Saltar al contenido

JUANDEWHINTUYSENMDB_PUERTOSANTAMARIA2(continuación).

Por fin, el 10 de abril de 1844, después de este viaje que realizó enfermo, se presentó en el departamento de Cádiz y el 13 de mayo quedó asignado a la habilitación del navío Soberano,  nombrado mas tarde ayudante del capitán de fragata don Blas García de Quesada. Se encargó de la instrucción y disciplina de los Guardias Marinas que se encontraban en el Depósito del Arsenal y en otros buques fondeados en la zona. Esta tarea no le apartó de sus responsabilidades en el navío Soberano, aunque a finales de agosto cesaría su destino y asignación en este barco al ser nombrado Ayudante de esa Mayoría General (oficina del Mayor General). Se embarcó entonces en el Vapor Península, un vapor de ruedas construido en Inglaterra y adquirido en 1843 capaz de transportar 150 toneladas y armada de cuatro cañones. Uno de sus destinos fue el Ferrol, en cuyo departamento había servido de patrulla y  del que fue comandante dos meses y medio aproximadamente.

El 5 de noviembre de 1845, año en que se redactó una nueva constitución en la que se otorgaban mas poderes a la corona y al gobierno, tomó el mando de interino de un buque que le fue asignado por su entrada en balandra hasta que embarcó en el mítico Jacinto de la 1ª División de Guarda Costas en el que estuvo unos meses, tras los que, ya metidos en 1846, se le dio el nuevo destino que intentó cambiar con otro compañero (puede que también insatisfecho e interesado en el destino de Winthuysen), don Ángel Bello de Castro, homólogo suyo al que originalmente le correspondía el Apostadero de Filipinas, destino en el que puso sus miras Winthuysen. Finalmente y por Real Orden, se le concedió la permuta.

Este año de 1846 fue el comienzo en Cataluña de la segunda guerra carlista iniciada por los partidarios de Carlos Luis de Borbón y de Braganza, hijo de Carlos María Isidro.

crucero_cristina

Crucero "Reina Cristina", buque insignia de la flota del Apostadero de Filipinas

Pasaron unos meses y Winthuysen seguía prestando sus servicios en Filipinas, en donde fue ascendido en el verano de 1847 a teniente de navío, cargo que desempeñaría durante doce años y medio.

En junio de 1848 se le concedieron cuatro meses de licencia para tomar baños minerales y a continuación embarcó a su regreso en la corbeta Venus como comandante. Esta nave fue adquirida en 1843 por la Armada como corbeta y dotada con un armamento de 16 a 20 cañones; fue  construida en el astillero particular de la Cabana, Ferrol, en 1842 como una fragata mercante de 500 toneladas. Obtuvo, además Winthuysen pasaporte para Tánger en donde pasaría un tiempo hasta que en febrero de 1849 y desembarcado de la Corbeta Venus, viajó a Cartagena para hacerse cargo del mando del falucho Saeta con el que estuvo también como comandante unos seis meses, tras los que pidió un descanso de 9 días para luego embarcar en la corbeta Ferrolana. Esta corbeta fue botada el 20 de febrero de 1848 y fue la última corbeta de vela botada en el arsenal del Ferrol. Por aquel entonces, se encontraba la Ferrolana bajo el mando del capitán de navío Jose María de Quesada y Bardalonga que por Real Orden de 7 de julio de 1849 dispuso un viaje de circunnavegación y zarpó el 5 de Octubre de 1849 del puerto de Cádiz, en donde se incorporó Winthuysen, rumbo  al cabo de Buena Esperanza para pasar al Índico en dirección a Manila. Hizo escala en varios puertos de India, China e Indonesia y  regresó a España por el océano Pacífico, recalando en Australia, Callao, Guayaquil y Valparaíso,  para entrar, por último,  en el puerto de Montevideo antes de llegar a Cádiz. Pero en este viaje de regreso ya no contarían con la presencia de Winthuysen, ya que el 20 de abril de 1850 tuvo que desembarcar de nuevo por enfermedad y esperar la primera oportunidad para regresar a la península en algún buque particular.

corbeta_ferrolana

Corbeta 'Ferrolana'.

En febrero de 1851  pasó a Tercios Navales y en septiembre se encargó interinamente de la Ayudantía del distrito de Puerto Real, ya que el propietario se encontraba enfermo y el Director General de la Armada  concedió a Winthuysen ese destino en el que permaneció casi dos meses.

Fue en octubre de este mismo año de 1851 cuando se casó con la joven gaditana doña Inés de Urruela y Barreda en la Iglesia Prioral de El Puerto de Santa María y con la que tuvo tres hijos: Pastora, Elena y Felipe de Winthuyssen y Urruela que criaría y educaría junto a su esposa puesto que su labor en estos años se centró principalmente y diría que únicamente, en la provincia de Cádiz salvo un corto periodo de tiempo que estuvo como comandante en Huelva,   de cuyo puerto y río elaboró un plano a principios de 1861 en el que hace advertencia de la calidad del fondo de la ría, la elevación de las aguas, la fuerza de la corriente, la variación magnética, el alcance de los faros y la situación astronómica de algunos puntos de la costa, entre otras observaciones.

En 1852 empezó a desempeñar el cargo de Ayudante de la Comandancia del Tercio de Navío de Cádiz; cargo del que fue nombrado a finales de octubre del año anterior y del que se ocuparía durante año y medio para luego, en agosto de 1853 encargarse, interinamente, de la Ayudantía del distrito de Puerto Real, previa obtención de la propiedad en este destino. En este puesto estaría casi cuatro años, hasta finales de septiembre de 1856, fecha en la que solicitó licencia para asuntos particulares y para los que le concedieron dos meses por Real Orden.

cruzdesanhermenegildoAYUDANTE DE MARINA EN EL PUERTO.

Nueve meses más tarde, el 29 de junio de 1857, fue nombrado Ayudante de Marina de El Puerto de Santa María hasta finales del mes siguiente y en octubre de 1858,  2º comandante de Marina de la provincia de Algeciras. /Estaba en posesión de la Cruz de San Hermenegildo.

A finales de 1859 solicita la Cruz de San Hermenegildo y pocos meses después se la conceden. Esta cruz es una distinción militar creada por Fernando VII al terminar la guerra de la independencia en 1814 y que se concedía como una de las mas importantes  recompensas a esos militares ejemplares que sirvieron a los ejércitos. Fue puesta por el rey  bajo la advocación de un santo, ya que éste quería que fuera distinción de alto rango y por ello decidió que fuese San Hermenegildo que había sido rey de Sevilla y mártir en defensa de la fe.

El 27 de marzo de 1865, a los 47 años de edad, se retira con el rango de capitán de fragata que desde hacía cinco años venía ocupando. A partir de entonces comienza una nueva etapa para él en El Puerto de Santa María en donde, nada mas lejos de quedarse sin tareas, se embarca en otros proyectos que le integrarían tanto política como socialmente en la ciudad que lo vio nacer, proyectos que tan bien describe Antonio Gutiérrez  en la segunda parte de su libro “los Winthuysen” al que remito para saber de esos últimos años de vida de este ilustre portuense. (ver rótula 1.987 en Gente del Puerto)

En octubre de 1884 la desgracia llegaría a su familia: su hijo Felipe, el mas pequeño y único varón, fallece pocos meses antes de  cumplir los 30 años de edad. El duro golpe deja desolada a la familia. Unos años mas tarde, el 26 de noviembre de 1899 a las ocho de la tarde fallecía su esposa Inés a los 78 años de edad y así recogió el suceso la “Revista Portuense”:

revistaportuense_tit_puertosantamaria-copia

“Ayer á las 4 y media de la tarde fue conducido al Cementerio Católico de esta ciudad, el cadáver de la Sra. D.ª Inés Urruela y Barreda de Winthuyssen, (q.s.g.g.) Era llevado a hombros por varios sirvientes de la casa. El acompañamiento, que era muy numeroso lo formaban distinguidas personas, y el duelo los Sres. Tosar(D.J.), Palacios(D.M.). Pico y Lobo, González Urruela, Ruíz de Cortázar, Figueroa (D.A.), Oneto(D.F.), Sancho (D.M.A.), Ruíz y López (D.J.), Martínez Colón (don J.A ), Cuesta (D.J.L.), Felices (D A.), Barreda (Presbítero), Luna (D.R.) y García Ruíz (D.J.L.) Presidían el Director Espiritual de la finada y los Sres. D. José Jiménez González y don Eduardo Urruela.”

Tan solo tres años después, el 27 de marzo de 1902, moriría Juan de Winthuysen en la casa número 21 de la calle Larga, donde vivió con su hija Pastora desde que enviudó, según relata la Revista Portuense:

“Falleció ayer y fue conducido al Cementerio Católico, el Sr. D. Juan Winthuyssen antiguo y respetable convecino nuestro, de ilustre apellido en la Marina española y perteneciente a una familia distinguidísima. Era Capitán de Navío graduado de 1ª clase. Reciba su apreciada familia la expresión de nuestro más sentido pésame. El sepelio se verificó ayer tarde a las cinco. La fúnebre comitiva formabanla el clero parroquial con cruz alzada, el cadáver colocado en el féretro que era conducido á hombros por dependientes de la familia, cuatro Hermanitas de los Pobres y el acompañamiento en el que figuraban muchas conocidas personas. De la caja pendían cuatro cintas que llevaban los señores D. Guillermo Pattersson, D. Antonio Peñasco, D. Manuel García Valdeavellano y D. José Jiménez González. El duelo presidíanlo el Alcalde, el capellán don Ricardo Luna y don Miguel Palacios hijo político del finado.”

Mi especial agradecimiento al Archivo General de la Administración y al Museo Naval de Madrid por haberme permitido consultar sus archivos y haberme facilitado ciertos documentos sin los cuales no habría podido escribir esta nótula. /Texto: Juan Manuel Rodríguez Gay-Palacios. Juan de Winthuyssen.

2

JUANDEWHINTUYSENMDB_PUERTOSANTAMARIAEl 18 de agosto de 1818 --en una semana se cumplirán 196 años de su alumbramiento-- nació en El Puerto de Santa María Juan de Winthuysen Martínez de Baños, hijo de don Pedro de Winthuysen y Bustillo y de doña Felipa Martínez de Baños. Por aquel entonces se encontraba España en pleno Sexenio Absolutista. Tras aceptar el rey Fernando VII la propuesta para la restauración de la monarquía absoluta y con el apoyo de los antiliberales y del ejército, sometió al país a seis años en los que dominarían los sectores más reaccionarios de la sociedad. /En la imagen de la izquierda, retrato deJuan de Winthuysen a los 30 años de edad, siendo entonces teniente de navío.

Además, desde 1808 hasta  1820 comienza en las colonias americanas una etapa de rebeldía que buscaba la independencia. Las insurrecciones no tardaron en aparecer y desde España, se enviaron tropas que consiguieron neutralizar, al principio, estos alzamientos rebeldes. Pero a partir de 1818, año en el que, como antes dije, nació Winthuysen, en algunos países americanos como Venezuela, Chile, Argentina y Perú se optó por la guerra y pronto  la mayoría de ellos consiguieron su independencia. En 1824, España tan solo contaba en su poder con Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas y Marianas.

Unos años mas tarde, en 1837, mientras España se encontraba en el ecuador de la primera guerra carlista, Winthuysen, con tan solo 18 años de edad y tras examinarse de sus estudios elementales, sentó plaza de Guardia Marina el 19 de Junio. Por la absoluta falta de buques fue destinado al arsenal de La Carraca y poco después, el 18 de agosto, día en que cumplió los 19 años, fue agregado al armamento de la fragata Esperanza en la que quedó de dotación al mes siguiente.

aresenaldelacarraca_sanfernando

Arsenal de la Carraca (San Fernando). Grabado: Ministerio de Defensa.

En este año aun se notaba la decadencia que desde 1833 sufría la Marina Española y que se observaba, entre otras cosas, por el estado de los barcos, que dejaban mucho que desear, la escasez de los mismos y el descontento de la tripulación, por la sencilla razón de que no se les pagaba a tiempo y se les debía bastante dinero. Tal como describió Vázquez de Figueroa en 1834 y recogió el capitán de corbeta Antonio de la Vega en su estudio “De la vela al vapor”:

“Almacenes vacíos; los diques destruidos, los caños, balsas y ensenadas ciegos por falta de maquinaria, no hay juegos de madera para poder carenar los barcos, no hay fábricas de lona, no existe una sola braza de jarcia, habiendo tenido que salir a la mar buques sin la precisa, los edificios que quedan en pie están en ruina, habiendo sido preciso demoler alguno, en ningún Arsenal hay medios para carenar e incluso para efectuar obras de conservación.”

Diez años después la situación no había cambiado demasiado como puede comprobarse en la siguiente declaración del ministro Portillo:

“Guardan los barcos una infantería sufrida, desnuda y mal pagada, dirige la construcción de buques un Cuerpo de Prácticos que no aprenden nada de los adelantos técnicos, forman parte del Cuerpo de Artillería sujetos dignos, pero sin conocimientos suficientes, los alimentos que se dan a la marinería y tropas son escasos y generalmente se les dan adulterados.”

puertodelahabana_1939_cuba

Entrada al puerto de La Habana (Cuba), 1839. Frédéric Mialhe, interpretación.

En octubre, Su Majestad concedió a Winthuysen seguir sus servicios en el apostadero de la Habana hacia donde partió en la antes mencionada fragata Esperanza el 4 de Diciembre de 1837.

Tras cerca de 4 meses, llegó a la Habana el 23 de Marzo de 1838, pero el largo viaje hizo mella en su salud y por ello tuvo que solicitar una baja temporal para reponerse. Le concedieron un mes: del 9 de Abril al 10 de Mayo, fecha en la que tuvo que ser prorrogado por seguir aún enfermo,  hasta el 22 de ese mismo mes, fecha en la que se presentó ya restablecido.

A mediados de junio transbordó al bergantín General Laborde, construido en la Habana en 1829, armado con 12 cañones y dado por perdido en 1846 al ser sorprendido por un huracán que arrasó con el puerto de la capital cubana. En este bergantín estuvo casi un año y medio y en el mismo regresó a España, concretamente a la costa Cantábrica desde donde salió para Santander, esta vez a bordo de la fragata mercante Nuestra Señora del Carmen.

Según oficio del Mayor General del Departamento del Ferrol, el 20 de noviembre de 1839 fondeó en Santander, tras haber hecho el viaje en buque particular destinado a las Fuerzas Navales de la costa de Cantabria. Fue embarcado, a continuación, de transporte en el vapor Isabel II para pasar al ya mencionado departamento al que llegó 3 días después, momento en el que se puso a las órdenes del comandante del arsenal del Ferrol.

vaporisabelii_puertosantamaria

El vapor de ruedas Isabel II, cabeza de una serie de 4 buques iguales construidos en dos astilleros londinenses para la Armada Española; pintura de Rafael Monleón

Este vapor Isabel II fue construido en Ferrol en 1836, aunque se llevó varios años en el apostadero de la Habana, en donde tenía base establecida. Hay otra versión que sostiene que se fabricó en 1831 en Quebec por George Black y John Saxton Campbell y que en 1834 fue alquilado por el gobierno español para usarlo como buque de guerra contra los carlistas. Pero también puede que se tratase de dos barcos diferentes y con el mismo nombre como sucedió con el Hernán Cortés, que pasó a ser Cortés por la aparición de otro llamada igual.

El 17 de enero de 1840, llegó Winthuysen a costas gaditanas a bordo de una fragata mercante, donde se presentó en el departamento de Cádiz y se le destinó al arsenal permaneciendo allí poco más de un mes. Mas tarde embarcó en el vapor Mazeppa,  que era un remolcador adquirido en 1835 y que fue el primer vapor mandado por un oficial español. Poco después se le daría nuevo destino a Winthuysen: las Fuerzas Navales de Cataluña y Valencia para donde se le fue expedido pasaporte saliendo de Cádiz sobre el místico (buque de vela de dos o tres palos) español Dominguito. Llegó al Puerto de Alfaques el 16 de abril y se presentó al comandante general de aquellas fuerzas al día siguiente. Tras este encuentro se embarcó en el bergantín Patriota que salió rumbo al puerto de Cartagena en 20 y fondeó en 23 de abril.

nu2713foto101Al mes siguiente, salió con la escolta de una bombarda y un falucho cargados de pólvora para el Ejército de Cataluña y otro falucho que transportaba a Valencia cuatro cañones de a 24. Cinco días después, el 17 de mayo, entró en Barcelona donde permaneció unos días. El 22 entró en los Alfaques, donde el bergantín de su destino se situaría el día 26 frente a la Rápita para proteger su ocupación  que se produciría  la noche del 31, en el momento en que   hicieron fuego desde las casas de la Rápita al Castillo de San Carlos y a las embarcaciones apostadas sobre el muelle; habiéndosele encomendado a Winthuysen la labor de encargarse del primer bote de la fragata Cortés, que allí se encontraba, con el que les hizo fuego para ahuyentarlos. /Nuestro protagonista estaba en posesión de la Cruz de la Marina.

Por otro lado, el 15 de mayo de 1840 fue sin duda un día que seguramente no olvidaría ya que declaró Su Majestad su satisfacción por la eficaz cooperación del Guardia Marina Juan de Winthuysen  por el buen resultado de sus operaciones.

El 5 de Junio salió para cruzar el Cabo de Barcelona hasta Cabo Creus y el 16 fondeó de regreso en la rada de Barcelona. El 18 salió para el mismo crucero y el 26 regresó a la misma rada para entrar en puerto en 27 de junio. Ese mismo día fue transbordado a la fragata Cortés. Esta fragata, también construida en Ferrol en 1836 y botada el 27 de julio del mismo, fue asignada al departamento marítimo del Ferrol y dos años mas tarde  acudiría a Barcelona a apoyar a las tropas del general Van Halen a causa de una insurrección que tuvo lugar en la ciudad condal. Regresó a finales de ese año a aguas gaditanas.

De nuevo, el 19 de junio, Su Majestad comunicó su contento por el comportamiento del Guardia Marina y el 14 de octubre le fue concedida la Cruz de la Marina.

bergantin_heroe

El bergantín 'Héroe'.

El 20 de agosto de 1840 se dispuso a cruzar de Peñíscola a Oropesa y Golfo de Valencia mientras se trasladaba a Su Majestad a otra ciudad. Tras varios días fondeó en la rada de Valencia y después trasbordó al bergantín Héroe anclado en la misma para partir de noche, ya que debía presentarse en el departamento de Cádiz por Real Orden. El 12 de septiembre regresó a Cádiz embarcado en dicho bergantín.

maria-cristina-borbonLa Regente, María Cristina, había estado un tiempo en Barcelona con su hija Isabel con la intención de sanar en lo posible una alergia dermatológica que sufría la futura reina,  Allí mismo se entrevistó con Espartero aunque poco después tuvo lugar una serie de altercados entre los partidarios de Maria Cristina y los de Espartero que obligaron a la Regente a trasladarse a Valencia. /En la imagen de la izquierda, la regente, María Cristina de Borbón.

