«—Dani, ¿donde vas tan ligero?, siéntate y termina de comer». «—Que ya he terminado abuela, me voy que me están esperando». «—No te vayas muy lejos que tu sabes que, no estando tu madre, no me gusta que te alejes». «—Que no abuela, que no». Salí corriendo con con dos [d]amascos que había sacado de los nidos que hice con Antonio, y ya en la Fábrica de Harina lo esperaba ‘el Casca’, de ‘la Chicula’ y el Antoñin, de Juana. Habíamos quedado para coger mañoclas en la Bajamar junto al muelle del Vapor.
«Quillo, ligero que tengo que estar en mi casa antes que llegue mi madre, que está limpiando en casa de Armando [Micaletti], el italiano. Vamos al Cañillo mejor que son más gordas y de camino cogemos bocas de barrilete». «—Yo no voy Casca, picha, se entera mi abuela y me mata». «—Enga Dani no seas mas cagón, lo mismo da al muelle del Vapor que al Cañillo. Si se entera, te la va a ganar igual». «—Bueno venga, pero ligerito».
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