Altair, 1999)-, G.K. Chesterton -La superstición del divorcio (Los Papeles del Sitio, 2007) y La cosa y otros artículos de fe (Renacimiento, 2010), en el que se ocupó asimismo de la edición-, Miguel d'Ors -Virutas de taller (Los Papeles del Sitio, 2007)-, Aquilino Duque -Los agujeros negros (Paréntesis, 2009)-, Pedro Sevilla -Todo es para siempre (Renacimiento, 2009)-, W.R. Titterton -G.K. Chesterton, mi amigo (Rialp, 2011)-, ocupándose en estos dos últimos casos también de la edición, José Manuel Mora Fandos -Tan bella, tan cerca (escritos sobre estética y vida cotidiana) (Isla de Siltolá, 2011)-, José Cereijo -Antología personal (Polibea, 2011)-, José Jiménez Lozano -El precio. Antología poética (Renacimiento, 2013), y Karmelo C. Iribarren -Diario de K. (Renacimiento, 2014)-. En este terreno ha editado asimismo las Poesías escogidas de Miguel d'Ors (Númenor, 2001), la Antología poética de LuisRosales (Rialp, 2005), y Oficio. Antología poética, de José Miguel Ibáñez Langlois (Númenor, 2006).
Presentación de su poemario 'Con el Tiempo'. Año 2010.
Ha traducido a G.K. Chesterton en Lepanto y otros poemas. Poemas escogidos (Renacimiento, 2003), a Mario Quintana en Os espelhos partidos (Cuadernos de La Chancillería, 2004) y en Puntos suspensivos. Antología (Los Papeles del Sitio, 2007), y, junto a Aurora Rice, el Tomás Moro, de William Shakespeare (Rialp, 2012).
El ayamontino Abel Feu, el jerezano José Mateos y nuestro protagonista, dos escritores que han incluido sus poemas en sendas antologías, entre otros.
Sus poemas han sido antologados por José Manuel García Gil en 11 inicial. Última poesía en Cádiz (Fundación Municipal de Cultura de Cádiz, 2002), Joaquim Manuel Magalhaes en Poesia espanhola de agora / Poesía española de ahora (Relógio d'Água, 1997), por Enrique Baltanás en Los 40 principales. Antología general de la poesía andaluza contemporánea (1975-2002) (Renacimiento, 2002), por Abel Feu en Sombra hecha de luz. Antología de poesía andaluza actual (Unam, México, 2006), y por José Mateos en Navidades modernas. Antología del villancico actual (Canto y Cuento, 2013). /Texto: Juan Carlos Palma.
Hasta Google se unió al homenaje a Octavio Paz cambiando su logotipo durante un día para celebrar el centenario del nacimiento del gran poeta mexicano. La efeméride ha pasado inadvertida para nuestros prebostes locales que han perdido la oportunidad de aprovechar una circunstancia con la que ya quisieran soñar muchas ciudades para su proyección cultural: el vientre que dio a luz a uno de los escritores más grandes del siglo XX era de una portuense. Una calle, cerca de la Avenida de la Libertad, es todo lo que tiende dedicado El Puerto al que fuera Premio Cervantes y Premio Nóbel de Literatura. En fin, allá ellos y su ceguera crónica. Al menos desde aquí nos unimos al torrente de ciclos, conferencias, reediciones y cientos y cientos de páginas que han llovido, y lo seguirán haciendo hasta finales de año, para celebrar esta importante fecha.
Nació Octavio Paz en la Ciudad de México el 31 de marzo de 1914. Su madre era española, portuense, como ya se ha dicho; su familia paterna, en cambio, liberal e indigenista. Su abuelo escribió novelas históricas, su padre participó activamente en la revolución mexicana. De niño vivió una temporada en Estados Unidos, donde volvería muchas veces a lo largo de su vida, y tuvo una educación sofisticada. Estudió Derecho y Filosofía y Letras, y empezó trabajando en las misiones educativas del general (y presidente) Lázaro Cárdenas. Entre 1943 y 1945 vivió en Nueva York y San Francisco, luego se instaló en París como diplomático, en 1952 viajó por India y Japón. Vuelta a México en 1953. Entre 1962 y 1968 fue embajador de México en la India. Dio clases en universidades estadounidenses, fundó revistas de la relevancia de Plural y Vuelta, se casó dos veces, con Elena Garro en 1937, con la que tuvo su única hija, y en 1969 con la escultora francesa Marie-Jó Trianin. Escribió y escribió, ensayos y poesía. Obtuvo el premio Cervantes en 1981 y el Nobel de Literatura en 1990. De Ladera Este, uno de sus grandes poemas, son estos versos: “Yo escribo a la luz de una lámpara / Los absolutos las eternidades / Y sus aledaños / No son mi tema / Tengo hambre de vida y también de morir / Sé lo que creo y lo escribo”.
