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El puente colgante de San Alejandro en 1867, fotografiado por Jean Laurent. Biblioteca Nacional de España.

Mal acabó el año 1839 para El Puerto. El 1 de diciembre, el puente de barcas de San Alejandro, el que se construyó a iniciativa del Capitán General Alejandro O’Reilly sesenta años atrás, se desplomó y la corriente del río se lo llevó. Pero para día aciago, el de su inauguración, el 14 de febrero de 1779, cuando la aglomeración de gentes sobre el puente fue tal que provocó que las compuertas móviles cedieran y se precipitaran al río numerosas personas, falleciendo 115.

De inmediato, el Ayuntamiento comenzó a gestionar la cons­trucción de un nuevo puente en el mismo lugar, decantándose en marzo de 1840 por el proyecto de un puente colgante que tenía presentado al Gobierno de la nación el francés Jules Seguin, aunque las obras se retrasaron varios años.

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Los hermanos Jules Seguin (1796-1868) y Marc Seguin (1786-1875), artífices de los puente de San Alejandro y San Pedro.

Era Jules Seguin empresario y hermano del prestigioso ingeniero francés Marc Seguin, el inventor en 1824 de los puentes colgantes suspendidos de cables de acero y también de la caldera tubular, entregada a la industria en 1827 y aplicada a la primera locomotora de Stephenson. Su ingenio le venía de familia: era sobrino de los hermanos Montgolfier, los inventores del globo aerostático.

El nuevo puente que sustituyó al de barcas –todo un alarde técnico para la época-, se conformó con un tablero de madera (95 metros de largo por 6’40 m) suspendido de cables que pendían de cuatro cilindros de fundición y retenidos a otros tantos pozos de amarra. Para su construcción se aprovecharon las calzadas de acceso y los estribos del puente de barcas. La obra la ejecutó la empresa de Jules Seguin, previéndose sufragar su coste con la reimplantación durante treinta años de un antiguo arbitrio de carreteras, debiendo pagar el Ayuntamiento como rédito anual 12.178 reales. Luego su propiedad quedaría en manos del Estado por situarse el puente en el tránsito de una carretera nacional de primer orden.

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Litografía del puente y la Ribera de 1864, de la ‘Guía del viagero por el Ferrocarril de Sevilla a Cádiz’, de Eduardo Antón Rodríguez.

Se inauguró el 18 de enero de 1846, a partir de las dos de la tarde. El programa de actos quedó fijado con el boato propio de la época… la presencia de las autoridades, los invitados y el clero portando la Cruz Parroquial; la música de dos bandas militares, situadas a cada extremo del puente; su bendición por el Vicario y la entonación del tedeum; la salva de la Brigada de Artillería dispuesta del lado del arrecife de Puerto Real; de nuevo las músicas militares; y el puente adornado con vistosas guirnaldas y banderas para marcar tan señalado día, pues el puente era la única vía de acceso terrestre a Cádiz y a las demás poblaciones de la bahía. Cinco meses después, el 30 de junio de 1846, también según proyecto de Marcos Seguin, quedó inaugurado otro puente colgante sobre el río San Pedro (que se hundió a fines de 1880, tres años después de hacerlo el de San Alejan­dro).

SE VEÍA VENIR…

Pese a los alardes técnicos empleados, el nuevo puente de San Alejandro (si los romanos levantaran la cabeza) no tendría una larga vida: a los 31 años de construirse se vino abajo. Según refleja la documentación conservada en el Archivo Municipal, era algo que se veía venir hacía años…

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Lámina del puente en 1864.A su lado, un pequeño astillero, lugar donde entonces se permitía bañarse a las mujeres –sólo a las mujeres- de noche.  

En mayo de 1855 el alcalde portuense elevó un oficio al gobernador civil de la provincia solicitando que se verificara un reconocimiento del puente (no realizado desde su inaugura­ción), especialmente en los cables no visibles de los pozos de amarra, pues se contaba con el antecedente reciente de cuando se tuvo que descolgar el tablero del puente del San Pedro para efectuar algunas reparaciones, se comprobó que los cables de suspensión embutidos en sus muros de mampostería tenían cortados las tres cuartas partes de los hilos. A tal requerimiento, el gobernador dispuso que pasase a inspeccionarlo el Ingeniero civil de la provincia, pero éste contestó que el alcalde tenía excesivo celo e incurría en un acto de injerencia y desconfianza al ser a él a quien correspondía juzgar si era necesario o no reconocer su estado. Al mes siguiente, el Ayuntamiento reiteró al gobierno civil lo solicitado, pero no consta que se obtuviera respuesta. Días antes, un dictamen de los síndicos portuenses recordaba que por Real Orden de 25-XII-1843, mientras no concluyese la concesión del puente a la empresa constructora, ésta tenía la obligación, no cumplida, de mantenerlo en buenas condiciones, teniendo que pintar la madera y los hierros al menos una vez cada tres años, y recomponerlos o reemplazarlos cuando lo exigiese la seguridad del tránsito, al igual que los cables de suspensión y retención que se rompieran. Otros intentos para reconocer el estado de conservación del puente se repitieron con el tiempo, pero siempre en vano. En julio de 1858 ardió el tablero en su totalidad, posteriormente repuesto a costa del Estado

Pasaron los años. En noviembre de 1873, la comisión de Obras Públicas del Ayuntamiento, aun a sabiendas de que no era asunto de sus atribuciones, pasó a reconocerlo. Se encontraron las maderas del pavimento podridas, así como la mayor parte de las transversales sobre las que descansaban, no siéndoles posible comprobar las amarras por encontrarse los pozos en que se sujeta­ban cubiertos de agua; días antes, el guarda del puente vio en ellos pedazos de alambres podridos. Y así, de momento, quedaron las cosas.

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Imagen captada en mayo de 1877, mientras el puente se reparaba, poco antes de derrumbarse. / Foto, colección de Manuel Pacheco Albalate.

…Y SE CAYÓ

El 15 de mayo de 1877, de uno de los pozos de amarra se safó uno de los cables o calabrotes (cabo grueso de 9 cordones corchados de izquierda a derecha, en grupos de 3 y en sentido contrario al reunirlos) que sostenían el tablero. Como precau­ción, se cerraron los accesos al puente con vallas y se reali­zaron algunas reparaciones menores. Entonces fue cuando se captó la imagen adjunta, en la que se observa a un operario encaramado a horcajadas a uno de los calabrotes, comprobando su estado o reparándolo. No pierda el detalle de la escalera por la que subió.

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Una vez venido abajo, aún con algunos cables de acero colgando. Fotografía de J. Laurent, 1879.

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Composición del puente derribado a partir de otra instantánea de Laurent, 1879.

El 2 de octubre, al paso de un carro cargado con losas de Tarifa que conducía el portorrealeño Diego Carrera, se asti­llaron completamente dos vigas madre del pavimento, hasta que definiti­vamente, el 16 de noviembre de aquel 1877, a las cuatro y media de la tarde, cuando cruzaban el puente en dirección a Puerto Real tres carros sin carga tirados por tres mulas cada uno, se desprendieron de sus amarras los tres calabrotes que colgaban del lado izquierdo de la orilla de la otra banda; los que (en la foto) revisaba el operario. Bestias y arrieros se precipitaron al río, resultando tan sólo herido leve uno de los arrieros, Manuel Romero. Como remedio provisional, se construyó una barca de pasaje, arrendada para su explotación a Francisco Vaca, y se habilitaron en ambas orillas sendos muelles.

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El puente de hierro de San Alejandro (1884-1977) desde ‘la otra banda’. En la orilla, el espacio que ocupó el pequeño carenero que en 1906 estableció José María Ponce. (Ver nótula núm. 2.311 en Gente del Puerto).

Y al colgante le sucedió el tercer puente de San Alejandro, el de hierro, que se construyó, con diseño del ingeniero Emilio Iznardi, en 1884 y fue desmontado, salvo sus pilas, que siguen aflorando en el río, en 1977. Justo un siglo después de que se hundiera, por dejación de las autoridades competentes, el colgante. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

isabelalbabarbosa_puertosantamariaIsabel Alba Barbosa nació el 24 de noviembre de 1920 en Jerez de la Frontera, el año en el que nacían, también, el pintor de la Luz, Juan Lara Izquierdo y el profesor y radioaficionado Joaquín Calero Muñoz. Aquel 1920, El Puerto contaba con 18.839 habitantes de hecho 18.951 habitantes de derecho y 4.524 hogares. Era alcalde Manuel Ruiz-Calderón y Paz.

Lamentaba Isabel que su madre la quitara muy pronto del colegio, con apenas 0cho años y es que tenía hermanos pequeños “y como mi madre trabajaba, yo los cuidaba.” Eran once hermanos.

Con 18 años, Isabel se casa y se traslada a vivir a El Puerto de Santa María. Su marido, Juan Nucete Sucino, trabajador de Bodegas Terry fallecido en 1971, era con quien formó una  extensa prole, 7 hijas y 3 hijos: Milagros, Isabel, Carmen, Teresa, María, Marisol y Pepi y los hijos varones, Antonio, Manuel y Francisco Javier.

El trabajo fue una constante en la vida de Isabel. Cuando llegó a El Puerto en 1938 entró a trabajar en la casa de los Díaz Cortés, donde cuidaba a 13 niños, entre los que se encontraba el que fuera alcalde de El Puerto, Hernán Díaz Cortés. “Allí hacía de todo: planchaba, cosía, la verdad es que eran muy buenos chicos, yo llevaba a los ocho más pequeños al Parque Calderón a pasear”.

“Eran tiempos complicados para todos, finalizando la Guerra Civil, había mucha escasez de productos de primera necesidad y mi marido Juan era eventual en la bodega, por eso no tuve mas remedio que ayudar en la economía familiar porque había que comer”.

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Isabel junto a algunos de sus hijos el desaparecido Bar Gazpacho, situado en la zona de Crevillet, donde hoy se encuentra el Polideportivo Cubierto, durante la boda de un familiar en 1979.

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En el 84 cumpleaños de Isabel, junto a sus hijos, en 2004.

Al fallecer su marido en 1971, Isabel tuvo que hacer de padre y madre de su extensa prole, ayudado por algunas de sus hijas. Tuvo varios domicilios en El Puerto, entre otros en la calle San Juan. Nos dejaba el pasado 20 de noviembre de 2014, a pocos días de cumplir los 94 años edad.

El varadero de los Hermanos Pastrana que en 1954 se estableció en Pozos Dulces (ver nótula 713 de Gente del Puerto) tuvo un antecedente medio siglo antes, justo enfrente, en la otra orilla.

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Entre los puentes del Guadalete, el carenero de José María Ponce. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Fue en febrero de 1906 cuando José María Ponce Pérez presentó un proyecto a la Jefatura de Obras Públicas de la Provincia (presupuestado en 600 pesetas) con el fin de habilitar un modestísimo carenero “para la gente trabajadora” –decía en su solicitud- dedicado a la reparación de embarcaciones menores y ‘parejas’, a emplazar en la orilla limitada entre el puente de hierro de San Alejandro (1884) y el del Ferrocarril (1862), en los 37 metros existentes entre ambos y 30 m adentro a contar desde la línea de plea­mar.

La obra a ejecutar era un pequeño muelle sobre estacas de madera, una calzada de madera donde varar las embarcaciones, una palizada (defensa de estacas) para protegerlo de las aguas y una caseta de madera para taller y almacén de las herramientas. Posteriormente, según refleja la foto primera de esta nótula, se levantó otra caseta, lindera al puente, de mampostería. No sé cuándo comenzó a funcionar ni cuándo cerró el carenero, pero consta que fue en junio de 1908 cuando el Ingeniero Jefe de la provincia fijó sus tarifas.

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Imagen del 29 de agosto de 1930, primeras regatas organizadas por el recién fundado Club Náutico, junto a sus instalaciones. Al fondo, el transbordador de sal de La Tapa y a la izquierda la caseta eléctrica del Guadebro. / Foto, Autoridad Portuaria en copia del CMPH.

En su proyecto Ponce dio cuenta de su intención, aunque fue en vano, de establecer junto al carenero, al otro lado del puente de San Alejandro, una “industria del automovilismo náutico”, iniciativa que de haberse llevado a cabo hubiese sido una de las primeras creadas en España. Al paso de los años, en julio de 1930, quedaron inauguradas, en el terreno que pretendió Ponce, las primeras instalaciones del Club Náutico.

