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Mañana lunes, día 17 de junio se cumpliran 60 años de la publicación en ABC del artículo de José de las Cuevas "El Puerto de Santa María, la Ciudad de los Cien Palacios" que  tanto prestigio ha dado a nuestra Ciudad, creando incluso un eslogan que se repite en numerosas referencias periodísticas, turísticas y literarias, haciéndolas suyas infinidad de vecinos y visitantes. Lamentablemente, 60 años después, no están todos aquellos palacios y otros están en peligro de extinción. Es este un buen momento para luchar para la conservación de los que nos quedan. Reproducimos el artículo del 17 de junio de 1953.

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Cuando me han preguntado por el Puerto de Santa María, yo he contestado siempre que se trata de una ciudad elegante; esto quiere decir, de una ciudad pulcra, limpia, con camisa blanca y recién desdoblada. Lo curioso es que la misma impresión han tenido todos los viajeros en todos los tiempos: «Ciudad limpia de calles anchas y algunas tiradas a cordel…» (Suárez de Figueroa, 1617). «Las calles son espaciosas, largas y derechas, tordas cordel, con ricas casas…» (Estrada, 1747). «Bellísima ciudad… excelente empedrado de sus calles» (Ponz 1791).

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Otra impresión permanente es que el Puerto ha debido de ser siempre residencia de señores. En el Puerto se h vivido con gran tren desde hace muchos siglos. Es una ciudad rica de antiguo, no hay en ella precipitaciones ni arquitectura febril de rico nuevo. La Historia parece coincidir con nuestra impresión. Primero, corte de los Medinaceli; después invernadero de nuestras Escuadras --¡que bonita palabra invernadero! Uno supone todas las naves, con arboladuras blancas como magnolias, dentro de los cristales templados de la ría--, la ciudad se llena de veedores, administradores de Aduanas reales, contadores, proveedores de galeras, toda gente de posición y vida asegurad. Por último, tras la aparición de los opulentos cargadores a Indias y de la Capitanía General --no olvidemos a ese capitán general conde de O’Reylli  que planta naranjos a la orilla del río--, la llegada de familias vascas, tan clásica en la Andalucía del XVIII--, los Araníbar, Vizarrón, Eguiarreta, Valdivieso--, todas con apellidos y fortunas probadas, y los hombres de negocios franceses, italianos, irlandeses --los Winthuyissen, Voss, Fleming, Tirry, Cortes, Clauders--, que traen la high life de Europa en sus maletas.

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Ya es sintomático que en los inventarios del XVI aparezcan caballeros del Puerto que han gozado un cintillos de piezas esmaltadas de oro sobre terciopelo negro, o un pomo de plata para perfumes, o sesenta botones de oro para la capa y el sombree, o una cama entera de damasco carmesí, o un tarro de ámbar, o una toalla de Indias… Nada ha faltado nunca al Puerto. En la Crónica Abreviada de los Reyes Católicos, de Mosén Diego de Valera, que escribe en el Puerto a los setenta años, lejos: En este tiempo yo estaba en el Puerto e fui certificado que una nao portuguesa llamada ‘La Borrella’ avía de venir prestamente en Portugal, cargada de arneses de Milán e cubiertas e brocados e otras sedas muy ricas… En el XVIII las naves de los cargadores traen las sedas de Francia; los paños de Inglaterra; la lencería fina, de Holanda; el papel y las pieles finas curtidas, de Génova, y el cristal, de Austria. De vuelta de América, el lastre de los buques es madera exótica para barandales y consolas, y en el retorno a Italia, mármoles de Carrara, mármol blanquísimo; son los primeros buques del mundo estibados con nieve.

...continúa leyendo "1.778. EL PUERTO DE SANTA MARÍA. La Ciudad de los Cien Palacios."

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En febrero de 1933 ocurrió en El Puerto un hecho singular; por no habitual, extraordinario: entre el fango del dragado del río vaciado entonces en la banda del Coto se hallaron numerosas monedas de oro. Y claro…, se lió. La noticia corrió por toda la ciudad, y aquello se puso de bote en bote.

8 de febrero de 1933, el gentío rebuscando monedas de oro en la otra banda. /Foto: Justino Castroverde.

Lo contó la Revista Portuense el día 8: “Es estos días motivo de gran animación el lugar donde se vierten los fangos extraídos por la draga en sus trabajos en nuestra ría. Siendo varias las personas que han hallado allí monedas antiguas de diversos metales, la afluencia de los buscadores ha sido tal, que se interesó por los encargados de la draga la concurrencia a aquel lugar de fuerzas de la guardia civil, que actuó ayer en tal sentido.” Al día siguiente se añadió que “a juzgar por la fantasía popular, no son ya docenas ni centenares, sino miles las monedas y otros objetos de oro hallados en aquel lugar. Se cuenta de multitud de monedas encontradas así como de que algunas han sido vendidas a muy buenos precios. Lo que sí hay de cierto en el caso, es que aquello ofrece un aspecto muy pintoresco, siendo numerosos los grupos de criaturas de todas las edades y sexos que actúan activamente en el fango, esperanzados en hallar alguno de los codiciados discos”.

Como era acostumbrado, los depósitos de la draga se volcaron en el entorno del Huerto Jarilla (venta La Palmera), el Campo del Cuvillo y la Casa del Faro (demolida en 1998), en una orilla aún no canalizada –se construirían en 1951- con murallas. Y fue usual que al modo de los viejos chamarileros, algunos portuenses se buscaran la vida llenando sacos con cáscaras de ostiones y otros moluscos que vendían en la fábrica del guano que a comienzos de los últimos años 50 se abrió enfrente, donde está Bahía Mar. (Alguien me contó que un popular portuense –omitiré el nombre- tomó el hábito de entrar en la fábrica cargando el correspondiente saco de ostiones del Cerro Jarilla, y tras pesarse y pagársele por kilo lo vaciado, se iba, volvía para colarse sigilosamente al almacén, llenaba el saco, volvía a salir y al ratito entraba con el mismo saco de ostiones. Pura picaresca.) /En la imagen, dobla nazarí de Muhammad XII (Boabdil), emitida en 1482-83. Museo Arqueológico Nacional.

Tras el hallazgo de las monedas, de inmediato, la autoridad competente –la Subdelegación Marítima- fijó un edicto instando, como estaba prevenido, a que las monedas se depositaran en su sede, recompensándose en metálico a sus descubridores. Sólo nos consta que se entregaron 16 monedas en cinco entregas. Pero las monedas exhumadas fueron muchas más.

En aquel febrero del 33, El Puerto atravesaba una profunda crisis económica y social, de pura subsistencia para las clases populares. Se vivían tiempos –no sólo en El Puerto- conflictivos, tensos, de manifestaciones callejeras y conatos de violencia. (No hacía un mes que el levantamiento anarquista en Casas Viejas había sido criminalmente reprimido.) A cuenta de las monedas, hasta alguna puñalada se cruzó entre dos gitanos de la calle Lechería, Cabete Chico y Jeromo (a quienes, no obstante, a los pocos días, reconciliados, cogieron robando gallinas).

En éstas andaba la ciudad cuando la draga Guadarrama y la fortuna volcaron en la orilla de ‘la otra banda’ un tesorillo de monedas de oro, probablemente procedente del cofre de un barco hundido en la secular barra del Guadalete en los primeros años del siglo XVI.

Portada de Diario de Cádiz, dedicada al suceso.

LAS MONEDAS.

Ciertamente, el conjunto monetario encontrado fue un hallazgo importante, de calado, siendo aún hoy un referente de la numismática nacional. Nunca se sabrá cuántas monedas aparecieron. Hipólito Sancho las cifró en unas quinientas. Muchas fueron compradas por un portuense (silenciaré también su nombre) de acomodada posición, al que algunos pícaros pretendieron dar gato por liebre ofreciéndole objetos metálicos que tenían en sus casas, más viejos que antiguos.

Numerosas piezas pasaron por las manos de coleccionistas y cambistas de Cádiz y Madrid. Algunas se subastaron en Amsterdam. Otras se depositaron en el Museo de Cádiz, en la Real Academia de la Historia y en el Museo Arqueológico Nacional. Un conservador de éste, Felipe Mateu y Llopis –uno de los más reconocidos numismáticos de la época-, pudo examinar en torno a un centenar y publicar un estudio sobre ellas (que hace años localizamos en una librería de viejo, en Madrid).

...continúa leyendo "1.727. AQUELLOS DUCADOS ANTIGUOS. Los ‘Duros Antiguos’ de El Puerto."

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Se cumplen hoy 205 años de la heroica muerte de Luis Daoiz y Torres, capitán del cuerpo de Artillería al mando del cuartel de Monteleón en esa fecha, 2 de mayo de 1808, y uno de los primeros oficiales, junto con Velarde y el teniente Ruiz  que se rebelaron contra el ejército francés y perecieron en el empeño. Con solo cuatro cañones y una pequeña dotación de hombres intentó impedir la toma del parque artillero bajo su mando por el Ejército Imperial francés que, vista la resistencia, llegó a acumular hasta dos mil infantes en aquel lugar. Defendió, sable en mano y a pecho descubierto, la posición de su batería artillera recibiendo numerosas heridas de bayoneta, siendo trasladado gravemente herido a su domicilio particular, donde expiró, siendo enterrado inicialmente en la iglesia de San Martin. En la actualidad sus restos reposan en el monumento a los Héroes del Dos de Mayo, en el paseo del Prado madrileño.

SU PADRE, DE EL PUERTO.
El objeto de esta nótula es dar a conocer la vinculación de este patriota que nació en Sevilla el 10 de febrero de 1767 con El Puerto de Santa María.  La más importante, sin duda, es la filial, pues su padre Martín Daoiz Quesada había nacido en esta ciudad. Y también es significativo que su primer destino profesional, cuando salió con el grado de Alférez del Real Colegio de Artillería de Segovia, en el que estuvo como cadete seis cursos, con veinte años recién cumplidos, sería El Puerto, incorporándose al batallón del Regimiento de Artillería que tenía su sede en el cuartel de la plaza del Polvorista.

El Cuartel de Artillería de El Puerto en la plaza del Polvorista, donde tenía su sede el batallón del Regimiento de Artillería a donde se incorporó Luis Daoiz como primer destino profesional con el grado de Alférez.

Formando parte del mismo participó en la defensa de las plazas de Ceuta y Orán y también en la Guerra del Rosellón donde fue hecho prisionero y trasladado a Tolouse (Francia), siendo liberado tras la firma, en 1795, de la Paz de Basilea, retornando a su destino en El Puerto, ascendido por entonces al grado de teniente.

La última década del siglo XVIII fue una etapa bélica de nuestra historia, plagada de escaramuzas navales contra los ingleses. La Armada debió recurrir a oficiales artilleros del Ejército para completar las dotaciones de sus navíos de Guerra, siendo Daoiz uno de ellos. Le confiaron el mando de una tartana cañonera que participó en la defensa de Cádiz frente al bloqueo y sitio que hicieron los ingleses en 1797, con Nelson a la cabeza.

La escuadra de Nelson frente a las costas de Cádiz.

...continúa leyendo "1.723. LUIS DAOIZ Y TORRES. La conexión portuense de este héroe de la Guerra de la Independencia."

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Foto: Fito Carreto.