A la derecha, el Bar Navío I, vemos el arranque del anuncio del Amontillado de Celis. Todavía no se había derribado, ni el edificio que luego albergaría al Banco Hispano Americano (hoy Banco Santander Central Hispano) que formaba un tacón en la calle, ni la torrecilla mirador de la calle Luna que vemos al fondo a la derecha.
Don Luis Suárez Ávila –ese Larousse de las cosas de El Puerto- escribió, y bien, como siempre lo hace, sobre la señora madre de Octavio Paz en Gente del Puerto hace unos años: “Josefina Lozano, hija de un comerciante de Cádiz y de una señora de Medina Sidonia, nació y vivió en El Puerto. Viuda la madre, ella y su hija Josefina regentaron una tienda de vinos en la esquina de la calle Luna y Misericordia, donde estuvo el Bar Navío y hoy hay una tienda de chucherías [en la actualidad un establecimiento de helados]. Luego emigraron a Méjico, donde Josefina se casó con un hijo del general zapatista Don Irineo Paz, escritor y periodista liberal. Y es Josefina Lozano nada menos que la madre del Premio Nóbel de Literatura de 1990, Octavio Paz Lozano, nacido en Méjico, en la colonia Juárez, en 1914, poeta, novelista, ensayista, a quien tuve el honor de conocer y tenía a gala su ascendencia portuense. Por cierto, que cuando le otorgaron el Nóbel, lo llamé por teléfono al Colegio de México, donde vivía, sin contar los cambios de hora. Así que lo desperté a media noche. No obstante, muy educado, me agradeció la llamada, aunque, de verdad, me debía haber mandado al cuerno, por haberle importunado en su sueño”.
Hoy jueves a las 20:30 horas se presenta el libro El corazón de los días de Francisco Lambea Bornay publicado por el Grupo Editorial Sial Pigmalión, en la Fundación Rafael Alberti que correrá a cargo del periodista Pedro Payán e intervendrán, precediendo al poeta, el editor, Basilio Rodríguez Cañada y el escritor Luis García Gil.
Paco Lambea (ver nótula núm. 124 en Gente del Puerto) es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Periodista de amplia trayectoria, actualmente en la televisión 8 El Puerto y colaborador en “Diario de Cádiz”. Este libro, que el autor convierte en un homenaje a su padre, constituye el cuarto en su trayectoria tras los poemarios Meditación de tu nombre, Estampas familiares y Densidad del labio.
Lambea nos describe en su poemario cómo “Llega un momento de la vida/ en que la muerte decide/ nombrarte adulto”, y admite emprender una búsqueda que a veces siente infructuosa, toda vez que […] es tu mundo aquél/ donde las sombras son blancas”. El poeta experimenta los naturales sentimientos que inspira una pérdida tan dolorosa, y los refleja con versos de conmovedora sencillez (“Es difícil ver el cielo/ igual de azul tras tu muerte”) y mensaje hondísimo (“Somos el tiempo/ que contigo fuimos”).
El escritor traza una obra tremendamente personal, en la que se recogen momentos significativos de la biografía de su padre y, en cuanto a la relación con él, del propio autor, consciente, como señala en el pórtico que precede a los versos, de que “La muerte de una persona amada abre una herida que nunca se cierra”, sabedor también de que, mientras llega esa otra existencia en la que cree, necesaria para que el mundo no sea tan injusto, hay que “tejer con las palabras esa corporeidad que se nos niega”.
Hoy presenta en la Fundación Rafael Alberti nuestro paisano Juan Villarreal Panadero (ver nótula núm. 637 en Gente del Puerto), su poemario, ‘Desde lo Hondo’, un libro de vivencias de la cárcel.
El libro es un poemario de sonetos en los que recoge momentos, situaciones, reflexiones de un preso que ve pasar de forma inevitable el tiempo y que, en la soledad de su celda, se hace infinidad de preguntas para las que no encuentra respuesta.
