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(continuación)

«Durante la Guerra Mundial he sido el dibujante de la Casa Americana en Madrid, desde donde he ilustrado artículos para la prensa. En el año 1940 me llamaron para ilustrar la Revista literaria "Novelas y Cuentos", y he sido su dibujante portadista durante 17 años.

Y quedé como nos dejó Franco a todos los madrileños, porque el dinero de la Republica quedó sin valor. Guardando colas para recoger una lata de sardinas y mis hermanas en las colas de Auxilio Social para coger en una cacerola el rancho que nos daban, y así muchos días, por la mañana y por la tarde.

A los amigos que venían de zona Franquista, a esos había que huirles, no se sabía nunca como iban a reaccionar, y a los que les había cogido aquí pero se habían acomodado enseguida, te decían que te escondieras y que ya te avisarían cuando el pastel fuera repartido por si quedaban migajas o te metían en la cárcel.

Portadas de novelas y cuentos, que estaría realizando por espacio de 17 años.

Así y todo había que trabajar y buscar por donde fuera. Un día me avisaron de la Cámara de Comercio Alemana, que en aquellos días ya estallada la Segunda Guerra Mundial, victoriosas sus armas y amigos de Franco, era lo mas ambicionado por todos.

Y empezaron a darme trabajo. Cuando esto se supo, me pusieron una denuncia a la Embajada, con el deseo de que me hubieran detenido y haberse quedado con el trabajo, porque en la denuncia ya se ofrecían a cubrir mi puesto. Esto en aquellos días era muy peligroso. Pero esta denuncia cayó en manos de D. Juan Frank, alemán, Director de la Cámara, que me llamó y me dijo: --¡Ud. Tiene muchos enemigos! Pero nosotros no nos dirigimos a nadie sin antes tener todos los informes. Sabemos de Ud., tanto como Ud., y además sabemos que es Ud., honrado. Me preguntó que documentación tenía. Yo le enseñé la que teníamos todos en aquella fecha, un papel en el que constaba como que era prisionero de guerra, con la clave E, clave que nadie sabía el significado. Me dió un puro, creo como desagravio, y me mandó a su abogado. El abogado me dijo que estaba clasificado como indiferente, que volviera a mi trabajo que ellos se ocuparían de todo. Esto se supo y a partir de entonces me dejaron tranquilo. Luego supe que el que me puso la denuncia estaba en un Organismo Oficial y lo echaron a la calle.

Yo cobraba de los alemanes por trabajos hechos. No tenía sueldo de ninguna clase. ??Mediada la Guerra Mundial me ofrecieron una colocación con sueldo en la Embajada de los Estados Unidos y fui a comunicárselo a los alemanes. Ellos comprendieron que esto significaba una seguridad. Yo ya estaba casado y tenía una hija, y me autorizaron, agradeciéndome los servicios prestados. Aún después de terminada la Guerra, varios años he recibido por Navidad felicitaciones de D. Juan Frank. Y pasé a pertenecer a la Sección de Prensa de la "Casa Americana", desde donde he ilustrado artículos para toda la prensa con el seudónimo   de "Tete". Cuando llego Truman a la Presidencia de los EEUU empezó reduciendo gastos, y el mío tenía que ser insoportable para el país americano y fui uno de los primeros despedidos. (En la imagen de la izquierda, cartel de la Feria de El Puerto del año 1953, realizado por Manolo Prieto).

Estuve dando tumbos hasta que me avisaron de "Publicidad Azor" en donde he sido Director Artístico y Jefe de Estudio durante 17 años, y allí hubiera seguido si otro americano no me hace la puñeta.

En 1954 Manolo Prieto crea en "Publicidad Azor", de donde es Director Artístico y Jefe de Estudio, la famosa valla publicitaria para la empresa Osborne, "El toro de las carreteras", valla que no es aceptada con mucho entusiasmo por el cliente, pero que acabará convirtiéndose en icono para   la sociedad española llegando incluso a traspasar su fama las fronteras españolas.

Cuando llegó Kennedy, el Mundo entero padeció el sarampión de la juventud, y en España el sarampión y la tos ferina. Todo aquel que no fuera con el pecho sacado y no se subiera la escalera a la pata coja, había que echarlo a la cuneta. Llegó el dinamismo ¡No había tiempo que perder!.Se necesitaban en todas partes hombres "con 20 años" y mucha experiencia. A mí me cogió con 50, no había más remedio que sucumbir, y me echaron.

Uno de los 90 toros existentes en las carreteras españolas.

Y otra vez a empezar, y era la tercera. Esta vez me costó mas trabajo, por mi edad el clima era contrario, y por lo que era, por mis éxitos y por el puesto que ocupaba en la profesión, puesto jerárquico, había muchas envidias solapadas. Este final que yo no esperaba me desmoralizó y baje la guardia y todos a una como manadas de lobos, se cebaron conmigo. En esta fecha, también terminó mi colaboración como dibujante de "Novelas y Cuentos", después de 17 años ininterrumpidos. (En la imagen de la izquierda, autorretrato de Manolo Prieto).

Reaccioné y gracias a mis hijas que me ayudaron a mantenerme a flote, mandé a todos a hacer puñetas y viré en redondo, empecé una nueva profesión, donde los principios no han sido fáciles porque los escultores me recibieron con recelo y se cerraron como almejas. Ellos también sabían que yo en cualquier especialidad en el Arte fuera lo que fuera, tenía lo importante, la materia prima, solamente necesitaba el oficio y eso era lo que me negaron, pero yo con constancia me lo he inventado, y aquí estoy. Hoy soy profesional de la medalla, con piezas en Museos y premios en Concursos Nacionales e Internacionales, y considerado como escultor de medallas de primera clase».

"En el Museo Municipal de El Puerto de Santa María encontramos una colección de monedas así como una selección de dibujos preparatorios. Esta obra es testigo de la madurez intelectual, la destreza técnica y la seguridad y determinación del artista por adentrarse en referencias universales que traspasan las de la propia Literatura. “Eva y la manzana”, “El campo”, “Casada infiel”, “Abelardo y Eloísa” y “El manantial de la doncella” son los títulos de estas medallas de la que vemos  el anverso y el reverso. En esta última, la cual aparece en la fotografía, el artista va más allá de la referencia literaria  acercándose al mito del amor. La escena encuadrada muy cuidadosamente en el paisaje presenta a los personajes por un lado de la medalla, por el otro el amor, el deseo, “El manantial de la Doncella”, lo tituló él" (Lola Caballero, Restauradora de Obras de Arte).

Manolo Prieto escribió esta autobiografía a los 66 años de edad. Una lástima que dejara 12 años de su vida sin relatar, pero quizás esta autobiografía sea la que más nos acerca a sus sentimientos y a su modo de ver la vida. Falleció el día 5 de mayo de 1991 a los 78 años de edad. Durante este tiempo siguió con su faceta de escultor de medallas, cosechando éxitos, tanto nacionales como internacionales, que le alzaron como uno de los más prestigiosos medallistas españoles del siglo XX, exponiéndose sus creaciones en las más importantes ferias internacionales de la FIDEM (Federación Internacional de la Medalla).

Calle Manuel Prieto, por el Paseo de los Enamorados.

En 1980 el Ayuntamiento de El Puerto le rinde homenaje poniendo su nombre a una calle En 1986 es nombrado académico de la Academia de Bellas Artes ‘Santa Cecilia’, lugar donde comenzaron sus primeros pasos como artista. Su discurso de ingreso, en 1987,  versó sobre "El cartel, arte y ciencia y lo que sé de su historia", siendo contestado por el académico Juan Ignacio Varela Gilabert.

Al año siguiente, en 1988, se inaugura una Exposición antológica de Manolo Prieto bajo el nombre "50 años de bocetos de carteles y medallas" en el Palacio de Oneto de nuestra Ciudad, y para la que el artista portuense realiza un autorretrato como cartel anunciador de la Exposición. Manolo Prieto hace donación de las obras expuestas al Museo Municipal de la ciudad. Coincidiendo con la exposición se celebra un curso sobre realización de medallas impartido por Manolo Prieto. Esta es la última visita del artista a su ciudad natal.

Hasta días antes de su fallecimiento estuvo trabajando en la colección de medallas sobre las   Comunidades Autónomas de España. Nunca aceptó que un artista se pudiera jubilar, ya que según su pensamiento, un artista siempre debe estar ideando y creando nuevas obras que ofrecer. (Textos: Fundación Manolo Prieto)

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Remigio Andújar Gómez nació en Sevilla el el 1 de abril del año 1917, hijo de padres sevillanos, Remigio Andújar de las Doblas y de Concha Gómez. Este año se cumplen 25 desde que muriera aquejado de una enfermedad, con apenas 68 años. El matrimonio se divorció y Remigio recibió la educación, interno, en un convento de Lora del Río (Sevilla), de donde saldría para hacer el Servicio Militar, primero cuatro años, durante la Guerra Civil y luego otros tantos dada su profesión de electricista. Y es que, durante la guerra no estuvo en el frente, sino en tareas de reconstrucción por mor de su trabajo.

ELECTRA PERAL PORTUENSE.
Remigio llegará a El Puerto con su madre y un hermano, José, rehaciendo ésta su vida familiar al formalizar su unión con un vecino de El Puerto, Castillo, con quien tendrá dos hijos mas y por tanto, hermanos de madre de Remigio: Juan y Manuel. En El Puerto, Remigio entrará a trabajar en ‘la fábrica de la luz’, en Electra Peral Portuense, que con el tiempo sería absorbida por la Compañía Sevillana de Electricidad, hoy Endesa. Las fuentes consultadas de la familia afirman que Remigio ya vino a El Puerto trabajando para esta empresa desde Sevilla donde se colocó como electricista en la Compañía, permaneciendo en diversos cometidos por espacio de cerca de cuarenta años.

En la imagen, a la izquierda, la Electra Peral Portuense, a la derecha, el Hostal España. (Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico).

Y es que Remigio, persona instruida, lo mismo leía contadores, que hacía instalaciones, era cobrador, o redactaba cartas en la oficina, lo que le supuso su promoción a administrativo, dada su formación. Atrás quedaron los tiempos en que leía los contadores de la luz de los campos del término municipal portuense sin más medio de transporte que una bicicleta. Pero aún, como electricista, se buscaría la vida por las tardes haciendo instalaciones eléctricas.

Cuenta un buen amigo y compañero suyo de la Banda de Música, Calixto García Rodríguez, que cuando a Remigio le tocaba guardia en la Electra Peral Portuense y había que encender y apagar el alumbrado extraordinario del centro --sendos tramos de las calles Larga y Luna-- lo acompañaba por la noche con una pértiga ya que había que conmutar este grupo de farolas de forma manual, encontrándose muchas veces en el recorrido con el sereno Sala.

FAMILIA NUMEROSÍSIMA: 11 HIJOS.
Y es que nuestro protagonista, casado con la también sevillana Gracia de la Rosa Valverde, nacida en mayo de  1919 y fallecida el 9 de septiembre de 1994. Tuvo una larga descendencia: 11 hijos: Manuel (+), Pepe que trabaja en Endesa y llegó a acompañar a su padre tocando también ‘la caja’, Remigio trabajador jubilado de APEMSA, Antonio trabajador en la clínica Santa María del Puerto, Miguel (+), Fernando, Juan (que toca el saxofón alto en la Banda de Música), Concha, Pedro,  Pilar y Jesús Andrés. Vivirían, primero en la calle Lechería –actual Cervantes—y luego en una casa de la Barriada de la Playa. Las patatas había que comprarlas por sacos, para alimentar a la prole. Su mujer, a la que conoció en Sevilla, era trabajadora  de  la Pirotécnica Militar, una fábrica de munición en la que, un desgraciado accidente hizo que perdiera un ojo.

En la Asamblea Local de la Cruz Roja. Sentados, de izquierda a derecha: desconocido, Miguel Bru, Remigio Andújar, Revuelta y Balbuena. De pie, de izquierda a derecha, Zampaña, Virués, y Vicente García Díaz con el casco blanco. 8 de diciembre de 1970. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

CRUZ ROJA.
Remigio era voluntario en la Cruz Roja, en la que pasaría por diferentes empleos: cabo, sargento, brigada, jubilándose como Teniente. Eran los tiempos que había que recaudar fondos con las almohadillas en la Plaza de Toros o el campo de Fútbol, pero también los tiempos en que había que actuar ante situaciones difíciles. Durante la Explosión de Cádiz en 1947 permanecería por espacio de más de una semana  colaborando en las tareas de auxilio en la capital gaditana. Sus compañeros de siempre: Ramón Clavijo, Revuelta, Balbuena, Julián Hernando, ‘Sanani’ cuñado de Revuelta…

El 1 de enero de 1967, recibiendo un nuevo equipo para ambulancia, la furgo CA-53595, en las puertas del Ayuntamiento. A la izquierda Remigio Andújar junto a 'Sanani'. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

Allí viviría una desagradable experiencia cuando fue detenido por la Policía, junto a un agente municipal y otro paisano, a los que detuvieron acusados de actividades sediciosas contra el régimen de la época, algo que se demostró incierto, siendo todos restituidos en sus empleos. Con una mobylette campera, hacía las rondas a los distintos puestos de socorro instalados en las carreteras de acceso a El Puerto en el cruce de las carreteras de El Puerto-Sanlúcar y Rota-Jerez, donde una tienda de campaña, equipo de curas y cuatro camilleros eran destinados  a lo que llamaban ‘el desierto’, pues casi nunca pasaba nada. Donde si había trabajo era en los Puestos de Socorro de las Playas de La Puntilla, Valdelagrana y Fuenterrabía donde, además, contaban con la colaboración de aquellos recordados practicantes (ATS), Bernal, Chamorro y Lamadrid.

La Banda de Rocafull, a las puertas del Ayuntamiento de la Plaza de Isaac Peral.

LA MÚSICA.
Remigio actuaba en la Banda Municipal de Música, primero con el maestro Rocafull (nótula núm. 217 en GdP) entrando en la academia de aprendizaje en 1942, en la que fué Casa del Pósito y la Alhondiga --luego conocida por la Casa de los Millones--, en cuyo solar, en unos de los laterales del castillo se encuentra el busto de Juan de la Cosa y una reproducción del mapa mundi de Juan de la Cosa en azulejos, enmarcado en la fachada del desparecido edificio. A principio de la década de los 40 del siglo pasado en los bajos estaban las cuadras de los burros de la municipalidad, y en el piso superior, a través de unas escaleras en muy mal estado, se accedía al cuarto de ensayo del Maestro bajo la dirección de José Joaquín Barba Rocafull.

La banda, con Remigio, conocerá diferentes emplazamientos para sus ensayos. Tras la Casa de los Millones vendría el hoy desparecido Colegio de la Plaza del Polvorista, el Instituto Santo Domingo, Bellas Artes en sus dos emplazamientos, el antiguo y el actual, el Mercado del Ejido de San Juan, la Casa del Pueblo --los actuales sindicatos-- donde vivía Manolo ‘el Tuba’, en la OJE --actual sede de Deportes--, en el Monasterio de la Victoria cuando fue sede de la Policía Local, en la Casa de la Cultura en ambas plantas, estando en la actualidad en el Polígono Industrial de la Autovía de Jerez.

La Banda de Música, dirigida por el Maestro Dueñas, en 1963, a las puertas del Ayuntamiento. De izquierda a derecha, fila superior, Rafael Portela (saxofón alto), Joaquín Morro (trompeta), Francisco Cachetta Guiofré (clarinete principal) (*), Eduardo (bombardino), Calixto Garcia Rodríguez (tenor), Manuel Gallardo Reinado (trombón), Francisco Güelfo (clarinete), José Sánchez (clarinete), Vicente González Sucino (fliscorno, bombardino), Ángel Delgado Herrera (trompeta segunda), José Luis Ramos Añino (clarinete), Antonio Ramos Añino (saxofón alto), Enrique Morro (fliscorno primera), Manuel Jiménez García (tuba primera). Fila inferior, Antonio Bernal (platillero) el niño Vicente García Díaz (clarinete), Juan García Sánchez (bombo), Francisco Dueñas Piñero (director), Remigio Andújar Gómez (caja) y Fernando Güelfo (clarinete y trompeta). La identificación ha sido realizada por Vicente García Díaz.

(*) Perteneciente al destacamento de italianos que estuvo alojado en El Puerto durante la Guerra Civil, se quiedó a vivir en nuestra Ciudad.

De a la Banda se hará cargo a partir de 1952 por espacio de 30 años el maestro Dueñas , hasta  1982.  (nótula núm. 197 en GdP) con quien continuará y, tras la desaparición de éste, con Miguel Leveque a la batuta. Procesiones, conciertos al aire libre, actos oficiales, desplazamientos a otras poblaciones, lo que sin duda ayudó a la economía de una casa con tantas bocas que alimentar, junto a su afición por la música. Tocaba un instrumento de percusión: la caja, si bien antes lo intentó con otros de viento; era el encargado que los instrumentos de percusión funcionasen y costeaba, de su propio bolsillo, los parches y arreglos que compraba en Establecimientos Parodi, en Cádiz.

En una orquestina, vemos a Remigio Andújar a la batería flanqueado por dos camareros. De pie de izquierda a derecha, Calixto García Rodríguezc, con el clarinete con un brazo sobre Antonio de 'Caza y Pesca', Miguel 'el gitano' con trompeta y Juan García Sánchez con el saxofón. (Fotografía: Colección Vicente García Díaz).

Además, Remigio, junto a otros amigos en otros grupos musicales, orquestinas más informales,  que actuaban en la Feria y Salas de Fiestas de El Puerto, tales como Jalisco y el Picnic, y otras de la zona, junto a Miguel Pacheco Felices, conocido como ‘el Gitano’ o ‘Gaona’, Enrique Galán González --que luego sería director de la Banda Municipal de Música de Rota--, Joaquín Morro Romero ‘el Tajaíta’, Calixto García Rodríguez y otros.

En esta imagen, vemos la Banda de Música dirigida por Miguel Leveque, en un homenaje organizado por la ciudadanía a la Policía Municipal, siendo Rafael Gómez Ojeda alcalde. En primer término Miguel Leveque. En las primeras filas, Vicente García Díaz, platillero, Bernal, con al Bombo y Remigio Andújar, con la caja. (Foto: Archivo Municipal).

LOS TRAJES DE REMIGIO.
Era un comentario generalizado que Remigio gastaba poco en ropa de calle y tenía su explicación: y es que siempre iba de uniforme. Entre semana usaba el de la Compañía Sevillana de Electricidad y los fines de semana alternaba entre el de sargento o brigada de la Cruz Roja y el uniforme de la Agrupación Musical Portuense, luego Banda de Música ‘Maestro Dueñas’. En el anecdotario extenso que se cuenta sobre nuestro protagonista están las bromas que le gastaban los compañeros ya que, entre semana iba a cobrar o a leer el contador  ‘varias veces’ a algunas bodegas y, por supuesto a libar de sus caldos. «--Niño, que voy a leer el contador en la Bodega de Terry». Y se escuchaba una voz: «--Otra vez, Remigio?».

