Al Excmo Sr. D. Alejandro Romero Osborne, Marqués del Arco Hermoso.
"De re coquinaria". Así tituló el hispano-romano Apicio su tratado de cocina. Y se me antoja hacer etimología, un tanto macarrónica, y conectar "coquinarius" con coquina y con coquinero, que así nos llaman a los portuenses. Y no es que yo me trate de remontar al tiempo de los romanos, sino que quiero darle cierta perspectiva y un tanto de abolengo a lo que voy a comentar. Porque lo cierto es que el arte de cocinar no es cosa nueva en estos parajes: oiga Vd. al Profesor Diego Ruiz Mata y se convencerá de cómo es posible reconstruir la dieta de los fenicios y los turdetanos a partir de las fosas de basura que se han hallado en las excavaciones del poblado de Doña Blanca. Pues esos señores ya se daban sus homenajes con la dorada y la lubina a la sal, por ejemplo.
Yo, el otro día, me encontré a José Luis Prieto González, el hijo de Luis Prieto, uno de los más claros puntales de la "re coquinaria " portuense. José Luis me comentaba que a quién se le había ocurrido organizar esas deslabazadas jornadas culinarias. Casi ninguna de las recetas que se ofrecieron tenían nada que ver con la tradición cocinera de nuestra ciudad. Es cierto. Pero también es cierto que muchos de los cuadernos, libretas y libros de nuestros preclarísimos cocineros están o perdidos u olvidados.
A mí se me llena de sanísima envidia el cuerpo cuando veo que una cercana y pequeña villa, como Rota, acaba de publicar un libro sobre su cocina. "Pepe Ramos", José Sánchez Durán, ha escrito con mucho tino y singular sencillez un precioso libro sobre cocina de Rota. Yo le digo a Pepe, para mortificarlo, que el libro no es suyo; que el libro es de Conchi, su mujer, y de su suegro, el singular "Cascarilla", cocinero popular, ya fallecido. Pero aunque el libro no sea suyo, Pepe ha tenido la genialidad de apropiarse de los saberes que todavía y por mucho tiempo han quedado en casa de su suegro, y darlos, muy sencillamente expuestos, al publico en general, para deleite y ejercicio de los desmemoriados o de los interesados por poner sus paladares a punto con el tono culinario roteño.
Aquí, en este Gran Puerto de Santa María, noto que está faltando un buen libro que reproduzca las recetas que hicieron famosos a Gloria Jiménez Loma, a Bella y a Rosarito Simeón, a Luis Prieto, a María Benítez, a Gabriel, a Pepe Ruiz Ramírez, Y estoy seguro que sus cuadernos de recetas están descansando en algún lugar de las casas de sus hijos o de sus nietos, sin pena ni gloria. Tan sin pena ni gloria que acaso poca gente, hoy, tenga memoria de los nombres de estos y de muchos otros anónimos cocineros portuenses. Y entre los anónimos, recuerdo a la larga lista de los enrolados en los barcos de pesca, que dieron un puntito especial a los guisos marineros inventados en alta mar y reproducidos en tierra firme.
La cocina portuense merece un mejor tratamiento, y ya es hora, porque se nos está colando de rondón mucha "re coquinaria" espuria. Dionisio Pérez,en su "Guía del Buen Comer Español", publicada en 1929, hace inventario, recuento y glosa de las recetas portuenses y de los banquetes célebres.
En 1891 se ofreció a Isaac Peral, en este Gran Puerto de Santa María, en el Barrio de Guía, un banquete en el que figuraron veintiún platos de pescados y mariscos todos preparados al estilo de los marineros de aquí. El 26 de febrero de 1899 se dio otro banquete al sainetero portuense Javier de Burgos que se compuso de cinco platos marineros y de muchos entremeses de igual laya.
El inefable Bonilla, marido de Manolita Ganaza, que había sido cocinero del Colegio de San Luis Gonzaga, cuando era internado, recogió de un precioso libro llamado "Cómún modo de guisar que observan en las casas de los Regulares de la extinguida [entonces] Compañía de Jesús", 1795, unas recetas de la sopa hervida y de la sopa de tomate que el famosisimo Melquiades Brizuela ofrecía, dignísimamente a los comensales de la Compañía Trasatlántica en sus cruceros. Seguramente las mismas sopitas a que se refiere Juan Ramón Jiménez, en su carta famosa a Rafael Alberti, que el hermano enfermero le hacía a los colegiales malitos del Colegio portuense.
