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Reunión de amigos delante del mostrador del Bar Vicente, en una antigua instantánea: Antonio Gil González; Antonio Monge Alonso, con gafas, su hermano Manolo trabajaba en Banco Central; dos desconocidos; Francisco Jiménez Lerdo, fumando con boquilla; dos desconocidos; José Luís Jiménez Lerdo, fumando con boquilla y con sombrero; desconocido; con bigote Gaspar Mauri Ballester, maestro redero, hijo del patrón de pesca alicantino que falleció en diciembre de 2004; agachados Juan Fortes, Francisco Rodríguez Lores y José Luis Palomo Palomo Abadía que tenía un tabernón en la calle Durango, 22. /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

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Son ya todas unas veteranas. Este 2011 han cumplido 50 años de vida. Carmela tendrá ya medio siglo y habrá que celebrarlo… con una buena merienda. A diario, sobre las nueve de la mañana Ignacio Fernández Sánchez, el maestro pastelero de la confitería La Merced de El Puerto, en la calle Ganado, muy cerquita del Mercado, sale con la primera bandeja de estos bollos rellenos de crema pastelera y cubiertos de azúcar glass.

Se hacen todos los días, según cuenta su hermano Manolo que se encarga de gerenciar el negocio que además es cafetería. Es un dulce que se encuentra en muchos sitios, con nombres muy diferentes.  Se abre por la mitad, como un bocadillo y se rellena con crema pastelera, pero ahí está la clave de la belleza de Carmela, el bollo con nombre de mujer, en su interior. La crema pastelera se hace artesanalmente, nada de polvitos que se mezclan con leche y vamonos que nos vamos. Lo bueno, incluso es mancharse un poquito los labios con el azucar… es señal de que se está disfrutando de verdad.

Uno de los expositores frigoríficos con dulces típicos de El Puerto, arriba al centro, las populares 'Carmelas'.

Se escogen del mostrador porque se ocultan pudorosas detras de un cristal. Los hay  incluso que se las piden de dos en dos, por parejas, una cubierta de azucar glass y otra de crema de chocolate, porque Carmela se pone las dos cosas.

Su historia comienza en 1961 cuando su padre, José Fernández Rodríguez, un hostelero de origen gallego muy conocido en El Puerto y que fundó el Bar Jamón, se hizo cargo de esta confitería que tenía un familiar, llamada anteriormente ‘Los Sanluqueños’.

Pepe Fernández Rodríguez, en 'Casa Joselito'.

El padre de Manolo nació hace 85 años en Tuy, en el Concejo de Porriño (Pontevedra). Con once años -en 1934- vino a El Puerto de chicuco, para ayudar en el almacén de unos gallegos existentes en la esquina de la calle Cruces con Postigo: “La Gloria” que luego sería un bar y freidor de pescado. Allí estuvo hasta que se fue al servicio militar. A la vuelta montó en la esquina de la calle Capillera con Postigo un almacén de comestibles y una taberna, “Casa Joselito”. Luego vendrían el Bar Jamón y el Restaurante y otros negocios de hostelería, como esta confitería.

Ya entonces --estábamos en 1961-- se elaboraba este dulce aunque con otro nombre de mujer “Manola”, José lo cambio por un nombre mucho más portuense y marinero, Carmela y hasta hoy se ha quedado. La Carmela se vende a 0,85 céntimos y la confitería está abierta todos los días tanto para desayunos como para meriendas.

Manolo, con una bandeja de las populares 'Carmelas'.

APARTADO CIENTÍFICO.
Meriondología (ciencia que estudia la merienda y todos aquellos fenómenos de comé que se desarrollan después de la siesta. Las carmelas también pueden estudiarse dentro de la desayunística. (Textos: Pepe Monforte).

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Frente al antiguo Ayuntamiento inaugurado en 1897 siendo alcalde Severiano Ruiz Calderón, construido en parte en el desaparecido convento de los Descalzos, en la Plaza de Isaac Peral, esquina a Nevería se encontraba hasta el 'Bar El Chico'. Y una nota curiosa para biógrafos, en este bar estuvo de 'chicuco' el historiador y Dr. en Historia Javier Maldonado Rosso.

Detrás del mostrador, segundo por la izquierda, Paquito, sobrino de 'El Chico'. Delante del mostrador, primero por la izquierda, Manuel Bollullo López; en el centro con traje gris y pañuelo oscuro en el bolsillo de la chaqueta, Camilo Brea Vila. El niño que aparece es Luciano Vázquez Orihuela.

Antonio Jiménez ‘el Chico’ inauguraría en 1934 un café y tienda de vinos y bebidas en la esquina de la Plaza de Isaac Peral con Nevería, en un antiguo edificio ya desaparecido. En el actual se encuentra la Cafetería ‘La Perla’ propiedad de los Hermanos Ojeda Lores. Hacia 1940 ya era propiedad de Andrés Orihuela Jiménez, pasó a llamarse ‘El Imperial’, mismo nombre mantenido por su siguiente propietario, Manuel Balsaobre Montoya. El establecimiento también fue gestionado por los Giles, que seguiría siendo conocido como ‘Bar El Chico’, hasta su desaparición tras la marcha del Ayuntamiento, en 1976 a su actual ubicación en la Plaza del Polvorista.

De pié, Paquito, sobrino de 'El Chico', sentado a la derecha, con la bata de atender en el Ultramarinos, Luciano Vázquez, natural de San Roque (Cádiz), en una reunión jugando al Dominó.

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Existía un acertijo, hace años, en El Puerto que se enunciaba así: “¿Sabe Vd. que animal sobrevive mejor sin agua?”, ante el desconcierto, la respuesta era “La Perdiz”. Y es que el Bar La Perdiz que hoy sigue abierto, tenía enfrente “La Fuentecilla” que al cerrar, cedió sus clientes a dicho otro bar.

Hasta hace unos 40 años, si usted estaba en la calle Ganado y miraba a arriba y abajo, vería dos edificios pintados de almagra. Uno, el de arriba, era La Angelita; el de abajo, La Fuentecilla. Ni el de arriba ni el de abajo existen ya. La Fuentecilla era un inmenso restaurante que tenía fachadas a la calle Larga, a la calle del Muro y a la calle de la Mostaza. Allí, desde 1737 hasta1839, empotrada en la pared, hubo una fuente pública y, allí en 1762, una tienda de montañés. Y, desde entonces, han sido montañeses los que lo han regentado. En 1862, se derriba y se construye un airoso edificio de nueva planta con aire isabelino y sigue en manos de montañeses, hasta que en 1909 lo toma otro montañés, don José Sánchez Gil, que lo convierte en uno de los restaurantes más famosos de Andalucía y por donde pasan toda la andante tauromaquia, familias enteras, comerciantes, la alta sociedad y muchos veraneantes.

Dos imágenes de la plantilla de 'La Fuentecilla', en el primer tercio del siglo pasado.

Era de ver La Fuentecilla los días de toros en El Puerto, con sus comedores, sus camarotes y sus 100 veladores llenos de gentío. En 1942 tomó el negocio Maximino Sordo, otro montañés, hasta que, en los años 50 se convirtió el edificio en Banco. La Fuentecilla está viva, como algo emblemático, en las conversaciones y recuerdos de los viejos portuenses. Yo mismo, muy pequeño, fui más de un vez, con mi abuelo Luis, montañés, que se tomaba su vermú, en la tertulia que allí tenía y a mí me invitaba a gaseosa.

Salón de La Fuentecilla, en 1922.

Recuerdo el ambiente alfonsino muy cuidado en su decoración y mobiliario y la cantidad de camareros impecablemente vestidos de esmoquin. Viene todo esto a cuento, porque, el otro día tomé café en La Fuentecilla, en el polígono industrial de Las Salinas de Levante y vi, colgadas en sus paredes, fotografías que me eran familiares del antiguo restaurante. Y es que, resulta, que un nieto del famosísimo don José Sánchez Gil, José Ángel Pérez Sánchez, hijo de su hija Francisca, ha tenido el buen gusto de ponerle a su establecimiento La Fuentecilla.

Otra vista de los salones de 'La Fuentecilla'.

Ahora se llena de ejecutivos, de comerciantes, de empleados, de obreros, de escribientes, de oficiales de los Juzgados próximos, de abogados, de procuradores y de justiciables, al amor del buen café y de la cocina de la nueva La Fuentecilla, servidos por las encantadoras Ana María y Catalina, y el cocinero Fernando Cordero, bajo la mirada y la dirección de José Ángel, que no ha tenido nombre mejor que ponerle a su negocio que, el prestigiado por sus mayores, de La Fuentecilla, señero, famoso, uno de los hitos del imaginario y de la nostalgia de los portuenses-portuenses. O sea, de los oriundos de la Montaña. Que, al fin y al cabo, desde la repoblación de Alfonso X para acá, para ser portuense-portuense es preciso haber nacido en El Puerto y tener por las venas unas gotas de sangre montañesa. Siempre lo digo. (Texto: Luis Suárez Ávila). (Fotos: Colección Miguel Sánchez Lobato).

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Texto: José María Morillo

Francisco Rodríguez Lores nació el 13 de agosto de 1941, en plena posguerra civil, tercer hijo de los cinco que tuvo el matrimonio formado por Manuel Rodríguez Ceballos y Milagros Lores Pérez.

En 1941 fueron alcaldes de El Puerto un militar que ocupaba el despacho del palacio Municipal desde diciembre de 1939: Manuel Barba Ordóñez. Le relevó en septiembre de 1941 José María Pastor Moreno, por poco tiempo ya que al mes siguiente, en octubre tomará posesión de la alcaldía Fernando C. de Terry y del Cuvillo. El arqueólogo alemán Adolf Schulten visitó el Yacimiento de Doña Blanca, y pensó que podría tratarse del ‘Puerto de Menesteo’; no será hasta 38 años después, 1979, que empezarán las excavaciones sistemáticas dirigidas por el Catedrático Diego Ruiz Mata.

En 1941, también, su padre inauguraba el ‘Bar Paquito’ en la Plaza de Isaac Peral que, mas tarde y comprado por el Ayuntamiento, sería recordado como el Palomar, lugar de instalación de Belenes en dicha Plaza, y por último, antes de su demolición, como almacén improvisado de aperos de Vías y Obras, Parques y Jardines

El 'Bar Paquito' en la Plaza de Isaac Peral.

Hipólito Sancho de Sopranis publicaba su libro «Historia del Puerto de Santa María desde su incorporación a los dominios cristianos en 1257 hasta 1800». Rafael Alberti publicaba «Entre el clavel y la espada», naciendo su hija Aitana en Puerto de Santa María de los Buenos Aires (Argentina). Los jesuitas padres Guerrero  y Jorge Loring  ingresaban en el noviciado de la Compañía de Jesús de El Puerto.

La familia de Paco: sus padres, tías y primos, entre los que podemos ver detrás, en el centro a Baldomero Rodríguez, copropietario del Bar Casa-Paco, famoso por las pavías rebozadas.

Paco vivió de pequeño en la calle Larga y en la Bajamar y estudió en los Jesuitas. Al casarse  en 1967 viviría con  Ana Vega Repiso, natural de Marchena (Sevilla), se fueron a vivir a la calle Nevería. Allí nacerían dos de sus cuatro hijos, Mily y Ana María, José nacería en Cádiz y Eva María en Mallorca, a donde se trasladó la familia por razones de trabajo. Después de vivir un tiempo en Palma de Mallorca, se mudaron a Manacor viviendo, actualmente en Porto Cristo, un pueblo de pescadores de la parte este de Mallorca y, aunque allí pasa la mitad del año, la otra mitad la pasa en su casa de El Puerto. Es un portuense de ida y vuelta.