Reproducimos algunos fragmentos del pregón que ofrecía anoche en el Real de Las Banderas,  el porteño Javier Maldonado Rosso, director del Centro Municipal de Patrimonio Histórico y reconocido investigador de la cultura del Vino del Marco del Sherry, encargado este año por la Hermandad del Olivo de anunciar con el Fino Quinta, la Feria. Estas son algunas perlas de su pregón.

Pero, aun siendo esta ciudad la cuna del vino Fino y estando dedicada la Feria a él, lo cierto es que el Fino es un ilustre desconocido para buena parte de los portuenses; por eso se me ha encargado que hable de nuestro vino en esta magnífica ocasión que ofrece el pregón de la Feria. Y por sentido de la responsabilidad que todos los portuenses tenemos en la promoción del vino Fino es por lo que me atrevido a aceptar esta encomienda.

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Todos los vinos tienen madre. El Fino tiene, además, padre: es el velo de flor que lo cubre. Y son las funciones biológicas que desarrollan las levaduras del velo de flor las que le dan al Fino sus características singulares.

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La palabra finura significa primor, delicadeza, buena calidad. Su pariente lingüística fineza expresa las ideas de pureza y bondad de algunas cosas. Y el adjetivo fino es equivalente, semánticamente, a primoroso, delicado, selecto, distinguido, exquisito…

Foto: Fito Carreto.

El Fino es el vino genuino de El Puerto y El Puerto es la ciudad del vino Fino merced, sobre todo, al microclima de sus bodegas, debido a la situación costera y fluvial de esta antigua villa.

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La cercanía y orientación abierta a la Bahía de los pagos vitícolas de El Puerto hacen que las brisas de poniente confieran a sus mostos características singulares de sabor y fragancia. Después, la crianza de flor de estos mostos, hasta hacerse vinos, en bodegas flanqueadas por el río Guadalete y sus esteros y el Atlántico y su marisma,  completa el proceso. Estas son las razones por las que el Fino de El Puerto está preñado de notas marinas de la cepa a la copa. Y son los factores por los que El Puerto es la tierra y la ciudad del vino Fino.

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El vino Fino es doblemente delicado: por primoroso y por vulnerable. El mantenimiento del velo de flor exige un cuidado constante de bodegueros, enólogos, capataces y arrumbadores. Ellos y los viticultores, ingenieros agrónomos, capataces de viña, manijeros, trabajadores vitícolas… son los protagonistas del vino Fino, son sus cultivadores y criadores.

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El Fino es un vino de autor desde sus comienzos, mucho antes de que se acuñase esta reciente definición para los vinos de máxima originalidad. Realmente, es un vino de autores, porque cada bodeguero crea su propio estilo de Fino. ¿Mayor complejidad? Sí; pero, sobre todo, más riqueza enológica y cultural que aporta este singular vino.


Boceto de la portada de la Feria de este año.

Ser la ciudad de un vino único por sus características organolépticas, su crianza biológica bajo velo de flor mediante el sistema de criaderas y soleras, su historia, su nombre y su cultura es una satisfacción, es motivo de sano orgullo, y es, también, también, una gran responsabilidad que nos compete a todos los portuenses.

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No es sólo cosa de las empresas bodegueras de El Puerto: es cosa de todos. Los portuenses tenemos que conocer la cultura del vino Fino, desarrollarla y difundirla.

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Que sepamos, lo único que australianos, británicos, estadounidenses, sudafricanos… han intentado imitar de nosotros, y que afortunadamente no han conseguido, es el vino Fino. Porque es único, porque no tiene parangón en la vitivinicultura mundial.


Presentación del cartel anunciador de la fiesta 2013.

Hay que hacer visible que el Fino es el vino de El Puerto y que El Puerto es la ciudad del vino Fino. Hay que promocionar el consumo de este vino singular que es el Fino porque es importante para nuestra economía. Es una oportunidad –una más, desde luego, pero muy importante- para el desarrollo de El Puerto.

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Amigas y amigos: estamos en tiempo de Feria. Estamos en primavera, que es la estación en la que se producen dos fenómenos naturales que afectan al vino Fino: en las viñas, la vid tiene su brote, comienza la floración; y en las bodegas, las levaduras de flor incrementan su actividad, experimentan una suerte de rebrote. Son manifestaciones del renacer de la vida que se produce cada primavera. También nosotros sentimos ese aliento de la naturaleza y lo exteriorizamos como alegría. Y por eso reverdece la vida social, de la que la Feria es máxima expresión.

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Permítanme que les cuente una historia tal y como me la narró uno de los paisanos que la protagonizaron. Hace treinta y cuatro  años, en plena transición, nuestra ciudad vivía un momento esperanzador tras décadas de régimen franquista. No obstante, aún quedaba por derribar el muro que impedía la llegada de la democracia a las instituciones portuenses. Varias generaciones sentían que aquel paso que iban a dar con su participación en las primeras elecciones municipales desde la Segunda República abría un horizonte nuevo para El Puerto.

Aquellos fueron los tiempos de Esteban Caamaño Bernal. Arrumbador de la Bodega Terry, sus inquietudes sociales le llevaron a defender a los trabajadores dentro del sindicato USO. Su labor no pasó desapercibida para el partido socialista de Tierno Galván, llegando a la política de la mano del viejo profesor. En 1977 fue elegido Diputado a Cortes, siendo el único en Andalucía de la formación de Tierno. Cuando se produjo en 1978 la integración del PSP en el PSOE, Caamaño, acompañado de una veintena de militantes, se incorporó a la agrupación socialista portuense. El PSOE local estaba formado por tres grupos – “telefónicos”, los “cristianos” de Esteban Caamaño y los militantes fundacionales en torno a Francisco Lara, figura clave en la refundación del partido en El Puerto – que convivían no sin dificultades ni discrepancias internas, como ocurrió a la hora de decidir quién iba a ser el candidato a la Alcaldía.

De izquierda a derecha, Pepe Marroquín ‘el Bloque’, Antonio Álvarez Herrera, Pepe Marco y Esteban Caamaño Bernal.

Finalmente, el cabeza de cartel del PSOE fue Caamaño, reelegido diputado apenas un mes antes. Caamaño sabía que la razón de que fuera el alcaldable socialista era meramente electoral, ante la necesidad de oponer una figura popular y de cierto prestigio a Antonio Álvarez. Aunque la pugna en las urnas acabó con la derrota de Esteban Caamaño, sí consiguió frenar la escalada del PSA que un mes antes, en las elecciones generales, se había convertido en la segunda fuerza de la ciudad. Después de aquel envite, la trayectoria de Caamaño se encaminó con éxito por los senderos de la política nacional, autonómica e, incluso, europea.

En la imagen tomada el 3 de febrero de 1982 en el homenaje popular a Rafael Alberti en El Puerto, de izquierda a derecha, el diputado socialista Esteban Caamaño, el alcalde de la Ciudad, Rafael Gómez, el poeta universal, Canogar, el Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, Rafael Román, el director del Museo Municipal, Francisco Giles, en la inauguración de la exposición que se organizó con tal motivo.  (Foto Rafa).

De izquierda a derecha, Elias Py, desconocido, Rafael Valiente Moreno, desconocido, Esteban Caamaño Bernal, Ramón Rubial Cavia, Tina Aguinaco, Pepe Valiente, Pablo Expósito, Milagros Sanz Ganaza, desconocida, Fernando Mena, y Rogelio, ante el desamortizado Penal, donde estuviera preso Rubial.

Sirva este breve relato de su participación en un momento decisivo de El Puerto para homenajear a un portuense que se nos fue, pero que dejó el recuerdo de un hombre bueno e íntegro que dedicó los últimos años de su vida a explicar a los jóvenes, entre los que yo tuve el placer de encontrarme, aquella bella página que escribieron “nuestros constituyentes”. /Texto: Daniel Gatica Cote.

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La asociación ecologista Guadalete, precursora de Ecologistas en Acción en Cádiz, cumple tres décadas de activismo contra los desmanes medioambientales.

En la imagen, una marcha en la Plaza de Isaac Peral, intentando evitar la tala de las araucarias y la pérdida de masa forestal en la misma, algo que no se pudo conseguir. Hablamos del mandato municipal 1991-1995. /Foto: Fito Carreto.

Dicen que en estos años, desde 1983, no han perdido ni un ápice de ilusión y han ganado en experiencia y en conocimiento. También en credibilidad y comprensión social: hace tiempo ya que dejaron de responder a la pregunta de “qué es eso de ser ecologista”.

Iniciamos nuestro relato situándonos en los últimos meses del siglo XIX. En estos años todo está en crisis en España y El Puerto no iba a ser una excepción. Las malas cosechas se contabilizan por lustros, originando una gran masa de parados y la consiguiente hambruna. Los temporales se sucedían unos a otros casi sin interrupción, mermando las capturas y propiciando numerosos naufragios que llenaron de luto y miseria a muchas familias marineras. Para colmo de desgracia, el sector vinícola, las numerosas bodegas que habían germinado durante el primer tercio de ese siglo y fueron el motor de la economía local durante muchas décadas, estaba inmerso en uno de los periodos de decadencia que, con carácter cíclico, han sufrido y sufren estas industrias. En líneas generales, este es era el panorama local en el duro invierno de 1899, con las calles portuenses llenas de mendigos y pordioseros de día y bandas de mocosos harapientos y desvergonzados de noche, disputándose las escasas y apuradas colillas arrojadas en la vía pública por los transeúntes. /Sodados en Cuba. Ilustración de José María Bueno.

La otra cara de la moneda la encontramos en algunas familias acomodadas que vivían, generalmente, de las rentas generadas por sus antepasados, a los que se mencionaban en los padrones como de profesión: “propietario” y, también, en las adineradas familias de indianos establecidos en las últimas décadas, los nuevos ricos de la época, alguno de los cuales invirtieron los capitales que pudieron salvar de las antiguas colonias en nuevas industrias o en la adquisición de inmuebles. Ellos, junto con los integrantes de la tradicional clase media: comerciantes, pequeños empresarios, funcionarios públicos, mandos militares y otras profesiones de las denominadas liberales ocupaban la zona céntrica de la ciudad, las calles Larga, Luna, Nevería, Palacio, etcétera… eran socios de alguno de los casinos y solían acudir los fines de semana con sus familias, empavesadas como veleros, a los palcos del teatro en el invierno y al tiro de pichón en el verano. El resto del vecindario local no contemplado en estos “clichés” improvisados, es decir, la gran mayoría de ciudadanos, intentaba sobrevivir de la mejor manera posible, ejerciendo oficios variopintos, “peonás” ellos y “mediosdías” ellas.

Esquina de las calles Ganado y Zarza, donde se encontraba la tienda de montañés donde se ambienta esta historia.

JUAN RODRÍGUEZ ARANA.
De este último universo humano estaba poblado el “Barrio Alto” y, en concreto, la calle Zarza, en la que residían una decena de repatriados de la guerra colonial. En la esquina de esta calle y la de Ganado había una tienda de montañés con puertas a las dos calles; una, por la que se accedía al almacén de coloniales, todo un supermercado de la época, en el que se podía adquirir cualquier género comestible excepto carne, pescado fresco o pan, y la otra puerta era la entrada al despacho de vino y taberna. Ambos recintos estaban comunicados interiormente por una especie de zaguán, utilizado por las amas de casa para comprar de una forma más discreta, sin penetrar en la taberna, bebidas alcohólicas, normalmente vino común para acompañar a las comidas. En un  rincón de la taberna, acodados en el mostrador de cedro ante sendas copas del rasposo aguardiente con que se desayunaban nuestros abuelos encontramos a dos hombres; uno de ellos, el de mayor edad se llamaba Juan Rodríguez Arana.