Remigio Andújar, en el puesto de socorro de la Feria de Crevillet --una caseta de playa adaptada--, flanqueado por Vicente García, con uniforme de la Banda de Música y el Cabo Zampaña, con Uniforme de la Cruz Roja. Y es que una responabilidad llamaba a la otra.

COLECCIONISTA DE MINIATURAS.
Remigio, con aquellas gafas de miopía acusada, con su sempiterno cigarrillo alojado en la comisura de los labios (más tarde se aficionaría a los puros), era un coleccionista de miniaturas: soldados clásicos, marinos, legionarios, músicos, … Encargaba los moldes a los representantes que, una vez al año venían por El Puerto y el fundía el plomo, los adaptaba, fabricaba los instrumentos en miniatura, los pintaba… al año, cuando volvía el representante, a cambio de aquellos moldes recibían algunas obras de la producción de nuestro protagonista.

Tuvo una importante colección de figuras de nacimiento de Ángel Martínez, (izquierda) el imaginero de la Navidad por excelencia de El Puerto, hoy felizmente rescatado por Sucesores de A.M.  y el espíritu emprendedor de Vicente Rodríguez (ver nótula núm. 236 en GdP). escaparatismo-decorados/ Con aquellas figuras montaba impresionantes Nacimientos en algunas casas adineradas de El Puerto en la época. Y también llegó a poseer una considerable colección de figuritas de Antonia ‘la de los muñequitos”, También hacía pasos de Semana Santa en miniatura y penitentes de plomo que se podían adquirir en la Papelería Perez Pastor en la calle Larga o en Casa Cortés, en la calle Luna.

UN HOMBRE CULTO.
Vivió una infancia dura, que le marcaría a lo largo de toda su existencia. La familia del padre, con posibles, le hizo acreedor de alguna herencia, como una fábrica de conservas en Algeciras y otra de textiles en Málaga, que no sabemos como se substanció. Fue una persona culta, ‘de manos delicadas como decía su mujer’, que lo mismo leía el contador de la luz, que interpretaba  una pieza con la Banda del Maestro Dueñas, que evacuaba a un lesionado en el campo de fútbol. Murió con 68 años, el 29 de agosto de 1985. Se sintió indispuesto durante el acompañamiento musical que la Banda de Música porteña hacía a la Hermandad chiclanera del Cristo de la Piedra. Tras un periodo en hospitales y en su casa, Remigio tocaría pronto la caja en el más allá con esa sonrisa socarrona y esa bondad que eran características de su bonhomía. (Texto: José María Morillo).

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El Banco Hispano Americano ha tenido una larga trayectoria en El Puerto desde que abriera como agencia hasta su implantación definitiva --y final, al incorporarse a una rueda de fusiones-- en la esquina de la casa de la calle Larga con Luna, con la nueva obra de aquella casa que tenía un tacón y que, con la reedificada albergando en sus bajos el citado banco.

A la izquierda, colegio de las Esclavas. A la derecha, a media calle, el tacón que desparecería con la construcción de la nueva sede del Banco Hispano Americano.

Este banco fue fundado en 1901 con el capital que algunos emigrantes y sus descendientes españoles habían amasado en tierras americanas y que, a su regreso tras los desastres de 1898 harían tomar conciencia a España cual era su papel entonces, en la historia y en el mundo.

En 1991 se crea el Banco Central Hispano, fruto de la fusión de los bancos Central e Hispano-Americano. Ocho años más tarde, en 1999 el Banco Central Hispano se fusiona con el Banco Santander, creando el Grupo Santander o Banco Santander Central Hispano, con el que permanece en la actualidad.

Despedida de Manuel Torres Vallejo, director entonces del Banco Hispano Americano, en el Hotel Loreto,  julio de 1947. De izquierda a derecha, fila inferior, Ramón Matiola Gutiérrez, desconocido, José Fernández García, José Sánchez Sánchez, José Luis Mesa González, Manuel Romero Rivas y Luis Pérez Sánchez; fila siguiente, José Luis Delgado Forjas, Antonio León Amo director, el homenajeado Manuel Torres Vallejo, José María Ruibal de Flores Jimenez, padre del cantautor Javier Ruibal y José Benítez Retamar; fila siguiente, Manuel Álvarez, Antonio García Brotons, Juan de Dios Mesa González, Juan Díaz Gómez, Antonio Ortega García, Juan Roselló Castell, Emilio Terol Escribano, José Roque Morales Augusto, Francisco Pérez Vázquez, Francisco González Rivera, Manuel Álvaro Campo y desconocido; fila superior, Antonio Castillo Padial, dos desconocidos, Manuel Torres hijo del recipiendario del homenaje por jubilación Torres, José Rodríguez López, Francisco Guerrero García, Andrés Jiménez Rodríguez, dos desconocidos, Santiago Castilla Robredo, Eduardo Cossi Aboza, Guillermo Jiménez Rodríguez, Fernando Polanco Sierpes, José Luis Gallardo Poullet y Eduardo Zamorano Lechuga.

Fila superior, de izquierda a derecha, Ramón Matiola Gutiérrez, José Fernández Gutiérrez, Antonio Ortega García, Juan Neva García, José Luis Gallardo Poullet, Juan de Dios Mesa González, Antonio Fajardo Díez, José Luis Mesa González, Francisco González Rivera, Juan Roselló Castell, Agustín Silonez Villaverde director de la entidad, José Sánchez Sánchez, Domingo Roa Duvige, Eduardo Cossi Aboza, Fernando Polanco Sierpes, y Juan Gallardo Poullet; fila del centro, Guillermo Jiménez Rodríguez, Emilio Ramírez Bermejo, Francisco Pérez Vázquez y Andrés Díaz Gómez; fila siguiente, Santiago Castilla Robredo, Manuel Romero Rivas, Manuel Alvaro Campo, Manuel Monje Alonso, José Rodríguez López, Plácido Romero Rivas y Francisco Guerrero García; fila inferior, Antonio García Brotons, Guillermo Jiménez Rodríguez y Antonio Barragán Rodríguez.

Esta otra imagen, ya a color, está tomada durante el homenaje por jubilación a Santiago Castilla Robredo y José Luis Gallardo Poullet. Fila superior, Alejandro Rodríguez Morillón, Juan Neva García, Andrés Díaz Gómez, Andrés Jiménez Rodríguez, José Luis Mesa González, Manuel Monje Alonso, Juan Gallardo Poullet y Ramírez; fila del centro, Ramón Matiola Gutiérrez, Guillermo Jiménez Rodríguez, Manuel Romero Rivas, desconocido de Jerez, que estaba en ventanilla, Santiago Castilla Robredo, Antonio Barragán, José Luis Gallardo Poullet, Juan Roselló Castell, Francisco González Rivera, José Fernández Gutiérrez, Luis Pérez Sánchez y Antonio García Brotons; agachados, Juan de Dios Mesa González, Juan Ruiz-Herrera Gallego, Antonio Matiola Mayorga, Domingo Monge Reinado, Manuel Gómez de ventanilla natural de Jerez, Manuel Álvaro y Antonio Perez Parralo.

(Imágenes pertenecientes a la Colección de Vicente González Lechuga).

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No fueron solamente Ángel Martínez, ni su sobrina Carmela los que hicieron figuritas de Nacimiento en El Puerto, aunque es lo cierto que Angelito y Carmela fueron los más notables y famosos en toda España.

Sin embargo, esta Navidad debo traer aquí el nombre de otra artesana que, aunque natural de Ubrique, floreció en El Puerto, en los años cuarenta y cincuenta. Se trata de Juana López Ruiz, conocida por “Antonia, la de los Muñequitos”. Casada con Juan García Laynez, de Rota, ella trabajó en el Hospital de San Juan de Dios, como limpiadora, cocinera y él de enfermero. Vivieron en la calle de las Cruces, enfrente de Purullena, en la casa que fue de Bononato el de los pies grandes, y allí comenzaron a crear muñequitos de Nacimiento populares, con la ayuda, a veces, de un hermano de Juana, Alfonso López Ruiz. Luego pasaron a vivir a la “Casa de Aguado” en la Plaza del Polvorista, donde y que sea por muchos años, ha vivido hasta hace un par de meses el hijo de Antonia y de Juan, Manolín.

(En la imagen de la izquierda fotografía de Juana 'o Antonia' facilitada por la familia.)

En esa casa vivió “Antoñita, la de los muñequitos” y hasta hace un par de meses ha seguido viviendo su hijo Manolín.

Con el barro que sacaba de una cantera, en el camino de “Las Boneas” –”Las Monedas”–, en un barrero que era de la Viuda de Terry, a la que, anualmente, Antonia, pedía un papelito, para que el guarda no se metiera con ella, tenía ya la materia prima. El resto era dar forma a la arcilla, blanquecina y albariza. No tenía moldes, ni modelos. Lo suyo era la inspiración, movida por los dedos, de la que salían amagos de la Virgen, de San José , del Niño, de los pastores, de las ovejas, de las cabritas, de los camellos con los Reyes, de ángeles, de Herodes y sus soldados romanos… todos cocidos rudimentariamente en un bidón lleno de serrín, y, finalmente, decorados con unas pinturillas que Antonia compraba en casa del Cárave. El resultado era de lo más “naïf” y tierno que pueda pensarse. Y de lo más primitivo. Estaban –sin saberlo ella–, umbilicalmente entroncados con el arte ibérico, o con el púnico, como si el tiempo y los milenios no hubieran pasado.

Remigio Andújar, el de la Electra Peral, el del tambor de la banda de Dueñas, el de la Cruz Roja, llegó a tener un completísimo Nacimiento con figuritas de Antonia y todos los años lo colocaba –distinto– en su casa. Muchos clientes hubo en Rota, en Jerez, en Puerto Real, en Cádiz… Pero, pasada la Navidad, Antonia, o Juana, se dedicaba a crear figuras de toreros, de picadores, de toros, de alguacilillos, de mulillas, con la misma ingenua gracia. (En la imagen de la izquierda, Remigio Andújar).

Los puntos de venta fijos estuvieron en la Zapatería del Tito, en casa de “La Trabuca”, en la calle Ganado, frente a “Rueda”, y el marido de Antonia, Juan, tenía puesto ambulante que situaba, en la misma puerta del Bar Rábago, en La Pacilla.

Yo, cuando vi la exposición de “i Fenici”, en el Palazzo Grassi, en Venecia, el año 1988, me acordé, asombrado, de Antonia y me vino a la cabeza aquello de Juan Ramón Jiménez, tajante: “No existe arte popular, sino tradición popular del arte” (Texto: Luis Suárez Ávila).

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Miguel Arniz Sánchez nace el 11 de noviembre de 1932, en el núm. 6 de la calle Descalzos --hoy Javier de Burgos--, hijo Diego Arniz ‘el Gallo’ –el mote proviene de su abuelo—nacido en 1896 y de Manuela Sánchez Jiménez, nacida en Ronda en 1898. Fueron siete hermanos, aunque le mayor fallecería prematuramente. Frente a la casa donde nació estaba la taberna ‘La Parra’, recuerda Miguel que al hijo de una vecina lo emborracharon unos familiares teniendo 9 años y murió.

“En los inviernos de mi niñez las noches eran muy largas al no haber cambio de hora y oscurecía muy pronto. A las seis de la tarde ya era de noche. Mi madre y yo nos acercábamos a la copa de cisco y picón para calentarnos. Nos alumbrábamos con un reverbero porque nadie tenía luz eléctrica, y se utilizaban periquillos, palmatorias, mariposas, quinqués, … Decía mi madre que, de niña, jugaba con las hermanas de Juan Belmonte, que vivían en la calle Cielos frente a la Taberna ‘La Burra –ver nótula núm. 489 en GdP--. Entonces Juan era albañil.”

Interior de las dependencias del despacho de La Burra, por otro nombre 'La Andaluza'.

SALA Y ALCOBA.
Vivían 9 personas en dos habitaciones, lo que se conocía como ‘sala y alcoba’. Tenía 16 vecinos en la planta baja y había una casera que entonces hacía las funciones de lo que hoy se podría denominar el presidente de la comunidad de vecinos, que no pagaba alquiler y a cambio velaba por el orden, mantenimiento y el cobro de los recibos de los vecinos. Existían dos cocinas grandes, comunitarias, una en el patio de arriba y otra en el de abajo; se guisaba en anafes con leña o carbón de cok, según las posibilidades económicas. También existían dos lavaderos comunitarios, con varios lebrillos grandes sobre un poyete y una poza para vaciar el agua en el rincón del mismo; la colada se hacía en un caldero a fuego y con un palo grande se movían las ropas con jabón; la lejía era agua y ceniza de los anafes. También existían dos excusados colectivos, en ambos patios.

La casa, conocida como de San José, tenía en la parte alta una azotea con cordeles para tender y sobre los poyetes las mujeres cuidaban macetas con claveles y nardos con olores muy penetrantes. Había dos pozos para coger el agua para el consumo doméstico: beber, lavarse, hacer la colada, limpieza, … además se traía aguas de las fuentes y pilones públicos. Los niños jugaban con pelotas hechas de trapo.

PERSONAJES CONOCIDOS.
“Donde yo nací vivía una familia gitana, para mi un ejemplo de buenas personas y, de vez en cuando daban una fiesta, en la que bailaba Anzonini”. Recuerda a una persona caritativa, el médico Daniel Ortega con nótula núm. 734 en Gente del Puerto, que iba a su casa a curarle unas heridas con tres años, y que no le cobraba nada porque eran gente humilde y sin dinero, según le contaría su madre. (En la imagen de la izquierda, Daniel Ortega).

PRIMO DE RIVERA.
Su madre le contó de su abuelo Diego, que era Guarda de Campo,  que “A la Feria de Ganado venían muchos señoritos de Jerez, que se hartaban de copas y molestaban. Mi abuelo y el compañero tuvieron que tentarle la cara a un joven Miguel Primo de Rivera y Orbaneja para que se marchara. Años más tarde, siendo Jefe del Estado durante la Dictadura los mandó llamar. Ante el susto evidente no pudieron sino relajarse al decirles Primo de Rivera que “--Ojalá hubiera más representantes de la autoridad como Vds.”.

DIEGO ARNIZ, SU PADRE.
De su padre recuerda que desde muy niño empezó a trabajar en las canteras de San Cristóbal, sin apenas escolarización, tuvo que aprender a leer y escribir por libre. Trabajaría en un molino propiedad de unos italianos que se cerraron tras la Guerra Civil. Por cierto que su padre, de izquierdas, se salvo de ser fusilado por la oportunidad que le ofreció Fernando Zamacola –nótula núm. 800 en GdP— de ir a luchar al frente de batalla. Su padre trabajaría también en Sevilla como molinero y luego en El Puerto como consumista (que era el que cobraba el arbitrio o impuesto sobre las mercancías que entraban en la ciudad), en el paso a nivel del tren de Rota, en la esquina del Cementerio; y en las bodegas de Caballero y Terry, donde se jubiló, muriendo en 1976 con 80 años.

Construcción de las Escuelas Profesionales Sagrada Familia.

LA ESCUELA.
Conoció varios colegios antes que los Jesuitas abrieran las Escuelitas en el año 1945. En el Asilo de Huérfanas de la calle Cielos, aunque los niños sin posibles entraban por la calle Diego Niño y luego en el Hospitalito, con un maestro que tenía serios problemas de visión: Diego Pérez Vélez y también recuerda a sus profesores Remigio Peñalver y Manuel Álvaro Bonet.

Desde los 9 a los 12 años se buscó la vida como pudo y supo, ante lo numeroso de la familia y el trabajo temporero de su padre. “Con mi amigo Julio Barcia nos arrimamos a la carnicería de  ‘El Lengue’ para hacerle encargos. Íbamos muy temprano –yo me levantaba a las cinco y media de la mañana-- al Matadero a recoger el menudo de las bestias tras sacrificarlos. Nunca llegaban las pajarillas y las mollejas de los cerdos que nos comíamos asada en un caldero de los que se usaban en el Matadero”.

Con 13 años ingresa en las Escuelas de la Sagrada Familia (SAFA)  junto a su hermano Carlos y más adelante otro hermano, Juan. De allí saldría, en junio de 1955 con su título de formación profesional como Oficial Cajista Impresor de tercera, una de las profesiones que ejercería a lo largo de su vida.


Miguel Arniz, primero por la izquierda en la pared, en el Taller de Imprenta de SAFA.

OSBORNE Y BELLAS ARTES.
Con apenas 17 años trabajaría como eventual en las Bodegas Jiménez Varela y en Osborne. Miguel recuerda bodegas no muy grandes, de entonces: Los Caracoles, en la calle Cruces cerca de Santa Clara; Velarde, en Diego Niño y Cielo, se entraba por Diego Niño; Antonio Márquez, en Puerto Escondido; los Giles, en Lechería, hoy Cervantes; Norberto Sordo, frente a la de los Giles, ambas daban al Ejido del Cementerio; Mesa, en Pozuelo, hoy Federico Rubio, cerca de Santa Lucía y la Bodega de Camacho, esquina calle Aurora con la Plaza del Polvorista.

Calle Aurora, a la izquierda la Plaza del Polvorista, a la derecha la Casa de Gaspar Aguado (Bar Playa Rempujo) y un poco más adelante la Casa de las Cadenas.

Miguel Arniz, agachado y vestido de claro, con el grupo de voces 'bajo' del Coro de Acción Católica, el 29 de diciembre de 1957.

En aquellas fechas estudiaba música en Bellas Artes con el Maestro Dueñas –ver nótula 197 en GdP-- Tocaba el clarinete y salía en las procesiones, en los Toros, en la Feria de Ganado, y en los escenarios inexistentes del Paseo de la Victoria y el Parque Calderón. Con 19 años hizo el Servicio Militar en la Marina, como voluntario, pero apenas estuvo seis meses, alegando defectos en la visión.

EL REÑIDERO.
En aquellos años fue portero de ‘El Reñidero’ que estaba en la calle de la Arena –hoy Arzobispo Vizarrón, ilustre porteño que fue virrey de Méjico--, donde se disputaban peleas de gallos ingleses; ayudaba, además en la gallera a Paco Ahucha en el bar como pinche. El vino que se bebía era Amontillado Fino Jardín, de Bodegas Jiménez Varela. Cuando algún gallo ‘cantaba la gallina’, se mataba y se guisaba con arroz y se bebía mucho vino. Eran días de arroz y gallos muertos. “Allí conocí a muchos exportadores de gallos a América y también a toreros. Recuerdo al matador de toros de San Fernando, Rafael Ortega, a quien le decía Enrique Tabares, que era como el juez del reñidero: «—Rafael, que son las cinco menos cuarto y tienes que torear. Corre chiquillo, que es tarde», y Ortega se fue corriendo a la pensión Loreto a cambiar su ropa de paisano por el traje de luces, que era muy aficionado a los gallos. Durante las comidas se escuchaban cantes flamencos y las transacciones se hacían no en pesetas, sino en reales; por ejemplo, en las peleas apostaban por un gallo diciendo: «--Cinco mil reales doy», otros decían «--Doble», y así estaban desde las tres de la tarde hasta las ocho”.