A primeros de enero de 1841 trasbordó Winthuysen al bergantín Patriota, que llevaba meses frente a las costas de Cataluña y Levante transportando tropas, municiones de pólvora y expatriaciones de personas, incluso; además de intervenir junto a la fragata Cortés y el Bergantín Héroe en octubre de 1840 con la ocupación de los carlistas en san Carlos de la Rápita y con este último llegó a la Habana el día 20 del mismo mes.

El 21 de Junio de 1841, ya llevaba Winthuysen meses en Cuba y fue declarado de 1ª clase por el Excelentísimo Señor Comandante General del apostadero de la Habana, pues fue calificado de sobresaliente en un examen que hizo a mediados de mayo. El 30 de septiembre fue declarado Guardia Marina de 1ª clase y así quedaría casi año y medio.

El 22 de junio de 1842 regresó a la Habana. Al mes siguiente, el 9 de julio, trasbordó a la corbeta Liberal y el 29 de agosto a la fragata Isabel II sobre la que salió a la mar en 18 de noviembre. En este tan constante cambio de buques podemos darnos cuenta de la falta de oficiales de entonces.

5050531352_83f06f1403

Louis Pellegrin: Goleta Victoria. Propiedad de D. Jaime Bosch y Vives. 1852

El 3 de abril de 1843, año en que Isabel II es considerada mayor de edad, tan solo con 13 años, y proclamada reina, fue ascendido Winthuysen a alférez de navío por Real Orden del 4 de marzo de 1843,  puesto que desarrollaría en los próximos cuatro años y pocos meses más. El 26 de agosto transbordó a la goleta Criolla, de la que estaba al cargo el teniente de navío Patricio Montojo y con la que salió Winthuysen a la mar en varias ocasiones hasta que transbordó al depósito de la escuadra con un mes de licencia por enfermo, tras el cual, el 7 de enero de 1844 se reincorporó, aunque casi dos meses después tuvo que desembarcar y ser dado de baja en el apostadero por otra recaída en su salud. Por ello se le envió a restituirse a la península como transporte en una fragata mercante tras habérsele concedido pasaporte. Gracias a esta recaída se libró de un desagradable accidente que sufrió la Criolla en una noche de febrero, pues  mientras estaba anclada en Punta Morantes y  a la espera de un práctico para poder acceder al puerto de Kingston, en Jamaica, embarrancó de madrugada en unas rocas a causa de las fuertes corrientes, aunque gracias a los prácticos del puerto y a una embarcación británica pudieron, tras largas horas nocturnas, rescatar tanto a la tripulación como a la carga que transportaban.  /Texto: Juan Manuel Rodríguez Gay-Palacios. Juan de Winthuyssen. (continuará)

 

1

De pie, de izquierda a derecha, Juan Miguel Selma, Javier Cobos, Manolo Lechuga, Jesús Bejarano, desconocido, desconocido, Juan Luis Morillo y Juan Carlos Jiménez Lavi. Sentados, Vicente Vela, Juan Cebrián, Juan Alejo, Javier Bejarano y Juan Poquet. Abajo, Javier Dandy. La foto está tomada al final de la temporada del verano de 1979 u 80.

socorristas_cruzrojadelmar_puertosantamaria

Son los socorristas voluntarios de la Cruz Roja del Mar, que por aquel entonces cubrían la vigilancia en playas entre el 15 de junio y el 15 de septiembre. A diario, salían desde el Real Club Náutico, donde dormían las embarcaciones --lanchas neumáticas zodiak con motor fuera de borda-- y se dirigían a las playas para dar servicio entre las 11:00 y las 20:00 horas. En todas las playas con el servicio, existía como mínimo una lancha con patrón y socorrista y un vigía. En Valdelagrana, dada su extensión y número de asistentes, la dotación era doble.

3

ceferinogomezverano_puertosantamaria

De izquierda a derecha, Ceferino Gómez Verano y José Luis Padilla Mendoza, en la plaza de las Galeras esquina con Micaela Aramburu, delante de la oficina de Antonio Ruiz de Cortázar, Consignatario de Buques, Agente de Aduanas y Cosario. En la actualidad es el Bar La Venencia y, con anterioridad y por muchos años, el Bar La Galera. La fotografía es de 1957.

La oficina de Cortazar fue consignataria del yate ‘Punta Umbría’ que sustituyó al Vapor ‘Cadiz’ tras la explosión en el muelle porteño en 1929, y también lo sería del Adriano I, cuando llegó a El Puerto tras la Exposición Iberoamericana de Sevilla en dicho año.

El pescador Manuel Lechuga Núñez, ‘el Picha’ --dicen quienes le conocieron que estaba bien dotado-- a la izquierda y Antonio Romero García, 'Antoñón’, fallecido a los 61 años a finales de la década de los ochenta del siglo pasado.

 izda_manuellechuga_y

La imagen está tomada a finales de los años 40 del siglo pasado, en las proximidades del Edificio donde estaba ubicado el Sindicato, hoy Edificio Vista Alegre, calle Micaela Aramburu, próximo a la Capilla de Los Afligidos, en lo que fue el antiguo Hospital Municipal. En aquellos años la Cofradía de Pescadores conocida también por el  Pósito de Pescadores se encontraba situada en las dependencias del Sindicato y además de las oficinas y comedor para los hijos de pescadores, se encontraba el consultorio médico, atendido por los doctores Antonio García Sánchez, Agustín Fernández Rodríguez y José Joaquín Muñoz Bela y la del practicante Felipe Lamadrid Muñoz.  /Foto: Colección Uchi Romero García para Gente del Puerto.

2

vista_rio_reckling_puertosantamaria

Una vista de barcos abarloados  en el río Guadalete en los años ochenta. /Foto Michael Reckling.

Hubo un tiempo donde la pesca fue unos de los pilares de nuestra economía, desde la llegada de la colonia alicantina, principio de los años 30, hasta final de los años noventa del siglo pasado. Aquella fue la época de esplendor: la década de los años setenta y ochenta, cuando la flota llegó a tener 132 unidades que, sumadas a la foránea provenientes de los puertos de Huelva, Isla Cristina, Punta Umbría, Ayamonte, Algeciras y Málaga, que vendían sus capturas en la lonja de pescados de El Puerto.

lalonja_activa_puertosantamariaLlegó a ser considerada por ello como una de las principales en ventas de España, después de la de Vigo, y Cádiz.

Tenía el sector extractivo pesquero un censo de 1,500 trabajadores, entre pescadores (1.400)  y rederos (100). El caso es que de estos 1.500 trabajadores de la actividad extractiva se crearon casi 10.000 puestos indirectos e inducidos proporcionados por la actividad de la pesca, entre ellos los trabajadores de los Efectos Navales que se dedicaba a la venta de suministros y repuestos  para las embarcaciones. Eran la ferretería del mar, tenían de todo, difícilmente se quedaba un barco en puerto sin poder salir a la mar: pintura, redes, cuerdas, hilos, grilletes, repuesto de toca clase de marcas para los motores pesqueros, cables, tornillos, en definitiva, los llamados suministros navales. /En la imagen de la izquierda, la Lonja del pescado, en plena actividad.

LA LLAVE.
En las décadas de esplendor, en la Avenida Enrique Martínez (próximamente hablaremos sobre este personaje vinculado a la vida de El Puerto del primer tercio de siglo), hoy de la Bajamar, frente a la Ayudantía Militar de Marina, donde hoy se encuentra la Sala Milwaukee, estaba Efectos Navales ‘La Llave’ de José Agarrado Macías, teniendo por socio a Luis Márquez que era quien estaba al frente del negocio y, entre sus empleados, a Gandulla.

efectosnavales_agarrado_marquez_puertosantamaria

Imagen de unos Efectos Navales, posiblemente de Cádiz.

1927_paulinofreire

Anuncio de la casa central de Paulino Freire en Vigo.

PAULINO FREIRE Y LA COFRADÍA.
Junto al Bar Liba se encontraban loa Efectos Navales de ‘Paulino Freire’ y, entre sus empleados se encontraba Bohórquez. La familia de Paulino, procedente de Galicia, era propietaria de los Efectos Navales. Aquí en El Puerto, atendía más a los barcos mercantes que descargaban en la Otra Banda y al desaparecer estos también se dedicaron a la flota pesquera y al publico en general.

desdelaotrabanda

En la imagen podemos ver detrás el edificio donde se encontraba los Efectos Navales de Paulino Freire, donde hoy se encuentra el restaurante Alavera, en la Avda. de la Bajamar. Se aprecia el desaparecido depósito de agua en la plaza de las Galeras Reales.

Junto a los Efectos Navales de Freire había varias oficinas de Consignatarios de Buques Mercantes, por ejemplo la Miguel Lobato Quintero (ver nótula 539 en GdP),  donde se dice: "Luego vendría el Puerto Comercial, la frontera natural marítima de El Puerto con el exterior. Miguel Lobato trabajó en diversas empresas consignatarias de buques, primero con Vicente Prego, continuando con Emilio Huart y hasta su jubilación en LOPAMAR, S.L. Es, precisamente en ese tiempo, cuando colabora para que en El Puerto se cree un cuerpo de trabajadores portuarios, independientes de los de Cádiz. En aquellos tiempos se vivieron los mejores tiempos de actividad portuaria en nuestro puerto, pujanza hoy tristemente desaparecida".

A mediados de los 80, dentro de la Antigua Lonja de esta Banda, lindando con la Avenida de la Bajamar, la Cofradía de  Pescadores tuvo Efectos Navales con los empleados José Galán Venegas y José María Requena Olmo.

redero_puertosantamaria_

Rederos trabajando en esta Banda, donde hoy se encuentran uno de los aparcamientos gestionados por Impulsa.

EN LA OTRA BANDA.
Posteriormente en los años 90, en la Otra Banda, José Luis Reyes Albaiceta y sus hijos, abrieron unos Efectos Navales en la zona de los cuartos de los rederos, próximo a la Fábrica de Hielo y a las nuevas instalaciones pesqueras.

OTROS SUMINISTRADORES.
Aparte de los Efectos Navales, siempre alrededor de la flota han existido comerciantes que también han suministrado efectos navales a los barcos, como Simeón Nogueroles Verdú que tenia un establecimiento de redes y baterías junto al Bar la Gaviota, Vicente Moreno que suministraba malletas y cables, ‘Pepin Ragel’, hilos y redes, o Náutica Banderas, en el núm. 15 de la Avda. Micaela Aramburu, frente a l Resbaladero, entre otros.

efectos_navales_

Una imagen de unos efectos navales.

En la actualidad debido al decaimiento de la flota y a las pérdidas de unidades pesqueras no quedan tiendas de Efectos Navales. De los armadores que quedan, aprovisionan sus barcos en Efectos Navales de Sanlucar de Barrameda y en la Costa de Huelva.

10

josepoquetcabreraJosé Poquet Cabrera nació en Calpe (Alicante), ciudad con la que está hermanado El Puerto de Santa María, por medio de la pesca y los hombres de la mar, donde se repiten apellidos --en ambas poblaciones-- desde antiguo. Fue bautizado en la parroquia de Ntra. Sra. de las Nieves. Su infancia transcurrió en ambientes marineros calpinos.

Ya hecho un joven fuerte y decidido, puso rumbo a América del Norte, trabajando en las obras del tendido de la línea del ferrocarril Pensylvania Express, que unió el norte con el sur de los Estados Unidos. Allí vivió con los emigrantes por antonomasia en dicho país, con una familia irlandesa, empero, regresaría a España y poco después, siguiendo con su espíritu aventurero, conocerá nuevas tierras, esta vez en el continente europeo. Francia, Alemania, Rusia y... vuelta a América, trabajando en los Altos Hornos americanos que, aunque debilitan su forma física, le proporciona buenos ingresos, regresando, definitivamente a España, a su Calpe natal.

pensylvaniaexpress_usa

Un tren de pasajeros en la línea Pensylvania Express.

LLEGADA A EL PUERTO: 1931.
Allí se hace armador de barcos de pesca y su sueño se convierte en realidad, con el barco Melchora que sale de los astilleros levantinos. Ya por aquella época una importante colonia alicantina residía en El Puerto: los Roselló, los Perles, los Morató y otros muchos  apellidos de ‘la mejor tierra del mundo’ estaban asentado en nuestra Ciudad, a donde arribará con su embarcación en diciembre de 1931, ya con unos años y soltero. Le acompañaban dos hermanas y un sobrino, residiendo en el número 102 de la calle Larga.

dosalcaldes_1931_puertosantamaria

El 12 de abril se celebraron elecciones municipales. El 31 de mayo, ya con la II República, se volvieron a celebrar los comicios locales. Fueron alcaldes ese año Eduardo Ruiz Golluri por los conservadores y Francisco Cossi Ochoa, por los progresistas. 

Supo integrase en la sociedad portuense y se ganó el respeto de todos, tanto del sector pesquero como de otras actividades en el ámbito local.  Era un hombre bueno y honrado, querido y admirado por sus convecinos, que desbordaba sencillez y humildad. Una persona que no solo ayudó a las familias de pescadores, sino que contribuyó a la época de máximo esplendor de la pesca en El Puerto. Tenía mucha mano izquierda.

josepoquet_familia_puertosantamaria

Una foto de la vivienda de Tio Pé, arriba del desaparecido Casa Lucas, con la familia.

Tio Pé se trasladaría al número 110 de la calle Larga --arriba del famoso bar Casa Lucas--, al contraer matrimonio con Francisca Beltrán, con la que tuvo cuatro hijos, dos niños y dos niñas, que hoy viven en Calpe, llegando a ser representante de dicha colonia en nuestra población.

melchoraynuevamelchora_puertosantamaria

El 'Melchora' y el 'Nueva Melchora', construido este último en alicante en el astillero de Vda. de Manuel Ripoll.

EL NUEVA MELCHORA Y LAS REDES.
Su barco, la Melchora, naufraga en aguas de Marruecos a consecuencia de una avería y, en cuanto pudo, puso en astilleros la quilla de la Nueva Melchora, continuando así su actividad pesquera en los caladeros marroquíes. Al mismo tiempo, simultaneaba dicha actividad con un taller de entintado de redes, en el mismo edificio donde guardaba los enseres propios de la embarcación. Fue armador, además, del Melchora y Nueva Melchora, de otras embarcaciones a lo largo de su trayectoria profesional: La República, Belimar, Monte Olta. Y Fabian, en honor de su hijo quien, entre las décadas de los sesenta a los ochenta estuvo embarcado como pescador y posteriormente como patrón de los barcos de su padre, marchando con posterioridad a Calpe en los años noventa, donde llegaría a ser Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores durante el mandato 2007-2011

rederos_puertosantamaria-

Unos rederos en plena actividad en el muelle.

EL PÓSITO DE PESCADORES.
“Tio Pé” fue un excelente pescador que cimentaba la amistad en condiciones de igualdad, en todas las esferas económicas y sociales que se daban cita en la desaparecida Casa Lucas, siendo el primer Presidente del antiguo Pósito Marítimo y de Pescadores --luego Cofradía de Pescadores--, que se constituyó el día 5 de mayo de 1934, sobre las cenizas de otro anterior en la década de los años veinte, sien su primer presidente el ex alcalde Ramón Varela Campos (ver nótula núm. 2.030 en Gente del Puerto) que desapareció por diversas razones en fecha incierta. En su refundación intervinieron apellidos de ascendencia alicantina, llegando a tener, en el primer año de funcionamiento, 56 afiliados, permaneciendo en su presidencia hasta 1941.

Bajo su mandato, se dotaron al muelle pesquero de nuevas infraestructuras: una lonja moderna para la época para la subasta del pescado, con fábrica de hielo y depósitos de carburante junto al mismo cantil del muelle. En el edificio del Pósito se creó una clínica ambulatoria para la asistencia quirúrgica de sus afiliados, antes de  existir la Seguridad Social y una cooperativa para el suministro de enseres de las embarcaciones.

Ayuntamiento-Plaza-Peral-copia

ACTIVIDAD POLÍTICA: PARLAMENTARIO Y CONCEJAL.
El 1 de noviembre de 1942, re reunieron en la sede de los Sindicatos Nacionales las Juntas Sindicales Centrales, para proceder a la elección de los representantes sindicales en las Cortes Españolas del régimen franquista. Como obrero del Sindicato Nacional de Pesca, fue elegido en representación de dicho sindicato vertical , como Procurador en Cortes, para la legislatura de 1943-1946.

josepoquetcabrera_concejal_puertosantamaria

Tomando posesión como concejal, ante el alcalde Eduardo Ciria Pérez (ver nótula núm. 1313 en GdP). 

Debido a su entrega e interés, no solo por los hombres de la mar, sino por la Ciudad de adopción que lo acogió, llegaría a ser concejal de la Corporación entre el 3 de febrero de 1952 y el 21 de mayo de 1958, con los alcaldes, Eduardo Ciria Pérez, Luis Caballero Noguera y Miguel Castro Merello (ver nótula núm. 1.654 en Gente del Puerto).

casalucas_larga110_puertosantamaria

El número 110 de la calle Larga, casa Lucas, donde hoy se encuentra Copistería HIVA.

EL RAPE PERDIDO.
Relata Manuel Lojo Espinosa en su libro Casa Lucas, la siguiente anécdota: «Para el acceso a su vivienda, el Tío Pé utilizaba una escalera situada en el patio del local de Casa Lucas, por lo que en muchas ocasiones también le servía para dar o recibir recados de su familia. En esta ocasión, había llegado de turno de pesca la Melchora y el dueño llevó a casa un extraordinario rape de más de 5 kilos de peso. La familia colgó esta hermosa pieza en la escalera que daba al citado patio, pero seguramente a causas del peso del pescado o, a que no estuviera bien atado, lo cierto fue que el rape cayó al patio y rápidamente, desapareció.

josepoquetyesposa_puertosantamaria

Tio Pé y su esposa, Francisca Beltrán.

El dueño no sabía explicar a su esposa lo sucedido, o a lo mejor, fue el mismo el que autorizó a un buen amigo para que se lo llevara a su casa». Don Manuel Lojo, siempre tan discreto, seguro que sabía quien era ese buen amigo, pero el secreto como otros tantos, se lo llevó consigo a la tumba.

homenajetiope_puertosantamaria

Tio Pé, toma la palabra en el homenaje que recibió el 27 de diciembre de 1956, en El Resbaladero.

casalucas2b_puertosantamaria

Otra vista de los asistentes al homenaje.