Los hijos de Paco y Ana.

INICIOS EN LA HOSTELERÍA.
Estamos en 1952 y desde muy joven, con apenas 11 años,  empezaría con su padre en el mundo de la hostelería, trabajando con su padre en la Taberna ‘La Gaviota’. Después vendrían Ultramarinos ‘Los Caballos’ en la calle Federico Rubio; seguidamente en el Bar ‘Los Tres Reyes’ en la calle Nevería --ojo, no confundir con ‘Los Dos Reyes’ en el Parque Calderón; de ahí pasaría a los servicios de hostelería del Club Náutico, regentado entonces por su padre.

Propaganda de 'La Placilla'.

RESTAURANTE ECONÓMICO ‘LA PLACILLA’.
Luego, su progenitor alquila un Freidor de Pescado en el que instala el restaurante económico ‘La Placilla’ situado en dicho emplazamiento; era económico porque el menú constaba de dos platos a elegir entre 8 primeros y 8 segundos, pan y postre, costando el cubierto 10 pesetas de la época. La clientela eran, sobre todo, trabajadores de todos los gremios: viajantes, profesores, estudiantes, ... Y, recuerda Paco “había que trabajar mucho parra subsistir con estos precios, teniendo en cuenta que muchos clientes vivían al día y pagaban a final de mes cuando cobraban sus salarios”. Todavía se recuerda aquella cafetera de agua caliente… y los primos de su padre que regentaban el restaurante del Hostal Loreto. Hoy se encuentra otro establecimiento con el nombre de ‘La Placilla’ que es una tienda de electrodomésticos.

En 1961 fue llamado a filas, haciendo el servicio militar en la Armada, estado destinado en El Ferrol en el ‘Minador Vulcano’, regresando a ‘La Placilla’, al finalizar el periodo militar.

Paco Rodríguez, al poco de llegar a Mallorca, en el Real Automóvil Club.

MALLORCA.
En 1971 su primo, Antonio Lores, le explica que en Mallorca existen buenas posibilidades para trabajar en la hostelería, poniéndolo en contacto con profesionales y empresarios del gremio, “algo por lo que le estaré siempre muy agradecido”, señala, y se marcha a trabajar a Mallorca.

A su llegada a las Islas Baleares entra a trabajar en el Real Automóvil Club, aunque aquello no le fue muy rentable por lo que entrará a trabajar en el servicio de bar del Aeropuerto Internacional de Son Sant Joan, a 8 kilómetros del centro de la capital de la isla. Será a partir de ese momento cuando su familia marchará a vivir con nuestro protagonista e iniciar una nueva vida.

De maitre, en la cafetería Chicago, en Manacor.

MANACOR.
Como gusta su forma de funcionar atendiendo en el aeropuerto, Paco recibe una visita de los propietarios de una cafetería de Manacor, de nombre ‘Chicago’ ofreciéndole la dirección de la misma; dado que las condiciones eran favorables, acepta y, por espacio de tres años permanecerá en la misma hasta su venta;

De maitre, en el Club Náutico de Porto Cristo.

PORTO CRISTO Y CALA BONA.
Dado que las nuevas condiciones que rigieron a partir de entonces en ‘Chicago’ no le interesaron, regresa de nuevo a Mallorca, a Porto Cristo,, donde le ofrecieron el puesto de Mâitre dirigiendo la hostelería en el Club Náutico de dicha población. Una vez allí, un amigo de Paco --y hay que reconocer que Paco goza de numerosas y buenas amistades-- le ofreció regentar por su cuenta una cafetería en una importante zona turística, Cala Bona, firmando un contrato por dos años que no renueva, dado que, durante la temporada baja apenas había trabajo y, dado que vivían en Manacor (a 16 kilómetros), era algo complicado para seguir la evolución de sus hijos en edad escolar. Como se puede comprobar, la profesión del hostelero es una profesión de mucho movimiento. Y aquí viene la anécdota: “Cuando le puse el nombre de ‘Cafetería Lores’, no me lo aceptaban en la Delegación Provincial de Turismo porque decían que ¡¡un español no podía poner un letrero en inglés!!”

Paco Rodríguez al principio del Bar San José

BAR SAN JOSÉ. ‘EL POBRE PACO’.
De nuevo en Porto Cristo, consigue el traspaso del Bar San José, que había pasado por varias manos y que no terminaba de arrancar. El matrimonio, Paco y Ana, una gran cocinera y sus hijos que también ayudaron lo suyo durante las vacaciones de verano y era cuando había mas trabajo, se especializaron en la dieta mediterránea y el ‘Pescaíto Frito’, el tapeo y comida para extranjeros (hamburguesas, perritos, etc... que era lo que estaba de moda). Paco recuerda que “un día hice pescado en sobreúsa para comer la familia, y unos holandeses lo probaron y les gustó y, como siempre, estábamos haciendo cosas nuevas, aquello gustó y tuvo éxito y lo servíamos en la misma sartén en la que lo hacíamos”.

Familia de holandeses, probando de la sartén el pescdo en sobreúsa.

Con el tiempo, empezaron a abrir más bares alrededor, en primera línea de playa y el Bar San José estaba en segunda línea, lo que hizo que se estimulara su oferta y creatividad, especializándose en productos que nadie tenía: gambas al ajillo San José, pulpitos picantes, pavías de merluza rebozada del Tío Paco, ... Explica el porqué del sobrenombre: “Resulta que cuando empezaron a abrir bares nuevos y nosotros teníamos gente los vecinos decían ‘Ay el pobre Paco’ se le va a venir el negocio abajo, demasiada competencia. Entonces puse un letrero luminoso que decía:’ Bar San José. EL POBRE PACO”.

Paco con unos clientes en el Bar San José de Porto Cristo. Observamos a la derecha un cartel de Feria de Juan Lara y arriba en las estanterías, botellas de Fino Quinta de Osborne.

PIZZERÍA Y MANTENIMIENTO.
En 1997 Paco, con 60 años,  sufre una angina de pecho lo que no le deja lugar a ninguna duda y tras 30 años en el Bar San José’, traspasa el establecimiento hostelero. Habían sido muchos años de vida laboral y llegaba la hora de cuidarse y, dado que aún faltaban cinco años para la jubilación entró en un hotel a trabajar de ‘pizzero’ durante dos años.

Y de ahí a llevar el mantenimiento de otro durante los tres años que restaban para la jubilosa jubilación cuando cumplió los sesenta y cinco.

Paco recuerda que en tantos años de profesión, “han sido tantas las personas que he conocido que, desde hace seis años que no tenemos el bar y aún siguen recibiendo postales y fotos. Tengo un álbum de fotos de muchísimos clientes y de vez en cuando me gusta mirarlo y recordar”.

EL PUERTO EN EL RECUERDO.
Desde Baleares recuerda El Puerto con mucho cariño, pero “siendo franco de franqueza, lo veo sucio, dejado, con lo bonito que es mi Puerto. Cuando voy, siempre digo igual: vamos para atrás, porque... no se este año, pero amigos que han estado me dicen: ‘Paco, que buena gente, pero el pueblo sucio con lo bonito que es. Supongo que esto es culpa del Ayuntamiento, y estoy seguro que la gente de mi edad se acuerda como yo, de Luis Caballero cuando era alcalde". /En la imagen, lista de tapas, muchas de El Puerto, con el escudo sobre impreso del Racing Club Portuense.

Comedor Sol y Vida, en la calle de las Cruces.

"Cuando estoy en El Puerto colaboro como voluntario en el comedor de Sol y Vida, donde también están, entre otros, mis amigos Faustino y Hortensia”.


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Rosa María Mayo Garrido nació en El Puerto el 6 de noviembre de 1956 y falleció el 24 de septiembre de 2003, a punto de cumplir 47 años. Era la segunda de los ocho hijos del matrimonio formado por Manuel Mayo y María Garrido Marván, quien junto a Marí Luz, Manolo, Milagros, Juan Domingo –Kiko-, Arturo, Amparo y Fito, estos dos mellizos, emigraron a Lyon (Francia) cuando Rosa contaba apenas seis años.

1956.
En 1956 era Alcalde de la Ciudad Luis Caballero Noguera. Precisamente la Bodega Luis Caballero rifaba entre los consumidores, clientes y camareros de toda España 102 vespas, en el ‘II Gran Sorteo del Coñac Decano’ celebrado ante Notario en Madrid, en marzo de 1956.

Se inauguraba el Restaurante Venta Millán. Se creaba el Poblado de Doña Blanca, con cuyos terrenos se compensa a los agricultores propietarios de los terrenos donde se construye la Base Naval de Rota, con el proyecto denominado ‘Plan de Transformación de las Marismas del Guadalete’, que comprendía 5.500 hectáreas, disgregadas en la actualidad entre  el Polígono de Las Salinas de El Puerto, el Poblado de Doña Blanca y el futuro Polígono Industrial Las Aletas (Puerto Real). A la vez, empieza a funcionar el aeropuerto de la base naval hispano estadounidense.

Vista aérea de Lyon, con una población cercana a los 2 millones de habitantes.

ESTUDIOS EN FRANCIA.
Rosa estudió, el resto de la primaria, al igual que sus hermanos en Lyon, y el bachillerato, así como en una Academia para secretaria de dirección, a la vez que perfeccionab los idiomas. Allí conoció al que sería su marido y padre de sus hijos –hoy regentando con la familia de Rosa el restaurante ‘El Castillito’ en La Puntilla— con quien tendrá dos hijos, Estefanía e Iván.

IFFA CREDO.
Rosa empieza a trabajar en el mundo de los transportes internacionales, precisamente entre España y Francia, en varias empresas, hasta que pasa a formar parte de la plantilla del laboratorio IFFA-Credo (Lyon-Francia) que también exportaba animales de laboratorio a nuestro país. Luego a través de una amiga del colegio, --Taqui— se le planteó la oportunidad de trabajar en nuestro país, y en concreto en El Puerto, en el lanzamiento del Hotel Yacht Club de Puerto Sherry, donde entró como secretaria de dirección y salió de Directora Comercial.

PUERTO SHERRY.
Rosa dejó a parte de la familia en Francia: su marido y Estefanía y se viene a su casa de El Puerto, a donde volvía cada verano, con su hijo Iván con apenas 10 meses, en 1987. Aquí empieza en labores administrativas y organizativas y poco  a poco va descubriendo, en el mundo del turismo, sus habilidades innatas para la actividad comercial. Así llegará a ocupar la dirección comercial del Hotel  y coorganiza la Regata Brent Walker Cup, en su etapa portuense, participando asimismo en la organización del Mundial de Vela de 1992.

Terraza del Hotel Yacth Club.

DE BARROS Y ARENAS A CCI.
Más adelante, Rosa necesita crecer, y crea junto a otros socios la empresa Barros y Arenas, mayorista de Viajes para promocionar esta zona. La sociedad dura poco y, al tiempo crea junto a otra socia, siendo accionista mayoritaria, la agencia CCI (Congresos, Convenciones e Incentivos) que pronto amplía su campo de acción a la Costa del Sol, Sevilla y otras zonas de la comunidad andaluza, pasando a ser una innovadora en el turismo activo y de congresos a nivel andaluz. La sede central estuvo y hoy permanece una oficina, frente al Hotel Monasterio de nuestra Ciudad, abriendo sucursal en el Palacio de Congresos de Torremolinos (Málaga). En la actualidad la oficina malagueña la tienen en Benalmádena.