EL PADRE GUERRERO.
Miguel tenía trato y conocimiento con el Padre Guerrero, S. J. –ver nótula núm. 761  en GdP— desde su etapa como alumno en la Escuelita. Este jesuita conocía a mucha gente y, además, era el capellán de la Base Naval de Rota. Miguel trabajaba entonces en una imprenta y, el sueldo de impresor no le alcanzaba para ‘juntar para casarse’ con la que sería su mujer, Milagros Delgado, además de ayudar en su casa, así que se dirigió al Padre Guerrero. «--¿Tu quieres trabajar en lo que sea en la Base de Rota, hasta que monten una imprenta y luego te cambias?», aceptando Miguel de inmediato quintuplicando el sueldo. Estábamos en enero de 1959 con un Miguel convertido en pintor, aprendiendo inglés, luego pasaría a administrativo e incluso a Jefe de Pintores, algo que no le gustó. (En la imagen de la izquierda, fachada con cierre y puerta de la casa de los Merello Alvarez-Campana en calle Luna, junto al desaparecido Teatro Principal, hoy sede de Banesto. Detrás de la niña, Pepa la de Arcos, suegra de Miguel Arniz, y el 'Ama' de los Merello. Año 1932).

FERNANDO A. DE TERRY.
A finales de los cincuenta tuvo oportunidad, también por mediación del Padre Guerrero de entrar a trabajar en el departamento de RRPP en las Bodegas Fernando A. de Terry, sus conocimientos de inglés fueron decisivos. Allí permanecería por espacio de 30 años, hasta su jubilación, trabajando a las órdenes de Jacinto Cossi Ochoa –-éste, que lo llamaba sobrino, le dio un consejo: ‘trata al más bajo igual que al más alto, no midas a la gente por su altura social, trata a todos por igual, que no sabes donde estarán el día de mañana’. También trabajaría en el departamento con Juan Ignacio Varela Gilabert o Fernando Gago García. Allí le escuché contar una teoría que le explicaba a los americanos en sus visitas a la bodega, sobre como alcanzar la paz eterna. «--Yo chapurreaba bastante inglés –estuve trabajando en la Base de Rota- y les decía en su lengua: ‘el que bebe se emborracha, el que se emborracha duerme, el que duerme no peca, el que no peca va al cielo, luego si al cielo vamos, bebamos’». Las carcajadas se escuchaban también en inglés.

De izquierda a derecha, Isidro Obregón, Abelardo Izquierdo, el camarero Vaca hijo de los conserjes de la Plaza de Toros, Miguel Arniz, Antonio Soto Morión y desconocido de espaldas, en el Bar Antigua de Cabo, junto al Hostal Loreto. Diciembre de 1957.

Recuerda las Bodegas Terry como una de las más avanzadas socialmente en la época: «--Muchos trabajadores de Terry pagaron con su libertad, la lucha por los derechos de los trabajadores: Pepe Marroquín, Santiago Gallardo o Esteban Caamaño, uno de los líderes sindicales de España del momento. Pero es bien cierto que en Terry había más libertad que en otros sitios durante el antiguo régimen. Y además los que más pagaban: fueron los pioneros de los pluses o ‘primas’. Los Terry Merello y los Merello del Cuvillo, eran buenas gentes, empezando por la viuda, Isabel Merello, un estilo a Rufina Vergara que ayudaban a los necesitados y no se enteraba nadie. A sus entierros fueron muchísima gente».

Juan Ignacio Varela Gilabert, a la izquierda de la imagen, Jefe de RRPP de Terry, atendiendo  a una visita.

Miguel Arniz, a la derecha, en el Orfeón Portuense.

Miguel da un consejo sobre como hay que beber nuestros vinos: «--Los comerciales, que vendían los productos a costa de su hígado, empezaban a las 8 de la mañana con una copa de brandy, seguían a las 11 con el oloroso, sobre las 12,15 una copa de amontillado, para seguir ‘jugando’ con el vino fino el resto del día. Y es que hay que beber los vinos de mayor a menor. Era gente que sabía beber para aguantar». O sea, que quien a las once no toma una, a la una no toma veintiuna.

2

En El Puerto de Santa María, en la desaparecida avenida de Rodrigáñez, núm. 6 y al final del Paseo de la Victoria se encontraba la Huerta de Tía Pilar, junto al Penal de la Victoria (Monasterio de la Victoria).”[…] la puerta de entrada al Penal será inmediata la entrada del recreo de don Miguel Palacios”. (Revista Portuense, 4 de mayo de 1918).

Elena de Winthuyssen con su nuera, Antonia Muñoz Seca en la Huerta.

Ya se acabaron los momentos en los que se la mencionaba en el periódico de la época por ser el sitio escogido para ciertas celebraciones familiares y que en aquellos años eran de interés y uno de los objetivos en la sección de sociedad; o tan solo por ser la casa de mis tatarabuelos don Miguel Palacios y Guillén y doña Elena de Winthuyssen y Urruela, tan queridos y respetados ambos en esta ciudad.

De fachada larga y lindante con el penal, al entrar había que bajar un par de escalones y ya una vez dentro, mirando a la izquierda, se encontraban los dormitorios y a la derecha el comedor y demás habitaciones, todas ellas con ventanas al exterior. Quizá lo más atractivo, además de un piano muy antiguo, fuese esa interminable galería con esas cristaleras por las que parecía que el mismísimo sol entraba inundándolo todo de luz; y esos cuadros, retratos de ilustres antepasados nuestros que la adornaban y que casi parecía que custodiaban la finca por la seriedad y rotundidad de sus semblantes.

Plano Geométrico realizado por Miguel Palacios y Guillén en 1865 y redibujado por él mismo para una guía geográfica hacia 1889.

Al salir al jardín se podía apreciar una pequeña huerta donde tía Pilar y tío Antonio, los dos únicos hermanos solteros de los seis que eran, sembraban y recogían para su propio consumo; también una pequeña gruta con su fuente  de agua, obra de tío Miguel, en la que más de una vez y según me confesó mi tío abuelo Jesús Palacios, se metía de pequeño a escondidas, supongo, de tía Pilar. Árboles frutales, palmeras, granados y demás hacían de ese pequeño jardín todo un espléndido paraíso de ensueño, donde no les faltaba la distracción a esas generaciones de niños anteriores a la mía y que ya de mayores, nos han contado lo que yo, en este preciso momento, comparto con vosotros.

Recuerda mi madre, como aun siendo muy pequeños, una tarde de invierno de esas Navidades que pasaban en El Puerto en casa de Tita (María Teresa Muñoz Seca) en la calle Nevería, decidieron ir a dar un paseo, evidentemente acompañados por una muchacha que los cuidaba y no les quitaba ojo en ningún momento; la ‘vueltecita’  terminó en el Paseo de la Victoria, teniendo mi madre y sus hermanos la buena idea de ir, ya que estaban tan cerca, a visitar en la huerta a tía Pilar y a tío Antonio, ya bastante viejecitos. Pero olvidaron algo importante, pedir permiso a la pobre chica y  coincidiendo con un descuido de ésta, los críos se esfumaron. Cual sería su impresión viéndose completamente sola y sin la menor idea de donde se habían metido. (En la imagen de la izquierda, cuadro de D. Juan de Winthuyssen y Gallo (1689-1751), Teniente Coronel del Ejército, casado con Dª Estefanía Tisyo y Salas, padres de Francisco Javier Whintuyssen y Tisyo, Jefe de Escuadra de la Armada Española. Cuadro existente en la Huerta).

Lo pasaron de maravilla hasta que ya de vuelta a casa de Tita la que les esperaba y lo que se encontraron es imaginable. Dicen que aún tienen la imagen de esa jovencita llorando desconsoladamente y la preocupación de todos a flor de piel. De ahí la oportuna bronca.

Para terminar, me gustaría mostrar un artículo que se publicó en la “Revista Portuense” con motivo del bautismo de mi tío abuelo don Manuel Palacios Muñoz-Seca, donde se hace mención de la huerta y una foto del evento.

DE SOCIEDAD
UN BAUTISMO
El domingo a las dos de la tarde se
verificó en la Iglesia Mayor Prioral,
con gran pompa y solemnidad el acto
de administrar el Sacramento del Bau-
tismo, al primer hijo de los señores de
Palacios ( D. Manuel ).
La capilla bautismal estaba ador-
nada profusamente con luces y flores
y el órgano acompañó con sus vi-
brantes ecos la sagrada ceremonia, en
la que ofició el señor curade la Igle-
sia auxiliar de San Joaquín D. Barto-
lomé Carro, quien impuso al recién
nacido los nombres de Manuel, María
del Perpetuo Socorro, Ignacio, Mi-
guel, José, Carlos de la Santísima Tri-
nidad.
Fueron sus padrinos y lo tuvieron
en sus brazos, sus abuelos paternos
don Miguel Palacios Guillén y doña
Elena Winthuyssen y Urruela.
Terminado el bautismo y siguiendo
tradicional costumbre, fue llevado el
recién nacido en brazos de la madrina
al camarín de la Santísima Virgen de
los Milagros, poniéndolo bajo su man-
to por breves instantes.
Al acto concurrieron las señoras de
Muñoz Seca ( D. Francisco), Bela Ne-
rini  (D. Luis ) y D.ª Pastora Winthuy-
ssen Vda. De Gonzalez.
Srtas de Haros, Palacios, Jiménez
Mateos, Jiménez González, Muñoz
Seca, Vergara, Polavieja, Ramos Iz-
quierdo y Loma.
Sres. D. Francisco Muñoz Seca,
D. Antonio y Pedro Palacios, D. Fran-
cisco Fernández Tejada, D. Felipe Ri-
gozzi, D. Luis Pérez, D. Luis Bela Ne-
rini, D. Pedro Luis Lassaletta, don
Joaquín Escudero, D. José Jiménez
González, cura de la Iglesia Mayor
Prioral D. Ramón López Arenas y don
Hugo Richter.

Grupo de señoras posando para la foto, en el jardín de la Huerta.

De la Iglesia se trasladaron en ca-
rruaje los invitados y familia, a la
pintoresca huerta de los Sres. de Pa-
lacios ( D. Miguel ), donde se pasó un
rato agradabilísimo.
Los Sres. de Palacios ( D. Miguel ) y
Don Manuel Palacios, colmaron de
atenciones a sus invitados, obsequián-
doles con rico vino de Jerez, del Mar-
qués de Bonanza, pastas y dulces.
Después el Sr. Palacios ( D. Manuel ),
aficionado a la fotografía, hizo en el
jardín dos grupos, uno de las señoras
y otro de los caballeros. Y por último
se hizo música un rato al piano, pro-
longándose la reunión hasta última
hora de la tarde.

Martes 12 de Noviembre de 1907
Revista Portuense

Juan Manuel Rodríguez Gay-Palacios
Juan de Winthuyssen

Diego Suárez García, ‘Cantero’, nacido en la calle Lechería, 5 (calle Cervantes) el 20 de septiembre de 1944, bautizado en la Iglesia de San Joaquín. Tiene pues 66 años y presume de tener 16 hijos: 11 de su primera mujer y 5 de la segunda, que le han dado algo más de 30 nietos. ‘Cantero’ trabajó como eventual en las Bodegas Terry y Osborne “pero allí se ganaba poco dinero” y cuando comprobó con 21 años que por un día de estiba en los muelles cobraría 18.000 pesetas de los años sesenta del siglo pasado, su vida profesional discurriría ya como trabajado portuario, donde ha permanecido por espacio de 44 años hasta su jubilación.

Es asiduo visitante del tabanco El Bodegón, en la calle Pagador, que regenta Hector Cárdenas,  (ver nótula 816 en GdP) donde ya es conocido por lo singular del Ajo Caliente que prepara y donde, también, cantiñea algo de flamenco los fines de semana.

La casa donde nació y vivió Diego era la casa de ‘la Tormenta’, donde también vivía Cándida ‘la Negra’, (ver nótula núm. 214  en GdP) y un poco más arriba los Villar. De Cándida recuerda cuando él contaba apenas 7 años y, accidentalmente, se prendió la ropa lo que le produjo daños que la llevaron a la muerte. Era 1951. El abuelo de Diego, Eduardo de los Reyes y Reyes, la cubrió con un chaquetón pero poco pudo hacer. En un coche de caballos de Ariza la condujeron al desaparecido Hospital San Juan de Dios, donde fallecería a los pocos días, con 110 años.

8

‘Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo’ Antonio Porchia

El tiempo pasa inexorablemente, el pasado, presente y futuro está a pesar del largo tiempo transcurrido y por transcurrir, unido, parece fue ayer, pero hemos pasado rápidamente a un mundo de tecnologías que han eliminado imágenes en nuestras vidas que por suerte seguimos teniendo en la memoria, y de eso se trata este escrito, de recordar aquellas figuras hoy obsoletas.

Capilla de la Sangre, en la calle Palacios esquina con Nevería, (frente al Bar Apolo y la Óptica, más tarde aquí estuvo el Bar La Mina) desde donde está tomada la foto que presenta un precioso empredado de la calle, con aceras de doble losa de Tarifa.

Ya no tropiezas en una calle empedrada cual calzada romana que un empedrador se esmeraba en nivelar, ni calles llenas de chinos no con tiendas de todo a cien como ahora, sino calles llenas de chinos pelúos que fueron poco a poco sustituidas por esos adoquineros que rellenaban de tierra, que con una cuerda marcaban la línea y que colocaban poco a poco esos pesados adoquines dejando un dedo de espacio para rellenar más tarde con cemento y que reinauguraban como un avance y minimizaban el traqueteo de las carretas, haciendo un poco más felices a los carreteros, a los ciclistas de ruedas macizas y los dueños de los primeros seiscientos.

Los arrieros enfilaban a primera hora sus burros  al servicio del calero hasta la playa a por arena en viaje de vuelta a la calería por la calle Santa Lucía. Cerones a rebosar, borricos adornados por el diseño de los guarnicioneros y con las espuertas de esparto a lomos para aprovechar el viaje de cada borrico que fueron habilidosamente creadas por los esparteros.

Empezaba el día y los barrenderos comenzaban su faena cargando las espuertas de goma con aquellas dos medias paletas metalicas y aquél escobón de palo largo y grueso con el ramillete de esparto que planeaba constantemente sobre las aceras arrastrando las colillas de los celtas y los peninsulares. Por delante el varillero que había acudido a la llamada de los vecinos porque las pozas estaban atascadas y había que retirar la arena.

La mañana era en el pueblo medidor de vida, de actividad comercial, el sillero con su manojo grande de enea arreglando las sillas que los taberneros tenían desfondadas y obligaban a sus clientes a tener que sentarse sobre el palo haciendo equilibrios mientras se echaban al gaznate de un tirón el vaso de vino blanco. El zapatero remendón dejaba su canto para ver pasar a las muchachas zurcidoras que con esas habilidosas manos arreglaban las carreras de aquellas medias que vendía bajo precio el estraperlista como de calidad y traídas del extranjero y que mostraba a sus clientas con el mayor de los misterios.

Pepín el barbero colocaba sus paños blancos sobre las estanterías de cristales a la espera del primer cliente, Pepe el tendero de Ultramarinos Genaro apuntaba ya en el papel de estraza las primeras cuentas y las pinchaba en aquél alambre en el que contabilizaba los “mandáos fiáos”. El carbonero de la calle Nevería con la boina calada hasta las cejas y la cara ennegrecida preparaba el picón para las anafes, el ditero con su gordo cuaderno en el sobaco y sobre el brazo prendas de vestir empezaba su recorrido diario para apuntar con un lápiz grueso que mojaba con saliva los a cuentas de sus clientes antes que llegaran los cobradores de los bancos y de las tiendas. El dulcero sacaba a pasear aquellas sultanas de coco y “güevo”. El lechero, el mielero y el recovero se hacían los amos de las casapuertas. El matarife se encaminaba al matadero con su atillo de cuchillos afilados, el picapedrero y el cantero se enfilaban hacía la sierra de San Cristobal, El Puerto era un clamor de prosperidad. Los tejadores no paraban de faena que tenían,  e iban de la mano de los desollinadores con aquellas escobas larguísimas de caña llevándose todo el negro hollín de aquellas chimeneas cocinas. Y al quite de ellos el “encalaó” con su cubo de cal viva y sus escobillas para acicalar las casas y dejarlas listas para el verano.

El herrero de las Siete Esquinas adornaba sus cierros y balcones compitiendo en el martilleo con los toneleros, y los arrumbadores movían las botas y toneles por la calle Valdés de una bodega a otra. El hielero en su carricoche le hacía competencia desleal al heladero, que pedaleaba incansable, vendiendo junto con el hielo aquellas botellas de gaseosa “La  Revoltosa” fresquita que competían con La Casera para apoderarse del mercado.

Las calles principales eran un hervidero de gente moviendo el comercio, con su bata gris o marrón claro en algunos casos con una larga hilera de botones, el recadero iba de un lugar a otro llevando y trayendo paquetes y recados,  el cuchillero pregonaba sus navajas de Albacete, el paragüero ofrecía sus varillas y sus arreglos, el alfarero paseaba a lomo de su mulo sus cántaras y vasijas de barro, la entrada al Mercado de Abastos era una exposición mostrada sobre atillos a partir carillo de chucherías de Severo,, el buhonero esparcía sus peines, botones y baratijas,  más allá el alpargatero mostraba orgulloso los últimos diseños, el marroquinero mostraba sus artículos de piel o imitación generalmente, carteras, bolsas de todos los colores, billeteras, tejedores que vendían sus sábanas de lino y gruesos “jerseis” de lana con muchos coloridos.

La gente prosperaba, arrinconaban  los pantalones con parches en el culo, había futuro, se creaban empleos para toda la vida, el cobrador del tranvía iba como un almirante engalanado, el prestamista se apoyaba en su bastón y asomaba el pico de un pañuelo blanco en el bolsillo superior izquierdo de su chaqueta y aguardaba impasible a la espera de recuperar su dinero, el alguacil del ayuntamiento llevaba presto para ejecutar en su carpetilla  los mandatos del alcalde andando más que un peón caminero.

Los niños cantábamos el Cara al Sol al entrar cada mañana al colegio, nos “endiñaban” nuestra dosis de leche en polvo y de aquel queso amarillento que se pegaba al cielo de la boca y nos íbamos cantando “Paloma si vas al monte....”. Jugábamos en las calles Palacios y San Bartolomé al atardecer mientras las golondrinas y vencejos revoloteaban y de forma acompasada se oía el cacharrareo del latero, del hojalatero que te hacía un cazito con una lata de leche condensada, a Dª Virginia, profesora de piano vecina de mi abuela y de Manolo Martínez Alfonso, y de los Govantes, siempre de negro y de roete con su do re mí, al piano.

El campanero se volvía loco tirando de una y otra soga para hacer sonar las campanas para el rosario. Apenas éramos interrumpidos en nuestros saltos de las “papas cocías”, en nuestra pelota al ruedo, la lleva, lleva... cuando pasaba el colchonero que ofrecía sus servicios de vareo de la lana o  la borra de los menos pudientes despelmazándola con gran habilidad para poder ser usado el colchón como el primer día, el afilador que hacía sonar su chiflo con su música tan característica, que cuando era requerido le ponía aquella correa ancha de cuero a la rueda de madera que elevaba sobre un caballete y que con un motor hacía girar para afilar los cuchillos y las tijeras produciendo aquellas chispas que salían despedidas con fuerza y  nos hacían soñar en dragones. Antonio el barquillero con su canasto de mimbre repleto de barquillos y con su reolina para probar suerte. El arropiero que iba camino del parque Calderón para apostarse en la entrada con sus arropías de color rosa y pegajosas.