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El espacio inmediato al Náutico, junto al puente, acogió, al menos a mediados del siglo XIX, un pequeño astillero, como refleja la lámina de 1864 y consta en unos edictos de alcaldía en los que se permitía a las mujeres -no a los hombres- bañarse de noche, sólo de noche, junto al estribo del puente -el colgante- de la parte del Coto, “en el sitio de el Astillero” (1850), “donde se está construyendo el bergantín” (1854). / Texto: Enrique Pérez Fernández.

rafaelgomezelgallo__puertosantamariaAquella tarde Rafael Gómez Ortega ’el Gallo’, Juan Belmonte y Francisco Vega de los Reyes ‘Gitanillo de Triana I’, o ‘Curro Puya’, alternaron en la Plaza de Toros de El Puerto de Santa María el 28 de agosto de 1927, día que recibió la sagrada investidura ‘Gitanillo de Triana I’, al cederle ‘el Gallo’  el toro de nombre ‘Vigilante’, berrendo en negro, de don D. Tomás Pérez de la Concha. Un testigo presencial del aquel doctorado, el portuense Juan Marchán Garcia –abuelo de nuestro amigo Francisco Varo Marchán- le contó a su nieto «...haber vivido la alternativa más larga de la historia del toreo, que duró 8 minutos.»

Juan Marchan era amigo de los tres matadores y era común en él que fuese de muy pocas palabras. A Juan Belmonte le caía personalmente muy bien por esa «virtud», y porque, además, era Marchan muy discreto, amable, bondadoso y noble. Jamás solía violentar una conversación y aceptaba las propuestas. Fue un modelo de condición humana: después de que sus cuñadas se quedaron viudas, él crió a todos sus sobrinos huérfanos. Todo lo asimilaba con frases taurinas. En cierta ocasión vio a un jubilado ya achacoso y dijo: «...tiene media estocá y se está acercando a las tablas.»

La histórica anécdota dice: En cierta ocasión, de las muchas que Rafael (Gallo) venía a El Puerto de Santa María y se quedaba a vivir en casa de los González (los Villegas) –cuando tenía que torear en nuestra plaza llegaba a la ciudad al menos tres días antes-, solía asistir a las peleas de gallos que entonces se celebraban, en el reñidero ubicado en la esquina de la  calle Santa Clara, al lado derecho donde hoy está el cementerio y desde donde se veía la finca de los Gallardo, en la que pastaban los toros de la primitiva casta de Miura. Rafael siempre recordaba una de las peleas de gallos de las que se ofrecían junto a los corrales –viviendas comunitarias de aquella época- en un local situado en la esquina de las calles sevillanas de Pagés del Corro y Costilla, en Triana.

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Reñidero de la calle Santa Clara. /Foto: Fernando Herraz

De todos es conocido la afición de la mayoría de los toreros a la crianza de los gallos de pelea, especialmente los de la raza calé. Así que entre ambos matadores se creó una especie  de competencia por tener el gallo negro, del que según Juan Marchán  se había enamorado Rafael ‘el Gallo’. Y en esa situación llegó el día en que ambos se vieron en la plaza de El Puerto de Santa María... la hora de que Rafael iba a imponer su investidura de doctor a ‘Gitanillo’. Los segundos transcurrían y ambos entablaron una amistosa y divertida charla de compra-venta, estando los tres lidiadores en el ruedo bajo el Palco. Lo que ambos se dijeron podía fácilmente interpretarse por los gestos y movimientos que hacía Juan Belmonte, que una y otra vez se separaba de ambos riéndose a carcajadas, poniéndose las manos en la cabeza y separándose de ellos... seguro que Rafael, al seguir oponiéndose ‘Gitanillo’ a venderle el gallo, le dijo: «O me lo vende, o te queas sin el sayo de mataó... y ahí te sigue de novillero...», durando aquella conversación los 8 minutos señalados,  mientras los peones no hacían otra cosa que detener a ‘Vigilante’ lejos de la ceremonia... y el respetable impacientándose. ‘El Gallo’ pasó a ser el propietario del gallo en litigio y ‘Gitanillo’ recibió la investidura. /Texto: Juan Zaldivar.

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antoniofemeniamaiquez_puertosantamariaJosé Antonio Femenía Máiquez, es uno de esos personajes autodidactas, muy conocido en nuestra Ciudad, mientras estuvo entre nosotros. Muy pocos sabíamos que se llamaba José Antonio pues siempre respondió a su segundo nombre, Antonio. Había nacido el quince de agosto del año 1.917. /La fotografía de la izquierda, de Rafa, está tomada en 1978

1917.

Un año trágico especialmente para Europa pues estábamos sufriendo la Gran Guerra de la que España quedó al margen, aunque sufríamos conflictos sociales un día sí y otro también. En el mes de su nacimiento, la UGT convoca un paro ferroviario que sería la antesala de la primera Huelga General. El papá Benedicto XV había hecho un llamamiento a los países en conflicto para que depusieran las armas y renunciaran a las anexiones y en Rusia se estaba preparando la revolución que dos meses más tardes acabaría con el régimen de los zares.

En agosto de 1917 era alcalde de El Puerto, Manuel Ruiz-Calderón Paz. Ese año, Rafael Alberti se traslada a Madrid con su familia, donde abandona el bachillerato por la pintura, que ejerce una gran influencia en su obra. Se traslada a Madrid Francisco Anglada Gallardo, fundador de la fábrica portuense de automóviles Anglada. La Cruz Roja organiza la Fiesta de la Poesíal,con con beneficios humanitarios, en El Puerto. Pedro Muñoz Seca estrena la obra de teatrp ‘El Rayo’, escrita en colaboración con Juan López Núñez

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 Publicidad de 'coñac' Terry en ABC de Madrid, en 1917.

Nace en la calle Santa Lucía el bailaor flamenco José Luis S. Rodríguez y el corredor de comercio Fernando Monguió Becher. Nace en Bronchales (Teruel) el periodista de presna, radio y televisión, así como guionista y director de cine, Clemente Pamplona Blasco, director de Farmacia de Guardia, fallecido en El Puerto en 2001, padre y abuelo de las actrices Amparo y Laura Pamplona.

LA FAMILIA.

En este contexto histórico nació Antonio, el mayor de tres hermanos, junto a Juan y Manuel, fruto del matrimonio entre Carmen Máiquez López y Manuel Femenía García. Su padre era tonelero y cuentan que vivió algún tiempo en Chiclana, pero su memoria se perdía porque era muy pequeño. Al ser de una familia de condición humilde, estuvo muy poco tiempo en la escuela, pero le quedó de ella un profundo amor por la lectura y el conocimiento. Entre sus aficiones favoritas figuraba la filatelia. En los años cincuenta, contrajo matrimonio con Francisca Albaiceta Núñez con la que tuvo tres hijas: María del Carmen, María José y Francisca

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Antonio Femenía y Francisca Albaiceta, en septiembre de 1950, en la fotografía oficial de la boda. /Foto: Paco.

PRISIONERO DE GUERRA.

Cuando no había cumplido los dieciocho años, fue movilizado por el denominado bando ‘nacional’ y enviado al frente. Allí coincidió con su paisano y amigo Manolo

Gallardo, siendo hecho prisionero. Contaban ambos amigos sus batallitas y entre la más sobresaliente estaba la fuga del campo de prisionero. Ambos, heridos, llegaron hasta Francia donde una enfermera, según contaban, guapísima, les curó las heridas hasta que la policía gala, una vez recuperados, los envió a España a la zona ‘nacional’ donde estuvieron hasta el final de la guerra.

EL MUNDO DEL TRABAJO.

A su regreso a El Puerto, ejerció varios oficios, --era una persona muy laboriosa—ejerciendo el pluriempleo. Fue cobrador de los recibos de la compañía de electricidad y de Seguros Santa Lucia cuando se pagaban en el domicilio de los asegurados. Ayudó a su amigo Luis, sirviendo copas en el Bar Playa "Rempujo", (ver nótula núm. 1.610 en GdP) y consiguió una plaza de auxiliar de archivo en el Ayuntamiento donde trabajó hasta su jubilación en 1982.

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Antonio Femenía en la antigua Biblioteca Municipal, sita en Plaza de Isaac Peral el 15.01.1950 con el Jefe del Servicio Luis Fernández Sanz Méndez y un investigador desconocido. /Foto de Emilio Rasero

Antonio, por aquel entonces, era muy conocido en la ciudad, especialmente por los usuarios que visitaban la biblioteca porque era el encargado del Servicio de Préstamos de la Biblioteca Pública y de la Sala de Lectura. Siempre tuvo palabras de elogio para su jefe, Luis Fernández, el bibliotecario titular al que, según contaba, fue para él, un verdadero maestro.

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José Antonio Femenía Máiquez en la Antigua Biblioteca Municipal, sita en Plaza de Isaac Peral el 23.06.1972 con el investigador Juan de la Lastra Terry y Ana María Fernandez Sánz, funcionaria Municipal. /Foto Rafa.

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Acceso a la Biblioteca Pública, en la planta superior de la entrada lateral al Ayuntamiento, en cuya planta baja se encontraba la Policía Nacional. /Foto: Archivo Municipal.

Además de la biblioteca, también atendía el Archivo Municipal, lo que le despertó un gran interés por la historia colaborando con Hipólito Sancho de Sopranis (ver nótula núm. 780 en GdP), Juan de la Lastra y Terry, el profesor Manuel Martinez Alfonso (ver nótula núm. 1.051 en GdP) y con todos los estudiosos e investigadores que acudían al Archivo en busca de información.

CORRESPONSAL DE DIARIO DE CÁDIZ.

Como el salario de funcionario era bastante corto, se vio obligado a buscarse la vida con otros oficios. Así le llegó la propuesta de Diario de Cádiz para ejercer la corresponsalía en nuestra Ciudad, que aceptó ejerciéndola entre finales de los sesenta y el año 1.986 cuando sufrió un ictus que lo dejó incapacitado hasta que falleció el uno de septiembre de 1.990.

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Antonio Femenía con su inseparable amigo y compañero en Diario de Cádiz, el fotógrafo Rafa, y su cuñado Antonio Reyes Castañeda, patrón de pesca, durante una celebración familiar.

De su etapa como corresponsal hay un abundante testimonio en la hemeroteca de Diario de Cádiz. En su época de periodista, siempre se veía junto a su compañero y amigo, Rafael Pérez González, ‘Rafa’ el fotógrafo (ver nótula núm. 1.781 en GdP), recogiendo todos los acontecimientos de la vida local. Diariamente mandaba sus crónicas escritas en el último Vapor de la tarde, siendo el conocido Pepe Fernández Sanjuan, Pepe ‘el del Vapor’ (ver nótula núm. 1.026 en GdP), su mejor colaborador

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Con Rafael Morro Velázquez, entonces corresponsal de Radio Jerez en El Puerto, en las instalaciones del Club El Buzo el 27 de noviembre de 1970. /Foto: Rafa..

Las noticias de última hora también circulaban por medio del teléfono. Diario de Cádiz ubicado entonces en la gaditana calle Ceballos, era una empresa familiar dirigida por Emilio de la Cruz Hermosilla, Augusto Delkader o Luis Alberto Balbontín (ver nótula num. 096 Gente de Cádiz) como redactor jefe. También estaban otros periodistas como Higinio Sainz, Enrique Márquez, Paco Perea, Pérez Sauci y el porteño Agustín Merello del Cuvillo (ver nótula núm. 262 GdP). Otros colaboradores de El Puerto que mandaban sus artículos eran Luis Suárez Ávila (ver nótula núm. 128 GdP), Alfredo Botello Reyes (ver nótula núm. 1.170 GdP), Juan Ignacio Varela Gilabert (ver nótula núm. 1.047 en GdP) y otras plumas ilustres del ámbito local.

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En la imagen, entrevistando a Antonio Álvarez Herrera, el día de su toma de posesión como alcalde de El Puerto, el 19 de abril de 1979/ Foto: Rafa.

Femenía no sólo ejercía la labor informativa, era un hombre multidisciplinar, sino que también tuvo a su cargo la recepción de esquelas y diversas publicaciones publicitarias, directamente o mediante agencias..

