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La Sierra de San Cristóbal o del Acebuche desde las marismas del Guadalete. /Foto, Juan José López Amador, 2014.

Escribimos en la anterior entrega (ver nótula 2.416) acerca del carácter sacro de la Sierra de San Cristóbal desde su más antigua ocupación –datada, por radiocarbono, en el 3.300 antes de nuestra era en Las Beatillas- hasta la fundación fenicia de la ciudad y necrópolis del Castillo de Doña Blanca en los siglos IX-VIII a.C. Continuamos ahora apuntando esa naturaleza sagrada inherente a la Sierra en el transcurso de la Historia a partir de los tiempos romanos. 

EL BOSQUE SAGRADO DEL ACEBUCHE

islacartare_10_2_puertosantamariaBusto en bronce de Pomponio Mela en Ceuta, obra de Ginés Serrán. /Foto, web diariosur.es.

Hacia el año 43 después de Cristo, el geógrafo gaditano Pomponio Mela (natural de la costera Tingentera, cerca de Algeciras), situando en el marco de la bahía de Gades al Puerto Gaditano que medio siglo antes fundó Balbo el Menor (en el espacio que ocupa la ciudad de El Puerto, (ver nótula 2.000 en GdP), decía: ‘En el primero de los golfos hay un puerto, llamado Gaditano, y el bosque sagrado, que llaman del Acebuche’; ‘in proximo sinu Portus est, quem Gaditanum, et lucus, quem Oleastrum adpellant’. (Chorographia: III, 4)

A nuestro juicio, en la topografía de la zona ese bosque sagrado del Acebuche inmediato al Portus no puede ser sino la Sierra de San Cristóbal en su primer nombre conocido. Arqueológicamente está plenamente atestiguada en las excavaciones de Doña Blanca la existencia en su entorno de abundantes oleastros o acebuches (y también pinos, alcornoques, sauces…).

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Tronco de acebuche carbonizado hallado en un alfar de El Palomar. Museo Municipal de El Puerto. /Foto, José I. Delgado Poullet ‘Nani’.

Acebuches que en época romana eran la principal fuente de alimentación de los hornos alfareros que poblaron la bahía gaditana, como se constató, en El Puerto, durante la excavación de un horno (siglo I d.C., contemporáneo a Mela) que en 1994 dirigió Esperanza Mata en El Palomar, próximo a la Sierra y lindero al Camino de los Romanos, hallándose en el interior del corredor de alimentación del horno un tronco de acebuche de 60 cm de largo (que este mes es la Pieza del Mes del Museo Municipal) y huesos de aceitunas o acebuchinas.

islacartare_10_4_puertosantamariaAnillo-sello de plata con la figura de Hércules (y su maza), hallado en el río Guadalete a su paso por El Puerto. Museo Municipal. / Foto, J.J.L.A.

Probablemente ese bosque sagrado poblado de olivos silvestres ya lo era en tiempos fenicios y púnicos. No hay que olvidar que la isla mayor del archipiélago gaditano, la que los griegos llamaron Kotinoussa, significa ‘isla de los Acebuches’; que el acebuche era el árbol sagrado del templo de Melkart-Heracles que se levantaba en su extremo oriental, en el actual islote de Sancti-Petri, y que la mítica maza de Heracles-Hércules era de acebuche.

Se conoce que la falda de la Sierra que cae a las marismas, a la derecha e izquierda de la carretera de El Portal, estaba cubierta de olivares, al menos, desde la Edad Media a fines del siglo XIX, siendo los más extensos –del s. XVIII- el ‘olivar de la Compañía’ (de Jesús) en el entorno de El Madrugador y en el Pinar de Coig el propio del cosechero y comerciante a Indias Juan Pedro Coig. Olivos que fueron herederos de los que los fenicios introdujeron en Occidente –también en San Cristóbal-, cuyo carácter sagrado, por sincretismo cultural o religioso, mantuvo, según apuntó Mela, tras la llegada de los romanos a la bahía gaditana.

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Yacimientos romanos en la Sierra San Cristóbal: 1.- Castillo de Doña Blanca; 2.- Las Leonas; 3.- necrópolis de La Dehesa; 4.- necrópolis de incineración; 5.- cantera; 6.- San Cristóbal (depósito de agua); 7.- Cueva del Civil; 8.- Buenavista; 9.- Las Beatillas; 10.- Cerro Verde; 11.- San Ignacio.

LA SIERRA ROMANA

En lo que hoy conocemos, no fue San Cristóbal un lugar densamente poblado durante la época romana. Existieron, por supuesto, asentamientos rurales e industriales dispersos por su suelo, principalmente entre los siglos II a.C. y II d.C., pero no un núcleo urbano que sucediera a la ciudad fenicia de Doña Blanca, que fue abandonada poco antes del arribo romano a Gadir en 206 a.C.

islacartare_10_6_puertosantamariaLos intereses de Roma en la Sierra se encaminaron, fundamentalmente, a la intensiva explotación de dos recursos básicos: la piedra de sus canteras y el agua de sus manantiales. Con la calcarenita de San Cristóbal están construidos, por ejemplo, los recios muros de sillería del Portus Gaditanus que se hallan en el entorno del Castillo de San Marcos, y durante siglos (o milenios) los manantiales de la Sierra suministraron del líquido elemento a El Puerto y a Cádiz hasta tiempos muy recientes, y así debió ser en época romana, principalmente para el abastecimiento de las flotas comerciales fondeadas en el Puerto Gaditano. /En la imagen, depósito de agua romano-republicano en el perfil de la cantera del Cerro de San Cristóbal, en 1984, ya desaparecido. / Foto, J.J.L.A.

Nada queda hoy a la vista de las infraestructuras que el Estado romano implantaría en la Sierra para la toma del agua. Sí localizamos en los años 80 en el perfil de la cantera del Cerro de San Cristóbal las ruinas –ya desaparecidas- de un depósito de agua (recubierto con cal hidráulica) que se construyó, según las cerámicas embutidas en el mortero, en época republicana (ss. II-I a.C.). 

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En los perfiles, cantera explotada en época romana en la necrópolis de Las Cumbres. / Foto, J.J.L.A., 1983.

Pero las mayores infraestructuras debieron de situarse junto a Doña Blanca, donde brota el manantial de La Piedad, junto al lugar en que en el siglo XVIII se levantó la ermita de su nombre y por último estuvo la venta Los Álamos y donde acaso existió una oficina estatal para el control del agua. Al respecto, el jesuita y erudito sevillano José del Hierro en 1750 apuntó que “en la Ermita de la Piedad se conservan aún algunas piedras de romanos.” Los embarques se harían en un muelle situado abajo del manantial, donde secularmente atracaron los barcos –hasta fines del siglo XIX- que remontaban la ‘madre vieja’ del Guadalete para cargar las aguadas. Y también las piedras de las canteras, de las que se han detectado –por los materiales cerámicos asociados a ellas- dos de época romana: en el Cerro de Buenavista y frente a Doña Blanca, en la necrópolis de Las Cumbres.

LA NECRÓPOLIS DE LA DEHESA

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Excavación en la necrópolis de La Dehesa en 1982 con la tumba de incineración tardorromana. / Fotos, J.J.L.A.

Junto a Doña Blanca, en el espacio que ocupó (como referimos en la anterior nótula) el poblado de la Edad del Cobre de La Dehesa, existió una necrópolis de gente que habitó la Sierra del Acebuche en tiempos imperiales (ss. I-II d.C.) y tardorromanos (ss. III-IV). En 1982 el Museo Municipal excavó aquí dos enterramientos tardorromanos: uno, la incineración de un joven depositado en un dolium (tinaja oval) y el otro la inhumación de un adulto cubierto con lajas de piedra, tégulas (tejas planas) e ímbrices (tejas curvas), sin contener ambos ajuares funerarios.

Esta necrópolis era conocida desde el siglo XVIII. Según vio y contó el historiador jerezano Bartolomé Gutiérrez, en 1756, cuando se construía el arrecife entre Jerez y El Puerto –la carretera de El Portal– se descubrieron en el paraje de Las Cruces, a unos 700 m de Doña Blanca, 5 inhumaciones cubiertas con piedras de la Sierra y presentando, a modo de humildes ajuares, algunas vasijas (una de ellas repleta de caracoles) y una moneda.

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Tumba hallada en el entorno de La Dehesa en 1756, dibujada entonces por Bartolomé Gutiérrez.

Nuevas tumbas tardorromanas volvieron a ver la luz en 1991 con motivo de una obra de canalización realizada en paralelo a la carretera de El Portal, realizándose entonces una excavación de urgencia dirigida y estudiada por Francisco Barrionuevo, Carmen J. Pérez y Carlos Huertas. Se exhumaron 4 tumbas de inhumación (dos cubiertas con ímbrices) que no tenían ajuar. Y con ellas, 7 incineraciones en fosas simples excavadas en la arena rojiza del lugar, fechadas por sus excavadores entre la segunda mitad del s. I d.C. y la primera mitad del II d.C.

La necrópolis podría prolongarse hacia la falda de la Sierra inmediata a la necrópolis de Las Cumbres, junto al camino que sube a la Sierra, donde hace años hallamos huellas de incineraciones romanas. Y acaso en época imperial también se extendía al otro extremo de Doña Blanca, junto al manantial de La Piedad, donde se conoce, según contó en 1764 el historiador portuense Ruiz de Cortázar, que en 1728, cuando comenzó las obras de la conducción de agua a El Puerto, se halló una tumba cubierta de tégulas que como ajuar tenía algunas monedas de plata.

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Dibujo y nota manuscrita que en 1924 realizó Ventura Fdez. de la cabeza de carnero hallada en la Sierra. / Real Academia de la Historia (Madrid).

Aunque al día de hoy no existe registro arqueológico de tumbas anteriores a las descubiertas en La Dehesa, es probable que la zona ya acogiese una necrópolis en época republicana (ss. II-I a.C.). En linde a La Dehesa, en terrenos inmediatos a la marisma hay un lugar nombrado de antiguo Las Leonas, que puede aludir –siendo como es la toponimia un buen aliado de la arqueología y la historia- al hallazgo de esculturas de leonas de factura turdetana-romana (ss. III-II a.C.), con un claro simbolismo funerario y apotropaico (protector ante el mal), como el león que se descubrió al otro margen de las marismas del Guadalete, en el cortijo jerezano de Roa la Bota; o el que se halló, en el ámbito de Isla Cartare, en la romana Hasta Regia

Vinculado a esas “leonas” en su función mortuoria y mágica, aunque no en su cronología, es el prótomo (busto) de un carnero tallado, al parecer, en diorita –de unos 25 cm de longitud por 20 cm de altura, cuyo paradero se desconoce- que dio a conocer en 1924 Ventura Fdez. López –un presbítero residente en Jerez aficionado a la arqueología- como procedente del entorno de Doña Blanca. Seguramente, añadimos nosotros, de la necrópolis de Las Cumbres, donde debió formar parte de una tumba o un monumento funerario de los primeros fenicios asentados y muertos en Doña Blanca. La pequeña escultura, no obstante, por su factura en diorita (negra) y su figuración, sería importada por comerciantes fenicios desde Egipto y representaba al dios tebano Khnum, creador de la vida y protector de las crecidas del Nilo. De lugar inmediato a Roa la Bota, de la finca Las Quinientas, procede otro prótomo de carnero, facturado en caliza y de época turdetana-romana (que se conserva, como el león de Hasta, en el Museo Arqueológico de Jerez).

VILLAS Y ALFARES 

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En la imagen, moneda de bronce de Filipo I (244–249 d.C.) procedente del yacimiento de Cerro Verde. Museo Municipal.

Y junto a la cultura de la muerte, la de los vivos. En la década de los 80, cuando en nombre del Museo Municipal prospectamos el término municipal junto a José Ignacio Delgado y José Antonio Ruiz, localizamos ocho asentamientos romanos rurales –villas y alfares- diseminados por la Sierra, mayoritariamente de época imperial (que situamos en el plano general que acompaña a esta nótula): De este a oeste, Cerro de San Cristóbal, Castillo de Doña Blanca, Las Leonas, Buenavista, Cueva del Civil, San Ignacio, Las Beatillas y Cerro Verde; yacimientos de los que destacaremos, por no ser prolijos, tres, pero no sin antes decir que la explotación de las dos grandes canteras a cielo abierto que se abrieron en el siglo XX a cada extremo de la Sierra (en torno a un 20%-25% de su superficie original) conllevó, con toda seguridad, la pérdida de no pocos núcleos habitados, romanos y no romanos.

islacartare_10_13_puertosantamariaEn la imagen, Oscillum de mármol hallado en Las Leonas, junto al Castillo de Doña Blanca, del siglo I d.C. Museo Municipal.

En Las Leonas existió una villa romana cuyos vestigios (muros y suelos de opus signinum), también desaparecidos, aún eran visibles a comienzos de la última década de los 80. De aquí procede un oscillum fragmentado que se conserva en el Museo Municipal. Es una pieza decorativa facturada en mármol de las que solían colgarse, como ofrendas a las divinidades, en los intercolumnios o suspendidos en los peristilos y jardines de villas lujosas o en edificios públicos: en una de las caras se aprecia el rostro de un sátiro con máscara teatral y en la otra un conejo corriendo. Puede datarse a fines del siglo I d.C.

islacartare_10_14_puertosantamariaEn el yacimiento de San Ignacio, en la falda que cae a las marismas y en linde a la cañada del Verdugo, se localizaron 7 tambores de columnas en piedra ostionera de los que habitualmente se disponían en las cámaras de cocción de los hornos alfareros, así como restos de muros y pavimentos de opus. El material cerámico prospectado, clasificado por Lázaro Lagóstena, datan el alfar entre los siglos I y II d.C. En la imagen de la izquierda, plano de la excavación del yacimiento de Buenavista. / Esperanza Mata y Lázaro Lagóstena, 1997.

El único asentamiento que ha sido excavado –por vía de urgencia con motivo de la construcción de la carretera Jerez-Puerto Real- fue el nombrado Buenavista, en el cerro de su nombre, bajo la dirección de Esperanza Mata y estudiado y publicado en coautoría con Lázaro Lagóstena.

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Muros del asentamiento romano de Buenavista. / Foto, J.J.L.A.

Resultó ser un asentamiento rural que fue habitado entre el siglo II a.C. y fines del I d.C., cuando se abandonó. Contaba con un alfar dedicado a la fabricación de ánforas para el envasado de vino y salazón de pescado y sus derivados. En el yacimiento, que parcialmente había sido destruido por antiguas canteras, se exhumaron muros a ras del suelo natural –habitacionales o industriales- y asociado a ellos un sistema de canalización –en parte conservando una tubería de cerámica- que convergía y vertía el agua a tres pozos o aljibes.

LA PILASTRA VISIGODA 

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Pilastra visigoda (1’18 m de altura x 23 cm de ancho) del Castillo de Dª Blanca (Museo Arqueológico de Jerez). / Foto, M. Esteve Guerrero, 1963.