Un parque que se llenaba de gentío paseando a las fresquitas oliendo a papas fritas y buñuelos, a pescaíto frito y viendo de reojillo esas gambas y langostinos de Romerijo que eran entonces para unos pocos, las tajaítas en la puerta del bar La Marea, los ostiones. Los americanos en el Santa María, caballitos de sube y baja, niños llorando y riendo en el carro de “las patás”; el cerillero que se acerca para ofrecer esa cajillas de cerillas finas que dejaron olvidados a los encendedores de mechas largas amarillas veteadas de negro.

El limpiabotas con su caja y su silloncito de madera con un acolchado filiteado y que se anuncia con su “limpiaaaa", y atento a todo el fotógrafo con aquella caja roja llena de fotos en sus laterales puesta sobre un alto trípode y dejando caer por un lado aquella larga manga negra. Casa Flores, Los Portales, Las Rejas, Ceballos no eran lo que es y siguen en el presente. Y como si formara parte del parque, un Tonino esperando le llamaran maricón para asomar por la manga su muñon; a mí me conocía: decía "--Tú eres el hijo de Milagros": el Chumi con dos barcas por zapatos, el Guarigua al que le cantabamos "Ya se murió Guarigua, Dios lo perdone, se lo ha llevao volando, los cigarrones"; el Baba con sus pellizcos, La Guachi con su canasta de mariscos y cantando, cuando estaba agustito "Terry, Terry, Terry, el de la maya dorada", el Papi patatas fritas de noche, pescado de día, iglesia y procesiones a la sombra de D. Manuel Salido, el Tagarnina y su radio de deportes solo del Racing, de aquél de la fábrica de Vipa en la que veíamos a un Manolo de Central, a Fenoy de lateral o a un Ricardo pañuelo en la frente... goleando al Jeré, Luichi con sus devaneos, bailoteo de muñeca y respuesta para todo, un Ratón de gorra y bastón ataviado de pañuelo al cuello, y es que el Parque Calderón era la artería nocturna de El Puerto.

De izquierda a derecha, Tonino, El Chumi, El Papi, El Tagasnina. (Fotos: Miguel Sánchez Lobato).

Ya se acercaba la noche lo indicaba el mamporrero de los caballos cartujanos de Terry que charlaba animadamente con el herrador a la salida del trabajo. El acomodador del Teatro Principal de Nuchera llevaba la linterna en la mano porque ya empezaba la función. En El Puerto ciudad próspera ya no teníamos serenos y perdimos el canto de las horas en punto y sin novedad, tampoco fareros, dejamos de tener esos barqueros que nos cruzaban el río Guadalete desde la playa de la Puntilla a la de Valdelagrana y viceversa en la desembocadura del río y cerca de la torta en la que jugábamos al fútbol cuando bajaba la marea, mientras la virgen del Carmen atenta era saludada por los barcos en sus idas y venida a la mar. Un río que desde el vapor nos dejaba ver en su ribera al cordelero trenzando cuerdas de cáñamo y esparto girando la manivela hasta montar una única y gruesa maroma. Un poco más allá los rederos con su agujas de madera arreglan las artes, reparan las redes de pesca a la vuelta de los barcos de faenar, ajustan las relingas de flotadores y plomos. Montones de trasmallos y algunas nasas, pollos de pelea en sus jaulas  de madera, gallinas inglesas picoteando restos de pescado seco.

Redero en la Avda. de la Bajamar, donde hoy se encuentrar el último aparcamiento, frente a La Nueva Dorada. (Foto: Rafa. Archivo Municipal).

Las gaviotas acompañan  con su vuelo majestuoso al vapor desde la barra hasta puerto, cierras los ojos para soñar despierto recibiendo en tu cara los rayos del sol humedecidos con la brisa marina y me transporto a aquellos días en que viví en Campo Lugar un pueblito de Cáceres en dónde conocí al pregonero que haciendo sonar su trompetilla  “turú, turú, de parte, del señor alcalde, se hace saber...." y nos hacía saber todo lo que acontecía a la vez que como hombre anuncio nos indicaba las mejores ofertas de sandías y melones y a quién la chiquillería, al menos mis hermanos y yo no habituados, les seguíamos como su cuadrilla particular.

Allí había bastante menos ajetreo que en El Puerto, gallinas y cerdos por las calles paseando libremente, mulos y cerones, el trillero, el talabartero, dedicado a sus menesteres, el aguador con su cisterna tirada por un borrico y que proveía llenando las cántaras de los vecinos, amaneceres para otras profesiones distintas, segadores, resineros, hacheros, recolectores, porqueros, mesegueros, capadores, molinero, albarquero, curtidores, bataneros y aquellas señoras lavanderas que con un rosquete sobre su cabeza soportaba cestas de ropas camino del río...  la sirena del Adriano II llamó de nuevo mi atención, ya estaba atracando y preparando un nuevo viaje a Cádiz. (En la imagen, Francisco Gómez Badillo cabo primera de la guardia urbana dirigiendo el tráfico en un pedestal con sombrilla en la Plaza de las Galeras, en 1960).

Espero que con esta narrativa haya traído recuerdos, que no es sino una forma de homenajear, y aunque uno no sea un juglar ni un contador de historias,  ni un bufón más bien un cagajonero de la vida, sea yo mi propio verdugo y que como un praegustador pruebe yo mismo a modo de veneno mis propios devaneos con el recuerdo. (Texto: Manolo Cruz Vélez).

1

José María García de Paredes y Barreda nació en Sevilla en  1924 y falleció en Madrid, en 1990 con 66 años. Fue un reconocido arquitecto del pasado siglo, oriundo de El Puerto. Su madre, Elena Barreda Scandella, natural de El Puerto al igual que sus abuelos maternos: Eusebio Barreda Martínez y Angela Scandella Beretta.

En una entrevista que le hizo Rocío García con motivo de la inauguración del Auditorio Nacional, de cuyo proyecto era el autor (“El País” de 21-10-1988), él decía que había nacido en una familia de “marinos de guerra”. Sin embargo, su padre José María García de Paredes e Iraola, alcalde de Ronda durante la contienda civil, pertenecía al arma de Artillería. Y aunque, por parte de su abuelo  paterno, Manuel García de Paredes Jácome, que residía en Chiclana, tenía alguna vinculación con marinos de guerra, pues era cuñado de Juan Cervera, está claro que este ilustre sevillano, se refería a su familia materna, los Barreda y Scandella, que tuvieron varios miembros  en las filas de la Armada, algunos con una destacada hoja de servicio.

FAMILIA DE EL PUERTO.
Su madre, portuense de nacimiento, fue Elena Barreda Scandella, hija de los también porteños Eusebio Barreda Martínez y Angela Scandella Beretta.  Dos de los tres hermanos de su abuela,  sus tíos abuelos maternos Agustín y Pablo Scandella sirvieron en la Armada. El primero, ingeniero militar, miembro del comité español que firmó en París la paz con EE.UU. y, posteriormente, asesor militar de la marina rusa, así como asesor de Anglada en la construcción del primer automóvil fabricado en España. Y su hermano Pablo, que fallecería poco después de terminada las guerras coloniales en la casa donde vivía la familia, en calle San Bartolomé, hundió el navío que mandaba para no entregarlo a la marina estadounidense, en una de los últimas incidencias bélicas de la Guerra de Cuba.

FAMILIA DE CRÍSPULO MARTÍNEZ.
El abuelo, Eusebio Barreda Martínez, era hijo de Emilio Barrera Pérez, capitán de fragata de la Real Armada y portuense de cuna, de ascendencia onubense pues su padre, José Antonio Barreda Ortiz de Zarate, que ejercía como cosechero, había nacido en Huelva y de Elena Martínez Picard, hija de Críspulo Martínez (ver nótula 311 en GdP). La familia vivía en el número 12 de la calle Nevería desde 1862, fecha en la que contrajeron matrimonio. También el hermano pequeño del bisabuelo materno paterno, Emilio Barreda, igualmente nacido en esta ciudad, llamado Justino, domiciliado en calle Descalzos nº 16 de casado y que murió sin descendencia, alcanzó el grado de Jefe de Armada con menos de 50 años.

Los estudios superiores  de nuestro protagonista, José María García de Paredes, Ciencias Exactas, los realizó en Sevilla enre 1941 y 1943. En 1950 obtiene la licenciatura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la capital de España. Entre 1950 y 1952 realizará diversos viajes de perfeccionamiento y estudio por diversos países europeos: Italia, Alemania, Inglaterra, Francia y Países Nórdicos. Obtuvo el gran premio de Roma en 1955, donde permaneció pensionado por espacio de tres años: entre 1956, fecha de su casamiento y 1958.

SE CASA CON LA SOBRINA DE FALLA.
En 1956, el 14 de junio, se casa en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de San Fernando (Cádiz) –y no en 1957 como figura en algunas biografías del personaje—con María Isabel de Falla, sobrina y ahijada del insigne músico gaditano, Manuel de Falla y una de las impulsoras de su legado (Isabel de Falla, en la imagen de la izquierda, en la actualidad). Actuó como padrino de la ceremonia, que ofició el Padre José Manuel Aguilar, un tío de la novia, Pedro Mathéu y Montalbo y la madre del novio, Elena Barreda Scandella, viuda de García de Paredes. Su tío, Eusebio Barreda Scandella, otro marino de guerra, capitán de corbeta fue testigo del acontecimiento, así como otro de excepción: Don José María Pemán.

Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1986, con el discurso Paseo por la arquitectura de la música. Estaba en posesión del Premio Nacional de Arquitectura, recibido ex aequo junto a Rafael de la Hoz, por el Colegio Mayor Universitario de Santo Tomás de Aquino (Aquinas) de Madrid.

Auditorio Manuel de Falla. Granada. 1974.


Auditorio Nacional de Música. Madrid. 1982.

Palacio de la Música. Valencia. 1987.

EL ARQUITECTO DE LO SAGRADO Y LO PROFANO.
García de Paredes es reconocido, especialmente, por sus proyectos de grandes auditorios en nuestro país. Su obra es un compendio entre lo material y lo abstracto, lo antiguo y lo moderno, imprescindible para comprender la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX. Ya se ha señalado el Colegio Mayor Aquinas (1953), en colaboración con Rafael de La Hoz; la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Fuencisla (1961) en el Poblado de Almendrales (Madrid); la Iglesia y Convento de Santa María de Belén (1961) en Málaga: el ‘carmen’ Rodríguez Acosta (1964) en Granada; el Centro Manuel de Falla (1974) también en Granada o el Auditorio Nacional de Música (1982) de Madrid.

Parroquia de Ntra. Sra. de la Fuencisla. Poblado de los Almendrales (Madrid). 1961.

EL LEGADO DEL ARQUITECTO.
En 2005, sus herederos hicieron donación de sus archivos de arquitecto a la Fundación Cultural COAM (Colegio de Arquitectos de Madrid), en un gesto de preservación del patrimonio documental de arquitectura y urbanismo. En aquel acto se recibieron, también, los legados de otros insignes arquitectos: Francisco de Asís Cabrero Torres-Quevedo, Luis Cubillo de Arteaga, Javier Feduchi Benlliure y José Luis Fernández del Amo Moreno.  (Texto: Antonio Gutiérrrez Ruiz. A.C. Puertoguía y José María Morillo).

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Pulsar sobre la imagen para ver a tamaño ampliado.

De izquierda a derecha y de arriba abajo, fila superior: Juan Luis Hernándo, Miguel Pedregal Valenzuela, José Troncoso, José Sánchez, Carlos Cárave, Maribel Flor Pedregal, Manuel Conejo, Loli, Paco López, Miguel Lobato. Fila del centro: Pepe Hernando, José Cordero, Pepe Luis Padilla, José Baleirón y Benjamín Lora. Fila inferior: Enrique Pedregal Valenzuela, Juan Lechuga, Doña Ángeles Valenzuela Carribero, Julián Hernando, Eugenio Pedregal Valenzuela, Juan Luis Rodríguez y Luis Ortega García.

Plantilla de Muebles Pedregal, en la inauguración del Depósito de muebles de la calle Mazuela, 10, cuando fue techado  el 8 de marzo de 1975. El 8 de marzo se instituiría como Día de la Mujer Trabajadora, algo que le venía que ni pintado a la incansable trabajadora que fue Doña Ángeles Valenzuela Carribero, que aparece en el centro de la imagen. La plantilla de Muebles Pedregal llegaría a tener 35 empleados.

El porteño José Grado Raposo, ha iniciado un nuevo blog dentro del universo de las páginas webs de nuestra Ciudad, donde contará sus vivencias, sus recuerdos y hablará de gentes, tiendas, rincones y espacios de El Puerto, existentes o desaparecidos, del pasado o del presente, abiertos o cerrados. En su primera entrada, que reproducimos íntergra a continuación, hace un recorrido nostálgico por El Puerto que él ha conocido, desde los últimos 40 años hasta nuestros días. Disfrútenlo.

«Para empezar quisiera plasmar todas esas cosas, que vivimos en nuestras calles y plazas:  las correrías de la Plaza Peral, recordar a tantos y tantos amigos que allí nos veíamos pa jugar a la Palmá, al Salto a la Pared, al Salto el Múa, a la Bombilla, al Tonto, al Pañuelito, a Curro Jiménez y tantos y tantos juegos en los que el software era nuestra imaginación y el hardware eran dos buenas piernas un pantalón corto y unos gorilas marrones con las punteras desollás.

calzadosgorila»Pa recordar a la gitana del canasto de chucherías --Juana creo que se llamaba--; cuando íbamos al bar Carleto o al bar Manolo a pedir un vaso de agua, la casa de la Falange (hoy Centro Alfonso X ‘el Sabio’), la heladería Soler (la que había en la calle Larga) los partidos de fútbol del Parque, del Coto de la Isleta, junto a la Urbanización Las Viñas, la Ribera, la pastelería Rosi, el bar San José, el Corribolo, mis amigos de la calle Albareda, los de la calle Chanca, la tienda de Anita, la barriada La Vid, la calle Alquiladores;  como no mi colegio San Agustín, las basuras Armando, la Bajamar, las lisas mojoneras, el puente de hierro, el eucalipto de la Victoria donde le di mis primeras caladas a un ‘condal extra largo’; tantos y tantos recuerdos que tengo como porteño que quisiera plasmar por que se que mucha gente se va a sentir identificada con mis vivencias. (Publicidad de Calzados Gorila, de Zapatería Mesa).

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La antigua Sastrería Manolo, en la calle Larga.

casalucas_larga_puertosantamaria1(En la imagen de la izquierda, fachada de Casa Lucas).

»He pensado ponerle ‘Pan Tostao con manteca’,  por el hecho de que éste era nuestro principal menú en la merienda de aquellos tiempos, en los que viví mi infancia en la calle Larga nº 114 en frente de Manolo Sastre y arriba de la que fue la imprenta de Pérez Pastor (aun recuerdo de muy pequeño el ruido de las máquinas de la imprenta y a Don José, Doña Valentina); el bar Casa Lucas, la tienda de Pepe Maraver enfrente y sus artículos de regalo, la joyería Díaz, la Zapatería Mesa, Trineo, el Puerto Bar, el bar Central, la tienda de decoración del desaparecido y recordado Manolin de Heverut, mi amigo; Viajes Marsans, modas Sollero, Boyman, la zapatería de Maru, madre de mi amigo Lauro (cuantos días de juego en la trastienda de la zapatería con Ignacio Cano, mi hermano Victoriano, Juan Carlos y Lauro); la barbería de Rojas (en la calle Luna) donde nos llevaba mi padre a pelar cuando venía de la mar: la pastelería de Ntra. Sra. de los Ángeles, la autoescuela San Cristóbal, la ferretería Sánchez, zapatos Beluca, la papelería Cortés, el bar Las Columnas, la papelería Portuense, la ferretería Andaluza,  el bar Cádiz, mi Teatro Principal, el bar Único, la panadería de Roque, el Freidor Apolo y su bar, el carrillo de Severo, el bar Xixon y tanto que se me queda en el recuerdo.

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Rótulo interior de la Farmacia Viqueira, en Palacios esquina con Larga.

»‘Pan tostao con manteca’ con las vienas calentitas que compraba mi madre en Ultramarinos La Montaña (esquina de Larga con Palacios frente de la Farmacia de Viqueira), donde el afable de Luis, uno de tantos montañeses que vinieron al Puerto nos servía con tanto cariño. Simplemente el olor del  pan tostao me transporta a esos tiempos de inocencia.

josegradoraposo_puertosantamaria»En fin, todo esto lo iré desgranando en cada entrada que vaya poniendo. Quizás, simplemente quiera inconscientemente homenajear a todos y a cada uno de los que alguna vez en mi vida compartieron conmigo un momento de juego. Amigos que lo fueron y que lo son aunque algunos no estén ya, por eso quiero merendar con todos ellos ‘Pan tostao con manteca’». (Texto: José Grado Raposo. Keke).

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calle_depanynaranja2_puertosantamaria"A la calle Espelete, con más cielo que un estadio, la llamaban modestamente callejón. Y, sin embargo, cuántos pueblos quisieran su luminosa anchura, la amplitud generosa de sus callados vestíbulos y de sus patinillos de macetas, para hacer de ella su calle Mayor. En algunas de sus esquinas, un manís anunciaba su viejo nombre, ingenuo y delicioso, de zarzuela antigua y meriendfa frugal: Pan y Naranja" Juan Antonio Campuzano. (Foto: Carlos Pumar Algaba).

La calle Espelete,  es otra de las calles del Barrio Alto denominada  también callejón Espelete, nace en la calle Zarza, atraviesa las calles Cruces, Yerba, Santa Fé  y termina en lo que hoy es la avenida de Sanlúcar. En tiempos pasados se llamó, calle Pan y Naranja y anteriormente calle Nueva.  No sabría decirle el nombre de Espelete de donde le viene, he estado preguntando a personas y he consultado libros y no encuentro respuesta, debe ser tener alguna explicación, desconozco de momento el significado de Espelete, hay algunas hipótesis; pero como son sólo eso, lo dejo así.

En tiempos pretéritos, como casi todas las calles del barrio alto, estaban pavimentadas de cantos rodados colocados sobre tierra, las aceras eran de piedra caliza conocida como losas de Tarifa, había muchos zaguanes y patios que estaban solados de este tipo de pavimento.

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Plano de localización del Callejón Espelete, en el Barrio Alto. (Google Maps).

LOS MATERIALES DE LAS CASAS.

La mayoría de las casas  estaban construidas sobre "muros de escombros", que consistían en cernir el material procedente de demoliciones y agregarles, arena y cal, después algo de cemento, pero no mucho, porque era escaso y caro, Este material servía como argamasa, para unirlo con piedra arenisca de restos de obras y algún que otro ladrillo; casi toda la piedra que solía emplearse procedía de las canteras de San Cristóbal; había zonas sobre todo las construcciones a la orilla del Guadalete en las que se empleaba la piedra ostionera, o piedra de la mar.  Se aprovechaban todos los materiales que fueran medianamente utilizables, las divisiones internas se hacían igualmente como los muros exteriores si eran muros de cargas, si no, con tabiques de ladrillos de "gafa"; todo estos muros y tabiques se revestían con mortero de arena, cal  y algo de cemento después y se pintaba con el clásico encalado.