CREATIVANDO.
Falleció prematuramente, a la edad de 47 años, el 24 de septiembre de 2003. Pero Rosa, tenía proyectos y los había dejado por escrito. Hoy su hija Estefanía, es la nueva directora de la oficina de Creativando en El Puerto y también responsable del Departamento de Calidad amén de una de las socias de la nueva compañía junto a su hermano Iván –resultado de la fusión en el año 2007 entre CCI y Viajes Teodosio de Sevilla—cumplió el objetivo que dejó programado nuestra protagonista: crecer en fusión, potencia y territorio. En la actualidad en Creativando crean y organizan proyectos a medida: Programas participativos, formativos, actividades orientadas a fomentar las relaciones personales, cohesionar equipos y motivar. Cuentan con Oficinas en Sevilla, Málaga, Cádiz, Huelva, Granada y Córdoba. | Textos: José María Morillo.

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Reproducimos aquí la crónica de la visita a un nuevo restaurante en El Puerto,  ‘La Proa de Puerto Sherry’, inaugurado el pasado 17 de mayo, propiedad de Gabriel González Górdon, director de Vistahermosa Club de Golf y Enrique Fernández de Bobadilla, ex director de explotación del puerto deportivo, con nótula núm. 772 en GdP. Su autor, Emilio López Asencio, es el presidente de un nuevo Club Gastronómico, reflejado en el blog ‘Le dijo la sartén al cazo’, formado por sibaritas o gente de buen comer y mejor beber y como afirman con mucho sentido del humor ‘un blog gastronómico y enobebeológico y vitofílico del hedonismo practicante’. Ensaladas varias, pescados de mercado, parrilla de carnes, pastas y arroces, tapas, medias raciones y raciones: cocina a la medida para los tiempos que corren, conforman la carta.

EL RESTAURANTE.
«El día acompañaba, viernes 10 de junio, con lo que conlleva, sol espléndido, fantástica aunque, insisto, recortada compañía, el lujo de vistas que tiene la zona pese a los esqueletos inmobiliarios y la intriga y las expectativas puestas en conocer un sitio nuevo...pero nuevo, nuevo, del paquete, vamos. El local, nacido el 17 de mayo, está dividido en tres zonas, una terraza, un porche de madera y una parte interior con abundante luz natural gracias a unos ventanales que dan a los pantalanes, donde además se encuentran las dos zonas exteriores. La decoración, pues marinera obviamente.

La terraza de La Proa, con vistas a la Marina: pantalanes y barcos a escasos metros de los comensales.

La pérgola para fumadores, de madera --¿a que les recuerda?-- de La Proa, donde se celebró la comida relatada en esta crónica.

Nos decantamos, cual vino con tendencia al poso, por la zona intermedia, el porche de madera, donde fuimos cordialmente recibidos por uno de los socios propietarios, quien nos sirvió una primera espumosa helada, acompañada de una piriñaca, picadillo y/o pipirrana con langostinos que degustamos en la barra bajo las pérgolas.

El plato 'Pargo a la Proa' que se apellida con el nombre del restaurante.

PARGO AL ESTILO ‘LA PROA’.
Tras refrescarnos los gaznates procedimos a sentarnos a la mesa donde nos dispusimos a dar buena cuenta de algunos platillos selectos. El principal, como es costumbre de la presidencia, estaba ya encargado (¿Democracia Real? ¿15-M?...¡no gracias!) Se trataba de un Pargo al Estilo de La Proa, se que estoy empezando por el medio pero...me ha salido así...bueno, el plato en cuestión estaba muy bueno, el pargo, cocinado en su punto, estaba fresco y sabroso...o eso intuimos, porque dicho esto hay que decir también que el guiso estaba preparado con una elaborada salsa entre cuyos ingredientes contaba con un buen chorro de nata que nos resultó sin duda excesivo e innecesario dado el buen material que cubría y encubría, incluyendo unas buenas almejas. Los caldos, sabiamente elegidos por nuestro particular enólogo, catador, guíapeñínconpatas, D. Guillermo Yañez de los Yáñez de toda la vida, fueron dos botellas de tinto de Toro, que pese a la puntuación no muy alta de la Guía Peñín supieron a gloria, los vinos son "asín"

Tartar de atún sobre lecho de aguacates y filas láminas de manzana. Tienen también una excelente hamburguesa de atún.

Las migas de rabo de buey, un espectáculo organoléptico.

ENTRE EL TARTAR Y LAS MIGAS.
Parece que he empezado por lo ¿"peor"? Las entradas fueron paradójicamente, la guinda del pastel, esto de empezar la casa por el tejado es lo que tiene. Tartar de Atún, con aguacate y finas láminas de manzana, sin palabras. Migas de Rabo de Buey con patatas bastón, una delicia. Por último, un Solomillo Ibérico al Oloroso de auténtico lujo. Todo perfectamente acompañado de "Viñas del Vero" helado.

POSTRES.

Cojo la pértiga y salto. Los postres. Entre los comensales había de todo, de los que siempre piden , de los que nunca, de los que a veces y de los que se comen hasta el postre de el de al lado, menos mal que yo estaba enfrente. Surtido casero de brownie con nueces, pastel de queso y tarta de tres chocolates. El que nunca come postre disfrutó cual corto de talla, de los demás ni hablamos.

En el interior del restaurante 'La Proa'.

Por último copa y puro, pese a cierto casi imperdonable olvido, D. Javier, esos Montecristo tienen nombre y apellido... Almuerzo redondo. Respecto al precio, correcto, teniendo en cuenta la calidad y elaboración de las viandas, los vinos, postres y copas. A Enrique le deseamos buena suerte en esta singladura. Eso sí, que no decaiga.

Algunos de los asistentes al espectáculo pantagruélico de 'La Proa', con Enrique Fernández de Bobadilla.

En la imagen, el galeón Andalucía y la nao Victoria, en el puerto deportivo. /Foto: AGR.

Mención especial a nuestro camarero, viejo conocido de otras reuniones en otros lugares y momentos y al que hay que reconocerle su profesionalidad y buen hacer. Tras la humareda, paseo por Puerto Sherry con parada para observar la Nao Victoria y el Galeón Andalucía, el resto es otra historia y debe ser contada en otro momento. Disfrutad con el reportaje gráfico a cargo de D. Abelardo, de los Ferrer de El Puerto».

Reservas: 956871341

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El artesano heladero Massimo Pozzi con su helado de Tejas de El Puerto

El helado de Tejas de El Puerto, es un original y nuevo producto de la heladería Da Massimo, con las populares tejas que elabora José Manuel Ibáñez. El italiano afincado en El Puerto --junto a la antigua Oficina de Turismo de la calle Luna, 22-- comercializa este helado con almendras y la típica galleta a la que rinde así homenaje. El restaurador y estrella Michelín, Angel León, tiene también un postre con vino y tejas, otra innovación a base del popular bocado que se puede adquirir en su tienda de la calle Misericordia, o por internet, pulsando aquí.

Las tejas de El Puerto que comercializa la familia Ibañez, un dulce que a pesar de que es de invención reciente se ha convertido ya en un icono gastronómico de la ciudad, se pueden tomar ya también en helado gracias a la iniciativa de otro artesano de El Puerto, el heladero Massimo Pozzi, que desde hace un par de meses ofrece en su establecimiento, Heladería artesanal Da Massimo este producto.

Massimo, de 32 años y artesano heladero, una profesión que aprendió en Italia, donde nació, concretamente en la ciudad de Monza, se dirigió a la familia Ibañez para comentarle su intención y estos, destaca el heladero, «--Desde el principio se mostraron encantados e incluso han colaborado conmigo en el diseño del helado, que hemos  ido perfeccionando hasta conseguir el resultado que deseabamos».

El helado de Tejas lleva almendras y también pequeños trozos de las propias típicas galletas y se vende en diferentes formatos, desde los típicos barquillos hasta en tarrinas de diferentes tamaños. Da Massimo es una heladería artesanal que confecciona diariamente sus especialidades con productos naturales. Elaboran también tartas y mousses de helados y en verano granizadas. Para esta temporada ha incorporado uno del popular dulce Kinder bueno.

José Manuel Ibañez, el creador de las tejas de El Puerto, con su producto.

Las Tejas comenzaron a elaborarse en 1995. José Manuel Ibañez Castrelo, el fundador de este negocio familiar, leía un libro antiguo sobre pastelería francesa y vio unas galletas de almendra. Como su pasión es la pastelería se puso a trabajar en ellas en la panadería Gómez de Requena que entonces tenía la familia, antes de dedicarse, por entero, como hacen ahora a las tejas. El resultado fue inmediato y a los pocos día ya la producción tuvo que dispararse. Ahora, quince años después, las tejas son un producto ya típico de El Puerto de Santa María y su presentación en latas de estilo antiguo se han consolidado como un regalo típico de la localidad. (Texto y Fotos: Pepe Monforte).

Más información de Tejas del Puerto, pulsando aquí.

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Hace tiempo que el virus de la amnesia se instaló en la memoria colectiva, este desorden mental nos llevó al olvido de las hoy, personas anónimas, pero que en su día estaban en primera línea de la lucha por las libertades y la democracia. Sería de justicia un reconocimiento a sus aportaciones desinteresada a esta causa.

Con su padre, en el caballo de cartón del Parque del desaparecido fotógrafo Cuellar.

VIDA LABORAL.
Pepito ‘Alberti’ nació el 1 de marzo de 1946. Pertenece a la promoción de 1965 del Instituto Laboral. Durante su vida ha hecho de todo, especialmente se ha dedicado a la hostelería, después de la Librería Alberti, de la que hablamos a continuación. Fue  Jefe de Partida en el Hotel President (Ibiza). Ha sido Jefe de Comedor del Restaurante Curro El Cojo en Puerto Sherry. Gestionó como autónomo el Asador Don Pollo. Antes de su jubilación ha estado cinco temporadas en el Hotel Torremolinos, como Jefe de Cocina. En la actualidad, aunque jubilado desde el 1 de marzo pasado, ejerce como cocinero a domicilio, por encargo.

En el desaparecido restaurante 'Curro el Cojo' de Puerto Sherry.

LIBRERÍA ALBERTI.
José  Gutierrez Ponce,  más conocido como “Pepito Alberti” por aquello del nombre de su librería es una de estas personas olvidadas y poco reconocidas. En 1973 había que tener mucho valor para poner de nombre a su librería: ‘Librería Alberti’. Cuando vuelvo de vacaciones forzosas [el autor de la nótula ha sido preso político] quiero conocerlo y allí  me recibe en la trastienda y veo a muchos jóvenes que más adelante jugaron un papel importante en la vida cultural y política de El Puerto.

Con el desaparecido Luis Sánchez Matabuena, delante de la fachda de la Librería Alberti, en la calle Alquiladores, punto de encuentro de la disidencia en el periodo previo al cambio político.

En el interior de la Libería Alberti, junto al autor de esta nótula, Miguel Marroquín.

Con Rafael Alberti Merello.