En los tiempos del reino visigodo (624-711 d.C.) la Sierra y El Puerto –el Portum que entonces llamaban- apenas estuvieron poblados. Sólo se tiene constancia de la presencia en la zona de contingentes militares por el hallazgo de armas (dagas, punta de lanza y podones) en tumbas aparecidas bajo la ermita de Santa Clara y en la finca El Barranco, junto al Camino de los Romanos. Y también la presencia de la todopoderosa iglesia hispano-visigoda se puede vislumbrar por el hallazgo en el Castillo de San Marcos de un bajorrelieve que formaría parte del cancel de un recinto religioso, y en el entorno del Castillo de Doña Blanca de una pilastra visigoda.

Esta pieza la dio a conocer en los años 60 Manuel Esteve, entonces director de la Colección Arqueológica Municipal de Jerez. De su procedencia dijo que se halló en 1936 reutilizada como escalón en una casa en ruinas, “en las proximidades del Castillo de Doña Blanca, pero en tierras del término de Jerez”. Que no era verdad, porque Esteve ‘barrió para casa’ para que la pilastra no pasara al Museo Provincial de Cádiz (el mismo caso, por cierto, que el casco griego del Museo de Jerez).

Las características y decoración de la pilastra son propias de las edificaciones religiosas visigodas. Al pie de una de las caras presenta dos rebajes circulares, seguramente para el encaje de una puerta. La decoración es típicamente visigoda y heredera del mundo paleocristiano: estrías verticales que dividen el fuste en dos mitades y separadas con motivos acordonados, rematando la pieza un ornamento –mal conservado– a modo de capitel.

La pilastra indicaría la presencia al pie de la Sierra de San Cristóbal de una ermita del siglo VII que sería abandonada o destruida tras la llegada de los musulmanes a comienzos del VIII. Probablemente se situaría en el lugar que está la torre de Doña Blanca, donde al paso de los siglos, mediado el XIII, se levantaría la ermita de Nuestra Señora de Sidueña.

En la siguiente entrega escribiremos de la época –cinco siglos y medio- en que la Sierra permaneció bajo el poder del Islam: el tiempo de Siduna, la ciudad que entre mediados de los siglos VIII y IX fue la capital administrativa y espiritual de un extenso territorio. / Texto: Enrique Pérez Fernández y Juan José López Amador.

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50 años educando a portuenses desde el método scout ideado por Baden Powell a comienzos del siglo XX dentro del Movimiento Scout Católico. Este año 2015 se cumplen 50 años de la fundación del Grupo Scout Ntra. Sra. del Carmen de El Puerto de Santa María.

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Este Grupo del Movimiento Scout Católico que cuenta en la actualidad con unos 100 miembros ha venido desarrollando su labor de manera ininterrumpida desde que en el año 1965 el presbítero Antonio González Montaño (ver rótulas 232 y 233 en Gente del Puerto.) junto con un grupo de jóvenes lo creara en la antigua casa de Acción Católica en la calle Larga con fachada también a la calle Diego Niño.

El mencionado Grupo Scout ha tenido su sede primero en la mencionada casa de Acción Católica, posteriormente en una escuela rural cedida por el Ayuntamiento en la carretera de Fuenterrabía, hoy desaparecida, y en la Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen y San Marcos donde reside en la actualidad, aunque siempre ha estado vinculado a dicha Parroquia.

El acto central de esta celebración tendrá lugar el 4 de julio próximo con una Eucaristía y una cena, que están actualmente en preparación. Así mismo se han programado otros actos como una verbena el 6 de junio, una exposición sobre estos 50 años y una acampada, de las que informaremos más adelante.

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Desde el Comité Organizador queremos hacer un llamamiento a todos los que de alguna manera han estado vinculados a dicho Grupo Scout desde sus comienzos para que puedan participar de esta efemérides o al menos aportar sus recuerdos pues es intención de dicho Comité, que con los actos de este aniversario publicar un libro que contenga la historia del Grupo desde sus comienzo: testimonios, fotos, objetos, etc. serán bienvenidos.

Se ha creado una página web  y un grupo de Facebook  donde se irán dando a conocer esta celebración y para que sirva como lugar de encuentro de aquellos que pertenecen o han pertenecido a este Grupo Scout. También pueden ponerse en contacto  a través del correo electrónico 50aniversarioelcarmenpsm@gmail.com. /Texto: Juan Ortega Álvaro.

Que la Sierra de San Cristóbal sólo tiene de sierra el nombre es tan cierto como que el espacio que ocupa (5’8 kms de longitud y 2 de anchura máxima) entre las campiñas de Isla Cartare y las marismas del Guadalete –a orilla de la antigua bahía de Cádiz-, propició, junto a la abundancia de recursos naturales (suelo agrícola, manantiales de agua, piedra, madera, caza, pesca), que este privilegiado y estratégico enclave fuese habitado por sucesivas comunidades humanas que durante más de cinco mil años dejaron, de punta a punta, de Cerro Verde al Cerro de San Cristóbal, las huellas de sus vidas y sus improntas culturales.

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Ubicación de la Sierra de San Cristóbal y en la zona ampliada los yacimientos arqueológicos de la Antigüedad: 1.- Ciudad del Castillo de Doña Blanca. 2.- Acrópolis del siglo IV. 3.- Poblado de Las Cruces. 4.- Necrópolis de Las Cumbres. 5.- Poblado de La Dehesa. 6.- Posible ubicación del puerto de la ciudad. 7.- Plataforma de cazoletas (Cobre

Pese a que el conocimiento de la historia de su ocupación es muy limitado por la falta de actuaciones públicas que hayan apostado por su protección y conservación, por su estudio integral multidisciplinar y su progresiva adecuación para el disfrute de los ciudadanos, la Sierra de San Cristóbal acumula y guarda en sus entrañas, como una de las cunas urbanas de Occidente que es, una historia destacadísima en la que lo sagrado, espiritual, religioso, trascendente o como se le quiera llamar, estuvo siempre presente. Sobre ello queremos incidir en ésta y las dos próximas entregas de Isla Cartare, marcando este carácter sagrado vinculado a la vida, a la muerte y al más allá que impregnó a la Sierra de San Cristóbal en el transcurso de la Historia, y que aún hoy, pateándola sin prisas y con los sentidos atentos, aún se percibe.

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Vista parcial de la Sierra de San Cristóbal desde las marismas. / Foto, Juan José López Amador, 2014.

Escribimos en otro lugar (ver nótula 2.245) que la primera comunidad humana que de forma estable se asentó en el actual término portuense lo hizo hace unos seis mil años en el pago de Cantarranas, cerca del mar y del arroyo Salado de Rota, hasta que el poblado fue abandonado durante la primera mitad del III milenio antes de nuestra era, cuando se desarrollaron nuevos hábitats –de la Edad del Cobre- en dos áreas: en los márgenes del Salado, principalmente en el entorno de la laguna del Gallo, y en la Sierra de San Cristóbal, donde a cada extremo se ha detectado la presencia de un poblado, en Las Beatillas y junto a Doña Blanca. Y entre ellos, en el yacimiento Buenavista (junto a la carretera Jerez-Puerto Real), un taller estacional donde manufacturaban útiles de piedra.

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Ubicación de La Dehesa y Doña Blanca con la reposición de la antigua bahía de Cádiz (marismas) a partir de una foto aérea tomada por José Ignacio Delgado ‘Nani’.

EN LA DEHESA 

Cuando los fenicios arribaron a la bahía de Cádiz a fines del siglo IX antes de Cristo y fundaron al pie de la Sierra de San Cristóbal la ciudad del Castillo de Doña Blanca –la que los griegos llamaron Puerto de Menesteo-, su espacio y su entorno inmediato, a orilla del mar, había sido habitado por comunidades indígenas desde mucho tiempo atrás.

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José Ignacio Delgado y José Antonio Ruiz sobre la huella de un fondo de cabaña de La Dehesa, en 1982. / Foto, J.J.L.A.

En linde a Doña Blanca, en el paraje conocido como La Dehesa, en 1982 y 1985 se realizaron sendas campañas arqueológicas dirigidas por Diego Ruiz Mata que sacaron a la luz (en 1.000 m2 excavados) las huellas parciales de un poblado del Cobre, de mediados del III milenio a.n.e. Conformaban el hábitat cabañas circulares (de 3’20 m de diámetro la mayor) agrupadas en núcleos dispersos, ligeramente excavadas en el suelo y levantadas con zócalos de piedra, paredes de tapial y cubierta vegetal, teniendo algunas delante zanjas en las que seguramente se encajaban mamparas para protegerlas del viento de Levante; y entre las cabañas, silos excavados para el almacenaje del sustento de la población y otras pequeñas estructuras de desconocida función.

Poblados como el de La Dehesa, cuyas características formales perduraron hasta la llegada de los fenicios, cimentaron las bases sociales y económicas que dieron lugar a la eclosión de la cultura tartésica (ver nótula 2.273 en Gente del Puerto).

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Nani accediendo al hipogeo del Sol y la Luna el día que lo descubrimos, abril de 1983. / Foto, J.J.L.A. y Nani.

EL HIPOGEO DEL SOL Y LA LUNA 

Enfrente de Doña Blanca, en la zona nombrada Las Cumbres y ocupando más de 100 hectáreas de la falda de la Sierra se encuentran, prácticamente desconocidas por no excavadas, las necrópolis de quienes habitaron estos parajes durante la Antigüedad.

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Abajo, Juan José en el interior colmatado del hipogeo. A la izquierda, la columna central de la cámara funeraria.

En 1983, José Bermúdez, querido amigo ya fallecido y entonces obrero en las excavaciones de Doña Blanca, nos informó de la existencia de una pequeña “cueva” frente a la ciudad fenicia. Personados en el lugar en compañía de José Ignacio Delgado ‘Nani’ y José Antonio Ruiz, constatamos la presencia de un hipogeo excavado en la roca, colmatado de tierra, en el que en 1987, bajo la dirección de Diego Ruiz Mata, se intervino arqueológicamente, resultando ser el enterramiento colectivo de unos 25 individuos que vivieron –seguramente en el entorno de La Dehesa- durante la Edad del Bronce Pleno, hacia los años 1700-1500 antes de nuestra era, según dató su excavador. No obstante de esta cronología, los enterramientos exhumados corresponden a una reutilización del recinto mortuorio, que en su origen fue excavado en la piedra calcarenita a fines del tercer milenio, en los tiempos postreros de la Edad del Cobre.

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Acceso al hipogeo durante su excavación en 1987. En el dintel, los símbolos del Sol y la Luna. / Foto, J.J.L.A.

Al recinto se accedía por un pequeño pozo escalonado que daba a la puerta de acceso a la cámara funeraria, teniendo grabada al centro del dintel la figuración de los símbolos astrales del Sol y la Luna Creciente. Al exterior de la cámara quedaban los receptáculos donde se realizaban las libaciones sagradas, y a un lado un nicho sepulcral. Al interior la cámara presentaba una planta circular de 3 m de diámetro, techo plano a 1’80 m, una columna central y, al fondo, un amplio nicho conteniendo los restos óseos (muy destrozados por la acidez del terreno) de quienes aquí tuvieron su última morada. Y con ellos, los ajuares funerarios, de los que se pudo recuperar –conociéndose que la tumba ya fue expoliada en época romana- cuencos y vasos de cerámicas y objetos personales de oro, plata y bronce.

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A la izquierda, interior de la cámara funeraria con la columna central y el nicho de las inhumaciones. / Foto, J.J.L.A.  En la imagen de la derecha, parte de un ajuar hallado en el hipogeo: collar de plata con cuentas, pendientes de oro, espirales de plata, cuchillos -de sierra y curvado- de bronce y remaches de plata, agujas y punzones de bronce, placa de arquero, concha… / Foto, Museo Municipal de El Puerto de Santa María.

Es conocido un segundo hipogeo en Las Cumbres, no excavado, de mayores dimensiones, que tiene tras su puerta de acceso un amplio habitáculo central al que se abren, a derecha, izquierda y enfrente, tres grandes nichos mortuorios.

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Desde la cima del Cerro de San Cristóbal, vista parcial de la necrópolis de Las Cumbres (más de un millón de m2), Doña Blanca, las marismas, El Puerto, Valdelagrana, la Bahía y Cádiz. / Foto, J.J.L.A.

EL TÚMULO FENICIO 

La única excavación arqueológica realizada en la necrópolis de quienes habitaron Doña Blanca durante 600 años (fines ss. IX-III a.C.) se verificó en 1984-85, también dirigida por Ruiz Mata, en un túmulo que acogió las tumbas de un clan familiar durante todo el siglo VIII a. C.

El montículo artificial, de 22 m de diámetro y altura máxima de 1’80 m, tenía en su centro, enmarcado por un muro de adobes y excavado en la roca, el ‘ustrinum’, la fosa donde se incineraron los cadáveres. Y en su entorno, en cavidades practicadas en la roca y en resquicios naturales, 63 cremaciones depositadas en urnas que también contenían objetos personales de los difuntos (broches de cinturón, fíbulas, anillos, pendientes, cuchillos, cuentas de collar…); y junto a las urnas, quemaperfumes y copas de libación empleados en los rituales y otros recipientes cerámicos de ofrendas. Finalmente, cada tumba se sellaba con piedras y arcilla roja.

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Excavación del túmulo fenicio en 1984. / Foto, J.J.L.A.

Una vez amortizado el espacio funerario a fines del s. VIII, el enterramiento colectivo se cubrió con un potente estrato de piedras y tierra, creándose una estructura tumular de forma troncocónica y delimitada en su contorno con piedras medianas y grandes espaciadas.

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La tumba nº24 del túmulo fenicio, de fines del siglo VIII a.C. / Foto, J.J.L.A.

El túmulo, cuyas características son netamente semitas en sus rituales y en los materiales culturales, denota, por la coexistencia con cerámicas indígenas, la aculturación y la bien avenida interrelación de ambas comunidades –fenicia y tartesia- desde los primeros momentos de la fundación de Doña Blanca.

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Parte del ajuar de la tumba nº24: dos urnas, una ampolla, un soporte, fragmentos de una cazuela y dos vasitos de alabastro. / Foto, Museo Municipal de El Puerto.

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Vista parcial del claustro del Monasterio de la Victoria, durante su uso como Centro de Cumplimiento Penitenciario. Año 1908. /Foto 219 del Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz.

En una anterior nótula (núm. 2.066 de GdP), recogimos una reseña ilustrada del Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz, con imágenes de El Puerto de Santa María fotografiado en 1908, y publicado en 1934 realizado por Enrique Romero de Torres, hermano del pintor Julio. Aunque sin completarse, dicho catálgo se considera la empresa colectiva más importante realizada en la España contemporánea, para dar a conocer su patrimonio histórico artístico.

laescuelapublicarepublicana_puertosantamariaEl próximo martes 14 de abril a las 20:00 horas, Juan Gómez Fernández (ver nótula núm. 954 en GdP) presenta su nuevo libro ‘La Escuela Republicana en El Puerto: entre la ilusión y la represión, en la Fundación Rafael Alberti, publicado por Ediciones El Boletín, que dirige Eduardo Alabaladejo. Antes de la presentación, a las 18:300 horas, se proyectará el documental ‘Misiones pedagógicas de la República 1931-1936’ de Gonzalo Tapia, de 56 minutos de duración. La presentación del libro correrá a cargo de Diego Caro Cancela, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz, cuyo prólogo traemos a la consideración de los lectores de Gente del Puerto, por gentileza del editor de la obra.