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Vista parcial de azoteas de El Puerto.

TECHOS Y AZOTEAS.

Los techos eran por lo general altos, de vigas de pino de Flandes, alfajías de la misma madera, ladrillo portabla, gatifa, formación de pendiente que en otro tiempo se empleó la carbonilla compactada o barro rojo con cal y después se terminada con un solado de ladrillo sevillano, quedando formada la azotea a la andaluza.  Las azoteas visitables en general se utilizaban para secar las ropas o solearlas con polvo de gas, después se volvían a lavar y se tendían para secarlas.  Algunas casas en vez de tener azoteas, se terminaba la cubierta con tejados de teja árabe.

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Terrenos de labor, huertos y solares de casas derruidas, donde se construyeron los edificios de la Renfe.

DISTRIBUCIÓN DE UNA CASA DE VECINOS.

En los años cincuenta y antes, del siglo pasado, por regla general, la casas se construían sobre solares existentes que en la mayoría de los casos eran corrales de árboles frutales; un gran patio central en el centro del solar y alrededor habitaciones espaciosas, que cada vecino podía alquilar, una, dos o más habitaciones; el que alquilaba dos habitaciones decía que su vivienda se componía de sala y alcoba, si algún vecino disponía de medios económicos o su familia aumentaba, alquilaba tres habitaciones y decía que su vivienda se componía de sala  y dos alcobas. En una habitación de la casa se construía una cocina común con varias hornillas de carbón vegetal  sobre una especie de mostrador  de fábrica de ladrillos y algunos lebrllos embutidos para limpiar los platos,  en las paredes de la cocina se colgaban unos muebles a los que les decía plateros, en el se colocaban los cacharros y enseres de cocina; en otro lugar existían un retrete común que era utilizado por todos los vecinos. La mayoría de las casas tenía pozo, algunas lo tenían en la medianera con la vivienda contigua, estos pozos cuando no existían los frigoríficos eran utilizados como fresqueras.

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El patio de Felisa López Varela, en la calle Espelete, 11

EL PATIO

Bien, entonces el patio se utilizaba como salón social de todos los vecinos, la decoración de los mismos era tarea de las señoras de la casa, allí era uno de los sitios donde empleaban toda su creatividad, el encalado y el cuidado de las plantas, arriates y parterres;  no había tiesto, cubo, tinaja o lebrillo fuera de uso, que unas  sensibles manos femeninas no fueran capaces de darle utilidad sembrando en estos recipientes una planta que con el tiempo daría la recompensa con su olor y hermosura. La decoración no era anárquica ni mucho menos, las macetas  se colocaba  en función del movimiento del Sol y donde pudiera lucir más; donde había sol  se colocaba alguna parra, que nos daba una generosa sombra en verano, al lado geranios, rosas, claveles, algún que otro jazmín, rosales, albahacas, entre sol y sombra la alegría de casa, azucenas, algunas veces, alguna maceta con perejil y otra con yerbabuena,  hierbaluisa para los dolores de barriga, tal vez un laurel; a la sombra, las pilistras (aspidistras), helechos y la reina de los olores nocturnos que es la dama de noche; todo este jardín, dejaban en el ambiente unos olores que casi se podían coger con las manos.

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Una tertulia en un patio porteño en torno a las mallas de Terry. De izquierda a derecha, Ana “Toti” Pérez, Carmela Bernal, Carmen Aguilar, Rosa Valiente, Francisca Pérez, Chari, Milagros Bernal y Gertrudis. 18 de Octubre de 1958. (Colección Encarni Pulido. Foto Rafa).

LAS TERTULIAS.

He escuchado en alguna ocasión que las plantas había que mirarlas todos los días, mimarlas y cuidarlas y te lo agradecen con su verdor, olor y frondosidad; hay quien dice que si las miras todos los días desde el mismo sitio se vienen hacia ti. A lo mejor las plantas también tienen alma, quien sabe. Imagínense ustedes en la caída de la tarde en verano las  tertulias de los vecinos, después de un día agotador de trabajo, las señoras que no descansan nunca, con alguna tarea de costura o  haciendo las mallas de la botella de Centenario o 1.900, los hombres sentados hablando de sus cosas y los niños jugando o haciendo la tarea del colegio, ¡que estampa!, de cada mirada se podría hacer una acuarela.

LA CAL.

Es raro en algún rincón de la casa, no hubiese un cubo con cal dispuesto a ser utilizado.  La cal se compraba en terrones --cal viva--, se preparaba poniendo en un cubo o bidón parte de ella; con sumo cuidado se la iba poniendo agua, que al contacto con la cal empezaba a hervir y a deshacerse; había que tener mucho cuidado porque solía saltar y quemarte la cara;  una vez deshecha, se le añadía agua al gusto y se podía utilizar  para pintar. Una casa blanqueada con cal por dentro y fuera era una garantía de frescor en el verano, pues el blanco refleja la luz solar. Desinfectante: no había vivienda, donde se hubiese producido un fallecimiento que después no fuese encalada.

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La calle Espelete, en la época que dije anteriormente, era mi paso obligado para ir al Colegio de San Ignacio, por la mañana cuando salía de casa, solía encontrarme al ciego Arana, con su lazarillo Antonio Gatica, que casi siempre su punto de venta era la esquina de calle Ganado y Cielo el almacén "El Cañón"; si mal no recuerdo todas las casas eran de una planta, a excepción del núm. 10 la casa de la  donde tenía un habitáculo encima con una pequeña ventana, donde cuando el Cristo Negro hacía el Vía Crucis los Viernes Santo, el párroco de San Joaquín rezaba la estación de penitencia.

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En el lavadero de botellas que existía en la calle Espelete, se lavaban las de Destilerías Galloso.

Todas las casas eran de vecinos, a excepción de la casa de la familia Romero Maure –el Maestro Mayor--, al final de la calle a la derecha. Si mal no recuerdo en la esquina de Zarza con  Espelete a la izquierda había una tienda de alimentación de una señora llamada Mercedes. A continuación la casa núm. 3, su propietario era el maestro Rojas, maestro albañil serio y formal con su impecable terno blanco y gorra negra, de cuya familia guardo un grato  recuerdo y a la que me une una amistad fraternal con sus dos hijos el ex matador de toros Rojitas y su hermano Manolo, destacado miembro de la Peña El Troncho. En esa casa también eran vecinos el matrimonio gitano de Mariquini y Perejil. En la casa núm. 5 vivió la familia Mediana, la familia de José Alvarez Soto "Camarón" y su mujer Dolores Otero Gatica 'la Melliza', ambos tenían familia numerosa;  quisiera destacar que 'la Melliza' era hermana del bailaor Fernando Otero Gatica, conocido por  Fernando Gatica, artista que desarrolló su actividad en Algeciras y La Línea de La Concepción.  El señor Forte tuvo una carbonería en la calle Diego Niño, donde está ubicada hoy la Tertulia Flamenca Tomás ‘El Nitri’; dos de sus  hijos trabajaron en el obrador de Confitería La Perla.

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Arrieros que transportaban arena de playa para la construcción, a lomos de sus burros, en la Playa de la Puntilla.

MARGARITO, EL ESQUILADOR.

En el núm. 11  de Espelete vivió Margarito el esquilador, con su mujer Jeroma, además vivían otras familias, cuyos nombres no recuerdo, pero a las que a veces veo. A continuación la casa de la abuela de Paquita Laínez, viuda de Miguel Leveque, después la casa de los Gutiérrez Maza, con su tienda de alimentación, la familia Ahucha  y llegamos a la esquina de calle Cruces. Si paseamos por la acera de la derecha en el núm. 2  vivían Salvadora con su marido, arriero de profesión al que apodaban 'Mojamé' y sus seis hijos, recuerdo los nombres de todos ellos; también una familia que les decían los Camperitos. A continuación la casa de los Romo Martínez, casa de muchos vecinos, recuerdo en particular a los Lolete, a Miguel Lanza el platero, con su familia, muy buenas personas recuerdo a su hijo Miguel que vive en Alemania. A continuación la casa de los Moras, la Gregoria, ‘el Cartucho’, ‘Gambiles’, ‘el Patoño’, Manolo ‘la Cachorra’, etc., gente modesta, trabajadora y honrada, quienes a medida que los tiempos fueron cambiando y las oportunidades de trabajo fueron más idóneas, fueron mejorando su nivel de vida.

cent_terry_anuncio_puertosantamariaLA GENTE SOLÍA MADRUGAR.

En el aquel entonces la sirena de Terry, tocaba a las  seis de la mañana, a las dos de la tarde y a las diez de la noche. La sirena se oía en el Barrio Alto, pues era un despertador general, ¡ay, lo que yo daría por volver a escuchar la sirena de Terry! Que bonito era ver doscientos trabajadores eventuales hacía las bodegas de Terry todos los días, en tiempo de la vendimia. Recuerdo que, cuando iba la colegio, me encontraba a las mismas personas; todo el mundo tenía algo que hacer, no había nadie ociosa; muy temprano los vendedores ambulantes, ahí viene Antoñito ‘el Aceitunero’ pregonando: "manzanillas y gordales El Aceitunero"; por allí viene ‘el Céntimo’ con un traje de pino para alguien “que se va con San Pedro”, por allí va Maripepa ‘la Peinadora’, que le va a hacer la permanente a fulanita de tal.

“--Uff el Levante va "sartá" mira la sirena del Vapor como se escucha y como canta hoy el Guano". "--Hoy no he visto a Lolita, me dijo que había recibido colonias nuevas, que huelen la mar de bien",  "--¿Tú crees ?, pues a mí la que gusta es Madera de Oriente"; "--Mira Manué ahí va Laínez ‘el Guardacampo’ a hacer su ronda".

Ahora, cuando he vuelto a pasear por esta calle compruebo que todo es distinto: las casas de entonces están divididas en trozos y perdieron el encanto que tuvieron antaño; donde antes había una ventana, ahora hay una puerta y se ha perdido en encanto de la camaradería; no existe la uniformidad que había entonces: cada uno ha reciclado su trozo de vivienda como ha podido o ha querido. En las casas de antes no se cerraban las puertas, no había necesidad, tú pasabas por delante de ellas y veías aquellos patios cuidados, con los escasos medios de entonces, se perdió la vida social de los Patios. Y más cosas. (Texto: Francisco Bollullos Estepa).

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maremoto

Fue el día de los Tosantos de 1755. Hoy se cumplen 255 años del Maremoto que inundó muchas calles en El Puerto, consecuencia del terremoto previo conocido como ‘de Lisboa’. Tres contemporáneos, tres vecinos de El Puerto lo relatan en sus escritos. Lo vivieron en primera persona. Cada autor refiere uno de los tres temblores de tierra que se produjeron, así como las tres grandes olas –los actuales Tsunamis- que vinieron a continuación: el Maremoto.

libro_ruizdecortazar_puertosantamariaA las nueve y tres cuartos, «por espacio de ocho o nueve minutos sin intermisión un notable estremecimiento de la tierra con vibraciones de sus edificios y un ruido espantoso subterráneo, como el de los truenos oídos a bastante distancia; los árboles, sin hacer viento alguno, se mecían en un extraño movimiento en su tronco  y hojas», describe Ruiz de Cortázar a partir de la página 371 de su libro Puerto de Santa María ilustrado y compendio historial de sus antigüedades (1764),  (Edición y Estudio de Manuel Pacheco Albalate y Enrique Pérez Fernández) quien a pesar de hacer un relato del terror que se vivió en la Ciudad, reconoce que no fueron muchas las pérdidas experimentadas, en comparación con otras poblaciones de nuestro entorno o de la península ibérica. Imaginemos por un momento, día de fiesta, los templos y capillas de culto abarrotadas. Los fieles celebraban o iban a celebrar los cultos. (En la imagen de la izquierda, portada del libro de Anselmo Ruiz de Cortázar, ed. de Pacheco Albalate y Pérez Fernández).

prioral_img_portada_puertosantamariaOtro de los testigos que dejó por escrito sus impresiones, el presbítero Joseph Fernández Mancebo, manuscribe en 1755, en el Libro de Matrimonios de la Iglesia Mayor Prioral, folio 230, una nota con el relato del desastre, datando la primera réplica al terremoto: «En siendo 1º de Noviembre, día de Todos los Santos, como a las diez y ocho minutos de la mañana hubo un terremoto formidable en esta ciudad en que tembló la tierra por espacio de diez minutos poco mas o menos; se cayeron las cabezas de las tres figuras que sirven de remate a la portada que llaman del sol, siendo un patente milagro no lastimasen a persona alguna de cuantas salían de tropel por la otra puerta, ni haber daño notable en los edificios y a poco rato creció el río con tanto ímpetu que anegó todas las casas de la Ribera y llegó hasta la calle de la Victoria cosa nunca vista y mayor milagro no haber habido desgracia notable por cuyo motivo hicieron los dos cabildos voto solemne de celebrar perpetuamente fiesta el referido día a Nuestra Soberana Patrna Mª Santísima de los Milagros siendo tantos los que aquel día experimentamos que no se puede numerar. Bendita sea por siempre». (En la imagen de la izquierda, las tres figuras que rematan la Puerta del Sol de la Prioral, reforzadas con hierros para fijar sus cabezas, tras el terremoto).

kantLa observación del filósofo alemán, Emmanuel Kant, dejó registrado en sus textos que, ocho días antes del suceso, una multitud de lombrices fueron vistas cuando salían impulsadas de debajo de la tierra cerca de Cádiz. ¿Qué pensarían los portuenses de entonces de tan extraños y precursores fenómenos: animales que rebullían inquietos, otros que huían y desasosiego generalizado en la naturaleza? (En la imagen de la izquierda Enmanuel Kant).

«Aún no se había recobrado el susto de tan espantoso terremoto, cuando alteró nuevamente los ánimos de sus habitadores el mar, que en furiosos torbellinos de elevadas olas con desenfrenado acometimiento, se lanzaba contra nuestro Puerto y sus riberas», prosigue Ruiz de Cortázar, quien relata la fuerza de las aguas contra las hoy conocidas como Murallas de Santa Catalina o el fortín de la Laja; destruyó las Ermitas de Santa Catalina, San Antón y de Guía (esta última por donde están hoy las Bodegas Gutierrez Colosía), llegando la ola la Casa del Marqués de la Cañada (Hotel Santa María), alcanzando los cuarteles de la Plaza del Polvorista (el Teatro Muñoz Seca), inundando la plaza de la Pescadería (Grupo de Viviendas de la Pescadería), moviendo embarcaciones sobre el muelle o desplazándola muchos metros por detrás del Matadero Viejo (la sede del Area de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible).

ruizdecortazar_terremoto_puertosantamariaA las 12 del mediodía hubo otra réplica del temblor, y una nueva y desproporcionada ola. Algunos estudiosos del maremoto en la capital afirman que el mar se retiró de la playa a media legua (más de 2 Kilómetros) dejando ver zonas inéditas y sobre la arena y escolleras todo tipo de fauna marina. Los vecinos huyeron despavoridos a los Ejidos de San Francisco, San Sebastián y San Juan, algunos al paraje de La Belleza o por la carretera en dirección a Jerez. --Lo mismo ocurriría 200 años después, en 1947, con motivo de la explosión de Cádiz, pero esa es otra historia--. Hubo quien, en los corrillos, hablaba del fin del mundo; también quien tranquilizaba a los porteños recordando haber leído en la biblioteca del Marqués de la Cañada que olas de igual tamaño alcanzaron a Cádiz en el 218 a.C., y ahí seguía Cádiz.  Pero todos temían que el desastre se repitiera, con mayor virulencia. (En la imagne de la izquierda, fragmento de la página 371 del libro de Anselmo Ruiz de Cortázar, donde se da cuenta del Maremoto).

José Miguel Bernal, mercader a Indias, recoge como cosa señalada en el año 1755. «... Pero fue mayor el susto cuando a las 12 del día, vimos salir el río de madre e inundarse todas las casas de la ribera desde Guía al matadero, en donde vararon muchas embarcaciones y se inundó todo aquel sitio y Pozos Dulces, librándose solamente el convento del Espíritu Santo, adonde no llegó el agua. La ermita de Consolación se anegó y subió hasta fin del altar el agua y, asimismo, todas las casas de enfrente y subsiguientes, pues en la Plaza de la Herrería vi una lancha que montó por cima de la muralla del muelle de las Galeras, siendo todo aquel sitio, Caridad, oficios, aduana y pescadería un mar. Yo vi dos barcos que montaron por cima de la muralla y vararon frente a las casas de Cortés.

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Plano de El Puerto de Santa María del S XVIII. Cañerías y Fuentes Públicas.

Prosigue Bernal en su relato que «Con corta diferencia y después de algún breve rato, hizo otros dos o tres acometimientos a subir, pero fue con más benignidad, aunque, a Dios gracias, no ha habido más desgracias que una mujer y un hombre ancianos, una muchacha de 8 a 9 años y dos niños, uno de pecho y otro mayor a 10, que éstos se ahogaron. [...] Aquella noche tomó la justicia la providencia de mandar que nadie saliese de su casa y que se pusieran luces en las ventanas, que se rondase toda la noche, así el gobernador y alcalde como todos los regidores y patrullas de soldados por toda la ribera para, si se alterase el mar, avisar con tambores y que entonces todos pudiesen ponerse a salvo, cuya providencia fue muy acertada porque aquella noche tuvo alguna alteración que hubiera sido lo bastante para que los ánimos consternados hubiesen alborotado la ciudad, de que se podrían haber originado muy fatalaes consecuencias, pero todo estuvo quieto y contenido con estas acertadas providencias». Trasncripción del manuscrito de José Miguel Bernal, del libro de Juan José Iglesias, 'Memorias de un Mercader a Indias'.

arcadenoeHoy, tras los últimos años que llevamos en el mundo globalizado, de terremotos, seísmos, maremotos y tsunamis, los ciudadanos inquietos miran para los expertos del proyecto GITEC (Génesis e Impacto de Tsunamis en las Costas Europeas), quienes han simulado los efectos de aquel maremoto de 1755 en nuestras costas y el impacto que hoy tendría sobre las mismas. Afirman que no es probable que se genere un maremoto tan violento los que han asolado el sudeste asiático. Incluso, los estudiosos afirman que sería difícil que se diera con tanta fuerza como el de hace 255 años; ni siquiera a la mitad, sustentándose en comparaciones y medidas propias de estudiosos de la geotecnia. Lo cierto y verdad es que una cierta aprensión a vivir delante de la franja marítimo terrestre está consiguiendo lo que no pueden legisladores ni especuladores: que los precios de las viviendas que miran al mar, bajen, por primera vez en ¿255 años? Algo tendrá que agradecer el porteño a ese efecto del miedo al improbable Maremoto, para que abarate las casas y pueda acceder a una vivienda en su Ciudad, a un precio razonable. (Texto: José María Morillo). (Ilustración: construcción del Arca de Noé).