ACTIVIDADES CULTURALES.
Yo creo que con la apertura de la librería se dio un salto cultural progresista de los más importante de esta población. No es que no hubiese colectivos culturales, pero del nivel de esta librería, no. Allí se podía encontrar libros prohibidos editados por Ruedo Ibérico, más adelante fue centro de distribución del Mundo Obrero y punto de contacto de todas las fuerzas políticas incipiente. Pepe organizó conferencias semipermitidas; por primera vez trajo a un desconocido Carlos Cano;  al Grupo Jarcha y algunos más; batalló con denuedo por traer al máximo exponente del cantaor flamenco de denuncias Manuel Gerena, siendo prohibido una y otra vez.

Con el desaparecido cantautor Carlos Cano.

Con un grupo de amigos, camaradas del PCE, de izquierda a derecha, Carmelo Ciria Pino, Jesús Espinar Galán, Luis Sánchez Matabuena, Ana Sánchez Alonso, Lourdes Roselló Tarrío y, sentados, Pepe y su mujer.

ACTIVIDAD POLÍTICA.
Con su ingreso en PCE fue el responsable directo de los actos culturales del mismo: organiza durante la Transición un acto multitudinario en el polideportivo con Manuel Gerena y Carlos Cano. El festival de los Cantes de los Pueblos Ibéricos, fue también un éxito absoluto llenando la Plaza de Toros. Lo daba todo,  y  no quería nada. Yo creo que si Pepe hubiese ido en las lista para las elecciones de 1979, --que no quiso-- y hubiese llevado la concejalía de Cultura, la cultura en El Puerto tendría otros derroteros. Pero como tantos otros, fue devorado por los advenedizos. Hoy disfruta de una merecida jubilación. (Texto: Miguel Marroquín).

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Despacho y Exposición de productos de la firma Cervezas Tosar.

A principios del siglo XX existían en El Puerto hasta siete fábricas de cerveza, más una que estuvo funcionando a finales del XIX, cuya relación es como sigue:

  • Benigno Quevedo, Fábrica de cerveza 1890-1895
  • José María Barreiro, Fábrica de cerveza 1900
  • A.J. Bensusa, Fábrica de cerveza 1900
  • Ramón Giménez, Fábrica de cerveza 1900
  • Tosar y Cia. Fábrica de cerveza 1901.
  • Cervecera Portuense. 1904.
  • Antonio Dozal, Fábrica de cerveza 1905
  • Leyras Jose Pérez, Fábrica de cerveza 1905

Original propaganda de la época (1905), impresa en Tipografía L. Pérez, donde se afirma que ‘Es la Cerveza de menos circulación en España’.

Al final no prosperaron ninguna, salvo las de Antonio Dosal y la de Tosar y Cía, durante un tiempo. Según el investigador Antonio Gutiérrez, fue una moda, al igual que las Cooperativas de Compras o los Telares, que tampoco se consolidaron en aquel Puerto entrambos siglos. En las fábricas de medias y telas pintadas, como curiosidad, trabajaban más personas que en las bodegas en sus mejores tiempos.

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En la Feria de Ganado en El Palmar, jugadores, aficionados, directivo. Chicharito aparece en la última fila, en el centro de la imagen a la izquierda y justo a la derecha suya, Parrita, posiblemente el mejor aficionado del Racing a lo largo de toda la historia del Portuense. Llegó a formar parte de la Junta Directiva con José del Cuvillo y Bernardo Sancho. El sexto por la derecha de la úlitma fila, Agustín Vela Mariscal, Laínez y Bernardo (el del taller de coches d ela calle Diego Niño). El que está entre la niña de Amazona y la del traje de gitana, es Pedro Gil. Agachado, el tercero por la derecha, Lupo, con la cuchara en la mano delante del lebrillo, por aquello de ‘cucharón y paso atrás’ y detrás de él, Trujillo. El tercero por la izquierda es Baltasar y a su izquierda, alguien relacionado con los González Noval (almacén de Genaro).


De izquierda a derecha, Nina Gutiérrez de la Rosa, su padre Antonio Gutiérrez González, Mari Gutiérrez de la Rosa, su madre Carmen de la Rosa Ramirez y su amiga Rosario Fariñas "Pia" y Vicente Gutiérrez de la Rosa. Sobre 1950 en la Feria de Ganado.

El Carro de las Patás.


Los hermanos Moreno Simeón y sus cuñados. De izquierda a derecha Charo, Carlos González Orihuela, Bella, Lolita Gil de Reboleño y Manolo Moreno Simeón.


Antonio Nogués Ropero y Enrique Pedregal, arropan a sus mujeres que están cuidando un rebaño de bambis de peluche, en la Feria. Al fondo en la parte superior de la caseta se lee la publicidad de Fino Quinta y Amontillado Coquinero.


Organillero en la Feria de Ganado.

De izquierda a derecha, Antonio Pérez Brea, su tío Antonio Brea Vila, su prima Ana María Brea Ramírez y una amiga de ésta, Lolichi, paseando por la Feria de Ganado.

Reparto de Premios en la Feria de Ganado; de izquierda a derecha, Juan Melgarejo Osborne concejal de la Corporación Municipal, Anastasio Pérez Andrés Capellán del Hospital y del Penal, José Caveda, Ramón Insúa, el Comisario de Policía y Enero, encargado de Aguas.


Elisa Muñoz Manzanera, Mery Nuchera, Celia Insúa Lavín, Daniel Otero Rascón, Ana María Insúa, Magdalena Nuchera, Manolo Lores y Lalo Muñoz. Feria 1963.


Velada de la Victoria, delante de la fuente desaparecida que, en su interior reproducía la Giralda sevillana. Una sombrilla, la cola de un caballo (el de carton del fotografo), uno de Medina Sidonia, Luisma Hoyo, Paco Rascón, Juan Carrasco, Luis Gutierrez, Manuel Almagro, Juan Miguel Fernández Izquierdo. Y de fondo La Giralda --¿seria tambien del fotografo? -- y la fuente de entrada a la Victoria.

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La fuente, hoy desaparecida tras la última remodelación, a la entrada del Paseo de la Victoria.

La Velada de la Victoria, era una prolongación de la Feria. Comenzaba a las seis de tarde, se solía ir vestido los hombres de traje y camisa blanca  sin corbata y clavel en la solapa, mujeres vestidas con bastante elegancia. El Paseo de la Victoria, tenía y tiene dos puertas; entrando te encontrabas la fuente, --que pena de fuente que ya no está--; el vivero del Ayuntamiento que se encontraba en la parte derecha, donde está parte del IES Pedro Muñoz Seca, prácticamente el tramo de carretera comprendido entre las glorietas que están el frente al antiguo Penal y la que está en frente de la Estación también eran parte del Paseo.

Caseta de los empleados de Bodegas Caballero.

A la izquierda donde está lugar para la banda de música se solían colocar algunas casetas. Recuerdo la caseta del Club Náutico y la de empleados de Bodegas Caballero. La Victoria se convertía por tres días en una  pequeña y efímera ciudad, una explosión de colorido y belleza, el pavimento  de albero de Alcalá bien apisonado con algo de cal y regado todas las tardes, por el camión de riego,  cómodos bancos de piedras y las cuatro estatuas de entrada felizmente incorporadas a su sitio, como debe ser. La Caseta El Cortijo con su estanque, ¡que recuerdos me traen  los bailes del Cortijo!; la gruta iluminada al fondo y... que se yo…

Fachada de la caseta 'El Cortijo'.

De las atracciones, recuerdo una muy especial que le decían ‘las Carmelas’, que colocaban por detrás del Cortijo: era una atracción que me encantaba; el látigo, el tobogán, la ola, el tren de los escobazos, los caballitos de la reina, con sintonía que casi siempre era el Vals de las Olas o  Danubio Azul; los coches de choque.

Reclamo publicitario del Teatro Chino 'Manolita Chen', que durante tantos años pasó por la Feria de El Puerto.

El Teatro Chino: «--Oiga, es el Teatro Chino de Manolita Chen, adquieran sus localidades, etc.”»; La Tómbola del Cubo, vendedores de algodón, de patatas fritas; los coches de choque, el Palacio de Cristal, adivinadores, charlatanes, espejos que te deformaban la imagen, casetas para probar la puntería con armas trucadas; vendedores de tabaco, limpiabotas, vendedores de helados y turrones. Nuevamente Don Francisco Dueñas Piñero con la incansable banda de música interpretaba, sevillanas, pasodobles y algunas romanzas de zarzuela.

En la imagen, tocados con sombrero delante de un puesto de mariscos instalado en la Velada de la Victoria, el marisquero Joaquín Miguel Lara, Luis Soriano, Nano, Castro y Pepe, jugadores del Racing Club Portuense. Año 1960.

En la imagen, una fotografía tomada delante de un teloncillo, en la Feria de la Victoria en 1947, de nuestro colaborador fotográfico, Vicente González Lechuga, su hermano y la Tata Milagros.

Mercedes Camacho Delgado e Ignacio Lechuga Sánchez y sus nietos Ignacio y Fosco Valimaña Lechuga y José Ignacio y Vicente González Lechuga, en la desaparecida fuente de la Victoria. Año 1948.

Recuerdo, con nostalgia, el día siguiente después de terminar la feria, la ciudad que por tres días nos había llenado de alegría e ilusiones, permanecía desmontada, deshecha, rota y los restos de farolillos, serpentinas, eran arrinconados por el viento de Levante en la esquina de la Vapilla de los Caminantes. (Texto: Francisco Bollullo Estepa).

En la imagen de la izquierda,  unas pequeñas hermanas Emi y Ada Vázquez, vestidas de faralá para la ocasión: la Feria de Primavera.

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Esta noche, con la prueba del alumbrado, se inaugura en nuestra Ciudad la Feria de Primavera y Fiesta del Vino Fino. Nos gusta, a mí al menos contemplar viejas fotografías, carteles y folletos, y se nos vienen a la mente los recuerdos de ferias pasadas. Entiendo que este  tema igual que la Semana Santa, ha sido muy bien difundido en GdP; pero sé que esta página siempre trata de entretener y que cada portuense o porteño o quien sea, cuente experiencias, anécdotas, vivencias, etc. y siempre en tono cordial, al final lo que tratamos  de difundir,  es lo nuestro. Al contemplar alguna que otra  fotografía, aparece en mí memoria el acontecimiento que motivó aquella 'foto' y con las personas que estás  y se dibuja en tu interior la sonrisa agradable del recuerdo. /En la imagen, María del Carmen García y Garcia de Cossío y María J. Nogués, en 1955.

Entrada a la Feria: portada.

La feria como tal, era la Feria de Primavera, feria de ganado, situada en la margen derecha de la carretera que va hacia Jerez, frente a lo que fue el cementerio de los ingleses o cementerio protestante [donde hoy está Carrefour El Paseo], la entrada a la misma estaba formada por dos estructuras de fábrica de ladrillo separadas entre sí unos diez metros, que servía para la entrada de vehículos y carruajes, las estructuras de fábrica de ladrillo tenían un hueco de entrada, en forma de arco de medio punto y estaban coronadas con un tejadillo de teja árabe.

Casetas en la Feria de 1964.