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Recibiendo una placa de agradecimiento de las peñas flamencas, por la difusión dada a este mundo en Diario de Cádiz. De izquierda a derecha Pepe Arjona, Femenía, José Matiola 'El Mono', presidente de la Peña Flamenca 'El Chumi' y el guardia Torrriguera, el 16 de abril de 1983. /Foto: Rafa.

AMIGOS.

Muy amigo del pintor Juan Lara izquierdo, con quien pasaba algunos fines de semana en la casa que el pintor de la luz tenía en Benamahoma. Por mediación del portuense Enrique Galán, a la sazón director de la Banda Municipal de la vecina Villa de Rota, ayudó a organizar el Archivo Municipal de dicha población limítrofe con la nuestra. Era un todo terreno, hombre abierto, fiel y leal.

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Este epitafio se lo escribió Pedro Muñoz Seca al matrimonio que tenia la portería donde él vivió y que murieron con muy pocos días de diferencia:

Fue tan grande su bondad,
tal su laboriosidad
y la virtud de los dos,
que están con seguridad
en el Cielo, Junto a Dios.

El Obispo de la diócesis de Madrid que tenia que dar su consentimiento lo rechazó con el argumento de que Muñoz Seca no era nadie para asegurar que los porteros estaban en el Cielo, y junto a Dios. Muñoz Seca escribió otro:

Fueron muy juntos los dos,
el uno del otro en pos
donde va siempre el que muere...
Pero no están junto a Dios,
porque el Obispo no quiere.

El Obispo envió una carta a Don Pedro en la que decía "Ni yo, ni ningún otro representante de la Santa Iglesia, intervinimos para nada en el destino de los difuntos, por tratarse de un misterio inescrutable que ni usted, a pesar de su buena voluntad, ni nosotros estamos capacitados para aclarar", y Muñoz Seca escribió el siguiente epitafio:

Flotando sus almas van
por el éter, débilmente,
sin saber qué es lo que harán,
porque desgraciadamente
ni Dios sabe dónde están.

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Estos días pasados le han ‘lavado la cara’ parcialmente a la fachada de la Casa de la Munición, el singular edificio que divide la Ribera del Río de la del Marisco y que es el escaparate de entrada por Pozos Dulces al casco histórico. Pero yo, que ando frecuentemente por ahí y sabiendo que las estructuras interiores del edificio están mal, por si acaso, paso por la acera de enfrente, porque este histórico inmueble –como tantos otros- necesita más que un chapú, que sólo enmascara su lamentable estado.

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Frente a esta casa, por la Ribera del Río, nació Luis del Pino Robles, conocido como Luis 'el de los huevos' (ver nótula núm. 203 en Gente del Puerto).

La Casa de la Munición o de la Provisión se construyó en 1781 –dos años después de levantarse enfrente el puente de barcas de San Alejandro- para servir de almacén de víveres para las tropas acantonadas en la ciudad, en los cuarteles de la plaza del Polvorista y en el del Alamillo, junto a la Plaza de Toros. Para su uso exclusivo, pero se conoce que al año siguiente, en 1782 y a petición de Juan Pérez de Mena, arrendador de las rentas de los arbitrios municipales, se formó un auto contra Tomás de Goyechea, administrador de la Provisión, para “que no consienta que por el muelle al pie de la casa de la Provisión embarque o desembarque géneros de dueños particulares, pues la ciudad tiene para ello el muelle de madera y surtidas bajas [en la plaza de la Pescadería y aledaños], ya que éste es sólo para la provisión”; hecho que ocultaba, como venía siendo habitual, la ‘picaresca’ de evitar el pago de los aranceles fijados sobre los géneros y productos embarcados y desembarcados en el río.

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Se levantó el inmueble militar junto a una pequeña ensenada que la corriente del río formó de antiguo, orillada en los portales de la ribera, los que, según escribió en 1764 Anselmo J. Ruiz de Cortázar “sirven de no menor utilidad que hermosura los portales que se registran inmediatos a la orilla del río a cuyo amparo trabajan los calafates en la carena de las embarcaciones y pescadores en el aderezo de sus redes.” Lugar donde existió, frente a la calle Chanca, el humilladero conocido como Cruz de los Calafates, sufragado por el gremio de los carpinteros de ribera que de siglos atrás aquí habitaban y trabajaban.

federeicorubiogali___puertosantamariaY para el particular uso de los militares se levantó el referido muelle, de madera sobre pilotes, el que al paso de los años Federico Rubio (1827-1902) mencionó en sus Memorias recordando una travesura que de niño vivió en el río, en 1840, que a punto estuvo de costarle la vida. De su testimonio extraigo estos fragmentos: “El lugar de mi partida fue como a mitad de la distancia que media entre el puente [el de barcas] y un almacén que hay a la derecha, construido sobre pilotes, y que tiene a modo de un muellecito, que el río cubre en las crecientes y lame en las menguantes.

Cuando dueño de mí quise ganar el trecho perdido, hallábame como a dos cuerpos de edificio más allá del almacén. Tomar la orilla fangosa en el punto más próximo y seguir por ella a pie hasta el lugar de mis vestidos, era imposible; adelantar a nado, más imposible aún. […]

Lacerado cual se puede suponer, casi exhausto, llegué al punto donde, sobresaliendo el muelle del almacén, vi cortada mi carrera de caimán o de hipopótamo. Era preciso volver a convertirse en pez. Empresa vana: el cansancio extremado, el río veloz en opuesto sentido, hacíanme retroceder lo avanzado con tan penoso arrastre. Tenté a ver si agarrándome a las junturas de los cantos de la construcción podía pasar; y ¡oh, ventura!, casi a nivel de agua toqué, una magnífica hilera de estacas o defensa de pilotes que corrían por todo lo largo de la pared [estacada que se recompuso en 1854]. Ganada ya la última estaca, volví a nadar sobre la orilla; y fuese porque el estribo del puente cortase la fuerza de las aguas, fuese por haber terminado la bajamar, vi que adelantaba regularmente y sin obstáculos que vencer.”

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La fachada de la casa que da a la Ribera del Marisco, en 2012, el año del Bicentenario de las Cortes de Cádiz.

La ensenada del muelle de la Munición subsistió hasta que en 1873 comenzó a cegarse para construir una muralla de encauzamiento del río entre el puente colgante de San Alejandro y la plaza de la Herrería (138 años después de la que se levantó –en 1735- desde las Galeras a la Herrería).

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En este espacio inmediato a la Munición, cuando el río no estaba canalizado, sus aguas, durante las crecidas, golpeaban las fachadas de las viviendas situadas en primera línea. Así, en 1622, los franciscanos descalzos del convento de San Antonio de Padua, ubicado hacía dos años en la esquina de la calle Sardinería (hoy Javier de Burgos), decidieron trasladarlo de lugar (a la hoy plaza Peral), entre otros motivos y según alegaron, “por tener de la una parte el río de Guadalete que llega hasta las paredes de la dicha casa cuando crece el agua”.

Pero los trabajos de la nueva muralla comenzada en 1873 –por eso de que las cosas de palacio siempre fueron despacio y las del ayuntamiento más lento-, desde su inicio estuvieron cuajados de problemas técnicos, financieros y burocráticos, fueron paralizados en varias ocasiones y repetidamente motivaron la crispación en la ciudad, no culminándose las obras hasta fines de 1884, once años después de iniciarse.

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Con todo, el resultado dejó mucho que desear, por lo que de inmediato fue preciso acometer nuevas obras –conocidas en la época como ‘la Canalización’- que se prolongaron hasta 1895 (otros once años más), cuando el entorno del muelle y de la Casa de la Munición quedó definitivamente habilitado con la fundación del Parque Calderón. / Texto: Enrique Pérez Fernández. /Fotos: C.M.P.H.

juan_melgarejo_osborneEl pasado viernes 7 de noviembre, la Comunidad de Propietarios de Vista Hermosa y el Club de Golf ofrecieron un homenaje al que fue su alma y aliento, por no decir su creador, Juan Melgarejo Osborne (ver nótula núm. 890 en GdP). Este reconocimiento a su figura no se lo deben solo los comuneros y socios de Vista Hermosa, sino también todos los vecinos de El Puerto de Santa María y su representación institucional, que es el Ayuntamiento. Porque pocas personas han hecho más por El Puerto de Santa María, para su conocimiento en el resto de España y para su desarrollo turístico que este manchego, quinto de los quince hijos que tuvo el duque de San Fernando, que se casaría con una portuense, su prima Magdalena Osborne y de la que tuvo a sus hijos, Juanito, Malén, Aurorita, Mavi y Patri a los que puedo llamarles así, por haberlos conocido de niños. /Juan Melgarejo visto por Torres Brú.

Juan fue alcalde de El Puerto en 1969, aunque no jefe local del Movimiento, como entonces era obligado y quizás obtuvo este privilegio, alegando que era descendiente directo del Rey Alfonso X, El Sabio, que conquistó la ciudad a los musulmanes.

Yo le conocí a primeros del año 1968, cuando me contrataron como asesor para aquella incipiente Vista Hermosa, S.A., que habían constituido en 1964 los hermanos Osborne Vázquez para la promoción y desarrollo de terrenos e inmuebles que eran de su propiedad, aportando así Felipe y Eduardo la Casa Grande, Roberto Los Arcos y Amparo, la madre de Juan, La Misericordia. Juan iba a gerenciar esta promoción porque ya antes había hecho sus pinitos turísticos, de la mano del Belga Van Moerkerkel, en el Cangrejo Rojo y Andalucía la Real. Para su gestión en Vista Hermosa y contó con la ayuda de los hermanos Muñoz (Mecsa), que se habían asociado con los Osborne para la realización de las obras de infraestructura. Tuvo también gran apoyo de sus parientes, consejeros de la sociedad, Eduardo y Enrique Osborne Isasi, Carlos Soto, Javier Rivero, Roberto Osborne Pérez de Guzman, Ignacio Ibarra Mendaro y José Luis Ibarra Llosént. De este último, surgió la idea de reservar 40 hectáreas de la finca para construir un campo de golf, instalaciones deportivas (tenis, piscina, etc.) que se aportarían a una sociedad, propietaria de estas instalaciones, junto con la Casa Grande, para constituir un club, que oficialmente se llamaría Vista Hermosa Club de Golf y que coloquialmente se le conoce Club El Buzo, que era la instalación de la playa y en la que en 1968 y algunos años después se decoraba con el traje y la escafandra real de un buzo. Como compartí con aquellos consejeros, además con el director general que se nombraría, Ángel Moresco, reuniones durante 30 años, fui testigo de excepción de los desvelos y dedicación de todos a la empresa y fundamentalmente de su mascarón de proa que era Juan Melgarejo.

Creo que el ayuntamiento de El Puerto y todos los portuenses están en deuda con él, porque puso de moda El Buzo y Vista Hermosa en toda España. Hoy corren tiempos peores para esta gran Ciudad. Equivocadamente algunos vieron a Vista Hermosa como "otro Puerto" y se le han puesto multitud de trabas e inconvenientes. Por ello es la hora de que en el sencillo homenaje que se le tributó, se sumen los portuenses agradecidos, a quien lo fue de sentimiento. A lo que acudieron a él los recibió, con aquella risa suya, espléndida y contagiosa y pudo repetirles en silencio, lo que dijo en su toma de posesión como alcalde: "que Dios nos dé a todos la serenidad y la claridad de juicio, el sentido de la justicia, el conocimiento del deber, la conciencia de la responsabilidad (y esto lo añado yo) para hacer más grande El Puerto de Santa María". /Texto: José Ramón del Río.

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infantaluisafernandadeborbon_puertosantamariaHace unos días se cumplió el 166º aniversario de la visita y estancia de cuatro días de la Infanta María Luisa Fernanda a nuestra Ciudad, una pequeña efeméride de la historia local que vamos a contar para aquellos que no la conozcan. En la fecha que nos vamos referir, noviembre de 1848, hacía 16 años que, tanto sus tíos los Infantes Francisco de Paula Antonio y su esposa Luisa Carlota de Borbón como su primo y cuñado, el rey consorte Francisco de Asís habían abandonado El Puerto, tras pasar todo el verano y bañarse en el río. Ella, que en la fecha que hemos referido, 1832, tenía tan solo unos pocos meses de vida, hacía dos años que había contraído matrimonio en Madríd con Antonio María de Orleans, en una “ceremonia dúplex”, celebrada en el Salón del Trono del Palacio Real, pues se casó también su hermana, Isabel II, con su primo Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias. Vivian en el Palacio de San Telmo, en Sevilla. /En la imagen de la izquierda, la infanta Luisa Fernanda de Borbón. Óleo de Federico Madrazo. Año 1847, un año antes de su estancia en El Puerto. Museo Romántico de Madrid. Reproducción de R. Puig.