Era un veterano de la Guerra de Cuba, sargento del Regimiento de Infantería de Soria Nª 9. Había sido repatriado meses atrás, llegando a El Puerto, donde vivía con una hermana mayor que él, casada con un tonelero, -matrimonio sin hijos- en la casa número 55 de la calle Zarza. Le acompañaba un joven soldado de remplazo que aún no había cumplido los veinte años y estuvo tan solo unos meses en aquel infierno antes de ser repatriado. Vecino de la casa contigua a la suya, lo había visto crecer y ahora, compañero de fatigas e infortunios, querían celebrar con otros paisanos repatriados, vecinos todos ellos de la misma calle (Joaquín Ponce de León, que vivía en el nº 7, Enrique Camacho González, en el 15, Ramón Leonisio Mata, en el 28, José Ruibal Rodríguez, en el 30, José González Robles, en el 33, Manuel Ponce Díaz, en el 47, Juan Santilario Renzo, en el 62 y Juan García Martín, en el número 64) a los que aguardaban, el haber regresado y poder contar sus vivencias y penalidades a sus familiares y amigos. /En la imagen de la izquierda, escudo del Regimiento de Infantería Ligera Soria nº9 en el que sirvió Juan Rodríguez Arana.

ANTONIO GALLARDO PEINADO.
Este segundo joven repatriado era Antonio Gallardo Peinado, residente en la casa número 57, segundo hijo del matrimonio formado por Francisco Gallardo Quintelo, maquinista de profesión y Dolores Peinado Sánchez, inquilinos de esa casona junto con la totalidad de su prole que ascendía a seis hijos con edades que oscilaban entre los 24 años del mayor, barbero de profesión y los tiernos tres añitos de la hija más pequeña. La madre, que en esa fecha contaba tan solo cuarenta años de edad, el día que Antonio llegó por sorpresa, sin avisar, estuvo a punto de costarle un disgusto, tanta fue la emoción que sintió. Todo el tiempo que duró su ausencia rumió para sí una especie de remordimiento por no haber movido cielo y tierra en busca del dinero necesario para la redención del hijo, que tan mala suerte tuvo en el sorteo, según pensaba ella. Siendo adolescente –apenas una quinceañera- quedó embarazada del que luego cumpliría y se convertiría en su marido, 30 años mayor que ella, que entonces era fogonero y aunque la familia pudo vivir modestamente bien, con justeza y sin holguras, durante los veinticinco años que llevaba casada, gracias al duro trabajo paterno y la ayuda de los dos mayores en los últimos años, la cuantía del rescate exigido para librar a los mozos destinados a ultramar, que ascendía a 2.000 pesetas, era una cifra excesiva, muy alejada de las posibilidades de la familia. /En la imagen, la casa donde vivió Antonio Gallardo Peinado, antes de su restauración.

Similar alegría experimentaron todos los vecinos de la casa, especialmente las mujeres, cuando abrazaron al Antoñito. La viuda del mirador, que trabajaba de cocinera para adelante a sus tres hijos y estaba haciendo esa mañana una colada en el corralón que servía de lavadero y tendedero, se apresuró a bajar un tazón de caldo de gallina al verlo tan pálido y demacrado y las dos señoras del bajo, curiosamente ambas casadas con sendos oficiales zapateros y cada una con un solo retoño, formaron coro con la madre, los hermanos pequeños y la cocinera y sus hijos, abrumándolo con tantas preguntas y todos a la vez que fue un alivio que llegase el vecino de la casa de al lado y se marchasen juntos a tomar unos vinos, naciendo de este encuentro la idea de reunir a todos los camaradas de la misma calle un día para celebrarlo todos juntos.

Poco a poco fueron llegando los repatriados convocados a la taberna, acompañados de amigos y familiares que deseaban saludar a los demás, añadiéndose otros repatriados que vivían en las calles del entorno: Arena, Yerba, Mazuela, Espelete, Meleros, Ganado… y un buen número de curiosos que pronto hizo que se llenase el local, las aceras y toda la esquina. Agrupados en corrillos, las conversaciones giraban en torno, lógicamente, al mismo tema: unos referían las dificultades con que se encontraron para poder llegar desde La Coruña o Santander, que es donde lo habían dejado, hasta El Puerto; otros, comentaban la cuarentena que debieron pasar en el antiguo convento de la Victoria; los más, relataban las acciones militares en las que habían participado, exagerando por supuesto y dando un tinte de comicidad a tan dramática experiencia y los menos maldecían a políticos y mandos militares, culpándoles de las fatiguitas que padecieron. Todos, sin excepción, mentaban con respetuoso pánico a su mayor enemigo: la fiebre amarilla, mal de que poco escaparon, que seguiría pasándole una costosa factura el resto de sus vidas a muchos de ellos.

Soldados ante el cuartel de la Plaza del Polvorista, hoy Teatro Municipal y viviendas de trabajadores de Osborne. /Imagen cedida por Doña Ángeles Zamorano, a través del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

El sargento Rodríguez Arana explicaba a quien quisiera escucharle las dificultades que debieron superar tanto el gobierno como los responsables militares, después de haber perdido guerra y escuadra, para encontrar barcos en los que poder repatriar a tan tos efectivos acumulados en la isla de Cuba.

Y en el guirigay en que se había convertido la reunión de repatriados y afines aparecieron guitarras y espontáneos cantaores, entre ellos nuestro protagonista quien, antes de entrar a servir en el Batallón de Cazadores de Parma Nª 25 en el que había destinado en Cuba, estuvo trabajando como herrero en la fragua de los Suarez, en la calle de la Yerba, oficio en el que se solía acompañar con cantes rítmicos el batido del hierro sobre el yunque. Con esta y otras cantiñas, estimuladas por la sucesión de “convidás” a cargo de los parientes, se fue diluyendo la tristeza de los primeros momentos, durando la jarana hasta la hora de la siesta que resultaría de obligado cumplimiento para la gran mayoría pues casi todos marcharon dando tumbos a sus cercanos domicilios, no sin antes prometerse unos a otros repetir la convivencia de ese día. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUÍA).

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De izquierda a derecha, Guiseppe Piccioni, director de cine italiano y Oscar Lapeña Marchena.

Oscar Lapeña Marchena, nacido en El Puerto de Santa María en 1968, es Doctor en Historia,  profesor de Historia Antigua en la Universidad de Cádiz, habiéndose especializado en el género cinematográfico del Peplum (conceptualizado popularmente como cine histórico de aventuras, estando ambientada la acción en la antigüedad, fundamentalmente en Grecia y Roma). Sobre este tema ha publicado diferentes artículos en revistas especializadas como "Habis", "Dialogues d´Histoire Ancienne", o "Índice Histórico Español", además de los libros El mito de Espartaco: de Capua a Hollywood (Hakkert, 2007) y Guida al cinema peplum (Profondo Rosso, 2009). Hizo su debut literario con el libro de relatos La pista búlgara (El ombligo de Tarzán, 1998), siendo seleccionado el mismo año en la antología Almacén de aventuras (Fundación Municipal de Cultura de Cádiz, 1998). En el género de la narrativa corta también ha publicado El suplente (Diputación de Cádiz, 1999). (Texto Juan Carlos Palma).

PEPLUM.
Óscar Lapeña Marchena ha publicado en italiano ‘Guida al cinema ‘peplum', Ercole, Ursus, Sansone e Maciste alla conquista di Atlantide’ una obra de referencia para todos los interesados en el género peplum.

Son 390 páginas, cargadas de información e imágenes, y editadas por la editorial romana Profondo Rosso. Su autor es un reconocido experto en el género peplum sobre el que ha publicado numerosos artículos de investigación. En este libro realiza un recorrido por la historia del género partiendo de su definición, características y motivaciones políticas y analizando a continuación las diversas producciones a lo largo de sus años de oro y también de su decadencia.

El libro posee una buena filmografía y cuenta con interesantes apéndices. Uno a cargo de Luigi Cozzi recoge opiniones de directores de pepla sobre sus obras; el mismo Cozzi explica también su experiencia como director de pepla; otro escrito por F. Familiari analiza las cintas de este género dirigidas por Riccardo Freda y el último, a cargo de M. Maggioni, estudia la película La última legión. En suma una obra de referencia para los interesados en este género que utiliza la Antigüedad con grandes dosis de imaginación. (Texto: Fernando Lillo).

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Este es un viejo dicho portuense que estuvo en uso, aunque en sus últimos estertores, hasta los años 60 del pasado siglo. Supimos de él por un testimonio de Antonio Alcalá Galiano (1789-1865), el viejo liberal romántico gaditano que en su Recuerdos de un anciano (1864, nota 5 del capítulo IX) dejó escrito: “Palmar llaman en Andalucía a ciertos terrenos incultos que allí abundan, y deben su nombre a estar llenos de palmas enanas que no sé cómo deben llamarse, pues aunque soy en extremo aficionado a árboles, plantas y flores, ni sé de ello lo que sabe no ya un botánico, sino acaso el jardinero u hortelano más tosco y rudo. Este Palmar del Puerto, teatro de la hazaña de O’Donnell y Saarsfield [en 1819, ver nótula 1435 en GdP], tiene cierta fama. Cuando en los pueblos de la Andalucía baja, vecinos a la costa, se habla de una persona de mucha edad, y quiere ponderarse su vejez, es común decir de ella que tiene más años que el Palmar del Puerto.”  /En la imagen, Antonio Alcalá Galiano, retrtado por Vicente Esquivel.

Este paraje, el Palmar de la Victoria (del convento de la Victoria), situado a la salida de El Puerto a ambos márgenes de la avenida de Jerez, hoy está plenamente urbanizado, perdido en su naturaleza. Desde mediados del siglo XIII, tras la conquista alfonsí de la aldea andalusí de Al-Qanatir, fueron terrenos baldíos de los Propios de la ciudad, y en las zonas inmediatas a los meandros de la madre vieja del Guadalete, de fértiles huertas durante el Medioevo y la Edad Moderna, alimentadas también por dos arroyos (uno de ellos el que en el siglo XVIII llamaban arroyo de la Vidriera).

Aquí se levantó en el XVI una fuente que sería reparada o reconstruida a mediados del XVII, correspondiente a la conducción de aguas que desde La Piedad suministraba a El Puerto. Huertas del Palmar a las que acudió varias jornadas, para solazarse y cazar pájaros, Felipe V y la familia Real en el verano de 1729, recién incorporada la ciudad a la Corona.

El Palmar hacia fines del S. XVII: fuente de la conducción de La Piedad y meandro de la Cantera del Palmar. (Detalle de acuarela del Archivo Ducal de Medinaceli).

A la izquierda del camino de Jerez (en el acceso a un conocido centro comercial) se habilitó en 1861 un cementerio protestante, que fue salvajemente arrasado en 1990. En su entorno se celebraron las Ferias de Ganados entre 1871-1916 y 1945-1965 (nótula 276 en GdP), y al margen derecho (bodega El Tiro) se estableció durante el último tercio del XIX un hipódromo y en 1912 el Tiro de Pichón, activo hasta 1964 (nótula 1087 en GdP).    