La Segunda República Española ha sido uno de los periodos privilegiados de la historiografía contemporaneísta. Conocemos ya razonablemente bien los tres procesos electorales que la acompañaron, las biografías de sus personalidades más relevantes, la evolución de los partidos políticos que sostuvieron sus gobiernos, los nacionalismos que emergen en estos cinco años, la conflictividad social y el movimiento obrero y las ambiciosas reformas que se intentaron ejecutar en su primer bienio. De hecho, en los últimos treinta años se han ido formando dos grandes tendencias en esta historiografía con valoraciones abiertamente enfrentadas. Por un lado, y desde los años noventa de la pasada centuria, fue emergiendo una “escuela revisionista” que considera a la República como un régimen que fue incapaz de garantizar la convivencia de los españoles por el auge de los extremismos políticos y que encontraría en la guerra civil su epílogo inevitable. Un grupo de historiadores que pese a su pretendida modernidad no han hecho sino poner al día los viejos tópicos de los apologetas del franquismo que para justificar el golpe de Estado del 18 de julio atribuyeron a los políticos republicanos toda clase de maldades, entre las que no faltó el manido contubernio judeo-masónico y del comunismo internacional.

Frente a éstos, también ha ido surgiendo otra escuela historiográfica que ve en la República el primer régimen verdaderamente democrático de la Historia de España, el que intentó modernizar y resolver los problemas seculares que arrastraba nuestra sociedad y el que tuvo que hacer frente a los movimientos totalitarios que estaban poniendo en crisis a todas las sociedades democráticas de la Europa de los años treinta. Un periodo republicano con tres etapas claramente diferenciadas y en las que las reformas del primer bienio, quedaron frenadas en el segundo por la coalición radical-cedista, hasta que el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 volvió a recuperarlas.

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Pues bien, sabemos ya bastante sobre las grandes líneas de la República, pero poco sobre cómo se vivieron y cómo se ejecutaron estos cambios políticos y sociales en pueblos y ciudades. Por esta razón es bueno que sigan apareciendo más historias locales y provinciales que pongan en evidencia los grandes planteamientos o que los enriquezcan con todos los matices y complejidades que tienen los hechos históricos. /Juan Gómez Fernández, a la izquierda d ella imagen.

En este contexto, la aparición de este libro de Juan Gómez que tengo el placer de presentar no puede ser más procedente. En primer lugar porque es la primera aproximación que se hace a la historia de la Segunda República en El Puerto, centrada especialmente en las reformas educativas que se practicaron. Y en segundo lugar, porque de esta manera contribuye a ampliar el conocimiento que tenemos de este periodo histórico en la provincia de Cádiz, completando el panorama historiográfico ya asentado por autores como Fernando Romero, José Luis Gutiérrez Molina, José Pettenghi, Manolo Santander, Manuel Garrucho, Tano Ramos o Fernando Sígler.

Juan Gómez no sólo reconstruye minuciosamente cómo se aplican en El Puerto las reformas educativas del régimen republicano. También nos hace retrato bastante acertado de cuál era el punto de partida, una situación educativa bajo la Monarquía de Alfonso XIII marcada por las altas tasas de analfabetismo, especialmente en las mujeres, la falta de plazas escolares y el deterioro material de las escuelas.

Sobre este desgraciado escenario se tienen que asentar las reformas educativas del primer bienio republicano, con la creación de nuevas escuelas, la ampliación de plazas de maestros y los conflictos que se plantean en la ciudad al implantarse una educación laica. Unas reformas que, como se cuenta en el libro, provocaran la movilización de todos los sectores conservadores y católicos contra las mismas, con la Revista Portuense de ariete ante la opinión pública.

Pero este libro de Juan Gómez va todavía más lejos, porque además del análisis detallado que hace de la política educativa republicana en El Puerto nos cuenta también la “contrarreforma” que viene tras el triunfo del golpe militar de 1936 en la ciudad y gran parte de la provincia, con el regreso de los curas a las aulas, las ejecuciones y depuraciones de maestros y maestras, las campañas de adoctrinamiento de lo que será el nacionalcatolicismo y las listas de libros que tenían que ser “eliminados” de las bibliotecas escolares. También de especial interés nos parece el capítulo sexto en el que se hace un detallado análisis de otras instituciones educativas como la Colonia Escolar Obrera jerezana y los niños que traía de vacaciones a la playa de la Puntilla, una de las experiencias más hermosas de la educación gaditana del siglo XX, o las páginas que dedica a describir la labor social de la Cantina Escolar de la Escuela de Bellas Artes.

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La convocatoria es el próximo martes 14 de abril.

Frente a estas acciones educativas cargadas de ilusión y altruismo para mejorar las condiciones de vida de la población infantil más necesitada de Jerez y El Puerto, lo que se narra en el libro sobre la depuración franquista del Magisterio portuense pone en evidencia la bajeza personal y la degradación moral a lo que llegaron algunos de los personajes que se situaron en el lado de los vencedores de la guerra. Sólo lo que se cuenta del expediente de depuración de la maestra a la que antes le habían fusilado el marido y un hijo merecería entrar en la historia universal de la infamia, preludio de la “larga noche” de muertes, cárceles, exilios y represión que vino a continuación.

Juan Gómez ya demostró su solvencia como historiador cuando alcanzó el máximo grado académico con la tesis doctoral que hace algunos años presentó sobre la educación portuense en el siglo XIX. Ahora lo confirma con este libro sobre la realidad educativa de un periodo conflictivo de El Puerto del siglo XX. Les invito a leerlo. /Texto: Diego Caro Cancela.

Francisco Pérez Pastor nos dejaba e Madrid el miércoles 13 de enero de 1988, a primera hora de la tarde, el tiempo y el espacio dejaron de tener sentido para él, porque estaba penetrando serenamente en lo eterno y en lo ilimitado.

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El Puerto de Santa María, desde hace muchos años atrás, tuvo en él una especie de embajador oficioso en la Villa y Corte. Muchos son también los portuenses que saben de su actividad receptiva , de su consejo amistoso, de su gestión eficaz, en tantas y tantas entrevistas mantenidas en su despacho de la Sociedad de Autores o en su propio domicilio de Fernando el Católico, ineludiblemente rematads con unas amigables copas de vino de su tierra.

El Puerto, siempre latente en el corazón de Paco Pérez Pastor. Una ciudad y un entorno permanentemente sentidos con él con cariños de hijo fiel y sensibilidades de fino escritor. Sin lejanías, sin nostalgias, porque sus visitas eran frecuentes y su vivencia continúa. Se añora lo que no se tiene; y él no podía añorar a El Puerto, porque El Puerto siempre estaba con él.

Desde mucho tiempo atrás. Desde su infancia asomada a los azules de la Bahía. Desde su juventud con inquietudes intelectuales, en que por tradición familiar y propia vocación periodística participara tan activamente en la publicación de esda doble hojilla diaria que se llamaba la “Revista Portuense”.

Casi medio siglo de información local, desde los penúltimos años del siglo XIX hasta el año 1939. Un periódico breve, sencillo, coridal; para una ciudad cordial, sencilla y breve, como era El Puerto de por entonces. Luis y Dionisio Pérez Gutiérrez (ver nótula núm. 812 en GdP) lo habían traído al mundo, y una nueva generación --Luis y Paco Pérez Pastor-- recogió la antorcha de la continuidad.

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La fotografía tiene 108 años. En ella aparece la redacción de la Revista Portuense, sentados de izquierda a derecha: Mariano López Muñoz, andalucista y socio fundador de Racing Club Portuense; Luís Pérez Gutiérrez, propietario de la publicación; Manolo Soto, Javier Caballero, Antonio Peñasco y de pie junto a éste, el comediógrafo Pedro Muñoz Seca. /La foto es del año 1907 y pertenece a la Colección Pérez Pastor.

Cuando, por las circunstancias que el paso del tiempo trae consigo, hubo de cerrar sus puertas la Imprenta Pérez Pastor, hogar y taller de la entrañable publicación, todo un tesoro de datos, anécdotas y curiosidades locales de la vida del Puerto de Santa María, permanecía reunido en treinta o cuarenta grandes tomos alineados en una vieja estantería en las penumbras de la ya desaparecida imprenta: la colección completa única e insustituible de la Revista Portuense. Francisco Pérez Pastor tuvo el gesto noble y generoso de donarla al Ayuntamiento de su pueblo. De sus manos la recibí, para depositarlas en la Casa de la Cultura, y hoy forma parte del Archivo Municipal.

Cuando Paco se nos fue, callada, serenamente, sin la oportunidad de una despedida cuando su vida cerrada dejó atrás la triple cosecha de su familia, de su trabajo y de su amor por El Puerto, parecía como si las páginas amarillentas de la Revista Portuense nos dijeran su adiós definitivo, el adiós que Paco Pérez no nos pudo decir. /Texto: Manuel Martínez Alfonso.

enriquebartolomelopezsomoza22_puertosantamariaA finales de junio de 1991, hace 24 años, el recordado profesor e investigador, catedrático de Geografía e Historia del Instituto Laboral, Enrique Bartolomé López-Somoza (ver nótula núm. 222 en GdP), recibía un homenaje por parte de la comunidad de profesores, alumnos y ex alumnos, así como del Ayuntamiento, como reconocimiento a su larga trayectoria como docente en El Puerto de Santa María, con motivo de su jubilación, tras 39 años dedicado a la enseñanza en institutos portuenses.

El director del centro, Emilio Flor Jiménez (ver nótula núm. 1.867 en GdP) recordaba aquel día las cualidades de Enrique Bartolomé como humanista e investigador. Desarrolló dicha labor investigadora con una humildad exquisita  en el Archivo Municipal. Con tal motivo se le hizo un reconocimiento público en 1984, por lo que se le entregó en febrero de 1985 la Medalla de Oro del Centenario de la Plaza de Toros, por sus trabajos en el ámbito de la historiografía local, catalogando documentos. En concreto el que fuera también profesor de historia de la UNED en Cádiz, entro otros trabajos realizó el catálogo de documentos y folletos en relación con América y libros del Fondo Antiguo de la Biblioteca Municipal, catalogación de los documentos de cuarto y seis legados de "Apéndices' correspondiente a la sección 'Papeles Antiguos' que no fueron descritos en su día por Juan Miguel Rubio de Espinosa y redacción de fichas y materiales de estos documentos dejando todo a disposición d los investigadores; resumen de la prensa que se encuentra en el mencionado archivo, titulado 'Breve reseña de la prensa portuense' de los siglos XIX y XX.

El concejal de Cultura, Juan Gómez Fernández (ver nótula núm. 954 en GdP) trajo a colación las palabras: “los pueblos que honran a sus hijos se honran a sí mismos”, poniendo de manifiesto que, con motivo de su jubilación el Ayuntamiento había publicado dos artículos de Bartolomé: “El diario del viaje del piloto mayor Diego Tomás de Andía y Varela a las costas de la Patagonia /1745-1746)” un documento científico cuya característica esencial es que se conserva íntegro, desde la organización del viaje, hasta los resultados del mismo pasando por el desarrollo, regreso y salida; y “Notas para una historia de El Puerto de Santa María en el siglo XIX (periodo 1800-1814), aunque el profesor estudió hasta el periodo del año 1923.

Bartolomé calificó el homenaje de inmerecido y desproporcionado “para quien se ha limitado a cumplir sus obligaciones, no tiene que ser exaltado porque ha cumplido y está pagado".

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antoniosucinolorca_puertosantamariaCon esta  nótula tratamos  de sacar a la luz y dar a conocer a su pueblo, el legado literario de este poeta y escritor portuense, que fue una víctima más del tiempo que le tocó vivir, condenándolo al olvido. Esperamos que esta lectura, al menos sirva para rescatarlo de ese olvido histórico, a él y a su obra, de forma que pueda tener de ahora en adelante, un más que merecido rincón en las estanterías de la historia literaria portuense y gaditana. 

A pesar del olvido al que él mismo y su obra fueron sometidos por los tiempos oscuros que los sucedieron, quizás algunos portuenses, sobre todo los de más avanzada edad, puedan  aportar algún dato sobre este autor,  que  pudiera ayudar a sacar a la luz toda su obra literaria.

El 19 de noviembre de 2014, se cumplieron 110 años desde el estreno, en nuestro recordado Teatro Principal, de la obra de teatro en verso Nobleza… en el corazón, una de las cinco obras de mayor extensión que aún se conservan de Antonio Sucino Lorca, olvidado escritor y poeta portuense.

Conde                    ¿Y para qué sirves tú,
                                 di, qué mérito es el tuyo?
Simón                        …
                                 los zapato e charó
                                 Que sus poneis tan bonito
                                 ¿los jace argún zeñorito
                                 o un probe trabajao?
                                 Yo les cudio su ganao,
                                 yo sus campos jelaboro,
                                 yo soy quien le mete el oro
                                 en su carpeta apuñao
                                 ¡Y me llama osté inorante!
                                 ¿Y osté que sabe jacé?
                                 Unicamente comé
                                 lo que le ponen delante.

(Uno de los fragmentos de la conversación entre el conde y Simón, un jornalero del campo casi analfabeto, al servicio del primero, que forma parte del texto de Nobleza… en el corazón. Versos que alcanzaron gran popularidad y que, memorizados por gentes de todas las edades, formó parte de la memoria colectiva de varias generaciones, como si se tratara de un refranero).

antoniosucino_firma_puertosantamariaLlegó a publicar y estrenar, que sepamos con seguridad hasta la fecha, cuatro obras más de teatro; Entre su madre y el rey…, en verso (1904), El legítimo heredero, en prosa (1929), Voz del corazón, en prosa (1929) y La recompensa, en prosa (1930). Salvo Voz del corazón, los otros cuatro libros se conservan en la Biblioteca Nacional. Además, entre 1903 y 1914, publicaba, sobre todo, pequeños artículos también en verso en la revista socialista de la época El Sudor del Obrero. Posteriormente en 1920, también colaboró con la revista de igual signo político El Obrero Portuense. La primera incursión literaria que sabemos de él, fue la letra en 1897 de una agrupación carnavalesca: Los cocineros de la época. /En la imagen de la izquierda, firma manuscrita de Antonio Sucino Lorca, al pié de la letra compuesta para la agrupación carnavalesca 'Los cocineros de la época'.