HOMENAJE.
Por toda su trayectoria, recibió un homenaje de sus amigos de Casa Lucas, el 27 de septiembre de 1956, al cumplir sus bodas de plata de su llegada a El Puerto, que tuvo lugar en el restaurante El Resbaladero, con asistencia de muchos amigos porteños y de la colonia alicantina afincada en nuestra Ciudad. Le obsequiaron, entre otras sorpresas con el Himno a la Melchora, entonado por los asistentes, con letra del tasquero de Casa Lucas y música de la marcha Valencia. Francisco Lara Izquierdo, a la sazón presidente de la peña Casa Lucas, pronunció un emotivo discurso que llegó a emocionar al homenajeado, y que finalizaba con unos versos: Viva el Cristo del Sudor/ Viva el Peñón de Ifach/ Viva la Villa de Calpe/ Y viva este lobo de mar.

josepoquet_calpe_puertosantamaria

Una imagen de Tio Pé, retirado, con la familia y el Peñón de Ifach al fondo, en Calpe.

1

Da cosa cerrar el paréntesis de arriba, porque es triste dar por cerrada la última página de la historia de la saga de los Adriano. Así lo es al día de hoy al encontrarse el Adriano III, después de dos años y medio de hundirse, abandonado a su suerte en el abandonado varadero del abandonado río del Olvido (al que El Puerto de Santa María le debe su propia existencia, su antiguo esplendor y que hoy es la viva imagen y el espejo de su decadencia).

vapores_6_1_puertosantamaria

El Adriano III en el astillero de San Adrián de Cobres, en 1955. Posando, su propietaria, Socorro Sanjuán Dopico y su hijo Antonio Somorrostro, quien fuera el último Administrador, desde 2003, de Motonaves Adriano S.L. / Foto, colección Andrés Fernández Valimaña, último Gestor del vapor.

El Tercero de los Adriano fue el único que no se construyó en el astillero que Antonio Fernández ‘el Adriano’ (fallecido en 1946) tenía en la ferrolana playa de Maniños, sino al interior de otra ría gallega, la de Vigo, en el astillero (1919-1998) que los Sucesores de Francisco González García mantenían en la parroquia de San Adrián de Cobres, en el municipio pontevedrés de Vilaboa. Se construyó en 1955 a iniciativa de los hermanos José, Juan y Eduardo Fernández Sanjuán, sobrinos de ‘el Adriano’, y de inmediato llegó al Guadalete, en aquella primera travesía al mando del mecánico Francisco Artola, para sustituir en las travesías al Adriano II, que entonces se varó después de un cuarto de siglo cubriendo las travesías entre El Puerto y Cádiz.

 vapores_6_2_puertosantamaria

Una instantánea histórica: la botadura del Adriano III en San Adrián de Cobres.

LAS TRIPAS 
El Adriano III se compuso ‘a la antigua’, con madera de roble para el armazón, tablones de pino gallego de 8 cm de espesor para el casco y acacia brava de 6 cm para las cubiertas y los camarotes. Sus dimensiones, 25’25 metros de eslora, 5’76 m de manga y 2’80 m de puntal. Su peso, 117 toneladas. El costo, 2 millones de pesetas y capacidad para 200 pasajeros: 65 en la cubierta del puente y 135 en la principal (26 en popa, 44 en los bancos de popa y 65 en los de proa). En esta cubierta se instalaron dos sanitarios, dos cisternas de agua dulce y un compartimento con el guardacalor de protección del motor (220 caballos) situado debajo, en la cámara de máquinas de la cubierta baja, que se dividió en dos pañoles de popa y otro de proa, cargados con 40 toneladas de adoquines como lastre.

hermanos_fernandezssanjuan_puertosantamaria

Siendo los mas conocidos Pepe y Juan, su hermano Eduardo Fernández Sanjuán (1911-1987), a la derecha de la imagen, trabajó 55 años en los Adriano como marinero de proa, cobrador y durante más de 30 al frente de la empresa familiar. 

Y en la cubierta del puente, el sanctasanctórum donde Pepe ‘el del Vapor’ gobernó el nuevo barco de la saga con sus hermanos Juan y Eduardo y los demás trabajadores que con los años se fueron sucediendo.

vapores_6_3_puertosantamaria

El Adriano III abarloado a cuatro pesqueros.

El viejo motor fue remplazado en 1991 por un diésel ‘Guascor’ de 360 caballos, que alcanzaba una velocidad punta de ocho nudos y medio. La travesía entre El Puerto y Cádiz se hacía, en condiciones climáticas normales y a la velocidad establecida a la entrada y salida de los puertos, en 35-40 minutos (cuando el motor se puso a prueba la distancia se cubrió en 20’). El arranque se efectuaba por aire comprimido, con motor auxiliar. El timón contaba con ayuda mecánica, moviéndose el engranaje mediante cadenas y varillas de acero. Los medios de seguridad de la navegación, los reglamentarios: radar de superficie, compás, emisora de radio y luces de situación.

vapores_6_5_puertosantamaria

El vapor, reluciente, en el varadero Guadalete durante una de sus revisiones anuales. / Foto, col. Andrés Fdez. Valimaña.

Los años en que los Adriano II y III compartieron tiempo y travesías (1955-1982), lo acostumbrado  era que el III cargase con  los viajes diarios y el II se dedicara  a dar paseos turísticos a Cádiz y por la bahía, a veces con paradas en Puerto Real, Matagorda, La Carraca y la Zona Franca. En diciembre y enero, cuando el Adriano III varaba para su limpieza y mantenimiento, el II lo sustituía en las travesías diarias, en el día a día que los Adriano mantuvieron desde 1930.

vapores6_6_puertosantamaria

El vapor pasando por La Puntilla, aún sin espigón. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

...continúa leyendo "2.042. LOS ADRIANO. La herencia de una tradición. Y 6: Adriano III (1955-2011)"

ramon_varela_campos_puertosantamariaRamón Varela Campos nació en El Puerto de Santa María el 6 de diciembre de 1879 y murió el 30 de julio de 1939 a los 60 años de edad. Contrajo matrimonio en dos ocasiones a lo largo de su vida. Su primera mujer fue María Josefa Verges Herrera, nacida el 6 de junio de 1879 en la misma ciudad. Se casaron el día 16 de julio de 1907, festividad de la Virgen del Carmen, patrona de la Marina y de los marineros. El matrimonio residió en la calle Santo Domingo [la calle donde han nacido más alcaldes de El Puerto] de esta ciudad. De esta unión, al parecer, no hubo descendencia. Entre 1930 y 1935 Varela enviudó de su primera mujer, y contrajo nuevas nupcias con Manuela Barreda Bonmati, nacida en 1875, hermana de Adelaida Barreda, casada con un notable cirujano, Rafael de Rioja Pineda. Tampoco tuvo descendencia con ella, ni hemos encontrado que Manuela Barreda tuviera hijos antes de su matrimonio con Varela. /En la imagen, Ramón Varela Campos. Foto: Academia de BBAA Santa Cecilia.

ALCALDE

En 1910, había sido puesto en la alcaldía por orden del Gobernador Civil de la provincia al ser cesado José María Heredia Ferrer, que ostentaba el cargo de regidor. Varela ocupa la alcaldía portuense de marzo de 1910 hasta el 12 de noviembre de 1912. Un segundo periodo en la alcaldía lo obtuvo en el bienio 1916-1917. Es por ello un experimentado político, de familia ligada a la producción de vino de Jerez. (Ver nótula 1.100 en GdP).

hospitalmunicipal_1916_puertosantamaria2

El alcalde, Ramón Varela, flanqueado por los maceros municipales, descubriendo la placa conmemorativa que inauguraba el Hospital Municipal, el 7 de septiembre de 1916, puso de manifiesto la grandiosidad de la obra y el agradecimiento que El Puerto sentía por Micaela Aramburu de Mora, terminando con un ¡Viva! a la caritativa bienhechora gaditana, que fue contestado con el entusiasmo de los presentes. (Ver nótula núm. 1.181 en Gente del Puerto)

PROCURADOR

Papel destacado que protagonizó Ramón Varela y Campos en enero de 1920 en la defensa de la protesta con manifestación popular surgida a causa de una prohibición ministerial del uso de las artes denominadas sabaleras. Profesionalmente ejercía como procurador y el hecho de tener intereses ligados a la pesca le convirtieron en hombre ideal para el político Ramón de Carranza y su camarilla, que pensaron en él para ocupar el relevante cargo de primer presidente del Pósito de Pescadores en el delicado momento político que atravesaba el país. Meses antes de ocupar la presidencia del Pósito, Varela medió en el conflicto antes reseñado defendiendo los intereses de la “clase pescadora”. Contaba Varela con 42 años al desempeñar el cargo de presidencia, y asumía la responsabilidad civil de la iniciativa sindical del ministerio, pero era ya un político de derechas acreditado.

puerto_escondido_puertosantamaria

Callejón de Puerto Escondido.

EL PÓSITO DE PESCADORES

El Pósito de Pescadores es una institución que se constituye en El Puerto de Santa María, de manera simultánea a otras poblaciones cuya economía dependía en buena medida de la pesca, entonces en crisis por la coyuntura de postguerra internacional y la por la falta de inversiones para obtener la renovación industrial pesquera (motores, combustión interna, fábricas de hielo, etc.). La burguesía pesquera de la ciudad se acogió al sistema de la subvención y se asoció siguiendo las pautas impuestas desde Madrid. En cambio, las clases bajas generaron una reticencia natural, pues además de trabajar en la pesca, ahora se veían obligadas a pagar cuotas para su afiliación y obtención de beneficios que en sus diversas secciones podía proporcionarles dicha entidad.

EN PUERTO ESCONDIDO

La inauguración del nuevo Pósito de Pescadores tuvo lugar el domingo 19 de junio de 1921 a las dos de la tarde en un edificio de la calle Puerto Escondido, callejón de tradicional raigambre marinera, que todavía existe en la actualidad perpendicular al Parque Calderón. No obstante, ya desde el mes de marzo de 1921 encontramos alguna referencia en la prensa local sobre la gestación de esta institución, como veremos en el siguiente apartado sobre la organización del pósito. Según informaba dicha prensa la creación del Pósito se debió al ex alcalde don Ramón Varela y Campos y a su gestación y desarrollo contribuyó de manera eficaz y decisiva, el ayudante de Marina Manuel Sánchez Ruiz.

salonactos_bbaa_1928_puertosantamaria

Celebración de Primavera en la Academia de Bellas Artes, entonces en el antiguo Salón de Actos del Convento de Santo Domingo, hoy Instituto de Enseñanza Secundaria. Curso 1927/28. 

PRESIDENTE DE BELLAS ARTES

Desde 1929 hasta su muerte diez años después, Ramón Varela sufrió dos duros golpes en su vida profesional [uno fue el triste suceso del ‘Crimen del Saboné’ --ver nótula núm. 147 en Gente del Puerto-- del que fue testigo], y su carrera política fue en decadencia. Solamente la presidencia de la Academia de Bellas Artes de la ciudad, cargo que ocupó desde el 15 de septiembre de 1930 al 20 de septiembre de 1938, le aportó relevancia dentro de la burguesía portuense en este turbulento periodo de la historia española. Varela había sido nombrado Presidente de honor de la citada Academia el 2 de julio de 1922. Este fue, quizá, el momento culminante de su vida pública. /Texto: José Ferrer Andrade.

2

El Adriano II el día que se botó en el astillero de Maniños.

vapores_5_1_puertosantamaria

El Adriano II llegó a la Bahía de Cádiz en plena República, en noviembre de 1934, para compartir las travesías entre El Puerto y Cádiz con su hermano mayor, el Adriano I, que las venía cubriendo desde junio del 30 en competencia con el Punta Umbría hasta que éste se hundió en el muelle de Cádiz el 7 de octubre del 34. Aquella circunstancia precipitó la inmediata llegada del Adriano II, hasta entonces empleado en la ría de Ferrol desde que dos años antes Antonio Fernández ‘el Adriano’ lo construyera en su pequeño astillero de la playa de Maniños.

vapores5_2_puertosantamaria

Los Adriano I y II en el muelle del Vapor.

El segundo de la saga tenía una traza más elegante y esbelta que el primero, y más amplio, con capacidad para 400 pasajeros en sus tres alturas: cubierta, sobrecubierta y toldilla. Y lo que era más importante, ‘el Adriano’ lo construyó pensando en el calado del río y en las corrientes y vientos reinantes en la bahía gaditana y con unas líneas más marineras que el Adriano I, diseñado para navegar por la ría ferrolana.

vapores5_3_puertosantamaria

En el Adriano II en 1955, José Fernández Sanjuán (Pepe ‘el del Vapor’) con su padre, José Fernández Fernández, su esposa, Asunción Posada y sus hijos Asunción, Socorro, Juan, Antonio y Pepe. / Foto, GdP.

Hasta 1955 el Adriano II compartió los viajes diarios con el primero de la saga, cuando dejó de navegar y fue sustituido por el Adriano III, construido aquél año en San Adrián de Cobres, en la ría de Vigo.

juanfernandezsanjuan_v__puertosantamariaAl duplicarse el trabajo en 1934, la familia Fernández también se reforzó. Junto a José Fernández Fernández –hermano de ‘el Adriano’- cubrieron ambas travesías sus hijos José (Pepe ‘el del Vapor’), Eduardo (padre de Andrés Fdez. Valimaña, el último gestor de ‘Motonaves Adriano S.L.’), Andrés (que al poco tiempo volvió a Galicia) y Juan Fernández. Sanjuán, 18 años más joven que su hermano Pepe, que se incorporó a la empresa en 1949 y en la que permaneció hasta su jubilación (ver nótula núm. 907). Y con ellos, numerosos trabajadores que tuvieron los Adriano, como Carlos Serrano, que ejerció de patrón del segundo y marinero del tercero. /En la imagen de la izquierda, Juan Fernández Sanjuán (1927-2004).

LA VIRGEN DE LA ESCOLLERA

Probablemente lo más significado de la historia del Adriano II fue su empleo, aprovechando su prestancia y bonitas hechuras, en dar paseos turísticos diurnos y nocturnos por la bahía interior y Cádiz, a partir de los años 50, cuando lo peor de la posguerra había pasado y las cosas comenzaban a mejorar. Y antes, en los 40, el vapor acogió algunas celebraciones civiles y religiosas.

vapores5_5_puertosantamaria

La ofrenda floral ante el monumento a la Virgen del Carmen, 17 de agosto de 1947. A la derecha un pesquero alicantino. /Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

Como la que recoge la foto adjunta, tomada el domingo 17 de agosto de 1947, cuando con motivo del voto Asuncionista que dos días antes juró El Puerto y tras oficiarse una misa de campaña a las diez y media de la mañana en la pérgola del Parque Calderón (la que derribó un temporal en 1964, junto al Kiosco de Murga), las autoridades civiles y de Marina se encaminaron al muelle del Vapor para embarcar en el Adriano II con el fin de depositar coronas de flores y cantar la Salve Marinera en el monumento a la Virgen del Carmen –la Virgen de la Escollera que llamaron-, donde el río y el mar confluían, inaugurado, con la presencia de las autoridades a bordo del Adriano I, el 17 de febrero del año anterior por gestión del hasta entonces Ingeniero Jefe de Obras del Puerto, Antonio Durán Tovar (1911-2012, ver nótula núm. 1295) y la mano del artista Juan José Bottaro (1896-1970, ver nótulas núms. 212 y 285).

El acto volvería a repetirse el 15 de agosto del 49, un año antes de que Pío XI declarara dogma de la Iglesia la Asunción de la Virgen. La de la Escollera se reubicaría en septiembre de 1973 en la punta del espigón de Levante.

vapores_5_6_puertosantamariaLA EXPLOSIÓN DE 1947.

Nadie podía sospechar aquella festiva jornada del 17 de agosto del 47 que al día siguiente se iba a producir en Cádiz una gran tragedia: la explosión de las 491 minas almacenadas en uno de los depósitos de la Base de Defensas Submarinas emplazada en Puntales, que causó la pérdida de numerosísimas vidas. Años después, Pepe ‘el del Vapor’ (que precisamente nació un 18 de agosto) recordó en una entrevista de prensa (Diario de Cádiz, 26-IX-1976, ver nótula núm. 1026) tan aciago día: “Aquella noche fuimos de los primeros en llegar. Estaba en El Puerto y me vine a Cádiz con el Adriano II a ponerme a disposición de la Comandancia de Marina. No fueron necesarios nuestros servicios y, de madrugada, regresamos llevándonos un pasajero, un vecino de El Puerto, al que sorprendió la explosión en Cádiz.” /En la imagen de la izquierda, la misma jornada del 17 de agosto de 1947, de popa, entonándose los acordes de la Salve Marinera. / Foto, Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

LA CANALIZACIÓN DEL RÍO

Aquel año del 47 había comenzado mal. En enero y febrero, repetidos temporales causaron el aterramiento del canal de acceso al puerto, por lo que fue preciso dragarlo.

vapores_5_7_puertosantamaria

El Adriano II pasando ante las obras de canalización del río. / Foto, colección Luis Serrano.

La obra se verificó en marzo del 48, al tiempo que comenzó a modificarse, en la banda de la ciudad, el muelle pesquero. Al año siguiente, marzo del 49, se presentó el ‘Plan General de Ordenación del puerto’, cuya aplicación conllevó la construcción de un muelle comercial frente a la ciudad, cuyas obras se ejecutarían en su mayor parte en 1951. Hasta entonces, las murallas de la otra banda se extendían desde el puente de San Alejandro en 200 metros, que serían ampliados, tras ganarse terrenos al río con las nuevas murallas, hasta ocupar una extensión de 540 m lineales. Y se construyeron, por el entorno del transbordador de la sal, almacenes de clasificación de materiales y productos, especialmente para vino, pues las autoridades apostaron por que los caldos de El Puerto y Jerez tuvieran aquí su primer centro exportador por vía marítima. Le cupo a la motonave Delia, alemana, el 17 de julio del 51, ser el primer barco que en el nuevo muelle cargó sus bodegas de nuestro preciado producto.

vapores5_8_puertosantamaria

El nuevo río que quedó con las obras de los años 40-50. / Foto, colección Luis Serrano.

Con los años, todo se fue al traste. Principalmente, por el poco calado del río, que requería repetidas obras de dragado que económicamente se hicieron insostenibles. El principal responsable de la construcción del muelle comercial y del dragado del río, que ciertamente trajo un considerable auge en el tráfico marítimo (como había sucedido a fines de los 20 y comienzos de los 30), fue Juan Machimbarrena Aguirrebengoa, quien fuera nombrado Ingeniero Jefe de Obras del Puerto en febrero del 46, en sustitución de Antonio Durán.

vapores5_9_

El segundo de los Adriano atracado en el muelle del Vapor.