En la primavera de 1848 los Duques de Montpensier mostraron su deseo de visitar El Puerto de Santa María, dirigiéndose el jefe de su Casa a las autoridades municipales para organizar la estancia oficial en la ciudad de Dª María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de Isabel II, Infanta de España por tanto, hija de Fernando VII y de María Luisa de Borbón Dos Sicilia, conocida como María Luisa de Nápoles, a la que acompañaría su esposo, el Duque de Montpensier. En el municipio la noticia fue bien acogida, teniendo relativamente reciente el precedente de la estancia de su hermano menor, el Infante Francisco de Paula Antonio, su esposa Luisa Carlota y varios de sus hijos, en 1832, como antes apuntamos. Y a efectos prácticos, el ayuntamiento nombró una comisión que se ocupara de organizar, además del alojamiento, la intendencia necesaria para los cuatro días que duraría la visita de los duques y sus acompañantes y un programa de actos adecuado a la categoría de los huéspedes.

casacallelarga_-PuertosantamariaLa comisión inició de inmediato sus actividades, dirigiéndose a los administradores o responsables de diversos edificios públicos para que procediesen al blanqueo y adecentamiento de sus fachadas, a la capitanía de marina solicitándoles las banderas que tuviesen en existencia en los almacenes del arsenal de Las Carraca y la de los buques que estuviesen en carena, convocando una reunión con el empresario taurino para determinar las “funciones de toros”, alertando a la banda música para que am- pliasen su repertorio y solicitando por escrito a don Francisco Javier García de Velasco ofreciese su casa de calle Larga para el hospedaje de los Infantes. /El inmueble escogido, hoy sede de  la Delegación Territorial de Hacienda, en la calle Larga.

Realmente nos ha extrañado la elección de este inmueble, la casa número 123 antiguo y 76 moderno, edifico que alberga actualmente las oficinas de la delegación de Hacienda, casa de 263 metros cuadrados de superficie y dos plantas, que en aquella época tenía 6 habitaciones y cochera en el bajo y diez habitaciones en la planta alta, considerando la gran cantidad de inmuebles existentes en esa misma calle, de mayor capacidad e instalaciones. Pero esta fue, sin duda, la primera opción que barajó la comisión, tal como consta en el escrito que remitieron a su propietario con fecha 10 de junio de 1848. La única explicación que encontramos a esta decisión es que la casa no estuviese ocupada, salvo temporadas, por la familia de este ilustre anciano que en esa fecha tenía 73 años. Era Caballero Supernumerario de la Orden de Carlos III y Maestrante de la de Ronda y tenía su residencia habitual, desde 1825 en Alcalá de los Gazules. La respuesta negativa fue inmediata, dirigiéndose entonces, con fecha 14 de junio a Juan José Zapata, residente en Arcos que tenía arrendada la casa número 4 de calle Ganado, un enorme caserón situado en donde actualmente están el colegio de Nuestra Señora de la Merced y la escuadra de la calle Doctor Muñoz Seca. A vuelta de correos el Sr. Zapata escribió negando la cesión, indicando que el inmueble no estaba desocupado y que la necesitaba para su esposa enferma.

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Arco triunfal instalado en honor de Isabel II, años mas tarde a esta visita, que bien pudo ser similar al que se levantó para la visita de la infanta Luisa Fernanda.

La comisión proponía, asimismo, saliesen a recibir a los ilustres huéspedes al termino de esta ciudad con la de Sanlúcar y “que se elevase un arco triunfal a la entrada de San Juan, con un asta y su bandera nacional y música militar colocada en dicha plaza que toque a su llegada” así como la colocación de banderas en ventanas bajas y colgaduras en los balcones por todo el trayecto, es decir, las calles San Juan, Luna y Larga, hasta el alojamiento de SS.AA. “y que se adornen los palcos de la plaza de toros y teatro sin que falten los refrescos de toda clase en uno y otro lugar” sin olvidar una iluminación especial y extraordinaria de los paseos públicos en los días que durase la estancia. Los gastos previstos se tasaron en 27.600 reales de vellón. De esta cantidad el ayuntamiento aportaría 3.000 reales, abriéndose una suscripción voluntaria entre los demás miembros de la corporación y el colectivo de comerciantes a los que especialmente les beneficiara la visita: extractores y al- macenistas de vinos, panaderos, mercaderes de ropa, etcétera…
El 18 de junio anunciaron que habían pospuesto el viaje (posiblemente por el estado de gestación de la Infanta, que debía estar de cinco meses en esa fecha) y el 2 de noviembre de ese mismo año volvieron a anunciar la visita para el 13 de ese mes. Volvió a formarse una nueva comisión, en esta ocasión mixta, formada por los munícipes Rodríguez de Guillén, Críspulo Martínez, García Valdeavellano y los comerciantes Carlos Carrera, Luis Urruela, José Antonio O’Neale y José Delgado. En vista de lo anteriormente ocurrido, el propio Sr. Alcalde Corregidor tuvo el detalle de ofrecer su casa de la plaza de la Iglesia para el hospedaje de SS.AA. El arco que habían preparado para el verano se instaló en la entrada de San Juan, se exornaron los edificios públicos, programándose funciones de teatro, se dotó de iluminación especial la plaza de la iglesia y los puentes de San Alejandro y San Pedro y se empavesaron los barcos surtos en el río. Del coto de Valdelagrana se trajeron cinco carretadas de lentisco para adorno de las plataformas y tablados instaladas en los paseos para las dos bandas de música que actuarían esos días: la del Regimiento de León y la del cuerpo de Artillería. Finalmente, para acompañar a SS.AA. y séquito en sus desplazamientos y velar por su seguridad. Desde Jerez llegaron dos compañías de Infantería y cincuenta caballos.

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El Libro del Repartimiento de El Puerto, donde se recogen los nombres y propiedades de los primeros repobladores. / Foto, Centro de Patrimonio Histórico.

El año 1264 marcó para El Puerto el fin de una época y el comienzo de la historia de la ciudad que hoy habitamos. Fue entonces cuando nuestro entorno geográfico –la bahía y las campiñas gaditanas- definitivamente pasaron a manos castellanas a raíz del sometimiento de las poblaciones hispanomusulmanas por las tropas de Alfonso X. (Este año se han cumplido 750 de aquel decisivo acontecimiento.)

Hasta la conquista alfonsí, trece eran las pequeñas aldeas o alquerías (del árabe al-qarya) que se distribuían por el actual término municipal. De la existencia de estos núcleos rurales diseminados se tiene constancia por la arqueología y por el Libro del Repartimiento, esa joya histórica que se conserva y custodia en el Archivo Municipal, en una copia de fines del siglo XIII.

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Localizaciones de las aldeas andalusíes en el término portuense. En verde, las que se rememoran en esta nótula.

En 1268 se procedió al reparto de las casas y tierras de las alquerías –incluida la recién fundada Santa María del Puerto, la sucesora de la andalusí Al-Qanatir- a repobladores procedentes de tierras castellanas, en mayor número de la cornisa Cantábrica. Recoge el Libro una interesante información para conocer algunos pormenores de las alquerías: los nombres con los que las bautizaron los castellanos, en algunos casos de origen mozárabe; la mención a inmuebles andalusíes: los palacios grandes, torres defensivas, corrales, pozos…; los caminos que enlazaban las aldeas, así como los nombres y procedencias de los repobladores cristianos y las superficies de las tierras que les entregaron para su explotación agrícola.

Cuándo se fundaron las alquerías es cuestión que se desconoce. No obstante, la presencia musulmana en tierra portuense se remonta a los primeros tiempos de su entrada en la Península. En Doña Blanca se han excavado los materiales culturales islámicos más antiguos de la provincia, incluyendo alguna moneda del siglo VIII. El enfrentamiento armado que abrió las puertas de Hispania a los musulmanes se libró en el Guadalete. Y en el entorno de Doña Blanca y la falda sur de la Sierra de San Cristóbal se estableció la primera capital de la provincia o cora (unidad territorial político-administrativa) de Siduna, entre los años 743 y 845, cuando fuerzas normandas la atacaron y desolaron. De esto viene escribiendo en los últimos años nuestro amigo Miguel Ángel Borrego, excelente arabista jerezano que está abriendo nuevos caminos de investigación sobre la verdadera realidad histórica del Islam en nuestra tierra. Pero de este importante núcleo histórico andalusí de Siduna –la cristiana Sidueña- escribiremos en otra entrega de esta serie, al tratar de la Sierra de San Cristóbal.

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Almenas del Castillo de las Ánimas en 1986, pocos antes de su desaparición. / Foto, Juan José López Amador.

En ésta y la próxima nótula toca escribir de las alquerías que se ubicaron en la campiña, probablemente fundadas a partir del siglo X, en tiempos del próspero califato de Córdoba (929-1031) y al tiempo que nació la alquería de Al-Qanatir (de la que escribiremos dentro de dos entregas). De la de Casarejos, situada en la boca del arroyo Salado de Rota, ya lo hicimos en la nótula 2.231 de Gente del Puerto. Los nombres de las restantes que se repoblaron en 1268 eran Grañina, Campix, Fontanina, Poblanina, Finojera, Bayna, Villarana, Bollullos, Machar Grasul y Machar Tamarit.

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Entrada principal y parte trasera del Castillo de las Ánimas, hacia el camino de Campín. Aunque se reconstruyó en 1857, sus estructuras originales datan de los tiempos de la alquería de Grañina. / Foto, J.J.L.A.

Los abajo firmantes, en compañía de José Ignacio Delgado ‘Nani’ y José Antonio Ruiz, en la década de los 80, con el Libro del Repartimiento y la toponimia como norte y guía y las prospecciones arqueológicas como método, localizamos sobre el terreno los enclaves que ocuparon aquellas viejas alquerías en la campiña, la mayor parte situadas próximas al curso del arroyo Salado de Rota y, en número de cinco, en el entorno de la laguna del Gallo; espacios, como ya escribimos, que fueron habitados por sucesivas poblaciones desde la Edad del Cobre (hace unos 4.500 años) y sin solución de continuidad en algunos de los asentamientos hasta comienzos de la romanización, a fines del siglo II antes de Cristo, cuando Roma comenzó a imponer otra organización del territorio con la explotación intensiva de las tierras –vino, aceite y cereales- desde las villae (antecedentes de los cortijos). Desaparecieron entonces las últimas aldeas (turdetanas), hasta que renacieron al paso de los siglos, bajo el poder del Islam.

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Fotografía aérea de Grañina y Grañinilla, con la toponimia en torno a los yacimientos y su correspondencia con los hitos mencionados en el Libro del Repartimiento.

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Según se infiere del Libro del Repartimiento y de las prospecciones arqueológicas, la alquería de Grañina debió de ser, con la inmediata de Campix, la población andalusí más importante de cuantas se distribuían por la campiña portuense; y con ellas, Al-Qanatir en la desembocadura del Guadalete y Casarejos en la del Salado.

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Detalle del recuadro de la imagen anterior del entorno de Grañinilla y la situación de las estructuras exhumadas en las excavaciones de Pocito Chico.

Era Grañina una población dividida en dos áreas separadas por un espacio exento de construcciones: la menor, que el documento llama Grañinilla, al pie de la laguna del Gallo –en las salinas, dice el documento-, de cuyos restos se exhumaron en 1998, al excavarse el yacimiento de Pocito Chico, viviendas, una fragua y silos (ver nótula 2.259 en Gente del Puerto). En uno de éstos se hallaron dos dírhams de plata del siglo X (califales) y otra interesantísima moneda (conocida y publicada por los mejores especialistas en numismática musulmana),

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un fals de bronce de la serie nafaqa acuñada probablemente en Tánger hacia los años 709-711 y seguramente traída por algún soldado que participó en la conquista de Hispania en 711. Su aparición en un contexto del siglo X ha de entenderse como un recuerdo familiar conservado durante generaciones para rememorar el tiempo en que el Islam tomó posesión de estas tierras.