Este Gran Puerto de Santa María, con sus huertas, sus almendrales, su litoral sus viñas y su campiña ha proporcionado, de siempre, a los paladares más exigentes, platos exquisitos.
Anuncio del Gran Champagne Continental de El Puerto de principios del siglo XX. Todavía se conservan las cuevas en la Finca El Caracol.
Desde el pan: las acemitas, los bollitos preñados, las rosquitas, los cundi, las bobas, las medias bobas; hasta los vinos: el fino, el oloroso , el amontillado, el Pedro Ximénez, hasta los brandíes, el champán (no se olvide, que todavía existe memoria y aún las cavas subterráneas del Champán Continental de Jiménez Varela, que se criaba y elaboraba en las cavas de "El Caracol") o la crema de cacao.
Distintos licores de Crema de Cacao Pico.
Desde las gambas blancas de la bahía, al embutido de marisco, invento portuense que se hacía en un cocedero de las Plaza del Carbón y hoy aún se elabora, ya trasplantado a Cádiz, en la famosa "Cervecería del Puerto" gaditana, hasta las coquinas, las almejas, los camarones, las galeras, los burgadillos, los ostiones o los muergos... Desde las lisas a las doradas, a los robalos, a los sábalos, a las anguilas... Desde las rayas, las caballas, los besugos, los chocos, los malarmados, los lenguados...
No me diga que nunca le han hablado, o Vd. ha tomado la sopa al cuarto de hora, las sopitas de gato, la raya en pimentón, el caldillo de perro, los malarmados a la sal, las anguilas en amarillo o las caballas con fideos.
La Tarta Imperial de Pepe Mesa, con patente de invención, hecha a base de almendras, mantequilla, azúcar, huevos y licor de Cacao.
Si a Vd. no le suena la sopa de arroz con ostiones, las tortillitas de camarones, el rape al pan frito, las lisas en amarillo o en adobo, las panizas, los huevos de fraile, por poner unos ejemplos, o no ha degustado los suspiros de monja, la tarta imperial, el tocino de cielo, las poleadas con coscorrones...; si a Vd. no ha probado las sardinas sin piel ni espinas, ni la mermelada de naranja agria o la de breva que preparaba con especial esmero "Conservas Sur", sin espesantes, ni colorantes, ni potenciadores del sabor, ni otras lindezas actuales, Vd. no sabe lo que es bueno.
Mermelada de breva de Conservas Sur.
Si Vd. no ha comido los boniatos asados, ni el arroz con galeras, ni las papas con chocos, ni las coquinas a la marinera o a la plancha, ni el arroz con coquinas, ni las papas al escándalo, ni la leche frita, el lenguado a las siete cosas, ni la compota de zamboas..., Vd., perdóneme que se lo diga, está pasando por la vida sin pena no gloria.
Si Vd. lo que frecuenta es la llamada "comida basura", la rápida, o, por el contrario, se deleita comentando que ayer estuvo en un "Chino", o se vanagloria de comer en un restaurante de cocina francesa, Vd. es lo que se llama un perfecto y vulgar "paracaidista" o, en cualquier caso, un abominable "piojo resucitado". No me hable Vd. Oiga, que le digo que no me hable. Ande y váyase a informarse y que le digan cómo se ha comido y se come en este Gran Puerto de Santa María. Verá Vd. cosa fina y buena.
Pero antes, por la mañana, al levantarse, tómese un tazón de café y una acemita con manteca colorada y azúcar, que le será provechoso para empezar a funcionar, salga luego a la calle y, antes de proponerse qué es lo que va a poner de comer, busque a alguien con cara de saber antiguo, párelo, pregúntele qué es lo que comía de chico, hágase a la idea mientras el propio le va relatando, póngase en situación, relámase los dedos pensándolo, vaya a la compra, adquiera lo pertinente para ello, póngalo en obra y terminado que fuera, compare y, si encuentra algo mejor, cómprelo. (Texto: Luis Suárez Ávila).