La navegación en la bahía mejoró considerablemente con las obras que mediado el siglo XX se realizaron en las entradas de los puertos de Cádiz –los espigones de Levante y de la Punta de San Felipe- y El Puerto.  “Antes –recordaba Pepe en 1976-, cuando había levante no se podía estar en el puerto de Cádiz. Muchos barcos se iban a Matagorda y los que sabían entrar se iban al Puerto. Aquí también los espigones ha sido lo mejor que se ha hecho. En El Puerto, los espigones de encauzamiento del río, el de La Puntilla (o de Poniente, de 1.324 m) y el de Valdelagrana (o de Levante, de 935 m), se inauguraron en 1970, por labor del entonces Ingeniero Jefe, José Antonio Español (1924-2004, ver nótula núm. 1892).

vaores_5_10_puertosantamaria

Un atestado vapor rumbo a Cádiz

Tal era el panorama físico y económico de la ría del Guadalete a fines de los 40 y comienzos de los 50, cuando la bahía y España entera continuaban viviendo los años de la posguerra y los Adriano I y II seguían, día tras día, surcando la bahía.

LOS PASEOS

Travesías, realizadas en 35 o 40 minutos, que siempre seguían el mismo derrotero, describiendo un arco (desde Cádiz, poniendo proa hacia Valdelagrana y luego caer hacia la bocana del Guadalete) para evitar que los vientos de poniente y levante no molestaran y salpicaran a los pasajeros. Al respecto, Pepe ‘el del Vapor’ solía responderle a quien le preguntaba por el motivo de esta maniobra con el viejo refrán A la mujer y el viento, una cuarta a barlovento. Siendo el de levante, en tierra, un viento realmente molesto, en el mar las aguas se calman con el levante, al contrario que con el poniente.  

vapores5_11_puertosantamaria

Cómo ronea, cómo presume… Atracando en Cádiz, en la Puerta del Mar, como hicieron los vapores y los faluchos durante siglos, hasta que en 1993 se cambió el punto de atraque del Adriano III al muelle Alfonso XIII, junto a la Estación Marítima.

Célebres fueron los paseos que se organizaron a partir de 1955 con motivo del Trofeo Carranza al concluir agosto, cuando el Adriano II se convertía en un reclamo turístico para los foráneos  que a Cádiz venían a presenciar los partidos. El propio promotor del ‘trofeo de los trofeos’, el alcalde gaditano José León de Carranza –que vivía en El Puerto, en la plaza San Francisco- fue durante años, entre 1948 y 1969, cuando falleció, uno de los más asiduos viajeros del vapor, a quien Pepe siempre recordó con afecto. Como a Alfonso Sancho, el ex-alcalde y bodeguero portuense. O al también bodeguero Agustín Blázquez. Y al historiador gaditano Álvaro Picardo. Y a  Joaquín Vich, de quien Pepe dijo que “fue el que más malos ratos ha pasado con el problema de la barra. Él fue mi gran maestro, venía todos los días con nosotros. Era el capitán más joven que tuvo la Compañía Transmediterránea y vivía en una casa frente al muelle del Puerto que tenía un molino para el agua. A mí me consideraba como de la familia.

vapores5_12_puertosantamariaY recordaba al Padre Alegría, de quien contó –como para olvidarlo- esta simpática anécdota: “Es la primera vez que he visto a una persona que, cayendo, grite ¡auxilio! Habíamos atracado en el muelle del Puerto y cayó entre él y el barco. Le dio tiempo a gritar por el aire. Fue increíble porque, además, no le pasó nada.” /En la imagen de la izquierda, la letra del Vaporcito en el libreto original de Los hombres del Mar, 1965.

Fue entonces cuando Pepe dijo aquello de “no es gaditano del todo aquél que no se ha montado una vez en tan típico barco.” Y también sostuvo que Paco Alba, el autor del celebérrimo pasodoble del Vaporcito del Puerto, nunca navegó en el Adriano II. Y no le enmendaré yo la plana a alguien que realizó –se ha calculado- no menos de 150.000 travesías cruzando la bahía. 

EL PASODOBLE

Recordaba en la anterior entrega la que lió Perro Pachón en el Punta Umbría el año 34. Algo similar le ocurrió a Pepe. Lo contó en la citada entrevista: “…Estos viajes eran muy malos por las discusiones y las peleas y cuando un barco va tan abarrotado cualquier cosa de estas supone un disgusto muy grande. Una vez, uno de Jerez que venía borracho se tiró al agua y decía que quería llegar nadando hasta Jerez. Tuvo la suerte de que estaba la Draga cerca y ‘los ganguis’ salieron pronto a recogerlo. Pero él seguía en sus trece y tuvieron que llevarlo hasta El Puerto tendido boca abajo en la cubierta. Allí lo estaba esperando la Guardia Civil. Era Comandante de Marina don Francisco Martel y lo dejaron libre porque la madre vino llorando y todo.”

vapores5_13_puertosantamaria

Pepe ‘el del Vapor’ y José Rodríguez ‘el Sopa’ mientras Los hombres del mar cantan el pasodoble en el Adriano II. / Foto, Andrés Fdez. Valimaña.

altavoz50Pulsar sobre el altavoz de la izquierda para escuchar la letra del pasodoble de Los Hombres del Mar, original de Paco Alba 'El Vaporcito'. Año 1965.

Buenos tiempos fueron para el Adriano II  los de los carnavales gaditanos -las ‘Fiestas Típicas Gaditanas’ de entonces-, cuando las travesías se redoblaban y de las que nació, de la mano de Paco Alba, el inmortal pasodoble de Los hombres del mar cantado en el Carnaval de 1965 y desde entonces repetido en infinitas ocasiones como el himno de la bahía gaditana (no oficial) que es (a veces rematado con el Asturias patria querida).

vaores5_15_puertosantamaria

Fotograma  de La Becerrada con Juan Fernández Sanjuán haciendo de sí mismo, con un simpático 'lepanto' sobre la cabeza.

Escenas de dos películas se rodaron en el Adriano II. En 1947 (el año de la Virgen de la Escollera) La Lola se va a los Puertos, basada en la obra de los hermanos Machado (1929), ambientada en 1860 y dirigida por Juan de Orduña con un reparto encabezado por Juanita Reina. La otra cinta fue La becerrada, una comedia que dirigió José María Forqué en 1962 con guión de Jaime de Armiñán y la interpretación de Fernando Fernán Gómez, Manuel Alexandre, María José Alfonso, Rafaela Aparicio, Irene Gutiérrez Caba...

 vapores5_16_puertosantamaria

VARADO

El Adriano II prestó su servicio hasta 1982, cincuenta años después de botarse en Maniños. Se varó entonces en la margen izquierda del río, se macizó el fondo con hormigón y se pensó en convertirlo en un restaurante, pero la idea no cuajó. Terminó, como el Adriano I, desguazado.

vapores5_17_puertosantamaria

El Adriano II en sus últimos tiempos, atracado en la otra banda.

Pero a la saga de los Adriano aún le quedaba muchas travesías por cubrir. En 1955 comenzaría otra etapa,  la penúltima de las que se han sucedido desde que hace dos mil años comenzaron las travesías entre El Puerto y Cádiz. (Texto: Enrique Pérez Fernández) Continuará

vapores5_18_puertosantamaria

Los Adriano II y III en una postal de los años 70

Más Capítulos de Enrique Pérez sobre: Los Adriano: Historia de una tradición.
Capítulo 1. Los vapores (1840-1929). Nótula 1.986

Capítulo 2. Los faluchos. Nótula 1.993.
Capítulo 3. Antonio Fernández, ‘el Adriano’. Nótula 2.007.
Capítulo 4. Adriano I (1930-1955) Punta Umbría (1929-1934). Nótula 2.021.

En la imagen siguiente, el muelle del Vapor en 1930, próximo a concluirse. A la izquierda, el Hotel Vista Alegre. /Foto: Herederos de Eduardo Ruiz Golluri (entonces alcalde de la ciudad) es copia del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

vapores_4_1_puertosantamaria

En julio de 1930 se concluyó un nuevo muelle del Vapor, que sustituyó al que un año antes desbarató la explosión del Cádiz, el que en 1901 construyeron los Millán para el uso exclusivo de sus vapores de pasajeros. El nuevo se levantó a  iniciativa de la ‘Comisión Administrativa del Puerto del Guadalete’, en hormigón armado, que es el que sigue en pie junto a la plaza y fuente de las Galeras, con algunas reformas y al día de hoy sin uso. Se dio por inaugurado el 31 de julio, festividad de San Ignacio, como fue bautizado, aunque la gente lo continuó llamando muelle del Vapor, desde que en 1840 se levantó el primero en el mismo lugar.

EL PUNTA UMBRÍA.
Cuando el Adriano I llegó del Guadalquivir –de la Exposición Iberoamericana de Sevilla- otra embarcación venía cubriendo el servicio marítimo entre El Puerto y Cádiz, desde el 6 de octubre de 1929, cuando comenzó las travesías –con motivo de una novillada a celebrar en Cádiz- el yate Punta Umbría,  acabado de construir aquel año en Isla Cristina por el armador onubense Manuel Orta.

vapores_4_2_puertosantamaria

En los primeros años 30 y en medio del río, el Punta Umbría. /Foto: Colección Francisco Mata en copia de Luis Serrano.

La iniciativa de restablecer y renovar la línea –la que sustituyó al vapor Cádiz- partió de un íntimo amigo de Orta, el armador de buques José Monís García, que entonces pasaba el verano en nuestra ciudad, en su recreo ‘Nuestra Señora de los Milagros’. El consignatario era Antonio Ruiz de Cortázar, con local enfrente, en la plaza de las Galeras esquina a Micaela Aramburu (donde estuvo el Bar la Galera y hoy La Venencia); que también ejercería como tal, al paso de unos años, del Adriano I.

El Punta Umbría tenía 21 metros de eslora, motor diésel de 120 caballos, apto para recorrer 12 millas a la hora (la ida y vuelta de El Puerto a Cádiz) y capaz para 215 pasajeros. Desde su llegada al Guadalete, su punto de atraque y embarque fue al otro extremo del Parque Calderón, en la escalinata del muelle general inmediata al puente de San Alejandro. Se decía entonces en la Revista Portuense que “podrá salir y entrar con todos los aguajes sin esperar mareas, lo que permitirá realizar los proyectos de su armador de hacer cada día cuatro viajes del Puerto de Santa María a Cádiz, y otros cuatro de regreso, a horas fijas y adecuadas para enlazar con los diversos trenes” (el mixto, el expreso y el ómnibus, y las mercancías y correspondencias, en el mensajero  y el correo).

vapores_4_3_puertosantamaria

Detalle de la fotografía anterior, con su publicidad

Pero la falta de experiencia en la travesía, unida a condiciones climáticas adversas, le hizo pasar al Punta Umbría un mal trago a los tres días de inaugurarse la línea, el 9 de octubre del 29, cuando quedó encallado al salir del río, sin más consecuencia. Lo contó la Revista: “El vapor Punta Umbría al emprender ayer su viaje a la capital, y efecto a la intensa niebla que existe, quedó embarrancado poco antes de llegar a la barra, frente a la Puntilla. Allí permaneció hasta la marea de la tarde, en que salió por su propio impulso, dándole remolque hasta este puerto un bote del mismo vapor.

LA BUENA COMPETENCIA.
A partir del 15 de junio de 1930 el Adriano I  y el Punta Umbría compartieron el servicio durante cinco años, no pisándose en lo posible los horarios y en armonía y sana competencia, como está dado en la gente de mar  y se comprobó el 14 de agosto del 34, cuando ocurrió esto:  “Accidente marítimo.- Lo sufrió en la noche del domingo cuando hacía un viaje a la capital, el vapor Adriano que encalló abriéndosele una vía de agua cuando navegaba por las proximidades de La Puntilla. Tras ímprobos esfuerzos por el peligro que significaba acercarse al Adriano y con el auxilio de unas lanchas, fue tomando el pasaje que llevaba el Punta Umbría, quien lo condujo a Cádiz. El Adriano pudo ser sacado ayer del lugar donde embarrancó y conducido al varadero, lugar en el que le será reparada la avería sufrida.

vapores_4_4_puertosantamaria

Horarios en la prensa de la época. La corrida la lidiaron Armillita Chico, Domingo Ortega y Victoriano de la Serna.

Movido día aquél para el Punta Umbría, porque unas horas antes ocurrió que un individuo –Perro Pachón lo llamaban, que la llevaba tan gorda que ni el agua se la quitó-, tras insolentarse con otros pasajeros, se escribió en el periódico, “optó por último por tirarse al agua cuando se encontraba dicho vapor en plena barra. Tras de originar que el barco evolucionara, al par que una lancha hasta restituirle a bordo, volvió el hombre a hacer la gracia cuando ya el Punta Umbría se encontraba frente a la fábrica de gas…” Ya en tierra fue invitado por dos guardias a visitar al sr. Juez de Instrucción.

vapores_4_5_puertosantamaria

El Adriano I en 1933, en reposo próximo al puente de San Alejandro. Al fondo, los trabajos de la draga. /Foto: Colección Francisco Mata.

Ni al paso de dos meses, otro suceso de más calado impidió que el Punta Umbría tuviera una larga vida. Justo a los cinco años de comenzar las travesías, el 7 de octubre de 1934, la embarcación se fue a pique en el puerto de Cádiz. Pasó que una fuerte marejada de levante provocó que el patrón perdiera el gobierno al enfilar la dársena y la resaca lo hizo chocar contra la punta del muelle del Martillo. Hubo tiempo para que el remolcador de los prácticos del puerto -el Mercedes- acudiera en su auxilio y lograra atracar el barco, salvándose los nueve pasajeros y la tripulación (el patrón, un mecánico y dos marineros). Después, al ser remolcado para vararlo en lugar más protegido, se hundió. Al paso de unos días se reflotó y se puso en reparación, pero las averías que sufrió impidieron que el Punta Umbría volviera a navegar. Me suena.

vapores_4_x_puertosantamaria

El Adriano I atracado delante del Parque Calderón, junto a unos faluchos. Detrás podemos ver el imponente edificio que existía con anterioridad a la actual sede de Romerijo.

antiguo_romerijo_puertosantamaria

El desaparecido edificio donde hoy se encuentra Romerijo, y donde en las dos puertas de la derecha se encontraba el antiguo Bar ‘La Draga’. Enfrente, cruzando la calle Jesús de los Milagros, el actual Bar ‘La Herrería, ‘El Antiguo Dragón’, cuando El Puerto era más marítimo y marinero.

...continúa leyendo "2.021. LOS ADRIANO. La herencia de una tradición. 4: Adriano I (1930-1955) y Punta Umbría (1929-1934)"

3

vapores3_1_puertosantamariaLos tres Adriano que surcaron la bahía entre El Puerto y Cádiz durante 81 años (1930-2011) para siempre irán asociados a la figura de José Fernández Sanjuán, Pepe ‘el del Vapor’. Y es de justicia, porque en su prolongadísimo día a día –-donde se conforman las pequeñas-grandes historias de la cotidianidad--  fue un ejemplo de vocación y entrega a un oficio y a una sociedad.

Pero su figura y la historia de los Adriano no puede entenderse sin la de otro personaje,  su tío Antonio Fernández, quien diseñó, financió y puso a navegar a los dos primeros Adriano. Con la intención  de recuperarlo del olvido, esbozaré en esta página la vida de este singular y brillante gallego. /En la imagen de la izquierda, Antonio Fernández diseñando ¿alguno de los Adriano?

EN LA EXPOSICIÓN IBEROAMERICANA DE SEVILLA.

vapores_3_3_puertosantamaria

Nuestro protagonista, Antonio Fernández Fernández, al que apodaban ‘el Adriano’, el nombre de su padre, arribó a Sevilla en octubre de 1929, cuando tenía 64 años. Desde mayo venía celebrándose en la ciudad  -tras una larga espera de veinte años desde que se concibió el proyecto- la Exposición Iberoamericana, donde se dieron cita, además de las regiones españolas y las provincias andaluzas y Portugal, algunos de los países de la otra orilla para mostrar sus culturas, sus realidades, sus avances.

Antonio llegó al Guadalquivir navegando desde la ría de Ferrol en su barco Adriano I, que desde que lo construyó en 1927 cubría, sólo los veranos y con miras turísticas, la línea Ferrol-La Coruña, tripulado por su hermano José como patrón y tres hijos de éste, Eduardo, Andrés y, de maquinista, José (nuestro ‘Pepe el del Vapor’, cuando llegó a Sevilla, un joven de 20 años). En aguas gallegas, tras salir de la ría de Ferrol y cruzar mar abierto, el Adriano viraba hacia La Coruña pasando por el castillo de San Antón, la Torre de Hércules y La Marola (marejada en gallego), un islote peligroso por sus bajos al que sólo se podía acercar con buen mar. Un dicho gallego lo dice: ‘Quen pasou A Marola, pasou a mar toda’; ‘Quien pasa La Marola, pasa la mar toda’.

vapores_3_2_puertosantamaria

Entrada a la ría de Ferrol, protegida por los castillos de San Felipe y La Palma. Al fondo, Barallobre.  

En la larga travesía a Sevilla (613 millas) acompañaron a Antonio su hermano José, su sobrino Pepe ‘el del Vapor’ y un maquinista (que al poco tiempo, de regreso a su tierra, al entrar en la ría de Ferrol naufragó y pereció ahogado).

vapores_3_4_puertosantamariaEl motivo de la venida al Guadalquivir, participar en el acontecimiento alquilando la motonave a grupos de turistas que quisieran navegar entre Sevilla y Sanlúcar; como ya lo hizo otro Adriano a partir de 1840 con sus “hermanos” los vapores Trajano y Teodosio (los nombres de los tres emperadores romanos nacidos en Hispania). /En la imagen de la izquierda, José Fernández Fernández, el primer patrón del Adriano I, en 1955, a bordo del Adriano II.

En El Puerto hacía tres meses que se fue a pique, al explotar la caldera, el vapor Cádiz cuando estaba atracado al muelle del Vapor, que también quedó destruido. Sus propietarios, los ‘Herederos de Antonio Millán’, después de haber estado a cargo de la familia la explotación de la línea El Puerto-Cádiz durante 57 años, decidieron no continuar con las travesías con otro vapor de su flota y, al paso de unos meses, renunciaron a la concesión municipal del muelle (cuya reversión se cumpliría en 1950), “en atención –le decían en una carta al alcalde- al cariño que tanto nuestro padre como nosotros hemos profesado siempre al Puerto”.

vapores_3_5_puertosantamaria

El Adriano I en el Guadalquivir, en 1929.