En la imagen de la izquierda, moneda de los inicios del siglo VIII (fals de bronce) excavada en un silo de Pocito Chico. / Foto, J.J.L.A.

Tenía Grañinilla, refiere el Libro, dos torres defensivas a las que se adosaban algunas casas. La sal de la laguna, que aún aflora al evaporarse sus aguas, sin duda sería un importante recurso aprovechado por la comunidad andalusí que habitó estos parajes, junto a la ganadería y la agricultura (unas 628 hectáreas se repartieron en 1268).

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Estructuras antiguas del interior del Castillo de las Ánimas una vez que comenzó su demolición. / Foto, J.J.L.A.

El hábitat principal de Grañina se encontraba enfrente, en la falda y cima del actual cerro de su nombre, en el entorno de Cuadrado y –sugerentes nombres- del Castillo de las Ánimas y Medina. Al menos otras dos torres se levantaban en Grañina, probablemente no aisladas sino formando parte de un recinto protector, que fueron repartidas a dos repobladores: “Cupo a García Pérez la torre chica, que está de parte de Grannina, con esas casas que se tienen con el corral de las vacas”; “Cupo a Juan Pérez, escribano, la torre que está de suso [arriba] con el pozo que tiene con el medio corral”. Acaso este pozo y esa torre fueron los que tuvimos ocasión de conocer en el derribado --a comienzos de los años 90-- Castillo de las Ánimas. Seguramente el mismo pozo que un documento de 1603 menciona como pozo morisco. Y por supuesto, la alquería tenía una mezquita: “Cupo la mezquita que está y con las casas que se tienen cerca de sí a la veintena de Pedro García de Argomedo.

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Excavaciones arqueológicas en Pocito Chico (Grañinilla) en 1998, exhumándose estructuras de una vivienda andalusí y un gran silo. / Foto, J.J.L.A.

Sin tener certeza de ello, creemos que la cristiana Grañina podría ser la musulmana Ghaliana que mencionan algunas fuentes árabes (Ibn Abi Zar, Ibn Jaldun…) al narrar que fue saqueada por 3.000 soldados al mando de Abu Yusuf Yaqub, hijo del emir meriní, en septiembre de 1277, cuando, tras arrasar Jerez (Saris) y su alfoz, atacaron las alquerías y fortalezas de El Puerto, Sanlúcar y Rota. Fuera Grañina o no Ghaliana, lo más probable, por su ubicación entre estas poblaciones, es que fuese atacada por las huestes benimerines, ya en el año indicado o en 1285, cuando se verificó un nuevo asalto a El Puerto y Rota.

islacartare_6_10_puertosantamariaDe ser así, pocos años disfrutaron los 76 repobladores de Grañina de sus propiedades. Pero pasadas las razias meriníes les sucedieron otros…, hasta convertirse, ya a mediados del siglo XV, en un importante núcleo agrícola en manos de potentados terratenientes: a partir de 1458, de Pedro Jiménez Camacho, que heredaría su nieto Pedro Camacho Villavicencio, al que apodaban ‘el Rico’, miembros de uno de los linajes más importantes de Jerez y de los mayores hacendados de Andalucía, dueños también, entre otras propiedades rurales, del inmenso pago de Balbaina que se extiende por las campiñas de El Puerto y Jerez. A comienzos del XVIII las de Grañina eran tierras de García José Dávila Ponce de León, I Señor de Grañina, mientras que su hijo

En la imagen de la izquierda, enterramiento andalusí en fosa de Pocito Chico: arriba, estratigrafía vertical; abajo, en planta, dispuesto el difunto en posición de decúbito lateral y el rostro mirando a La Meca. / Foto, J.J.L.A.

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Días antes de comenzar en Sevilla el Salón Internacional del Caballo --SICAB 2003-- nos dejaba en El Puerto de Santa María Sebastián García Nieto, ‘Chano’, mayoral durante medio siglo de la ganadería caballar de los Terry Merello (ver nótula núm. 583 en Gente del Puerto), conocida como ‘Hierro del Bocado’.

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De 'Descarado' decía su mayoral, Sebastián García Nieto -"Chano" para todos los que le conocían- que "a la fuerza había que tenerle cariño"; que "él solo se convidaba"; que, cuando le tocaban las palmas en una presentación, "parecía el doble de caballo".

Tenía Sebastián porte y perfil de senador romano si no lo hubiese delatado su gorra de a cuadros de paño inglés. Y, respecto de los caballos, atesoraba una filosofía mitad senequista, mitad en base a proverbios al modo de “Les Pensé”, de Pascal.

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Chano, conduciendo un coche de caballos en el patio porticado del Sagrado Corazón de Bodegas Terry

En los pastizales y en las cuadras, y aún luego de jubilado --se nos fue con 81 años de edad--, mantuve con él un sinfín de intercambios de puntos de vista sobre los caballos y su mundo, que cristalizarían en un libro, ‘El caballo, orígenes, razas y aptitudes’ (Instituto Geográfico de Novara-Teide, Barcelona, 1982). en colaboración con el veterinario milanés Nereo Lugli.

caballerizasterry_ext_puertosantamariaCuando muere una autoridad en una materia que nos es afín y que, además, es amigo, se nos produce un vacío que nos hace sentir un poco más huérfanos. Y por nuestra memoria discurre, como en una película, los momentos restrospectivos más sobresalientes del finado. A final de la primavera de 1970 recaló Luis María Ansón en El Puerto y me solicitó ver las cuadras de Terry. Y como postre le hice sacar del ramal a ‘Descarado II’, que en la Semana del Caballo de 1956, celebra en Jerez y auspiciada por Alvaro Domecq y Díez, obtuvo el premio, el Caballo de Oro, de Campeón de Campeones. Ansón se llevó para los suplementos dominicales de ABC un original titulado ‘Descarado’ que salió a toda plana. Con los años vi que Sebastián guardaba el artículo enmarcado. También Sebastián guardaba como oro en paño una foto a color de ‘Descarado II’ montado por la actual duquesa de Alba en el recinto ferial hispalense, seguido por Jacqueline Kennedy a lomos de otro singular caballo ‘Nevado’ de la misma ganadería. /En la imagen de la izquierda, fachada de dicho edificio en la calle Cielos.

Sebastián se pavoneó con estos caballos poniendo la pica en Londres, Viena, Venecia y París. En Londres llovía a cántaros y como quiera que, aislados, él y los mozos no tendían nada que comer, aprovechó un descampado para ir a la City a las provisiones. Como no disponía de otro medio de locomoción que los caballos, enganchó a ‘Descarado’ y a ‘Nevado’ en una araña y causaron tal sensación, de admiración, entre el aplauso de los viandantes, que la BBC retransmitió en directo lo que entendía como una exhibición espontánea.

Andalucía Occidental, con tres mil años de grandes culturas superpuestas, dispone de una cantera singular de criadores y exportadores de caballos de raza. La historia del caballo de Jerez, parcialmente, incluida por Hipólito Sancho de Soprranis (ver nótula núm. 780 en GdP) y por mí, en nuestros tres volúmenes de la historia de la también Ciudad del Vino, reclama una obra aparte. Después del árabe, el caballo andaluz ha sido el gran colonizador del virreinato de Nápoles y antes, desde 1543, en México sobre todo.

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Chano intervino en los rodajes de los spots de televisión con Margit Kocsis y el caballo tordo corriendo por la playa o el campo (ver nótula núm. 568 en GdP). Contaba Chano la anécdota de que la modelo, al ir montada a pelo sobre el caballo y con el sudor de éste resbalaba y, a veces, caía al suelo, por lo que le pedía al mayoral que hiciera algo, a lo que éste le respondía “que no era su paracaídas”.

Sebastián García Nieto representó un eslabón firme en esa historia y quien sabe si desde el andarivel de las estrellas él continúa vigilando el retozar de esos caballos, que pastan a la margen izquierda de la autovía de El Puerto a Jerez. /Texto: Juan de la Lastra y Terry.

Luis Suárez Ávila, escribía en noviembre de 2003: "Yo no sé por qué razón el mes de noviembre y la cuesta de enero cogen desprevenidas a las personas y la muerte arrebata a muchos conocidos y entrañables amigos. Yo, la verdad, es que no sé por qué. En esa situación me ha cogido la noticia de la muerte de Sebastián García Nieto (Paterna de Rivera 1922- El Puerto 2003).

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En la imagen superior, interior de las Caballerizas de Bodegas Terry. 

Y mucho más porque hacía una semana me lo encontré en la Plaza de la Iglesia y estuvimos mi mujer y yo saludándolo y charlando. Sebastián había echado los dientes con Don Luis de la Calle y fue un gran conocedor de los caballos, un excelente jinete, un magnífico garrochista y, finalmente, mayoral expertísimo. Desde que llegó a El Puerto, a la jubilación de Joselito Buhigas, en la casa Terry, a Sebastián le tuve una gran estima, porque era nada menos que sobrino de Sebastián Jiménez Nieto (Chano también y de Paterna de Rivera) que fue cochero de mi abuelo Juan. Y esos lazos familiares con quien había puesto en mis manos unas riendas con apenas siete años, me hacían muy estimable a Sebastián.

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En la imagen, Nemesio.

Sebastián, heredó en Terry la dirección de la ganadería de los hierros del "bocado", la única de estirpe cartujana que, desde el XVIII no había estado contaminada con cruces de caballos germánicos ni napolitanos y en las manos privilegiadas de los Cartujos de Jerez, de los Zapata de Arcos, de Don Vicente Romero, de los Hermanos Domínguez, hasta dividirse en dos: una punta fue de Don Juan Pedro Domecq y luego de Don Roberto Osborne. Otra punta la adquirió Curro Chica y, ambas, en 1948, fueron a las manos de Don Fernando C. de Terry y del Cuvillo.

noticias_file_foto_386079_1321443256A Joselito Buhigas le tocó ver nacer a ese estelar y perfectísmo caballo, Descarado II, hijo de Descarada que venía preñada del Novato y a Sebastián le tocó verlo morir a los treinta y dos años. Toda la zaga de Destinados, Bilbainos, Hoscos, Nevados, Habaneros... estuvo al cuidado de Sebastián, desde 1961 hasta su jubilación sobre 1985. Lejos han quedado sus triunfos en las Ferias del Campo, en las Ferias comarcanas, en el Concurso de Enganches de Jerez y en cuantos certámenes concurrió. Varios Campeón de Campeones entre los caballos de la yeguada de Terry. Infinidad de trofeos. Pero una cosa fue constante en Sebastián: la virtud de la fidelidad a su Señora, la Excelentísima Señora Doña Isabel Merello, Viuda de Terry, a la que tuvo el honor de pasear en triunfo, en el pitter rojo, el de los magníficos faroles antiguos, a la media potencia, por la pista del II Depósito de Sementales, cuando a su Señora le otorgaron el trofeo Caballo de Oro. Una fidelidad roqueña la de Sebastián en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, hasta su muerte este mes de noviembre. Descanse en paz".

 

juancarrero_puertosantamariaLa exposición "Escenas de la España Cañí" tuvo lugar en la casa de la Cultura de El Puerto de Santa María durante las Navidades de 1978/1979. Fue la primera exposición individual de Juan Carrero (Ver nótula de Costus núm. 340 en GdP) y en ella se mostraron los cuadros que Juan había estado pintando desde finales de 1975, año en el que se trasladó a vivir a Madrid. Las obras son de claro estilo Naif.

Presentó 24 cuadros pintados con acrílico sobre aglomerado, lienzo y papel. La sala de exposiciones se decoró con macetas y globos multicolores. Fue un éxito impresionante, tanto por la gran afluencia de visitantes como por la gran venta de obra. Muchos coleccionistas y amigos de la familia todavía conservan hoy en día cuadros de Juan de esta etapa Naif. /Texto: Indios Zurdos.

Como afirma Julio Pérez Manzanares, “Juan se deleita recreando escenas de un marcado carácter regionalista, figurativo y amable de estilo naif en el que, muy en relación el con interés que siempre mostró el artista por el mundo del diseño y la publicidad, no puede negarse la influencia del cartel publicitario en la configuración de estas imágenes”.