También fue autor de varios sainetes que no se llegaron a editar, pero que sí se representaron; El suplente honorario, La cruz del matrimonio, Las flores de Andalucía, La primada de un primo, Amor por amor y Las novias burladas, todos en prosa, así como el juguete cómico en tres actos El billete falso. Suya es la letra de una zarzuela titulada La gitanilla, con música del maestro Francisco Javier Caballero (ver nótula núm. 2.350 GdP), que se estrenó en el Teatro Principal de Sanlúcar de Barrameda por la compañía de Moya y Galán, en 1906.

CONCEJAL Y PRESIDENTE DE LOS TONELEROS.

Nació Antonio Sucino en 1858, según consta la inscripción de su nacimiento en el Registro Civil de El Puerto. Tonelero de profesión, autodidacta, ferviente socialista y un apasionado de la literatura. Muy comprometido políticamente, fue presidente de la sociedad de toneleros, y concejal por el Partido Socialista  en 1909.

noblezaenelcorazon_puertosantamariaEste compromiso político, también se dejó traslucir en casi toda su obra, sobre todo en sus dos primeros libros. En Nobleza… en el corazón, sin duda su obra más popular, denuncia la miseria y precariedad del pueblo en contraste con la opulencia de las clases más pudientes y poderosas, enalteciendo el trabajo, la honradez y el amor (que será una constante en toda su obra), sobre el dinero y la cuna. Consigue hacerlo sin demasiada estridencia, casi de forma romántica, ya que el amor sorteará todas las barreras, aunque dejando en evidencia a una sociedad tan injusta como jerarquizada. El hecho de que fuera reeditada en 1924 y en 1935, veinte y treinta y un años después de su primera publicación, dice mucho de lo que caló esta obra en el pueblo, con el mérito añadido de que estaba escrita en verso (redondilla). En su segunda obra, Entre su madre y el rey…, ambientada “…en un pueblo de la región catalana.”, vaticina cuatro años antes de que ocurrieran, los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona.

TABERNERO.

En la primera década del siglo XX, Antonio Sucino abre una taberna llamada Gurugú en la calle Pozuelo, y sobre los años veinte, otra frente al mercado de abastos, más conocida en nuestro tiempo por su siguiente propietario, Juan Rábago.

Los hechos devenidos tras la guerra civil, hicieron que a lo largo de nuestra historia reciente, Antonio Sucino Lorca haya pasado prácticamente desapercibido para la mayoría de sus paisanos. Sus libros fueron quemados, sin embargo, algunos pocos ejemplares se salvaron, escondidos en algunas casas de familiares y correligionarios, a sabiendas incluso que de haber sido encontrados, sus propietarios se arriesgaban a ser detenidos por las autoridades franquistas.

ESTUDIO DE SU OBRA.

La obra de Antonio Sucino Lorca actualmente, además de haber sido nombrada y referida por autores y estudiosos locales como veremos más adelante, también lo ha sido a nivel nacional. Concretamente se hace referencia a ella en el libro El teatro menor en España a partir del siglo XVI, editada por el Instituto Miguel de Cervantes del C.S.I.C. Todavía, algunos ejemplares de sus obras se pueden encontrar en lugares tan lejanos como la Universidad Northwestern de Chicago, la Universidad de Toronto y en la Biblioteca Pública de Nueva York, en ésta última, cohabitando con dos libros de otro paisano nuestro casi tan desconocido como él, José Navarrete y Vela-Hidalgo (ver nótula núm. 1.996 en GdP). Curiosamente, en la calle José Navarrete número 44 estuvo situado durante un tiempo el local social de la Agrupación Socialista a la que pertenecía entre otros, Antonio Sucino Lorca.

noblezaenelcorazon_T_puertosantamariaPero, como ya hemos señalado, cuando realmente tuvo verdadero éxito este autor, fue desde principios de siglo hasta el comienzo de la Guerra Civil. Se podía leer en el Diario de Cádiz el día 28 de noviembre de 1904 la siguiente crónica: “La segunda representación del melodrama 'Nobleza… en el corazón' llevó anoche al teatro gran concurrencia. La obra de Sucino tuvo muy buena interpretación, mucho mejor que en la noche del estreno. El autor fue llamado a escena a la terminación del primer acto y al final de la obra.” En la Revista Portuense, diario católico y conservador de la época y por lo tanto poco sospechoso de vinculaciones socialistas, se publicaba el 24 de abril de 1929 lo siguiente: “Hoy jueves, despedida de la compañía con el estreno del drama en cuatro actos y en prosa, original de nuestro paisano el aplaudido autor don Antonio Sucino 'El legítimo heredero'. El estreno de esta obra ha despertado verdadero interés entre los muchos aficionados al arte escénico, lo que hace suponer que esta noche se verá el coliseo concurridísimo”. /En la imagen de la izquierda, cartel del estreno de 'Nobleza en el corazón' en el desaparecido Teatro Principal.

Murió con 82 años, el 18 de mayo de 1940. Está enterrado junto a su mujer María Aquilina Barrera y uno de sus hijos, Antonio, en el cementerio de El Puerto.

AGRADECIMIENTOS.

Queremos agradecer a Antonio Gutiérrez su ayuda, por aportarnos todos los datos de los que disponía de Antonio Sucino, que han sido muchos e importantes, por su ánimo y apoyo. A Enrique Pérez, de cuyas obras también hemos obtenido datos muy valiosos. A Javier Maldonado, por ser el primero que hizo de Antonio Sucino protagonista de una de sus ponencias: Reformismo en escena: la obra teatral de Antonio Sucino. A Ana Becerra y José Ignacio Buhigas, del archivo municipal, por su dedicación y entrega hacia cualquiera que se interesa por nuestro pasado. No sería justo dejar de mencionar a los nietos de Antonio Sucino, que en mayor o menor medida, siempre han sabido mantener en nuestra memoria el recuerdo de sus versos. /Texto: B. y J. Caraballo Sucino

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Con la formación del Grupo Caballero recientemente, la firma dejó de tener el carácter de empresa familiar que mantuvo durante ocho décadas, desde que en 1932 Luis Caballero Noguera, adquiriese las bodegas de Cuesta y Burdon hasta hace bien poco, en 2008, su hijo Luis Caballero Florido, (se llama igual que su abuelo paterno) pasó a ocupar un cargo honorífico, la presidencia de honor de la compañía, dejando en otras manos la dirección de la misma.

 

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Ilustraciones de la Revista 'La Esfera'. Nótese en la de la izquierda, el tamaño minúsculo de las copas, incluso más pequeñas que las de anís. /Colección A.C. Puertoguía.

Este apellido, Caballero, se une a los de Tosar, Urruela, Quijano, Sancho, Jiménez Varela, Jiménez Dávila, Cuvillo, Terry y algunos más que se quedarán en el tintero, familias portuenses que, en diversas épocas y durante varias generaciones, regentaron negocios de vinícolas y gozaron de un estatus social y económico relevante.
Cuando se instala en El Puerto Luis Caballero su familia, residente en Chipiona, donde su padre fue alcalde, como él lo sería de nuestra ciudad, tenía una rancia y antigua tradición, así como experiencia de muchos años en negocios bodegueros, siendo la firma “A. Caballero y Sobrinos” una importante expresa exportadora a los países latinoamericanos, en cuyas revistas y semanarios de las primeras décadas del pasado siglo se pueden localizar anuncios publicitarios de sus productos, de un “Jerez Oloroso” o moscateles “delicioso vino, especial para postres” que se vendían a 11 $ la caja de doce botellas.

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Cucharillas publicitarias que llevan impresas el nombre de la bodega.

Sin embargo, el objeto de esta nótula, a la que hemos puesto el breve prólogo explicativo que antecede es el de dar a conocer las ilustraciones y dibujos con los que publicitaba “A. Caballero y Sobrinos” su COÑAC CABALLERO (“Caballero, que coñac”, como se utilizaría posteriormente en las cuñas de radio) etiquetado en Jerez. /Texto e ilustraciones: Antonio Gutiérrez Ruiz.  A.C. Puertoguía.

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En la imagen de los años setenta del siglo pasado, fotografía de la desaparecida relativamente de forma reciente, Archicofradía del Santísimo Sacrramente, a la que solo tenían acceso apellidos ilustres de la Ciudad. En primer término, los presbíteros Carlos Roman Ruiloba y José María Rivas Rodríguez (ver nótula núm. 1.741 en Gente del Puerto). Foto: Laurá. Colección JMM.

Retrocediendo décadas y siglos atrás, intentaremos citar de manera informal algunas de las hermandades y cofradías religiosas que por algún tiempo existieron en nuestra localidad en épocas pasadas, de las cuales, en su gran mayoría no quedan rastro ni apenas recuerdo. Una excepción sería la Archicofradía del Santísimo Sacramento, disuelta hace relativamente poco tiempo y por supuesto, las que siendo de esa remota época a que nos referimos, han sobrevivido y, con altibajos y penurias en diversos momentos, llegado hasta nuestros días, como son: Veracruz, Soledad, Humildad, Nazareno, El Carmen y la Esclavitud de N.S.. de los Milagros.

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La Dolorosa que realiza el Vía Crucis desde la parroquia de San Francisco, a su paso por delante de Bodegas Caballero. /Foto. pasionygloria.net

La Dolorosa con la que se organiza el Vía Crucis de la parroquia de San Francisco el Viernes de Dolores posiblemente fuese la imagen Titular de la desaparecida hermandad “Corona de Nuestra Madre y Señora de los Dolores” que tenía su sede en la iglesia de San Agustín y los antecedentes de la actual Adoración Nocturna bien pudiera ser la “Real Hermandad del Velado y Alumbrado del Santísimo Sacramento”, igualmente extinguida.

capilla-de-nuestra-senora-del-rosario-de-la-aurora_7765143La gran mayoría de estas hermandades antiguas no procesionaban, aunque si conocemos que lo hacía la “Hermandad del Dulce Nombre de Jesús” que tenía su sede en el convento de la Victoria, que parece fue una asociación distinta de la “Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús” que existía en el siglo XVI con sede en la iglesia Mayor o de la denominada “Cofradía del Nombre de Jesús” con sede en el siglo siguiente en el convento de Santo Domingo, que si parecen sean la misma. La primera citada procesionaba el Domingo de Ramos. /En la imagen de la izquierda, techo de la Capilla de la Aurora.

Sin noticia o información de que hiciesen un recorrido por las calles de la población, aunque no lo descartamos, se encuentran la “Hermandad del Cristo de las Penas”, la de “Nuestra Señora de la Aurora” con sede en dicha iglesia-capilla, la de “Nuestra Señora de la Cabeza” patrona del Gremio de Montañeses, con sede en la ermita denominada de Santa Clara y también la “Cofradía de Nuestra Señora de la Encarnación”, con sede en San Agustín. . Otro tanto ocurre con la “Hermandad de la Invención de la Santa Cruz”, origen de la Cruz de Mayo actual, que desconocemos si tiene alguna relación con el actual paso de “la escalerita” que procesiona con la Soledad. En la iglesia de Santo Domingo tenía su sede la “Hermandad del Rosario de Santo Domingo”, conocida popularmente como de “los Negritos” por ser sus hermanos gente de color, que anteriormente fuese la “Cofradía de Madre de Dios del Rosario y San Benito de Palermo” con sede en una ermita-capilla existente en la esquina de las calles Pozuelo y Pagador, en la que existe una hornacina con una pintura de esa advocación.

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El Hospital de la Divina Providencia, vulgo Hospitalito.

También existieron dos hermandades de cuyas sedes tampoco tenemos referencia: “Hermandad de Nuestra Señora de Regla” y “Hermandad de Santa Rosa de Santa María” De esta última, apuntamos la posibilidad, y esto es una opinión personal sin demasiado fundamento, de que la imagen Titular se transformase en la actual Virgen de la Piedad. En varias ermitas había otras tantas hermandades y cofradías que daban nombre a las mismas. Entre otras estaban la “Hermandad de Santa Lucía”, la “Cofradía de Santa Catalina”, la “Cofradía de San Sebastián y San Roque” y la “Cofradía de Nuestra Señora de Consolación” advocación que tiene la imagen que ocupa el palio de la Veracruz y es Titular de la misma, talla nueva que no parece guarde relación con la mencionada salvo la corta distancia existente entre su sede, la parroquia de San Joaquín y el lugar donde se ubicaba la Ermita de Consolación, en el inicio de la Ribera, cuyos muros han sido puestos al descubierto recientemente en las obras previas al aparcamiento que se quiere construir en aquella zona. También figuraba en el siglo XVI, con sede en el convento de San Francisco, una “Cofradía de Santa María de Consolación” que no conocemos si se trata de la misma o de otra diferente. La “Cofradía de Nuestra Señora de la Merced” se ubicaba en la ermita de San Antón y la “Hermandad de San Antonio Abad” en el Hospitalito

sanagustinb_puertosantamariaEn la iglesia Mayor tenían su sede la “Hermandad del Santo Patriarca San José”, “San Miguel y Ánimas Benditas”, también denominada “Cofradía de Ánimas del Purgatorio”, la “Cofradía del Santo Ángel de la Guarda” y la “Cofradía de Nuestra Señora de Gracia y San José”, fundada en 1601 según Hipólito Sancho, cuya imagen Titular bien pudiera ser la que actualmente procesiona con la hermandad de la Oración en el Huerto bajo la advocación de “Gracia y Esperanza”. En la iglesia de San Francisco tenían su sede la “Cofradía de San Antonio de Padua” y la “Cofradía de San Diego de Alcalá”, y en la iglesia de San Agustín estuvo la “Cofradía de San Nicolás de Tolentino” que se fundiría en el siglo XVII con la del Nazareno.

A esta treintena de hermandades y cofradías citadas y alguna más que se nos haya escapado habría que añadirle una veintena más de congregaciones, cofradías hospitalarias, gremiales y seculares que también se extinguieron y que no citamos para no hacer excesivamente extensa esta nótula. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

Tal día como ayer, hace 236 años, un nutrido grupo de personas de ambos sexos, niños, jóvenes, adultos y ancianos de todas las clases sociales se dieron cita esa mañana, curiosos y expectantes, concentrándose sobre la plataforma central –dos compuertas abatibles de madera- para presenciar de cerca el acto y ser los primeros en cruzar a la otra orilla, el día de la inauguración oficial de un puente de barcas sobre el río Guadalete que conectaba el camino real con el arrecife de Puerto Real y permitía el acceso por tierra a San Fernando y Cádiz.

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El puente de barcas que se hundió, ya restaurado. "Vista del Puerto de Santa María", óleo sobre lienzo, 70 x 95 cm, 1781-1785 (propiedad del Museo del Prado, en depósito en el Museo Naval de Madrid) [P1151]. Autor: Sánchez, Mariano Ramón (Valencia, 1740-1822).