En noviembre, José María Millán marchó a Sevilla y contactó con Antonio Fernández. Le contó lo de la explosión del Cádiz y su intención de no emplear otro barco en la travesía. Y le ofreció que se hiciera cargo del servicio el Adriano I  a condición de que la familia Millán siguiera siendo la consignataria de la línea, con base en El Puerto. Y Antonio Fernández, ‘el Adriano’, aceptó la propuesta. Lo que iba a ser un periplo de ida y vuelta a la ría de Ferrol cambió, porque el Adriano I  nunca más volvería a navegar en aguas gallegas. Se hizo andaluz.

EL POLIZÓN QUE TRIUNFÓ. 
Antonio Fernández había nacido en 1866 en la parroquia coruñesa de San Pedro de Eume, en el concejo de As Pontes de García Rodríguez, en un paraje envuelto por las hermosas Fragas del río Eume. Aquí, con su familia, dedicada a las labores del campo, pasó sus primeros años hasta que en 1882, al cumplir los 16 y buscando nuevos horizontes de vida y futuro, como tantos otros gallegos, decidió emigrar a tierras americanas. Marchó de polizón en un carguero a Cuba, sólo con el bagaje de su corta experiencia como aprendiz de carpintero. Pero también le acompañaba una recia personalidad, una inteligencia natural y muchas ganas de abrirse camino. Y bien que lo consiguió.

vapores_3_6_puertosantamaria

La ciudad cubana de Cienfuegos, la Perla del Sur. Plaza de José Martí.

Se asentó en Cienfuegos, el activo puerto comercial situado a orilla de la bahía de Jagua o de Cienfuegos, en el mar de las Antillas. Comenzó a trabajar en el sector del ferrocarril, y después en el de la construcción, donde encontró su sitio y su porvenir. Pese a su escasa preparación técnica y cultural, su tesón y talento natural lo convirtieron en un apreciado contratista y constructor, alcanzando al paso de pocos años una holgada posición económica. Lo suficientemente sólida como para decidir, en 1900, cuando tenía 34 años, en una Cuba recién independizada de España, regresar, a los dieciocho años de su partida, a su Galicia natal, convertido en indiano. Motivos de salud, una frágil salud de hierro que siempre acompañó a Antonio, también le inclinó a saltar de nuevo el charco.

DE VUELTA A CASA.

vapores_3_7_puertosantamaria

El astillero de Antonio Fernández (segundo por la izquierda) en Maniños, donde nacieron los Adriano I y II.Cuando Antonio Fernández volvió a España no se asentó en las tierras interiores de su Eume natal, sino en la margen izquierda de la ría de Ferrol, en la parroquia de Barallobre. Sus años vividos en la bahía de Cienfuegos le habían apegado más al mar que a la tierra. En Barallobre instaló, en memoria de sus primeros años de aprendiz, una carpintería, y en la inmediata playa de Maniños un pequeño astillero, donde se construyeron, en 1927 y 1932, los dos primeros Adriano. En ambos negocios y quehaceres pasó el resto de su vida, diseñando y trazando planos, incluidos los de los Adriano, porque Antonio era más que apañado y habilidoso para todo lo que se proponía.

vapores_8_puertosantamaria

El Monumento al Caminante Desconocido, un “capricho” de ‘el Adriano’.

Aún hoy la huella de este gallego bajito, enjuto y todo nervio, perdura en Barallobre:  en el ‘Monumento al Caminante Desconocido’ que de su bolsillo construyó en 1934 a las afueras de la población, consistente en una biblioteca al aire libre rodeada de un jardín con los nombres de destacados personajes gallegos en el respaldo de los bancos (que en 1984, con motivo de la reurbanización del entorno, reubicaron junto a la carretera de Perlío a Maniños).

vaores_3_9_puertosantamaria

El Cine Adriano en Barallobre, en 1960.

O en el imponente Cine Adriano que construyó en 1947. Pero la más destacada huella de Antonio en su tierra es la casa de estilo colonial que para habitarla diseñó y construyó entre 1918 y 1921, con la ayuda de sus tres hermanos: Perla del Sur la llamó, como era y es conocida Cienfuegos, la hermosa ciudad cubana que le dio todo.

vapores_3_10_puertosantamariaPERLA DEL SUR.
Esta singular construcción,  hoy más conocida como la ‘casa del Adriano’ y ‘casa de la maleta’, se levanta en la ladera de una colina que desde Barallobre domina, en una vista impresionante, la ría de Ferrol. Es una vivienda realmente peculiar, en la que Antonio Fernández dio rienda suelta a su ingenio y experiencia como constructor, resultando una casa a modo de palacete con planta de flecha biselada formada por ocho fachadas, en el que se entremezclan diversos estilos –propio del eclecticismo imperante en la época- pasados por el tamiz de ‘el Adriano’. /En la imagen de la izquierda, la Perla del Sur, la casa de ‘el Adriano’ en Barallobre.

En la siguiente foto reproducimos una imagen, de cuando aún la Perla del Sur no estaba concluida, del centenario tejo –el árbol sagrado celta- que plantó junto a la casa, en el que aparece la familia de Antonio –él en la cúspide- sobre tres plataformas de hormigón dispuestas entre la podada copa. Las cosas de ‘el Adriano’…

vapores_3_12_puertosantamariaDe tan singular arquitectura destaca el mirador que levantó sobre la terraza, dando vista a la ría y asentado sobre ocho columnas a modo de un templete circular en las que descansa una cúpula nervada (muy similar al del Palacio de Ferrer, al fondo de la foto de Cienfuegos adjunta), y rematando el conjunto, la estatua de un hombre, el propio Antonio Fernández, que simboliza el regreso del indiano, portando una gabardina bajo el brazo, a sus pies una maleta (de aquí el nombre con el que es conocida la casa), y levantando con el otro brazo un faro, que de noche emitía destellos, símbolo del éxito alcanzado y guía para quienes siguieran el camino que él emprendió en su juventud. /En la imagen de la izquierda, el cenador del centenario tejo con la familia de ‘el Adriano’

Del interior de la casa resaltaría las cinco placas de mármol que Antonio dispuso en 1925 en las paredes de una de las estancias, que recogen otras tantas reflexiones filosóficas con estos encabezamientos: LA PATRIA, LO PASADO, EL PRESENTE, EL PORVENIR y QUEDA DISPUESTO. De la lectura de los textos deduzco, junto al testimonio que me contó un familiar, que Antonio fue un hombre comprometido con su tiempo, universalista, con conciencia de clase, defensor de los derechos de los trabajadores, solidario con sus semejantes, a quienes ayudó en no pocas ocasiones, republicano cuando llegó la República, multado por las autoridades franquistas cuando llegó el Movimiento...; más allá de ideologías, diría yo que un humanista librepensador. Y muy peculiar. Su lema, también grabado en la casa, era El trabajo es mi Dios y el mundo mi tumba. Falleció en 1946, sin tiempo para haber construido el tercero de los Adriano.

vaores_3_11_puertosantamaria

La figura de Antonio Fernández dominando la ría de Ferrol desde el mirador de su casa.

DEL GUADALQUIVIR AL GUADALETE.
Antonio nunca olvidó, por todo lo que le dio, a Cuba. Así que cuando se enteró de que iba a estar presente con un pabellón en la Exposición Iberoamericana, decidió, después de 29 años alejado de la isla, reencontrarse con ella en Sevilla y organizar el periplo turístico con miras económicas que llevaría al Adriano I al Guadalquivir y, tras el evento sevillano y el acuerdo con José María Millán, a la bahía de Cádiz, en un viaje sin retorno.

No puedo precisar cuándo llegó el Adriano I al Guadalete. Siempre se ha dicho y escrito que en el mismo año 29, pero la documentación que poseo no lo corrobora. En cualquier caso, no fue hasta el 15 de junio de 1930 cuando por primera vez comenzó a anunciarse en la Revista Portuense el nuevo servicio de pasajeros entre El Puerto y Cádiz, seis días antes de que en Sevilla concluyera la Exposición Iberoamericana.

vapores_3_13_puertosantamaria

El Adriano I (1927-1955) en el Guadalete, frente al Parque Calderón y la Casa de Rivas (hoy Romerijo).

Vivía entonces El Puerto buenos tiempos para el tráfico de barcos en el río y la bahía. En mayo del 29 se constituyó  la ‘Comisión Administrativa del Puerto del Guadalete’, dirigida por el ingeniero Ignacio Merello Llasera (tío de Rafael Alberti). Hasta los primeros años 30 la Comisión promovió, entre otras obras, el dragado del río, la apertura de un nuevo canal en su embocadura, la construcción de un nuevo muelle del Vapor, la de un transbordador aéreo de sal para transportarla desde la salina de La Tapa a las bodegas de los barcos (desmantelado a fines de los años 60), y una fábrica de cementos Portland. Con tales acciones creció considerablemente el tráfico marítimo de mercancías, permitiendo la entrada en la ría del Guadalete de buques de hasta 1.700 toneladas. La guerra civil y los primeros años de la posguerra paralizaron las expectativas nacidas durante la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República.

En 1930, las condiciones estaban dispuestas para que comenzara a navegar entre El Puerto y Cádiz el Adriano I, el que construyó un singular gallego en un pequeño astillero de la ría de Ferrol. Todo un personaje. (Texto: Enrique Pérez Fernández) Continuará

Más Capítulode de  Los Adriano: Historia de una tradición.
Capítulo 1. Los vapores (1840-1929). Nótula 1.986
Capítulo 2. Los faluchos. Nótula 1.993.

 

 

vapores_2_1_puertosantamaria

A partir de 1840 los vapores fueron sustituyendo a los faluchos.

El brazo de mar que une El Puerto con Cádiz, el atajo y la alternativa al largo camino terrestre que bordea el arco de la bahía, fue una vía de comunicación abierta al tránsito de mercaderías y de gentes desde siempre, que es decir desde hace dos mil años, cuando Balbo el Menor fundó en la tierra firme frontera a Gades el Puerto Gaditano. Desde entonces y en todo tiempo la travesía debió realizarse en consonancia al mayor o menor desarrollo poblacional y económico de ambos enclaves en el curso de la Historia.

La primera mención a un pasaje la encuentro en la Crónica  de Alfonso X (1284), donde se refiere que en 1255, sublevado el Infante don Enrique a su hermano el rey Sabio, procedente de Lebrija y camino del destierro en el reino de Aragón, “fue al Porto de Santa María. Y como quiera que el lugar no era aún poblado, estaban  navíos y entró él en uno de ellos y fue por la mar a Cádiz…”.

UN MONOPOLIO DE LOS MEDINACELI

vapores2_2_puertosantamariaUno de los periodos álgidos de las travesías se vivió en tiempos de los Reyes Católicos, durante el último tercio del siglo XV e inicios del siguiente. En 1489 se cobraba a los portuenses por el pasaje 4 maravedís, 6 a los jerezanos y medio real a los demás foráneos, aunque los vecinos de Jerez de continuo se quejaban porque se les cobraba más de lo estipulado. Ya entonces –por antiguo derecho impuesto no sé cuándo- el paso de El Puerto a Cádiz estaba monopolizado por los señores de El Puerto, los duques de Medinaceli, y en sus manos permaneció hasta bien entrado el siglo XVIII, siempre explotado por vía de arrendamiento. /En la imagen de la izquierda, Luis Francisco de la Cerda, IX duque de Medinaceli (1689-1707). Retrato de Jacob F. Voet, hacia 1684. Museo del Prado.

Era la ‘renta del pasaje’, que proporcionaba a las arcas ducales estimables beneficios; y a quien osase contravenir el monopolio, la inmediata pérdida del barco infractor y una multa de 600 mrs. El privilegio provocó en repetidas ocasiones las quejas de los vecinos, hasta que en 1542 interpusieron pleito ante la Real Chancillería de Granada contra el duque, entonces don Juan de la Cerda, “que tiene puesta una Barca de pasaje en el Río que va del Puerto a Cádiz y no consiente que ningún vecino ni otra persona alguna tenga Barco en el dicho río ni nadie pueda pasar por otra parte sino por su Barca y la arrienda y el arrendador lleva excesivos derechos ahora sea rico o pobre el que hubiere de pasar”. Tampoco faltó por estos años la picaresca, porque fue costumbre que los tripulantes de los barcos exigieran a los forasteros “un quarto después que son salidos fuera del río”, leo en documento de 1536.

La exclusividad del pasaje continuó hasta el año 1743 (aun después de que El Puerto dejara de ser –en 1729- un señorío para convertirse en ciudad realenga), cuando una Real Orden de Felipe V eliminó el monopolio en razón a que “no ha habido título de concesión ni otro que la tolerancia anticuada, quiere Su Magestad que se quite enteramente este impuesto”. Pero los antiguos señores no cejaron en su pretensión, pues no fue hasta el año ¡1804¡ cuando la Chancillería de Granada definitivamente dio por zanjado el asunto.

vapores2_3_puertosantamaria

Navegando frente al Bosque de los Conejos del Coto de la Isleta. / Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

Durante el siglo XVII, los barcos ducales del pasaje eran embarcaciones de porte, fragatas, los también llamados ‘barcos luengos’, con tres palos con aparejos de cruz y unos 30 metros de eslora. Notablemente mayores que los barcos del pasaje que se generalizaron en los siglos XVIII y XIX, los faluchos (o falúas y falucas), las embarcaciones empleadas desde la Edad Media en todo el Mediterráneo para la pesca y el comercio de cabotaje, arbolado con un palo inclinado a proa y vela latina. Fueron los barcos empleados en la travesía –más o menos acondicionados para ello- desde que se “liberalizó” el servicio en 1743 hasta mediado el XIX, cuando paulatinamente fueron desapareciendo ante la llegada de los “modernos” vapores.

TESTIMONIOS DEL PASAJE

vapores2_4_puertosantamariaLos testimonios de pasajeros que realizaron la travesía y que de ella escribieron son numerosos, especialmente durante el luminoso siglo XVIII gaditano y la decadente primera mitad del XIX. Acaso el más antiguo es de 1593, de un diario que a modo de guía de viaje escribió monseñor Camilo Borghese (1552-1621), a quien el Papa Clemente VIII envió como nuncio ante la corte de Felipe II. Recaló entonces en El Puerto, procedente de Sanlúcar, y escuetamente anotó: “A la salida de Sanlúcar saldrá una guarda para saber si llevan algo que deba aduana. Digan que no. Para ir al Puerto de Santa Maria, les saldrán dos guardas a enseñarles la guía que habían pedido en la aduana y darles algo. Ir a Santa Maria a dormir, y dejar allí las mulas, y pasar a Cadiz por mar, y volverse allí.” Hizo carrera monseñor, porque en 1605, a los doce años de su paso por la bahía,  fue elegido Papa con el nombre de Pablo V (pregúntenle a Galileo por él).   /En la imagen de la izquierda, el Papa Pablo V retratado por Caravaggio. Basílica de San Pedro del Vaticano.

vapores2_5_puertosantamariaPara ilustrar cómo eran aquellos viajes en faluchos surcando la bahía de Cádiz –siempre pintados con llamativos y chillones colores, al modo de las naves fenicias- no encuentro mejor manera que interpolar algunos fragmentos de las vivencias que dejaron escritas algunos ilustres personajes; que juntos pueden componer un pintoresco, aunque incompleto, cuadro. En 1794 el joven poeta sevillano José Blanco White dejó esta impresión de la travesía Cádiz-El Puerto: “…la comunicación entre estos dos lugares es tan constante como la de una gran ciudad con sus barrios suburbanos. Barcos llenos de pasajeros cruzan continuamente  la bahía desde el amanecer a la puesta del sol, aunque el viaje no deja de ser peligroso cuando sopla con fuerza el levante en verano o con los temporales del invierno. En la barra del Guadalete […] hay grandes bancos de arena que cambian de lugar y que todos los años causan no pocas víctimas. Los barcos de pasajeros suelen ir atestados de gentes de todas clases.”  /En la imagen de la izquierda José María Blanco White (1775-1841).

vapores2_6_puertosantamaria

El muelle de la Pescadería en un grabado de mediados del XIX.

EL EMBARQUE

Tradicionalmente, en El Puerto los embarques en los faluchos se hacían en el muelle de la plaza de la Pescadería y en la orilla inmediata a uno y otro lado (que no se canalizó con muralla hasta comienzos del XX). vapores2_7_puertosantamaria/En la imagen de la izquierda, Joseph Townsend (1739-1816).

Como testimonio de un embarque, plasmaré el de Joseph Townsend (1739-1816), un sacerdote, médico y geólogo inglés que en 1787 vino al Puerto: “Inmediatamente que hube llegado al Puerto de Santa María me informé de un barco de paso para Cádiz. Me dijeron en la posada que no pasaría ese día. A pesar de esa respuesta, fui a la orilla, donde pronto me vi rodeado de bateleros, que me aseguraron todos que había llegado demasiado tarde para el barco de paso ordinario, pero que por dos pesos fuertes podría tener uno para mí. No queriendo verme retenido allí todo el día, acepté la proposición y fui conducido a un barco medio lleno de pasajeros. Después de haber aguardado casi cerca de una hora antes de que estuviese completamente lleno, nos dimos a la vela. Como el viento era bueno, nuestro pasaje fue corto. Al dejar el barco tuve la mortificación de ver que cada pasajero no pagó más que dos reales o cuatro peniques y medio, en lugar de los dos pesos fuertes u ocho chelines, pero hubiera sido inútil quejarse.” Como ven, la misma “picaresca” que en 1489 y 1536, aún en práctica tres siglos después.

LOS REZOS FRENTE A SANTA CATALINA

Fue costumbre adquirida de antiguo que los tripulantes y pasajeros de los faluchos, tras salvar la barra del Guadalete, frente a la ermita de Santa Catalina (fundada en 1472, donde hoy perduran, pese a los estragos del tiempo y del abandono, las ruinas de la fortaleza de su nombre), ofrecieran una oración a quienes habían perecido tras naufragar en la barra y la Punta de Sta. Catalina (la de Alejandría).

vapores2_8-puertosnatamaria

La peligrosa Punta de Santa Catalina. /Foto, Trotones de Arcos

El primer testimonio es el de un anónimo viajero francés que en un falucho rumbo a Cádiz embarcó en El Puerto el 5 de mayo de 1670, y escribió: “El sitio donde va a juntarse el agua de su canal con el mar es muy peligroso. Se llama Santa Catalina. Hay allí una capilla donde los marinos se ponen en oración en ese paso y advierten a los que conducen que se pongan también; porque allí naufragan a menudo los barcos. 