El título está referido al salmo 129: "Desde lo hondo a ti grito, Señor..." y es el fruto de los casi veinte años de Juan compartiendo vivencias con los presos de Puerto I y Puerto II.
Los poemas se han ido escribiendo a lo largo del tiempo, conforme fue ido conociendo la auténtica realidad de muchos condenados y así «he ido desmontando, progresivamente, el tópico simplista que está presente en nuestra sociedad, que clasifica en buenos y malos a los que están a un lado u otro de las rejas carcelarias».
El libro, además, va acompañado de un CD en el que recita los poemas y que puede ser un complemento para quien guste más de oír poesía que de leerla o prefiera hacer ambas cosas simultáneamente.
De izquierda a derecha, Ramón González Montaño, Monseñor Rafael Bellido Caro y Juan Villarreal Panadero, el día de su ordenación como Diácono, en la Iglesia de San Marcos, en 1992.
Juan se ordenó como Diácono Permanente en la catedral de Jerez, tras cinco años de formación teológica. Como Diácono ha ejercido su ministerio en la parroquia de San Marcos, en San Joaquín y desde 1995 trabaja en la Pastoral Penitenciaria, desempeñando la función de capellán del Centro Penitenciairio Puerto I y también visita a los presos de Puerto II.
Rafael Alberti escribió este poema-premonición al pie de las Torres Gemelas de Nueva York, a principios de los años ochenta. Fue publicado por la editorial Seix Barral en 1982, en su libro ‘Versos sueltos de cada día’. Un momento amargo de la historia visto por nuestro poeta mas universal, 19 años antes del luctuoso suceso, que cambió la historia de Occidente.
Aquí no baja el viento, se queda aquí en las torres, en las largas alturas, que un día caerán, batidas, arrasadas de su propia ufanía.
Desplómate, ciudad de hombros terribles, cae desde ti misma.
Qué balumba de ventanas cerradas, de cristales, de plásticos, de vencidas, dobladas estructuras.
Entonces entrará, podrá bajar el viento hasta el nivel del fondo y desde entonces ya no existirá más arriba ni abajo.
Rafael Alberti
Alentado por el hechizo que sobre él obran unos 'cuadernos chinos', Rafael Alberti va desgranando en ellos sus versos sueltos de cada día, escritos al hilo del discurrir cotidiano, del instante fugaz. Sembrado de delicias líricas que abarcan desde el aforismo poético, la evocación, la aprehensión del sentimiento, la imagen cercana al hai-ku, al poema o la copla de sabor popular, es éste un espontáneo libro de memoria que refleja las innumerables facetas y los motivos recurrentes del poeta.
Esta es la historia de cómo asistí al nacimiento de una saeta a Jesús Nazareno de El Puerto, de cómo cambió de casta, de cómo cambió de mano, y entró en la cadena irrefrenable de la tradición:
Manuel Machado, en cuatro versos, hizo un conciso tratado de la anonimia de las coplas populares:
Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son. Y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe su autor.
Y viene al cuento recordar cómo una poesía de autor llega a ser copla. Es un hecho misterioso, que se escapa de las manos del que la compone, el que una obra culta prenda en la tradición popular y se confunda con ella.
De izquierda a derecha, Alfonso Terry entrega a Luis Suárez Rodríguez la medalla de socio número 1, cofundador de la Asociación de Ntro. Padre Jesús Nazareno en 1927 y cuyos estatutos se aprobaron en 1941, en presencia de un joven perteneciente a la colonia alicantina y el veterano hermano Antonio González Rivera.
Por los años cuarenta, mi padre, Luis Suárez Rodríguez, compuso unos "Gozos de Nuestro Padre Jesús Nazareno" a los que el Maestro de Capilla de la Prioral puso en música e interpretaba todos los años en el famoso quinario del Nazareno. Uno de los cinco motetes decía:
Divino Padre Jesús, no te abraces al madero; suelta y déjame la cruz, porque yo llevarla quiero, en vez de llevarla Tú.