Tiene más años que el Palmar del Puerto…, decía Alcalá Galiano. Viejo dicho cuyo origen puede tener, a nuestro juicio, dos significados. El más explícito, que haga referencia a la antigüedad del terreno como parte de los Propios de la ciudad desde el siglo XIII. Pero extraña que esta circunstancia, aplicable a otros espacios del término, diese  nacimiento al dicho. ¿Por qué no más antiguo que las playas del Puerto, o que el Egido del Puerto, o que el Castillo de San Marcos...? Marcar como rasgo de vetustez  la antigüedad de un espacio geográfico en concreto parece un argumento poco consistente. Su origen debe ser otro, aunque en tiempos de Alcalá Galiano probablemente ya se hubiese olvidado. Más lógico parece relacionar la sentencia con una obra artificial de origen remoto o incierto.

¿Pero qué pudo existir de antiguo en El Palmar para que diese origen al dicho? La respuesta la encontramos mientras elaborábamos nuestro libro El Puerto Gaditano de Balbo (ed. El Boletín, 2013 ver nótula núm. 1623 en GdP).

En un folleto editado en Jerez en 1648 (Discurso demostrable en desengaño de las causas que dieron motivo a abrir la comunicación de el Salado al río Guadalete) leímos una relación donde se nombraban los bajos (la colmatación y elevación del fondo de un río –o del mar- que impide o dificulta la navegación) que por entonces tenía la madre vieja del Guadalete entre El Portal y El Puerto y que tanto, hasta hacerla imposible, dificultaban la navegación: El Granadillo, Puerto Franco, La Isleta, Sidueña o La Cantera Vieja, El Carrizal, La Esparraguera, La Cantera del Palmar, Las Salinas y el del Puerto.

La Cantera del Palmar…, de la que dice el folleto: “El séptimo bajo es la cantera del palmar, es bajo de piedra viva en partes, y en partes de montones de piedras, y dura por tradición la memoria que estas piedras las juntaron los antiguos Romanos y Turdetanos, para hacer arrecife aquel paraje”. Es tan explícita y contundente la mención a la antigüedad de las piedras, que damos por bueno su encuadre cronológico: estamos ante una obra de romanos en el curso de la madre viejadel Guadalete a la altura del bajo de la Cantera del Palmar. Pero su origen y función es asunto difícil de solventar, por lo que nos limitaremos a puntualizar algunas cuestiones:

-La mención del lugar como cantera no hace referencia a una cantera natural de extracción de piedra,  porque  en  El Palmar nunca hubo piedra natural que extraer, sino que alude a un espacio donde el hombre acumuló muchas piedras para un determinado fin. Es el mismo caso que el cuarto bajo citado, Sidueña o Cantera Vieja, que nombra a los cimientos de las ciudades que conforman el yacimiento arqueológico del Castillo de Doña Blanca, cantera antrópica que otros documentos también llaman, ubicándola en relación a las canteras-cuevas de la Sierra de San Cristóbal, la cantera de abajo.

Fotografía aérea del año 1956. Hemos señalado la zona donde estaría la Cantera del Palmar, así como marcado con puntos el antiguo recorrido de la Madre Vieja del Guadalete.

-La estructura se formó con piedra viva –mezclada con tierra o aluviones- y con acúmulos de piedras superpuestas sin trabazón. Y dice el texto que la obra se hizo para hacer arrecife aquel paraje. Aquí ha de entenderse arrecife como sinónimo de bajo marino o fluvial, es decir, la disposición artificial de un entramado de piedras que cubre el nivel de las aguas.

-El propósito de la obra lo desconocemos, pero cabe pensar, al menos, en tres finalidades. Pudiera ser un dique de contención –los aggeres romanos- ante las avenidas del río; pero de ser así, ¿para qué en este lugar?, distante del núcleo central del Portus Gaditanus en el entorno del Castillo de San Marcos. Otra posibilidad es que se tratara de una obra de canalización vinculada directamente a la formación artificial de la actual desembocadura del Guadalete por Balbo el Menor hacia el año 19 antes de nuestra era, de lo que tratamos en el libro referido. De ser así, dos posibilidades contemplamos: Si, como creemos, en época romana la madre vieja del Guadalete pasaba a espalda del Coto de la Isleta por terrenos de marisma y caños, durante las crecidas y las avenidas el ímpetu de las aguas debió de ser considerable, por lo que tal vez fuera precisa una pantalla artificial que disminuyese la fuerza del caudal. O quizás la estructura fuese una cortadura del río que desviara el curso natural hasta unirse a la boca abierta por Balbo o al principal emisario del Guadalete, que hace dos mil años era el San Pedro, que desembocaba en las inmediaciones de Puerto Real. La tercera finalidad que planteamos

Plano de 1750 Servicio Geográfico del Ejercito.

–y es la que intuimos como la cierta- es que la estructura pétrea correspondiera a un dique dispuesto desde tierra firme hasta el curso del río para servir de embarcadero. Siendo así, se trataría de un muelle anterior al habilitado por Balbo, utilizado en los comienzos de la romanización –principios del siglo II a fines del I a.C.- por los asentamientos rurales y alfares próximos para el embarque de la producción agrícola de la campiña frontera. Invita a esta hipótesis su ubicación en una ensenada natural a espalda de la barra del Coto de la Isleta, entorno que hace dos milenios debía estar surcado, junto al curso de la madre vieja del Guadalete, por caños mareales abiertos en las marismas, como los hoy existentes junto al curso del San Pedro. (En las inmediaciones del convento de la Victoria se exhumaron numerosas ánforas republicanas, algunas depositadas en el Museo Municipal.)

Así pues, el origen del viejo dicho que nos transmitió el gaditano Antonio Alcalá Galiano habría que vincularlo, a nuestro juicio, a una obra antrópica, probablemente la aludida en 1648: “...y dura por tradición la memoria que estas piedras las juntaron los antiguos Romanos y Turdetanos, para hacer arrecife aquel paraje”. Seguramente, el embarcadero republicano que existió antes de que Lucio Cornelio Balbo, el Menor, fundara el Portus Gaditanus, que es decir El Puerto de Santa María. (Texto: Enrique Pérez Fernández – Juan José López Amador)

Más de dos siglos después de su llegada a El Puerto de Santa María, los descendientes de Thomas Osborne Mann, un hidalgo británico, continúan ligados a la elaboración del “sherry” que les hizo famosos y que Washington Irving introdujo en Estados Unidos. El escritor Juan Eslava Galán recorre la historia de una empresa que uno de sus logros ha sido formar parte del imaginario popular gracias a la silueta del toro de Manolo Prieto que salpica nuestra geografía.

Al viajero le llama la atención un pasaje del libro: “No basta con nacer Osborne. Hay que serlo las 24 horas del día, los 365 días del año”. Medita sobre su significado mientras contempla a lo lejos El Puerto de Santa María desde la borda del catamarán que cruza la bahía de Cádiz, bajo un sol luminoso, respirando las fragancias del yodo, las algas, el marisco...

Bajo estas aguas yace el mayor cementerio de barcos hundidos del planeta: panzudas naves fenicias, estilizados bajeles griegos, barcos romanos que sacaban de estas tierras el aceite del imperio, navíos bizantinos, árabes, galeones españoles del oro, naves piratas inglesas, mercantes holandeses... Esta tierra, que tantas cosas ha sido y que encierra las primeras ciudades de Europa, Cádiz y Tartessos, siempre fue un emporio comercial, la meta de trujamanes llegados de lejanas tierras... Los grandes apellidos de la región lo confirman: Terry, Byass, Domecq, Osborne...

El viajero ha cruzado la comarca jerezana hasta Cádiz. Ha contemplado la sucesión de colinas cubiertas de vides Palomino que conforman el triángulo mágico del Sherry, el comprendido entre Jerez mismo, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda. Estas tierras blancas (ricas en carbonato cálcico) absorben el agua como una esponja y crean una corteza que impide la evaporación, lo que, unido a un clima singular, regulado por la cercanía del mar, y a los vientos vinateros (el poniente atlántico húmedo y templado que moja las cepas y el levante seco del este que las seca y las cura) crean las condiciones ideales para la crianza de un vino único, el sack mencionado por Shakespeare y apreciado por connoisseurs de todo el mundo.

ENCUENTRO.
El viajero tiene una cita con Tomás Osborne Gamero-Cívico, (Sevilla 1945) presidente del consejo de administración de una prestigiosa empresa que comercia en vinos y licores desde el siglo XVIII. El viajero se trae aprendidos algunos datos sobre la familia. Los Osborne llegaron al Puerto de Santa María hace dos siglos y pico. Descienden de Thomas Osborne Mann, un joven hidalgo de Exeter, Devon, que buscaba fortuna lejos de su país devastado por la Guerra de los Siete Años y se asoció, en la capital gaditana, con dos compatriotas suyos, Sir James Duff y William Gordon. También se casó con una de las hijas del apoderado de la empresa Duff-Gordon, un aristócrata menor alemán, Juan Nicolás Böhl de Faber. Los Böhl de Faber eran afamados bibliófilos y escritores (una de las hijas fue Fernán Caballero). /en la imagen de la izquierda, Thomas Osborne y Mann.

En este círculo, Thomas trabó amistad con escritores tan relevantes como Washington Irving que visitó El Puerto y terminó allí sus Cuentos de la Alhambra. De regreso a los Estados Unidos, el escritor se convirtió en un entusiasta propagandista de los vinos de Osborne. En una carta solicitaba que le enviasen el vino añorado «el mejor Brown Sherry (...) desearía que fuese un vino del cual yo pudiera enorgullecerme. Me propongo, con un poco de este vino, conseguirles muchos pedidos de Boston».  /en la imagen de la izquierdaWashington Irving

Tomás Osborne tiene sus oficinas en un edificio antiguo remozado y rodeado de bodegas. Es un hombre alto, rubio y bien parecido que podría pasar por inglés recriado en Andalucía. «--Creen que soy inglés hasta que abro la boca y hablo», bromea con su suave acento andaluz, mientras bebe té.

–«¿Qué significa hoy el apellido Osborne?» «–Yo pensaba que era el toro, el vino, el brandy, pero hace tres años, cuando iba camino de Murcia, a la boda de un primo, paro en una gasolinera y creo reconocer a un torero famoso. Le pregunto a la chica que me atiende: “¿No es aquél César Rincón?”. Y ella responde: “No lo sé. Lo que sí le puedo decir es que los de aquel coche son Osborne”. “Bueno”, le dije, “yo también soy Osborne”. Nunca pensé que nos pudieran reconocer, aparte, naturalmente, de mi primo Bertín, al que todo el mundo conoce».

A Thomas Osborne, fallecido en 1854, lo sucedieron sus hijos. El mayor, Tomás (ya escrito a la española), se dedicó al comercio de vinos, mientras Juan Nicolás, que había heredado la afición a las letras de los Böhl maternos, escogió la carrera diplomática y marchó a Moscú con el embajador español, duque de Osuna. “Este Osuna era un derrochador que lanzaba al río las vajillas de Limoges después de cada banquete. Naturalmente se arruinó”. Juan Nicolás, ennoblecido por el papa Pío IX con el título de conde de Osborne, murió en París sin descendencia y el título pasó a su hermano. /en la imagen, Juan Nicolás Osborne Bölh de Faber, primer Conde de Osbonre.

Tomás Osborne Böhl de Faber tuvo 10 hijos, que se educaron a caballo entre Inglaterra y El Puerto de Santa María, y encabezaron esa tradición de la aristocracia anglosajona establecida en la comarca que consiste en ser más andaluces que nadie sin por ello renunciar a sus raíces británicas. Antonio, uno de los 10 hijos de Tomás, se metió a jesuita. El propio Tomás era tan aficionado a los toros que presidió la sociedad constructora de la plaza de toros, de la que Joselito diría: “El que no ha visto toros en el Puerto no sabe lo que es una tarde de toros”.