Al paso de un siglo, otro francés, el diplomático Juan Francisco Peyron, completó en 1773: “allí perecen  a  menudo barcos y los marineros no dejan jamás, cuando están en la barra, de rezar a las almas del Purgatorio para que intercedan por ellos, y la oración no se acaba sin una colecta.” Donativos que se entregaban a la Hermandad de la Santa Caridad, que de antiguo era la encargada de recoger los cadáveres de los náufragos y de sufragar con limosnas las misas de difuntos y sus entierros. (Entre los años 1675-1786 la institución enterró 185 víctimas ahogadas en la barra.) El mayor número se produjo unos años antes de venir Peyron, el 19 de febrero de 1765, cuando un golpe de mar arrastró hasta uno de los bancos de arena, volcándolo, al barco de pasaje llamado El Leoncillo, muriendo todos sus ocupantes. Desconozco cuántos, pero la Hermandad se ocupó de dar sepultura a dieciocho, todos gallegos, que en Cádiz buscaban el sustento. En enero de 1774 naufragaría, cuando transportaba un cargamento de trigo, El Soberbio, uno de los viejos barcos del pasaje aún propio de los Medinaceli.

vapores2_9_puertosantamariaBlanco White continuaba apuntando en 1794: …en medio de toda esta risa y griterío, en cuanto el barco llega a los bajos, el piloto alza su voz con gravedad digna de un sacristán y se dirige al pasaje con palabras parecidas a las siguientes: ‘Recemos por las almas de los que han perecido en este lugar.’ La piadosa exhortación del marinero tiene un efecto sorprendente sobre los pasajeros, y durante unos minutos cada uno de ellos en particular murmura una plegaria, mientras un grumete recoge unas cuantas monedas de cobre de entre los presentes, que se gastan religiosamente en decir misas por las almas del Purgatorio. Concluida esta ceremonia se reanuda la jarana, que dura hasta el mismo momento de desembarcar.” /En la imagen de la izquierda, Cecilia Böhl de Faber, Fernán Caballero (1796-1877).

Y Fernán Caballero, rememorando el año 1814, recién llegada con su familia a la bahía,  en Elia, o La España treinta años ha: “Pasada la barra, […] quitóse el patrón su sombrero y entonó en alta voz un Padrenuestro por las almas de los muchos que han perecido en aquel peligroso escollo.

Otro testimonio del mismo tono lo firmó, de la travesía que realizó en 1826, el marino norteamericano Alexander S. Mackenzie (1803-1848). Pocos años después debieron de perderse los tradicionales rezos frente a la Punta de Santa Catalina, seguramente cuando la ermita dejó de cumplir su función religiosa y los vapores paulatinamente se establecieron, al tiempo que los faluchos, los ‘barcos del pasaje’, fueron perdiéndose  hasta desaparecer. Pero no el espíritu y las maneras de la gente de aquí.

LAS FESTIVAS TRAVESÍAS

vapores2-10_puertosantamaria

Dos faluchos partiendo para Cádiz.

Es de resaltar la insistencia de muchos autores –nacionales y extranjeros- por remarcar el carácter festivo con el que los viajeros, en gran parte de las clases populares, hacían ‘la carrera’, con frecuencia convertida en diversiones populares improvisadas, envueltas por el mar, el olor, el aire, la luz y el cielo de la bahía. Muchos romances, canciones (como la célebre ‘playera’ de Curriyo el marinero), los primeros balbuceos del flamenco, los chascarrillos, las palmas, las voces altas y subidas de tono… De esto, Blanco White, que era más que medio inglés, decía: Cuando hace buen tiempo y la parte femenina del pasaje no está afectada por el miedo o los mareos, los pasajeros entablan la alegre barahúnda propia del carácter de los andaluces y que se conoce con el viejo nombre español de jarana […] No sé si seré capaz de darle una idea de esta diversión. No admite ninguna libertad de acción, pero tolera todas las palabras y frases gruesas que no constituyan una abierta indecencia. Es, si puedo usar la expresión, como una especie de tiroteo conversacional”. 

A LA FERIA Y LOS TOROS

vapores2_11_puertosantamaria

Faluchos abarlobados frente a la plaza de la Pescadería y el Castillo de San Marcos

Especialmente significados eran los días en que la bahía se plagaba de faluchos repletos de gaditanos e isleños y portorrealeños que a El Puerto venían a las ferias y a las corridas de toros.

vapores2_12_puertosantamaria

Un falucho. /Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

En 1777 ya estaba establecida, en el paseo de su nombre, la Feria de la Victoria, durante la segunda quincena de agosto. Ésta era la del sainete La feria del Puerto, del gaditano Juan Ignacio González del Castillo (1763-1800), cuya primera escena arranca en el muelle de Cádiz con la riña de dos patrones de faluchos disputándose –como ocurría en verdad- el embarque de los pasajeros. La misma escena se repite en otro sainete, Los Faluchos del Puerto (1834), de autor gaditano anónimo, en el que muchos de los que se embarcan en faluchos en el muelle de Cádiz lo hacen para asistir a la Feria del Puerto. Esta no era la de la Victoria –hacía años desaparecida del calendario festivo-, sino la Feria de Santa Ana, ya existente en 1790 y celebrada durante tres días, del 26 de julio (su festividad) al 28, en el Campo del Socorro, junto a la ermita de Nra. Sra. del Socorro, posterior de San Antón.

vapores_2_13_puertosantamaria

La Puerta del Mar y el muelle de Cádiz en 1904

Y los toros... capítulo aparte requeriría, por lo que me limitaré a reproducir dos testimonios. Éste de Pedro Antonio de Alarcón, rememorando su estancia en El Puerto en 1854: “Cuando estuve por primera vez en aquel país se iba al Puerto en vapor o en falucho, en tres cuartos de hora...¡De Cádiz al Puerto!, decían los cantos populares llamados caleseras, refiriéndose con especialidad a la complacencia de ir a los celebérrimos Toros del Puerto, que es como quien dice de este Puerto por antonomasia”.

vapores2_14_puertosantamaria

Al fondo, el muelle comercial y la plaza de la Pescadería.

Y el barón Charles Davillier,  Caballerizo Mayor de Napoleón III, apuntó en 1862: “Los toros del Puerto es el título de una canción andaluza, popular en toda España y que pinta maravillosamente el entusiasmo de los habitantes de Cádiz por la fiesta nacional.” Ciertamente, ésta fue la canción más popular y más cantada en la España de la segunda mitad del XIX: “dio la vuelta a Europa”, decía Antoine de Latour.  Se estrenó en 1841, con música de Francisco Salas (1812-1875) y letra del político gaditano Luis González Bravo (1811-1871), escrita un año antes de ser nombrado presidente del Consejo de Ministros. Comenzaba con el pregón... Que vivan los cuerpos buenos/ que viva la gente crúa. /¡Avechucho! atrácame ese falucho. / ¿Quién se viene?, ¿quién se múa? / Aquí tengo el cielo abierto, / ¡que se larga mi falúa!/  ¿Quién se embarca para El Puerto? /Texto: Enrique Pérez Fernández. Continuará 

vapores1_1_puertosantamaria

El Cádiz tras la explosión en el muelle del Vapor. Detrás, en el centro, el Hotel Vista Alegre.

Ocurrió  a las doce y cuarto de la noche del 9 de julio de 1929. Tenía que haber sido una noche más, pero el destino quiso que para el vapor Cádiz fuera la última. Estando atracado en el muelle del Vapor, su caldera explotó al quedarse sin agua. Tres embarcaciones pesqueras, además del vapor, se fueron a pique, ocasionando el estampido el repentino susto a más de medio Puerto así como graves desperfectos en los tablones y herraje del muelle y la muerte a Joaquín Cano Paz, Carichi, un popular vendedor de coquinas que en la Plaza de Abastos se buscaba la vida y que en el Cádiz acostumbraba pernoctar. Se recogieron trozos de maderas y cristales del vapor a más de 50 metros del muelle. En noviembre una grúa pontona extrajo los restos de la embarcación, costando la operación 3.000 pesetas.

El suceso lo reflejaron los Niños vestidos de corto en el Carnaval de 1930. Así decía  la copla de Joaquín Suano: “Cádiz de mis entrañas, vapor del Puerto, Dios lo tenga en la gloria al pobrecillo que se quedó muerto. Estábamos en el Parque con papá Suano, y venían los tablones, las planchas y los pasamanos. Los pasajeros que ahora se embarcan no se marean, ya no molesta el humo que echa la chimenea. Del mismo susto mamá Gatica se desmayó, se le retiró la leche y nos cría a biberón.

Más allá del funesto percance, la explosión del Cádiz conllevó el fin de un largo periodo y el comienzo de la saga de los Adriano. Después de 89 años surcando la bahía para cubrir ‘la carrera’ (como se llamaba, ya en el siglo XVIII, a la travesía entre El Puerto y Cádiz), los vapores de pasajeros dejaron de cumplir para siempre su tradicional función. Al Cádiz le tocó ser el último vapor. Todo comenzó a fines de 1840…

vapores1_2_puertosantamaria

El Real Fernando en dibujo de Antonio Fitz, 1819. Museo Naval de la Torre del Oro de Sevilla.

EL BETIS

El 12 de diciembre de 1840 el Ayuntamiento otorgó la primera concesión del ya denominado muelle del Vapor –en el mismo lugar que hoy- a la gaditana Sociedad de Retortillo (promovida por José María Retortillo Imbrech) para el embarque y desembarco de pasajeros y cargamentos de su vapor Betis; que llevaba tras de sí una destacada historia, pues fue, con el nombre de Real Fernando con el que fue bautizado, el primer barco de vapor abanderado en España.

Construido en Triana, en el astillero de Los Remedios, se botó el 30 de mayo de 1817 por la Compañía de Navegación del Guadalquivir  para cubrir la línea entre Sevilla, Sanlúcar y Cádiz. Su casco era de madera, achatado, de poco calado y revestido con planchas de cobre. La máquina, inglesa, impulsada por ruedas de paletas situadas en los costados le permitía navegar a 6 nudos. La chimenea se alzaba en la mitad del casco, y debajo estaba el compartimento de la maquinaria, aislado con una cámara rellena de serrín para disminuir el calor que desprendía la combustión del carbón. El flamante vapor costó 20.000 pesos.

vapores1_3_puertosantamariaAl paso de los años, el Real Fernando o el Fernandino, rebautizado como Betis, cambió las aguas del Guadalquivir por las del Guadalete. En ellas seguía en julio de 1843, cuando en él embarcó un ilustre pasajero: el español más conocido de su tiempo, el general Baldomero Espartero, que alcanzó la más alta instancia del Estado en mayo de 1841, cuando asumió la Regencia. Su gobierno, caracterizado por una decidida política progresista y un talante cesarista, le granjeó en los tres años que duró su mandato la enemistad de muchos. Sublevados al general algunos compañeros de armas (Narváez, Serrano…), comenzó la huida de Espartero hacia el sur…   /En la imagen de la izquierda el general Espartero retratado por José Casado de Alisal. Congreso de los Diputados.

La noche del 29 de julio de 1843, perseguido por una columna militar, entró, a caballo, en El Puerto, siendo aclamado por sus incondicionales en el Café Nuevo, en la calle Larga. Aquí pernoctó, en la casa de doña Manuela del Castillo (la misma en la que en octubre de 1823 se hospedó Fernando VII), y al amanecer, acompañado de sus más fieles seguidores (entre ellos, el alcalde, Francisco Nicolau), en el muelle del Vapor embarcó en el Betis para Cádiz, de donde partiría, en el navío Malabar, rumbo a su destierro en Inglaterra. Lo contó Pérez Galdós en el relato Bodas Reales (cap.V) de sus Episodios Nacionales: “Espartero llegó al Puerto de Santa María sin más ejército que su escolta, sus ayudantes y un grupo de fieles amigos […] Refugiados en el vapor Betis, firmó el Regente su protesta, último resuello de un poder expirante”.

LOS VAPORES DE LASERRA Y DEL CORRAL

vapor1_4_puertosantamariaEl Betis fue remplazado en marzo de 1844 por el Veloz, propio del vecino de Cádiz Rafael Laserra. Pero el negocio no prosperó –los altos impuestos del Ayuntamiento- y a los tres meses el vapor se fue a Sevilla. Lo sustituyeron en agosto del 45 dos vapores de Pedro del Corral, de fabricación inglesa, el Andaluz y el Infante Don Enrique. Éste llegó desde las rías gallegas, donde cubrió la línea La Coruña-Ferrol (la misma que casi un siglo después realizó el Adriano I antes de su arribo al Guadalquivir y a la bahía de Cádiz). En él embarcó, en noviembre de 1846, el autor de Los tres mosqueteros, Alejandro Dumas, de cuya travesía dejó constancia en su libro De París a Cádiz (1847). Ambos fueron sustituidos en 1848 por un tercer vapor del mismo empresario, el Nerea, que continuó haciendo las travesías durante dos años y para el que se construyó una casilla de despacho de los ‘boletines’ al lado del muelle, frente a la recién inaugurada Posada de Vista Alegre.  /En la imagen de la izquierda, Alejandro Dumas (1802-1870).

LOS AÑOS DE GONZÁLEZ DE PEREDO, 1847-1872

vapor1_5_puertosantamariaLa corta permanencia de estos primeros vapores cambió a raíz de la concesión del servicio que el Ayuntamiento le otorgó en junio de 1847 al santanderino, avecindado en Cádiz, Juan González de Peredo. Durante un cuarto de siglo, hasta 1872, sus dos vapores, el Hércules y el Relámpago prestaron la función de forma simultánea e ininterrumpida. Antes, por encontrarse en ruina, Peredo sufragó la construcción de un nuevo muelle a cambio de su uso exclusivo. Y en la calle Puerto Escondido instaló los almacenes y la fragua de su empresa, y enfrente (antes de que se ganara al río el espacio que en 1895 ocuparía el Parque Calderón) en 1854 levantó otro muelle. Este año, en agosto del 54, recaló en El Puerto otro escritor francés, Antoine de Latour, que hizo la travesía en uno de los vapores. Lo contó en su obra La Bahía de Cádiz: “...a cierta distancia de la desembocadura, se eleva el Puerto de Santa María, o, como lo denomina la gente, el Puerto. Se comunica con Cádiz mediante un servicio de vapores que hacen el trayecto varias veces al día, siguiendo el horario de las mareas. El único obstáculo que encuentran es la barra del río cuya movilidad es a veces peligrosa para las barcas pero que sólo constituye un obstáculo y retraso para los vapores. [...] El vapor, cargado de pasajeros hasta zozobrar no es suficiente para tal número de curiosos; [...] Como ya dije, del Puerto de Santa María se va a Cádiz en un vaporcito que hace la travesía en menos de una hora. Cuando el tiempo es bueno y el mar está en calma es un agradable paseo, sobre todo si algún guitarrista quiere amenizarlo con sus canciones.” /En la imagen de la izquierda, Antoine de Latour (1808-1881).

vapores1_6_puertosantamaria

Y proseguía contando en verso su experiencia de aquella jornada en el Hércules o el Relámpago cuando un joven ciego acompañado de una guitarra cantó algunos romances y coplas de tono picante de las que circulaban por la Baja Andalucía a mediados del XIX. Debió pagar Latour 5 reales si hizo el viaje en popa, o 3 rs. si ocupó la proa, que entonces eran los precios de los boletines.

LA FAMILIA MILLAN, 1872-1929

Recién disuelta la empresa de González de Peredo, el 28 de octubre de 1872 comenzó la que andados los años se convertiría en la etapa más prolongada -57 años continuados- de la historia de los vapores de pasajeros entre El Puerto y Cádiz, por obra del emprendedor y naviero gaditano Antonio Millán Carrasco, fundador de la ‘Línea de vapores Millán’. Primero solo y luego con sus cuatro hijos (Antonio, José María, Salvador y Federico M. Núñez, bajo la sigla comercial ‘Antonio Millán e Hijos’) conformó, desde sus oficinas de la gaditana calle Nueva esquina a San Juan de Dios, una amplia flota de vapores que empleó en distintas rutas: en la bahía, además de la indicada, de Cádiz a Puerto Real, a La Carraca y al Dique de la Trasatlántica; con destino a otros puertos andaluces: Algeciras, Gibraltar, Sanlúcar, Sevilla y Huelva; a otros puertos peninsulares por las rutas del Mediterráneo y del Cantábrico; a las plazas norteafricanas de Ceuta, Tánger, Larache, Mogador y Casablanca; y a las Canarias. Al fallecer el fundador hacia 1916, los hijos continuaron  su labor agrupados en la sociedad ‘Herederos de Antonio Millán’.

vapores1_7_puertosantamaria

La plaza de las Galeras desde el muelle del Vapor de Millán. La caseta a dos aguas de la derecha era un urinario público.

En 1891 se instaló en la margen izquierda del río, frente a la calle Valdés, un varadero-emparrillado para la reparación y limpieza de los vapores. Y en 1901, tras largos e infructuosos intentos siempre paralizados por la burocracia municipal, consiguió construir un nuevo muelle del Vapor (el que destrozó el Cádiz en 1929) que remplazó al viejo y destartalado que levantara Glez. Peredo en 1848.

Fue tradicional que la llegada de los vapores al Puerto se anunciara con dos pitadas, al pasar por la plaza de la Pescadería y al atracar al muelle. Y cuando partía a Cádiz, con tres sonoras pitadas, tal como lo continuaron haciendo -¿a que las oye todavía?- los Adriano.

 vapores1_8_puertosantamaria

Que me conste, ocho fueron los vapores de la familia Millán que se emplearon en la línea Cádiz-El Puerto. No siendo posible aquí hacer una detallada historia de cada uno, me limitaré a apuntar la relación de los sucesivos vapores que se incorporaron a la travesía, no sin antes decir que en los primeros años, entre 1874 y 1879, la empresa de Antonio Millán tuvo la competencia de la llamada ‘Vapores del Puerto’, del gaditano Simplicio José Navarro –que había sido su socio-, quien puso en servicio el vapor Luisa, expresamente construido para cubrir la travesía y de la que fue patrón el portuense Andrés Montes.

DE EL PUERTO A CÁDIZ. 

El servicio entre El Puerto y Cádiz lo inauguró en octubre de 1872 el San Antonio, cubriéndolo hasta 1883. Ocupado luego en otras líneas en la bahía, continuaba activo en diciembre de 1902, cuando entró en el Guadalete remolcando una balandra cargada con maquinaria para la fábrica de cervezas de los hermanos Tosar de la calle Larga.

vapores1_9_puertosantamaria

Imagen propiedad del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

El Emilia (el nombre de la esposa de Millán) prestó la función, siendo su patrón el portuense Joaquín Gómez Roldán, entre 1883 y 1895, compartiendo los viajes a partir de 1888 con el Puerto de Santa María, que continuó hasta 1921, cuando dejó de surcar la bahía transportando pasajeros para reconvertirse en una gasolinera mercante.

vapores1_10_puertosantamaria

El Vapor Cádiz. /Foto: Archivo Luis Suárez Ávila.