No pudo siquiera iniciarse la ceremonia religiosa de inauguración porque, fatalmente, se precipitaron a las aguas del rio junto con clérigos, autoridades civiles y militares, invitados y los numerosos curiosos que, imprudentemente al parecer, ocupaban la tablazón del puente, rindiéndola. En el maremágnum consiguiente, considerando los pesados vestidos de la época y el escaso, por no decir nulo, conocimiento de natación de la mayoría de los accidentados, estando a 50 metros de la orilla, solo pudieron ser salvados aquellos que tuvieron la suerte de encontrar un asidero y esperar el rescate desde los botes que, una vez repuesto del susto inicial, bogaron hacia allí.

cuzparroquialcristalderoca_puertosantamariaAlgunos otros, muy pocos, agarraron las pértigas y los cabos que se le pudieran lanzar desde el tramo que se mantuvo firme del propio puente. Tal vez el largo varal de la cruz parroquial, rematado por un artístico relicario o “Lignum crucis” de plata, al que habrían podido asirse con cierta comodidad los accidentados más cercanos, sirviera para salvar a algunos de ellos. /En la imagen de la izquierda, la Cruz Parroquial, de cristal de roca, que se cita en el texto

El balance de víctimas reconocidas, es decir, los cuerpos recuperados y enterrados al día siguiente, fue de 102 personas, sin que tengamos conocimiento de los que hoy en día calificaríamos como desaparecidos. Esta cifra indicada resulta de la suma de las actas de funerales celebrados en la iglesia Mayor al siguiente día de la catástrofe. Según el archivero Cárdenas, autor de una reseña histórica inserta en una Guía Comercial publicada en 1902 “las victimas ascendieron a la aterradora suma de 413, según información hecha algún tiempo después del suceso… aunque la Gaceta de Madrid publicó una lista de 115 víctimas a raíz de la catástrofe” No cabe duda de que el número exacto de víctimas resulta imposible de determinar, pues serian numerosas las personas arrastradas por la corriente, cuyos restos, como los de otros muchos náufragos, serian arrojados a las playas del litoral.

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"El Puerto desde la Otra Banda", con la imagen del posterior puente colgante sobre el Guadalete. Litografía utilizada como cubierta del libro de Santiago Montoto 'El Puerto de Santa María en la liberación de Fernando VII'. 1959. Edición Limitada de 500 ejemplares.

La gran mayoría de las víctimas, concretamente 66 de ellas, según nuestros cálculos fueron enterradas en una fosa común habilitada al efecto en el patio del Postigo de la iglesia Mayor Prioral, que era un lugar empleado para enterramientos de menor solemnidad. El cronista y archivero Cárdenas Burguetto, antes mencionado, indica en su “Reseña Histórica” la existencia de una lápida en el que denomina “patio de los Naranjos” con la siguiente inscripción: “AQUÍ YACEN CIENTO ONCE PERSONAS DE LAS QUE SE AHOGARON EN EL PUENTE DE SAN ALEJANDRO EL DIA 14 DE FEBRERO DE 1779. Existe otra creencia que apunta lo fueron bajo las gradas del atrio de la Puerta del Sol de dicho templo. No podemos descartar que, considerando el elevado número de inhumaciones, se utilizaran ambos espacios. Una veintena de este centenar de victimas contrastadas y a las que se les celebró funerales, recibieron sepultura en el interior del recinto sagrado, generalmente hermanos de diversas cofradías y hermandades que contemplaban esta oferta en sus reglas y estatutos. Así nueve de ellos se enterraron en el cañón de la capilla de San José, ocho en el cañón de la capilla de los Milagros, entre los cuales figuraban Nicolás Cañas Trujillo y su hija María Dolores y dos en el cañón de la capilla del Niño Jesús. Mención aparte merece el vigésimo enterramiento, bajo solado, pues debía tratarse de un personaje notable: Dionisio Capaz Reyes, Promotor Fiscal de la Real Justicia, Defensor de las Temporalidades y Procurador de número de la Audiencia local. Tenía 54 años. Era hijo de Andrés Federico Capaz y María de los Reyes Cruzado. Estaba casado con Flor Ochaita y su único hijo, Dionisio Capaz Ochaita se había licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla recientemente.

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"Embarque de Botas". Óleo de Juan Lara Izquierdo. Propiedad de Bodegas Osborne y Cía., depositado en la Casa del vino del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry, de Jerez.

El resto repartieron sus sepulturas por capillas y conventos: Tres, en la iglesia de la Caridad, actual capilla del antiguo Hospital, dos en la capilla de la hermandad de Santa Rosalía, que estaba en el monasterio de la Victoria, otros dos en la iglesia de San Juan de Dios, actual iglesia de las MM. Esclavas, dos más en la iglesia ya desaparecida de los franciscanos Descalzos, en la actual Plaza de Isaac Peral que fueron Nicolasa Gandulfo y Domingo de la Barrera. Este último tenía viñas, casas y bodega, en la que almacenaba doscientas botas de aguardiente catalán para exportar a las Indias muy cerca de dicho convento, en la calle Larga. Era soltero y había nacido en Écija, y en las iglesias de las Capuchinas Antonio Orlando. Vivía cerca de este convento, en una casa de calle Larga, entre Caldevilla y Chanca. Era navegante en la Carrera del comercio de Indias, tenía 49 años y estaba casado con Josefa Ordoño y padre de seis hijos, con edades comprendidas entre 5 y 18 años. El, tenía 49 años. En San Agustín se enterró Gregorio Felices de Molina, Capitán de Milicias y Regidor Perpetuo. Estaba casado con Gertrudis de Ceballos Fernández de Castro. Tenía 53 años y dejó cinco huérfanos. Vivía en el Muelle. Y otros tantos se enterraron en San Francisco, Santo Domingo, Concepción, la capilla de la Virgen de Candelaria, situada en la nave del Evangelio de la iglesia Mayor, así como un enterramiento que se indica “sepultura” sin especificar el lugar donde se encontraba,

Cerramos esta reseña del que creemos ha sido el mayor accidente con victimas de la historia local, indicando que la totalidad de las autoridades de poblaciones vecinas que fueron invitadas a la “reinauguración” del puente, una vez reparadas y repuestas las compuertas que fallaron, meses después, rehusaron su asistencia con diversas excusas, algo totalmente comprensible, aunque no fuesen supersticiosos. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz - A.C. Puertoguía.

Años mas tarde, el 1 de de diciembre de 1839, el puente colgante San Alejandro, se hundió. Ver nótula núm. 2.322 en GdP.

 

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Fragmento de óleo sobre lienzo de Isaac Peral y Caballero.

En una antigua guía turística de El Puerto de principios del siglo XX que se conserva en mi casa, pero que no tengo a mano, aparece una foto del famoso sumergible y de “La Carraca”. En la “Guía del buen comer español” de Dionisio Pérez (Post-Thebussem) editada en 1929 por el Patronato Nacional de Turismo --que conservo-- en su página 89 se puede leer :

guiadelbuencomerespanol_2_puertosantamaria"En 1891 ofrecióse a Isaac Peral un banquete en el barrio de Guía, del Puerto de Santa María, en el que figuraron veintiún platos, todos de pescados y mariscos y todos preparados al estilo de los marineros , que son los habitantes de aquella barriada”. No se dice en el libro de Dionisio Pérez si el banquete fue en homenaje a Isaac Peral y su tripulación por el éxito de las pruebas de inmersión de su famoso sumergible en aguas de la Bahía de Cádiz.

En su nótula núm. 351 Javier Maldonado Rosso hace mención del banquete que se celebró en el desaparecido Hotel Vista Alegre (desapareció el hotel y ya de paso, más tarde, también el elegante edificio del XIX que lo albergaba) para festejar la inauguración del alumbrado eléctrico portuense en el que estuvo implicado como principal promotor el famoso inventor cartagenero. El citado hotel estaba en el Vergel del Conde O’Reilly, al lado del río, por tanto en el barrio marinero.

Se trata de dos banquetes en su honor pero por motivos diferentes. Si en 1894, desvinculado de la Armada, es cuando comienza su actividad empresarial en el nuevo sector de la producción y suministro de energía eléctrica en El Puerto, parece que el banquete de 1891 citado por Dionisio Pérez en su libro, debería ser en homenaje a la botadura del sumergible el 8 del 8 de 1888 y las exitosas pruebas posteriores, como así se dice en el pié de la foto del submarino que aparece en esta nótula 351 que comento.

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Pruebas oficiales del Submarino Peral verificadas en la Bahía de Cádiz el año 1890. Pulsar sobre la imagen para ampliar.

El Puerto fue acogedor y agradecido con el marino inventor y empresario, reconociendo su talento y valía y honrándole --que yo sepa-- por lo menos con los dos banquetes que se citan, y la dedicación de la plaza del Ayuntamiento donde se encontraba la Eléctrica Peral o fábrica de la luz portuense.

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Electra Peral Portuense, en la calle Larga, esquina y vuelta con Descalzos o la plaza que lleva el nombre del ilustre marino y empresario, con fachada también en Diego Niño. La imagen es del 9 de agosto de 1914.

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Recibo de 30 pesetas expedido por Electra Peral Portuense a nombre de Antonio Valimaña el 25 de mayo de 1938, por consumo de electricidad en el Cine Orpheo, en la calle Puerto Escondido.

Todavía los antiguos siguen llamando a la fábrica de luz “Eléctrica Peral”, aunque después haya sido “Sevillana de Electricidad”, y hoy sea “Endesa”.

pedromercaderizubia_puertosantamariaPedro de Mercader i Zufía, Almirante de la Armada, bisabuelo de mi mujer, y tatarabuelo de mis hijos (portuenses como yo) , nació en Barcelona en 1857 y murió en la misma ciudad en 1928. Descendiente directo de Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós ). Falleció antes de heredar el título de Conde de Belloch que pasó directamente su hijo. Hermano, a su vez, del Vizconde de Belloch. Familia, por tanto, de rancio abolengo catalán además de ilustres marinos. Su hija, Joaquina Mercader y Bofill, casó con el también conocido marino Juan Antonio Suanzes y Fernandez, Marqués de Suanzes, abuelos de mi mujer y, por tanto, bisabuelos de mis hijos. /En la imagen de la izquierda, Pedro de Mercader y Zubía.

Pedro de Mercader i Zufía fue uno de los Tenientes de Navío que con su compañero y jefe del proyecto, Isaac Peral, y otros marinos realizaron la primera inmersión del famoso sumergible en aguas de la Bahía de Cádiz. Cuenta la familia, no sé si exagerando un poco, que encaneció prematuramente como consecuencia de las emociones originadas por las pruebas y sucesivas inmersiones en las que participó mi lejano pariente político.

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El Submarino Peral estrenó en 2013 sala en el Museo Naval de Cartagena (Murcia), donde se investigará cómo detener la oxidación interior del casco

Siendo Almirante del Arsenal de la Carraca, en San Fernando, salvó dicho sumergible del desguace y hasta hace poco se ha podido admirar en el puerto de Cartagena. Después de su restauración se le ha buscado un lugar más a cubierto en el Museo Naval de Cartagena. /Texto: J.S.A.

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juandeaustria_puertodesantamariaEl único vínculo que mantiene Juan de Austria con nuestra ciudad este importante personaje de nuestra historia moderna, del que dentro de unas semanas se cumple o conmemora el 470º aniversario de su nacimiento en Ratisbona (Baviera, Alemania) hijo natural y reconocido de Carlos I, hermanastro de Felipe II, del que tuvimos noticia en nuestra infancia, aparte de por los libros de historia, gracias a la popular película “Jeromín” de Luis de Lucía, basada en una obra del mismo título del jesuita jerezano, con ascendiente portuense, Padre Coloma (Ver nótulas 434 y 1805), es la glorieta que lleva su nombre, situada en la confluencia de la calle San Juan con la Avenida de Sanlúcar.

Parece probado que Don Juan de Austria, en su calidad de Capitán General de la Mar, estuvo en varias ocasiones en la entonces villa ducal de El Puerto de Santa María, antes y después de la fecha en que tuvo lugar la batalla naval de Lepanto: octubre de 1571, cuya flota coaligada, constituida por más de doscientas galeras, denominada “Santa Liga”, comandó. Gregorio Marañón (nótula1.846) lo sitúa en El Puerto en 1565 y también un año después de su victoria contra los turcos, debiendo solucionar la rebelión de los moriscos de las Alpujarras, se traslada aquí para recoger a Luis de Requesens, Comendador Mayor de Castilla, general de las galeras denominadas de la Guarda del Estrecho y uno de los más notables jefes militares, junto con Farnesio, Colonna y Bazán, bajo sus órdenes en Lepanto. Lo llevó al conflicto como su lugarteniente y cuando se solucionó fue nombrado Requesens gobernador de los Países Bajos, cargo en el que le precedería.

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Grabado de Namur (Flandes).

Nosotros aquí nos vamos a referir a una visita y estancia en concreto, la que realizase en el verano de 1568, diez años antes de que falleciera en Namur, la ciudadela flamenca que acababa de conquistar. Por aquella fecha, protagonizó un incidente que marcaría el rumbo de la historia de la monarquía española. Su sobrino Carlos, hijo mayor de Felipe II y heredero del trono, huérfano de su madre, la reina María de Portugal que falleció en el parto, tenía su misma edad y se había educado conjuntamente con él en la Universidad de Alcalá. Debemos suponer que, aparte el parentesco, gozaban de una buena amistad y camaradería, tanta como para hacerle partícipe (Carlos a Juan de Austria) de su intención de rebelarse contra su padre pues simpatizaba con la causa flamenca.

felipesegundoAdvertido el rey y considerándose traicionado el Infante Carlos, a pesar de que las condiciones física y dotes militares eran notablemente inferiores a las de su medio tío paterno, le acometió con su espada en un ataque de histérica furia, siendo reducido por los sirvientes y encerrado en sus aposentos. Ante la gravedad de su conducta y la inestabilidad mental del príncipe de Asturias, (fue tachado por sus contemporáneos de excéntrico y cruel) su padre Felipe II lo procesó y mandó encerrarlo en el castillo de Arévalo, donde falleció meses después de inanición, al negarse a recibir ninguna clase de alimentos, según una de las numerosas versiones existentes. /En la imagen de la izquierda, el rey Felipe II.

Juan de Austria,’ mientras tenían lugar estos hechos, preparaba una campaña contra los corsario que asolaban el Mediterráneo. En los primeros días de junio salió de Cartagena, y según relata Lorenzo Vander Hammer en la biografía del personaje que publicó en 1627,”entró en la bahía de Cádiz con quince galeras que reforzaban las cinco que allí dejó”. Con pilotos expertos en el conocimiento de la zona “salió a buscar corsarios que decían andaban a Poniente. Amanecieron las galeras sobre la barra de Sanlúcar saliendo a la mar abierta para evitar los bajíos hasta dar fondo frente al río o torre de Oro, zona también conocida como Arenas Gordas y Playa de Castilla”, aproximadamente a la altura de la actual Matalascañas, donde posteriormente se construirían las denominadas “torres de almenara” por ser lugar habitual de aguada de corsarios y piratas, “volviendo a despalmar (limpiar y untar con sebo el fondo de una embarcación) a El Puerto de Santa María”.

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Escuadra de Galeras.