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Feria de Abril. Obra individual de Juan Carrero, 1978. Acrílico/Aglomerado, 77 x 77 cm.  De estilo Naif e intimista, se presentó en la exposición “Escenas de la España Cañí” , que tuvo lugar en el Puerto de Santa María durante la Navidad 1978/1979. Se conserva en una colección particular

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Torero. Obra individual de Juan Carrero, 1979. Acrílico/Aglomerado, 80 x 60cm. Vemos al torero vestido en verde y oro y, al fondo una plaza de toros que recuerda a la de El Puerto de Santa María.

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La vieja del carrito. Obra individual de Juan Carrero.

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Antonio Sánchez Parejo murió la madrugada del 10 de Noviembre de 2014 la edad de 50 años.

Antonio era una persona peculiar que nunca faltó a sus citas con las movilizaciones populares. Siempre estaba allí. Los que lo respetamos y lo quisimos lo vamos a echar de menos.

Antonio y yo nos conocimos hace casi treinta años cuando vino a sacarse el Graduado Escolar al Centro de Adultos. Vecino de uno los barrios más atacados en los ochenta por las drogas, peleaba entonces por salir una historia de adicciones a las que, con el tesón que lo caracterizaba, consiguió vencer unos años más tarde. Desde entonces trabajó por los más abandonados en colectivos como La Muralla o impulsando proyectos como el de "Café y Calor".

Fue durante algún tiempo militante anarquista ecléctico pues en sus análisis no dudaba en mezclar los elementos filosóficos del materialismo dialéctico con los del pensamiento libertario. Lector empedernido, gustaba de compartir con sus amistades y con la gente que le acompañaba en la lucha tanto las sesudas reflexiones sobre el devenir de la historia como las anécdotas de su intensa vida.

Quienes tuvimos la suerte de conocerlo sabemos que , en ocasiones, no era fácil discutir con él. La pasión con la que defendía sus análisis se nos hacía a veces dura de llevar. Aún así, fue toda su vida un militante por una sociedad más justa y más libre. Recientemente participó con intensidad en las luchas contra la venta de APEMSA y en todas las movilizaciones del Foro Social Portuense. En las diferentes huelgas generales que paralizaron nuestra ciudad en los últimos años, Antonio fue miembro activo de los piquetes informativos y recorrió infatigable la ciudad buscando la solidaridad del conjunto de las trabajadoras y los trabajadores.

La pasión de sus convicciones y la fuerza con la que fustigaba a quiénes consideraba políticos corruptos no ha mermado el reconocimiento póstumo de su compromiso por cuantas personas lo trataron en vida y en las redes sociales podemos leer cada día nuevos testimonios de homenaje, respeto y duelo por su pérdida.

Que la tierra --o el fuego-- te sean leves Compañero y amigo Antonio Parejo.

/Texto: Juan Luis Rincón Ares.

luisalbertobalbontin_puertosantamariaEl ínclito Luis Alberto Balbontín Márquez (ver nótula núm. 096 en Gente de Cádiz), quien ocupaba la dirección del decano de la prensa andaluza en 1973,  el Diario de Cádiz, hacía referencia en su sección local de 'Cádiz al Día, a una buena noticia para El Puerto, para el muelle de El Puerto, en contraposición con el de Cádiz, que iba a mejorar notablemente la actividad de carga de las instalaciones portuenses. La noticia era publicada  el 7 de junio de 1973. Eran otro tiempos ...

“Es mas que normal que en una zona tan ligada al mar nos tengamos que ocupar, con frecuencia, a todo lo referente al tráfico portuario. Hace unos días comentamos sobre la Memoria del Puerto de Cádiz, y recordarán que nos referíamos a algo tan fudamental como es la antigüedad de las grúas que aquí funcionan. Hace mucho tiempo que se anunció oficialmente la llegada de otras modernas. Gestiones de todo tipo; viajes a Madrid a todos los niveles, presentación del problema a cuantas personalidades nacionales que por aquí desfilaron y ya ven ustedes el resultado. Nada de nada. No podemos comprender las razones máxime cuando el actual director general de Puerto fue ingeniero director del de Cádiz. /En la imagen de la izquierda, Luis Alberto Balbontín.

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Las grúas instaladas en La Otra Banda. En la margen derecha, una abigarrada flota de barcos pesqueros. /Foto: Rafa.

Contrasta este trato con la noticia que nos llega de que en plazo de días serán colocadas en la zona portuaria de Puerto de Santa María, cuatro modernas grúas de 9 toneladas cada una, lo que facilitará una enormidad el tráfico, especialemnte de chapas, importante en esta zona. Entendemos, y nos alegra, el florecimiento portuense y el hecho de haber pasado de 40 o 50 mil toneladas a 190.000, el estar logrando un comercio importante --próximamente un notable cargamento de automóvil--, pero esto no puede quitar el que sigamos lamentándonos de que el puerto de Cádiz no reciba también un trato también acorde con su importancia y con todo ese aumento que nos reflejaban las estadísticas de la mencionada Memoria. ¿que pasa con las grúas de Cádiz?

 

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eugenioruizandreu_puertosantamariaEn mi tiempo de estudiante en las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, tuve la oportunidad de conocer a grandes profesores que algún día habrá que hacerle una nótula para mostrarle nuestro agradecimiento y a jesuitas entregados a su vocación sacerdotal, auténticos forjadores de hombres, preocupados por la formación integral de la juventud, preparando a hombres y mujeres para el futuro, reflejo de la visión de San Ignacio de Loyola tiene del Evangelio, amar y servir.

A algunos de estos sacerdotes, tuve la oportunidad de ayudarles a misa, recuerdo a los padres González Bueno, Bermudo, Martínez, Guerrero y Ruiz Andreu entre otros. Al padre Eugenio Ruiz Andreu quiero dedicarle esta semblanza de su paso por El Colegio Noviciado de San Luis Gonzaga de nuestra ciudad referida a los años mil novecientos cincuenta y tantos del siglo pasado.

Eugenio Ruiz Andreu nació en Málaga el 25 de Octubre de 1918, recién cumplido los quince años ingresó como novicio en la Compañía de Jesús, concretamente el 26 de Octubre de 1933, año difícil para los seguidores de San Ignacio, los jesuitas fueron expulsados de España por el gobierno de la República e incautados sus bienes. Trasladaron a Bélgica el noviciado y la casa de formación que tenían en El Puerto. Ruiz Andreu, una vez terminado los habituales estudios de humanidades, filosofía y las prácticas de magisterio, cursó teología en la Facultad que los jesuitas tienen en Granada (Cartuja) donde fue ordenado sacerdote el 15 de Julio de 1.948.

LLEGADA A EL PUERTO.
Fue destinado como profesor de oratoria de los jóvenes jesuitas al noviciado y casa de formación de San Luis Gonzaga en El Puerto. Allí permaneció once años desde 1950 a 1961, impartiendo sus clases y ejerciendo con gran aceptación de sus oyentes el ministerio de la Palabra (conferencias, homilías, ejercicios espirituales); aún se recuerda un ciclo de conferencias para hombres en el Instituto Santo Domingo. Hizo la Profesión solemne en la Compañía de Jesús en la Iglesia de San Francisco el 2 de Febrero de 1952.

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Antiguas escaleras de acceso al Colegio, hoy sede de oficinas municipales.

Recuerdo una vez que un amigo me dejó una túnica de la Hermandad de la Flagelación, para poder salir el Domingo de Ramos con ésta hermandad, la indumentaria consistía en una túnica blanca, un escapulario y un cíngulo. Cuando me probé la túnica y el escapulario pude comprobar que me quedaba muy holgada y no me veía bien vestido, mi madre me dice: “Una capa todo lo tapa”. ¿ Y dónde busco yo una capa hoy domingo ¿, le contesto, pregunta en los jesuitas, me sigue diciendo, quizás tenga algunas de los estudiantes. Fui a la Iglesia de San Francisco, estaba el padre Ruiz Andreu, que había terminado su misa y le conté lo que me ocurría, sin decirme nada, ni corto ni perezoso fue al perchero donde tenía colgado su capa y me la entrego y me dijo: “Toma quédate con ella el tiempo que haga falta”. Hoy al recordarlo todavía me emociono.

Recuerdo sus sermones y homilías; una vez, creo, que fue la primera misa del jesuita Joaquín Carretero Gálvez en la Iglesia Mayor Prioral, era un espectáculo escucharlo con la cantidad de metáforas que enriquecía sus homilías y sermones desde el púlpito y sin micrófono. Sus homilías eran claras, densas y profundas; era un orador que practicaba el arte de hablar bien y sobre todo la manera persuasiva y convincente de transmitir con una elocuencia poco común. Sus misas en latin eran perfectamente audibles y sentidas, como si el latín fuese su idioma vehicular. El P. Eugenio Ruiz Andreu impartía clases de oratoria y latín, en ambas materias era un experto y las dominaba perfectamente.

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Una de las clases en el antiguo edificio de los Jesuitas.

Uno de sus alumnos fue el P. Luis Conde Pérez de la Blanca (autor de “La biblioteca del Colegio de San Luis Gonzaga en el Puerto de Santa María 1901-1961”), me cuenta su satisfacción cuando le tuvo como profesor desde 1950-1952 y que juntamente con su competencia enseñando, el entusiasmo que ponía en su tarea de forjar a futuros predicadores del Evangelio. Eran los años preconciliares y apuntaba inquietudes de renovación. Con motivo de la incorporación definitiva a la Compañía de Jesús, le ofrecieron un acto de homenaje en uno de los patios de juego del antiguo colegio de San Luis Gonzaga. Para este acto me dice el P. Luis Conde compuso un soneto; en él, plasmaba de metáforas poéticas, pretendía diseñar su figura de entusiasta formador de jóvenes jesuitas. Con permiso del P. Conde me atrevo a transcribirlo.

Yo le he visto limpiando los abetos
de sus ramas salvajemente prietas,
recortando picudas las siluetas
sobre fondos brumosamente inquietos.?
Yo le he visto por viejos vericuetos,
entusiasta entre jóvenes atletas,
señalando tajante nuevas metas
a mesnadas que bruñen ya sus petos.

Es que quiere forjar un mensajero
con Palabras de siempre en su mensaje,
con bravura de Ignacio caballero

Es que quiere injertar en el ramaje
Vino viejo que brote placentero
Con pujante verdor en el paisaje.

Cuando los jesuitas de El Puerto trasladaron el noviciado y juniorado a Córdoba el P. Eugenio, estuvo algún tiempo en esta ciudad impartiendo las mismas disciplinas que en El Puerto; pero fue destinado al colegio San Estanislao de El Palo (Málaga), donde permaneció desde 1961 hasta su muerte el 15 de Junio de 1996.

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Celebración de los 50 años en la Compañía de Jesús del P. Ruiz Andreu

En 1983 se cumplió los 50 años en la Compañía de Jesús. En el colegio San Estanislao desempeñó diversos cargos: Profesor de varias asignaturas, prefecto de estudios, director técnico del colegio Mayor, consiliario de las asociaciones de padres de familia y antiguos alumnos. En Málaga consiliario de hermandades, predicaciones muy apreciadas, pregones y presentación de carteles de Semana Santa, bodas, y donde quiera que pudiera ser llamado para cualquier colaboración desinteresada. El P. Ruiz Andreu, se fue con una asignatura pendiente, la de no aprender jamás a decir que no a cuanto se le pidiera. A los demás, a los que le conocimos su paso por El Puerto nos queda el grato recuerdo de este hombre, generoso, vitalista, dispuesto, sencillo, lleno de fé, amigo y consejero; un jesuita ejemplar.

Termino esta semblanza, con la transcripción de un trozo de la presentación de un cartel de Semana Santa de la muy Ilustre Hermandad Sacramental de la Sentencia de Málaga, presentado por el Rvdo. Padre Don Eugenio Ruiz Andreu. Podemos ver la elegante forma de expresar sus ideas con una memoria capaz de retener todos los argumentos. Dice así: ¿ Y los cirios…¿ Sólo quedan unos pequeños, humildes cirios que se han encaramado por los brazos de oro de los arbotantes y desde sus tulipas lloran lágrimas rojas de amor, que riman con esos dos macizos de claveles, surtidores de sangre de sus jarrones de oro… Los demás cirios han quedado apagados por el resplandor del Verdadero Cirio Morado de la Sentencia que desde el borde del trono vuelve a gritar: “ Yo soy el Rey porque Yo soy la única Luz del mundo.” /Texto: Francisco Bollullos Estepa.