En 1895 se incorporó a la flota el Cádiz, acaso el más emblemático de los vapores de los Millán, el del trágico fin en el verano del 29. (Un año antes sucedió en él otro suceso: al acceder al vapor su patrón, Antonio Bruzón, resbaló, se dio un golpe en el vértice de la cabeza y pereció ahogado. El cadáver se recuperó a los tres días, frente a Luja.) El Cádiz se botó en el gaditano astillero de Vea-Murguía el 6 de marzo de 1894, por iniciativa del naviero gaditano Modesto Martínez Escauriaza, pero no pasó a manos de Antonio Millán, por compra al extractor de vinos jerezano Ricardo Ivison, hasta abril del 45. Tenía 30 metros de eslora, 5 de manga y 2 de puntal, desplazando 183 toneladas con motores de 200 caballos. Fue diseñado por la empresa londinense ‘Novelli y Cía’. Al principio tenía capacidad para 210 pasajeros: 150 en dos cámaras (de primera en popa y de segunda a proa) con dobles hileras de bancos, y 60 bajo una toldilla central con bancos corridos. En 1917 fue reformado íntegramente, pasando a tener cabida para 320 (el Adriano III, con 5 metros menos de eslora, podían ocuparlo 200 pasajeros).

vapores1_11_puertosantamaria

 A bordo del Vapor Cádiz. /Foto: Archivo Luis Suárez Ávila.

vapores_anuncio_1903_puertosantamariaEn marzo de 1901 comenzó a navegar el Puerto Real, también construido en el astillero de Vea-Murguía y con diseño basado en el Cádiz, aunque algo menor: 27 metros de eslora, 5 de manga y 1’88 de puntal, desplazando 100 toneladas. Tenía la particularidad de que los interiores de las cámaras se decoraron con motivos árabes. Muy bonito, sí, pero sus prestaciones dejaron mucho que desear, originando frecuentes quejas de los viajeros, especialmente por su limitada y desesperante velocidad. Al año de botarse, en abril de 1902 se incorporó a la travesía el Mercedes (el nombre de una hija de Millán), hasta entonces dedicado a la línea  Algeciras-Gibraltar, que al contrario que el Puerto Real, por su comodidad y rapidez contó con el beneplácito de los viajeros. Ambos dejaron de hacer la travesía ya mediado los años 10. /En la ilustración de la izquierda, anuncio del Vapor en la Revista Portuense, año 1903.

 vapores1_12_puertosantamaria

El vapor Cádiz. /Foto: Colección Miguel Sánchez Lobato.

En 1914 se sumó a la flota el Violeta, que no era un vapor, sino un barco con motor de explosión alimentado con gasolina, aunque, por la tradición acumulada, se le continuó llamando vapor, como continuaría ocurriendo hasta nuestros días con las motonaves de los Adriano. Aún cubría la travesía en el verano de 1926, al tiempo que las compartía con el Cádiz y, sólo en ocasiones puntuales en la década de los 10, especialmente cuando en el coso portuense se celebraban corridas de toros, con el Cristina.

 vapores1_13_puertosantamaria

El Cádiz, el último vapor. /Colección Manuel Pacheco Albalate.

Tradicionales fueron aquellos auténticos DÍAS de toros de antaño, cuando la bahía se poblaba de todo tipo de embarcaciones para asistir a los espectáculos. En ocasiones, los vapores –por ejemplo el Infante Don Enrique en 1846- remontaban el río –ay, Guadalete- hasta el embarcadero de El Portal para recoger a los aficionados jerezanos, al igual que lo hacían con los isleños en el puente Suazo.

vapores1_14_puertosantamaria

A bordo del Cádiz con sombrero jipi japa. /Foto Colección Miguel Sánchez Lobato.

Larga historia la de los vapores de pasajeros entre Cádiz y El Puerto, como después fue la de los Adriano, pero no tan dilatada como la de los legendarios ‘barcos del pasaje’, la de los faluchos que cubrieron la carrera antes de los vapores. De ellos escribiré en una próxima entrega. /Texto: Enrique Pérez Fernández. 

2

tomascologanosborne_puertosantamariaTomás Cólogan Osborne nació en El Puerto de Santa María, el 4 de mayo de 1920. Era hijo de Antonio Cólogan Zulueta y de Elisa Osborne Vázquez. Tenía seis hermanos más siendo Tomás el mayor. Su infancia la disfrutó en la casa paterna de la calle Pagador frente a la Iglesia Mayor Prioral, que ahora la ocupa el Museo Municipal.

Del él solo se guardan unas pocas fotos y su breve y triste historia que nunca olvidaremos en mi familia. Sólo tenía dieciocho cuando su vida se terminó y lo hizo de una manera cruel e inhumana. Su muerte cayó como un mazazo en su familia. Moría el hermano mayor, el guía para sus hermanos más pequeños y el orgullo de sus padres. Después de su muerte en 1938 ya nada fue igual.

En la madrugada del 6 de marzo de 1938, Tomás se encontraba embarcado en el crucero nacional Baleares, que navegaba acompañado de los navíos de igual clase Canarias y Almirante Cervera, todos bajo el mando del contralmirante Vierna. En el momento en que la flota partía de Palma de Mallorca se produjo un encuentro fortuito con la flota republicana, procedente de Cartagena, a las 00:45 horas de la noche. La flota republicana estaba formada por el crucero Libertad, el Méndez Núñez y dos flotillas de destructores, que representaban una fuerza superior a la nacional y necesitada de victorias, pues su inactividad estaba ocasionando un debilitamiento de la moral en su bando. A las dos de la madrugada, tras varios contactos entre ambas flotas, se encontraron a tan solo unos 2.000 metros de distancia, abriendo fuego, inicialmente, el crucero Baleares e iluminando con bengalas a la flota republicana. A este ataque respondió el crucero Libertad, y tras él, los destructores Sánchez Barcaíztegui, Antequera y Lepanto lanzaron una andanada de torpedos que impactaron en el Baleares. Inmediatamente se divisó una columna de humo de más de 1.200 metros de altura. Tras el impacto, el almirante republicano González Ubieta, ordenó el alto el fuego y ambos bandos abandonaron el combate.

crucerobaleares_1_puertosantamaria

Dos destructores británicos, el Boreas y el Kempenfelt, que observaron la explosión, se dirigieron a toda máquina a la zona de combate. A las 3:50 h, el crucero Baleares seguía en llamas y se distinguía a los hombres en el agua. Cuando el Canarias intentó ir al rescate, el Baleares ya se estaba hundiendo, arrastrando a 788 hombres, pereciendo todos sus jefes, la casi totalidad de sus oficiales y la marinería. Solo se salvaron 460 hombres gracias a la ayuda recibida de los buques británicos. Fue el mayor desastre ocasionado en un buque de guerra en la historia de la marina española. A las 07:20 horas, reaparecieron los cruceros nacionales, iniciándose el traslado de los heridos. El Canarias permaneció con las máquinas en marcha y no arrió ningún bote, en previsión de otro posible ataque, que efectivamente se produjo a las 08:58 horas, cuando una formación de nueve Tupolev SB-2 Katiuska bombardearon los buques, llevándose la peor parte el Boreas, en el que se produjo un muerto y cuatro heridos. Triste tributo para una acción tan desinteresada.

hundimiento_baleares_crucero

Tomás escribió en 1937 la siguiente carta desde el crucero Baleares y a sólo cinco meses del trágico hundimiento: A bordo 5 de octubre de 1937. ¡Viva Cristo Rey! ¡Arriba España!. Sr. D. Juan Lamamié de Clairac: Querido amigo: Como verás te escribo desde el invencible Crucero «Baleares». Por fin pude embarcar y aquí me tienes en Ferrol paseando por cubiertas y sollados o por las calles de esta simpática ciudad. Estoy muy contento, ya que es la primera vez que estoy haciendo algo por la patria en un puesto de vanguardia. Creo que dentro de unos 10 días nos darán permiso a los andaluces para ir a casa, yo me figuro estaré entre ellos, si no es así el día que llegue a esa te pondré un telegrama para que vayas a la estación y podamos charlar un rato. Yo iré con un muchacho del Puerto y  pensamos parar en las principales ciudades para aprovechar la ocasión y poder verlas, así es que espero que irás y nos enseñes algo de Salamanca.  Y de tu familia, ¿tienes buenas noticias?, espero que sí. Me he encontrado aquí a un muchacho de [...] muy amigo de Semprún y que estuvo en Curia el primer año, se llama Maríano Sachamargo, quizás le conozcas.  Bueno Juan, pues hasta pronto, porque espero que me den permiso aunque no me puedo hacer muchas ilusiones. Un abrazo muy fuerte de tu mejor amigo. (Tomás Cólogan Nº 566. Crucero «Baleares». Biblioteca. Ferrol) /Texto: Carlos Cólogan Soriano.

Más información en GdP: Nótula 1.545 Cuatro portuenses en el Crucero Baleares.

7

En la fotografía, de izquierda a derecha: José Sánchez Ivars, José Rico, conocido como ‘Joselito Baltasar’ uno de los ‘llamaores’ de El Puerto y Antonio Pascual Rostoll, en el ‘Martínez Ferrer’, anteriormente llamado ‘San Servando’. La figura del llamador está prácticamente perdida con la aparición de los teléfonos móviles. Otros llamadores fueron Vicente Albaiceta Núñez conocido como  ‘Manolico’ y Manuel Patino Berciano.

vidaenelmuelle_puertosantamaria

Hace años, en la práctica totalidad de los puertos andaluces existía un personaje que, siempre alerta y a cualquier hora de la madrugada se encargaba de avisar a los pescadores insistiendo una y otra vez para informarles que había llegado el momento de partir hacia alta mar. A esta persona, todos cariñosamente la conocíamos como el “llamaó”.

Su voz en la madrugada era inconfundible para los hombres de la mar y sus familiares. No solamente se conformaba con recibir el “ya” por parte del pescador, además de esto, lo esperaba y lo acompañaba hasta el muelle para que junto al resto de sus compañeros pudiera comenzar la singladura. Su figura era imprescindible, y como fieles cumplidores de su trabajo no desfallecían en su cometido. Difícilmente un pescador no zarpaba para la mar por quedarse dormido.

Los bares cercanos a los muelles de El Puerto eran los puntos de encuentro de los marineros. Un ejemplo de ellos es el desaparecido bar “La Lucha”, que estaba situado en la Bajamar de El Puerto de Santa María. A ellos también acudía el llamador, el cual estaba atento y pendiente a cualquier indicación de la tripulación. Era uno más de ellos, participaba del día a día, de todo cuanto acontecía alrededor del barco, de sus capturas, de las condiciones meteorológicas adversas, de las averías, y en definitiva, de la problemática personal o laboral de cualquiera de sus compañeros. Aunque los pescadores cambiaran de embarcación, el “llamaó” seguía avisándoles, pues la relación entre ellos era de por vida. Tal es así, que se acercaban también a los entresijos familiares y se desvivían por ayudar en ausencia de la marinería.

subastadepescado_11-puertosantamaria

Descargando para la subasta del pescado.

Aparte de las funciones de avisador, actualmente en la vecina localidad de Sanlucar de Barrameda, también suelen actuar como lancheros, o incluso se dedican a la guardia y custodia de las embarcaciones mientras permanecen en puerto. Tan importante es su trabajo, que sus hijos suelen seguir la tradición, reemplazándolos llegado ya el momento de no poder continuar por razones de edad o por problemas de salud.

Son personas vinculadas a la mar, la mayoría de ellos son pescadores ya jubilados o incapacitados para su profesión habitual por cualquier problema de accidente o enfermedad pero, sin duda alguna, son uno de los eslabones del sector pesquero. Desde el punto de vista laboral no cuentan con la cobertura necesaria ya que tan solo reciben las cantidades que conciertan con los marineros por marea. Sin embargo en Sanlucar de Barrameda por la dedicación a otras tareas, el llamador por uso y costumbre participa del antiguo sistema tradicional “a la parte” percibiendo cantidades en consonancia con las faenas realizadas.

Desgraciadamente, hoy por hoy, la figura del llamador se encuentra en vías de extinción, pues las nuevas tecnologías han llevado a los barcos a autorregular sus salidas. Vaya este reconocimiento a aquellos que se marcharon y a los que actualmente quedan entre nosotros. A su atenta voz de madrugada y a su extraordinaria y eficaz colaboración con la actividad extractiva y con los hombres de la mar. /Texto: Antonio Carbonell López.

1

The_Battle_of_Trafalgar-puertosantamariaEn los días que sucedieron al nefasto 21 de octubre de 1805 (se cumplen hoy 208 años), penúltimo desastre naval, una decena de barcos derrotados, con sus bodegas llenas de heridos, la mayoría desarbolados y con graves averías,  fueron zarandeados a placer por la tormenta que azotó el Golfo de Cádiz, desde el cabo Trafalgar al de Santa María, desde Tarifa hasta Faro, terminando por arrojarlos, desencuadernados unos, varados otros, a las costas gaditanas y onubenses. /En el folleto inglés, se relatan las hazañas victoriosas del almirante Horacio Nelson en Trafalgar, quien pereció en la batalla naval.

Cercano a nuestra ciudad, según relata magistralmente la historiadora gaditana Lourdes Márquez Carmona en su artículo “Naufragios de la Batalla de Trafalgar y El Puerto de Santa María”, publicado hace una década en el número 30 de la “Revista de Historia de El Puerto”, zozobraron cuatro embarcaciones; dos francesas: El “Indomptable”, navío de 80 cañones al mando del capitán Hubert que se fue a pique pereciendo casi toda su tripulación, y el “Aigle”, de 74 cañones, capitaneado por Courrége que también se hundió, posiblemente frente a la Punta de los Saboneses, entre El Puerto y Puerto Real, y dos españolas: El “Neptuno” del porte de 80 cañones, mandado por el Brigadier Cayetano Valdés, el mismo que dieciocho años después dirigiría la falúa en la que Fernando VII viajó de Cádiz a El Puerto, liberado por los Cien Mil Hijos de San Luis Y el segundo barco de línea de la Armada española naufragado fue el “San Francisco de Asís”, de 74 cañones, comandado por Luis Antonio de Flores.

Cayetano_valdes_puertosantamariaHace unos años, - en 2005- con motivo de la celebración del segundo centenario vieron la luz infinidad de libros, artículos y reportajes en los que se analizaban y desmenuzaban todas las circunstancias y detalles de la efeméride. En estos días en que estas trágicas jornadas vividas por nuestros antepasados cumplen 208 años desde que se produjeron voy a relatar dos anécdotas de salvamentos de náufragos, de entre las muchas que conforman esta página de la historia moderna de España./ En la imagen de la izquierda, retrato de Cayetano Valdés y Flores capitán general de la Real Armada. Pintado por José Roldán y Martínez, realizado en Sevilla en 1847, por encargo del Museo Naval.

El “Neptuno”, que tenía 55,6 metros de eslora (largo) por 15 de manga (ancho) debió encallar en alguna de las escolleras naturales que rodean al fuerte de Santa Catalina. Podemos hacernos una idea del encaje que debió tener entre las rocas al mantenerse allí varado sus restos durante al menos dos años, tiempo que se tardó en rescatar toda su artillería. Con el mar embravecido resultaba imposible organizar el rescate de la tripulación. El método empleado en estos casos era armar una “jangada”, una especie de balsa construida con los propios restos del naufragio y con troncos de árboles, en la que se incluían numerosos asideros y dos postes, a proa y a popa, a los que ataban cabos para remolcar en las dos direcciones. A esta operación de tirar –jalar- desde el barco naufragado hacia él, y la contraria, desde tierra, cuando los náufragos se situaban encima de la balsa, se la denominaba “alar la jangada”.

neptuno_puertosantamaria

Alzados y perfiles del 'Neptuno'.

Los marineros valencianos que formaban un curtido gremio en El Puerto  intentaron acercarse con sus barcas, valiéndose de su experiencia e intrepidez, pero les resultó imposible, pudiendo llegar tan solo a voz del barco. Desde la distancia, preguntado los tripulantes, que animales vivos llevaban a bordo, dijeron que gallinas y una pareja de cerdos. Siguiendo las indicaciones de los marineros arrojaron al mar uno de los cerdos al que habían atado a una de las patas traseras una cuerda robusta, aunque fina, que a su vez enganchaba a otra más gruesa que pudiese servir de cabo a la jangada. El cerdo, a pesar del fuerte temporal, alcanzó tierra nadando y de esta forma se pudo, alando la jangada, llevar a tierra gran parte de la tripulación, siendo rescatados los heridos, entre los que se encontraban el propio Valdés, el segundo comandante Joaquín Somoza y el resto de supervivientes, días después, al amainar el temporal, por parte del capitán Ayalde, Ayudante General de la Escuadra.

planoyperfiles_santacatalina_puertosantamaria

Plano y perfiles del Castillo de Santa Catalina.

El otro navío, al que simplificadamente llamaban “Asís”, debió varar frente a Vistahermosa o Fuentebravía, en mejores condiciones para poder enviar un cabo a tierra que el “Neptuno” si no hubiera sido por la furia del mar que impedía que nadie pudiera acercarse a tierra, donde estaban preparando la jangada de rescate. En esas circunstancias, se le ocurrió al comandante Flores arrojar un tonel vacío con el cabo atado y esperar a que el oleaje lo llevase a tierra. Y así fue, aunque no acababa de llegar a la orilla por el reflujo del oleaje, ante la desesperación de un nutrido grupo de militares del Regimiento de Zaragoza, que estaban de guarnición del fuerte de Santa Catalina, del Departamento marítimo y de los Carabineros Reales que esperaban en la playa poner en marcha la jangada para el rescate. Rompiendo la impotencia pasiva de sus camaradas, un carabinero, azuzó a su caballo y ambos se internaron entre las olas con gran valentía y riesgo hasta alcanzar el barril, permitiendo el inicio  del rescate de los tripulantes del “San Francisco de Asís” que estaban ya en tierra en la madrugada del día 25, contabilizándose como una buena cifra que no pasasen de treinta el número de ahogados, lo que vendría a suponer un 5% de los tripulantes, y casi todos debidos a intentos fallidos de llegar a tierra a nado.

sanfranciscodeasis_puertosantamaria

Combate entre el San Francisco de Asís y tres fragatas el 25 de enero de 1797

A todos los que participaron y colaboraron en el rescate y cuidado de los náufragos se les realizó público reconocimiento de su labor, y a la oficialidad se le elevó un grado, siendo especialmente elogiados el capitán de Fragata Pedro Cabrera, el teniente de Fragata Francisco Michelena y el coronel del Regimiento de Zaragoza,  el Brigadier Narciso de Pedro, que fue ascendido a Mariscal de Campo y como tal participó en la Guerra de la Independencia.