“Encontró allí tan solo una guarnición de 811 soldados y escribió al marqués de Mondejar pidiendo enviase más gente para reforzar las galeras. Visitó la casa de las Municiones y fundición de la artillería, y el castillo alcazaba, discutiendo con los prácticos el sitio para un muelle que se ocuparía, posteriormente, de construir el capitán Florio de Alapetchi.

Durante su estancia, antes de salir el día de San Pedro Apóstol con las treinta galeras que había reunido para la expedición de castigo, rumbo a Argel, apadrinó a Francisco Manso de Andrade, hijo del Comendador y gobernador de la ciudad, Antonio Manso. Conocemos este hecho puntual que nos permite saber de buena tinta una faceta social y humana de ésta época tan alejada, más allá de la crónica militar, gracias a un erudito local, el Doctor Don Teodomiro Ibáñez que localizó el acta bautismal en la que figura dicho dato, en el folio 323 vuelto del libro de bautismo de la iglesia, hoy basílica, Mayor Prioral del año 1568, según refiere Cesáreo Fernández Duro en su obra “Tradiciones infundadas”. El bautizo está fechado el día 23 de junio.

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La desaparecida Casa de los Manso de Andrade, en la plaza de Colón.

Finalizamos informando que Antonio Manso, jefe del clan familiar de los Manso de Andrade, era oriundo de Oleiros, en el centro de Portugal. Se estableció en esta ciudad en el primer tercio del siglo XVI como factor, autorizado por los reyes de Portugal para adquirir trigo y expedirlo por algunos puertos de Andalucía. Tenía sus casas principales, llamadas de “los Escribanos” por tener establecida en ella todo el papeleo de la factoría en el edificio que reproducimos en la foto, paralelo al castillo de San Marcos y frente a la actual Plaza de Colón. Dicha casa tenía frontero el almacén de su propiedad, con el sitio que llegaba hasta el muelle, una concesión de los duques de Medinaceli. Posteriorenmente, en el siglo XVIII, fundaron un Mayorazgo y se trasladaron a Medina Sidonia, siendo el conocido Doctor Thebussem uno de sus descendientes. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A-C Puertoguía.

La desmemoria, una tragedia española: Caza de rojos. Un relato urbano de la clandestinidad comunista (Espejo de Tinta), es el libro de de José Luis Losa que recoge los desencuentros entre miembros del Partido Comunista durante la Guerra Civil. Y en concreto, entre los poetas Rafael Alberti y Miguel Hernández.

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Podría haber titulado esta crónica como “una tragedia de sangre y mierda”, expresión que usa su autor frecuentemente a lo largo de las 510 densas y apasionantes páginas de su libro. Pero sería injusto. Porque la verdadera protagonista moral de esta historia aparece, aunque tarde, en su penúltimo capítulo titulado : “La memoria miente”, ratificado por la frase de Leonardo Sciascia: “Todos mentían, incluso la memoria”. Pues con el paso del tiempo, “todo proceso de exfoliación de la memoria pasa por el delicado trabajo de ir erosionando las capas que la invención, la mitomanía, las construcciones autoprotectoras, han ido dejando como un sedimento de apariencia mineral, opaca; las capas que ocultan la verdad. Las verdades de cada cual.”

cazaderojos_puertosantamariaLlama sin embargo la atención, entre todas, una anécdota extraordinariamente trágica —al menos para mí— por lo desconocida y por lo relevante de sus protagonistas: Rafael Alberti (De quien Bergamín llegó a decir: “Mandamos al exilio a un joven poeta y nos devuelven a una puta vieja”, pág. 22) y Miguel Hernández, abandonado a su suerte en Monóvar en los últimos días de la guerra cuando Alberti y María Teresa León podrían haberlo persuadido para embarcar en el último avión que salía hacia Orán, quizá en el mismo en que voló Pasionaria… No resisto contarla, por su interés, con las mismas palabras de José Luis Losa (págs. 174-175) :

“Y ahora Federico Sánchez escucha a Paco Romero Marín la narración de lo que sucedió aquel día en el campo de aviación de Monóvar. Aquellos aviones franceses que iban recogiendo de manera selectiva a un pasaje privilegiado entre una militancia que superaba las posibilidades de evacuación. Mientras Miguel Hernández ha conseguido llegar a Alicante y vaga en medio de la gente, ya en Monóvar, en ese campo del cual, en efecto, como atendiendo a lo premonitorio de su poema, va a volar Pasionaria, dejando atrás, abajo, sin futuro, a unos hombres para los cuales las únicas instrucciones de un partido que no ha preparado ningún plan de resistencia ante la inminente derrota serán tan vehementes como suicidas: ??--¡Ahora, todos a las sierras! ??Y es verdad, como dice Hernández:

Crecen los héroes llenos de palmeras.
Y mueren saludándote pilotos y soldados.

Mientras Pasionaria se aleja...

Versos aterradores por visionarios los de Miguel Hernández, que entonces se mueve aturdido en ese sálvese quién pueda de Monóvar. Es entonces --cuenta ahora Paco Romero Marín--, que allí estaba, y que de allí pudo volar, en el último Dragón --encañonando a un piloto remiso a poner rumbo a África--, cuando Hernández se encuentra con Rafael Alberti y María Teresa León.

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Palacio de Zabalburu, confiscado a los Marqueses de Heredia-Spínola, sede de la Alizanza de Intelectuales Antifascistas, que presidía Rafael Alberti, en Madrid.

Es Alberti el que lo ve. Hace más de dos años que no se hablan, desde la bronca pelea en la sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas que presidía Alberti, en Madrid, en el palacio de los Heredia Spínola, en el primer año de la guerra.

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Llegaba cada día Miguel Hernández del frente, donde participaba activamente, animaba a las tropas y llegó a ser comisario político con El Campesino. Y se encontraba con el ambiente de francachela de aquel oasis de neoseñoritismo de mono azul y alpargatas, en cuyas mesas corría el vino y se tomaban las más peregrinas decisiones sobre suertes ajenas. Un día, indignado por el contraste entre la situación dantesca que viven los soldados en el frente y lo que ve en el palacio de los Heredia Spínola, aún con los restos de una buena comida en la mesa, se acerca al encerado que preside la sala, todavía Miguel Hernández con el uniforme transpirando el sudor del frente y escribe: ??--Aquí hay mucho hijo de puta y mucha puta. ??A la vista de que la única mujer presente en la sala era María Teresa León, ésta arremete contra Hernández y le asesta un puñetazo de inusitada contundencia, que le voltea y le rompe un diente. Habían dejado de hablarse; era el otoño de 1936. /En la imagen de la izquierda, María Teresa León.

Ahora, en Monóvar, Alberti, que ha visto acrecentarse su poder durante la guerra, intenta congraciarse con el poeta de Orihuela:?? --Tú ya sabes cómo son las mujeres, Miguel. Pero si tú quieres, te puedes venir con nosotros. Arreglo las cosas para que se te haga un hueco en el avión y te vienes con nosotros a Argelia. ??Miguel Hernández contestó secamente: ??--Yo me vuelvo a mi pueblo.

ELMONOAZUL-MADRIDEn la imagen de la izquierda, portada de 'El Mono Azul' una de las publicaciones de la Alianza de Intelectuales Antifascistas.

De esa historia será testigo Irene Falcón. Ella va a compartir con Alberti y María Teresa, y a quedarse aún un día más, una vez que la pareja haya volado rumbo a Orán, una hermosa casa cercana al helipuerto, en donde toman té ruso con unos dulces... mientras en los alrededores, en Elda, en Monóvar, cunde el pánico. Irene Falcón se lo contará todo a Romero Marín con cierta ingenuidad. ??Alberti va a sellar ese encuentro suyo con Miguel Hernández con la llave del silencio. Tiene la percepción de que, en la medida en que hubiese suturado la herida de esa enemistad, podría haber evitado la muerte de Miguel Hernández. Va a contar la historia, tiempo después, y tergiversada, a algunos amigos, pero en el caso de que Alberti escriba unas memorias, y de que a éstas le dé por llamarlas La arboleda perdida, se apresurará a falsear la verdad abiertamente cuando afirme que "la última vez que vi a Miguel fue en Madrid, cuando después de intentar convencerle de que se refugiase en la Embajada de Chile, escuché de Hernández que se iría andando a su pueblo. ??--Tú lo que deseas es que te maten, Miguel. Es al único sitio donde no puedes ir. ??Y se habrían fundido en un abrazo”. /Texto y selección: Miguel Veyrat.

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Luis Francisco de la Cerda, IX duque de Medinaceli. Detalle de óleo pintado por Jacob-Ferdinand Voet, Museo del Prado (Madrid), pintando probablemente con motivo de su nombramiento como Comandante de Galeras en Nápoles, donde fue Virrey y Capita´n General.

Luis Francisco de la Cerda y Aragón, IX Duque de Medinaceli, señor de El Puerto, nació en nuestra Ciudad, El Puerto de Santa María, el 2 de agosto de 1660. Era el primer hijo varón de Juan Francisco de la Cerda Enríquez de Ribera y de Catalina Antonia de Aragón Folc de Cardona y Córdoba. Heredó de su padre los títulos de duque de Medinaceli, de Alcalá de los Gazules, marqués de Cogolludo, de Tarifa y de Alcalá de la Alameda. Heredó de su madre los de duque de Segorbe, de Cardona, de Lerma, marqués de Denia, de Comares, de Pallars y conde de Prades. De ambos, el de Grande de España, convirtiéndose en uno de los aristócratas más importantes de la España de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII.

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Planta y alzado de la Ciudad de Nápoles en 1698 de donde llegó a ser Virrey.

Durante el reinado de del rey Carlos II fue embajador ante la Santa Sede --siendo papa Inocencio XII--. Fue nombrado en 1684 comandante de Galeras  de Nápoles, llegando a ser virrey y Capitan General de dicha ciudad italiana y desde 1699 miembro del Consejo de Estado.

EscudoMedinaceli__PUERTOSANTAMARIATras las nupcias celebradas con María de las Nieves Téllez-Girón y y de Sandoval en 1732, hija del duque de Osuna, Gaspar Téllez-Girón, tuvieron dos hijos, Catalina y Luis, que fallecieron antes de llegar a la mayoría de edad, por lo que sus títulos nobiliarios pasaron a su sobrino Nicolás Fernández de Córdoba, hijo de su hermana Feliche. /En la imagen de la izquierda, escudo de la Casa de Medinaceli, señorío entre otros de El Puerto de Santa María.

Al morir sin herederos de Carlos II y el comienzo de la Guerra de Sucesión fue nombrado Primer Ministro por el rey Felipe V. Opuesto a la creciente influencia francesa en la corte española, en 1710 desveló a los ingleses los planes secretos para concertar una tregua entre las Provincias Unidas y Francia, por lo que fue encarcelado en el alcázar de Segovia y posteriormente trasladado al castillo de Pamplona donde murió al año siguiente, el 26 de enero de 1711.

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El periodista e historiador Francisco Andrés Gallardo no estuvo allí. Pero en una especie de ‘viaje al pasado’ nos cuenta en un a modo de crónica periodística, como se recibió en El Puerto la noticia en aquella Ciudad de Señorío, en 1479.

Por los servicios prestados a la Corona durante la guerra civil castellana, la reina Isabel eleva a duque a Luis de la Cerda, señor de Medinaceli y, por dicha cédula real, conde de El Puerto de Santa María.

Toledo, 31 de octubre de 1479.

Los Reyes Católicos acaban de conceder mediante una cédula real la elevación del rango nobiliario de Luis de la Cerda, que a partir de ahora ostentará el título de duque de Medinaceli y, por tanto, como señor de El Puerto de Santa María, pasa a ser conde de esta localidad andaluza. La reina castellana ha querido recompensar de forma especial los servicios prestados por este noble tanto en las guerras civiles que asolaron el reino, con la pugna de Isabel frente a Juana La Beltraneja, como la defensa y conquistas de los castellanos frente a las huestes del reino de Granada

Desde el entorno de Luis de la Cerda se asegura que habrá una respuesta agradecida por el noble, pese a que no mantiene una buena relación diplomática con los monarcas, como tampoco con buena parte de la nobleza del reino. De la Cerda, pese a sus amplias posesiones, prefiere centrar sus desvelos en la emprendedora localidad de El Puerto, convertida ahora en dignidad de condado, más que formar parte del círculo de la corte castellana. El señor portuense es el sexto heredero Luis de España y Leonor de Guzmán, fundadores de lo que se conoce como casa de la Cerda o de Medinaceli y que sumieron el señorío de El Puerto en 1306.

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Michelle Jenner y Rodolfo Sancho, los actores que han encarnado a los Reyes Católicos en la serie de televisión ‘Isabel’.

“Acatando que vos, conde de Medinaceli, desciende vuestro linaje de las casas de Castilla y Francia, es digna y justa cosa que la condición vuestra mereciesen según vuestros servicios”, resume la exposición de motivos de la cédula, reservándose las distinciones también para los herederos que sucediesen al nuevo duque en un futuro.

Mientras la localidad portuense vive con efervescencia el comercio marítimo con las localidades atlánticas y la costa africana, se están preparando tropas para intervenir en los dominios musulma- nes en la Península.
Luis de la Cerda, con la nueva dignidad ducal, deberá presumiblemente aportar mayor número de personal y material para las expediciones militares que están planeando los asesores de la reina Isabel.

/Texto: Francisco A. Gallardo.

En la imagen inferior, redacción de la Revista Portuense en 1907. Primero a la izquierda, Mariano López Muñoz. Marcado con la flecha, el maestro Caballero. A la derecha, Pedro Muñoz Seca. Los acompañan Luis Pérez Gutiérrez, propietario del periódico, y los redactores Manuel Soto y Antonio Peñasco. / Foto, Colección Pérez Pastor.

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Comparto con el director de Gente del Puerto el afecto por dos portuenses que vivieron entre los siglos XIX y XX. Fueron amigos, compañeros en la Revista Portuense y algunas veces colaboradores en las ramas artísticas que dominaban: la escritura y la música. Al final de sus días vivieron tiempos difíciles. Uno, Mariano López Muñoz (1869-1941, ver nótula 1.636 de GdP), el escritor y periodista que tras la guerra civil fue depurado torticeramente por las autoridades franquistas por partida doble: por su condición de andalucista involucrado en el movimiento regionalista que lideró Blas Infante y por ser homosexual.

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Aquello le destrozó la vida y precipitó la muerte de un hombre bueno, noble y defensor –eso sí, con espíritu crítico y revitalizador- de todo lo que concernía a nuestra ciudad y su gente.

Y el otro portuense, a quien adornaron las mismas virtudes –hay apellidos que retratan a su portador-, el ‘maestro Caballero’, como era conocido por todos Francisco Javier Caballero Maldoqui, que fue, junto al maestro en el género chico y la opereta española Rafael Taboada y Mantilla (1837-1914), el músico y compositor portuense de mayor calado; de cuya vida y obra, a petición de mi amigo José María Morillo, hilaré una semblanza con la información que hace años investigué en el Archivo Municipal y la ayuda del almeriense Francisco Cuenca Benet (1872-1943), como López Muñoz, andalucista, que en 1927 editó en La Habana su Galería de músicos andaluces contemporáneos, donde apuntó el recorrido musical de nuestro paisano.