ÉXITO.
El vino de los Osborne, todavía denominado Duff-Gordon, creció en fama y aceptación, especialmente, en los ambientes más refinados de Europa. A las oficinas de El Puerto de Santa María llegaban pedidos del duque de Gloucester, de la familia real británica, de la casa real belga y de la rusa, desde San Petersburgo.

En 1860, los Osborne adquirieron la parte de la sociedad de los Duff-Gordon y cambiaron el nombre de la empresa por el suyo. La fama de los caldos no se resintió, más bien creció con la nueva denominación, de fonética más española.

«--En 1904, mi bisabuelo Tomás (el tercer Tomás de esta dinastía) y su hermano Roberto fundan en Sevilla una empresa cervecera, la Cruz del Campo, y entonces deciden que los dos en Sevilla y los dos en El Puerto no puede ser y se intercambian las acciones de Osborne y de Cruz del Campo. Mi bisabuelo siguió en El Puerto y su hermano se quedó en Sevilla. Esa rama Osborne, a la que pertenece Bertín, vendió sus acciones hace años».  /en la imagen de la izquierda, Roberto Osborne Guezala.

Los negocios de los Osborne prosperaron en el siglo XX y recibieron un gran impulso durante la Guerra Civil Española. Las guerras, según parece, estimulan el consumo de vino, en definitiva, el consumo de vida.

«--La generación de mi padre ha podido vivir de los dividendos, pero en la mía eso es ya imposible: somos 200 accionistas, todos con el apellido Osborne, regidos por un consejo de administración de 10 miembros, con destacada participación de las mujeres. Nos hemos multiplicado tanto que el reparto de los dividendos no da para vivir. Por lo tanto, los jóvenes Osborne han diversificado sus trabajos, muchos son profesionales independientes, tienen negocios propios o trabajan en bancos... Lo que nos mantiene unidos es el amor a la bodega. Aquí abajo tenemos el bar de los consejeros, que es el de la familia y los amigos, una especie de remota versión de un club inglés, que abre a las dos de la tarde y cierra cuando marcha el último cliente. Yo, el día que puedo, bajo al bar antes de regresar a casa».  «–Ustedes, la aristocracia del vino y del toro, se casan con ricos, como las dinastías reales».  «–No creo que sean bodas premeditadas. Simplemente la gente de dinero se relaciona con otra gente de su clase y los jóvenes se enamoran».

...continúa leyendo "1.666. TOMÁS OSBORNE GAMERO-CÍVICO. Un “gentleman” del vino"

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Nuevas imágenes de la colección de Puertoguía de seis patios porticados de los muchos que salpican la geografía urbana de El Puerto de Santa María.

Casa del Reloj, denominada así por tener un reloj de sol en su fachada, en la esquina de las calles Cruces y San Sebastián. (ver nótula núm. 468 en GdP)

Imagen reciente del abandonado Hospital Municipal, antigua sede dela Hermandaddela SantaCaridad, por cuyo inmueble han mostrado interés diferentes cadenas a nivel nacional para instalar un hotel entre sus paredes, sin éxito dado el actual momento económico.

Un desconocido patio de una casa en la calle Javier de Burgos, diferenciándose los capiteles de las columnas que generalmente en El Puerto, son de orden toscano.

Lateral del patio del Palacio de Valdivieso (ver nótula núm.462 en GdP), único de los seis recogidos en esta nótula que tiene uso oficial y está restaurado.

Patio de la calle Vicario perteneciente a la familia Monge Reinado, cuya galería cubierta sirve de exposición permanente de pinturas.

Patio dela Casade las Cadenas perteneciente a Don Juan Vizarrón (ver nótula núm. 1434 en GdP) tomada cuando era una casa de vecindad y que aún resiste los embites del tiempo y la especulación. /Fotos: Antonio Gutiérrez Ruiz.

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En el verano de 2011, fue un clamor en El Puerto de Santa María el descubrimiento en el transcurso de unas obras en los alrededores de la ermita de Santa Clara, de una necrópolis de los alrededores del siglo XVII. Mi afición al estudio de la artrosis de la columna, me llevó a pedir permiso municipal y visitarla.

En los alrededores ermita de Santa Clara, en El Puerto de Santa María, se había descubierto un antiguo cementerio del siglo XV y que estuvo en uso hasta los primeros años del siglo XIX, que fue cuando se abrió el cementerio que todavía se usa. Se encontraron unas 300 tumbas. Es posible que contengan esqueletos de los muertos en la batalla de Trafalgar, pues algunos cadáveres tienen insignias militares. La historia y la tradición popular cuenta que incluso meses después de la trágica batalla de Trafalgar, la marea devolvía cuerpos a las playas de El Puerto de Santa María y Rota, y que un marinero recogía él mismo los cuerpos que iba hallando y los trasladaba hasta la necrópolis...

Mi curiosidad por estudiar la artrosis vertebral en los cadáveres, me llevo a pedir autorización del Ayuntamiento de la ciudad y la señora Marta Rodríguez, delegada de Medio Ambiente muy amablemente me permitió ver unas 30 tumbas con esqueletos en buen estado. Me acompañó la antropóloga Esther López Rosendo, encargada de la excavación que exquisitamente me ayudo y me dio todas las explicaciones que le pedí.

Muy joven, en mis andaduras medicas, visité el Museo de Ciencias Naturales de Londres y fue mi sorpresa grande cuando me pareció ver en la columna vertebral de un dinosaurio, signos de artrosis. Fue interesante tenerlo en cuenta para futuras visiones de esqueletos de animales vertebrados y efectivamente cuando en 1978 visité el museo del Cairo, en la sala de momias, todos los faraones mostraban una intensa artrosis de columna, visible en las radiografías que se localizaba encima del féretro que contenía sus restos y que afecta a todas las vértebras de la columna vertebral y sobre todo las radiografías que corresponden a la momia de Tutankamón, que con sus 20 años de vida tenía ya una columna terriblemente afectada. Es de destacar que en las orillas del Nilo es muy frecuente y lo era aun mas en la antigüedad la brucelosis, también llamada fiebre malta o fiebre ondulante.

¿Por qué mi interés en la Artrosis Vertebral? Es posiblemente la enfermedad mas antigua que se conoce, tiene sobre 300 millones de años y la sufren todos los vertebrados terrestres y marinos exceptuando el murciélago y el mono perezoso y todavía no tiene una buena solución. (Texto: Enrique Rubio García).

El 'caldillo de perro' es una de esas recetas que siempre salen relacionadas con El Puerto de Santa María en cualquier guía o tratado sobre su gastronomía. Sin embargo comer este plato es tarea complicada ya que no se encuentra en ningún establecimiento. En El Faro de El Puerto están ahora tratando de recuperar este plato adaptándolo a los gustos actuales. Esta es la fórmula propuesta.

INGREDIENTES. (Para 4 personas)
•    2 Kilos de cebolla blanca
•    12 dientes de ajo
•    1 hoja de laurel
•    1 Pescada (pescadilla grande) de 1.250 gramos
•    2 litros de agua
•    2 Naranjas agrías (si no la tenemos se puede sustituir por una naranja y un limón)
•    2 Vasos de aceite de oliva virgen extra.
•    Costrones o láminas de pan de mollete frito

ELABORACIÓN.
“La receta originaria es un fondo de bastante cebolla y ajo fritos de forma que la primera quede completamente blanda y a la que se le añade agua y rodajas de pescada previamente sazonada. Una vez cocido el pescado en el caldo se adereza con unas gotas de naranja amarga o agria de esa que ahora empezamos a ver en nuestros parques”, señala Fernando Córdoba, gerente de El Faro de El Puerto. (ver nótula núm. 533 en GdP). /en la imagen de la izquierda, el cocinero Fernando Córdoba.

“Yo me he atrevido, -continúa el cocinero-  a triturar el caldo para hacerlo más untuoso y adaptándome a la actualidad. He fileteado también el pescado para que el comensal pueda disfrutar sin miedo a un pinchazo. Por lo demás la receta la mantengo como la fórmula tradicional. En primer lugar se le sacan los lomos al pescado. Se le puede encargar la labor al pescadero. Con las espinas hacemos un caldo, cociéndolas en agua y lo reducimos bastante. En una sartén freímos los ajos y la cebolla a fuego medio (para evitar que se quemen) hasta que nos quede bastante blanda. Una vez esté la verdura blanda añadimos el caldo y hervimos con la hoja de laurel. Apartamos la hoja de laurel y trituramos todo. Se pasa por un colador y  en el caldo resultante cocemos los trozos de pescadilla y hervimos 5 minutos. Lo serviremos en platos o cazuela de barro. Por último añadimos al caldo unas gotas de naranja amarga y ponemos encima unas láminas o costrones de pan frito. Se toma caliente".

La receta la sirven tanto en El Faro de El Puerto como en El Faro de Cádiz por encargo. Incluso el catering del establecimiento lo ha llevado como plato representativo de la provincia a muestras gastronómicas en el exterior. El Caldillo de perro según se señala en varios libros y páginas web puede tener su origen en el siglo XV. De hecho Carlos Spínola en su libro Gastronomía y Cocina Gaditana señala que este plato “se conoce de la Reconquista, cuando los cristianos traidos a Cádiz llamaban a “perros” a los musulmanes que no comían carne de cerdo”.

La barra de 'El Resbaladero' en 1960, prestigioso restaurante del pasado donde el caldillo de perro era una de sus señas de identidad.

La historia la cuentan con bastante detalle en el blog "Perol y Mortero". (verlo aquí) y también en el blog “Catandur” de Javier Fornell (consultar aquí). La historia contemporanea de este plato está ligada el restaurante El Resbaladero de El Puerto de Santa María que estuvo situado en la calle Micaela Aramburu. El plato se hizo famoso en este establecimiento que tenía también como especialidades los guisos de pescado a la marinera o el besugo a la puerca (con ajo, vinagre, aceite y sal).

En Gente del Puerto recogemos otra receta del caldillo de perros que publicó Mariano López Muñoz en la Revista Portuense en mayo de 1926. Narraba que la fórmula se la dió un pescador (ver la receta y el texto completo en la nótula núm. 1.105 en GdP). El restaurante “El Resbaladero” se hizo famoso en la época que estuvo regentado por Maximino Sordo. Este empresario, de origen montañés como muchos otros del ramo de la hostelería, se hizo con el establecimiento en 1936 (más información aquí). Ya antes el local era famoso porque había salido incluso en una obra de Pío Baroja, donde los protagonistas tomaron pescaito frito y el caldillo de perro en este establecimiento. Sordo llegó a regentar varios establecimientos en El Puerto e incluso una empresa de catering.

En la imagen de la izquierda, el hostelero Ángel Lozano.

Un sobrino de Maximino, Angel Lozano Sordo, regenta en la actualidad el Bar Santa María . El precisamente elabora, aunque sólo por encargo, la famosa receta de El Resbaladero que le transmitió su tío. El caldillo de perro es una receta muy similar al pescado en blanco, una receta muy habitual en la provincia de Cádiz, aunque se conoce con diferentes nombres como “enblanco” o incluso “matamario” un curioso nombre que se le da en la Sierra de Cádiz. La diferencia está en la utilización de naranja  amarga para aromatizarlo. (Texto: Pepe Monforte).