LAS CASETAS.
El plano, la planta de la feria, era un anillo rectangular que servía de paseo. Si entrabas por la puerta de la derecha, todas las casetas quedaban a la derecha del paseo. La primera era la sucursal del bar La Viña; a continuación bar Caza y Pesca, la caseta del Resbaladero quedaba frente a éstas. Eran muy rudimentarias: estructuras de palos de eucalipto y una techumbre de hojas de palmeras, hojas de hiedra de adorno y algún que otro farolillo; los servicios sanitarios eran escasos, cuando había aglomeraciones, había que ir por detrás de la vía del tren si tenías una emergencia, o traer los deberes hecho desde casa.

El 'carro de las patás' en la Feria de Ganado. Año 1958.  /Foto: Rasero.

ATRACCIONES Y TENDERETES.
Algún que otro tenderete o puesto donde vendían lechugas aderezadas con sal y vinagre, recuerdo la tómbola que instalaba una asociación de caridad que comandaba Valentina empleada de Imprenta y Papelería Perezpastor.

Atracciones en la Feria de Ganado.

Más tómbolas, tiovivos, cunitas, atracciones manuales, colocados de forma más o menos ordenadas; sombrajos y especies de chozos vendiendo vinos, cervezas y refrescos,  puestos de turrones y golosinas. Charlatanes, trileros, mangantes, carteristas, pedigüeños, que venían «a hacer la Feria» y que diligentemente eran controlados por la Policía Local. Al fondo y en paralelo a la vía del tren, se encontraban los abrevaderos para que el ganado pudiese beber.

Exposición de caballos en la Feria de Ganado de 1964.

EXPOSICIÓN DE GANADO.
La exposición de ganado estaba en la parte izquierda de la feria, detrás de las casetas era una serie de habitáculos hechos con palos de eucalipto y una techumbre de hojas de palmera, en estos pequeños establos eran colocados de forma ordenadas el ganado caballar, mular, asnar, bovino, ovino, caprino y porcino; alguna camada de conejos y gallinas inglesas con sus polluelos.. Era bonito ver aquel panorama campestre, los olores de la hierba de primavera pisada y ganado al calor de medio día. Cada ganadero enviada lo mejor que tenía.

Semental en la Feria de Ganado del año 1963. /Foto: Archivo Municipal.

Eran espectaculares las vacas lecheras y el toro padre de la Granja Misericordia. Los tratantes queriendo vender o comprar una pareja de mulos burreños, o aquella piara de cochinos cortos negros o ‘coloraos’. Aquellas yeguas recién paridas con sus crías , cochinas con diez u once cochinillos recién nacidos, una parejas de carneros con cuernos retorcidos, temibles y lo más bonito era ver los caballos de Terry, ¡que preciosidad!

Sobre el tablao de la Banda de Música, vemos al Maestro Dueñas y a su banda interpretando sevillanas y bailando a las hermanas Cellia y Ana María Insúa Lavín, Elisa Muñoz Manzanera, Meri Nuchera, Benito Gago García y Fernando Merchante Gutiérrez.

LA BANDA DE MÚSICA.
En el centro,  estaba colocado el tablado de la banda de municipal de música con el maestro Dueñas al frente que interpretaban sevillanas y pasodobles toreros. La feria empezaba en sábado con el izado de la bandera y se clausuraba el lunes con la asistencia de autoridades e invitados con la interpretación del himno nacional y recogida de bandera.

Entrada a la Feria de Ganado en coche de caballos.

COMER EN LA FERIA.
En casa, cuando éramos pequeños, solíamos ir a la Feria de ganado el domingo, para ello mis padres alquilaban un coche de caballos que nos llevaba hasta la caseta de la sucursal bar La Viña. Mis padres escogían una mesa adecuada donde pudieran ver todos los paseantes y mi madre extendía sobre la mesa un mantel que previamente había sacado de un gran cesto de palma, además de servilletas a juego y allí dábamos cuenta de una buena comida,  mientras nos dedicábamos a mirar a caballistas, coches de caballos y paseantes.

En aquellas fechas los bares no solían tener comidas, tal vez por encargos, las pocas casetas existentes no reunían las condiciones adecuadas para prepararlas, quizás algunos tuviesen algunas tapas o algún guiso que ya llevaban preparado o marisco; recuerdo el olor tan especial que tenía las botellas de cervezas Cruz Blanca al ser abiertas.

En la imagen tomada en la década de los cincuenta en la Feria de Ganado, de izquierda a derecha Luis Soriano Gómez, Josefa Soriano Gómez, Cayetano Campos Natera (+) Dolores Soriano Gómez, y Carmen Soriano Gómez.

Muchas familias solías extender manteles en el suelo detrás de las casetas y comían así, como si fuese un día de romería.

A caballo, el ganadero Luis Sánchez. A pie, el alcalde, Luis Portillo Ruíz.

CABALLISTAS Y FOTÓGRAFOS.
Las jóvenes solían ir vestidas de flamenca, caballistas como los hermanos José y Servando Sánchez Gallego,  el ganadero José Luis Sánchez, Patín Sancho, los coches de caballos de Terry, con sus atalajes de lujo y el mayoral con ropa de fiesta; un placer para los sentidos.

De izquierda a derecha, Paco Bollullo, Milagros Prado, Pepe 'el Escocés', Teresa Crespo y Francisco Dueñas. Feria de Ganado de 1964.

Te quedabas extasiado observando aquel espectáculo de colorido, los fotógrafos de turno hacían su agosto, todo el mundo quería inmortalizar los momentos de feria, unos montados a caballo, otros toreando un toro de cartón, otras bailando con Pepe el Escocés; parejas de novios y matrimonios, amigos,  familias, etc.. Cada mirada era un cartel.

Caseta del Rocío. El pitero y tamboril, Pepe de Sanlúcar. Feria de Mayo de 1961.

Más tarde empezaron a poner casetas de hermandades: la de la Oración en el Huerto, El Rocío, … Recuerdo que siendo Rafael Sevilla López hermano mayor de la Hermandad del Rocío, traía todos los años un tamborilero de Sanlúcar, se llamaba Pepe, era incansable. (Texto: Francisco Bollullo Estepa).

(continuará)

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La historia de este Gran Puerto de Santa María está hecha a base de montañeses. Si no, repase Vd. el Libro del Repartimiento de Alfonso X, por cierto publicado hace escasas fecha en una edición escrupulosa del Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Sevilla Manuel González Jiménez.

Habrán habido, en el tiempo avalanchas de genoveses, de flamencos, de franceses, de irlandeses... pero el germen de la demografía portuense ha sido siempre montañesa. Aquello es Castilla pura, es la mar de Castilla. En todas las épocas esta Baja Andalucía ha sido un atractivo para los montañeses y ya sea de chicucos, ya sea de comerciantes, cualquiera de ellos, escarbando un poco tenían unas ejemplares y claras ejecutorias de hidalguía, cuando no de nobleza. Todos.

Maximino era montañés. Maximino Sordo Díaz (Trescudia, Camijanes, 1912-El Puerto, 1982) no se llamaba Maximino, sino Luis-Maximino. La verdad es que poca gente lo sabía. Entre ellos mi padre, Luis, yo, Luis, ambos de San Luis IX, Rey de Francia, el 25 de agosto, felicitábamos a Maximino en su día y a una señora, Luisa , Aquino Arnosa, viuda de Quijano, que también celebraba ese raro santo de agosto.

El restaurante 'El Resbaladero' o 'Resbalón', a la izquierda, en la década de los 30 del siglo pasado, con el castillo de San Marcos sin la  restauración a la que lo sometió Hipólito Sancho.

El abuelo de Maximino, Mateos Sordo, ya recaló por aquí en el último tercio del XIX y trabajó en "La Vega", en Jerez. El padre, Francisco Sordo también, aunque luego se fue a la Montaña para casarse y no volvió sino para ver a sus hijos Maximino, Ángel y Cosme que se vinieron a El Puerto, a "Las Mellizas". Maximino tomó "El Resbaladero" en el 36, un restaurante que tenía una honda tradición marinera, andaba en boca de todo el mundo e incluso en páginas escritas por Pío Baroja o José Navarrete.

Bar 'Las Mellizas', actual Bar Vicente.

En el 37, Maximino marchó a El Arrudo y se casó en Vielba con su novia Feliciana de la Torre y se volvieron a El Puerto. En el 41 amplió su negocio con "La Fuentecilla" y algo más tarde tomó el "Bar Central".  Su imperio fue ampliándose con el Tiro de Pichón, con el Club "El Buzo" y el Club Naútico, en El Puerto o con la caseta del Casino Nacional en Jerez. Además tuvo un catering acreditadísimo para bautizos, primeras comuniones, bodas y cualquier otra celebración.

Fachada del Restaurante El Resbaladero, con toldos y mobiliario antiguo. /Foto: Neto Anelo.

Barra y estanterías bien provistas de El Resbaladero.

Cuadro de 'El Resbaladero', pintado por Juan Lara. La polémica de aquel cuadro la hemos contado en GdP en la nótula núm. 670.

Imagen del comedor nuevo del Resbaladero.

En los sesenta, El Puerto comenzó a expandirse y se establecieron otros, de modo que el casi monopolio de Maximino empezó a resentirse. Se decía por aquellos entonces:"El Caballo Blanco, el Cangrejo Rojo, El Candil Verde y... Maximino Negro". (Texto: Luis Suárez Ávila).

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Fotografía  tomada en la priméra década del siglo pasado, en la que aparece José Caro Izquierdo, con bigote y una banda negra en el brazo en señal de luto, a la izquierda de la imagen; la taberna estaba situada donde hoy se encuentra el bar 'Bugatti'.

Mi abuelo paterno, José Caro Izquierdo, era de Cádiz y conoció a mi abuela, María Ahumada Lino en la capital. Vivieron en El Puerto y regentaron un par de bares y tabernas, uno en la esquina de la plaza de Juan de la Cosa (antigua de Bizcocheros), otra donde se encuentra hoy el bar ‘Bugatti’ y, creo, fue cocinero en un acuartelamiento que hubo en la calle San Bartolomé.  falleciendo mi abuelo al poco de acabar la Guerra Civil.

José Caro Izquierdo, en el centro de la imagen sentado y con bigote, en una fotografía tomada en la calle San Bartolomé, cerca de Federico Rubio. El tercero por la izquierda de la fila superior, pudiera ser Pedro Muñoz Seca.

En la imagen solo se reconoce, sentado en el centro, a José Caro Izquierdo. La foto está fechada el 21 de junio de 1928, delante del Restaurante 'La Puntilla', que aparece al fondo  la izquierda.

Mi padre, José Caro Ahumada conocido como ‘Carito’ pasó la campaña de la guerra  en en el llamado ‘Bando Nacional’ mientras  mis abuelos seguían viviendo en El Puerto. Cuando mi padre volvió de la Guerra retomó  el noviazgo con la que sería su mujer: mi madre, Carmen López Pérez, quien en aquellos difíciles años entre 1936-1939 estuvo trabajando de operadora en Telefónica.

Domingo de Ramos de 1940. Cinco jóvenes amigas pasean por el Parque Calderón; la del centro es Carmen López Pérez.

Luego entraría a trabajar de administrativa en la Imprenta de Carmen Pérez Pastor, en la calle Larga, casa hoy desaparecida, junto a la actual tienda de copistería y artículos de oficina, HIVA. Mi madre, era una mujer adelantada a su época, con un buen nivel académico para aquellos tiempos. Se casaron en 1946 fecha en la que deja  de trabajar para dedicarse a la familia que acababan de construir. Era hija de Carmen Pérez Gómez,  hermanas de Soledad, María y cinco hermanas más. Mis tías fueron ‘de toda la vida’ las porteras del Hospitalito (Hospital de Mujeres).