SU FORMACIÓN 

franciscojaviercaballero_puertosantamariaFue Caballero un portuense de devoción, que no de nacimiento, porque nació enfrente, en Cádiz, en 1853, de donde a los pocos años se trasladó con su familia a nuestra ciudad, en la que pasó la mayor parte de su vida. Poseedor de innatas condiciones musicales, las primeras nociones de solfeo las recibió de los profesores Honorato Bisbal y Francisco Boussiller, directores que fueron de la Banda Municipal, respectivamente, en 1861 y de 1862 a 1874. /En la imagen de la izquierda, Francisco Javier Caballero (1853-1933). / Foto, Academia de Bellas Artes Santa Cecilia; Francisco Mata.

Este año del 74 marchó a Sevilla para concluir el bachillerato y dedicarse por completo al estudio del violín. En la capital hispalense, al decir de Cuenca, “dirigido por el notable profesor Mariano Taberner, pronto hizo grandes progresos en su carrera musical, entrando a formar parte de la orquesta del teatro de San Fernando como primer violín durante varias temporadas de ópera; pero necesitando su intuición artística una esfera más amplia para su desenvolvimiento se trasladó a Madrid en 1877, integrando la orquesta de los Conciertos del Retiro que dirigía el maestro francés Olivier Métra y cursando violín, armonía y composición en el Conservatorio Nacional, bajo la dirección del insigne Monasterio.

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El Teatro San Fernando de Sevilla, escenario de los primeros éxitos de Caballero, en 1908.

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Olivier Métra (1830-1889) y Jesús de Monasterio (1836-1903), maestros de Caballero.

Una grave dolencia le obligó a regresar a tierra portuense (lo que, tal vez, le cortó una larga trayectoria de éxitos en los mejores escenarios). En El Puerto fundaría, en la década de los 80, la Sociedad Coral, que ofreció, en palabras de Cuenca, “numerosos y brillantes conciertos vocales e instrumentales”. Como profesor de instrumentos de arco, durante 25 años ejerció de catedrático en las academias de música de San Fernando, Sanlúcar y El Puerto, siendo uno de los fundadores, en 1900, de ésta, la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia.

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Sede de la Academia Sta. Cecilia en 1901, calle Larga nº61. Sentado a la izquierda el maestro Caballero. En el centro, el presidente, Adolfo Barra. A la derecha, el profesor de piano José Luis Benítez./ Foto, Academia de Sta. Cecilia.

Su magisterio en academias y conservatorios lo compatibilizó con la enseñanza particular. Así se anunciaba en la Revista Portuense en 1893: “Fco. Javier Caballero.- Director de orquesta y profesor de instrumentos de arco del Conservatorio de Música de Cádiz y San Fernando, da lecciones de solfeo, piano, canto, violín, violoncello y contrabajo a precios convencionales. Enseñanza especial de violín para niñas y señoritas. Los avisos pueden dirigirse a su domicilio Larga 32 y a la redacción de este periódico Larga 116.

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El equipo directivo y técnico de la Academia en 1911. Caballero, primero a la derecha. / Foto, Academia de Sta. Cecilia.

En los últimos años del XIX fue director de la Orquesta –que no Banda- Municipal portuense, también conocida como la Orquesta de Caballero, compuesta de seis instrumentos. Con ella dirigió la música de varias compañías de zarzuela por los teatros de la provincia y ofreció, entre otros lugares y en no pocas ocasiones, conciertos en el Parque Calderón. Lo habitual por estos años fue que la Banda Municipal que dirigía Domingo Veneroni y la Orquesta de Caballero se alternaran en las mismas veladas y, en otras ocasiones e indistintamente, una ofreciera los conciertos en el Parque y la otra en la plaza Peral.

maestrocaballero_9_puertosantamariaEn sustitución de la Orquesta de Caballero, en julio de 1912 se constituyó la Sociedad Orquesta Maqueda, que fundó, presidió y dirigió Caballero y tuvo como vocal a Veneroni. El nombre se lo puso en homenaje al músico granadino Antonio Maqueda, quien durante muchos años ejerció de maestro de capilla de la catedral de Cádiz. /En la imagen de la izquierda, Antonio Maqueda Castillo (1811-1905).

Como compositor, Caballero cultivó el teatro musical, obras de concierto –muchas de marcado carácter popular- y música religiosa, “habiéndose significado en todos estos géneros –escribió Cuenca- por su inspiración lozana y técnica irreprochable”. Estas fueron sus principales composiciones:

ZARZUELAS
-Ojeada al Puerto, con libreto del portuense Manuel del Río García (ver nótula 1.206 de GdP) fue estrenada el 25 de febrero de 1895 en el portuense Teatro Principal
-No hay enemigo chico o el taller de un sombrerero en un día de fiesta solemne, sainete lírico también escrito por Del Río, estrenado, sin éxito, el 18 de julio de 1898 en el Teatro del Vergel (de quita y pon, instalado en el tramo de las Galeras a la Herrería).
-El apropósito lírico El repatriado, con letra de Mariano López Muñoz expresamente escrito para ser representado, como así fue en el Teatro Principal en 1900, por el joven (19 años) Pedro Muñoz Seca, que por entonces daba los primeros pasos como autor teatral, actor y cantante.

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El desaparecido Teatro Principal de la calle Luna hacia 1903.

-La gitanilla, letra del también portuense Antonio Sucino Lorca (el de Nobleza… en el corazón, su obra más conocida), puesta en escena en el Teatro Principal en 1909.
-Bailén, con letra (ojú) de José Millán Astray. Estrenada el 24 de septiembre de 1910 en el Teatro de las Cortes de San Fernando.
-Ya llegó mi tío, letra de Mariano López Muñoz.
-El ascenso, letra del portuense Rafael Benvenuty Morphy.
-El libro del forro verde, letra del propio Caballero.

OBRAS DE CONCIERTO
-El vinillo de mi tierra, ‘coro de actualidad’. Con letra de un joven Caballero, se interpretó en el Vergel en 1880.

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El Vergel del Conde, en una reproducción de un plano de El Puerto.

-Morisma, parodia del capricho Moraima de Gaspar Espinosa de los Monteros, para orquesta.
-Esperanza, melodía para violín y piano.
-Un sueño, melodía para violín y piano.
-Nubes de verano, tanda de valses para orquesta.
-Nos entretendremos, vals característico para orquesta.

maestroaballero-12_puertosantamariaComienzo de la partitura del Himno de El Puerto de Fco. J. Caballero. / Archivo Municipal.

-Himno al Puerto, pasodoble para banda y orquesta, con letra de Caballero. Se estrenó en el Parque Calderón el 25 de julio de 1897. Arreglado para piano, copias de la partitura las puso a la venta en la redacción de la Revista Portuense, a 2’50 pesetas. Remodeló la composición en octubre de 1927. Las dos estrofas iniciales decían: “A esta ciudad de claro cielo, / de alegres casas, con aire y sol, / donde la virgen de los Milagros en un castillo se apareció; / en estas notas y melodías, / hoy sus grandezas he de cantar / con el cariño que a su Patrona / tienen los hijos de esta ciudad. / Los atractivos que tiene El Puerto, / como su Parque de Calderón / y su paseo de la Victoria, / el más famoso de la región; / su áurea playa de la Puntilla / de suaves brisas, tranquilo mar; / sus arboledas y sus viñedos / tienen por orla cerros de sal.

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Partitura de Vía libre (1921). / Archivo Municipal.

maestrocaballero_14_puertosantamaria-Vía libre, galop (música de danza húngara de movimiento muy rápido) característico para piano. Escrito en abril de 1901 y dedicado a Federico Laviña, diputado a Cortes por El Puerto, la partitura la entregó para su arreglo al Director de la Banda municipal, Veneroni, expresando su deseo de que se conservase en el Archivo. /En la imagen de la izquierda, el ingeniero de montes y político liberal Federico Laviña y Laviña (1852-1932). / Foto, web geneall.net.

-Puerto Alegre, pasodoble para banda y orquesta. Caballero entregó la partitura en agosto de 1912 al Director de la Banda de Álava para que figurara en su repertorio. En la Revista Portuense del 14 de agosto de 1925 apareció esta simpática noticia: “Hace unos días, estimados convecinos que tienen instaladas estaciones receptoras de radiotelefonía, tuvieron ocasión de escuchar una onda emitida por una estación vasca, de cuya audición formaba parte la interpretación del bonito y aplaudido pasodoble Puerto Alegre, original de nuestro querido amigo y colaborador don Francisco Javier Caballero.
-¡Viva Rota!, pasodoble-himno para banda y orquesta compuesto en 1922.
-Manolito (el torero Niño del Matadero), pasodoble que lo interpretó en el Parque Calderón el Cuarteto Portuense (los sres. Rodríguez Carribero -director-, Jarque, Nieto y Troncoso) en junio de 1928.

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Manuel del Pino, Niño del Matadero (1911-1964).

-Diversos coros para voces y orquesta compuestos para ser interpretados por la Sociedad Coral.
-Quejas de amor, barcarola.
-Dime que sí, vals.

COMPOSICIONES RELIGIOSAS
-Ave María, para tenor y orquesta: “obra magistral y delicadísima”, al decir de Francisco Cuenca. Compuesta antes de 1913, sigue interpretándose en la Prioral los 8 de septiembre, festividad de la Patrona.
-Himno de la Coronación de la virgen de los Milagros, para gran orquesta, con letra del autor. Compuesto en 1916 con motivo de las fiestas que celebraron tal acontecimiento.

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Portada del Himno de la Coronación (1916). / Archivo Municipal.

-Gozos a la Virgen de los Milagros, para orquesta.

-Cantiga 328 de Alfonso X, para orquesta. Estrenada el 8 de septiembre de 1929 y dedicada al historiador Hipólito Sancho, quien le facilitó el texto.

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El historiador Hipólito Sancho (1893-1964) en su casa de la calle Luna.

-Dos Himnos a Santa Cecilia, para coro y orquesta.
-colección de motetes al Santísimo Sacramento y varias letanías.

EL ESCRITOR Y GESTOR
Además de músico y compositor, Francisco Javier Caballero también tuvo una decidida vocación como articulista y poeta, que dejó impresa en las letras de sus composiciones. Desde la fundación de la Revista Portuense en 1890, durante 28 años escribió de forma continuada en sus páginas, habitualmente con el seudónimo Ventura. Al respecto, Manuel Martínez Alfonso dejó escrito: “Colaborador asiduo de la Revista, versificaba en ella casi a diario, con esa facilidad que tenía para el verso –si no para la poesía- y con ese ingenio, malicia y buen humor que ponía en sus escritos.” También fundó un periódico, La Crónica del Puerto, en 1888, que a los dos años se convirtió en edición del diario madrileño La Correspondencia de España.

Caballero colaboró durante muchos años para el Ayuntamiento, en el negociado de Fiestas. A principios de siglo, entre otras tareas, era el encargado de contratar a las compañías de teatro y zarzuela que algunos veranos actuaban en el paseo del Vergel, ejerciendo ya a principios de los años 20 de Jefe del Negociado de Fiestas.

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Alzados y planta del ‘Salón-Teatro Variedades’ que en 1909 se instaló en el paseo del Vergel. / Archivo Municipal.

Ya jubilado, en julio de 1927 Manuel Rubín de Celis escribió en la Revista Portuense este sentido retrato del anciano Caballero: “SIC TRANSIT.- Con paso lento, incierto y algo temblón, vemos pasar por nuestras calles, a un ancianito agobiado por el peso de sus años [74], de sus achaques, y más que nada, por los sinsabores, las desilusiones, los desengaños, las negruras de la soledad y el olvido. ¡Triste cortejo que acibara casi siempre a la honradez! Todavía, a pesar de su lento andar, se nota en su persona como recuerdos de vagas cadencias, como ecos de una armonía lejana, casi ya imperceptible. Si os fijáis en su semblante, sin que este ancianito se dé cuenta de nuestra inquisitoria, observaréis que su fisonomía está algún tanto como empañada por angustiosa melancolía. Es, que el ancianito, tras los sufrimientos morales que entristecen su alma, ahora, en el crepúsculo de su vida se encuentra muy enfermo, y se ve también enferma a la digna compañera de su existencia. […] Siempre veréis a este buen ancianito, sin salir de su paso lento e incierto, paseando por este Puerto de sus amores, sus alegres y tristes recuerdos de su bondadoso corazón, no queriendo, mientras un hálito de vida le acompañe, dejar de recorrer sus calles, jardines y paseos, frecuentar sus casinos, sociedades y amistades, y sobre todo, visitar a la Virgen de los Milagros.

Melancólica y triste semblanza del ocaso del músico portuense que se agravó con el tiempo. A la altura de 1930, tres años antes de fallecer, su situación económica no debía ser nada boyante, según se infiere de este irónico y críptico anuncio que publicó la propia Revista Portuense en septiembre de 1930:

AVISO AL PÚBLICO INTELIGENTE.- Cede un piano con cuerdas cruzadas, con clavijero de hierro, en 1.250 pesetas, dadas a tiempo, sin intereses vencidos, dádivas ni documentos.
Dará noticias e informes el vendedor del piano.
-¿Quién?
-D. Javier Caballero.

Hoy, la memoria del ‘maestro Caballero’ ha quedado en la calle a él dedicada (frente al Resbaladero) y, sobre todo, en el Ave María que cada 8 de septiembre resuena en la Prioral. / Texto: Enrique Pérez Fernández.

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Ayer se recibía en la Iglesia Mayor Prioral la noticia desde el Vaticano que comunicaba que el primer templo local, --que ya era Santuario Diocesano desde septiembre de 2013--, será erigido Basílica, el próximo 25 de enero, festividad de la conversión del apóstol Pablo. A las 12 del mediodía, en una ceremonia eucarística presidida por el Obispo de Asidonia-Jerez, José Mazuelos, se leerá el decreto de la Santa Sede que le concede el título. A partir de entonces, el templo podrá lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con el Vaticano: el conopeo o ubráculum -es una pieza histórica de la indumentaria e insignias papales, usada en principio para proveer de sombra al Romano Pontífice. También conocido como pabellón-- y una campana de metal de pequeñas dimensiones, montada en un campanario portátil sobre un báculo, de nombre tintinábulo.

El colaborador de Gente del Puerto, Luis Suárez Ávila elaboró una reseña histórica sobre la Prioral, que fue adjuntada entre los documentos que se presentaron a Roma, y que reproducimos para nuestros lectores.

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE LA SANTA Y CONSAGRADA IGLESIA MAYOR PRIORAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS MILAGROS CORONADA, SANTUARIO MARIANO DIOCESANO EN EL PUERTO DE SANTA MARÍA. 