En la imagen, Buena parte de los colonos que actualmente cuentan con parcelas en el Coto de la Isleta examinando algunos de los documentos que corroboran los arrendamientos realizados por el Ayuntamiento en este asentamiento agrícola y ganadero

En 1942 el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María arrendó unas fincas en el Coto de la Isleta a unos ex combatientes de la Guerra Civil. Sus descendientes reclaman que se regularice su situación. «No somos usurpadores», afirman.

Sobre ellos pende cual espada de Damocles un expediente del Ayuntamiento que puede obligarles a abandonar los terrenos donde han vivido, la mayoría, toda su vida. Y, algunos, incluso, tienen que hacer frente a unas diligencias en el Juzgado de lo Penal por un delito contra la ordenación del territorio y otro por usurpación. Sin embargo, si hay algo que les indigna por encima de esto es que los acusen de "usurpadores".

Señaladas con la flecha roja, las parcelas del Coto de la Isleta objeto del litigio de ¡los úlitimos colonos'. /Foto: Google.

Este es el caso de los colonos de una decena de parcelas ubicadas en el Coto de la Isleta. Su situación ha trascendido en estos días nuevamente tras un comunicado hecho público en el último trimestre del pasado año por parte del colectivo Ecologistas en Acción que apunta que la Junta de Andalucía ha solicitado información al Ayuntamiento sobre los expedientes disciplinarios abiertos contra ellos. Las fincas se encuentran sobre un terreno de propiedad municipal que está catalogado en la actualidad como espacio protegido (es un sistema general de espacios libres). Sin embargo, en este singular caso hay un trasfondo de permisividad y dejadez institucional arrastrado durante décadas que ha provocado que estas familias se encuentren en una situación excepcional. No en vano, son la herencia de uno de los últimos vestigios de la política de colonización agraria en la ciudad llevada a cabo por el Régimen Franquista en la Posguerra, cuya enseña más conocida es el Poblado de Doña Blanca.

LOS INICIOS: AÑO 1941.
Era el año 1941 cuando el Ayuntamiento, que estaba dirigido por Manuel Barba Ordóñez, proponía la adquisición de una finca de 1.600 aranzadas en el Coto de la Isleta que era propiedad de Josefa Bolaños./En la imagen de la izquierda, el alcalde Manuel Barba Ordóñez.

Meses después se cerraba la operación, una transacción que le costó al Ayuntamiento 110.000 pesetas de entonces. Un año después, con el cabildo dirigido por Fernando de Terry y del Cuvillo, se decidía parcelar estos terrenos para darlos "a buenos trabajadores del campo, vecinos y domiciliados en la población" que, "por humilde y por sufrida, merece sobre todas las demás el decidido amparo de este Ayuntamiento", según reza en uno de los documentos de la época.

Los beneficiarios eran, en su mayoría, ex combatientes del Bando Nacional a los que se le aplicó un sistema de explotación similar al de Doña Blanca. Así, pagaban sus rentas anuales, en este caso al Ayuntamiento, tanto en efectivo como en especie. También estaban obligados a realizar su aportación a la Cámara Agraria como cualquier explotación agropecuaria de la época. Todos los que hoy siguen en estas tierras son hijos o familiares directos de aquellos beneficiarios originarios. /En la imagen de la izquierda, el alcalde Fernando C. de Terry y del Cuvillo, apodado 'el Levante', por su fuerte temperamento.

RECISIÓN DE LOS CONTRATOS: AÑO 1974.
Este sistema se mantuvo hasta principios de los setenta. Concretamente, en 1974 el Pleno municipal acordaba rescindir los contratos de arrendamiento que mantenía con los colonos que se habían asentado en una franja del Coto de la Isleta situada en paralelo a la vía del tren (hoy en día es una zona de aparcamientos para el pinar), a los que indemnizó económicamente.

Sin embargo, mantuvo las parcelas que hoy día siguen en una de las márgenes del Camino del Tiro Pichón. Eso sí, el Consistorio empezó a dejar de cobrar las rentas, aunque la Cámara Agraria siguió haciéndolo hasta su desaparición en la década de los ochenta.  /En la imagen de la izquierda, el alcalde Fernando T. de Terry Galarza.

Conforme los antiguos adjudicatarios envejecían o morían se fueron reduciendo las explotaciones agrícolas y ganaderas, aunque a ello se unió que los terrenos perdieron su fertilidad por su progresiva salinización debido al encauzamiento de un canal para la salina de La Tapa, que transcurre muy próxima a la finca. Eso sí, algunos de los hijos siguieron residiendo en ellas o manteniendo, aunque a pequeña escala, los huertos o las explotaciones ganaderas.

José Jiménez lo explica: "--Yo he nacido aquí. Tengo 65 años y esta es la única casa que he conocido. Pero ahora me acusan de que soy un okupa". Todas las viviendas cuentan con agua potable, una red que está conectada a la red general de Apemsa, quien autorizó los enganches. Incluso, algunos cuentan con permisos de luz concedidos por Hernán Díaz y Juan Carlos Rodríguez. Sin embargo, no pudieron contratar el suministro por lo que recurren a placas solares o a motores. Incluso, María asegura: "--A mí, Hernán me consiguió los materiales para hacerme mi casa". Acto seguido, Milagros apunta: "--Y a mí me dio permiso para hacer la valla de la mía". José Miguel Gómez Pedrosa, abogado del grupo de colonos, señala al respecto: "--A estas familias no se les puede acusar de ser usurpadores de un terreno público por la naturaleza y el recorrido histórico de este asentamiento ya que las mismas en su día contaban con contratos de arrendamiento, cuya posesión del terreno ha sido conocida, consentida y tolerada pacíficamente por el Ayuntamiento a lo largo de décadas".  /En la imagen, el alcalde Hernán Díaz Cortés.

EXPEDIENTES DISCIPLINARIOS: AÑO 2010.
Sin embargo, el Consistorio inició hace algo más de dos años un triple procedimiento disciplinario contra los colonos. Para empezar, abrió unos expedientes de restablecimiento de la legalidad contra las construcciones más recientes. Incluso, algunos de estos procedimientos han derivado en la vía penal iniciándose diligencias penales por un supuesto doble delito, la usurpación y contra la ordenación del territorio. Y, a esto se ha sumado que se ha abierto un expediente de extinción de la ocupación del dominio público.

Ante esto, el letrado de los afectados inició hace más de un año los contactos con el Ayuntamiento para tratar de buscar una solución amistosa. De hecho, se mantuvieron encuentros con el alcalde, Enrique Moresco, y con el concejal de Patrimonio, Francisco Aguilar. Este edil se comprometió con los colonos a buscar una solución pero, un año después, no se ha recibido una propuesta. Días atrás, volvieron a solicitar un nuevo encuentro con la primera autoridad de la ciudad. Sin embargo, los colonos critican que el Ayuntamiento, ni siquiera, les permita acceder al expediente completo de estas fincas./En la imagen, el actual alcalde, Enrique Moresco García.

Llevan meses solicitando consultar los legajos históricos donde aparecen recogidos los contratos de arrendamiento. "--Lo que queremos es que arreglen nuestra situación, que nos dejen seguir aquí porque es donde siempre hemos vivido, y pagando, como hemos hecho siempre", comenta una de las colonas cuando se le pregunta por el futuro. "--Pero que no nos digan más que somos unos usurpadores", apostilla Eduardo Gallardo. (Texto: Emilio M. Cañas).

El segundo hijo de Gervasio Winthuysen La Haya y María Magdalena Garrasi sería bautizado como Tomás Felipe al día siguiente de su nacimiento, un miércoles 20 de diciembre de 1705, de manos de Don Tomás Antonio de Abreu y Brito, cura en la iglesia Mayor Prioral de El Puerto, y apadrinado por Juan Bautista Porro, de la familia política del tío de su padre, Mathias Winthuysen.

La primera referencia documental válida obtenida sobre Tomás Felipe corresponde a los padrones civiles o de vecindario del año 1734. Generalmente los que se conservan de este siglo, salvo dos o tres excepciones, están incompletos de ahí que resultase una sorpresa conocer su filiación en esa fecha: “Tomás Wintuisen, de oficio corredor, de hedad de veintiocho años, de estado casado, con dos hijos, el uno varón, de hedad de tres años.” Figura empadronado con su familia en una casa señalada en cuarto lugar de calle Santa Clara, actual Carmen Pérez Pascual, casa que se indica como propia del presbítero Don Juan del Clavo.

Pasaron varios años en los que nada supimos de la vida y milagros de este interesante personaje. Decimos lo de interesante porque la siguiente noticia que de él tenemos nos la proporcionó el autor norteamericano Donald Chipman que  sitúa en la primavera de 1741 a Tomás Felipe Winthuysen  en Texas, enviado por el Virrey de Nueva España como gobernador del presidio de San Antonio de Bexar, sustituyendo a Prudencio de Orobio y Basterra.

Relación de gobernadores de Texas. Entre 1741 y 1743, estuvo nuestro protagonista, señalado en rojo.

Realmente, la primera noticia me la proporcionó la familia Winthuysen Aparici, residentes en EE.UU. que habían localizado un documento registrado como “Relato de la expedición a Texas y las Nuevas Philipinas” en la colección del “Center for American history”, en Austin (Texas), fechado el 19 de agosto de 1744, con la firma de Thomás Phelipe de Winthuysen, personaje que ellos, que conocían su genealogía familiar desde sus orígenes, no acertaban a encajar en la misma.

El documento proviene, según me informó la familia Winthuysen Aparici, de una donación que hizo un industrial norteamericano, dueño de la “American Smelting and Refining Company” en 1920. Al parecer, este millonario lo adquirió en una subasta de documentos supuestamente pirateados, como muchos otros del reino de España que se encuentran en los archivos norteamericanos, y después hizo la donación que atestigua una carta dirigida a Baker, en la Universidad de Tejas.  Parece que fue traducido al inglés al poco tiempo de su donación –continúa informando los Winthuysen Aparici- “por especialistas de la Historia de Texas que tanto empeño pusieron en demostrar la identidad única del estado con una bandera en la que campea una estrella sola. El caso es que el relato si proviene de una segunda expedición para verificar el problema que causaban los establecimientos de los franceses y como la población india vivían bajo protección de misiones y presidios, -huyendo de la violencia de los Apaches- que mantenían la corona española en las áreas de San Antonio, Brazos y madre de Dios, suena verídico, no como una copia amanuense. El tono que mantiene el relato es el de comprobar que en verdad existe la posibilidad de que esas nuevas provincias sean un día productoras de pingües rentas y de que convenga continuar sosteniendo las fuerzas militares en los presidios, más el servicio eclesiástico en las misiones.”

Estos documentos, conocidos como “relatorios” eran informes técnicos realizados por encargo de alguna autoridad. En este caso, parece que por encargo del Virrey, aunque en el encabezamiento del documento original, que consta de once pliegos, simplemente se enuncia como “Señor”. Reproducimos el primer y último párrafo de dicho documento, en el que puede apreciarse por su redacción el alto nivel de educación, conocimiento y observación del redactor del mismo.

Esto dice la página que reproducimos a la izquierda: “Señor: Para aver de informar a V.S. sobre el adelantamiento de la Provincia de Texas y Nuevas Philipinas. En virtud de su precepto tengo por conveniente exponer primero el estado actual de sus presidios y misiones, y sobre este el dictamen del remedio que a mi cortedad alcanza.