La fotografía está tomada en Trebujena en 1955, el 1 de enero, recibiendo y celebrando  --se nota el buen ambiente-- el Año Nuevo, José Caro Ahumada está en la fila de atrás.

En las gradas del campo de fútbol Eduardo Dato, de izquierda a derecha, el niño Manuel Caro López, su padre, José Caro Ahumada, Ramón López Pérez y Manuel Baena Carracedo, de Suministros de la Base Naval de Rota.

De paseo por el Parque Calderón, con familiares y compañeros de Vidrieras Palma. De izquierda a derecha, Vicente, desconocido familiar del siguiente, Jaime Bonet, José Caro Ahumada, Manuel  y Ramón López Pérez, cuñados ambos del anterior. Vicente, Jaime y José trabajaban en la antigua fábrica de vidrios VIPA, donde hoy se encuentra la Comisaría de Policía y sendas promociones de viviendas que llegan hasta el colegio 'José Luis Poullet'. /Foto: Cuellar.

Verano en la playa de 'La Puntilla', antes o después de pasar la barca a la de 'Valdelagrana' atravesando 'el canal', es decir, la desembocadura del río Guadalete. De izquierda a derecha, fila superior, desconocida, Ana Baena, Pilar López que es prima de Carmen Caro; María Baena; debajo, de izquierda a derecha, Paca Baena, desconocida, la niña Carmen Caro López y Luisa, amiga de las hermanas Baena.

Mi padre, como conocía el gremio de la hostelería por tradición familiar, puso un bar que se llamaba ‘El Continental’, en la calle Larga, que cerraron al tiempo colocándose como operarrio en VIPA (Vidrieras Palma), hasta que se jubiló en el año 1981, tres meses antes de que cerraran dicha fábrica. Su hermano Luis Caro Ahumada, fue funcionario municipal y muy conocido también en El Puerto. (Textos: Carmen Caro López).

4

| José García Girón.

EN EL HOMENAJE A
JOSÉ GARCÍA GIRÓN.

Cometistes el error
de marcharte jubilado
en tiempo de Navidad.
Y ha venido un inspector,
diciendo, muy enfadado,
que no has cumplido la edad,
y, lo que es mucho peor,
que tampoco has cotizado
ni siquiera la mitad
de lo que está legislado.

Después de gran discusión
y de una larga refriega,
se vió que el citado error
era del tal inspector
que, por equivocación
entendió García “Noriega”,
en vez de García Girón.

Así que ya está aclarado;
pero me queda la pena
de saber que en Nochebuena
te marchastes jubilado.
Y por muchas perrerías
que te hicieran los clientes,
porque fuiste buena gente,
buen amigo y servicial,
besucón y cordial,
compartiendo tu alegría,
en el Bar de la Herrería,
en su entorno y en su ambiente
estarás siempre presente
¡Noriega del alma mía!

31 Diciembre 1999

De la Draga a la Herrería pasando por la Herradura

| Francis Gómez Real

BAR ‘LA HERRERÍA’.

De 'puticlub' parece que ha tomado
hechuras esta casa laboriosa,
formal, trabajadora y obsequiosa,
donde  la plebe inmunda se ha colado.

De verdad que me siento desplazado
ante el cambio sufrido. Y es la cosa
que a esa gente vulgar y churretosa
es difícil tenerla a nuestro lado.

No diré sea el culpable Francisquito,
siendo un sol, un tesoro y un bendito
que aguanta tantos carros y carretas;

pero al orden llamar, creo que debiera
al necio ineducado y a la hortera,
y mandarlos, sin más, a hacer puñetas.

23 de julio de 2003.

Paco del Castillo.


6

El termómetro no sube de los 12º y son las 10 de la mañana de finales de enero. Las gaviotas residentes en la lonja de la margen izquierda del río, con probable esclerosis en sus arterias por el escaso batir de sus  alas en busca de alimentos, graznan constantemente con esos gritos lastimosos, que más bien parecen los quejidos aflamencados de una soleá  o de un  martinete. Paso por delante de La Taberna La Gaviota, habitualmente llena de clientes hasta la puerta, donde suele haber algún pescador que en  una cestilla expone a la venta un exiguo ranchillo de peces arrancados con eterna paciencia a la bahía. Hoy no hay nadie y me extraña.

Las mesas de La Gaviota, atiborradas con clientes jugando al dominó.

Vuelvo sobre mis pasos y entro en el bar. Confieso que es la primera vez que la visito en 36 años. Es un pequeño bar de no más de treinta metros cuadrados para clientes y unos veinte de trastienda. Cuatro mesas ocupadas por cuatro pescadores cada una, en dos se juega al dominó, en las otras a las cartas, donde se dirime quien será el pagano del café o simplemente la honrilla del vencedor. Enfrente un mostrador, y a su espalda varias docenas de trofeos adornan las estanterías que no sé si proceden de torneos de estas timbas o de otro tipo de concurso.

En la imagen, José Camacho.

LOS 80 AÑOS DE JOSÉ CAMACHO.
La única mesa sin jugadores está ocupada por un parroquiano que parece ajeno al resto de clientes. «--Buenos días, --le digo--, ¿Puedo sentarme?» «--Naturalmente que sí». Me presento, y le digo que me ha llamado la atención este santuario, refugio de viejos pescadores que apuran el último tramo de su vida entre fichas, cartas, chanzas y que les permite pasar el tiempo en el único reducto posible donde olvidar las penurias de sus indignas pensiones. «--Pues yo me llamo José Camacho. Tengo 82 años». José, está tocado con una gorra de visera de color piel de ratón, camiseta, camisa y chaqueta. Un aspecto sereno, saludable y hasta venerable.

El techo de la taberna, con cuatro ventiladores de aspa.

LA TABERNA POR DENTRO.
Mientras lo saludo paseo mi vista por el resto del local. Un remedo de artesonado mudéjar, huérfano de decoración, donde unas vigas negras son entrelazadas por listones a juego, lucen en su techo como único adorno; de él penden cuatro ventiladores de cuatro aspas, probablemente de los primitivos S&P de mediados del siglo XX, al contrario de sus paredes donde no queda un centímetro sin ocupar. Estas, en su parte superior, a las que están adosados unos arcos de medio punto, sirven de marco para unas pinturas  que representan un paisaje del río Guadalete y al fondo El Resbaladero; en el paramento de enfrente, otra pintura  con rederos en plena faena de reparación y un pesquero amarrado al muelle.

Pintura en la pared donde se ve una antigua representación del río Guadalete, sin los bloques de la Plaza de la Pescadería. Cuadros de especies marinas, relojes, platos, fotos antiguas completan la decoración del paramento.

Debajo, y sobre el techo de los urinarios, reposan desde tiempo lejano unas  enormes botellas de cinco litros de Veterano, Caballero y Anís  del Mono, cuyos golletes están tocados por una gorra de guardia urbano, con esas  cuadrículas de los librillos de papel de fumar Jean, una gorra de plato de algún marino de graduación, y un sombrero de paja que le dan un aire de museo; este marco se remata por la custodia que de ellos hacen sendas escafandras de buzo en un cobre obscurecido por el tiempo.

En primer término, los urinarios donde hasta hace poco estaban las botellas de cinco litros de diversos destilados. Al fondo, el fresco pintado en la pared, con el oficio de cordelero y redero y un salvavidas del 'San Telmo'.

CORDELERO.
José Camacho continúa contándome cómo empezó a trabajar a los catorce años y se jubiló con setenta; cincuenta y seis largos años trabajando en tierra, como cordelero, haciendo  malletas (ver nótula núm. 321 de GdP) para las redes; hoy ‘disfruta’ una pensión de 575 euros. Recuerda como no hace muchos años, en El Puerto amarraban ciento setenta barcos, dos docenas faenaban en ‘el moro’ y el resto pasaban hasta cuarenta días en la mar. Hoy apenas veinte, tratan de sobrevivir en las esquilmadas aguas que median entre Cádiz y Ayamonte, en la frontera con Portugal. «--José, y ¿qué piensa de las pateras?». «--Pues, en las fatiguitas que tienen que estar pasando esas criaturas pa venir a ahogarse aquí, yo no sé la forma de vivir que tienen por ahí, pero cuando vienen, es porque deben estar pasándolo mu mal».

Las paredes no dejan espacio para el vacío, en una especie de 'horror vacui' de un barroco marinero.

EL NAUFRAGIO DE VICENTE.
Al lado está Vicente, ochenta y un años, viudo, cuenta como se embarcó con dieciséis años y pasó más de  diez faenando en el Caribe. Muchas noches de mala mar. Náufrago en dos ocasiones. Cuando me va a contar qué se piensa mientras  se está en el agua a la espera de rescate, unas voces en la mesa colindante celebran alguna jugada que atrae más el interés de Vicente, y decido dejar para otro día oír de viva voz, qué pasa por la cabeza de un  náufrago mientras está en esa situación.

Patio de la casa de la Taberna, vista desde el interior a la calle.

TABERNA, PENSIÓN Y CASA DE TRATO.
Alguien me contó que la taberna tiene como tal, más de ochenta años de antigüedad. En un tiempo fue prostíbulo, dedicando la planta alta a pensión por horas, como mucho, una noche; abajo la taberna donde se alegraban las pajarillas los parroquianos, al amor del coñac y del anís propios de la época, sin desdeñar los ocasionales güisquis  y ginebras.

ENTRE ‘EL CHIGÜI’ Y ‘EL PRINGUE’.
Por cierto que, tomando café con mi amigo Salvador Cortés ‘el Chigüi’, --con nótula núm. 307 en GdP en la imagen de la izquierda-- me contó cómo, con posterioridad a la actividad de comercio carnal, allí se alojó su amigo y compañero de trabajo en VIPA (Vidrieras Palma), ‘El Pringue’, simpático personaje, y que debía este mote a su exagerada afición a los cocidos  con generosa ‘pringá’. En sus años mozos,  ‘El Pringue’, aficionado a la pesca, pedía a los pescadores de caña le permitieran acompañarles, aunque solo fuera ‘para darle sombra al botijo’ y mantener el agua fresquita. ‘El Pringue’  andaba siempre ofreciendo su ayuda a todo el mundo para agenciarse unas perrillas, hasta  que logró entrar en VIPA donde trabajó como palero y después en alguna otra función. Tras las duras jornadas de trabajo, los operarios solían ducharse, más en verano que en invierno. El agua que se utilizaba era fría y al remitir el verano, los más proclives a una higiene diaria, tuvieron que ingeniárselas para lograr agua caliente, y aquí surgió el talento de “El Chigüi”. El horno cuyas temperaturas alcanzaban los 1500º en su interior, irradiaban a una determinada altura setenta u ochenta, justo contra la pared a cuya espalda se hallaban  las duchas. Solo tuvo que elevar las tuberías a ese nivel, para disponer de un sistema de calefacción que permitió a todos disfrutar de gratificante placer. Aquí estaba “El Pringue”, quien no se sabe si por sus enormes atracones de pringá o por su genética, pese a su baja estatura, desarrolló unos enormes atributos sexuales y se jactaba ante sus compañeros desnudos de tales proporciones. No solo presumía de ello, sino que les amenazaba para que no se agacharan a coger el jabón porque corrían evidente riesgo.