Y año tras año, el coro del recordado maestro don Francisco Dueñas Piñero con acompañamiento del órgano grande de la Prioral, reforzado con los violines de don Ramón Zarco y de Agustín Moreno, cantaba los "Gozos" en el ejercicio del quinario. En el presbiterio del altar mayor --añadido con su ampulosa maquinaria efímera de altar para los "Cultos"--, con ciriales, incensarios y naveta pululábamos, de dalmática, toda aquella "Comunidad de Venerables Granujas", como Don Antonio Cía (Ver nótula núm. cxx en Gente del Puerto) nos apodaba a los eventuales monaguillos nazarenos. Tras el rezo del quinario, los "Gozos"; tras los gozos, el sermón; tras el sermón la exposición de Su Divina Majestad y bendición.
Y año tras año, en aquellas fastuosas ceremonias litúrgicas, sonaban en la Prioral los "Gozos" que compuso mi padre. Los motetes fueron cinco, pero de cuatro ni siquiera queda noticia. De los cinco, el que tuvo mejor fortuna fue el que he dicho y que pervivió como copla.
El paso del Nazareno por la calle Vicario, frente a la sacristía del primer templo local.
En lo culto que salta a la categoría superior de lo tradicional opera una especie de "selección natural" en que se salva sólo aquello que intrínsecamente tiene garantías de supervivencia, sin que se haya sabido nunca qué cualidades estéticas son precisas para permitirle dar ese salto que tiene mucho de sintonía vivencial.
Una madrugada del Viernes Santo de los años sesenta, Paco "El Azotea" y Pellicer, mano a mano, no bien hacía "fondo" el paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno, comenzaban a cantar sus saetas que atronaban el silencio de la noche penitencial. Yo, que iba de fiscal de paso, no pude reprimir mi emoción al identificar, en una de las coplas de Paco, la letra del motete que mi padre había compuesto.
Pero la cosa no quedó ahí. En plena Campana de Sevilla la volví a oír otra vez y entonces de los labios de Antonio Mairena. Supe, después, que el maestro de los Alcores la había copiado, oyendo la radio, de un concurso de saetas.
Y, en Jerez, al hacer fondo el Nazareno frente a “La Venencia”, oí la misma saeta una madrugada. Luego, Paco "El Azotea" la ha vuelto a cantar muchas veces. Y yo la he oído. Y la copla, yo no pregunto de quién es. Que para que me diga que no lo sabe, que es popular, me basta con oírla cantar y guardar el secreto. Porque, como Manuel Machado concluye:
Tal es la gloria, Guillén, de los que escriben cantares: oír decir a la gente que no los ha escrito nadie.
«En la ciudad gaditana de El Puerto de Santa María, a la derecha de un camino, bordeado de chumberas, que caminaba hasta salir al mar, llevando a cuestas el nombre de un viejo matador de toros -Mazzantini-, había un melancólico lugar de retamas blancas y amarillas llamado La Arboleda Perdida.
Todo era allí como un recuerdo: los pájaros rondando alrededor de los árboles ya idos, furiosos por cantar sobre ramas pretéritas; el viento trajinando de una retama a otra, pidiendo largamente copas verdes y altas que agitar para sentirse sonoro; las bocas, las manos y las frentes, buscando donde sombrearse de frescura, de amoroso descanso. Todo sonaba allí a pasado, a viejo bosque sucedido. Hasta la luz caía como una memoria de la luz, y nuestros juegos infantiles, durante las rabonas escolares, también sonaban a perdidos en aquella arboleda».
Rafael Alberti Merello. La Arboleda Perdida. Pág. 11. Primer y Segundo libros (1902 - 1931). Madrid, Alianza Editorial, 1998.
Con el gobierno de Hernán Díaz, los cumpleaños del poeta Rafael Alberti, nacido en 1902, fueron todo un acontecimiento mediático literario, en homenaje al poeta y como rédito en imagen para la Ciudad, mientras estuvo con vida.
En este primer cumpleaños de Rafael Alberti, con Hernán Díaz Cortés como alcalde, celebrado el 16 de diciembre de 1991 en el Hotel Monasterio de San Miguel, vemos al poeta rodeado de periodistas recogiendo unas declaraciones del poeta. De izquierda a derecha, fila superior, Ignacio Gago Fornell, Andrés Jiménez, semioculto desconocido, Francisco Andrés Gallardo, Soledad Duro, Rafa Tardío y Paco Crespo. Sentados, el ex alcalde Hernán Díaz, desconocido, Isabel Flores, el poeta universal y su segunda esposa, María Asunción Mateo. Cumplía el poeta. Cumplía 89 años.
Uso de cookies
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.