Como habéis visto, tanto el cerdo como la montura del carabinero, dos animales, fueron parte importante en el feliz rescate de numerosos náufragos. / Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. Puertoguía.

9

joseantonioespanol_puertosantamariaJosé Antonio Español Caparros nació en Larache en 1924, cursó estudios de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en Madrid y, en 1955 inicia su carrera profesional como ingeniero en la térmica de Cádiz. A El Puerto llegó en 1962 como director de la Comisión Administrativa de Obras y Servicios y permaneció hasta 1982. Tres años después fue designado consejero del Consejo de Obras Públicas y Urbanismo, hasta su jubilación en 1989.

Destacó por su espíritu emprendedor y su dinamismo. Su fuerte carácter –algo que muchos recuerdan no siempre con una valoración positiva—y su capacidad de decisión que hizo que la fisonomía del muelle cambiara totalmente. Uno de sus principales logros consistió en aumentar el calado del puerto, ya que hasta ese momento, podían acceder muy pocos barcos, incluidos los de pesca. Para ello construyó el espigón de Levante y el de Poniente, y periódicamente se dragaba para evitar que se perdiera el calado.

A partir de ese momento, pudieron entrar barcos de algo más de cincuenta toneladas y toda la flota pesquera. Además, las labores de carga y descarga se intensificaron y El Puerto se independizó del muelle de Cádiz, creciendo económicamente. En la época de Fernando T. de Terry de alcalde (ver nótula núm. 749 en GdP) durante los años 1971 a 1976 colaboró con el Ayuntamiento de forma desinteresada, en varios proyectos importantes.

puntilla_vapor_guadalete_puertosantamaria

La playa de La Puntilla, sin espigón, solo con escollera que definía los límites del Guadalete.

puntilla_aerea_espigon_puertosantamaria2

La playa de La Puntilla, con el espigón de su nombre. Enfrente los terrenos ganados al río, procedentes del dragado, que conformaron los nuevos terrenos de la Autoridad Portuaria, entonces Junta de Obras de Puerto.

Fue muy amigo del sacerdote Ramón González Motaño, párroco del Carmen y San Marcos, con quien trabajó en muchos proyectos. El cura Ramón no entendió la postura de Español Caparrós, cuando se opuso al encierro de los pescadores, en enero de 1977 en la parroquia de la que éste era titular. Sii bien, mas tarde González Montaño conocería en profundidad todos los detalles: eran tiempos difíciles --la Transición democrática-- y todo el poder de la provincia, bajo la dirección del Gobernador Civil, puso sus miras en aquel encierro, apoyado no solo por Español Caparrós, sino por otros en el poder local. Además, fue presidente honorífico del Real Club Náutico (ver nótula núm. 1.132 en GdP).

Estaba casado con María Cruz Echániz Echeevarría. En El Puerto nacieron dos de sus seis hijos, que estudiaron en el Colegio de La Salle. Algunos ex alumnos de los años sesenta todavía recuerdan su figura en el Colegio, de cuya Asociación de Padres  formó parte.

homenaje_espanolcaparros_puertosantamariaEn 1998 recibió un homenaje conjunto de la Demarcación de Andalucía Occidental del Colegio de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, descubriéndose una placa conmemorativa del acto, situada en un pequeño monumento realizado para el mismo, consistente en un cangilón de una draga, sobre una piedra de escollera: nada mas representativo. Como recordaron en el homenaje, «cuando llegó a El Puerto en 1962, se podía cruzar andando la desembocadura del río Guadalete de una margen a otra, siendo un grave obstáculo para la flota pesquera. Gracias al trabajo profesional que desarrolló durante los años que estuvo al frente del puerto se trasladó el mismo a la margen izquierda, liberando los terrenos donde estaba el muelle, para la Ciudad. Se obtuvieron terrenos nuevos parra el puerto con los productos del dragado que se colocaban en unos recintos y se trasladó la lonja pesquera a la margen izquierda».  /En la imagen, el que fuera presidente de la Autoridad Portuaria, Rafael Barra Sanz, haciéndole entrega de un recuerdo en el homenaje recibido.

monumento_espanolcaparros_puertosantamaria

El monumento homenaje a Español Caparrós que contiene la placa homenaje: un cangilón de la draga, sobre una piedra de escollera, situado delante del edificio de la Autoridad Portuaria.

homenaje_espanol_caparros_puertosantamaria

Personal de la Autoridad Portuaria asistente, entre otros muchos, al homenaje ofrecido a José Antonio Español, delante del monumento que le dedicaron. De pié y de izquierda a derecha: Ramón Sánchez Mendoza José Ramon Bravo Garcés, Ricardo Mena (Consignatario),  Rafael Catalán Alonso, Rafael Barra Sanz (Presidente de la APBC), Cristina Guerrero, Ignacio Höhr Gómez, Juan Garcia Ragel, Luis Peral García, Manuel Albert Gálvez, Santigo Acuña Camacho, Luis Pablo Duque, Antonio Magariño Rivas; agachados de izquierda a derecha, José Luis Sánchez Pacheco, Jose Maria Romero Peña, Juan Luis Sánchez Leveque, Francisco Manuel Rodriguez, Lorenzo Chacón, Armengol Viñas (fallecido y Director de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cädiz entonces) y Juan José Rosano. Año 1998.

Fallecido el 26 de abril de 2004, hubiera cumplido 80 años. Las banderas del Ayuntamiento ondearon a media asta por la muerte de Español Caparrós, único homenaje que le realizó la Ciudad en su conjunto a quien, a pesar de su controvertido carácter, tanto hizo por el desarrollo de la misma desde los terrenos portuarios y colaborando en otras iniciativas de corte social.

corporacion_espanol_puertosantamaria

En el salón de plenos del Ayuntamiento de Isaac Peral, mediados los sesenta del siglo pasado,durante la presentación de unos proyectos inmobiliarios al que asintió Español Caparrós. De izquierda a derecha, primera fila, Juan Melgarejo Osborne, Fernando Arjona Cía, José Puente García, Francisco de Bernardo Fernández, Manuel Rebollo Laínez, desconocido y Francisco Rábago de Celis. En la segunda fila, Maximino Sordo Díaz, José Antonio Español Caparrós y Francisco Díaz Vance, interventor municipal. En la tercera fila, José Caveda Arias, Juan Martín Vélez, desconocido y fotógrafo desconocido.

espanolcaparros_caricatura_puertosantamariaEL INGENIERO.
Reproducimos a continuación, actualizado, un artículo del experto en temas marítimos y pesqueros, Antonio Carbonell López, publicado en Diario de Cádiz en noviembre de 2003. /Ilutración: caricatura de Vicente Morató.

Durante años, con el profesor y amigo Paco Piniella, mantuve una sección en Diario de Cádiz sobre el mundo del mar, bajo el nombre genérico de ‘La Meridiana’. Comentaba la importancia de los diálogos que había mantenido con mi hermano Rafael, pescador jubilado ya fallecido; gran parte de los datos que había reflejando en ‘La Meridiana’ se debían a sus conocimientos como lobo del mar.  En una de esas ocasiones me refería la labor tan extraordinaria que había realizado el Ingeniero con los pescadores. También Manolo Roldán, estupenda persona, a quién admiro y aprecio, que trabaja desde la década de los sesenta como técnico --ya jubilado-- en lo que hoy conocemos como Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, me había referido en muchas ocasiones el buen hacer del Ingeniero en El Puerto. Y tengo la seguridad que los pescadores onubenses y gaditanos admiraban al Ingeniero.

virgendelcarmen1974_puertosantamaria

De izquierda a derecha, Manuel Martínez Alfonso, José Alvarez Sevilla 'Gavina', Manuel Pérez Pichaco (Montero), Antonio Cólogan Osborne, desconocido, Comandante Jefe del Puesto de la Guardia Civil, José Nowel del Río segundo comandante de la Ayudantía de Marina de El Puerto, el Administrador de Aduanas, José Antonio Español Caparrós y Manuel Sañé, Comandante de Ayudantía de Marina. Misa celebrada en la Lonja del Pescado con motivo de la festividad de la Virgen del Carmen. Año 1974.

Pues resulta que antes de construirse los espigones de Poniente y Levante en la desembocadura del Guadalete, obras que finalizaron en 1970, la entrada de arenas que arrastraban las corrientes litorales y formaban la barra en la boca del río, impedían, al existir peligro de accidente, que los barcos pudieran pasar por el Guadalete a media marea o bajamar escorada. Precisamente sobre uno de los puntos considerado fatídico por la marinería debido a los naufragios que ocasionó porque había un bajo de piedras, el Ingeniero construyó el espigón de Levante. Desde entonces, y han transcurrido 43 años, ninguna embarcación se ha perdido y tampoco se ha ahogado ningún trabajador del mar.

Me han dicho que el día que se hundió la última embarcación en la entrada del río, la recordada ‘Santa Teresa’, había buen tiempo con un poco de mar de leva, incluso el entrañable Pepe ‘el del Vapor’ a bordo del Adriano preguntó a los pescadores si necesitaban ayuda, continuando su recorrido hacia el muelle al no recibir ninguna señal de socorro. Pero en un santiamén el barco se destrozó en el mismo momento que la marea comenzaba a subir y siete pescadores murieron ahogados. El caso es que también los hundimientos en el mismo lugar de los barcos ‘Santa Ines’, ‘Josefa Caturla,’ y el conocido por el apodo de ‘Ojos Verdes’, son referencias de la importancia que hoy tienen las obras que acometió y dirigió el Ingeniero que ejerció la profesión en la Bahía de Cádiz durante 23 años.

virgendelcarmen_005_puertosantamaria

De izquierda a derecha, Antonio Carbonell, Juan Manuel Pedreño, presentador del acto, su esposa Susi Weber, Lourdes Zuriaga y Basilio Rogado, de Televisión Española y la Cadena Ser respectivamente. En el Restaurante El Resbaladero durante Homenaje del sector pesquero  a José Antonio Español Caparros, ‘el ingeniero’;  al exportador de pescados y mariscos José Gutiérrez, ‘Pepe el Chófer’ y al pescador Manuel Bernal Genaro. 14 de julio de 1985. /Foto Garpre. Colección ACL.

Por aquel entonces, una vez construidos los espigones, el Ingeniero mantenía el calado del río al contar con un tren de dragado continuo donde la inolvidable draga de cangilones, la ‘Cinta’, velaba por la seguridad de los trabajadores del mar porque sin ningún peligro los barcos pesqueros y mercantes navegaban por el río. Por eso , recordaba en 2003, hace 10 años, cuando la Iglesia celebraba el Día del Hombre del Mar y se rendía homenaje a pescadores y colaboradores del sector, como al bueno de Pedro Herrera Vaca, patrón y marinero de la Bahía, que había fallecido hacía escasas fechas, también me acordaba de la trayectoria del muy particular y controvertido, pero eficaz y trabajador don José Antonio Español Caparrós, Ingeniero Director de la Junta de Obras de Puerto en El Puerto de Santa María, que todavía nombramos, sin más, como el Ingeniero. /Texto: Antonio Carbonell López.

1

el_bato_pacoarniz_puertosantamaria‘El Bato’, fallecido en 1994, era un personaje singular. Si alguien preguntaba por Francisco Merino González, nadie lo conocía. Sin embargo, al que se interesaba por ‘Bato’ lo llevaban hasta el mismo pesquero abarloado en el muelle, donde se encontraba enrolado. Esto ocurre con los motes, apodos y apelativos cariñosos en los pueblos. Una pena que en las mayoría de las ciudades se haya perdido éstos. Personaje querido dentro de la marinería, jamás hizo daño a nadie. Todo lo contrario. A veces se hacía pesado hasta la saciedad, pero simpático. Jamas se sabía en una conversación cuando se iba ‘el Bato’… /En la ilustración, ‘El Bato’. Óleo de Francisco M. Arniz Sanz. 1983.

El crítico de arte Manuel Fernández Nieto, escribía en abril de 1984 sobre este cuadro de Francisco Arniz (ver nótula núm. 1822 en GdP), que representa al marinero Francisco Merino González, ‘el Bato’, expuesto en una muestra del pintor en Barbate hace 29 años: «Ahí queda eso», pudo decir Arniz, descansando., cuando dió el último golpe de pincel al retrato de ‘el Bato’. Golpe de pincel --hay que subrayarlo--. porque lo que utilizó para alcanzar un resultado tan asombroso fue una técnica que está a medio camino entre la pintura y la escultura. El busto de ‘el Bato’ tiene un dinamismo que le permite avanzar, salirse del cuadro, discutir, si llegara el caso, acerca de su indiscutible autenticidad. Puede ocurrir que en este momento haya dos ‘Bato’ en el mundo: el de piel y hueso, y el de Arniz. No importaría que éste no se pareciera a aquél. De cualquier forma,  los buenos retratos superan esa ingenua exigencia del simple parecido, que queda,  como un poso, como la cáscara de una semilla germinada y convertida en árbol. Lo que interesa es el árbol, y aquí está plenamente conseguido.

Esas resquebrajaduras, esos barrancos abiertos en las mejillas fumadoras y en la garganta cargada de afonía: el agua que empaña el cristal de los ojos de mirada ausente, tierna, resignada; el pelo, trigal maduro zarandeado por vientos de dirección contraria; el jersey, que flota sobre una anatomía predominantemente ósea, y esa oreja... elefantina, volandera. amenazadora, si ‘el Bato’ no fuese un hombre-niño tan bueno como el pan bendito.» 

polvorista_elcarmen_puertosantamaria

La parroquia del Carmen y San Marcos estuvo entre 1965 y 1970 en los bajos del edificio del actual Ayuntamiento. A la derecha, en la plazuela de Las Bodegas, vivía nuestro protagonista.

Vivía en la plazuela de Las Bodegas, frente a donde está situado hoy el Teatro Pedro Muñoz Seca. Por su cercanía con la parroquia del Carmen y San Marcos, desde su fundación entre 1965 y 1970 en la plaza del Polvorista y posteriormente en la Avda. de la Constitución, pasaba mucho tiempo por allí,  cuando no andaba embarcado. Unido sentimentalmente a Rosario, a la que llamaba no sabemos si con respeto o temor ‘la Cortijera’, tenían un hijo. Ramón González Montaño, el párroco que latinizó su apodo llamándolo ‘Bato-Batus-Batista’ con una mijita de retranca, consiguió, de acuerdo con la pastoral que se había trazado, que contrajeran matrimonio canónico. ‘Bato’ se hizo un habitual de la parroquia y de los lugares satélites de la misma, el Bar ‘El Rempujo’, ‘Las Cadenas’, ‘El Ermitaño’ de los Gil, cuando se encontraba en el actual Ayuntamiento. Luego, en su emplazamiento definitivo, donde los ‘paraderos alternativos’ serían bar ‘Juanito’, la taberna ‘Pauyata’ donde hoy se encuentra la Comisaría de Policía y donde curiosamente Monseñor José María Cirarda puso la primera piedra de la parroquia del Carmen, aunque luego no se construyera allí y si en frente; ‘La Ponderosa’, con sus idas y venidas con Pepe Basteiro que lo quería mucho y su médico de cabecera, Manuel Peréz-Blanco Muñoz (ver nótula núm. 1187 en GdP); y, en la calle Aurora, la taberna de Vicente Gómez Messeguer, tío de los Soriano Gómez, conocido como Vicente ‘el Borriquete’ excelente patrón de pesca que fue del pesquero ‘Paco Rota’; y posteriormente el Bar ‘Dani’, donde se asentó, cultivó muchas amistades y donde se le recuerda.

luissoriano_aserradora_1961_puertosantamaria

La aserradora de Soriano, en la trasera de la Casa de las Cadenas, en la Avda. de la Bajamar, vemos en el centro de la imagen a Luis Soriano (ver nótula núm. 1009 en GdP), en 1961.

Otro de sus paraderos era la aserradora de Soriano, luego marisquería, trasera del Palacio de las Cadenas, tristemente célebre por su derribo. Tenía un hermano que era empleado municipal y era familiar de Luis Merino, muchos años camarero de la Cervecería Skol, hoy Cervecería ‘El Puerto’.

En San Marcos se relacionaría con Faustino Navas, Antonio Naranjo, José Luis Álvarez Sevilla ‘Gavina’, Gerardo ‘el Carpintero’, Domingo Renedo, Antonio Herrero Tello, Pepe Alonso, Miguel ‘el Cubano’, Gaspar Luis Ramírez Perea… Y con esas reuniones y otras, era peculiar verlo desenvolverse, en su perorata, cariñosa, entrañable, pero jartible al final: «--Nuestra señora del Carmen nos Ampare» cuando se encontraba en el ambiente parroquial; o para entrar en alguna reunión de amigos, «--¿Usted conoce a Don Domingo Renedo?» y Renedo estaba presente en la reunión en la que quería introducirse. En la Cruz Roja: «--La Cruz Roja es muy ‘repetada’», porque ‘el Bato’ se quería poner fino y al final añadía o quitaba letras a sus palabras: «--La Virgen del Carmen nos ‘acompañes’». Soltaba una frase, se iba andando diez pasos, volvía, soltaba otra frase y así, el momento se podía hacer eterno hasta que había que indicarle que se marchara tras tantas interrupciones. Como afirma un marinero que lo conoció: «--’El Bato’ se sabía cuando llegaba, pero nunca cuando se marchaba».

muellepesquero_-puertosantamaria

El variopinto y movido ambiente de la lonja pesquera cuando estuvo en la margen del río lindera con la Avda. de la Bajamar, hoy aparcamientos, locales comerciales y terminal marítima del catamarán.

Estuvo embarcado durante muchos años en los pesqueros de la sociedad García Sánchez-Sánchez Carbonell: Nuevo Pepe Carlos, Horta Grana, Ballena Blanca, Pepe Carlos, José Vicente. Y en los barcos de Francisco Perles Martínez ‘Paquito Marichea’: Nuevo Moruno, Danubio Azul, Marichea. También en los de la familia Roselló Castell: Juan y Guillermo, Matilde Castell, Jaime y Angelita.

‘El Bato’ no prolongó su matrimonio con Rosario. Algo tuvo que ver su afición por la bebida, aunque no era una persona malage, si acaso jartible. La mar no perdona, y los excesos con el tabaco y los caldos de la tierra le pasarían factura: pasaría el final de sus días en una casa de acogida en la calle Cielos frente a donde tuvo el Dr. Pérez Blanco su consulta, en las cercanías de la Plaza de Abastos. En quel hogar, regentado por Cáritas, se daban comidas a los transeúntes indigentes siendo atendido por Pepe González Montaño, Juan Buhigas, Pepe Serrato Barragán e Ignacio Gaztelu, entre otros. Su sepelio lo celebró el diácono Juan Villarreal Panadero (ver nótula núm. 637 en GdP) dejando este mundo en 1994.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies