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Federico Rubio y Galy había nacido en El Puerto de Santa María el 30 de agosto de 1827, de familia de escasísimos medios económicos más que nada por el talante liberal inquebrantable que sostuvo su padre, precisamente durante el periodo absolutista. Era hijo de un abogado que había sido compañero de Riego y pinta en sus memorias los años niños de su vida empañados por persecuciones políticas y destierros que sufre su padre por mor de su ideología liberal exaltada.

Sus primeros estudios los realiza en ‘amigas’ y escuelas portuenses, alguna, como la de la Aurora, que daba títulos válidos ‘ante el Rey y ante el Papa’. Cuando decide ser médico, tropieza con la estrechez económica que agobia a su familia, y no duda en costearse su carrera dando clases de esgrima --era especialista en florete-- en el colegio gaditano San Felipe Neri.

DE LA DISECCIÓN A SU PRIMER LIBRO.
De estudiante, destacó pronto como disector. [Persona que diseca y realiza las operaciones anatómicas] Todas las horas que podía las dedicaba al anfiteatro, donde pasaba muchas noches a la luz de una vela, descuartizando cadáveres y preparando lecciones de anatomía para sus compañeros. En 1850 termina su carrera. Un año antes había publicado su primer libro: ‘Manual de Clínica Quirúrgica’. Prepara enseguida oposiciones a la cátedra del Hospital Central de Sevilla que no consigue, por causa de su ideología política, a pesar de sus brillantísimos ejercicios. /En la imagen de la izquierda, segundo cuaderno de su primer libro editado en la gaditana Plaza de las Viudad de Cádiz en 1850. Figura su autor como Bachiller en medicina y cirugía, ayudante de disector de la Facultad de Medicina establecida en Cádiz de la Universidad Literaria de Sevilla.

Vista parcial del Hospital de las Cinco Llagas, hoy Parlamento de Andalucía. Los alumnos de la Escuela Libre de Medicina y Cirugía recibían sus lecciones en sus dependencias.

ESCUELA LIBRE DE MEDICINA Y CIRUGÍA.
Ejerce su profesión durante algún tiempo en Sevilla y funda, en 1865, la Sociedad de Medicina y en 1868, al margen de toda oficialidad, la Escuela Libre de Medicina y Cirugía, donde imprimió a sus enseñanzas tal carácter práctico y objetivo que resultaron verdaderamente innovadoras sus maneras pedagógicas.

EMBAJADOR EN LONDRES.
Al poco tiempo, marcha a Inglaterra como Embajador de España. En Londres, asistió a los cursos del célebre Ferguson y allí lució más como médico que como político el ilustre portuense. En el campo de la política, aparte de Embajador, fue Senador, Presidente de la Comisión de Reformas Sociales y Diputado a Cortes. /En la imagen de la izquierda, cartel anunciador del Congreso celebrado en nuestra Ciudad en septiembre de 2002.

A su vuelta a España, Federico Rubio se reveló genial operador, rompiendo antiguas prácticas y viejas y tradicionales teorías. Realizó, por primera vez en España, operaciones tales como la ovariotomía y la extirpación de la matriz. Fue el primero que, en todo el mundo, extirpó un riñón con feliz resultado y espectaculares logros consiguió operando laringes cancerosas.

RAMÓN Y CAJAL.
Ramón y Cajal dijo de Federico Rubio que «se adelantó a todos en disipar el supersticioso temor que inspiraban las cavidades orgánicas, sobro todo el peritoneo, arca santa ante cuyas paredes se detenía miedoso el bisturí». De estos atrevimientos quirúrgicos fueron aventajados seguidores los doctores Salado, en Sevilla; Creus, en Granada; Toro y Díaz Rocafull, en Cádiz y luego, un sin fin de cirujanos.

RENUNCIA AL MARQUESADO DEL PUERTO.
Lo nombraron Académico de la Real de Medicina, Miembro Honorario del Real Colegio de Cirujanos de Londres, fue Director-fundador de la ‘Revista Iberoamericana de Ciencias Médicas’,  la más avanzada publicación de este carácter que contribuyó en su tiempo a crear un verdadero estilo quirúrgico español. Recibió las Grandes Cruces de Alfonso XII y del Cristo de Portugal. La Reina Regente, Cristina, le ofreció el título de Marqués del Puerto de Santa María, que rehusó cortésmente, fiel a sus ideas políticas.

ESCUELA PRÁCTICA DE ENFERMERAS.
Comprendió que la sola vocación religiosa no facultaba para atender debidamente a los enfermos, entonces confiados a manos monacales. Se propuso capacitar a las mujeres, monjas o no, para llevar a cabo tan delicada misión. Para ello fundó la Escuela Práctica de Enfermeras de Santa Isabel de Hungría. Su idea fue mal interpretada por la opinión pública ya que se pensó que lo que don Federico pretendía era eliminar y sustituir a las monjas en esta labor. Nada más opuesto a su sentir, ya que si era católico ferviente, no era peor amigo de los enfermos. /En la imagen, sello conmemorativo del 175 Aniversario de su nacimiento, celebrando su primer día de circulación el 8 de mayo de 2002.

Instituto Rubio. Pabellón de Dispensarios. /Foto: Laurent.

INSTITUTO RUBIO.
Pero su obra cumbre, en la que más empeño puso, fue la creación del Instituto Quirúrgico que llevó su nombre. El Instituto Rubio fue fundado para cumplir, por un lado, fines humanitarios y, por otro, docentes. Se atendían en él gratuitamente a los enfermos y se impartían enseñanzas de cirugía. El 4 de julio la Reina Regente ponía la primera piedra del Instituto Rubio, construcción que costeara don Federico. Tenía en su fundación un presupuesto anual de sostenimiento de 120.000 pesetas de las que sólo 50.000 eran aportadas por el Estado. El resto, se cubría con dotaciones que para camas hacían varios particulares.

En 1897,después de varios años en los sótanos del Hospital de la Princesa,el Instituto Rubio inauguró nueva sede en los altos de la Moncloa.Su estructura de pabellones por especialidades (Urología,Cardiología,Oftalmología y Ginecología) funcionaba como centro docente,asistencial y de investigación.Y la ubicación fue paradigmática,pues situándose junto al asilo de Santa Cristina anunciaba la emergencia del futuro polo sanitario de la Moncloa,luego completado con el Instituto de Higiene Alfonso XIII y el futuro Hospital Clínico,además de las facultades de medicina,farmacia y odontología.

Como dato curioso en la junta administrativa del Instituto formaban parte un enfermo y una enferma, con voz y voto con que el doctor hacía verdad su idea directriz: ‘Hacer de un hospital una familia de enfermos atendidos y cuidados por una familia de sanos’. 

PINTOR Y COLECCIONISTA.
Fue Federico Rubio pintor de exquisito gusto y esmerado coleccionista de pinturas. En lienzos poseía, entre otros, cuatro Murillos de sus dos épocas y un Greco y su colección ocupaba varios salones de su vivienda.  El deporte de la caza fue una de sus aficiones favoritas. Había adiestrado para ello a su perro ‘Gante’, fiel compañero de sus correrías cinegéticas.

Monumento a Federico Rubio en el Parque Oeste, de Madrid, obra de Miguel Blay.

CALLES EN EL PUERTO, SEVILLA Y MADRID.
Murió Federico Rubio el 31 de agosto de 1902, a causa de los estragos que una arterioesclerosis reumática había hecho en su organismo. Fue enterrado en la capilla del Instituto que fundara y su epitafio redactado por Menéndez y Pelayo. Al finalizar la última guerra civil, los restos del Instituto Rubio yacían entre obuses y bombas. Los nietos de don Federico, con paciencia reverencial, lograron rescatar sus huesos que reposaban en las ruinas de la Capilla.

A Federico Rubio se le dedicaron calles en El Puerto [la antigua calle Pozuelo y el ambulatorio de la Seguridad Social de la calle Ganado que aparece en la imagen de la izquierda], en Sevilla [donde también tiene un busto sin rotular en el dintel de una puerta en la calle Madre de Dios], en Madrid donde tiene una avenida y plaza [y un colegio público en la zona de Cuatro Caminos] y donde, en el Parque del Oeste, se le erigió un monumento obra de Miguel Blay. [También tiene calle en Torrelavega (Cantbria) y en otros municipios españoles]. (Texto: Luis Suárez Ávila).

FRAGMENTO DE SUS MEMORIAS.
«Nosotros continuamos hasta la calle de las Neverías, apeándonos ante un portal oscuro de una casa de la acera de la derecha. Esa casa era de mi abuela materna, o por mejor decir, de su tía doña Francisca Gil. Abierto el portón, tirando de un cordelillo que por el zaguán levantaba el picaporte, entramos en un patio enchinado y limpio, si no lo afeara un caño descubierto que, siguiendo el zaguán, corría a morir en otro caño mayor que iba por la calle. El patio, cerrado por sus cuatro frentes, en cada uno ofrecía una puerta: la de entrada, que pasamos; la frontera, al lado opuesto, y en los muros de izquierda y derecha otra puerta, respectivamente, y una ventana de reja a uno y otro lado de ellas. El patio carecía de corredores y arriates: la planta baja solo».

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Acceso al antiguo Penal de El Puerto.

Hace ahora 120 años que se nombró a José Millán Astray, un abogado gallego perteneciente al cuerpo de funcionarios estatales y aspirante a escritor –así lo definen algunos biógrafos-,  director de la Penitenciaria Hospital de El Puerto de Santa María, una institución recién creada por el gobierno central en el antiguo convento de Santa María de la Victoria, expropiado a los franciscanos Mínimos en la época de la desamortización de Mendizábal, un par de décadas antes.

Este centro, que está considerado como el primer psiquiátrico penitenciario español, nació después de un estudio estadístico de locos criminales y dementes que cumplían penas de prisión, encarcelados en hospitales y manicomios de diversos puntos de la península. La encuesta, realizada por el Ministerio de la Gobernación en 1886, según unos autores o en 1888, según otros, arrojó un total de 238 reclusos enfermos, de los cuales tan solo 18 eran mujeres y el resto varones.

Para poder darnos una idea de la improvisación, falta de organización material y jurídica con la que se llevó a cabo el establecimiento del penal, nos basta conocer la prolongación de las obras de acondicionamiento que duraron hasta 1896, obras que no evitaron ni eludieron la insalubridad y falta de higiene de las instalaciones o el Reglamento provisional con que fue dotado: Real Orden 20 de marzo de 1894,  tres años después de nombrado Millán Astray como director.

Debió tener pues, bastante trabajo para organizar aquello, más parecido a un “cotarro” que a un centro penitenciario. Y no lo hizo mal, dividiendo a los enfermos internados en cinco secciones: ancianos, inútiles (supongo serian inválidos) enfermos crónicos, enfermos agudos o graves y, simplemente, enfermos. A esta quinta sección, la más numerosa, la subdividió, a su vez, en varios apartados, según sus características: tranquilos, semitranquilos, agitados, sucios, epilépticos y enfermos en observación, grupos a los que colocaba en salas y dependencias diferentes.

El joven Millán Astray, al que definió Perez Galdós como “hombre simpático e instruido, prestando servicios importantes en la averiguación de diferentes delitos, habiendo demostrado inteligencia y buena voluntad como funcionario” no nos cabe duda recibió este nombramiento más como un castigo que como un premio, después de formar parte como imputado en la trama del escandaloso y popular “Crimen de Fuencarral”. Cuando este suceso tuvo lugar, el asesinato y robo de una rica viuda que vivía en dicha calle, ejercía como director interino de la cárcel Modelo madrileña, “enchufado” al decir de alguna prensa de la época por su amigo y paisano Eugenio Montero Ríos, flamante presidente del Tribunal Supremo (al que el escándalo le costó el puesto) y también por Manuel Alonso Martínez, titular de la cartera de Gracia y Justicia, ministerio en el que Millán Astray había ocupado diversos cargos. .Finalmente fue exonerado, y no prosperaron los cargos de infidelidad en la custodia de presos e inducir falso testimonio .  /En la imagen de la izquierda Pérez Galdós.

En la imagen de la izquierda, periódico La Vanguardia que relata el 'Crimen de Fuencarral'.

Lejos de su familia, que había quedado en la capital, Millán Astray sentía nostalgia, recordando a su esposa Pilar Terreros y a los dos hijos habido en el matrimonio, especialmente cuando acabada la jornada laboral y realizaba largos paseos las noches de verano por los alrededores del penal. El día 5 de julio de 1891 en que sus hijos María Pilar y José, que debían de ser mellizos o gemelos, cumplieron los doce años les escribió este poema que tituló “La Noche”:

Cuando llega la noche/ la brisa aspiro,/sentado en la ribera,/cerca del río;/mirando al cielo/por si llevaros quiere/de mí el recuerdo.
El viento en la arboleda/mueve los pinos,/parecen sus rumores/tristes suspiros,/y mi alma enferma/llora al son de sus ecos/por vuestra ausencia.
Los rayos de la luna/refleja el agua,/mueven los marineros/la frágil barca,/y cruza el puente/un tren, que a monstruo informe/se le parece.
El puente se estremece,/retiembla el suelo,/el silbido se escucha/lejos… muy lejos…/El tren que pasa/donde están mis pequeños/su ruta acaba.
Solo con mis recuerdos/sin paz ni calma,/en andar silencioso/dejo la playa,/y ya dormido/un beso hay en mis labios/para mis hijos.

Desconozco el tiempo que permaneció como director de la penitenciaria portuense. En 1916 ejercía como director del penal de La Coruña, en un retorno a su tierra natal y continuaba escribiendo, olvidados sus pleitos con la prensa madrileña. El Imparcial, periódico capitalino, publicó en 1918 un fragmento de sus memorias, en las que refiere las numerosas experiencias vividas profesionalmente. La que publica “El Imparcial” se titula “Visión de Sangre” y era su protagonista un sanguinario salteador maño apodado “Cucaracha” que le hizo en una ocasión una depuración con saninjuelas, en la enfermería de un penal, cuyo nombre deja en puntos suspensivos, aunque todo parece indicar que fue en el penal portuense donde ocurrió, contándole el preso sus macabras anécdotas.    /El claustro del Penal, ocupado por los internos como taller.

En 1920 su hijo José Millán Terreros, funda la Legión y nace el mítico militar Millán Astray, tomando los dos apellidos paternos, héroe para unos, monstruo cruel para otros, según la ideología y sensibilidad del analista. Su hermana Maria Pilar Millán Terreros, heredó la vocación literaria paterna y fue una prolífica escritora de sainetes y obras teatrales, algunas pasadas al cine como ‘La Tonta del Bote’. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía).

El 3 de octubre se cumplen 149 años de la visita de la reina Isabel II y parte de la familia real a la ciudad en 1862, donde estuvieron en la Iglesia Mayor Prioral y en el Palacio de Purullena, entre otros emplazamientos

Esta visita de Isabel II de Borbón (1830-1904) a El Puerto de Santa María se inscribe en el viaje que la reina realizó por todas las provincias andaluzas (excepto Huelva) y por Murcia en el otoño de 1862. Viajaban con ella el rey consorte Francisco de Asís (1822-1902) y dos de sus hijos: la infanta Isabel (La Chata) y el príncipe de Asturias (luego Alfonso XII), de 10 y 4 años, respectivamente. En el amplio séquito que acompañaba a la familia real destacaba el general Leopoldo O'Donnell, presidente del conocido como Gobierno Largo (1858-1863) de la Unión Liberal, el más duradero de todo el convulso siglo XIX español. Fue un quinquenio relativamente próspero y apacible, si bien el deterioro de la situación política y social en el campo andaluz -revuelta de Loja (Granada) en 1861- aconsejaba que la reina visitara la región.

La estación de ferrocarril en 1853

El tren real llegó a El Puerto de Santa María el viernes 3 de octubre de 1862, hacia las 9:30 de la mañana. Poco antes había cruzado el puente de hierro de San Alejandro, sobre el río Guadalete, que quedó inaugurado ese mismo día. En la estación, que -según los cronistas Arístides Pongilioni y Francisco de P. Hidalgo- "se hallaba pobremente adornada", son recibidos los regios viajeros por la corporación municipal bajo mazas de rigurosa etiqueta (con el alcalde Juan Luis Aldaz Barrera a la cabeza), el juzgado de primera instancia y un buen número de notables. Fuerzas de carabineros y de artillería de Marina con dos bandas de música hacen los honores de ordenanza.

Boceto del Arco de Triunfo instalado a la entrada de la calle Larga.

El mismo espacio anterior, con mayor perspectiva, sin arco.

Isabel II y su familia suben a una carretela descubierta tirada por cuatro caballos negros, a la que preceden batidores de la guardia municipal, clarineros a caballo y flanqueadores de la Guardia Civil. La comitiva ocupa otras 20 carrozas. El tránsito hasta la plaza de los Jazmines está adornado por doble fila de mástiles con gallardetes. A la entrada de la calle Larga se ha levantado un arco de triunfo, de 13 m de altura, que alegoriza la reciente victoria militar en la guerra de África. "El gentío era inmenso. El entusiasmo grande", recuerda el escritor Francisco Tubino. Llama la atención el exorno de la residencia del vicecónsul de Gran Bretaña, Carlos S. Campbell. El cronista J. L. A. B. (que debe ser el propio alcalde) observó que en la planta baja de la casa -actual nº 23 de la calle Larga- se habían improvisado dos palcos, "desde donde los lindos y simpáticos niños del [vice]cónsul saludaban a las reales personas, desplegando pequeñas banderas de seda con delicadas y atentas dedicatorias."

El abundante público apenas deja transitar al cortejo por la calle Palacios, en cuyos balcones ondean vistosas banderas nacionales. Una vez en la plaza de la Constitución, donde se había levantado un templete con una columna corintia, Isabel II es recibida en las gradas de la Iglesia Mayor Prioral por el clero bajo palio. Pasan después Sus Majestades al interior del templo y rezan en el altar mayor mientras oficia monseñor Claret, confesor de la reina.

Salón de baile del Palacio de Purullena, fotografiado en los años 30 del siglo XX.

Por las calles San Sebastián y Cruces se dirigen los reyes a la casa-palacio del marqués de Purullena. Allí les esperaban ya las autoridades municipales, el diputado a Cortes Francisco Barca y el marqués propietario, Miguel Iribarren Ortuño. Con la ayuda de algunos vecinos pudientes, el Ayuntamiento había restaurado las estancias y el mobiliario del palacio dieciochesco que se ofrecía como hospedaje a la familia real: "Nadie hubiera podido creer que en El Puerto de Santa María se encontrasen reunidas tantas bellezas antiguas dentro de un edificio que por su exterior no aparentaba ciertamente lo que dentro se encierra." (Pongilioni e Hidalgo). /En la imagen, la desaparecida capilla del Palacio de Purullena.

En el patio, unas niñas ofrecen ramos de flores a Isabel II y a la infanta. Los ilustres viajeros recorren varias veces los salones de la planta noble del palacio. Admiran también la cúpula y las paredes de la capilla, adornadas de talla, y oran brevemente. Pasan luego a la prolongada galería acristalada, que mira al espacioso jardín. En esta galería se había preparado un buffet para 50 comensales, "por si SS. MM. se dignaban almorzar y querían invitar a algunas personas", puntualiza "J. L. A. B. "Tras comer un refrigerio con su consorte e hijos, Isabel II toma asiento en el trono del soberbio salón de baile, donde -a petición del alcalde- se improvisa un besamanos al que concurren numerosas personas. Concluido éste, manifiesta la reina su agradecimiento al marqués y al municipio.

La calle Larga exhornada de día de fiesta. concretamente del año 1921, formando parte del exhorno con que se recibieron a SS.AA. los Infantes Don Carlos y Dª Maria Luisa que entregaron un banderín al batallón acuartelado en esa fecha en nuestra ciudad.

Las afectuosas aclamaciones del vecindario se repiten durante el recorrido de vuelta a la estación. Además de la corporación municipal, despide a los reyes en el andén el obispo de Cádiz, Dr. Juan José Arbolí. Hacia las 11.45 de la mañana partió el tren real en dirección a Jerez de la Frontera, almorzando Sus Majestades en el alcázar y visitando dos establecimientos bodegueros antes de continuar viaje a Sevilla. Para celebrar el acontecimiento, el Ayuntamiento portuense dispuso que el mismo día 3 de octubre de 1862 se repartieran mil limosnas de 4 reales y una hogaza de pan a otros tantos pobres de la ciudad, cuya población era entonces de unas 21.000 personas. Por su parte, Isabel II aportó de su peculio 15.300 reales en calidad de limosna para los necesitados. (Texto: Bernardo Rodríguez Caparrini).

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Imagen del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (1884), de la voz 'Porteño', que hace una inequívoca deficinión a los naturales de esta Ciudad.

'Porteño' podría calificarse como un arcaísmo entre los gentilicios, aunque ya que el debate sigue extendiéndose de forma un tanto estéril (característica de lo porteño o portuense: enredarse sin llegar a ninguna parte). En el Diccionario de la Real Academia de 1884 es cuando aparece por primera vez esta acepción: “Porteño: natural del (sic) Puerto de Santa María o perteneciente a esta ciudad”, como hemos recogido hoy mismo de ese volumen. En ese mismo diccionario, poco más adelante, en el adjetivo “portuense” se alude de forma generalizada a “natural de cualquier población denominada Puerto” y en concreto, ya que procede del latín “portuensis”, de los naturales del romano puerto de Ostia.

Fueron los propios porteños o portuenses los que dieron de lado a un gentilicio particular para El Puerto y la acepción “porteño” cayó en desuso. La alusión, sin embargo, permanece en los diccionarios de 1899, 1914, 1925, 1927, 1936, 1939, 1947, 1950, 1956, 1070, 1984 y 1985. En esta última ocasión el término “porteño” se comparte con los de Buenos Aires (“Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires”), los de Valparaíso, localidad turística de Chile, y de Puerto Carreño, en Colombia. En 1989 los académicos dio de baja en la relación a El Puerto y la última inserción de “porteño” en el diccionario de la Academia madrileña fue en 1992. Los  “portuenses” fueron los que decidieron dejar de ser “porteños”. Ahora que en esta ciudad se van perdiendo tantas cosas, para desaparecer o marcharse, bien merecería reclamar un gentilicio, al menos íntimo entre nosotros, con el que durante un tiempo fueron conocidos oficialmente los naturales de esta ciudad. (Texto: Francisco Andrés Gallardo Alvarado).

Bando emitido por el Ayuuntamiento de El Puerto en 1840, que obra en poder del Archivo Municipal y que nos facilita Luis Suárez Ávila, como argumento para validar la antigüedad del gentilicio 'portuense'.

Nació Ángel María Dacarrete Hernández, el 14 de noviembre de 1827, en El Puerto de Santa María. Sus padres: José Luis Dacarrete Ramírez, natural de Cádiz, y María Regla Hernández Samaniego, natural de El Puerto. Pocas, por no decir ninguna, son las noticias que tenemos de la estancia de Ángel María en su ciudad natal.

En 1838, cuando el poeta portuense aún no contaba los once años, se inaugura en Cádiz el Colegio San Felipe Neri, en el edificio que perteneció a la Comunidad del Oratorio del mismo titular, y que fue asimismo el histórico lugar donde se reunieron las cortes de 1812. Este colegio fue «el mejor sin duda que se conocía entonces en España y, a decir verdad, el mejor en su género que ha existido después hasta hoy día de la fecha», al decir del eminente cirujano portuense don Federico Rubio en su libro de memorias; asimismo, y refiriendo nuevamente al colegio, añade: «Poblaron el colegio los hijos de la gente acaudalada». /En la imagen, Andel María Dacarrete, pintado por I. Verdeja, donado por su hija al Museo de Cádiz.

Don Alberto Lista regentó el colegio hasta su marcha a Sevilla en marzo de 1844, sustituyéndolo don Antonio Alcalá Galiano quien solo lo dirigió unos meses, al igual que su sucesor don José Joaquín de Mora. La estancia de don Alberto Lista en el colegio gaditano marcó sin duda una huella indeleble en su vida del poeta portuense quien le llega a dedicar hasta dos poemas al maestro. Uno, fechado el 9 de mayo de 1844, cuando contaba 16 años, que es precisamente el primer poema que conocemos de Dacarrete, y que lo escribió con motivo de la marcha de su maestro a Sevilla. Y otro, después de la muerte de éste, acaecida en 1848, y que se publicó en Sevilla algún tiempo después. Es de suponer, aunque no lo hemos podido comprobar, que sus relaciones con don Alberto Lista continuaron en Sevilla, pues el poeta portuense se traslada a la ciudad hispalense un año después que Lista y ahí permanecerá hasta 1852. /Portada del Colegio San Felipe Neri, en Cádiz.

Aunque no se conocen documentos de la posible relación de Dacarrete con Bécquer, es muy posible que ésta date del periodo sevillano. Téngase en cuenta que ya en la Corona poética a Lista intervienen los dos: Gustavo Adolfo escribió una oda titulada «A la muerte de don Alberto Lista», que curiosamente es la composición más antigua que se conoce del poeta sevillano, y que no se publicó entonces. /En la imagen de la izquierda, Gustavo Adolfo Becquer.

En la década de los cincuenta, y ya instalado en Madrid, es cuando Dacarrete dará lo mejor de sí en cuanto a su faceta literaria se refiere, tanto en poesía como en teatro. El motivo de su marcha a Madrid era el de terminar en su universidad la carrera de Derecho que había comenzado en Sevilla.

Dado que al aspecto poético nos referiremos más adelante, bueno será dar un somero repaso a su obra como dramaturgo. En 1855, cuando contaba 27 años, estrena en Madrid su drama en tres actos y en versos «Magdalena». Un año más tarde representa su zarzuela en un acto y en verso «Mentir a tiempo», a la que puso música el maestro Fernández Caballero. En 1857 escribió la comedia en tres actos y en prosa titulada «Poderoso caballero es don dinero». En 1858 escribió otra comedia también en tres actos y en prosa, «La dulzura del poder» así como la pieza «Al cabo de los años mil» y el drama «Una historia del día». /Portada de 'Poderoso Caballero es don Dinero'. Madrid. 1857.,

Realizó asimismo adaptaciones de otras obras, como la comedia del Calderón de la Barca «Bien vengas, mal, si vienes solo». Tradujo del francés y adaptó las comedia «Gaspar, Melchor y Baltasar» y «El ahijado de todo el mundo» original de Emilio Souvestu. Adaptó también la comedia en tres actos y en prosa, «Les femmes terribles», de Dumanoir, y la farsa cómic en tres actos «Este cuarto se alquila» de Cogniard y Leroux arreglada para la escena junto con su amigo Enrique Cisnero. También en 1858 escribió un drama trágico en cuatro actos, basado en el famoso de Shakespeare «Romeo y Julieta», al que Dacarrete tituló invirtiendo el orden de los nombres de los amantes.

En septiembre de 1864, siendo Oficial del Ministerio de la Gobernación, es nombrado por Real Decreto Gobernador Civil de Valladolid. Unos meses después, en febrero de 1865, es cesado en su cargo de Gobernador de Valladolid, para ser nombrado Gobernador de Burgos, cargo que ostentaría hasta junio del mismo año.

Por estas fechas contrajo matrimonio con la vallisoletana doña Valentina Alvarez Unzueta, de cuyo matrimonio tendrían una hija: María, que sería quién años más tarde, y una vez muerto el poeta, donará al Museo de Cádiz el retrato al óleo de su padre, obra de I. Verdejo, que ilustra esta nótula.

En julio de 1879 fue elegido Diputado a Cortes por el Distrito electoral de Aguadilla en la entonces provincia de Puerto Rico. A primeros de marzo de 1881 es nombrado Consejero de Estado con destino en la Sección de Ultramar. Dos años más tardes pasó de esa Sección a lo de lo Contencioso. Y en 1885, a la Sección de Guerra y Marina.

Entre 1886 y 1888, Dacarrete compendió los mejores recuerdos de su tiempo en las dos conferencias que dio en el Ateneo madrileño, entre la serie de las que integraron La España del siglo XIX. La primera de estas conferencias versó sobre «Martínez de la Rosa. El triunfo de las instituciones representativas. La regencia de Doña María Cristina de Borbón. El Estatuto real y la Constitución del 37. Origen de los partidos». Y la segunda sobre: «La Unión Liberal. El Duque de Tetuán. La revolución de 1854.
La transacción de los partidos. Don Antonio de los Ríos y Rojas. La guerra de Africa y de América. Los antecedentes de la revolución de 1868».

En noviembre de 1887 es nuevamente destinado a la Sección de lo Contencioso, para, unos meses después, en septiembre de 1888 y por Real Decreto, ser nombrado Ministro de Tribunal de lo Contencioso Administrativo. También por Real Decreto, de 1899, se le nombra Presidente de la Sección de Hacienda y Ultramar. /En la imagen de la izquierda, 'El Libro del Amor. Antología. Angel María Dacarrete', prologado en 1986 por el poeta José Luis Tejada y el crítico de arte, Francisco M. Arniz.

El 4 de enero de 1900 fue propuesto para ocupar la vacante por fallecimiento de don Antonio María Fabié, del sillón ‘R’, de la Real Academia Española. La propuesta la firmaron los Sres. don Eduardo Saavedra, don Eduardo Benot y don  Francisco Fernández González. Fue elegido el 1 de febrero de ese mismo año, si bien no llegó a ocupar el sillón, ya que murió «cuando había comenzado a escribir el discurso correspondiente, que no pasó de los primeros párrafos».

El 17 de mayo de 1904 es declarado cesante como Consejero de Estado por reforma del cargo. Días después solicita su jubilación que le es concedida en junio de ese mismo año. Apenas cuatro meses después, el 13 de octubre de 1904, a las dos de la tarde, fallecía en su domicilio madrileño de la Plaza de Colón núm. 2, a consecuencia de «úlcera venal», este hombre de «ideas templadas y de carácter muy apacible» que firmaba como Ángel María Dacarrete Hernández.

Francisco M. Arniz y José Luis Tejada, durante la presentación de 'El Libro del Amor. Antotología. Angel María Dacarrete', editado en 1986 por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

En su poesía se puede señalar una línea evolutiva que, arrancando de su formación neoclásica en su primera juventud, se incorpora muy peculiarmente a un cierto romanticismo tardío, asimilando antes que Bécquer los influjos foráneos (de Musset, Byron, Heine) con el consiguiente gusto por la poesía popular y adelantándose a escribir verdaderas «rimas» en la década de los 50, para recaer luego con otros rumbos más trillados, hasta acabar dejando casi por completo la poesía para consagrarse a la actividad política. (Texto y fotos: Francisco M. Arniz Sanz)

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En la imagen de la izquierda, la niña Carmen López Llopis, con un año, en Elche (Alicante), ciudad donde nació accidentalmente.

Carmen López Llopiz nació en Elche de casualidad, porque su padre —mi abuelo— estaba destinado allí. Enseguida se volvieron a Murcia, de donde se sintió siempre.

Hija única, en todos los sentidos, de padres amantísimos, rodeada, además, de tías y de tíos solteros, tuvo una infancia muy alegre y un tanto mimada, hay que reconocerlo, aunque se lo merecía. Estudió con brillantez en el Colegio de Jesús-María

Notas de sexto curso de Bachillerato en 1956, Murcia.

Hubiese preferido hacer la carrera de Filosofía y Letras, pero su padre la empujó a la de Farmacia (eran otros tiempos), y ella se lo tomó con filosofía (y letras)

Carmen, en sus años universitarios.

Comenzó la carrera en Madrid, viviendo en casa de su tío el psiquiatra Bartolomé Llopis. Aquella era una casa de locos, no porque su tío pasara allí consulta, sino por sus numerosos hijos, súper cultos, hiper cosmopolitas y extravagantes. Hija única y niña de provincias, disfrutó mucho con sus primos madrileños . Y en cuanto pudo, escapó a Granada.

Acto de licenciatura en la Facultad de Farmacia. Universidad de Granada.

No hemos dicho que era muy guapa, pero lo era. Cuando llegó a Granada, el portuense Enrique García Máiquez, entre otros, le echó el ojo. Comentándolo con sus compañeros de Colegio Mayor, fue respondido: «--Más quisiera el gato/ lamer el plato». Sin embargo, aquello le salió bien y se hicieron novios.

Unos jóvenes Carmen y Enrique, en sus primeros tiempos de noviazgo.

El 6 de abril de 1968 en la Iglesia de Nuestro Padre Jesús, delante de la Dolorosa de Salzillo, en Murcia, se casaron Carmen y Enrique.

El estupor de su hazaña no se le quitó a Enrique García Máiquez en 41 años de matrimonio. Tras dos años en Sevilla, se instalaron para siempre en El Puerto.

En una cena con Elito González y Mamen e Ignacio Osborne.

La cosa tuvo su ironía, porque quince años antes, en un viaje por Andalucía con sus padres, Carmen había preferido pasar la mañana leyendo (y fumando) en la playa de Cádiz a ir de excursión al Puerto de Santa María con sus padres (que no le dejaban fumar). A la vuelta, mis abuelos le recriminaron su decisión, diciéndole, literalmente: «--Es un pueblo precioso, hija, y ya no lo conocerás nunca”.

De izquierda a derecha: Jaime, Carmen, Enrique; y en la fila de abajo, Enrique hijo, María y Nicolás.

Desde El Puerto, volvía a Murcia a tener sus hijos, cuatro, al abrigo de su madre. Por entonces se puso gravísima, con una leucemia letal. Los médicos perdieron toda esperanza, pero precisamente eso fue lo único que no perdieron ni ella ni mi padre ni sus amigos. Se curó. En el ínterin se hizo miembro del Opus Dei, demostrándose una vez más que no hay mal que por bien no venga

En Roma, con motivo de la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer con todos sus hijos, el 17 de mayo de 1992.

Reanudó su vida familiar, profesional —como boticaria y como ama de casa— y social. Tuvo siempre tiempo para todos, y cuando digo todos, es todos, empezando por Dios, eje de su vida, siguiendo por su marido, por mis hermanos y un servidor, y acabando por sus conversaciones inacabables con sus incansables amigas

Carmen, con Cruz Pérez de Eulate.

No creo que ninguno se sintiera desatendido nunca. Cómo lo conseguía, no lo sé. .

Sófocles sentenció que nadie puede considerarse feliz hasta su muerte. A pesar del profundo respeto que debemos sentir por Sófocles, se diría que Carmen fue feliz desde muchísimo antes.

Otra foto de familia con los hijos ya mayores.

Enferma otra vez de cáncer, murió de camino al hospital, cuando pasaba justo por Elche. Habrá quien vea en esto sólo una curiosa coincidencia, aunque a uno más bien le parece el símbolo de una vida redonda, perfecta. (Textos: E.G-M.L.)

LA "SEÑÁ" GABRIELA
«Gabriela Ortega fue, como dijo el poeta, un "molde de fundir toreros". La"señá" Gabriela, bailaora de fuste, de la estirpe gaditano-sevillana de los Ortega, se casó con el torero Fernando Gómez "El Gallo" y fue madre de José Gómez Ortega "Joselito" y de Rafael "El Gallo". O sea que la "señá" Gabriela parió toreros a pares. A más, la "señá" Gabriela fue suegra de Ignacio Sánchez Mejías, torero, dramaturgo y mecenas de la Generación del 27.

Yo tengo una especial admiración por mi amiga Carmen López Llopis. Por eso la vengo apodando cariñosamente la "señá" Gabriela, porque, por derecho propio, se lo tiene merecido. Carmen, además de tener un marido que hace versos, es un molde de fundir poetas y los funde a pares, tal cual la "señá" Gabriela. Despuntó primero Enrique García-Máiquez López, hijo mayor de tan ilustre matrona y copó los premios y puso en la calle dos magníficos libros de poemas. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando  nos enteramos de que Jaime García-Máiquez López había obtenido el premio "Luis Cernuda" de poesía y empezaba a ser gente en el mundo de las letras.

Yo todavía no sé por qué llamo a Carmen la "señá" Gabriela, cuando podría haber echado mano de Doña Ana Ruiz, madre de Manuel y Antonio Machado, para ponerle el mote. Pero lo de la "señá" Gabriela es más entrañablemente racial y más gráfico. A mí, la verdad, se me cae la baba viendo a esos dos hijos de mis amigos Enrique y Carmen triunfar y hacerse sitio en el hostil y espinoso campo de minas de los poetas, donde han plantado, con pie firme, sus reales. Y yo no tengo más remedio que acordarme de la madre de "Joselito" y de Rafael "El Gallo", esposa de Fernando Gómez y seguir llamando a mi amiga Carmen López Llopis la "señá" Gabriela, como un timbre de gloria. (Texto: Luis Suárez Ávila).

Carmen, paseando por un parque...

IN MEMORIAM
Ahora entre los muertos una voz
está hablando de mí. Quizá les cuente
mi último artículo o mis memorables
—para ella— poemas del colegio
o les enseñe fotos en smoking,
cuando estaba delgado e iba a fiestas.
Ignoro qué, pero de mí hablará
pintándome mejor de lo que soy,
más ocurrente, listo, guapo, bueno,
más valiente, más hondo, más honrado,
exactamente igual que supo verme.
Les convence seguro —la conozco—
de que vayan haciéndome algún hueco,
de que tenerme allí con ellos les conviene.

[Enrique García-Máiquez López,
Con  el tiempo (Renacimiento, 2010)]

3

La columna de humo se podía divisar desde el muelle del Vapor.

Eran las 13 horas del miércoles 25 de julio de 1979. En pocos minutos, un voraz incendio, alimentado por lo inflamable de la materia prima, se llevaba por delante la fábrica de cartones Cartonsa, situada en la antigua carretera de Jerez, con una inversión valorada en más de 1.200 millones de pesetas de hace 32 años.  El alcalde, Antonio Álvarez Herrera, que llevaba desde abril en el cargo, se personó junto a otros concejales en el lugar del siniestro. Cerca de 135 empleados perdían su puesto de trabajo, mas otros 70 inducidos de industrias auxiliares.

Cartonsa, situada en el polígono industrial ‘El Palmar’, a pie de la antigua carretera de Jerez, era una sociedad que existía hacía algo más de una década, pero que apenas llevaba 4 años, desde 1975, en las nuevas instalaciones que ardían aquel fatídico miércoles. Casi el 50% del capital pertenecía a familias jerezanas y de El Puerto, interesadas en la industria vitivinícola, si bien la otra mitad del accionariado se encontraba repartido por diferentes provincias españolas.

El fuerte viento de Levante impulsó el incendio. La moderna instalación, dotada con los últimos adelantos de la técnica en litografía, impresión y fabricación de cajas, tenía una maquinaria valorada en 700 millones de pesetas, en poco tiempo reducida a hierros retorcidos y chatarra. Millones de cajas prensadas y otros productos casi terminados y sobre 4.000 toneladas de papel fueron pasto de las llamas, en los 17.000 metros cuadrados de superficie que ocupaba la industria Cartonsa.

Cuando se produjo el incendio, día festivo en el país por ser la fiesta del apóstol Santiago, se encontraban en las oficinas de la fábrica el director general, el jerezano Juan Mera Ferrer junto a otros ejecutivos, en una reunión de carácter técnico. Fueron advertidos por los guardas de la factoría del incendio producido en una zona de retales, cercana a la vía del tren. Apenas les dio tiempo de reaccionar: todo se desarrolló muy rápidamente por lo inflamable de los productos almacenados.

No sirvieron los 70 extintores distribuidos por la superficie de la fábrica en las diferentes naves industriales, ni el material contra incendios con el que estaba equipada para resolver el incendio --incluso un aljibe con 400.000 litros de agua en el subsuelo de la la factoría--. Al parecer una chispa en la zona de retales hizo que el fuego se propagara con rapidez. En cuestión de minutos las llamas y su poder devastador, alcanzaron grandes proporciones.

El personal de guardia intentaba sin éxito atajar el incendio, avisando a los cuerpos de Bomberos de El Puerto, Jerez y la Base de Rota, además de solicitar los servicios, dada la proporción que tomaba el siniestro, de la Armada Española en San Fernando y una dotación del Servicio de Extinción de Incendios de Cádiz.

Un operario de la fábrica desconectó el cuadro de mando de la factoría de la red eléctrica para así evitar la propagación de las llamas a otras zonas lo que, por otro lado, impidió que los bomberos pudieran obtener el agua del aljibe que se encontraba debajo de la fábrica, accediendo a ella de otra forma los bomberos de marinería de San Fernando, mientras que otras dotaciones se abastecían del agua de la zona y el de la Base de Rota hizo 8 viajes transportando en cada uno de ellos 10.000 litros. Se cortó y aisló el suministro de fuel-oil y se prestó especial atención a la caldera de vapor, dada la alta temperatura que había alcanzado. Se evacuaron a diversas personas mayores que vivían en las cercanías de la fábrica.

El consejero delegado de la empresa era Manuel García Casa. Otros ejecutivos de la firma, Manuel Gordillo Perea, Francisco Franco Rivas, Luis Porras Sánchez, Enrique Izquierdo Peña siendo el director gerente José María del Río Serrano.

13

Naturalmente, el título de esta nótula remitirá al lector de forma inmediata a la famosa novela de Robert Graves, “Yo, Claudio”, popularizada por una de las mejores series de la historia de la televisión y ello, sin yo pretenderlo, puede llevar a conclusiones erróneas.

Recordarán que la novela nos contaba en primera persona, adoptando la forma de unas falsas memorias, la historia de Claudio, el emperador que sucedió a Calígula y que consiguió llegar al trono gracias a sus limitaciones, a ser medio idiota, tartamudear y no ser tomado en serio por nadie, lo cual le permitió sobrevivir a las conjuras y a las tramas oscuras que se llevaron a cabo en la Roma Imperial por parte de algunos descendientes de César para conseguir acceder al trono saltando por encima de aquellos a quienes naturalmente les correspondía.

No ocurre esto, evidentemente, con Fernando Gago, el que durante un breve periodo de tiempo fue Alcalde de El Puerto de Santa María, que si por algo se distingue es precisamente por su erudición, su facilidad de palabra, su elegancia y su ingenio, pero no se trata de hacer comparaciones ni yo las hago en este sentido, porque, puestos a comparar, tampoco El Puerto de Santa María es Roma, ni Independientes Portuenses fueron la familia Julia, ni Hernán Diaz Calígula, ni Silvia Gómez Mesalina, ni Juan Gómez Nerón.

Juan Gómez, Hernán Díaz, Silvia Gómez y Fernando Gago, en 2007.

No, no es eso.  Lo que me lleva a poner este título y hacer que el lector se remita a aquel Emperador, es la forma involuntaria e imprevista en que Fernando Gago llegó a ocupar el cargo de Alcalde de El Puerto de Santa María en aquel mandato que seguramente ustedes recordarán, como imprevisto e involuntario fue el nombramiento de Claudio como Emperador y en eso sí coinciden ambos.

Una pancarta en la Plaza de Toros, con la 'Peña Taurina' de Fernando Gago.

Concejal dedicado desde el acceso a la alcaldía de Hernán Díaz a labores no comprometidas, afables, a menesteres lúdicos, fiestas, corridas de toros, presentaciones, homenajes, visitas, recepciones, etc., primero desde su escaño socialista y después desde su pertenencia a Independientes Portuenses, Fernando Gago permaneció en su puesto, haciendo muy bien su trabajo, durante cuatro mandatos, en un cómodo y tranquilo cuarto ó quinto lugar, sin sobresaltos,  sin temores –ni esperanzas- a verse obligado en algún momento a sustituir ó suceder al cabeza de fila de su formación, pero una serie de avatares,  la inhabilitación de Hernán Díaz, el abandono de las filas de I.P. de Enrique Moresco y la retirada de la carrera por la sucesión de Juan Carlos Rodríguez, le puso de pronto, de forma totalmente inesperada en el puesto de sustituto del inhabilitado Hernán Díaz, como Alcalde,  hasta la terminación de aquel mandato.

Y a mí que me encantan las ucronías (como podrían haber sido las cosas si algunos hechos hubieran tenido un desenlace diferente al que tuvieron) y las historias alternas ó contrafactuales, aunque bien pensado, en este caso, se trataría mas bien de una historia futura (como podrían llegar a ser las cosas si antes tuvieran lugar algunos determinados aconteceres) se me ocurrió pensar lo que hubiera podido suceder en un inmediato futuro a aquel momento (lo cual evidentemente no sucedió), si terminado aquel breve periodo provisional, Fernando Gago hubiera ganado las elecciones a las que se presentó terminado aquel periodo, viendo a este hombre solucionar problemas que durante años habían estado enquistados sin buscarles solución, hablando con representantes de asociaciones de la Ciudad a los que se les había negado el diálogo durante años, abriendo las puertas de su despacho a tantos y tantos como intentaron acceder a la alcaldía sin conseguirlo anteriormente, resolviendo pequeños problemas, paralizados durante años por pura desidia cuando no por mantener de forma inflexible una postura equivocada y pensando además, todo hay que tenerlo en cuenta,  en las fotografías de familia que se ha visto obligado a protagonizar como Alcalde provisional inaugurando importantes obras puestas en marcha antes de su acceso a la alcaldía. /Caricatura de Idígoras y Pachi.

Y pensando, pensando he llegado a pensar que, como Claudio, este hombre para el que no estuvo nunca previsto acceder a ese puesto de privilegio, podría haberse convertido por capricho del destino en uno de los mas importantes  alcaldes de la ciudad y cerrado de forma brillante una carrera política marcada por su ‘talante’ conciliador, por su amabilidad, quitando por una vez la razón a quienes opinan que la ‘cosa pública’ requiere mano de hierro, gesto hosco y malas maneras, cosa que evidentemente, no llegó a ocurrir pues las urnas no le confirmaron como Alcalde.

Con posterioridad tampoco sintonizó bien con el nuevo equipo de gobierno de la ciudad y en el último mandato, se retiró voluntariamente gobierno de la Ciudad  que encabezaba Enrique Moresco y abandonó su cargo y la vida pública. Hubiera sido interesante ver lo que hubiera ocurrido si en aquella ocasión en que tuvo la oportunidad de ser Alcalde, las cosas hubieran ocurrido de otra manera… (Texto: Jesús Almendros Fernández).

Más información de Fernando Gago, en la nótula 974 de GdP.

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El 12 de septiembre de 2009 Antonio Arjona Sacaluga, ex propietario de la Finca ‘La Angelita’, publicaba en Diario de Cádiz su versión de los hechos de aquel derribo, uno más, contra el Patrimonio Histórico y Etnográfico --de la memoria visual-- de El Puerto.

«Según consta en los archivos históricos de nuestra Ciudad el “caserío de la Angelita” data de mediados del siglo XVII y desde hace más de 120 años perteneció a la familia Sacaluga. Tanto la familia Sacaluga como el propio caserío, han sido siempre un referente de la ciudad, de ahí que en el argot popular se decía: junto a, o después de, o frente a la Angelita o casa colorá de la Angelita.

En 'La Angelita' entre terneros, de izquierda a derecha, niño desconocido, Carmen Cantera Mesa con el niño Antonio Ojeda Cantera en brazos, dos hijas de los colonos de La Angelita, Mariano y Matilde Cantera Mesa y delante, el niño José Luis Cantera Mesa, que vivían allí en esa época. Año 1933.

El mismo sitio de la foto anterior, en el año 2002, 69 años entre ambas instantáneas.

El caserío de la Angelita era la única edificación prototipo de casa rural que quedaba en El Puerto, cuando en nuestro municipio se vivía de la agricultura. Actualmente el caserío estaba integrado en el núcleo urbano, fue siempre una casa familiar, acogedora, muy alegre, con muchos amigos y conocida por todos los portuenses, que desgraciadamente hoy lamentan su pérdida. Desde la finca de la Angelita, se llevaba con borricos el albero a la plaza de toros y a los diferentes paseos de nuestra ciudad.

Si grande es el dolor que siento por las medidas coactivas utilizadas por el Ayuntamiento contra nuestra familia durante el desalojo, mayor aún es el que percibo por su pérdida y por el daño irreparable que le han hecho a nuestro patrimonio histórico y cultural, porque nuestros ediles deben de saber, que la cultura además de los monumentos, la conforman los modos de vida, las costumbres y el conocimiento que estamos obligados a transmitir a las generaciones que nos preceden.

La Angelita, desde la calle Ganado. Años sesenta del siglo pasado.

El mismo sitio de la instantánea anterior, en el año 2002, avanzando el objetivo sobre la imagen.

El día más triste de mi vida fue el 24 de agosto, cuando el Policía Local número 23, un técnico municipal y dos acompañantes me amenazaron a my y a mi familia en un tono altisonante diciéndonos de manera reiterada que éramos unos ocupa, que nos teníamos que marchar de inmediato y que el recurso interpuesto no valía para nada, que no pensaban contestarnos, que mandarían dos días después al Juez a echarnos a la calle y que ya nos enteraríamos de los millones que tendríamos que pagar por los daños que les estábamos causando. En definitiva amenazas, abuso de autoridad, pero por escrito nada de nada.

El característico color almagra de la casa de 'La Angelita'.

El daño ocasionado ya es desgraciadamente irrecuperable, pero desde esta humilde tribuna sólo le pido a los ediles de nuestro municipio, que estas situaciones de abuso de autoridad y humillación, no se vuelvan a dar con ningún otro ciudadano más y menos aún con gentes de bien. Déjense de mentiras de que la edificación estaba en ruina, déjense de mentiras de que el caserío era incompatible con el planteamiento y digan la verdad. ¿Dónde está el 33, 33% de las viviendas de protección oficial que el Plan General tenía prevista en el PPNO-3 de la Angelita o acaso eso no les preocupa? ¿Por qué han tirado la edificación con tanta prisa y con nocturnidad? ¿Por qué han utilizado la coacción con nuestra familia? ¿Acaso se puede llamar ocupas a una familia que lleva viviendo en el caserío más de setenta años?...

Vista aérea de la zona, a la izquierda, marcada con una cruz, la desaparecida cortijada.

Por favor, tengan un poco más de respeto por sus ciudadanos porque no es grato pasar a la historia por acontecimientos de esta índole, ya que el pueblo siempre les recordará como “aquellos que durante días nos tuvieron incomunicados telefónicamente, no permitiendo el libre acceso al caserío a pesar de ser conocedor de que en su interior estaba mi esposo gravemente enfermo con problemas respiratorios y fundamentalmente por haber atentado contra el caserío de la Angelita y borrar de la historia del Puerto el único caserío emblemático que quedaba integrado en nuestra ciudad”».

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En la calle Larga 77, antes 79, frente a la plaza Peral estaba instalada en la casapuerta la antigua panadería Rosado, donde hoy se encuentra Joyería Marín. Era la gran casa familiar, donde nació Mercedes Máiquez, la última regidora del negocio,  con tres plantas de altura y una gran extensión en metros cuadrados, que daba a la calle Curva.

En la imagen, empleados de la Panadería

La casa de los García Máiquez, en la calle Larga, frente a la Plaza de Isaac Peral. Donde estuvo la Panadería Rosado hoy se encuentra la joyería de Fernando Marín, casado con Consuelo García Máiquez.

En esta imagen, vemos la panadería que tiene delante un coche de caballos.


3

El 9 de septiembre de 1930, hace 81 años llegaba a El Puerto, poco después de las tres y media de la tarde S.A.R. el infante Don Juan de Borbón y Batenberg, procedente de San Fernando, acompañado de su preceptor, José María de Amusátegui. Fue recibido a las puertas del Club Náutio --que por aquel entonces se encontraba en La Otra Banda, junto al puente de San Alejandro-- por el alcalde de El Puerto, Eduardo Ruiz Golluri quien le dio la bienvenida en nombre de la Ciudad.


De izquierda a derecha, el Teniente Coronel Juan García de Diego, S.A.R. don Juan de Borbón y el alcalde, Eduardo Ruiz Golluri.

A continuación le cumplimentaron el Comandante Militar de la Plaza, Teniente Coronel Juan García de Diego, así como por la directiva y socios del Club Náutico que habían acudido al acto, entre los que encontraban su presidente Manuel Muñoz Ávila acompañado de Javier Terry del Cuvillo, José Gabiola, Bernardo Rodríguez Morgado, Carlos Zwiky, Juan Pedro Velázquez-Gaztelu y Caballero-Infante, el marqués de la Candia, Rafael Muñoz Ávila, Juan Osborne Tosar, Manuel Torrecillas, Carlos J. Terry y del Cuvillo.

Entre otros invitados estaban presentes el Ingeniero Director de la Comisión Administrativa del Puerto --el equivalente al Ingeniero Director de la actual Autoridad Portuaria-- Ignacio Moreno Llasera; el director de la Revista Portuense, Luis Pérez Pastor; el director de Diario de Jerez, Luis de la Sierra; el secretario del Ayuntameinto Federico A. Sánchez Pece; el Administrador de Aduanas, Joaquín Calero Cuenca y otras ‘fuerzas vivas’ entre los que se encontraban Mariano López Muñoz, Rafael Benvenuty y José Gamero Cívico, entre otros.

Bernardo Rodriguez Morgado conduciendo la embarcación 'La Pinta' con S.A.R. Fue un piloto de aviación civil que, con el tiempo sufriría un fatal accidente el 18 de Abril de 1934 cuando su avioneta  de desplomó cayendo en barrena sobre el Hotel Cristina de Sevilla, en  cuya azotea se estrelló. De 35 años, estaba casado y tenÌa dos hijos. Vivia en El Puerto de Santa Maria. Antes de practicar la aviación había sido motorista y sufrido un grave accidente del que quedó cojo. Despues compró la avioneta y se dedicó a tirar propaganda desde ella volando a baja altura sobre la ciudad de Sevilla.

Tras el encuentro dieron una vuelta por el río Guadalete, en la canoa-automóvil ‘Pinta’, pilotada por Bernardo Rodríguez Morgado, seguidos por la lancha ‘Tonino’ que les daba escolta, donde iban el alcalde y el preceptor de Don Juan. Además salió la lancha ‘María de los Ángeles’, pilotada por Carlos Zwiky con algunos de los asistentes al acto.

Sentados, de izquierda a derecha, S.A.R. el infante Don Juan de Borbón y Battenberg, Francisco Javier de Terry y del Cuvillo, Bernardo Rodríguez Morgado, de espaldas el teniente coronel, comandante general de la plaza Juan García de Diego, Juan Gavala y Laborde (ver nótula núm. 442 en GdP), Juan Pedro Velázquez-Gaztelu Caballero y Joaquín Calero Cuenca (ver nótula núm. 925 en GdP). De pie, Antonio Osborne Vázquez, Francisco Rodríguez Ceballos (ver nótula núm. 1113 en GdP), dos camareros desconocidos y Manuel Muñoz Ávila, presidente del Club Náutico entidad que visitó Don Juan de Borbón, procedente de San Fernando el 9 de septiembre de 1930, cuando se encontraba en la otra banda del río, junto al desaparecido Puente de San Alejandro.

De regreso al Club, la directiva ofreció una copa de champagne a S.A.R., marchando a continuación a la Plaza de Toros para asistir a la novillada que se celebraba poco después, en la que actuaron Camará, Leopoldo Blanco y Manolo del Pino ‘Niño del Matadero’, quien entusiasmó a sus paisanos.

Las instalaciones del primer Club Náutico, en la Otra Banda del río Guadalete.

Don Juan se encontraba estudiando en la Escuela Naval de San Fernando. Con los años volvería al Club Náutico en varias ocasiones, lugar donde tuvo su última aparición pública antes de ingresar en una clínica en la que no superaría la enfermedad que le aquejaba.

5

El 29 de julio de 1968, hace 43 años, se inauguraba el Ambulatorio de la Seguridad Social, ‘Virgen del Carmen’. Ese año, José Luis Tejada publicaba en El Puerto su poemario ‘El cadáver del alba’. Se proyecta en el Teatro Principal ‘El Planeta de los Simios’. Se estrena en la Scala de Milán, un ballet basado en el poemario de Rafael Alberti ‘Sobre los ángeles’, que ese año publica ‘Roma, peligro para caminantes’. El 16 de junio el Racing Club Portuense, campeón de la Temporada 1967/68, jugaba la promoción de ascenso de Tercera División (equivalente a la Segunda B de hoy) a Segunda contra el Alavés, perdiendo 2 a 0. Tenían un gran equipo y una gran directiva. En la Real Plaza de Toros actúan en una corrida nocturna el sábado 20 de julio, los diestros Miguel Mateo ‘Miguelín’, Palomo Linares y Ángel Teruel.  El grupo de teatro ‘Bellas Artes’ representa ‘Mentir a Tiempo’ sainete de Pedro Muñoz Seca. Nace el cantante afincado en El Puerto, Enrique Bunbury.

El presidente de la Diputación, a la izquierda, Fernando Portillo, desconocido, el alcalde Luis Portillo Ruiz, el gobernador civil Santiago Guillén Moreno. Bendecía las instalaciones en la primera planta el párroco de la Prioral, Manuel Salido Gutiérrez.

El alcalde, Luis Portillo Ruiz recibió junto a las autoridades locales al Gobernador Civil, Santiago Guillén Moreno,  el presidente de la Diputación Fernando J. Portillo Scharfhausen, el presidente del Consejo del Instituto Nacional de Previsión, Pedro J. Lahera y de Sobrino así como el director provincial de dicho organismo Agripín de Acevedo, el doctor Martín Alcázar, inspector provincial jefe de los Servicios Sanitarios de la Seguridad Social, el inspector provincial de Sanidad, Pérez Álvarez, el arquitecto provincial Barquín Barón, así como ingenieros, técnicos y contratista de la obra.

Los bungalows del Motel Caballo Blanco, lugar donde recibieron a las autoridades provinciales, visto desde la actual Avda. de la Paz, inaugurada el mismo día con el nombre de XXV Años de Paz. /Foto: Rafa.

A las seis de la tarde el alcalde se concentraba en el Motel ‘El Caballo Blanco’ a la entrada de la Ciudad, junto a los jueces de Instrucción y Municipal, capitán Ayudante de Marina, capitán y teniente de la Guardia Civil y los claveros municipales: secretario, interventor y depositario de fondos, párroco de la Prioral y coadjutores, directores de colegios nacionales y otras representaciones de la vida local.

La azotea del centro inaugurado. A la izquierda podemos ver al coadjutor de la Prioral, Carlos Román Ruiloga, Pbr.

Se inauguraban , además otras realizaciones ‘del régimen’, pero la que nos ocupa, el Ambulatorio de la Seguridad Social tuvo un presupuesto por valor de 13.000.000 de pesetas. Las autoridades fueron cumplimentadas por los facultativos y personal auxiliar del centro sanitario, visitando las instalaciones que ya llevaban utilizándose con varios meses de antelación.

Girando visita a la consulta de Radiología. Las autoridades salen de visitar el laboratorio de revelado de las radiografías que se encontraba dentro de la misma consulta. La enfermera es Conchita Oviedo González, A.T.S. y diplomada en Radiología.

El Instituto Nacional de Previsión (INP), mas tarde Instituto de la Seguridad Social (INSS) y ya con la autonomía el Servicio Andaluz de Salud (SAS), era conocido como el ‘seguro’, el ‘instituto’ o el ‘médico’ a secas. Antes de su traslado a la Avda. de la Constitución, 4 (hoy Eduado Dato), estaba situado en la calle Cielos, con acceso también por la calle Diego Niño, donde se prestaban los servicios médicos y estaban las oficinas, que por aquella época dirigía Manuel Lojo Espinosa, quien también sería concejal del Ayuntamiento.

El Gobernador Civil, acompañado por el director facultativo del Centro. Detrás, cámara en mano, vemos al fotógrafo local, Rafael González 'Rafa', testigo de muchas historias de la vida local durante muchos años como corresponsal de prensa y Diario de Cádiz, fue captado por la cámara del fotógrafo gaditano Juman, autor de las imágenes de esta nótula.

Hoy, el ambulatorio ha sido transformado en Centro Periférico de Especialidades y Urgencias, existiendo otros ambulatorios en la calle Ganado, 20 (con entrada también por Ricardo Alcón); en la calle Manuel Álvarez, en la Plaza Tula Ruiz Golluri (Pinillo Chico), en la Casa del Mar en Avda. Bajamar, 11, en el Paseo Marítimo de Valdelagrana, 13 y Salud Mental que atiende al distrito sanitario que comprende la zona Vejer-Bahía de Cádiz, en la calle Jesús de los Milagros, así como el Hospital concertado ‘Santa María del Puerto’. (Fotos: Archivo Municipal. Juman).

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El Puerto de Santa María, es una localidad que jugó un papel de primer orden en la aventura descubridora y en las relaciones entre Andalucía y el Nuevo Continente. Su posición en la fachada atlántica andaluza, cerca de Cádiz, Sanlúcar y Sevilla y su emplazamiento resguardado a orillas de la desembocadura del Guadalete convirtieron a El Puerto en punto estratégico, naval y comercial.

La Casa-Palacio de Purullena se construye hacia 1.742 por Agustín Ramírez y Ortuño, mas tarde marques de Villarreal y señor de Purullena, sobre una gran extensión de terreno y partiendo de algunas casas existentes, lo que explica el contraste, entre el interior y el exterior. Es decir, los exteriores ó el patio, similares en su concepción a otras casas de comerciantes de Indias del siglo XVIII, no dan idea de la suntuosidad que la caracterizaba por dentro. La Casa contaba con dos pisos comunicados por una majestuosa escalera imperial, amplias habitaciones, una capilla, jardín, una extensa huerta, la decoración de la zona posterior con galería perimetral, era de estilo Luis XV, expresión de la preocupación artística del propietario: muebles, pinturas, cristalerías, cerámica.

En octubre de 1.862 serviría de albergue a la reina Isabel II, durante su estancia en El Puerto de Santa María. /Estado actual de la fachada de la calle de las Cruces, tras la restauración.

Plano de intervención, en la zona sombreada, de la primera fase.

PRIMERA FASE DE ACTUACIÓN.
La 1ª Fase de la Rehabilitación del Palacio, localizada en el edificio orientado a la C/ Cruces es la Sede de la Fundación Luis Goytisolo, que tendrá el uso de edificio visitable como edificio emblemático en El Puerto y el de actividades de carácter literario, servicios de consulta de los fondos de los archivos del Marqués de Villarreal y Purullena (XVIII-XX) y de la familia Goytisolo (siglos XIX-XX), así como una biblioteca especializada en narrativa hispánica contemporánea. Será Sede del Simposio anual de la Fundación.

El abandono llevó paso a la incuria, el saqueo y los progresivos derrumbes en la década de los setenta del siglo XX. (Foto: José Ignacio Delgado Poullet | Archivo JMM).

Otra imagen, ya derrumbado el denominado Salón del Baile. (Foto: José Ignacio Delgado Poullet | Archivo JMM).

ABANDONO Y SAQUEO.
El Palacio en los años setenta del siglo pasado sufrió un gran abandono, combinados con actos de vandalismo y saqueo que lo llevó a una degradación muy acelerada desembocando en una ruina casi total. Se puede entender la intervención también como una obra de reconstrucción. En 1.992 se hicieron obras de urgencia para consolidar el edificio orientado a la Calle Cruces, aún con sus muros en pie, pero sin los entramados horizontales y las cubiertas.

El Salón del Baile en todo su esplendor: muebles, lámparas arañas, cuadros, muebles, puertas con artesonado... Lo que no salió para el expolio fuera de España en camiones en direción a Francia, fue destruido por la incuria y el desinterés tan propio de esta Ciudad. /Foto Archivo JMM.

La zona posterior de los grandes salones, los famosos Salón del Baile, Salón de los Retratos y Salón de las Batallas, así como el comedor y la galería perimetral que asoma al jardín posterior y al huerto estaban materialmente en el suelo incluyendo los muros portantes, es decir, más del 50% del Palacio. Será objeto de una 2ª Fase./En la imagen de la izquierda, acuarela de los jardines del palacio con acceso a la que sería la Huerta de Durango, hoy bloques de viviendas del mismo nombre. Fue pintada por Luis Suárez Rodríguez en 1970.

Los elementos que queremos destacar en la rehabilitación son: la escalera principal o imperial y su espacio abovedado, los nuevos antepechos de forja, las carpinterías talladas siguiendo los dibujos de restos de carpinterías halladas en las ruinas, el patio clásico porticado, el salón principal con su artesonado reconstruido, el lucernario-montera, la torre-mirador,  la fachada de sillería y su balcón con tornapuntas de forja. Los elementos de la intervención que queremos destacar, en cuanto a recuperación de piezas históricas de interés ó procesos de investigación y análisis son loos que siguen.

Escalera Imperial, tras la restauración.

Patio Principal del palacio. Sobre el primer piso se encuentra una montera de nueva factura.

REPRODUCCIÓN DE LA CERAMICA DEL SALON PRINCIPAL
Se trata de la nueva cerámica pintada a mano del entrevigado del salón principal, 1ª planta, a partir de más de 500 fragmentos de la cerámica original del siglo XVIII que se rescataron en las ruinas del Palacio, realizando una reconstrucción informática y completando las perdidas, con datos incluidos dentro del lenguaje de todos los tipos. El resultado ha sido de unos 26 diseños diferentes, compuestos por, ángeles, caballos, caras humanas, ciervos, rosetones de arabescos, pájaros y perros. Se utilizaron para su reproducción 20 tipos.

Azulejos reproducidos del Salón Principal. /Foto: J.J. López Amador.

Los azulejos originales, estaban realizados con barro de pella a baja cocción de 305 x 305 x (40 o 45) mm. La  superficie no es totalmente regular, presentando un color variable en tono marfil. Los dibujos realizados a pincel en tono azul cobalto. Sobre él presenta un esmalte vidriado de brillo no continuo y con burbujas e impurezas. El color no es uniforme, de unos azulejos a otros debido a la diferencia de temperatura de cocción entre ellos por la cocción tradicional, en hornos artesanales. Los nuevos se han realizado con la misma técnica que los originales del Palacio, pintados a mano uno a uno, y por lo tanto únicos como lo fueron los originales.

Tornapuntas de forja en el balcón principal de la fachada de la calle de las Cruces. La tornapunta es un elemento lineal de madera o metal inclinado que une dos piezas, una horizontal y otra vertical, y transmite parte de la carga de la vertical a la horizontal.

CONSOLIDACIÓN TORRE-MIRADOR

Es interesante, como se aborda la intervención de la bóveda encamonada [camones: armazones de cañas o listones] con pinturas del siglo XVIII, ante la imposibilidad inicial de poder realizar una inspección ocular, se realizó una toma de imágenes de video de la parte interior de la cúpula con una microcámara de luz infrarroja, deslizándola por las grietas que presentaba la cúpula desde abajo.

Se ha montado una nueva estructura independiente en acero inoxidable marino, desde la parte superior. El nuevo sistema sustenta los armazones de madera de la cúpula encamonada para evitar su derrumbe y garantizar su estabilidad. /En la imagen, la nueva estructura de acero inoxidable que sustenta la escalera de acceso a la parte superior de la torre y resto de elementos.

RESTAURACIÓN DE LAS PINTURAS DE LA BOVEDA DE LA TORRE-MIRADOR

Son pinturas del siglo XVIII, sobre los 8 gallones [cada uno de los segmentos cóncavos de ciertas bóvedas] de yeso de la cúpula y restos en los paramentos verticales interiores de la Torre-mirador, con motivos vegetales.

El tratamiento ha sido siguiente: Retirada de polvo superficial, con brocha de pelo suave y aspiración; protección de la superficie mediante empapelado con papel japonés [o washi, papel finísimo muy resistente de larga vida útil] y una cola de origen animal; fijación de la policromía y los diferentes estratos pictóricos mediante espátula térmica, papel melinés [película de poliéster aislante]; limpieza de la película pictórica, retirando barnices superficiales envejecidos y protecciones deterioradas; levantamiento de repintes puntuales; estucado y desestucado; reintegración cromática y aplicación de doble capa de protección. /En la imagen de la izquierda Torre Mirador, pinturas, ventanales y escalera de acceso a la misma, tras la restauración.

LUCERNARIO MONTERA

De nueva construcción. Se trata de un vidrio laminar de seguridad transparente, formado por una luna exterior templada de 8 mm. y una luna interior templada de 8 mm., unidas mediante lamina de butiral de polivinilo [PVB, polímero de gran adherencia y durabilidad, utilizado en la industria del vidrio], fijados a la estructura de acero inoxidable mediante grampones [elemento rígido que abraza a las rótulas que fijan el vidrio a la estructura portante para formar estructuras] de chapa de acero inoxidable AISI-316. La estructura, se proyectó por la zona superior. /En la imagen de la izquierda, vista parcial de la montera sobre la primera planta del patio principal del edificio restaurado. (Texto: Antonio Villanueva Fernández) (Fotografías: Javier Reina Gutiérrrez, salvo que se indique lo contrario).

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Animación de Julio González. Jefe de Fotografía de Diario de Cádiz.

El día de ayer quedará para la historia de la Bahía. Dentro de unos años, la gente del Puerto se preguntará: "--¿Que estabas haciendo a las 18:20 de la tarde, del 30 de agosto de 2011, cuando se hundió el Vapor?". Porque, como otros acontecimientos que se quedan en la memoria, este lo será para recordar. Como aquella vez en 1966 que pasó una noche, con niebla, en medio de la Bahía. Como cuando algunos de sus usuarios se cayeron al agua. Como cuando Rafael Alberti llevó el timón. Como cuando celebró el 75 Aniversario...

Ahora todos se lamentan, pero bien que (casi) todos dejaron el Vapor a su suerte. Ayuntamiento, Diputación, la Junta, el Consorcio de Transportes, vecinos de Cádiz y El Puerto... El Vapor  no podía más. Esta ha venido a ser la puntilla. ¿Lo veremos otra vez a flote?

Vídeo de I.J.Poveda.

El sentimiento, hoy, como de pérdida de un ente querido.

Más información en Gente del Puerto:
359. EL VAPOR DE EL PUERTO
412. A BORDO DEL VAPOR ADRIANO II
512. FIN DE AÑO CON EL VAPOR.
557. EL VAPOR ADRIANO.
662. LA BECERRADA.
888. EL VIAJE MAS LARGO.
907. JUAN FERNÁNDEZ SANJUÁN. El otro patrón del Vapor.
1.026. JOSÉ FERNÁNDEZ SANJUÁN. Pepe ‘el del Vapor’.
1.091. EL VAPOR DE EL PUERTO. 48 años después.

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El Obispo y La Obispa,

Una de las grandes cantaoras de El Puerto de Santa María desconocida por los aficionados de esta Ciudad y del resto de la España flamenca es La Obispa, abuela materna y matriarca de la familia cantaora de los Núñez Núñez, como son: Orillo de El Puerto, Juan Núñez, Rancapino y Manolo de los Ríos, biznieto por parte materna.

Actualmente hay bisnietos de La Obispa que pueden llegar muy lejos en el flamenco como el ya mencionado Manolo de los Ríos y un hijo de Rancapino que lleva una carrera ascendente, apodado Rancapino Chico. Todos los componentes de esta familia tienen un sentimiento de compás extraordinario, son grandes festeros, lo traen en los genes flamencos de sus antepasados. Con esta mujer se han cometido grandes errores en cuanto a su categoría como cantaora, con su nombre, apellidos, lugar de nacimiento y demás datos.

DICCIONARIO DE FLAMENCO.
Ojeando el Diccionario Enciclopédico Flamenco Ilustrado, me encuentro con los datos que aportan sobre esta mujer de la cual dice textualmente: “Obispa, La. Nombre artístico de Antonia Núñez Heredia. Chiclana de la Frontera. (Cádiz>), 1894-1976. Cantaora. Abuela de Rancapino y Orillo del Puerto, su trayectoria artística la proyectó en fiestas íntimas, hasta que en 1974, con ochenta años obtuvo el primer premio por alegrías en un concurso celebrado en su ciudad natal; participó al año siguiente en el festival Fiesta de la Parpuja”.

La persona que aportó los datos de La Obispa al Diccionario ya mencionado no tenía ni idea. Le colocó los apellidos del marido, que era un gitano nacido en el primer tercio del siglo XIX, en Chiclana , de nombre Ramón Núñez Heredia, y de profesión herrero.

Quiero hacer constar que este artículo no lo escribo como crítica, sino por aclaración de la verdad, ya que yo colaboré en ese Diccionario Flamenco, una estupenda obra en la que se puso mucho cariño, y más conociendo lo pulcro que es en sus escritos flamencos mi amigo al que yo considero, José Blas Vega.

CALLE CERVANTES.
Yo llegué a conocer a La Obispa, vivía en el barrio gitano, en la calle Cervantes número 8, a unos cien metros de mi casa; tuve la suerte de oírla cantar en varias ocasiones. En el Padrón de El Puerto de Santa María, del año 1950, aparece viviendo con su hija Eduarda Núñez García en la calle ya mencionada. En este domicilio vivieron los últimos años de su vida. Esta mujer fue hija de gitanos gallegos emigrados al Puerto en 1870, su nombre y apellidos eran Antonia García Moreno, nacida el 24 de noviembre de 1886. Falleció el 12 de abril de 1963, según consta en el libro número 6, folio 24 vto. 33, de la iglesia de San Joaquín.

Según me comentó José Brea ‘Breíta’, el la escuchó cantar en varias ocasiones, pero la que más recuerda fue en Vejer de la Frontera, en un bautizo de un familiar de La Perla de Cádiz, en los años cuarenta. Cuando esta mujer terminaba de cantar los gitanos se rompían las camisas.

AGUJETAS, EL NEGRO, TÍO ALONSO…
El Viejo Agujetas anduvo veintiséis kilómetros de Rota al Puerto para oírla cantar. Quedó prendado del cante de esta gitana. José de los Reyes el Negro, la oyó cantar en muchas ocasiones, pero cuando más le impresionó fue en un bautizo de un hijo de La Tormenta, gitana vecina de La Obispa, en el año 1938. Tío Alonso el del Cepillo, cuando la escuchó cantar dijo esta frase: “--Lo mejor que hizo su marido: no dejarla cantar, porque en aquellos tiempos hubiera sido una ruina para este hombre, de cómo cantaba esta mujer”…. /A la izquierda, Tío Alonso el del Cepillo.

ANZONINI, CARACOL, ORILLO…
A mi amigo Azonini, en su último viaje a Madrid, le pregunté si había oído cantar a La Obispa y me dijo que sí, que cuando él tenía unos veinte años la escuchó en una boda gitana, a ella y Diego el Gurrino, que eran dos fenómenos en los cantes gitanos de Los Puertos. Manolo Caracol mandó llamar a Orillo y le dijo: “Ramón, quiero que me acompañes al Puerto de Santa María para escuchar cantar a tu abuela”. Pero no pudo ser porque un mes antes del viaje, falleció Tía Antonia La Obispa.

Hablando con Ramón Orillo, como le llamamos aquí en El Puerto, le pregunté que le parecía su abuela cantando. Me dijo: “--Mira Antonio, el flamenco es tan ingrato, que hay cantaores fenómenos que pasan sin pena ni gloria, este es el caso de mi abuela. Yo la conocí cantando en muy buena forma, era genial y lo pueden atestiguar muchos aficionados flamencos que viven todavía”. /A la izquierda, Orillo.

Y me siguió contando Orillo: “--Pastora Pavón Niña de los Peines y su marido Pepe Pinto la oyeron cantar en una fiesta en Chiclana y se la quisieron llevar con ellos a Sevilla. Mi abuelo dijo que tenían que pasar por encima de su cadáver y no le habló más a estos dos grandes artistas. Te puedes imaginar como cantaba mi abuela”. También me contó Orillo que su abuela tenía parentesco con Gitanillo de Triana y Curro Puya, dos toreros gitanos del siglo XIX.

EN EL PUERTO.
Yo la oí cantar un par de veces en El Puerto, la primera fue en 1959, en la celebración de una Toma de Dichos. La segunda sucedió en 1961, con mi inolvidable amigo José el Negro. Tenía yo cuando la escuché esta segunda vez 19 años, y está la siguiente anécdota: Me encuentro con El Negro en la Plaza de Abastos y le pregunto: “—Donde vas, José”. El me responde: “—Voy p’casa”. Y como los dos vivíamos en la misma zona, nos marchamos juntos para esta. Al pasar por la puerta donde vivía Tía Antonia La Obispa, estaba sentadita en una silla de anea. Al verla, nos paramos para hablar con ella. El Negro, como era un pícaro, empezó a cantarle para que ella le respondiera, pero ésta callaba. En de esas le dice El Negro: “—Tía te voy a cantar la soleá de Teresa Mazantini”. Cuando terminó de cantar le respondió Tía Antonia muy seria: “--¡Ese cante no es como tu lo haces!”, y salió cantando por soleá de tal forma que nos quedamos los dos asombrados de lo que guardaba esta mujer dentro. Tenía un dominio de los tonos medios fenomenal, hacía de manera magistral el cante por soleá de la Mazantini a la que, según ella, llegó a oírla cantar y de la que fue una gran admiradora. /El Negro, en la imagen de la izquierda.

Hablando por teléfono con Luis Suárez Ávila, colaborador de GdP, le pregunté si había oído cantar a La Obispa. Me respondió que sí, en los años sesenta, en un Casino que había en la calle Larga en El Puerto; la escuchó cantar por siguiriyas y romances. Y por último, comentando con mi gran amigo Luis Gatica algunos datos sobre La Obispa, me dijo que cantaba estupendamente y daba su vueltecita por fiestas con mucha gracia.

En la Peña Carnavalesca ‘La Parra Bomba’ había una foto en la que aparece La Obispa junto a su marido. Esta peña gana en 1998 un primer premio de comparsa en el Carnaval de Cádiz. La gran mayoría de sus componentes son de raza gitana. Uno de ellos, José de los Ríos Núñez, socio fundador de la entidad, estupendo músico comparsista, muy conocido en los medios carnavalescos gaditanos, es biznieto de Tía Antonia, hermano de Manolo de los Ríos.

Tía Antonia vivió en muchos pueblos de la costa gaditana, debido al oficio de su marido. Éste se dedicaba a hacer anclas, clavos y útiles para los barcos de pesca. Se quedó viuda en los años cuarenta y se instala definitivamente en El Puerto, la ciudad que la vio nacer. Como dato aclaratorio diré que la información sobre los ancestros gallegos de La Obispa son datos aportados por su familia. Esta mujer no llega a los ochenta años, como dice el Diccionario Flamenco, sino que murió con setenta y siete como indica la defunción. Finalizo con este poemilla:

Tía Antonia,
Tu cante por toná
Me trae aromas
A clavitos y canela
A yerbagüena y azahar.
Tu música a yunques
Y martillos a compás.
Y tu voz de terciopelo morá
Desgarran quejío fragüero
Templando a fuego
Al rojo metal.

(Texto: Antonio Cristo Ruiz.)

Pío Baroja y Nessi (1872-1956) escribe hasta en cuatro ocasiones de El Puerto de Santa María, en dos de sus novelas en ‘Las inquietudes de Shanti Andía’ (1911) y ‘El mundo es ansí' (1912 ) y en dos biografías incluidas en la colección ‘Vidas Españolas e Hispanoamericanas del Siglo XIX’, de 1931 y 1932.

En esta ocasión traemos de dicha colección la biografía titulada ‘Juan Van Halen, el oficial aventurero’ (1933), personaje que ya presentamos a los lectores de Gente del Puerto en la nótula núm. 748. Baroja, que contaba 61 años de edad cuando la termina y publica, haciendo gala de su ‘sentimiento trágico de la vida’ describe en el Epílogo Egotista (egotismo: prurito de hablar de si mismo) paisajes y escenarios de El Puerto, algunos de los cuales reproducimos aquí.

«Esta bahía de Cádiz es un lugar a propósito para morirse. A mí, al menos, me da esa sensación. Yo recuerdo Cádiz y su bahía de una manera romántica. Es decir, de un modo melancólico y nostálgico. Se me ocurrió ir a Cádiz, hace ya algunos años, convaleciente de unas fiebres, con la idea de buscar una casa donde pasar una temporada tomando el sol. La primera impresión, que me produjo languidez, acabamiento, se me grabó de un modo indeleble. No la pude corregir después, ni modificar siguiera en estancias posteriores. La visión un poco febril del convaleciente fue para mi definitiva.

Estuve en Chiclana, en San Fernando, en Puerto Real; mejor dicho pasé por estos pueblos grandes, blancos, inundados de sol, de calles largas, hermosas, achabacanadas por unos nombres vulgares escritos en azulejos con letras descomunales: calle de Fernández Martínez, de Pedro López, etc.

Luego fui al Puerto de Santa María y paré en el hotel Vista Alegre. El hotel, ya viejo, descuidado, con cierto aire extranjero, tenía gracia. En las paredes de los pasillos colgaban cuadros, estampas con vistas y escenas de los Alpes y un mapa del reino lombardo-vénero.

El hotel, según se decía, había sido fundado en 1846, época de prosperidad del Puerto, por unos italianos caldereros. Por entonces daba la impresión de abandono, las puertas cerraban mal, los suelos estaban alabeados, los pestillos se caían. Todo me parecía ruinoso, desolado y decadente.

En el hotel encontré un vasco, en su juventud fabricante de velas para barcos. Era hombre fuerte, ancho, sonriente y optimista.

A la izquierda el Casino, en la calle Larga, donde hoy está Café di Roma.

El vasco me acompañó en mis andanzas. […] El vasco tenía su centro en un casino, adonde iba a hablar, que a mí me parecía un poco lánguido y aburrido. Yo paseaba por el pueblo, recorría varias veces el Vergel, la Victoria, el parque de María Cristina [?] y la Plaza del Polvorista; contemplaba las paredes de la Prioral y el castillo de San Marcos; iba y venía por las calles anchas, por las casas barrocas, encaladas, con rejas, ventanas y puertas verdes; me acercaba a los miradores donde cosía o bordaba alguna muchachita.

Estas calles de el Puerto de Santa María, desiertas, con sus proporciones de calles de gran ciudad, con casas magníficas, palaciegas, tenían aire de tristeza en los días lluviosos. Cuando me rendía de andar iba al casino a buscar al vasco alegre y sonriente. Este se reunía con algunos amigos del pueblo que celebraban sus frases. Uno de los contertulios, joven entusiasta de Ibsen, que estría en algunos periódicos de Cádiz, recitaba romances antiguos, entre ellos el de Diego Corrientes, que al despedirse de la prisión de El Puerto para ir al patíbulo se lamentaba diciendo: ‘Torre e Santa María,/ ya no te gorveré a ve,/ yo que tanto te quería’.

[…] Me había hablado el vasco de Rota como pueblo en donde sería fácil un cuarto soleado donde poder estar una temporada, él conocía a una mujer que tenía huéspedes, viuda de un marino. Fui al pueblo. /Van Halen, en un grabado de 1830.

Desde el Puerto de Santa María a Rota, la costa es baja, arenosa, con algunos pinos hacia Chipiona. Al marchar en el tren, a la izquierda, aparecía el mar y una tierra baja, amarilla, con viñedos, matas de guisantes muy verdes, frutales, que entonces mostraban sus flores como en una cascada blanca y violácea, pitas y algunos molinos de viento. Por la derecha se veían dehesas verdes con toros, y por el camino pasaban recuas de arrieros.

Dos o tres días más pasé en el Puerto. Una mañana de mucho sol salí hacia la playa de Santa Catalina y me senté en la arena carda de una marisma y de unos montones de sal. A pocos pasos había un caballo muerto, ya seco. Parecía sonreír al sol con sus dientes grandes mientas se iba momificando. No daba su cadáver impresión de corrupción, sino de sequedad de un organismo que se iba convirtiendo en polvo. Quizá había sido un caballo magnífico y brioso. De él no quedaba casi nada. La soledad, el silencio, la esterilidad del alrededor me dio una impresión de quietud, de acabamiento y de muerte. La misma impresión retorna a mí con vaguedad al pensar en este Van Halen, enterrado en el Puerto de Santa María". Madrid, febrero de 1933. Pío Baroja.

Nunca un final tan triste ha podido semejarse tanto, a veces y por momentos, a este El [Gran] Puerto de Santa María.

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En el lugar conocido como plaza o ‘Cuesta del Carbon’ --quizás porque en este espacio cercano al río se acumulaba el carbón, artículo de primera necesidad como conbustible  para las embarcaciones-- se erigió en 1938 la Plaza de Cristóbal Colón, en memoria del almirante descubridor de las Américas. En la cercana Plaza del Castillo se puede leer en una de las placas adosadas a su fachada: «En memoria de Cristóbal Colón vecino de esta Ciudad y protegido en ella y de sus compañeros en el legendario viaje del Descubrimiento del Nuevo Mundo: Juan de la Cosa y Pedro de Villa, vecino el primero e hijo el segundo de la misma ¡Gloria al Ingenio! El Excmo. Ayuntamiento de 1892, en el Cuarto Centenario».

INSTITUTO COLOMBINO.
Y es que fue a propuesta del Instituto Colombino de El Puerto de Santa María, de efímera existencia (1930-1931) a instancias de su impulsor el alcalde y director de la institución Eduardo Ruiz Golluri, cuando se le cambia el nombre a dicha cuesta convirtiéndola en una coqueta plazoleta recreando el estilo del regionalismo andaluz, similar a la Plaza de España de Sevilla. Estaba reciente la Exposición Universal de Sevilla de 1929 y artesanos que habían trabajado en dicha muestra colaboraron en la ejecución del nuevo espacio urbano porteño.

La primera petición del citado Instituto Colombino no fue solo cambiar la rotulación a la plaza o Cuesta del Carbón sino que se solicitó un cambio en el nomenclatura a diversas calles para que pasasen a tener denominaciones  con motivos colombinos e históricos tales como  la plaza del Castillo, por el de Alfonso X el Sabio; la plaza de Bizcocheros por la de Juan de la Cosa; la calle Baños (hoy Guadalete) por la de Reyes Católicos; la calle Cantarería por Pedro de Villa; la calle Arenas por Arzobispo Vizarrón; la calle Lechería por Cervantes y la calle Molinos por Mayorga.

CAFÉ CANTANTE.
En 1876, según relataba el periodista portuense Mariano López Muñoz: «Los aficionados al cante clásico se entusiasmaban con los famosos artistas de lo jondo y del baile gitano, que actuaban en el Café Cantante de la plaza del Carbón».

EMBUTIDOS DE MARISCOS.
En esta plaza existió hasta los años treinta del siglo XX un Cocedero de Mariscos que era conocido por un embutido famoso que hacía con mariscos y que se dejó de realizar al finalizar la actividad comercial dicho establecimiento; la tradición continuaría en Cádiz, en la Cervecería  del Puerto, pero en la actualidad se ha perdido.

Otros modernos embutidos con frutos del mar son los que prepara el reputado chef portuense Ángel León del restaurante ‘Aponiente’, en colaboración con Venta La Palma, Grupo Ebro y Puleva: una nueva gama de embutidos marinos gourmet: chorizo, salchichón, caña de lomo, morcón de pescado, compuesto al cien por cien con grasas de los propios pescados, llevando la cultura de los productos ibéricos con el sabor y los frutos del mar. En Sanlúcar, son muy populares los calamares rellenos de mariscos y la empresa Embumar, de la misma población prepara unos embutidos marineros refrigerados que tienen mucha aceptación: de huevas de merluza, de huevas de bacalao, de huevas con gambas, e incluso de huevos de choco.

Azulejo de Cristóbla Colon, el original de la plaza y el tercero (hubo un segundo) realizados estos dos últimos, por la ceramista local Pepita Lena.

1938: LA NUEVA PLAZA.
La plaza conocería su nueva fisonomía en 1938, mientras transcurría la contienda civil  cuando, bajo la dirección del humanista local Juan Ávila Gutiérrez, se procedió a darle el vaciado a la parte central, allanándola, creando sendos ánditos con escaleras a ambos lados de la plaza, dotando al suelo de originales losas con chinos alternas, una pérgola, arriates, arbolado diverso, barandas de rejas, farolas realizadas en Sevilla, jarrones  y una fuente de azulejos realizados en Triana que reproduce la imagen del descubridor genovés, a quien ayudaron los Duques de Medinaceli en el Descubrimiento del Nuevo Mundo.

CRUZ DE LOS CAIDOS.
Con posterioridad se añadió, en el lado de la plaza más próximo a la Avda. Micaela Aramburu una Cruz de los Caídos que venía a sumarse a las erecciones luctuosas de este tipo que se realizaron en prácticamente toda España. Sería durante el mandato del socialista Juan Manuel Torres cuando se retiró dicho monumento, depositándose en el Cementerio Municipal, siendo el concejal de Vías y Obras  Hernán Díaz Cortés, responsable de la ejecución, algo que se hizo también  en muchos municipios españoles.

La posada del portugués Antonio Manso.

El solar de la desaparecida posada tras el derribo.

LA POSADA.
En los años setenta desaparecería el edificio del frente, la Posada de Antonio Manso, portugués, que tenía tres fachadas: con la plaza del Castillo, calle Alquiladores y la propia plaza de Colón donde muere la calle Jesús de los Milagros, dando paso a un enorme edificio totalmente descontextualizado del entorno urbano en el que se encuentra. Antonio Manso había sido compadre de Don Juan de Austria, quien habría apadrinado a un hijo del propietario del edificio, símbolo de la prolongada estancia de los marinos y factores lusitanos en El Puerto. Allí, dice la leyenda, se aparecía el ‘Fantasma Pedrito’. Con su demolición, la Ciudad iba perdiendo en un goteo incesante, parte de su antigua y hermosa fisonomía de los tiempos del Descubrimiento.

La plaza de Colón, sin la cruz, en 1999. Foto: Mata.

Recuerda Juan Leiva Sánchez en su libro sobre las calles de El Puerto: «Los pasodobles y las zarzuelas impregnaban la plaza de un populismo envidiable. La noche de agosto era espléndida y ni la luna quería retirarse de aquel trozo de cielo. Mas de quinientas personas ocupaban con avaricia la plaza de Cristóbal Colón. El recoleto rincón de la Avda. Micaela Aramburu, conforme se baja del castillo de San Marcos al antiguo Hospital San Juan de Dios, era un remanso de paz; uno de los lugares preferidos por los veraneantes. Algunas noches veraniegas se viene la banda de música ‘Maestro Dueñas’ a recordar las mejores melodías de siempre. Y confluyen portuenses y visitantes de todas las condiciones para pasar la velada recordando los mejores años de la vida».

Dos atentados diferentes contra los dos últimos azulejos de la fuente en la Plaza.

ABANDONO.
La plaza ha vivido muchos momentos de abandono, como el que experimenta en la actualidad. Siendo alcalde Hernán Díaz se repuso el azulejo de Cristóbal Colón, así como unos jarrones de cerámica que luego fueron sustituidos por otros de plástico pintados y finalmente ninguno, dado que el vandalismo se ceba de forma permanente con cuantas acciones de ornato y adelantamiento se realizan sobre dicho espacio urbano. Siendo alcalde Fernando Gago, de nuevo se repuso el azulejo de Cristóbal Colón --en ambas ocasiones obra de la ceramista local Pepita Lena, con nótula núm. 766 en GdP,-- y de nuevo el retablo experimentó la inquina de los incultos y gamberros. (Texto: José María Morillo).

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Efectivos municipales tras el incendio. /Foto: J.M.Serrano.

Hoy se cumplen 23 años de la tragedia. A las 14:20 de la tarde de aquel fatídico miércoles se producía una gran explosión que se escuchó en todo El Puerto, dando pie al pavoroso incendio que consumió un millón y medio de litros de alcohol almacenados en la empresa Alcoholera de El Puerto, S.A., propiedad del empresario granadino afincado en Jerez, Luis Javier Sánchez Navajas. La factoría llevaba un mes sin producir debido a las vacaciones estivales de los trabajadores, acogidos del Convenio de la Vid, y se estaba preparando para su puesta en funcionamiento, ese mismo día, a las seis de la tarde. Una semana antes se había producido un conato de incendio. ...continúa leyendo "1.116. LA EXPLOSIÓN DE ALCOHOLERA DEL PUERTO. 24 agosto 1988."

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El 18 de febrero de 1966 llegaba a El Puerto de Santa María la sexta etapa de la XIII edición de la Vuelta Ciclista a Andalucía que se disputó entre los días 13 y 20 de febrero de ese año, con un recorrido de 1267 kilómetros, divididos en ocho etapas, con inicio y final en Málaga. Participaron 48 corredores repartidos en cuatro equipos del que solo lograron finalizar la prueba 37 ciclistas.

En la imagen podemos ver en la fila superior de la tribuna instalada en la Plaza de Isaac Peral a la altura de calle Larga, el cuarto por la izquierda, a Rafael Sotelo, maestro nacional, director del Colegio del Hospitalito; tres más a su derecha, el escultor y autor de relojes de sol, Poullet. En el centro de la imagen, vemos a señoritas de la localidad, entre ellas a Aurora Muñoz Ávila junto a Antonio Romero Castro, jefe del negociado de Fiestas del Ayuntamiento. A su lado, José Luis Gómez, Jefe de Publicidad de Bodegas Osborne --cuyos vinos se pueden observar en la imagen, un poco más a la derecha, Juan Martín Vélez y, asomando la cabeza, Manuel Muñoz, de Papelera Portuense. Abajo el tercero por la izquierda el ordenanza del Ayuntamiento Juan Valiente Moreno y casi oculto a su lado, el maestro y ‘practicante’ Ciro Morata Torres. Con el ramo de flores, el ganador de la etapa, el belga Arthur Decabooter. /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

El ganador de la etapa Sevilla-El Puerto, fue el belga Arthur Decabooter. Al día siguiente los corredores cubrieron la etapa El Puerto-La Línea. Ese año, el vencedor sería el español Jesús Aranzabal que cubrió la prueba a una velocidad media de 35,550 km/h. En la clasificación de la montaña y en las metas volantes se impusieron respectivamente los también ciclistas españoles Juan Fransico Granell y Domingo Perurena. /En la imagen, Decabooter, en su época de corredor en un cromo de coleccionista y en una fotografía reciente con 75 años.

La Vuelta Ciclista a Andalucía volvería al año siguiente, para no volver hasta la edición número 23ª en 1976. Y ya, de la Vuelta en El Puerto, nunca más se supo.

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