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enriqueochoa_catalogo_puertosantamariaEl pasado viernes, la Academia de Bellas Artes, rendía homenaje al pintor de El Puerto, Enrique Ochoa, con la inauguración de una pequeña muestra de la inmensa creación artística del pintor de la música, recogida en esta exposición, procedente de diversos coleccionistas  Se trata de la primera gran muestra organizada en su ciudad natal desde su fallecimiento en 1978, excepción  hecha de la Exposición que se celebró en el Palacio de Oneto en 1988, con ilustraciones que habían servido para la editorial Araluce. Una muestra en la que se pueden contemplar más de 40 obras de diferentes etapas y técnicas (ilustraciones, retratos al óleo, pasteles, acuarelas), de este portuense universal, contemporáneo y amigo de Picasso, García Lorca, Alberti, Rubén Darío o Andrés Segovia -entre otros-.  Se puede contemplar hasta el 14 de noviembre de 2010 en la Sala de Exposiciones de la calle Luna, 17, frente a la Oficina de Turismo.

Enrique Estévez Ochoa nació el 27 de abril de 1891, a las tres de la mañana, según la partida de nacimiento y, a las ocho, según la partida de bautismo, en la calle Neverías, nº 26, de la ciudad gaditana de El Puerto de Santa María.

padresenriqueochoa_puertosantamariaSus padres: Francisco Estévez Fernández, Teniente de Infantería, y María Milagros Ochoa Ríos, ambos naturales de El Puerto de Santa María, habían contraído matrimonio en la Iglesia Parroquial de la Encarnación de la población sevillana de Constantina, correspondiente al partido judicial de Cazalla, el diecisiete de abril de 1890, celebrando la ceremonia el hermano de la contrayente don Francisco de Paula Ochoa Ríos. Enrique fue bautizado por su tío materno, el presbítero, don Francisco de Paula Ochoa Ríos, en la Iglesia Mayor Prioral, de El Puerto, el día cuatro de mayo de 1891. Se le impusieron los nombres de Enrique Toribio, el primer nombre en recuerdo de su difunto abuelo paterno y, el segundo, por ser el día de su nacimiento la festividad de San Toribio de Mogrovejo. Fueron sus padrinos: su tío Juan Ochoa Ríos y, su mujer, Milagros Pacheco Rueda.

La familia Estévez Ochoa se encontraba a comienzos de 1891, es decir el año del nacimiento del futuro pintor, en La Palma, en Huelva, ya que el Teniente Estévez estaba destinado en el Regimiento de Infantería de Reserva La Palma n° 20, siendo destinado a El Puerto de finales de Enero de ese año, por lo que la madre debió llegar a nuestra ciudad embarazada de seis meses de su hijo Enrique, que habría sido gestado en tierras onubenses.  Fue Enrique el mayor de los dos hijos que tuvo el matrimonio, ya que cuatro años después del nacimiento del pintor, el 28 de mayo de 1895, nació en Huelva, su hermana María Felisa, bautizada con el mismo nombre de una de sus bisabuelas materna, coincidiendo en el santoral el día de su nacimiento con San Félix.

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Vapor Magallanes.

Las insurrecciones que se estaban produciendo en las Islas Filipinas, motivó a su padre que, como hemos indicado era militar, a embarcar voluntario, en compañía de su mujer y de sus dos hijos de corta edad, en el vapor “Magallanes”, con uno de los batallones que, partiendo de Cádiz, el 18 de diciembre de 1896, es enviado al archipiélago filipino.

[Su madre fallecería en la Batalla de Cavite contra los EEUU y su padre, a su regreso a España] Ante esta situación y dado que no vivían sus progenitores, se hace cargo de él su madre política: Francisca Ríos, viuda de Ochoa, que era quién, también, se había hecho cargo de los niños. [...] Según el propio Enrique Ochoa, él marchó a Toledo, a la Academia María Cristina, para la formación de los huérfanos de militares, cuando contaba con ocho años, lo que debió ocurrir hacia finales de 1899. Y, a su hermana, de cuatro años, la envían a Aranjuez, a otro colegio para huérfanas de militares, que llevaba también el nombre de María Cristina.

[...] En esta Academia tendría por compañero, entre otros, al que luego sería su amigo, Francisco Rodríguez Hinojosa que, siendo Teniente Coronel, participó en la gestión del depósito, a la Guardia Civil, del lienzo “Defensa del Santuario de la Virgen de la Cabeza”. También fue compañero suyo el que luego sería famoso general republicano Rojo, que también era huérfano de padre y madre.

enriqueochoa_joven_retratoOtro compañero en el Colegio María Cristina, paisano de la gaditana Algeciras, también huérfano de militar, y que luego sería un importante pintor: Rafael Argelés Escriche (1894-1979), coincidiría con el artista portuense, estableciéndose entre ambos una gran amistad. De esta época se conserva un retrato a carbón que el joven Argelés realizó del también joven Ochoa.

Ambos artistas hicieron sus pinitos pictóricos de la mano del artista turolense de Cella, aunque residente en la imperial Toledo, Ricardo Arredondo y Calmache (1850-1912).

Con la mayoría de edad, el joven Enrique, que había realizado varios cursos como cadete, ya tiene claro que prefiere los pinceles a las armas y, finalmente, gracias a las influencias de la obra del pintor cretense: “desde mi niñez se apoderó de mí el espíritu de las pinturas del Greco”, se decide a ser pintor. Constantes visitas a los museos toledanos, para admirar a las obras de El Greco y con la ayuda de las descripciones de Cossío.

En 1907 viaja de Toledo hacia Andalucía, instalándose en Sevilla, por un período que abarcará siete años. Allí comienza a estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes. Siete años deambulando por la capital hispalense: “…su primera juventud, solo, en Sevilla —la Florencia española—, lejos del calor hogareño, sin pensiones, sin lienzos, sin libros apenas; empleando buena parte de su ingenio en persuadir a los mercaderes de que le diesen, bajo su palabra de artista, colores y tablas…”. [...] El 2 de abril de 1911 se inaugura la Exposición de Bellas Artes de Sevilla, en la Casa Lonja, y donde Enrique Estévez Ochoa —entonces firmaba con los dos apellidos— participó con un óleo, que llevaba por título “Impresión”.

ochoa_elecciondeneneEn 1914 se instala en la capital de España, donde comienza ilustrando la revista “Por esos Mundos”, en su primera época, cuando la dirigía Perojo. Su primera exposición individual tuvo lugar en Madrid, entre finales 1914 y principios de 1915, en uno de los Salones de Turismo Hispano Americano.  Dicha exposición pasó desapercibida para el gran público, debido sin duda a la mala organización: salón de los más pequeños y peor alumbrados, faltas de reclamo, ni siquiera catálogos. Sin  embargo se llegó a hacer eco de ella, nada más y nada menos, que José Francés, uno de los mejores y más afamados críticos de la época, y que más tarde se convertiría en su compadre. (En la imagen 'La elección de Nené,' 2ª. B y N 1.795, 11 de octubre de 1925. Aguada, lápiz negro y gouache. sobre cartulina, cartulina impresa, cartón fino coloreado. 29,8 3 18,4 cm, 30,2 3 18,8 cm, 34,7 3 26,0 cm. Colección ABC).

En esta primera exposición aparecían obras tales como: “La joven del lirio”, “Carmen”, “Luis Alonso”, “Magdalena”, “El Rubio”, “Una gitana”, “Retrato del escultor Cluny”, “El hombre del jardín”, “Diego”, “Curro Flores”, un “Retrato de la señorita de Olmedilla” así como una “Apunte para el retrato de Pedro Marón”.

Desde septiembre de 1914, en que marchó de Sevilla a la capital de España, vivió la vida bohemia, aliado de personajes como Andrés Segovia (1891-1982), de quién llegó a pintar un retrato por aquella época, Emilio Carrere (1881-1947), famoso por su bohemia y por ser el cantor de los bajos fondos madrileños, el escritor sevillano Rafael Lasso de la Vega (1890-1960), el poeta Pedro Luís de Gálvez. Participo en algunas tertulias donde asistía el dramaturgo don Jacinto Benavente  (1966-1954).

ochoa_retrato_dama_madridMuchos de estos personajes fueron compañeros suyos en la revista “La Esfera”. También por estas fechas entabla amistad con Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), del que ilustró su obra ‘La Roja’, Mauricio Bacarisse (1895-1931), al que ilustraría su libro ‘El esfuerzo’ (1917), convertido hoy en una joya bibliográfica, y José Bergamín (1895-1983), en el Café Pombo, el famoso Café fundado por el autor de ‘Las Greguerías’ e inmortalizado por José Gutiérrez Solana (1886-1945). (En la imagen, dama de la alta burguesía madrileña en el estudio de Ochoa. Madrid, 1920).

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La mañana, la tarde y la noche. Ilustración para revista 1920. Sanguina sobre papel. Colección Alfonso Jiménez.

En sus primeros tiempos en la capital de España se dedicó a pintar retratos, entre los que cabe destacarse el de la emperatriz granadina Eugenia de Montijo, en los últimos años de la vida de ésta. Este retrato desapareció del Palacio de Liria, propiedad de los Duques de Alba, durante la guerra civil española, estando actualmente en paradero desconocido.

ochoaymujer_puertosantamariaContrajo matrimonio con Julia Puertas González (Granada 4/4/1894 Madrid-1974), el 14 de julio de 1919, en la Parroquia de San Antonio de la Florida, de Madrid, donde se encuentran los magníficos frescos de Goya, y donde, precisamente, en noviembre de ese mismo año de la boda, fueron trasladados los restos del pintor aragonés, aunque, como ya es sabido, a falta de la cabeza. Celebró la ceremonia el reverendo Ramón Gómez de las Barreras, y fueron los padrinos de la boda: Federico Airoz Álvarez y Gloria Ramírez Puertas. El joven matrimonio viajó de luna de miel a El Puerto de Santa María, donde se encontraban el día 18, y donde permanecieron durante todo el verano. Enrique Ochoa aprovechó para pintar algunos retratos, entre ellos alguno para una importante familia roteña.  Fruto de este matrimonio nacieron tres hijos, de los cuales, los dos primeros fallecieron a corta edad, sobreviviendo sólo el tercero: José, que nació en Madrid el 5-12-1921, y falleció en la misma ciudad en el 25 de septiembre del año 2000. (Boda de Enrique Ochoa y Julia Puertas. 14 de julio de 1919).

prosasprofanas_1920Este matrimonio duraría pocos años, pues cuando Enrique Ochoa marchó a Barcelona, a mediados de los años veinte, con motivo de una de sus exposiciones, decidió quedarse allí. Y, desde entonces, se unió sentimentalmente a su alumna, la pintora bilbilitana, Carmen Osés Hidalgo. Con Carmen vivió, pintó y viajó por el mundo hasta la muerte de ésta acaecida en 1961. Enrique Ochoa llegó a pintar un soberbio retrato al óleo de Carmen, hoy en la colección del nieto del pintor. (En la imagen, libro de Ruben Darío 'Prosas Profanas', de 1920, con ilustraciones de Enrique Ochoa).

A finales de los años veinte, Enrique Ochoa ya viaja a Mallorca, y se instala en Pollensa, en una casita al final de la escalinata del Calvario, donde vivía y pintaba. Unos años antes, también el poeta nicaragüense Rubén Darío, llegó a Pollensa, y se hospedó en la fonda del Loro.

Hemos de recordar que ya Ochoa había trabado amistad con el poeta y que, años después, tendría ocasión de ilustrar sus obras completas en la editorial Mundo Latino. Desde su primera exposición de 1914, hasta estallar la guerra civil, Ochoa llegó a realizar una veintena de exposiciones en: El Puerto de Santa María, Sevilla, Barcelona, Mallorca, París, Milán… Además de concurrir a otros certámenes y exposiciones colectivas, como los Salones de Humoristas, la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, los Salones de Otoño… Según cuenta el propio Ochoa, él marcha de Barcelona a Mallorca, en el último barco que zarpó antes de estallar la guerra civil, por lo que debió ser en la primera quincena de julio de 1936.

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Federico García Lorca vistop por Enrique Ochoa. Granada. 1933. Óleo sobre lienzo. 64x74 cm. Colección Estévez-Téllez.

enriqueochoa01SANTUARIO DE SANTA MARÍA DE LA CABEZA.

Poco después de los acontecimientos de Guernica, estaban sucediendo hechos igualmente dramáticos en Sierra Morena. En dos cumbres, en tomo al Santuario de Santa María de la Cabeza, llevaban nueve meses resistiendo, estando a favor del Alzamiento, un total de 250 guardias civiles, con sus familias, un centenar de falangistas y unos setecientos civiles, miembros de la derecha de Andujar. Pese a que las fuerzas de Queipo de Llano se encontraban relativamente cerca, estaban en Porcuna desde el 1 de enero de 1937, los nacionales no hicieron ningún esfuerzo por liberar a la guarnición. (En la imagen, 'La mujer y las telas'. B y N 1.729, 6 de julio de 1924. Gouache, grafito, toques de color y rótulo a tinta sobre cartulina, cartulina coloreada. Colección ABC).

A principios de abril el bando republicano, decidió combatir aquella isla de resistencia en medio de la zona republicana y, para ello, envió una gran fuerza al mando del coronel García Vallejo.
Al frente de la guarnición del bando nacional estaba el comandante Nofuentes, que prefería rendirse, y fue depuesto del mando. Su lugar lo ocupó el capitán de la guardia civil Santiago Cortés. Franco dio permiso a Cortés para rendirse si la resistencia se hacía imposible, pero éste dijo a sus hombres: “La guardia civil y la falange mueren, pero no se rinden”. Pese a que las mujeres y los niños tenían garantizada la evacuación, los hombres de Cortés decidieron resistir. Y el 11 de mayo, el ejercito de la República, que lo componían unos veinte mil hombres, irrumpió en el santuario.

enriqueochoa02El santuario fue incendiado. Los combatientes hechos prisioneros, y el capitán Cortés, que había resultado herido, murió en el hospital, llevándose a la tumba el lugar donde había enterrado la efigie de la Virgen de la Cabeza. (En la imagen, 'Capricho oriental'. B y N 1.422, 18 de agosto de 1918. Pastel y tinta sobre cartón. 35,9 x 25,9 cm. Colección ABC).

Fuerte impacto debió producir este suceso en el pintor de El Puerto, hombre sensible, donde los haya y que, además, conocía como nadie, el dolor de la guerra. Creemos que, Enrique Ochoa, debió ver cierto paralelismo entre este episodio de nuestra guerra civil y el que, treinta y nueve años antes, había vivido en sus carnes, cuando “los últimos de Filipinas”, junto a sus padres y hermana se vio sitiado en Manila, por la tropas norteamericanas y los tagalos. Y, curiosamente,  este episodio fue coincidente hasta en la fecha: el 1 de mayo. Por otra parte, hemos de indicar que en las islas Filipinas se le tiene una gran devoción a Nuestra Señora de la Cabeza, por lo que cabe pensar que este hecho debió percibido el pintor en su estancia en el archipiélago, y sin duda, también le influyó en su determinación de pintar el cuadro.

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Defensa del Santuario de la Virgen de la Cabeza. 1937.

Después de meditado mucho, y de hacer no pocos bocetos, se decidió a pintar un cuadro, de grandes dimensiones, aproximadamente las mismas que el Guernica picassiano. Este cuadro fue expuesto en Milán, en la Galería Pesaro, en 1938.

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El cuadro de la 'Defensa...', en la ubicación que tuvo en la Academia de Bellas Artes, entro otros cuadros de la donación, que en la actualidad se exponen en la muestra de Ochoa 2010.

Años después, en 1948, este cuadro entró a formar parte de la donación de sus obras a su ciudad natal. Y, en El Puerto estuvo, hasta 1956, en que el Ayuntamiento, lo cedió en depósito, a la Dirección General de la Guardia Civil, que aún lo mantiene en sus instalaciones. Confiamos que cuando nuestra ciudad cuente, al fin, con un Museo de Bellas Artes, esta obra pueda volver aquí, para que pueda ser contemplada por los paisanos del pintor que la plasmó, y pueda ayudar a comprender, a las generaciones venideras, lo que otro pintor, aragonés universal, bautizó como “los desastres de la guerra”.

Como dato curioso hemos de señalar que, el 9 de septiembre, día en que fueron depositados los restos mortales del pintor Enrique Ochoa en el cementerio portuense, era la festividad de Ntra. Sra. de la Cabeza.

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Aquel 6 de marzo de 1948, en la donación que Ochoa realizó a la Academia en un acto multitudinario, se encontraban en la presidencia, el presidente de Bellas Artes, Ramón García-Llano, su pareja Carmen Oses, Eduardo Ciria Pérez alcalde de la Ciudad, Enrique Estevez Ochoa y el Teniente Coronel de la Guardia Civil y amigo de juventud del pintor, Enrique Rodríguez de Hinojosa.

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Estudio del pintor en Palma de Mallorca, calle Apuntadores, 45. Año 1949.

Las “Imágenes Internas” son una parte de la obra ochoadiana, de un simbolismo alegórico, que nuestro artista crea una vez concluida la Guerra Civil, a finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta, en que una intensa vida interior, de recogimiento, solo acompañado por la música, y la pintura, dan como resultado unas expresiones plásticas, basadas en cuatro pilares o temas fundamentales: la religiosidad, San Francisco de Asís, el amor, y la música. Religiosidad: ‘Hacia la luz’, ‘Camino celeste’, ‘Ángeles en adoración’, ‘Tránsito de luz’, ‘Floración espiritual’, ‘Elevación’, ‘Evocación’, ‘Éxtasis’, ‘Paisaje angélico’.

ochoa_sanfrancisco_puertosantamariaSAN FRANCISCO.

Otro apartado dedicado a San Francisco, una devoción constante en toda su obra, es posible que en recuerdo de Francisco Estévez, su malogrado padre, con obras tales como: ‘La llama blanca de Asís’, ‘Imagen franciscana’, ‘San Francisco de Asís’, ‘Monjes’… El amor: ‘El amigo y el amado’, ‘Primera sensación de amor’, ‘Almas iluminadas de amor’, ‘Amor es unión de almas’, ‘Tu pintas con el alma de la amada’, ‘El árbol del amor’, ‘El mito amatorio’, ‘Se aman en su mundo interior’… Y en otro apartado la música: ‘Momento musical’, ‘Sinfonía eterna’, ‘Soledad sonora’, ‘Lírica de las emociones’, ‘Chopin y la inspiración’, ‘Solo en el silencio oímos la sinfonía interior’, ‘Ritmo’…

De 1940 a 1948 es la etapa en la que, Enrique Ochoa, se recluye en la celda número 4, de la Cartuja de Valldemosa, donde se conserva esa reliquia única del amado ‘Pleyel’ de Chopin, que fue donde se originó la ‘Plástica Musical’, a raíz de sus estudios, que derivarían de las ‘Imágenes Internas’, y que ya serían una constante en su obra hasta su muerte.

evitaperonEn abril de 1949 se embarca en Cádiz, rumbo a Buenos Aires, acompañado de su pareja Carmen Osés. Tenía el encargo de entregar a la esposa del Presidente argentino, doña Eva Duarte, un cuadro que la hermandad de la Macarena le había encargado para que se le regalase a dicha señora. Se trataba de un tríptico de ‘La Anunciación’.