Primeramente desde el rio llamado de Medina, se da principio a la vasta Provincia de Texas y Nuevas Philipinas, y a distancia de él, como de seis leguas, está el Presidio de San Antonio de Béjar, y Villa de San Fernando, situado a orillas del rio de S. Antonio, por la vanda del Norte y por la del Sur a orillas del río de S. Pedro; este no es abundante de aguas como el río antecedente, el cual nace dos leguas Delante de dicho presidio, tan abundante de aguas, que no solo contribuye al riego de las labores de dicho presidio, villa y cinco misiones, sino que es capaz de contribuir a muchísima más poblazón, siendo al mismo tiempo sus aguas muy delgadas y saludables; y las tierras son sumamente fértiles, pues en ellas ay experiencia de darse todo género de semillas, plantas y frutas.”
…      …     …     …      …    …    …    …    …     …    …    …    …    …    …    …

Por tanto, atendidas las principales causas que me an parecido exponer las pongo en la alta comprehensión de V.S. para que vistos sus fundamentos y mi buen deseo en que se adelante Provincia tan (sic) dirija y ordene a conseguir el fin mediante la acertada conducta de V.S. por cuya vida le pido a Dios le guarde muchos años. México y Agosto 19 de 1744.  B.L.P.V.S. (Besa los pies de Vuestra Señoría)= Rúbrica

Con estos datos podemos llegar a la conclusión de que, a partir de 1735, abandonara su actividad mercantil y se iniciara en la militar, emigrando a las Indias, como soldado de fortuna, posiblemente sin su familia. En Nueva España debió mostrar aptitudes muy positivas para, en tan corto espacio de tiempo, gozar de la confianza del Virrey mexicano que le nombró jefe del presidio citado que, al ser el más importante de la colonia tejana, llevaba aparejado el cargo de gobernador

La sede del gobernador de Texas, el presidio de San Antonio de Bexar.

La denominación “presidio” en el contexto de la época nada tiene que ver con cárcel o confinamiento. Era un centro de defensa para proteger a los colonos instalados en tierras fronterizas, denominadas misiones, especialmente contra los nativos hostiles y también para controlar el robo de ganado y el contrabando. El presidio de San Antonio de Bexar fue fundado en 1718 en el lado oeste del río San Antonio (San Antonio River) aunque su puesta en funcionamiento no se consolidó hasta 1722, fecha en la que se instalaron cuatro familias de colonos, y se dotó con 54 soldados, la mayoría novatos, con solo una decena de  veteranos que hacían la labor de guarda  y escolta de diversas misiones cercanas, entre ellas la  de San Antonio Valero, San Antonio del Álamo y el asentamiento de “Los Adaes”. A este colectivo citado hay que añadir las familias de los soldados, totalizando unas doscientos españoles agrupados en torno al presidio.

Una década antes de la llegada de Winthuysen a San Antonio se amplió el número de colonos, agregándose quince nuevas familias procedentes de las islas canarias: de Lanzarote, Tenerife y Las Palmas, coincidiendo este movimiento migratorio con una época de grandes erupciones volcánicas en este archipiélago  (1731-1736).  A estos colonos canarios, a los que se les llamó “isleños” y que en años posteriores se mezclarían con los indios, se les consideran los fundadores de la ciudad de San Antonio, actual capital del estado de Texas. Sumaban 57 individuos, entre hombres, mujeres y niños. Llegaron a Veracruz y, en una penosa marcha de muchos meses, con sus propios medios debieron recorrer más de 1.500 kilómetros, pasando por Tampico, Monterrey y Nueva Laredo hasta llegar a su destino: el presidio de San Antonio de Bexar.

Debió ser un hombre audaz, además de poseer dotes de mando y organizativas, como queda reflejado en los comentarios de Chipman pues, acompañado de un fraile y un guía de la cercana misión de San Antonio Valero y una corta escolta, viajó a las orillas del río Trinidad (Trinity River) a los territorios de las tribus indias de los Atakapa y Tonkawa, contribuyendo a convencer a estos para que se integrasen en la comunidad de la misión.

Situación de San Antonio (Texas) y el río Trinidad.

Respetado  por los “Isleños”, a los que consentía se suministrasen de la colonia francesa de Luisiana de algunos productos básicos  como el poroto  o el maíz, desobedeciendo las órdenes del propio Virrey y también por los indios, por los que se tomó un gran interés, demostrado a las diversas etnias nativas en su relativamente corta estancia en aquellos parajes fronterizos. Puede ser que este humanismo que le atribuimos, sumado a su espíritu crítico con las autoridades, considerando la variedad de problemas que se presentaban en el desempeño de sus funciones contribuyesen a acortar su estancia en aquellas exóticas y lejanas tierras, aunque la presumible ausencia de su familia, aspecto este que no he podido constatar por lo que debo indicarlo como una mera suposición, forjaría en su espíritu la clásica morriña del emigrante y no vio con malos ojos su relevo en 1743 por Justo Boneo Morales, del que dice Chipman que “hizo muchos elogios de su antecesor”. No iba a ser menos. Este curtido militar, capitán de Granaderos, ¡con 38 años de servicio a la corona!, era paisano suyo. Un portuense, por segunda vez, Gobernados de Texas, el decimoctavo.

(Texto de Antonio Gutiérrez Ruiz. Fragmento de su último libro, IV volumen de la serie “Mansiones y Linajes de El Puerto de Santa María” editado hace unos días, titulado “Los Winthuysen” que puede adquirir las personas interesadas en las librerías locales o por correo electrónico: sedtel@hotmail.com)

La A.C. PUERTOGUÍA, editora de esta serie, invita a los seguidores de GdP a la lectura del IV volumen para conocer otros interesantes personajes de esta misma familia y, en general, un abanico de anécdotas, sucedidos, relatos, crónicas e incluso leyendas referidas a los personajes protagonistas y a la ciudad en la que, generalmente, nacieron, vivieron y murieron: El Puerto de Santa María. ¡VOSOTROS, LOS LECTORES, SOIS NUESTROS ÚNICOS PATROCINADORES!

Reproducimos, por ser de actualidad a pesar de haber sido escrito hace 30 años, el artículos del malogrado periodista Agustín Merello del Cuvillo (ver nótula núm. 262 en GdP), que bien puede ilustrar la imagen reciente que lo acompaña.


El Palacio de Juan Vizarrón, Casa Palacio donde se hospedaran SS.MM. los Reyes de España en 1729 y 1730. la conocida popularmente como 'la Casa de las Cadenas' e está cayendo…  /Foto: Base de Datos de Patrimonio Inmueble. Consejería de Cultura y Deporte. Junta de Andalucía. Autora: Isabel Dugo Cobacho.

Tal como se han puesto las cosas, el suelo –esa cosa que se especula y sobre la que se construye--, viene a convertirse en el ciclo tal y como lo aprendimos en el Ripalda, aunque más modestito y al ras que ya se pueden imaginar. Hablamos así, no porque ahora vayamos a tocar el peliagudo asunto, sino porque en nombre de la necesidad de ese suelo celestial se cometen auténticas atrocidades contra el arte y el buen gusto.

Ejemplos, a montones. Edificios señeros, definidores de una época, han caído bajo la acción de la piqueta sin que apenas se hayan oído voces que impidieran el desafuero; y si alguna voz hemos oído, de muy poco sirvió; porque ése y aquél y el otro edificio cayeron con todo el estruendo propio y la polvareda correspondiente. En su lugar, el clásico “bloque”, muy funcional, muy práctico, eso sí; pero ambiguo, aséptico, rompiendo el conjunto arquitectónico, el contexto de una ciudad que, como la nuestra, contiene una armonía que en ningún caso podemos dejar mutilada.

El patio de la Casa de las Cadenas, cuando aún estaba abierto y mantenido por sus vecinos.

Sabemos de los esfuerzos de la Academia de Bellas Artes, que siempre tiene su voz aclarada para advertir las acciones piqueteriles. Sabemos también la preocupación de nuestras autoridades locales, con el muy reciente ejemplo al dotar a la Academia, precisamente, de una sede magnífica al tiempo que evitaba una demolición más; pero indudablemente falta conciencia de conservación, que no es caprichosa ni por mantener un pasado por las buenas; sino porque constituye para la ciudad un tesoro muy valioso, un legado del que somos administradores y debemos serlo muy celosos.

Por eso, ante un panorama que en otros momentos resultaba desolador, contamos con la preocupación de Bellas Artes, la Academia y las autoridades; pero también con el ejemplo de un particular que, a su costa, porque lo creyó un deber de ciudadanía y buen gusto, ante un inminente derrumbio, adquirió la fachada que piensa reconstruir en otro lugar del Puerto.

Valgan estos detalles para una toma de conciencia en esta materia, que tanto beneficiará a la población en general aunque pueda suponer un cierto quebranto concreto; pero merece el sacrificio una acción de tal calibre. (Agustín Merello del Cuvillo. Serie 'el ruido y las nueces'. Diario de Cádiz. 16 de noviembre de 1973)

He solicitado al Sr. Morillo, que dirige y coordina esta exitosa ventana virtual de todo lo local, a la que se asoman diariamente tres millares de internautas, insertar en esta fecha, el 27 de enero,  la colaboración que me dispongo a desarrollar con algunos datos y apuntes biográfico de un portuense de cuna: Martin de Garay Perales. Es la misma fecha en la que, hace 242 años, (número capicúa) recibió este ilustre personaje, dos veces ministro de Hacienda entre otros muchos e importantes cargos que desempeñó, el líquido bautismal en la pila de nuestra iglesia Mayor Prioral un día después de su nacimiento.

Corría el año de 1771 (también capicúa) fecha en la que se asentaba en nuestra ciudad el Regimiento de Caballería de Santiago, cuyo capellán castrense, de nombre Antonio Ruiz Navarrete, fue el encargado del ritual sacramental del hijo de uno de los capitanes de dicho Regimiento llamado Martin de Garay Martínez de Villela y de su joven esposa, María Sebastiana Perales Franco, aragonesa como él, de la Almunia de Doña Godina. Al recién nacido, primogénito de la pareja, se le impuso el nombre de Martín, como a su padre, abuelo y bisabuelo, añadiéndoles los de Policarpo, Sebastiano, Francisco, Felipe, Joaquín, Antonio y Vicente. Posteriormente, lejos de estas tierras del Sur, la pareja tendría otros tres hijos, hermanos de nuestro protagonista; dos varones: Mariano Joaquín y Faustino José, que fueron ambos Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén,  y una hembra: Bárbara de Garay Perales.

Firma de Martín de Garay Perales.

Actuó de padrino, un fraile capuchino en representación del Obispo de Barbastro, el  Sr. Don Fernando de Perales, tío abuelo del cristianado. Su ilustrísima, en esa fecha, era victima de una enfermedad “grave y dilatada” que le mantenía sumido en una especie de sopor que le dejaba inútil para el gobierno de la diócesis. Veinte meses después de apadrinar a su sobrino perdió la mitra. Se le retiró del cargo por “privación de potencias y torpeza corporal” y al poco tiempo falleció (22-11-1772). En su familia materna, que poseían la Baronía de Latorre, hubo también otro notable clérigo, Fray Pedro Mercado, franciscano guardián del convento de Belén y del de San Juan Bautista de las montañas de Judea.