La Escuela Bosque es una iniciativa que tiene la misión de implantar y difundir el modelo educativo de las escuelas infantiles al aire libre en España, un modelo reglado, pensado para la formación integral de niños y niñas de 3 a 6 años (segundo ciclo de Educación Infantil). Lo innovador de este modelo es que todas las actividades se desarrollan en el bosque, campo o playa. Se asienta sobre la experiencia de las escuelas infantiles al aire libre implantadas con éxito en el centro y norte de Europa, Estados Unidos y Asia.

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Plano del Hospital de San Sebastián a la izquierda, en el centro la calle Postigo y la Basílica de San Juan de Letrán a la derecha.  En el título: " Alturas del Campo de S[an] Juan y S[an] Sebastián cuyas aguas se reciben en la calle del Postigo". Remitido por su autor D. Francisco de Paula Torrejón, capellán del hospital de las galeras de San Juan de Letrán, a D. José Patiño con representación, Puerto de Santa María, 21 de febrero de 1735, y con carta de don Tomás de Idiáquez a don José Patiño, Puerto de Santa María, 29 agosto de 1735. /Con sello del Archivo General de Simancas.

La hija de Felix Rodríguez de la Fuente es hoy en España una de las promotoras de esta iniciativa que, hace 100 años se quiso impulsar en El Puerto en la plaza de San Juan de Letrán, en las ruinas de la basílica y hospital del mismo nombre calle San Juan arriba, donde luego se ubicaron las viviendas de la Marina y los pisos de funcionarios municipales. Esta es la historia que aparece en Diario de Cádiz hace 100 años y 11 días: el 20 de octubre de 2014.

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Pilón de San Juan, a la izquierda, terrenos donde se encontraba la Iglesia de San Juan de Letrán y posteriormente se edificarían los ‘Pisos de los Marinos’. /Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

“Es de actualidad dar a conocer los orígenes y demás circunstancias del antiguo edificio de San Juan de Letrán, hoy en ruinas, con motivo de la proposición que ha presentado el Sr. Pemán, Diputado a Cortes por este distrito, pidiendo sea cedido por el Estado al Municipio de esta ciudad para crear una Escuela Bosque.”

El autor de la información, de la que no aparece firma, afirma que “el edificio en ruinas fue la primitiva parroquia del Puerto de Santa María”, explayándose en el resumen histórico y su importancia para la Armada, que del citado inmueble hace el que fuera archivero municipal Juan Cárdenas Burgueto, a finales y principios de los siglos XIX y XX.

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Calle de San Juan esquina con Santa Fé. No se había construído aún el Pilón, ya estaba derrumbada la Iglesia de San Juan de Letrán (que da nombre a la calle), empero, no se había tapiado ni replantado el solar que había ocupado dicho templo desaparecido. A la izquierda de la fotografía podemos observar uno de los pilares de la denominada ‘puerta de San Juan’ de acceso a la Ciudad. Ambos pilares aparecen en la fotografía anterior y --cosa excepcional-- todavía están en pie.

“Actualmente”, finalizaba el artículo, están convertidos el hospital y antigua basílica en un gran solar, viéndose en el centro las ruinas o vestigios de esta. El solar tiene buen perímetro para el objeto a que quiere destinarlo el Municipio, además está situado en la parte más alta de la población, lindando con el Ejido de su nombre.

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Inicio del artículo que se cita en el Diario de Cádiz del 20 de octubre de 2o14, hace 100 años y 11 días.

Tiene una superficie de cuatro mil setecientos treinta y cinco metros. El 26 de marzo de 1887 fue sacado a subasta el solar de referencia en la cantidad de pesetas 6.680,25, no concurriendo postor alguno al acto que se celebró en el Ayuntamiento de esta Ciudad, siendo alcalde Manuel Gutiérrez López”.

LA VIRGEN DE LEPANTO.
L a imagen de la Virgen María instalada en la Galera Real española, buque insignia de la Santa Liga en la Batalla de Lepanto en 1571, fue restaurada recientemente por un equipo dirigido por José María Gálvez , encontrándose expuesta en el Museo Naval de Madrid.

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La Virgen de Lepanto antes de su restauración.

La talla, conocida como Virgen del Rosario o Virgen de la Victoria fue un regalo de los aliados venecianos a don Juan de Austria, quien al finalizar su vida militar donó la imagen que le había acompañado a la Cofradía de las Galeras situada en la desaparecida iglesia de San Juan de Letrán, en El Puerto de Santa María, que estaba situada en la plaza del mismo nombre y cuyo espacio, en la actualidad, alberga unos pisos de la Armada Española. La plaza de San Juan fue conocida por haber albergado en su centro uno de los últimas fuentes públicas, el Pilón de San Juan.

En 1854 la imagen tendría un nuevo emplazamiento: la Academia de Guardias Marinas de San Fernando. En la vecina ciudad fue restaurada hace 169 años por Flores Loma, según documento encontrado en el interior de la escultura donde puede leerse 'Esta imagen es la que llevó don Juan de Austria en Lepanto. La restauró el artista Flores Loma en el mes de septiembre de 1854'.

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El alcalde de la ciudad, Alfonso Candón, presidía anoche el acto de colocación de una placa con el nombre de José Morillo León del estudio de la emisora municipal Radio Puerto, en la fachada del centro cultural Alfonso X El Sabio. Con la presencia de la familia de Pepe Morillo (hijos, nietos, bisnietos y sobrinos) el popular locutor de la antigua emisora Radio Puerto, fallecido en 1992, veía así reconocida su trayectoria con la rotulación de estos estudios a su nombre.

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De izquierda a derecha, Raul Capdevila, presidente de El Puerto Global; Alfonso Candón, alcalde de la Ciudad, María Isabel Morillo que habló en representación de la familia y Julio Otero, Coordinador de Contenidos de Radio Puerto.

Durante el acto, habló en nombre de la familia su hija mas pequeña, María Isabel Morillo Sánchez, quien dijo que: “Nuestro padre nos ha reunido esta noche para recordarnos que allá por el año 1954, emprendió la aventura de la Radio: Radio Puerto. Radio, teatro, poesía, un largo etcétera de inquietudes y aficiones que lo hicieron ser una persona comprometida con El Puerto y la cultura de la época. Ese compromiso, le hizo transmitir unos valores que son los mismos que él nos traía a casa y que, junto con nuestra madre, nos inculcó. Esos mismos valores que a nosotros nos inspiran en el día día. Entendemos que esos valores a los que hacía referencia, son reconocidos hoy, aquí, con el descubrimiento de la placa que da nombre a los Estudios de Radio Puerto, ‘Estudio José Morillo León’, Pepe Morillo”.

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Manolo Morillo, Fernando Durán e Isabel Morillo, durante el programa matinal dedicado al locutor en el Estudio de Radio Puerto que desde anoche lleva el nombre de José Morillo León.

Previamente, durante la mañana del día de ayer se emitió desde la emisora municipal un programa especial dedicado a su memoria en el que participaron sus hijos mayor y menor, Manolo e Isabel, al que luego se incorporó José María, conducido por Fernando Durán en el que intervinieron telefónicamente sus compañeras de antena Hortensia Renedo y Juana Salas, así como su amigo, el veterano profesor del Instituto Laboral, ya jubilado, Ventura Lozano Moreno.

No sería este el primer homenaje que recibe en la Ciudad José Lucas Morillo León. Ya en 1999 la comisión de Gobierno municipal acordó dedicarle una plaza en la confluencia entre las calles Postigo y San Juan, una zona que no obstante, al no estar todavía rehabilitada como espacio público, no se ha podido rotular, a pesar del tiempo transcurrido desde la dedicatoria, que incluso aparece recogida desde hace años en los callejeros oficiales del Ayuntamiento.

También en el año 2000 se instauró el premio nacional de Periodismo 'José Morillo León', que fue patrocinado por Unicaja, y en cuya recuperación se está ya trabajando, según anunció el alcalde, Alfonso Candón, durante el acto, señalando que es "un honor" haber podido dar a los estudios de la emisora municipal el nombre de una persona que fue un ejemplo por sus valores y principios, por lo que felicitó a toda su familia.

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Placa descubierta en el exterior del Centro Alfonso X El Sabio.

José Morillo León nació en la calle Santa María el 18 de octubre de 1921. En 1926 perdió a su padre y en 1932 a su madre, quedando huérfano a la edad de 11 años, pasando a estudiar en los Salesianos de Cádiz. Allí aprendió a tocar el clarinete, la batería y otros instrumentos musicales, pero donde realmente se distinguió fue en su afición por la poesía y el teatro, preámbulo éste de lo que iba a ser toda una vida, pues en el mundo del teatro destacó con un grupo de aficionados locales a lo largo de tres décadas. Su vida laboral pasó por los oficios de impresor, oficinista de la Seguridad Social, y por todos los puestos de oficina en la que fue Caja de Ahorros de Cádiz, hoy Unicaja, entidad en la que ingresó como cajero y se jubiló como delegado.

Sus cualidades oratorias descubrieron en Pepe Morillo una innata preparación para el micrófono, y pasó a ser en 1954 el primer locutor de Radio Puerto, emisora del Instituto Laboral.

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Tras descubrir la placa, la familia posando con el alcalde, Alfonso Candón. /Foto: Pedro Payan.

Pepe Morillo capitaneaba desde los micrófonos de la emisora cuantas iniciativas de interés social necesitaban de la solidaridad de los portuenses. Su otra gran afición, el teatro, encontró suficiente espacio en el día a día de la emisora: con la limitación de medios propia de la época, se representaron infinidad de comedias y sainetes de autores locales y andaluces. Agustín Merello, Fernando Gago, Sanchito Sancho, Ortiz o los Renedo eran actores fijos en una plantilla de aficionados a los que Morillo supo ilusionar, tal y como él lo estaba, de forma altruista por y para el esparcimiento y la cultura de El Puerto. /Texto: Teresa Almendros.

Más de Pepe Morillo en Gente del Puerto.
Nótula núm. 336. Primer Locutor de Radio Puerto. Emisora del Instituto Laboral.

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Queremos, en esta ocasión, dar a conocer un pequeño incidente ocurrido hace más de un siglo, que tal vez pudo condicionar junto con otras circunstancias, la vida de un portuense eminente: Ramón Arvilla Colóm, prestigioso empresario vitivinícola, cosechero, criador y exportador, dirigiendo junto con su hermano José María la empresa familiar “Arvilla y Cia.” entre cuyos reputados caldos figuraba el amontillado “Coquinero” que posteriormente comercializará Osborne.

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Republicano vocacional y practicante católico, formó parte de la Corporación local en los primeros años del siglo XX y anteriormente presidió el Círculo Peralista y fue uno de los albaceas de Isaac Peral, desaparecido desgraciadamente para la ciencia, en 1895, y vocal de la primera asamblea de la Cruz Roja local.

Había nacido en El Puerto de Santa María, hIzo ahora 150 años, el 25 de octubre de 1864. Curiosamente, tuvo de padrino de bautismo a su tío materno que se llamaba Cristóbal Colom. Era el mayor de los cinco hijos del matrimonio formado por Manuel Arvilla Azcárate y Dolores Colom del Hierro y nieto del laureado Brigadier de Infantería por sus acciones en la defensa del Trocadero, en la Guerra de Independencia, Manuel Arvilla, nacido en Eraso (Navarra).

detente_1_puertosantamariaLOS 'DETENTE'.
Esta dualidad ideológica del Sr. Arvilla, republicano y católico practicante, originó un curioso intercambio de notas y cartas abiertas con republicanos anticlericales, publicadas en la prensa nacional. La polémica tuvo su origen en una costumbre muy extendida en esos años finales del siglo XIX de colocar una plaquita o chapa metálica de forma ovalada con la imagen xerografiada del Sagrado Corazón de Jesús en la puerta de entrada de las casas, chapas de la que existían distintos modelos, con diversas frases y eslóganes. Se las conocía y nombraba como “Detente” por el texto más popular y extendido que figuraba en muchas de ellas: “Detente enemigo que el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo”. Su simbolismo era claro, proteger de cualquier mal a los moradores de la casa que, al mismo tiempo, se identificaban públicamente como fervorosos católicos y seguidores de esta iniciativa jesuita tan popular.