Eva Perón, quedó tan complacida que, quiso corresponder a la hermandad sevillana, y encargó a Enrique Ochoa, pintase un cuadro de ‘Nuestra Señora venerada Virgen de Luján’, Patrona de la Argentina para regalarlo a la hermandad de la Macarena. El propio maestro Ochoa fue el portador del cuadro, desde Buenos Aires hasta Sevilla. (En la imagen de la izquierda, Eva Perón).

Durante algunos años vivió en Barcelona, en Ibiza y también en Canarias, pero siempre tuvo un pie en Mallorca, la isla maravillosa, con la que mantuvo un idilio desde su primer viaje. Dirigió el Museo Menestralía, de Campanet. Fue nombrado ‘Académico’ de la de San Sebastián, en Palma de Mallorca en 1960, sustituyendo al fallecido pintor Anglada Camarasa, junto al poeta Guillermo Colom y al pintor Juan Pizá. Llegó a ser nombrado Vicepresidente de dicha Academia.

Contaba 75 años cuando concurre al XXXVII Salón de Otoño madrileño, en su edición de 1966, y en la que se le dedicó una de las salas especiales, la sala XV, en su honor, con 28 obras, obteniendo ‘Primera Medalla’ por la obra “Concierto n°. 1” (Tchaikovsky). El ‘Premio Jesús Aramburu’, por la obra “Autorretrato”. Y en el mismo certamen es merecedor, también, del ‘Premio Casa Calles’, consistente en el trofeo ‘Paleta de Oro’, por la obra inspirada en el final del mismo “Concierto n° 1”.

ochoa_autorretrato_1944HIJO PREDILECTO DE EL PUERTO.

Por acuerdo de Pleno del Excmo. Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, de 2 de septiembre de 1967, ratificando lo acordado en la Comisión Permanente de 19 de julio de ese mismo año, Enrique Estévez Ochoa, fue nombrado ‘Hijo Predilecto’ de su ciudad natal. (En la imagen de la izquierda, autorretrato de 1944).

En diciembre de 1968, y en el Palacio del Retiro, se celebró el trigésimo noveno Salón de Otoño. Enrique Ochoa expuso junto a Francisco Llorens, José Cruz Herrera, Enrique Segura, Alfonso Grosso, Josefina de Lanceiro, Francisco Soria Aedo, José Bardasano, Julio Moisés, Eduardo Chicharro Agueras, Luís Brihuega y Agustín Segura, en las salas IX y XI, llamadas de maestros.

Asimismo, en la sala XII, se exponían dibujos de maestros, además de algunos de los ya citados, junto a Ochoa, otros como José Pérezgil, Isabel Guerra y Francisca Rubio. En esta ocasión le otorgan a Ochoa la ‘Medalla de Honor’, por su obra: “San Francisco, el pobrecito”.

En el XL Salón de Otoño de Madrid, celebrado en el Palacio de Velázquez, en 1969, un jurado especial compuesto por: el Marqués de Lozoya, don José Cruz Herrera, don Agustín Segura, don Mohamed Sabry y don José Prados López, acordaron por unanimidad, conceder el ‘Premio Extraordinario Princesa Sofía’, al pintor portuense.

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Cerca de la Parroquia de la Milagrosa, del poeta García Lorca al que pintó, de su amigo Juan Lara, 'Pintor Enrique Ochoa' es una de las calles de circunda al Colegio Luisa de Marillac.

CALLE ENRIQUE OCHOA.

Con 84 años sería cuando Enrique Ochoa lograría alcanzar una de sus mayores ilusiones, tener una calle con su nombre en su ciudad natal. Esto ocurría en 1975:  “Mi premio mayor, aunque soy ciudadano del mundo, porque he recorrido todo y en todas partes tengo amigos, es el de saber que he nacido en El Puerto de Santa María y que ya, en vida, tengo una calle con mi nombre allí”.

juanlaramisrecuerdos_puertosantamariaDESCANSAR PARA SIEMPRE EN EL PUERTO.

Desde hacía bastante tiempo, el pintor había solicitado, como su última voluntad, un pequeño nicho donde reposar cuando falleciera, y que le fuera sufragado por el Ayuntamiento. Incluso llegó a dejarle el “encargo” al pintor Juan Lara, que nos lo cuenta en “Mis Recuerdos”: “Tengo un largo archivo epistolar suyo, e incluso en cierta ocasión me encargó que, si moría antes que yo, me ocupase de que lo trajesen al Puerto”.

La burocracia municipal hizo que la solución a esta petición se fuera demorando, de ahí que el hijo de Enrique Ochoa se viera obligado a escribir al Ayuntamiento portuense. Carta que fue leída en  la Comisión Municipal Permanente del 23 de agosto de 1978:  “…dando cuenta de que su padre se encuentra  internado en la Cruz Roja de Palma de Mallorca, aquejado  de fractura de cuello de fémur, con escasas posibilidades de  recuperación, y que su mayor ilusión es que, en caso  de fallecimiento, sus restos descansen en esta ciudad.  La Permanente Municipal, haciéndose eco del sentir  de tan preclaro hijo del Puerto de Santa María, acuerda,  por unanimidad, conceder a perpetuidad libre de derechos,  el nicho subterráneo n° 6, situado en el patio 2° derecha,  Sección San Canuto, del Cementerio Católico de esta población”.

y es curioso como resistió hasta que le fue finalmente concedido su deseo, pues tan sólo transcurrieron catorce días desde este acuerdo municipal hasta su fallecimiento. Parece ser que diría, ya puedo morir tranquilo, pues mis restos ya pueden reposar, en mi pueblo, junto a los de mis mayores.  Se conserva un escrito autógrafo, a modo de poema, del propio Ochoa, que es un canto a El Puerto de Santa María y en el que queda constancia de su deseo:

…Que orgullo es para mí,
Es el haber nacido,
en El Puerto de Santa María.
Como pájaro errante,
Con mis vuelos de artista
No sé donde caeré un día,
pero montaña,
cielo o mar,
sólo le pido a Dios
que reposen mis restos
en El Puerto de Santa María.

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Manuel de Falla “Danza de fuego”. 1974. Óleo sobre lienzo. 100 x 90 cm. Colección particular.

El miércoles 6 de septiembre de 1978 fallece, por insuficiencia cardiaca, según certifica el doctor don Gonzalo Aguiló Mercader, Enrique Estévez Ochoa, o ‘Enrique Ochoa’, para la historia de la pintura española, en su casa, en el número 13-1°, de la calle Apuntadores, de Palma de Mallorca, aunque el testimonio de su nieta nos dice que falleció en la Clínica de la Cruz Roja, siendo trasladado su féretro, por vía aérea, hasta su ciudad natal, El Puerto de Santa María, donde
sería enterrado el día 9 de Septiembre, curiosamente, festividad de Santa María de la Cabeza, recordemos que él fue el autor del lienzo, en el que se plasmaba un episodio de nuestra guerra civil, en el santuario que está bajo la advocación de esa Virgen; y, un día después, de la celebración anual de la patrona de nuestra ciudad, Nuestra Señora de los Milagros.

enriqueestevezochoa_puertosantamariaYa son uno los azules
del Puerto y de Valldemosa.
Su sol azul para oir
El alma de Enrique Ochoa.

Estos versos de Montero Galvache sirvieron para despedir la necrológica del poeta en el ‘Diario de Cádiz’. No sabemos si fue premeditado o si fue el destino quien quiso que así fuese, pero lo cierto es que vino a morir, como su madre, en una isla, la de Palma, en la que vivió más de media vida, y donde hizo lo mejor de su obra. Si su madre murió con cuarenta y dos años y su padre con cuarenta y cinco, Enrique Ochoa murió con 87 años, justo la suma de ambos.

Dilatada vida e ingente obra las que nos legó Enrique Ochoa, trabajador incansable, artista prolífico, y merecedor de una monografía que recoja todo su quehacer para que las nuevas generaciones conozcan la obra de este “alumbrado multicolorista de El Puerto”. (Texto: Francisco M. Arniz Sanz). (Imagen: Enrique Ochoa en una fotografía de los últimos años de su vida).

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Junto a la Plaza de Toros, en la recién peatonalizada calle Pagador, se ha establecido un nuevo establecimiento de hostelería en El Puerto: una tasca-bodega a la manera antigua. Allí se bebe vino de El Puerto y la zona; ahora también tienen el mosto sacado con los primeros fríos. Además el vino se puede conseguir a granel para el consumos casero, en un espacio y ambiente cargado de simbología porteña:  unas paredes repletas de carteles y fotografías taurinas de mucho tiempo atrás y botellas de vinos y brandies de El Puerto de todas sus bodegas –algunas desaparecidas-- y de diferentes épocas. Aunque están abiertos desde finales de julio, parece que llevan establecido en el mismo lugar toda la vida.

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antoniofernandezsevilla_puertosantamariaJuan Antonio Fernández Sevilla nació el 24 de diciembre de 1929 en el número 135 de la emblemática calle Larga, aunque se crió y vivió su infancia en la cercana calle de Alquiladores.
En el taller de pintura de su padre, realizó sus primeros dibujos y, a la vista de las cualidades que despuntaba, le inscribieron en la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia de nuestra Ciudad, bajo la tutela del pintor y escultor Juan José Bottaro, permaneciendo en ella hasta que se traslada a Madrid, donde fija definitivamente su residencia.

Ya residiendo en Madrid, inicia estudios en la Escuela Central de Artes y Oficios, obteniendo el curso 1945-46, último de esta etapa, el Premio Extraordinario de Dibujo Artístico de dicha institución. Su siguiente etapa formativa comienza cuando sus padres solicitan y obtienen del Excmo. Ayuntamiento de El Puerto una beca que amplíe sus estudios de Bellas Artes, beca que posibilita su ingreso en la Academia de San Fernando, dirigida, en aquella época, por el que fuera su gran maestro el artista Eugenio Lafuente. Durante su estancia en la mencionada Academia, gana diversos premios: el ‘Carmen del Río’ de pintura en 1947, y el de dibujo en 1949; y el ‘Molina Higueras’ de pintura, de la Fundación Madrigal en 1950.

En este periodo de su existencia, mientras realizaba sus estudios y completaba su formación, trabajó en la restauración de los cuadros de la catedral de Sigüenza (1947), bajo la dirección de su maestro Lafuente.

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En la imagen, la Catedral de Sigüenza, donde trabajó junto a su mentor, Lafuente.

A la muerte de éste continuó con la labor iniciada, estableciendo Estudio en el  madrileño Paseo de Recoletos, número 7, donde prosiguió perfeccionando los conocimientos ya adquiridos, y muy especialmente en restauración. Conocimientos que acrecentó al obtener una beca de la Fundación Juan March y marchar a Italia al Instituto Centrale del Restauro di Roma (1961-1963), centro donde la técnica de restauración de cuadros había alcanzado, y mantiene, un alto nivel de perfección.

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Avenida Antonio Fernández Sevilla, entre Rotonda del Magisterio y Plaza de la Noria.

Fernández Sevilla siguió de cerca estas labores trasladando a España los procedimientos más importantes y actualizados, pasando a desarrollar su labor en el Instituto Central de Restauración, recién creado por aquel entonces, realizando al mismo tiempo trabajos de restauración para la conocida Galería Linares, y para diversos particulares.

En 1970 comenzó a transmitir los muchos conocimientos adquiridos, impartiendo clases de dibujo en diferentes institutos de bachillerato madrileños, siendo nombrado el mayo de 1975 Jefe de Restauración del Museo del Prado, cargo que ejerció hasta su jubilación.

feria_1993_puertosantamariaEl ayuntamiento de El Puerto, su ciudad natal, en sesión plenaria acordó en 1979 rotular con su nombre la avenida que comunica la Plaza de la Noria con la Rotonda del Magisterio. Años más tarde, en 1993, realizó el cartel de la Feria de El Puerto por expreso deseo del Ayuntamiento.
Toda su trayectoria profesional de restaurador fue unida a la pintura, destacando siempre en su obra los bodegones y las naturalezas muertas a las que aplicó una técnica ampliamente adquirida. Nunca llegó a exponer sus pinturas aunque estuvo a punto de hacerlo en los años 90. Sus cuadros se hallan en diversas colecciones particulares de Alemania, Francia, Estados Unidos y Uruguay, así como en varias ciudades españolas.

Siempre se sintió portuense y vinculado a la Academia de Bellas Artes de su ciudad, manifestándose de esta manera en una entrevista que le hicieron en 1961: “—Mi orgullo es ser portuense y gaditano, y mi deseo que nuestra Academia de Bellas Artes Santa Cecilia siga dando pintores y artistas que honren a su patria chica”.

La muerte de su esposa en el año 1986 le marcó profundamente hasta el fin de sus días, luctuoso  hecho que tuvo lugar el 26 de diciembre de 2000. (Texto: Vicente Reyes Fernández. Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia).

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Meses antes de realizarse las obras de remodelación de las instalaciones industriales de la Compañía Lebón en sus locales de calle Diego Niño y Descalzos [que luego pertenecerían a la Fábrica de la Luz, o Electra Peral Portuense, hoy Caja Inmaculada] tuvo lugar un trágico accidente en la primitiva fábrica de gas de la compañía en el Campo de Guía,  en el que se vieron implicados cinco operarios de la misma, afectados todos ellos por inhalación de hidrógeno sulfurado según el diagnóstico oficial facilitado por el equipo médico que atendió a los accidentados, compuesto por los doctores Plácido Navas, Adolfo Barra, Luis Rouselet y Luis Lorite, este último médico forense

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Fábrica de Gas Lebón, donde hoy está ubicado el Polideportivo Cubierto.

placido_navas_psmEn la imagen el doctor Plácido Navas.

El accidente laboral se produjo el sábado 8 de febrero de 1919 en el interior de un profundo pozo situado entre los dos gasómetros existentes, que contenía en su fondo las válvulas de las cañerías de gas. Cada semana una cuadrilla formada por media docena de hombres procedía al achique del agua que se filtraba del cercano río, bajando uno de ellos hasta el piso encharcado y desde allí, situándose los demás de forma intercalada en la escala metálica adosada al muro, mediante esta cadena humana, eliminaban el agua acumulada en la lenta filtración. Esta operación, realizada puntualmente cada sábado, venía realizándose, prácticamente, desde la construcción de la fábrica, sin ningún incidente. Sin embargo, en esta ocasión, una concentración de hidrógeno sulfurado, formando una “bolsa” en el fondo de la oquedad, propició el desmayo inicial del obrero que bajó al fondo. En los primeros tramos de la escala estaba el encargado, José Péculo, que acudió en ayuda del accidentado, sufriendo el mismo efecto y así, sucesivamente, los otros tres compañeros que se encontraban situados en la escala, acumulándose en el fondo los cuerpos de cinco personas en pocos minutos. Los accidentados fueron: José Péculo Aparicio, de 55 años, casado y con 8 hijos; Joaquín Delgado Benítez, de 38 años, casado, con 5 hijos.; Manuel Moreno Paz, de 25 años, soltero; Manuel Naviero Delgado, de 28 años, casado, con 1 hijo y Manuel Garay Trinidad, de 30 años, casado, con 1 hijo.

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La Fábrica de Productos Químicos de Haupold estaba cerca y acudieron a auxiliarles.

El último miembro de la cuadrilla, que se ocupaba de vaciar los cubos, pudo dar aviso al encargado de la fábrica, Manuel Garcia Bastardin y este, a su vez, solicitar el auxilio de sus vecinos de la cercana fábrica de productos químicos Haupold.  Acudieron Augusto Haupold y su cuñado, Antonio Ordóñez, que era médico, organizándose la operación de salvamento y primeros auxilios de los accidentados.  Se pidió un voluntario para bajar al pozo, ofreciéndose uno de los obreros, Manuel Flores Lainez, al que ataron de una cuerda previsoramente. Descendió y se consiguió rescatar con su eficaz ayuda, uno a uno y con gran dificultad dado los rudimentarios medios con que contaban, a todos los accidentados, a los que se les practicaron la respiración artificial, logrando reanimar a cuatro de ellos, que fueron trasladados por la Cruz Roja al hospital municipal. El quinto accidentado, de mayor edad, José Péculo Aparicio, cuando fue rescatado era ya cadáver. El juez, Don Fernando Badía, ordenó el levantamiento del cadáver y autorizo el traslado del cuerpo a su domicilio –vivía muy cerca de la Electra Peral, en el nº 85 de calle Larga- para ser velado por la familia, señalando la obligada autopsia para la mañana siguiente, previa al entierro.

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Electra Peral Portuense, por su fachada de la calle Larga.

José Péculo era el empleado de mayor antigüedad en la empresa, --35 años de servicio-- en la que gozaba no solo de la confianza y estima de sus patronos que le habían distinguido con el premio “Constancia y Trabajo”, instituido por Lebón y Cia. entre sus empleados y obreros a nivel nacional tambien del respeto y aprecio de los demás componentes, sus compañeros de trabajo y sus conciudadanos en general, tal como refleja en su crónica del suceso la “Revista Portuense” que lo menciona “como modelo de laboriosidad y honradez”.

severiano_ruizcalderon_puertosantamariaFue él quien, en representación de la compañía Lebón, firmó las escrituras de compra de los solares en donde ahora se levanta la Sala Cultural de CAI, adquiridos en subasta pública, mientras que el otro firmante, el de la parte vendedora, sería otro ilustre personaje local, el alcalde del momento, Severiano Ruiz Calderón, cuyo nombre se ha perpetuado en el palmeral junto al río, el paseo y parque público que lleva su apellido y que aparece en la imagen de la izquierda.

El sepelio, al que acudieron numerosas personas, estuvo presidido por el alcalde la ciudad, Ernesto S. Piury, el Gerente de Lebón y Cia en Cádiz, el ingeniero Gatell Lomaña, Jefe de Personal de la empresa y el director de la misma, Manuel Ordóñez Garabito, aficionado a la fotografía, de quien en breve esperamos publicar una nótula. (Texto: Antonio Gutiérrez, A.C. Puertoguía).

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manuelmunozaparicio2_puertosantamariaManuel Muñoz Aparicio, Manolín 'el del Cosario', nació el 23 de diciembre 1937. Sus padres fueron Juan Muñoz Villanueva, fallecido en junio de 1939 y Luisa Aparicio García, fallecida en septiembre de 2000.Su otro hermano, Juan Muñoz --conocido entre otras muchas actividades por haber llevado durante años la taquilla de la Plaza de Toros, desparecido en marzo de 2005-- y el que sería cura, Juan Carreto Aparicio, quien se crió con ellos, pues estuvo bajo la custodia de Luisa 'la del Cosario' el morir durante el parto su madre.