El acceso a la casa de la Taberna de la Gaviota, no tiene puerta de la calle, accediéndose directamente al patio donde existe un taller de imprenta y viviendas.

EL MUELLE.
La taberna estaba atiborrada. Busqué como en anteriores ocasiones a Juan Diego, joven patrón que atesora “millones” de anécdotas, como él dice, de su vida en la mar, pero tampoco estaba. Me fui hacia la balaustrada del Guadalete, iniciando un paseo de unos cien metros que separan la taberna del muelle. Mientras camino observo cómo está bajando la marea y deja al desnudo los bloques de protección, que cubiertos con un musgo de verde intenso, son fuente de alimentación de bogas y cangrejos.

Vista del río Guadalete, desde el Edificio Vistalegre. (Foto: Vicente González Lechuga).

‘EL CACHORRO’.
Próximos al embarcadero y sentados en un banco, dos hombres mantienen una animada charla. Me siento al lado de ellos y después de saludarles me presento. Para mi suerte, uno de ellos  es un pescador jubilado: José Mª, 'el Cachorro' natural de Lepe,  78 años, barba de dos días, rala, con zonas menos pobladas que en otras; aprecio una piel escasa de arrugas y de tono sonrosado que desmentiría sus más de cuarenta y cinco años  como marinero; conserva gran parte de un cabello entrecano. Mirada franca en ojos gastados, uno de ellos un tanto enrojecido y tal vez producto de incipiente conjuntivitis, deja ver en su lagrimal una pequeña legaña.

Solo he tenido que preguntarle por la bolsa de pescado situada a sus pies, cuando me enseña su contenido; varios salmonetes de buen tamaño y unas pescadillas; de inmediato, una  catarata de información sobre la procedencia de la bolsa. «--Esta mañana a las siete, ya estaba ayudando a los pescadores en la descarga y haciéndoles “mandaos”, ¿sabe  usté?…». Y continuó con su historia mientras yo observaba un nervioso movimiento de manos acariciándose ora una, ora la otra, que no sabría si atribuirlo a un tic, consecuencia de  los muchos años de jalar de redes, maromas y malletas y que me recuerda aquella escena de la película “Tiempos modernos”, en la que su protagonista, Charlot, trabajaba en una cadena de montaje; toda la jornada en monótona y rutinaria acción de apretar tornillos con ambas manos, derivaban en el regreso a su domicilio, en un acto reflejo del que no podía prescindir en un repetitivo gesto de sus  manos… (Texto y fotos: Alberto Boutellier Caparrós).

18

Manuel Moreno Simeón, nació el 30 de octubre de 1938 en el Hotel ‘Vista Alegre’ propiedad de sus padres, asistido en el parto por el Dr. Francisco Muñoz Seca, siendo el tercer hijo del matrimonio formado por Manuel Moreno Moreno y Bella Simeón Rodríguez: Rosario (Charo), Bella (Belli) y Manuel (Lolo).

La abuela materna de Manolo, Rosario Rodríguez, madre de Bella Simeón, fue una notable empresaria, propietaria entre otros del Hotel Vista Alegre, Hotel París, Restaurante La Puntilla, Balneario de Fuente Amarga (Chiclana), Hotel Vista Alta (Córdoba) y Hotel Emperador (Sevilla).

Anuncio del Bar-Restaurant La Puntilla, a cargo del Hotel París, propiedad de la abuela materna de Manolo, Rosario Rodríguez. Almanaque de Verano 1927.

1938
Ese año nacían en Roma y Atenas, cunas de la civilización de occcidente, Don Juan Carlos I y Doña Sofía, reyes de España. Era alcalde  de El Puerto Antonio Rives Brest. Se estrenaban las películas ‘El barbero de Sevilla’ de Benito Perojo, ‘Carmen, la de Triana’ de Florián Rey. Rafael Alberti publica ‘El Burro Explosivo’ y ‘Poesías (1924-1937)’. Desaparece la Revista Portuense. Se remodela y crea la Plaza de Cristobal Colón. El primer gobierno ‘nacional’ de Burgos, reconocido por el Vaticano ese año, por medio del ministro del Interior, declaraba días festivos con carácter oficial en el territorio ‘nacional’, el jueves y viernes santo..

Anuncio de 'La Antigua de Cabo', en el Almanaque Comercial de 1930. 11 años mas tarde pasaría a ser propiedad de la famiia de Manolo Moreno.

CUATRO VIVIENDAS SINGULARES.
La familia Moreno Simeón vivió a lo largo de los años dentro de los diferentes negocios de hostelería que gestionaron, y que tan buen recuerdo han dejado en la memoria de los porteños (no es de extrañar, así, la vocación hostelera de Manolo): el Hotel ‘Vista Alegre’, que daba a las calles Micaela Aramburu, Guadalete y Bajamar. A partir de 1941 el hogar familiar sería en ‘La Antigua de Cabo’, en la calle Ganado, año en el que se hacen cargo de dicho establecimiento que estaba junto al comercio de Moresco y Salvatierra. Y en 1947, contando Manolo 9 años, en la ya desaparecida Venta ‘El Chorizo’ --hoy solo queda el pozo--, en la Avenida de Jerez, donde Bodegas Terry construiría unas modernas naves bodegueras y que, en la actualidad se ha reorganizado en calles para la construcción de la futura urbanización ‘Bahía Blanca’, junto a la casa del Pico San José. Por último, la familia viviría en la Ribera del Marisco, en la vivienda del primitivo ‘Échate Pa’yá’. /En la imagen, con su familia, de izquierda a derecha, Manolo, Lolita Gil de Reboleño, su padre Manuel Moreno, su madre Bella Simeón, la Tata María, sus hermanas Belli, Charo y la perra 'Linda'.

Avda de la Bajamar, el desaparecido Hotel Vista Alegre, hotel de toreros, donde hoy se encuentra el edificio del mismo nombre, que alberga en sus bajos de cara al río el ‘Bar del Puerto’ en la esquina con la calle Guadalete, que es la que se muestra. /Foto Colección Vicente González Lechuga.

LA COCINERA PIANISTA.
Un día, estando la madre de Manolo, Bella, en la cocina, llegó a comer una familia bastante pudiente. Nada más entrar vieron el piano, un Ronisch y preguntaron que a quien pertenecía. Cuando les contestaron que era de la cocinera, se echaron a reir y pasaron al comedor. Cuando la madre de nuestro protagonista terminó sus quehaceres en la cocina, salió a tocar el piano y, al escuchar la música, la familia salió del comedor a ver quien era el que tocaba tan magnífica pieza, el ‘Improntu’ de Chopin. No salían de su asombro al ver que era, en verdad, la cocinera la que, tan magistralmente operaba entre los dientes de marfil de aquel piano.

VENTA EL CHORIZO.
Nuestro protagonista recuerda, con nostalgia, a un caballo que le regaló su padre: ‘Chico’, de mediana estatura, hijo de un semental de las caballerizas de Terry llamado ‘Arnaig’. Era un potro muy listo, pero con mucha malas ideas. El pequeño Lolo iba todas las tardes de verano a montar con su caballo por la zona de Las Beatillas. Al llegar amarraba a ‘Chico’ con una cuerda y un clavo grande al suelo y disfrutaba de otra de sus pasiones: leer. Una tarde ‘Chico sacó el clavo del suelo con la boca y se marchó de vuelta a casa. Cuando Manolo se dio cuenta no le quedó otra que volver a la Venta El Chorizo andando. Al llegar a casa, allí estaba ‘Chico’, tan contento, en su cuadra. /Manolo y su entonces novia, Lolita Gil de Reboleño, a caballo en la Feria de Primavera.

ÉCHATE PA’YÁ.
Cuando el padre de nuestro protagonista, Manuel Moreno Moreno regentaba el ‘Échate Pa’yá’, una de las tapas estrellas, aparte del Txangurro, era la tortilla de camarones. Y siempre se producía el mismo rito cada vez que le pedían una: al entregarla al cliente decía: “Al que encuentre un camarón, le regalo un televisor en color”.

ESTUDIOS.
A los cinco años su madre lo inscribió en el colegio de las Carmelitas. Con ocho pasó a La Pescadería (San José y San Estanislao), donde permanecería hasta segundo año de Comercio. También, con ocho años, empezó los estudios de Solfeo y Violín en la Academia de Bellas Artes, recibiendo clases particulares de mano de Ramón Zarco, hijo de Doña Virginia Hernández. También estuvo en el Instituto Santo Domingo, hasta que dejaría los estudios.

LA MÚSICA.
Durante los veranos, sus padres regentaron en Rota un restaurante denominado Bar ‘Sur’, en el cual por las noches tocaba una orquesta de Sevilla dirigida por el conocido para la época  Maestro Navarro quien, al ver las dotes musicales de ‘Lolo’ --así era como lo llamaban en familia-- quiso darle clases de solfeo. Y es que Manolo llevaba la música muy adentro. En cierta ocasión le regalaron una armónica y, sin nociones previas, terminó tocándola como si llevara haciéndolo toda su vida. A los nueve años ofreció un concierto de violín en el Salón de la Academia de Bellas Artes, la primera parte solo y la segunda acompañado por Merche Valimaña ‘Macaria’, con nótula núm. 047 en GdP, al piano. /En la imagen de la izquierda, el profesor de música Ramón Zarco Hernández /Foto: Academia Bellas Artes.

Su afición y amor por la música le llevaron a estudiar por su cuenta piano, con los tomos de música de su madre quien, además de ser una magnífica cocinera, fue una gran pianista, licenciada en Solfeo por la Facultad de Cádiz. Poco a poco, Lolo fue soltándose hasta el punto que el piano se convirtió en su gran pasión. En la actualidad, toca a diario en su casa.

PRIMER TRABAJO Y SERVICIO MILITAR.
Con dieciséis años trabajó en el Banco Central de la calle Larga y, con gran pesar, tuvo que dejarlo por enfermedad. Con dieciocho ingresa como voluntario en la Escuela de Especialistas del Aire de Getafe(Madrid), en donde permaneció seis meses; el año siguiente lo pasó en el Cuartel de Tablada de Sevilla.

Manolo, con bigote, a la derecha de la imagen, en su taller de efímera vida en la calle Diego Niño.

TALLER DE MOTOS.
Con 21 años, en 1962, se embarcó en su primera aventura empresarial, montando un Taller de Motos en la calle Diego Niño.  El negoció se fue a pique debido a que aunque vendió muchísimas motos de las marcas Ossa y Lube-Ren, él mismo respondía de las operaciones a plazos con las fábricas y no pudo soportar el déficit con la banca, sumado a que algún que otro cliente le dejó a deber facturas, lo que le llevó a tener que cerrar el taller viéndose obligado a contemplar la posibilidad de irse de emigrante a Alemania.

EMIGRANTE EN ALEMANIA.
Ese mismo año, 1962, consiguió un contrato de trabajo con la fábrica Brown Bovery, en Alemania y se marchó. La jornada laboral en esta empresa era por las mañanas, en una cadena de montaje de frigoríficos y por las tardes trabajaba un par de horas en un taller de motos. Era un trabajo que le gustaba, pero en invierno era imposible manipular bien la mecánica debido a las bajas temperaturas.

Con la orquesta 'Suspiros de España'.

Manolo, al piano, con 'Suspiros de España'.