Vivía el joven y emprendedor Ramón Arvilla junto con su esposa, Victoria Laborde Winthuysen, y dos hermanas solteras, Pilar y Milagros Arvilla, en la casa número 14 de la calle Ganado, que hacía esquina con la de Nevería, una esquina de muy reciente creación al haberse prolongado dicha calle en un nuevo tramo que conectaba y daba acceso al recién estrenado Ayuntamiento. Una de estas chapas estaba instalada en el dintel de la puerta de acceso a la vivienda, dentro del zaguán o casapuerta. Esta inocente incidencia le ocasionó duras críticas en sectores radicales del republicanismo local.

el_motin_satiricoUn correligionario de esa tendencia, de apellido Tomeu, hace ahora 115 años, escribió una carta abierta, publicada en el semanario de difusión nacional “El Motín” del 29 de octubre de 1899, de la que reproducimos el siguiente párrafo: “…aquí, en El Puerto de Santa María, un republicano y federal, Ramón Arvilla, ha colocado en la puerta de su casa esta chapa, símbolo de reacción y carlismo (los soldados carlistas usaban como escapularios estos “Detente”). Concibo que algún republicano, bien por falta de magín o por exceso de pusilanimidad, se atreva a combatir claramente a la iglesia; pero de esto a arrojarse en brazos de la reacción hay mucho trecho, y máxime si el que lo hace es persona ilustrada, que sabe mejor que yo los cadáveres que tiene que pisar y el río de sangre que vadear para ir desde el campo republicano a las tiendas del carlismo… la extrañeza por el acto de referencia ha sido grande, por ser el Sr. Arvilla hasta ahora hombre que ha inspirado a todos los suyos, privados y políticos, con la honradez más estricta; siendo esa la causa de que haya desfilado por delante de su puerta todos los republicanos de esta población; ninguno quería creer lo de la chapa sin verlo por sus propios ojos.”

La respuesta de Arvilla, una de cuyas hermanas había profesado como religiosa en las Madres Reparadoras y que, en esas fechas, andaba más que ocupado en organizar y dirigir una fábrica de electricidad en la vecina ciudad de Sanlúcar, donde había obtenido una concesión municipal, cuyos derechos cedería posteriormente a la Compañía Andaluza de Electricidad (CAE), de la que era accionista, fue rotunda y tajante, reafirmándose en su religiosidad y la compatibilidad de su conducta con el ideario político que abrazaba.

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No conocemos en detalle los perjuicios que, a nivel personal y económico, pudo ocasionarle este incidente. En los años que siguieron todo apunta a que su trayectoria como empresario perdió fuerza y, políticamente, intuimos que también. Algo se puede vislumbrar, anticipado en una semblanza suya que publicó la Revista Portuense, sobre la desilusión, que fue acumulando por esta época, cuando en uno de sus párrafos decía: “No queremos ocuparnos de los desengaños que habrá recibido después, al considerar que gran número de amigos y entusiastas en los años de apogeo de Peral, le abandonaron ruinmente.”

Años después tomaría una decisión trascendente: abandonar El Puerto. En 1909 pidió un préstamo que nunca liquidaría a Pedro Hernández Carrera de 20.000 pesetas, aportando como garantía de pago su casa de Ganado 14, que en esa fecha era de su completa propiedad al haber comprado la parte de su hermano José Arvilla, brillante ingeniero que llegó a ser jefe del Departamento de Industria del Consejo del Monopolio de Petróleos y, políticamente, la otra cara de la moneda, en el año de 1898, cuando sus negocios atravesaban una etapa boyante.

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Postal del Teatro Colon, de Buenos Aires, año en el que se trasladó a vivir a Argentina y de donde no regresó.

Con ese capital, emigró a Buenos Aires junto con su esposa y su único hijo, Manuel Arvilla Laborde, buscando nuevos horizontes, oportunidades y tal vez mayor tolerancia y comprensión en su madurez –tenía 45 años-, sin que hayamos podido encontrar más información de él, salvo la noticia de su fallecimiento, décadas después, allá en Argentina, de donde nunca más volvió. /Texto: Antonio Gutiérrrez Ruiz - A.C. Puertoguía.

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Fotografía aérea con la reconstrucción ideal de la costa antigua, los yacimientos con restos arqueológicos considerados Tartésicos, así como las factorías de salazón de pescado del siglo VI a. C.

Las Columnas consagradas a la divinidad marcaban el fin del mundo conocido. Más allá de las Columnas de Hércules, la oscuridad. Pero, en este lugar, donde se llegaba empujado por los vientos apeliotas, o de Levante, se unían los elementos. Los cuatro elementos conocidos en la Antigüedad: el mar, la tierra, el aire y el fuego. El Mediterráneo y el Atlántico, Europa y África.

Los griegos bautizaron al mundo conocido tras las Columnas de Hércules como Tartesos. Sin embargo, este espacio geográfico era conocido con anterioridad. El Libro de los Reyes (I.10.22; 22.49) describía en tiempos del rey Salomón los viajes a un lugar llamado Tarsis, a comienzos del primer milenio a. C. Aún hay más Tarsis mencionadas en la Biblia, como la del Libro de Isaías (23.I.6). En este texto se refleja la situación de la ciudad fenicia de Tiro en el siglo VIII a. C. y se alude a los barcos que navegaban a Tarsis. Posiblemente en Occidente.

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A la izquierda, anillo de plata encontrado en el río Guadalete que representa la figura de Hércules con su maza. Con toda probabilidad en este mismo marco se desarrolló una de sus mayores aventuras heroicas, el robo de los bueyes de Gerión. Y a la derecha, su impronta. Museo Municipal.

Los periplos realizados por los navegantes de Massalia, actual Marsella, fueron la fuente de información de Avieno, autor latino del siglo IV d. C., para quien la ciudad de Tartesos se encontraba en Cádiz. De la misma opinión fueron otros escritores romanos. Carteia, junto a San Roque, en la Bahía de Algeciras, y por extensión la región limítrofe a las Columnas de Hércules, también estuvo considerada en la Antigüedad como cuna de Tartesos.

No todos los autores clásicos se refirieron a Tartesos como una ciudad. Para el citado Avieno y para Estesícoro de Hímera se trata, asímismo, de un río. Estrabón nos habla del río Tartesos y de las islas de Cádiz, fronteras a las tierras que bañaba el río. La ciudad de Tartesos se situaría entre las dos bocas que formarían la desembocadura del río de su nombre. Este río, cargado de restos de oro, estaño y cobre, se encontraba a dos días de navegación de las Columnas, según cuenta Éforo.

Los escritos grecolatinos deben ser leídos desde el único espacio geográfico coincidente a través del tiempo: la Bahía de Cádiz. En este lugar, los fenicios de Tiro fundaron una colonia que bautizaron con el nombre de Gadir. Los griegos la llamaron Gadeira y a sus islas vecinas Eritheia. En las tierras fronteras a Eritheia y junto a las fuentes del Tartesos, nació Gerión. Este personaje mítico participa en la leyenda de Hércules, quien le da muerte en uno de sus "trabajos". En la desembocadura del Tartesos se encontraba el Arx Gerontis, como nos cuenta Avieno. Los hechos que nos relatan las leyendas griegas los sitúa Hesíodo en Eritheia, o Estesícoro en Tartesos.

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La orfebrería gaditana se distinguía por su exquisita belleza y complejidad, los diseños ofrecen características puramente orientales. La tecnología de los orfebres gaditanos es verdaderamente asombrosa.

Así, los pastos en los que Gerión tenía su ganado parecen, pues, que deben ser los situados en el Valle del Guadalquivir y tierras fronteras a Cádiz. Es aquí, en el litus Curense, o isla de Cartare (ver nótula núm. 2.217 en Gente del Puerto)  según daba nombre Plinio el Viejo, donde se encuentran los yacimientos arqueológicos más importantes en relación con los orígenes de Tartesos y de la colonización fenicia: el poblado de cabañas de Pocito Chico (ver nótula núm. 2.259 en Gente del Puerto) y la ciudad del Castillo de Doña Blanca, dos formas de vida que, desde ahora, serán interdependientes.

En otro mito se nos explica qué fue Tartesos como entidad política. Al menos para los griegos. Un primer rey, Gárgoris, fue recolector de miel. Otro, Habis, daría a su pueblo leyes, además de enseñarle a uncir bueyes al arado, y a cultivar. El longevo rey Argantonio fue comparado con los tiranos de las polis griegas por Anacreonte y Heródoto. Todo esto ha conducido a algunos arqueólogos a pensar que Tartesos, además de una ciudad fue una entidad territorial, jerarquizada y gobernada por un monarca de fuertes poderes políticos y religiosos, donde los líderes serían heroizados después de muertos.

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Collar de cuentas de cornalina del yacimiento de La Algaida en Sanlúcar de Barrameda.

Así pues, fue Tartesos una sociedad de base agropecuaria que comenzaba a comercializar sus riquezas naturales, muy especialmente los metales de Huelva. Muchas son las descripciones latinas de campos y huertas a orillas del Guadalquivir. Se citan cereales, leguminosas, hortalizas, y frutales; así como grandes rebaños de bóvidos. A pesar de ésto, si atendemos a los textos que nos hablan de Tartesos, la base fundamental de la riqueza tartésica era la extracción y beneficio de los metales, principalmente cobre, oro y plata. Esta es la causa de la continua afluencia de foráneos a las costas españolas desde la Edad de los Metales.

El mundo grecorromano elaboró todo un mito de Eldorado en la Europa de la Edad del Bronce. Pausanias nos cuenta que Mirón, tirano de Sición a mediados del siglo VI a. C., construyó un tesoro de más de trece toneladas de bronce tartésico, después de su victoria en los Juegos Olímpicos. Heródoto recuerda como los foceos se hicieron amigos del rey Argantonio, quien les ayudó con plata a financiar la construcción de las murallas de su ciudad, Focea, amenazada por los persas.

La actividad minera sería una de las razones principales para la fundación de Gadir, ciudad que hoy día podemos visitar en Cádiz y el Castillo de Doña Blanca. Los fenicios introdujeron el cobre occidental como sustituto del producido en el Sinaí. Los habitantes del suroeste de la Península Ibérica acostumbraban a comerciar con la costa atlántica, en especial el estaño de las islas Casitérides, en lo que se ha venido en llamar Bronce Atlántico, costas de Portugal, España, Francia, Inglaterra e Irlanda. El hallazgo de la ría de Huelva, un barco hundido cargado de objetos de metal, datado entre el 1138 y el 813 a. C. por radiocarbono calibrado, es buena prueba de lo que decimos.

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Los romeros porteños en peregrinación al Rocío, a su paso por Pocito Chico. En la antigüedad y en la actualidad, el caballo ha representado un papel fundamental en el control de los recursos y del territorio. A nadie escapa la singular importancia que este mítico animal tiene aún en la Andalucía Occidental y sobre todo en esta área, donde todavía se crían en libertad por las marismas.

Tartesos será el punto de inflexión entre el oriente mediterráneo y la costa atlántica, como demuestran las Estelas Decoradas del Suroeste. La ruta del norte, el estaño, es posible relacionarla con el comercio mediterráneo en un sistema económico de gran amplitud. Así, los fenicios actuaron introduciendo grandes cantidades de plata no sólo en Egipto, sino en todo Oriente, como tributo al Imperio Asirio.

Homero indicó que el comercio de las ciudades griegas estaba en manos de los fenicios. En Tartesos, los productos más antiguos griegos los introdujeron los fenicios. La plata era intercambiada por aceite, vino, objetos de arte, cerámica fina, jarros y calderos de bronce, perfumes, alabastrones egipcios, telas de lujo (púrpura), lucernas e, incluso, animales como la gallina o el asno. Pero no fueron estos los únicos intercambios que se produjeron, aquellos que afectan a la mente y el comportamiento humano, como los cultos religiosos, fueron los que realmente debieron transformar a las gentes de Tartesos.

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Reconstrucción de la Cabaña 1 del Bronce Final excavada en el yacimiento de Campillo. Dibujo del pintor Javier M. de Lucas Almeida.

La orfebrería tartésica logró una gran altura uniendo a la tradición del Bronce Atlántico los modos y técnicas traídas por los fenicios. Debieron ser regalos a reyezuelos o, como los tesoros de El Carambolo (Sevilla) y La Aliseda (Cáceres), piezas de carácter sacerdotal. El lugar de fabricación de todas estas joyas debió ser Gadir -como se constata en el Castillo de Doña Blanca-, que continuó con esta tradición, incluso en época romana.

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