I. La imagen de “Santa María del Puerto, por otro nombre Nuestra Señora de los Milagros” y su devoción.

En torno a la imagen mariana de Santa María del Puerto, se inició una fuerte corriente devocional ininterrumpida desde los años 1260 hasta la actualidad.

alfonso_x_puertosantamaria2Alfonso X El Sabio al hacerse con Alcanate y sus alquerías, mediante pactos con el alguacil moro, colocó en la antigua mezquita, que convirtió en Santuario fortificado, una imagen de Nuestra Señora sedente, con el Niño en los brazos. Los primeros repobladores de la alquería, comenzaron a aclamar este nombre, Santa María del Puerto, contra los pactos que el Rey había hecho con al alguacil moro y, al final, pese a las penas impuestas a los que tal nombre pronunciaran, se terminó, lo dice la Cantiga 368, con que Santa María, milagrosamente, dilucidó el pleito de otro modo y pudo llamarse la nueva población Santa María del Puerto y luego El Gran Puerto de Santa María como se lee en la Carta Puebla de 1281. /En la imagen de la izquierda, “Aparición de la Virgen a Alfonso X” Cuadro de grandes dimensiones que se exhibe en el Auditorio Municipal San Miguel. Anteriormente se encontraba situado en la escalera del antiguo Ayuntamiento de Plaza de Peral, para donde fue originalmente concebido. Ha sido restaurado por los técnicos de Museo Municipal, Javier de Lucas y Juan José López Amador. /Foto Servicio Municipal de Restauración del Excmo. Ayuntamiento).

En loor a la imagen milagrosa, el Rey Sabio compuso 24 Cantigas, todo un cancionero propio, que relata los avatares de la construcción del santuario fortificado y los hechos milagrosos que en él se estaban produciendo.

Las noticias que corren sobre la fama de este Santuario, hace que se fomente la asociación de fieles devotos, al principio llamados “freires de Nuestra Señora” en las Cantigas, y, luego, es objeto de muchos legados en testamentos del siglo XIV, que dejan mandas para la cera o para el mantenimiento del culto de Nuestra Señora, a los hermanos de Santa María del Puerto.

La imagen, de una vara castellana de altura, con el rostro resplandeciente, moreno, como la vio Don Juan de Ledesma y relata en su manuscrito de la Biblioteca Colombina, sufrió una primera modificación en el siglo XIV. Su rostro y sus manos fueron encarnadas en negro, porque habían aparecido unos iconos marianos bizantinos en los que, por la desnaturalización de sus barnices, parecía oscura su tez. Se corrieron las voces de que eran el verdadero retrato de la Virgen, hecho por San Lucas, al que se atribuye la fama de haber sido pintor. Esta corriente afectó a muchas imágenes españolas –a veintiocho--, y otras muchas europeas. La Iglesia zanjó la cuestión con el hermoso versículo del Cantar de los Cantares: Nigra sum sed formosa.

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Fachada de la Puerta del Sol de la Prioral. En el segundo cuerpo, aparece entre dos hornacinas con figuras, la patrona de la Ciudad.

El aspecto de la imagen en 1572, es el que aparece en el intradós de la Puerta del Sol de la Prioral, ya vestida de telas y, de mayor altura, con corona real cerrada y con el Niño Jesús añadido. A sus pies, la luna. En efecto, por esas fechas y dado el mal estado en que se encuentra la imagen, por el ataque de insectos xilófagos, se corta y sus restos se emparedan siguiendo la costumbre de la época. Al busto de la primitiva, se le añade un trozo de imagen de origen desconocido, para darle la altura que actualmente tiene y, en 1691, los Duques de Medinaceli le regalan una coraza y traje de plata con que recubren todo el cuerpo de la imagen, a la que se añaden brazos articulados de plata con manos de escultura y un Niño Jesús nuevo. A esta imagen, enmarcada la cara con un rostrillo, se le viste con sayas de mangas de ángel y mantos de telas bordadas y brocateles. A sus pies se coloca una media luna de plata del siglo XVII y, en la cabeza, corona real cerrada.

El movimiento asociativo devocional en torno a esta sagrada imagen parte del propio siglo XIII y, en 1602, existen unos estatutos de la Esclavitud de Nuestra Señora de los Milagros que citan otros de un siglo antes. Así, la Esclavitud de Nuestra Señora, junto con otras Asociaciones piadosas, como el Rosario de Señoras, la Hermandad de la Virgen de la Lumbre, la Asociación Sabatina y otras menores, se convierten, por Breve de Benedicto XIV, en la Archicofradía y Esclavitud de Nuestra Señora de los Milagros que subsiste hasta nuestros días.

virgenmilagros_litografiasxix-puertosantamaria2La imagen es, desde 1260, titular de la Ciudad y Gran Puerto de Santa María y, luego, su Patrona y Protectora. Fue nombrada Alcaldesa Honoraria Perpetua de la Ciudad y, en su escudo, desde el siglo XIV, campea su efigie sobre un castillo que está sobre las aguas, en recuerdo de la leyenda de su aparición al Rey Alfonso X sobre las almenas del Castillo, llamado hoy de San Marcos, que el propio Rey Sabio convirtió en Santuario fortificado de Nuestra Señora. /En la imagen de la izquierda, litografía que tuvo mucha circulación en el siglo XIX.

Los primeros Estatutos conservados de su Archicofradía, entonces Hermandad, hablan de "Santa María del Puerto, por otro nombre Nuestra Señora de los Milagros". Y es que, por su intercesión, se obraron tantos prodigios que su fama la hizo ser "la de más devoción, milagros y una de las de más antigüedad de toda España", dice un documento de 1602. Desde los pequeños y cotidianos desarreglos: la pérdida del azor, por el Infante don Manuel; la falta de madera o de piedra para proseguir la construcción del Santuario fortificado de Santa María; la curación del caballo del escribano del Rey; hasta el hallazgo de la salud por tantas gentes que acudían a ponerse a sus pies; el propio Alfonso X experimentó el poder de Santa María del Puerto en sí mismo: sus piernas hinchadísimas, que no le cabían en las calzas, quedaron curadas tan pronto como invocó el nombre de esta Señora y vino a postrarse ante ella. Todo, lo grande y lo pequeño, fue solucionado por Santa María do Porto que mereció tener todo un Cancionero propio en las veinticuatro Cantigas que el Rey Sabio le dedica. Un gran número de poetas de los Siglos de Oro, del barroco, del neoclasicismo, del romanticismo y de las vanguardias han cantado las glorias de Nuestra Señora de los Milagros y sus cultos anuales son convocados, en el día de su Natividad y en su octava, por su “Archicofradía y Esclavitud, por el Venerable Clero, el Cabildo de la Ciudad y el católico vecindario”. Desde tiempo inmemorial el camarín de Nuestra Señora está cuajado de exvotos de plata y pictóricos en recuerdo de sus gracias y milagros.

alfonsox_castillos_leones_puertosantamaria2La devoción de las personas de la realeza por esta imagen de Nuestra Señora va desde el propio Rey Alfonso X, el Infante don Juan Manuel, hasta el Príncipe Manuel Filiberto de Saboya que fue su devoto esclavo y Patrono de su capilla, y fueron miembros de la Archicofradía y Esclavitud los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio y los infantes don Fernando y don Carlos, que luego serían Fernando VI y Carlos III que en los años 1729 y 1730 asistieron a su procesión y a la solemne octava de la Santísima Virgen.

La Archicofradía y Esclavitud tiene cartas de hermandad con la Compañía de Jesús, con los Dominicos, con los Mínimos, con las Concepcionistas Franciscanas, con las Capuchinas, con las Comendadoras del Espíritu Santo, y tiene numerosos breves y bulas papales con gracias e indulgencias, además de las concedidas por muchos Arzobispos y Obispos.

Un hito en la devoción de Nuestra Señora fue su coronación canónica el 8 de septiembre de 1916, por Breve de S.S. Benedicto XV, coronación que efectuó el Cardenal Enrique Almaraz y Santos, Arzobispo de Sevilla a cuya Archidiócesis perteneció El Puerto desde su reconquista hasta 1980. Fue la primera imagen mariana coronada en la provincia de Cádiz.

Así pues, la imagen de Nuestra Señora de los Milagros que se encontraba al culto en el Santuario fortificado de Santa María de El Puerto, única parroquia que existía en la Ciudad, fue trasladada al nuevo templo que se comenzó a construir, extramuros, en el lugar llamado el Pozo Santo, ante el crecimiento de la población y la pequeñez de la primitiva parroquia. Sobre el traslado de la imagen, en el siglo anterior, a principios del XV, al nuevo templo y otros extremos trata el vicario Martín de Radona en su famoso Informe de 1561 dirigido al Provisor del Arzobispado de Sevilla.

II. La construcción del nuevo templo Prioral de Santa María del Puerto, vulgo del Pozo Santo. El priorato, concesión de Sancho IV. Capillas y patronos.

En un lugar, extramuros de la villa del Gran Puerto de Santa María, denominado el Pozo Santo, referente en todo el Libro del Repartimiento, se acordó construir la nueva iglesia. Era el Pozo Santo el sitio donde, según la leyenda, estuvo escondida en tiempos de los moros, la imagen de Nuestra Señora con todo su ajuar desde 1253 hasta 1260. Allí, al parecer, fue encontrada después de inspeccionar, en la reconquista de la ciudad, todos los pozos. En la actualidad ese pozo medieval se conserva y está situado en el empedrado exterior de la Prioral.

...continúa leyendo "2.347. IGLESIA MAYOR PRIORAL. El Vaticano la erigirá Basílica el 25 de enero."

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caduycanavese_1885_puertosantamariaAl objeto de atender las peticiones de las bodegas se instalaron en la Ciudad una serie de fábricas de vidrios, botellas y tarros durante la segunda parte del siglo XIX y bien avanzado el XX, dado que el término municipal portuense posee abundantes terrenos en sílice, lo que propició el asentamiento de estas industrias auxiliares de la vinatería, que surtieron de dicho mineral a las fábricas instaladas en Jerez, aunque dichas arenas también se obtenían en el término municipal de Arcos de la Frontera. /En la imagen de la izquierda, timbre de cartas de la Fábrica de Vidrios Cadú y Canavesse, en 1885.

La fábrica de vidrios local más antigua que hemos localizado se llamaba "La Ceres" y parece que estuvo funcionando entre 1852 y 1855. desconociendo donde estaba ubicada. Tenía el depósito de sus fabricados en la calle Cielos 90, antiguo.

En el año 1870 encontramos la fábrica "La Portuense", ubicada en calle de la Rosa 26 moderno, y su propietario fue E. Gameo. En esa misma fecha existía en Vergel 12 una "Fábrica de Cristales, Muselina y Baubé" de la que era propietario Miguel Martinez.

En 1876 encontramos referencias de una fábrica de vidrios huecos (botellas)  llamada "La Vinatera" dirigida por Emilio Boureoud. Indicándose como domicilio la calle Cobos 12, cuya localización desconocemos.

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Publicidad de la fábrica de vidrios de Cadú y Canavese.

En 1880, el año de la inauguración de la Plaza de Toros, se instala la fábrica de botellas y tubos “Nª Sª de los Milagros" de Luis Cadú, con domicilio en calle de la Rosa 14, (véase albarán fechado en 1884), que realizaba botellas de las denominadas ‘bordalesas’ e ‘inglesas’ y vidrios. Es posible que este empresario se asociara con Canavesse y esa empresa se mantuvo hasta 1893, fecha en la que estaba en liquidación.

En 1893 existen nada menos que tres fábricas en El Puerto: "L. Arana y Cía.", "José Iglesias" y "Cadú y Canavese" que se disolvió ese mismo año. Sebastian Canavesse, el socio de Luis Cadú, abrió con capital de Ruiz y Rodriguez Hermanos una fábrica en Jerez llamada "La Constancia Industrial" en la calle Circo, cerca de la Plaza de Toros de la vecina población, que duró poco tiempo (1895-1899) y después, en el mismo sitio en sociedad con Andrés Bocuze una fábrica de botellas, de fabricación francesa con el nombre de "La Jerezana" de la que debió apartase en 1900 o 1901 al fusionarse esta con una compañía belga.

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Albarán de la Fábrica de Botellas de Todas Clases 'La Constancia Industrial', en Jerez de la Frontera. 

Y, finalmente, en Septiembre de 1901 en la sesión municipal del 26 de ese mes se aprobó una solicitud para establecer una fábrica de botellas en el edificio del antiguo hospicio, que lindaba con el edificio del Monasterio de la Victoria, ya convertido en Prisión General, de acuerdo con el informe favorable del Maestro Mayor.

La solicitud fue hecha por Bernardo Canavese, un hermano, hijo o padre --desconocemos el parentesco-- de Sebastian Canavese, este emprendedor de los vidrios, que será el responsable técnico de esta nueva fábrica, bautizada como "La Victoria" que tenía un horno que le permitía fabricar entre 2.500 y 3.000 botellas blancas ya que las negras, inicialmente, no las fabricaban). La sociedad se constituyó con el nombre de "Melendez y Canavese", figurando como gerente Miguel Melendez Polo, que era junto con su hermano Joaquín, socio capitalista de dicha compañía. En 1902 estaba en plena actividad y tenia proyectos de ampliarse.

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La Fábrica de Botellas "Vidrieras Palma" que provenía de las Islas Balerares y de ahí su nombre, estuvo situada frente a la Casa de la Cultura, hasta el el tercer tercio del siglo XX, cuyo solar hoy lo ocupa un conjunto de viviendas unifamiliares, de puertas azules. En la imagen, cuando aún no estaba construida la Casa de la Cultura y viviendas adyacentes, y su lugar  lo ocupaba el campo de fútbol 'Eduardo Dato', del Racing Club Portuense.

La inestabilidad de estas industrias, bastante peligrosas por cierto --en 1924 se produjo una explosión en Milán, en la fábrica de fósforos Canavese, con más de 25 víctimas mortales-- tienen su origen en la dependencia de los "caprichos" de los vinateros que solían proveerse en Alemania de sus botellas; aquellas que no lograban mantener un buen equilibrio en la dualidad calidad/precio estaban abocadas a desaparecer.

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Flotador de cristal para las redes realizado en “Vidrierías del Guadalete”. En una cara tiene el sello de “VG” --en la foto-- y en el lado opuesto del flotador se puede leer “PUERTO STA MARIA ESPAÑA”

Otras dos vidrieras bien mediado el siglo XX fueron “Vidrierías del Guadalete, S.A.” y “Vidrieras Palma, S.A.” (VIPA). La primera fue absorbida por la sociedad francesa “Saint-Gobain” en 1945 --los franceses había ejercido el monopolio de la fabricación de botellas durante mucho tiempo en el Marco del Jerez--, mientras que “Vidrieras Palma. S.A." eran transferida de las Islas Baleares a El Puerto de Santa María y, a su vez absorbidos por Vidrierías Españolas, S.A. (VICASA) en el último tercio del siglo XX.

 

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