De su estancia en Alemania el mejor recuerdo que conserva Manolo es  de cuando en el ‘Club de Españoles’ organizaron una orquesta a la que denominaron ‘Suspiros de España’. La dirigía un valenciano llamado Rodolfo que tocaba la trompeta, y la integraban un gallego al contrabajo, otro gallego al clarinete y al acordeón, Ascanio un cordobés de Cabra a la batería, José Luis un onubense a la guitarra y Manolo al piano y al violín.  Actuaban todos los sábados en el Club de Españoles y en algunas fiestas como bodas, bautizos y otros eventos en la Base Americana de Hanau am Main, ubicada en la región de Hesse, una población equivalente a El Puerto, con 88.648 habitantes.

El órgano de la catedral de Frankfurt en el que Manolo, por responsabiliad, se negó a tocar.

EL ÓRGANO DE LA CATEDRAL DE FRANKFURT.
En el Club de Españoles había un sacerdote que se hizo muy amigo de Manuel. Este cura sabía de los conocimientos y de la gran afición a la música que tenía Manolo, así que un día le pidió que fuera a tocar el órgano de la Catedral de Franckfurt. Manuel le preguntó al sacerdote cuales eran las características del instrumento musical, a lo que éste le respondió que normal, mas o menos como el que él tocaba en el Club de Españoles. Con mucho respeto y miedo Manolo terminó accediendo.  Al llegar el día señalado, el sacerdote y él llegaron a la Catedral, quince minutos antes de la ceremonia. Manolo se encontró con el Coro de la Catedral presente ante un órgano de varios siglos, cuyos tubos alcanzaban casi el techo. Le pidió al cura si podía ensayar un poco antes de empezar y éste le dijo que no había tiempo, que no se preocupara, que todo saldría bien. Empero, como persona responsable y respetuosa, Manuel decidió no tocar, pues la ceremonia podía pasar de lo solemne a lo ridículo, pensó.  Así que, Manolo, cogió la puerta de la Catedral, camino de la estación, se subió al tren y se marchó para el pueblo donde residía.

Panorámica de Zurich con torres de aguja de las iglesias.

ZURICH.
Aproximadamente al año de su estancia en Alemania, salió ardiendo la fábrica quedando completamente destruida. Ante esta circunstancia, Manolo pidió ser destinado en Zurich (Suiza), donde por aquel entonces trabajaban sus hermanas Charo y Belli, junto a sus maridos Carlos y Pepe. Allí permanecería por espacio de seis meses. Un fin de semana regresó a Alemania para resolver unos asuntos y comprobó que la fábrica ya estaba de nuevo en funcionamiento e ingresaría de nuevo por seis meses más, luego un periodo de tres meses otra vez en Zurich hasta su regreso definitivo a España.

REGRESO A ESPAÑA
En la frontera española vivió un sorprendente episodio: un cabo de la Guardia Civil le confiscó dos revisas italianas del Festival de Eurovisión dado que, al no entender el idioma, creyó que era propaganda marxista y lo tuvo retenido mas de una hora, hasta que llegó un superior que entendía el idioma y se arregló el malentendido. En total, estaría fuera de España algo mas de dos años.

DE MAQUINISTA A JEFE DE CANTERA
Al poco tiempo de llegar a España, se colocó en una compañía constructora, SATO  (Sociedad Anónima de Trabajos y Obras) como maquinista de una grúa alemana. Gracias a que un proveedor de la empresa, Javier Paz, sabedor de que Manolo tenía estudios, habló para que lo pasaran a oficinas y allí trabajaría durante un año. Ya casado lo destinan a San José del Valle como administrador de la cantera. Allí se encontraban, tanto él como su esposa, muy contentos, pero la llegada de su primer hijo, en marzo de 1966, le impide aceptar el nuevo traslado que le habían propuesto (Bilbao o Almería), por diversos problemas de salud de su primogénito, Manolín, y regresan a El Puerto.

Construcción de la Base Naval de Rota.

DE PEÓN A JEFE DE PLANTA Y DE TRANSPORTES.
Encontró trabajo en la Base Naval de Rota con la empresa Dragados en calidad de peón, pero al revisar su trayectoria laboral lo pusieron de encargado en una Planta Asfáltica y de Jefe de Transportes a los dos meses de empezar.  A los dos años  la obra de la Base en la que estaba la empresa donde trabajaba Manolo finaliza su contrata y Manolo decide comprarse un camión de transportes de construcción.  En Dragados le ofrecen trabajar en la autopista de peaje Cádiz-Sevilla como encargado de una Planta de Hormigón y de los camiones hormigoneros que surtían los trabajaos de la nueva vía.

LA SOLERA.
Al término de la obra del moderno vial, Manolo decide vender el camión y coger el traspaso del bar ‘La Solera’ en la calle Ganado, que por aquel entonces y desde la década de los cincuenta del siglo pasado pertenecía a la familia de su esposa, inaugurándolo con una nueva impronta en Agosto de 1972. Ver nótula núm. 858, Taberna ‘Los 48’ en GdP.

Con su hijo Ramón --también le ayudó Juan Carlos-- en plena faena en 'La Solera'.

En sus comienzos el bar empezó con pocas tapas, pero debido a la gran aceptación que tuvieron fue incrementando la lista. El bar empezaba a ser un establecimiento moderno. Manolo, con su incansable trabajo, buen hacer  y con la ayuda incondicional de Lolita, su esposa y más tarde de sus hijos, consiguió hacer de una tasca un bar de familia, donde los clientes se convertían muchos de ellos en amigos. Estaba especializado en hamburguesas caseras, pepitos de lomo, cordón bleu, chipirones a la plancha, menudo de Bella, croquetas de Carmela y un sinfín de especialidades que hicieron de La Solera uno de los bares de la época más conocidos de El Puerto, cuando las tapas elaboradas empezaron a ponerse de moda.

La recordada y popular hamburguesa de 'La Solera'.

LA HAMBURGUESA.
La receta original de la ‘Hamburguesa Casera’ y las ‘Mini Hamburguesas’, y muchas otras tapas formaban parte del Libro de Recetas familiar. En el caso de las hamburguesas, que eran filetes rusos empanados, nada habitual en la zona, la receta se remonta a su abuela materna, Rosario Rodríguez, madre de Bella Simeón, modernizada con los complementos al uso: ketchup de Conservas Sur, Salsa Picante o mostaza, además de tomate y cebolla, en un panecillo de horno local, nada de bollería industrial. Pasarían los años con Manolo al frente de La Solera, siempre innovando la carta, pero sin dejar de lado las tapas que le dieron el reconocimiento de bar de familia.

TARTAS QUADRO’S.
A mediados de la década de los ochenta del siglo pasado y sin dejar La Solera, comienza una nueva aventura empresarial, haciéndose distribuidor de tartas Quadro’s y dado su tesón y constancia llegará a serlo a nivel provincial. El problema surgirá cuando comprueba que empieza a bajar la clientela del negocio matriz: La Solera, abandonando le distribución y regresando, para dedicarse de lleno, al bar de la calle Ganado. Además, Manolo abrió La Solera II, frente al Ambulatorio de la Seguridad Social ‘Virgen del Carmen’, de efímera vida y nada especialmente destacable.

En febrero de 1994 Manuel sufre un infarto de corazón; en marzo le hacen su primer cateterismo y en junio le operan en el hospital Reina Sofía de Córdoba, donde el equipo del Dr. Concha con éste a la cabeza, le implanta un bypass. Tras una lenta recuperación, Manuel continuará en el bar hasta la finalización de los estudios de sus hijos, dando por finalizada su vida laboral y la del propio establecimiento como bar de familia, en septiembre de 2000.

LA FAMILIA.
Manolo se casa el 1 de mayo de 1965 --va  a hacer 46 años-- con su novia de siempre: 11 años estuvieron de novios, con María Dolores (Lolita) Gil de Reboleño Insúa; se conocía desde que él tenía 15 años y ella 13. Tienen tres hijos, dos de los cuales les han dado cuatro nietos.

Manolo y Lolita, con sus hijos con pocos años.

Tuvieron tres hijos varones, Manolín en 1966, que nació con Síndrome de Down, trastorno genético que por entonces --aunque la enfermedad estaba descrita en 1866, hasta 1958 no se descubrieron las causas que lo producían-- era poco conocido, así como su tratamiento. En la actualidad, el cambio de mentalidad de la sociedad han supuesto un cambio cualitativo positivo en sus expectativas vitales, aunque Manolín siempre ha sido la alegría de la casa y de toda la familia y amigos.

En una fotografía actual, el matrimonio con hijos y nietos.

Ramón Manuel fue su segundo hijo, nacido en 1969. Estudió Ciencias Empresariales y tiene Despacho como Asesor Contable, Fiscal, Mercantil y Tributario; tiene dos hijos, Ramón Manuel y Marina Victoria. Juan Carlos, su tercer hijo, nacido en 1974, estudió Medicina, estando especializado en Medicina Deportiva; tiene dos hijos: Juan Carlos y María Jesús.

Casa donde vivieron en la calle Luna hasta el año 2002. /Foto Mata. 2002.

Desde que tuvieron a su primer hijo vivieron en la calle Luna esquina con la Plaza de las Galeras, con unas vistas impresionantes del río Guadalete y el Parque Calderón, arriba del Bar La Garnacha, antes Bar Los Maera. En Diciembre de 2002 se mudaron a la urbanización El Ancla.   Allí viven Manolo y Lolita junto a su hijo Manolín. Como ya hemos señalado, Manuel toca el piano que tiene en el salón de su casa todas las tardes, lo que no se ha dicho es que lo hace por petición y para deleite de su hijo Manolín al que le encanta la música, toda la música, desde la clásica al pop, desde los carnavales a los villancicos, … de la mano de uno de los actores, de una parte importante de la reciente historia de la hostelería portuense.

Nuestro agradecimiento a Ramón Moreno Gil de Reboleño, quien con su inestimable concurso ha hecho posible la elaboración de esta nótula.

7

A Vicente Sordo Gómez, con mi amistad.

Es una inacabable algarabía,
donde todo es posible e inaudito:
desde la tapa insigne al numerito,
que vende silenciosa “La Alegría”.

Una alegre y flamenca bulería
en la barra ... Se bebe Fernandito
su quinto “valdepeñas”, como un rito
solemne, alrededor del mediodía.

Todo tiene un acento costumbrista:
en la puerta la foto de un artista
se cuelga del cristal, calladamente.

Y el tiempo que parece se ha quedado,
al pie de La Placilla ensimismado,
colgado en la pared del “Bar Vicente".

Todo tiene el sabor recio y añejo
de aquel Puerto de ayer, tan aldeano,
donde imperaba el trato campechano
no falto de sapiencia y de gracejo.

Baja de La Angelita el Puerto viejo,
campesino y sufrido, al par que humano.
Gesticula al hablar su recia mano,
dando al ambiente un aire de festejo.

“Los Dos Pepes” ayer ... Hoy, padre e hijo,
en un constante y cálido amasijo
de lealtad y servicio a sus clientes,

escriben, sin saberlo, lo que historia
mañana habrá de ser ... Que en la memoria
del Puerto han de quedar los “Dos Vicentes”.

Paco del Castillo.
3 de octubre de 2002.

Fotos: Bar Vicente

Mas información en Gente del Puerto.
014. BAR VICENTE. O Las Mellizas (el Rubio), o Los Pepes.
655. MANUEL GARCÍA GÓMEZ. El Tabique.

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