Debieron asistir a la ceremonia compañeros de armas del padre y, tal vez, sus superiores jerárquicos, el Sargento Mayor Don Francisco Xavier de Santiesteban y el coronel del regimiento,  el Brigadier Marqués de Casa Henestrosa. Años después, en 1793, justamente 22 después de esta fecha, (otro número capicúa) Martín de Garay padre, que ocupaba ese último cargo citado, el de coronel del Regimiento de Caballería de Santiago, fallecería en el feudo familiar, aprovechando esta circunstancia el joven Martín de Garay (IV de este mismo nombre) que era un imberbe militar con el empleo de alférez, después de estudiar en el Seminario de Nobles de Madrid, pasar por la Real Academia y Picadero Militar de Ocaña, ocupando una de las 18 plazas asignadas a los hijos de la oficialidad  y debutar en algunas acciones bélicas de la Guerra del Rosellón, para retirarse a su pueble natal con la excusa de su primogenitura y, por tanto, de su obligación para con su familia.

Placa que se encuentra en el Paseo de la Independencia de Zaragoza.

LIBREPENSADOR, INNOVADOR Y CULTO.
No era un hombre de acción, más bien todo lo contrario. Un librepensador, innovador y culto que se transformó en experto economista en los siguientes lustros hasta ser considerado entre los más importantes y prestigiosos de su época en toda Europa. Si insertamos su nombre en un buscador de la red de Internet aparecerán más de veinte mil referencias con cuyo contenido se puede desmenuzar su trayectoria  pública y conocer los diversos cargos de responsabilidad que ocupó durante el periodo que duró la invasión francesa y años posteriores, tanto en la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, de la que fue Secretario de Estado como ejercitando de forma interina la dirección del Ministerio de Estado y Asuntos Exteriores.

MINISTRO DE HACIENDA.
Después sería “fichado” por Fernando VII para el Ministerio de Hacienda, salvando –según algunos historiadores- a la corona de la bancarrota con sus acertadas gestiones en el corto periodo que medió entre su nombramiento, curiosamente el día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre de 1816, y su cese, un cese administrativo realmente, el 4 de Febrero de 1817, pues en la misma fecha  fue nuevamente nombrado ministro, en esta ocasión con una duración en el cargo algo más extensa, casi un año y medio. El encargo regio fue el de regenerar la economía nacional, remodelando el sistema tributario existente. Cuando Garay expuso que para conseguir esa meta era indispensable una desamortización general y suprimir buena parte de los privilegios de la nobleza, además de hacer tributar más al que más poseyese, el circulo de influencia de la corona, formado por nobles, generalmente grandes terratenientes, debió ver esa teoría como una blasfemia al conservadurismo imperante y una amenaza evidente hacia sus propios intereses, retirándolo del cargo, lógicamente. /En la imagen, portada del libro 'Biografía de un liberal aragonés: Martín de Garay. 1771-1822', escrito por su descendiente Nuria Alonso Garcés.

LA ALMUNIA DE DOÑA GODINA.
El resto de su vida, que apenas se prolongaría un lustro, lo pasó en la comarca aragonesa en la que habían nacido y vivido sus antepasados.  Nuria Alonso Garcés, que se autodefine como la única descendiente con estudios de Historia, ha publicado un extenso trabajo titulado: “Ideas y pensamiento político de Martín de Garay” en el que indica: “Martín de Garay nació en 1771 en el Puerto de Santa María, Cádiz, aunque siempre se consideró aragonés a causa de que su familia había vivido en La Almunia de doña Godina –un pequeño pueblo de Zaragoza- desde el siglo XVI.”  Y al que se trasladó a muy corta edad, debemos añadir, llegando incluso a solicitar y obtener su familia la inscripción del acta de bautismo en los libros parroquiales de aquella población zaragozana, hecho consumado en 1782 con la autorización y beneplácito del Vicario General del Arzobispado de Zaragoza, hecho este que ha confundido a algunos biógrafos a la hora de determinar el lugar de nacimiento de Garay.

La plaza, que tuvo funciones de plaza de Toros, de La Almunia de Doña Godina (Zaragoza). Está enterrado en la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción. Y tiene calle a su nombre en el pueblo, detrás de la plaza que aparece en la fotografía.

DESMONTANDO EL ANTIGUO RÉGIMEN.
Continúa esta autora y descendiente comentando que, aunque “emprendió una reforma de la Hacienda cuando ocupó ese ministerio, lo cual es sobradamente conocido,  también tomó parte en importantes decisiones que contribuyeron a desmoronar las viejas estructuras del Antiguo Régimen en España, lo cual solo conocen contados investigadores. Su pensamiento político e ideas permanecieron ocultos en medio de su archivo privado por el espacio de doscientos años.”   

En 1820, al inicio del trienio liberal fue llamado a Madrid para que formase parte del Consejo de Estado pero el agravamiento de su enfermedad, la terrible tuberculosis, que era un mal prácticamente incurable en esa época, le obligó a abandonar definitivamente cualquier actividad, retirándose a la Almunia de doña Godina, donde falleció en 1822.

CON LA CONSTITUCIÓN DE 1812.

En la imagen de la izquierda, alegoría de la Constitución de Cádiz de 1812.

Hemos visto con asombro como siendo un personaje bastante relacionado con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, en cuyo Bicentenario, recientemente finalizado,  El Puerto y los portuenses no hemos tenido ningún protagonismo, no se aprovechase la condición de ser El Puerto de Santa María su ciudad natal para, al menos, hacer un guiño a la historia oficial del evento, reivindicando al personaje como algo nuestro. Y es que podemos sentirnos orgullosos de él, que es “gente del Puerto” pues dejó fama de sabio, íntegro y patriota y al decir de los que lo trataron, estaba dotado de un carácter afable y bondadoso.  De todo ello he querido dejar constancia en el 191º (¡otro capicúa!) aniversario de su muerte, ofreciendo algunas de las pinceladas menos difundidas de su biografía que lo conectan con nuestra ciudad. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. PUERTOGUÍA).

El próximo viernes día 25 de enero, a las 19 horas, en la Sede de la Cátedra de Estudios Alfonsíes con sede en el Castillo de San Marcos (con entrada por la calle Federico Rubio), se presentará el libro "El Puerto Gaditano de Balbo-El Puerto de Santa María. Cádiz", de los investigadores Juan José López Amador y Enrique Pérez Fernández. El volúmen ha sido prologado por Genaro Chic García, Catedrático de Historia Antigua jubilado de la Universidad de Sevilla.

El Portus Gaditanus fue el puerto romano que Gades creó a fines del siglo I antes de nuestra era en el solar donde se levanta el casco histórico de El Puerto de Santa María. Su finalidad, canalizar por vía marítima la producción salazonera y agrícola de las fértiles tierras y costas que median entre las desembocaduras del Guadalete y Guadalquivir. /En la imagen portada del libro que se presenta el próximo viernes.

Su fundador fue el gaditano Lucio Cornelio Balbo ‘el Menor’, en el año 19 a.d.C. que a la vez mandó abrir en las arenas, a pico y pala, la actual desembocadura del Guadalete, el que denominan "Canal de Balbo", como ya hemos publicado en la nótula núm. 1.414 en GdP. Así, el solar que ocupa hoy El Puerto tiene 2032 años, frente a los 731 que cumple como El Gran Puerto de Santa María, cuando Alfonso X le otorgó la Carta Puebla en 1281 (ver nótula núm. 1.000 en GdP). /En la imagen, busto de la estatua de Lucio Cornelio Balbo 'el Menor', erigida en Cádiz.

Tras la pujanza de los siglos I y II y la crisis que azotó al imperio en el III, una vez independizado de Gades, el Portum --como lo llama alguna fuente antigua-- se convirtió entre los siglos IV al VI en la principal población de la Bahía de Cádiz.

En esta edición han colaborado en la financiación junto a los autores,  la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz (APBC), el Grupo Caballero, la Consultora Laboral Manolo Gordillo, El Centro Ingles, y Nicolás Terry Regatas. El volumen consta de 225 páginas y 165 imágenes en 93 laminas, habiendo sido editado por El Boletín Ediciones. Su precio es de 10 euros.

Arriba una fotografía aérea de la desembocadura del río Guadalete, en la actualidad (Google Earth). Abajo una fotointerpretación, con la reconstrucción ideal de Portus Gaditanus, algunos muelles de atraques con la infraestructura portuaria, administrativa y de habitad. El puente y la vía atraviesan el río, detrás el agua recorre serpenteando zonas de marismas, con canales navegables que conducen al río principal, que se podrá surcar río arriba. Al fondo la Sierra San Cristóbal.

Desde que se inaugurara en 1889 la Plaza de Isaac Peral, con el Palacio de Justicia que nunca llegaría a serlo y que devendría en Ayuntamiento hasta 1975, cuyo regreso parece inminente, muchas vicisitudes se vivieron en el solar del que fuera Convento de San Antonio de los Franciscanos Descalzos.


En la imagen, el octogenario Juan Segura Lobo, propietario que fue de el Bar ‘El Chorro’, ver nótula núm. 1.588 en Gente del Puerto, el día que se inauguró el aparcamiento de Isaac Pera.

Durante el primer mandato del independiente Hernán Díaz Cortés, a principio de los noventa del siglo pasado y con la oposición de grupos ecologistas y diversas personalidades y fuerzas vivas de la Ciudad, se cumplía una de las promesas electorales del alcalde Díaz: hacer un aparcamiento subterráneo en Peral --y retornar el Ayuntamiento--, aunque para ello tuviera que cambiar sustancialmente la fisonomía de la plaza, con la desaparición de las centenarias araucarias.

La plaza de Isaac Peral antes de su última transformación.

La plaza de Isaac Peral en la actualidad.

El aparcamiento subterráneo de la Plaza de Isaac Peral, fue inaugurado sin grandes ceremonias por Díaz Cortés, quien aseguró que la remodelación de la superficie del parking estaría terminada en poco mas de un mes y medio añadiendo entonces que «será la plaza con la vegetación mejor cuidada de la ciudad». En el acto de apertura se anunciaba que si el de Peral funcionaba bien, se promovería la construcción de otros aparcamientos de este tipo, «dado que se seguirán peatonalizando diversas calles del casco urbano, como Vicario, Cielo y Palacios». Vicario se peatonalizaría, para luego abrirla de nuevo al tráfico rodado, pero no así Palacios y Cielos, que si experimentaron una reforma en el piso e iluminación. Si bien Díaz Cortés no pudo ver como alcalde inaugurado el Ayuntamiento en Peral, si fue el impulsor de la citada obra.

El desaparecido Convento de San Antonio de los Franciscanos Descalzos. La Inmaculada Concepción que se conserva en el Mercado Municipal procede de dicho establecimiento.

CONVENTO DE LOS DESCALZOS.
“La Plaza de Abastos fue construida con el material de cantería del derribo del Convento de San Antonio de los Franciscanos Descalzos en 1868, tras la desamortización de los bienes de la iglesia decretada por la Junta Revolucionario creada en El Puerto, tras el triunfo del pronunciamiento militar iniciado por el almirante Topete el 18 de septiembre de ese mismo año. Se acordó la expulsión de la Orden de la Ciudad. El Convento  ocupaba todo el solar que hoy es plaza pública, así como el del edificio del antiguo ayuntamiento. En su origen, esta plaza fue creada como un lugar de esparcimiento público en pleno centro de la ciudad, que en un principio sólo fue un terrizo sin urbanizar y que iba a llevar el nombre de plaza de la Libertad, fue conocida como plaza de los Descalzos hasta 1890, año en que por petición popular se le dio el de Isaac Peral”. (CMPH).

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