Manolín, nació en el núm. 32 de la calle Nevería, casa que hoy ocupa una Fonda. Curiosamente, por venir de quien vino: el párroco de la Prioral, Antonio Cía Moreno, compró aquel edificio e intentó echar a la calle a Luisa y su familia. Luisa alegaría que su negocio, el Cosario, lo tenía en la esquina, lo que la protegía legalmente para permanecer en aquella vivienda; sin embargo, casualidades de la vida, en el número 34 vivía un militar de apellido Alba al que destinaron fuera de El Puerto y al quedarse vacía la casa --a pesar de los muchos pretendientes que le salieron- el cura consiguió que el piso de la casa núm. 34 fuera para Luisa y, de forma anecdótica, la mudanza de los muebles se hizo por la azotea.

luissaapariciogarcia_puertosantamariaLUISA APARICIO.
La madre de los Muñoz y tutora del que sería el cura Carreto fue una heroína, como tantas y tantas mujeres de su época que, en circunstancias adversas sacaron a familias numerosas adelante sin la presencia de su esposo. Con 33 años se quedó viuda, con tres niños, además de su madre, su hermana Antonia, el hijo de ésta Pepito Aparicio y un primo de su marido, Joselito Muñoz. Siete personas a su cargo, osea, siete bocas que alimentar, más algunos allegados que también necesitaron ayuda, como sus sobrinos, Juan, Jesús y Bartolo Aparicio. A todos sacó adelante con entereza y dignidad: Juan y Manolín y su sobrino Pepito irían al colegio privado de Alfonso Cárdenas, en la calle Luna, entonces conocido como un 'colegio de pago'. El cura Carreto, desde muy temprana edad marchó al Seminario, no sin antes haber trabajado de botones en el Banco Central.

ESTUDIOS DE COMERCIO.
Juan y Manolín estudiaron Comercio, aunque Juan abandona dichos estudios relativamente pronto para ponerse a trabajar. Y Manolín, inexplicablemente y por una fobia a los estudios y el colegio, lo deja pendiente de Reválida. Lo que no podría imaginar este último que, con posterioridad aquellos conocimientos adquiridos durante los cinco años de peritaje: contabilidad, cálculo mercantil, inglés, francés, etc.. le servirían para el puesto de trabajo que, con el tiempo, ocuparía en la Base Naval de Rota.

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Manolo estudiando y trabajando en el Cosario. La fotografía está tomada el 26 de marzo de 1954.

Recuerda a algunos de sus profesores y compañeros. Entre los primeros a Rafael Bedoya, Guillermo Beltrán, Antonio Gil González --muy querido por nuestro protagonista. Entre los compañeros Paco Bollullo, Eduardo Zamorano, José Luis López Franco 'Lopete', Antonio González Díaz, Antonio García Díaz, Miguel Aguilar, Antonio Pérez Ruiz o Manuel Clemente.

SERVICIO MILITAR EN EL FERROL.
Entre 1957 y 1959 hizo el servicio militar en El Ferrol. Precisamente en 1957 tuvo que examinarse de Reválida en el peritaje de Comercio que cursaba, pero 'la llamada de la Patria' se lo impidió, algo que no le importó entonces, pero de lo que se arrepentiría más tarde, pues aunque tenía los conocimientos no así el título.

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Con el equipo de Fútbol 'Arsenal del Ferrol' que jugaba en Segunda División, como filial del 'Rcing del Ferrol'. Manuel Muñoz aparece en ropa de faena. Año 1957

Manolo rememora con satisfacción el trabajo que realizó durante el Servicio Militar con 200 analfabetos a los que enseñó a leer y escribir. Así, tenía que alternar el trabajo en la oficina con la docencia de urgencia que practibaba con los marinos de reemplazo. Además, mientras éstos no aprendiesen, no podían coger permisos, con lo que en seis meses conseguiría que 199 pudieran ir de visita a sus casas y con el único que quedó se hizo una excepción para que cogiera el permiso, aunque al final también acabaría aprendiendo

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La calle de la izquierda es Palacios y los que posan en la calle Nevería. La puerta de detrás, donde hoy existe una óptica y estuvo el Bar El Faro y, anteriormente la armería. De izquierda a derecha, Macario, empleado del Cosario sin relación con los Valimaña, desconocido, José Torres hijo del que fuera directivo del Racing Club Portuense, Manolin Muñoz y, delante del carro, el que luego sería cura, Juan Carreto Aparicio. Este vehículo eera el transporte mecanizado --perdón, 'manuzalizado'-- del Cosario que se usaba para el reparto de mercancías.

LAS TERTULIAS DEL COSARIO DE TABLAS.
Un Cosario es una especie de agencia de transportes de pequeñas mercancías, un recadero de servicios urgentes, situado en la esquina de Nevería con la calle Palacios. Aquel Cosario lo compró el abuelo de Manolo en el año 1921 a un tal Sr. Tablas, de ahí el nombre por el que se le conocía. A la muerte de su padre y al hacerse cargo su madre de dicho establecimiento, empezaron a realizarse tertulias por las que pasaron varias generaciones de porteños.

munozaparicio_feriaEn la imagen de la izquierda, Feria de 1946. De izquierda a derecha, Juan Carreto Aparicio, Lolita Vélez, hija de uno de los propietarios de la taberna Casa Lucas, Manolín, su hermano Juan Muñoz y José Aparicio.

Las primeras estaban compuestas por Luis y Pepe Bootello, Eugenio Pedregal, Paco Socastro, Juanelo --gran cazador--. La siguiente generación, Emilio Bootello, Juan Santisteban 'Santi' y Juan Muñoz Aparicio entre otros. La tercera y última, la más numerosa con Alfredo Bootello Reyes, Enrique Pedregal Valenzuela 'el Tiracruz'' algo que luego se aclarará, Victoriano y Antonio Gil Jiménez, los Llorca que vivían arriba del Cosario, Pepín Bustillo, Pepe Torres, Manolo de la Torre 'Jalisco' y el propio Manolín Muñoz. A éstos se unieron, aunque otros muchos, más jóvenes como Javier Tosar Barrera, Emilio y José Manuel Almagro, Pepito Aparicio, Angelito Albert, Simeón Simeón Arenas, Antonio Pineda Crespo 'el Pichurra', Enrique Rivas Acal y seguro que muchos más en cantidad bastante, para no extendernos más.

Entre los empleados que estuvieron en el Cosario podemos recordar a Leopoldo Gómez Moya 'Lupo', Pepe Gómez Moya 'Lupo Chico', Macario, Antonio Hermida, Emilio Suano, Manolo, Rafael y Antono Muñoz de la Rimada, Domingo Romo 'el Minguito', Juan, Jesús y Bartolo Aparicio y los hermanos Muñoz, Juan y Manolo, bajo la dirección magistral de Luisa.

letrero_cosarioDesgraciadamente para Luisa --para ella fue un trauma--, en diciembre de 1971, tras 50 años de funcionamiento el Cosario se cerró, a causa del progreso y los medios de comunicación: los clientes, o bien traían los encargos ellos mismos o bien ya compraban directamente en fábrica.

enriquepedregal_manuelmunoz_puertosantamariaANECDOTARIO.
El abuelo de Manolo tenía en la oficina una mesa muy grande de dos por un metro y en la tapa ponía unos papelitos conl os encargos que tenía que traer de Cádiz --la mayoría era la compra de cosas que no se encontraban en El Puerto-- con su dinero correspondiente encima que, en aquelas fechas eran monedas; ordenaba los pedidos por el callejero, y una vez hecho, se ponía a nivel de la tapa de la mesa, pegaba un soplido con todas sus fuerzas y los papelitos que no tenían las monedas encima, volaban, y aquellos encargos no se hacían. Y es que, como afirmaba el abuelo, "--Sin dinero no se puede hacer nada".

Durante el mes de mayo, se confeccionaba una Cruz de Mayo que, en un tenderete, se paseaba por la calle Nevería y siempre se recogían algunas propinillas. Enrique Pedregal tuvo una discrepancia con los organizadores y se quedó fuera del cotarro. Entonces dijo que "--Como yo vea el tenderete con la cruz por la calle, le pego una patá y lo tiro". Y para los amigos se le quedó el apodo de 'el Tiracruz'. (En la imagen de la izquierda, de pie, Enrique Pedregal y agachado, Manuel Muñoz).

Manolo no puede olvidar la experiencia que le aportó el Cosario: dirección de personal, resolución de situaciones difíciles y muchas, muchas más cosas, digamos que le abrió los ojos al mundo del trabajo y la empresa. Aquello le sirvió para que una vez trabajando en la Base Naval de Rota estuviese entrenado, a pesar de empezar a comunicarse en otro idioma.

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Equipo de Acción Católica. De pie de izquierda a derecha, Miguel Pantoja del Puerto, José Vázquez, José Jacinto Cossi Mora, Enrique Pedregal Valenzuela, Eduardo Cuvillo Jiménez, Miguel Caro Gómez, Juan Fernández Gallero 'Juanito Gasolina' quien tuvo el Bar Juanito. Agachados, José Manuel Neto, Manuel de la Torre, Antonio Gil Jiménez, Rafael Gómez Giménez y Manuel Muñoz Aparicio. La foto, de Rafa, está tomada el 15 de diciembre de 1948 en un encuentro contra el equipo de la Congregación de los Luises en el Campo del Eduardo Dato, ganando los primeros por 5 a 2.

DEPORTES: EL PORTÁTIL Y EL TRONCHO.
Manolo fue aspirante a hombres de Acción Católica, aunque nunca llegaría a formar parte ya que antes de llegar a los 18 años renunció. De aquella época recuerda a Jacinto Cossi, Pablo Cerdá, Rafael Felices, Pepe Bononato, Eduardo Cuvillo, Manolo Martínez Mel, Luis Bustos, Rafael Corzo, Pepe Pineda, Miguel Pantoja, quienes llegaron a tener un buen equipo de Fútbol y jugaban en el campo de Eduardo Dato (FOTO). Contaban con una hinchada increíble. Los Sánchez Romate, que eran tres pero hacían por trescientos. También jugaron en el Portátil Antonio Gil Insúa, Rafa Rivas Acal, Isidoro Nogués, Juan Luis Perles, Francisco Bernal 'el Caco', etc.

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El Portátil C.F. en el Campo Eduardo Dato, en un partido que jugaron contra los Luises. De pie, de izquierda a derecha, Domingo Monje Reinado, Ignacio Sánchez Selma, José Aparicio, Manuel Muñoz Aparicio, Angel Albert Alonso, Ignacio Jiménez González-Nandín. Agachados, Diego Castro, Antoñete, Juan Durán, Domingo Romo Martínez, Juan Rodríguez Alonso.

En El Ferrol, durante el Servicio Militar, jugó en el Arsenal, que formaba un gran equipo pues la mayoría eran jugadores de Primera División. Recuerda a Suco, extremo izquierdo en el Barcelona, Polo, extremo derecho del Atlético de Madrid y también Carolo, central del Granada.

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De pie, de izquierda a derecha, Juan Luis Perles Giner, desconocido, Manuel Muñoz Aparicio y Pedro López. Agachados, Isidoro Nogués Ropero, José Joaquín Muñoz Manzanera, desconocido y Rafael Rivas Acal. Campo Eduardo Dato, 3 de marzo de 1957. (Foto Fariñas).

La faceta futbolística de Manolo quedaría incompleta si olvidáramos al CD Troncho y a sus componentes: Antonio y Joaquín Miranda, Ramón Suárez, Huguito, Rojitas, Tito, Lolete, Juani Durán, Juani Alonso, Domingo Monge, MInguito, Castro, Ignacio Jiménez, Luis Gatica, Luini y sobre todo al gran Cabete --José Antonio--, y alguno más que se queda rezagado en algún lugar de la memoria.

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Posando tras la ceremonia de boda, en la capilla de la Virgen de los Milagros. De izquierda a derecha, Enrique Miranda Benítez, María Miranda García, Manuel Muñoz Aparico y Luisa Aparicio García. 15 de julio de 1965.

LA FAMILIA.
El 15 de julio de 1965 contrajo matrimonio con María Miranda García, hermana de Chelique (padre del Mister España Enrique Miranda), y de Luis. De esta unión nacieron tres hijos: Manuel, Enrique y José Luis. Trágicamente el segundo de los hijos fallecería a la edad de 20 años en un accidente en enero de 1990. José Luis fallecería a los 13 meses de vida, algo que ha marcado profundamente a la familia. De su hijo Manolo, casado con Toñi García Cordero tiene una nieta que tiene ya 19 años, Laura y un hijo, Enrique

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Foto familiar, de pié Manuel Muñoz Aparicio y Manuel Muñoz Miranda. Sentadas: María Miranda García, Laura Muñoz García, Enrique Muñoz García y Antonia García Cordero. Año 2000.

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Reunión de amigos en el Bar Tadeo, De pie, de izquierda a derecha, Juan Niño Garrido, Mauri Ferrugia, Luis Jiménez González-Nandín, Felipe Bononato Saez, José Jacinto Cossi Mora, José Bononato Saez, Rafael Mayo, Vicente Zuasti, José Luis López Franco. Agachados, Manuel Muñoz Aparicio y Pablo Cerdá Cossi. Agosto 1996.

BASE NAVAL DE ROTA.
Manolo entra a trabajar en la Base Naval de Rota en 1967. Aquel trabajo no le gustó a su madre que veía que su hijo estaría expuesto a los accidentes de tráfico en la carretera, diariamente. Fueron unos comienzos duros, con un idioma que no era el suyo. Empezó en el Departamento de Intendencia (Supply Departmen). A los cinco años surgió una vacante en la Oficina de Pagaduría (Disbursing Office): allí se encontraba de Supervisor su amigo Pepe Torres quien, al año es contratado por el Banco de Andalucía y Manolo pasa a ocupar su puesto. Ahí fue donde Manolo se tuvo que fajar a fondo, con solo un año de experiencia en una oficina muy complicada y compleja, en la que se operaba con tres monedas diferentes: pesetas, dólares y escudos portugueses, manteniéndose la contabilidad en  una especie de Libro de Mayor y Auxiliares (Master Cash Book and two Subsidiaries) uno en pesetas y otro en escudos.

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Manolo, ante el jet que solía utilizar para sus desplazamientos por motivos de trabajo entre las ditintas bases de la OTAN para auditar las cuentas. Un detalle de los americanos fue rotular la aeronave con el nombre de 'Puerto de Santa María'.

La categoría profesional de Manolo en la Base ya era alta. Allí se miden las categorías por grados entre el 1 y el 12, y ya ocupaba un grado 8 proveniente de un grado 4. Así, se tuvo que emplear de lleno en el aprendizaje del idioma inglés, algo obligatorio a partir de ese grado, así que nos podemos imaginar la cantidad de horas e incluso consultas con la almohada que Manolo tuvo que echar para hacerse con el control de esta oficina. Al cabo de dos años ya la controlaba completamente.

PRIMER ESPAÑOL CON PODERES ECONÓMICOS.
A pesar de ello, con el grado 8 aun no se tenia autorizacion para tener la custodia de efectivo o el talonario de cheques, como tampoco los poderes para firmarlos. Y es que los manuales de procedimiento del Departamento del Tesoro norteamericano especificaban que ningún ciudadano extranjero podía obtener dichos privilegios. Aquí fue donde llegó la gran sorpresa: el jefe de su departamento le comunica que va a hacer una excepción en el cumplimiento de la norma (Waiver) y enviar una solicitud al Departamento del Tesoro de los EEUU solicitando y justificando la importancia de asignarle dicha responsabilidad.

MANUELMUNOZ-CHECHE-PUERTOSANTAMARIAEn 1978 llegó la respuesta afirmativa, 11 años después de haber entrado a trabajar con los americanos. Aquel mes de mayo le dieron la responsabilidad de custodiar todos los fondos de la Base Naval de Rota, así como la autorización para firmar cheques del Departamento del Tesoro de los EEUU que solo requieren una firma. Imaginen la sensación que viviría Manolo al firmar el primer talón, primero de una larga lista de miles de ellos, durante más de veinte años por valor de muchos cientos de millones de dólares americanos. (En la imagen de la izquierda, cheque del  Tesoro de los Estados Unidos por valor de 2.500.000 de dólares, librado el 17 de febrero de 1981, faltaban unos días para el 23F, con la firma de Manuel Muñoz Aparicio).

En la historia de las Oficinas de Pagaduría norteamericanas, fue la primera vez que se asignaba esta responsabilidad a un extranjero, además español y de El Puerto. Aquello llevaría a que aumentase su grado profesional, pasando de 8 a 11. Además, aquel departamento, donde eran alrededor de 150 personas de las cuales el 95% por ciento militares, nuestro protagonista era el tercero de a bordo.

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Foto de la jubilación, ante las banderas española y norteamericana.

munozaparicio_medalla_puertosantamariaCONDECORADO Y JUBILOSO.
Manolo fue condecorado en dos ocasiones con sendas medallas por diferentes méritos:  en la imagen de la izquierda aparece la Superior Civillian Service, por haber contribuido  en desarrollar un programa informático que redujo tardar de dos horas a 15 minutos el tiempo de realización del arrqueo contable, con un buen premio en metálico. Dicho programa lo utilizó la marina norteamericana en todas las actividades a nivel mundial donde se operaba con dos o mas monedas diferentes.

Quizás el que mayor tuvo es que actuó como una especie de 'Oficina de Colocaciones' para la gente de El Puerto, dada su amistad con el Jefe de Personal quienes, previo examen, accedieron a trabajar en la Base cuando esta estaba en todo su apogeo de funciones y personal, jubilándose en marzo de 1999. En el auditorio de la Base Naval de Rota le rindieron honores militares frente a las dos banderas, la española y la norteamericana, escuchándose ambos himnos. Ya jubilado, con 72 años, sigue practicando el golf para no dejar de hacer deporte y, por supuesto, no ha renunciado a sus partidas de 'Dominó' que tanto le han gustado a lo largo de toda su prolífica vida. (Gestión fotográfica: Vicente González Lechuga. Tratamiento infográfico: Luis Serrano Romero).

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Antonio Paloma Benítez nace en la calle Zarza, núm. 11 el 27 de noviembre de 1945, hijo de Antonio y de Josefa, ambos de El Puerto. Asistió al Colegio de don Juan Diaz Álvarez, don Juan ‘el Cojo’, con nótula núm. 138 en GdP. Antonio es una persona  sencilla en el trato, directo y cercano.

El año que nace Antonio Rafael Alberti publica ‘Retorno de lo vivo lejano’. Nace la Feria de Primavera tal y como la conocemos ahora, aunque, de entonces a nuestros días ha tenido varios emplazamientos. El Plan de Nacional de Embalses de 1945, aprueba la conducción general de agua desde el futuro pantano de Los Hurones (Algar) hasta el gran depósito regulador de la Sierra de San Cristóbal. Juan Botaro restaura el Cristo de la Hermandad de la Flagelación.  Hipólito Sancho publica su libro relacionado con El Puerto: «Los Valera y Marruecos». Manolo Prieto protagonista en la revista ‘Tipográfica’ en el artículo ‘Los dibujantes e ilustradores españoles contemporáneos’. Nace la ceramista Pepita Lena de Terry.

1945 es también el año en el que se termina la II guerra mundial y se detona la primera bomba atómica. En España nace tabacalera S.A. y el Barcelona se proclama campeón de liga, además de ser el mismo año en que nace el cantante Raphael, cantante del gusto de nuestro protagonista.

antoniopaloma_ninio_puertosantamariaNIÑO DE LA POSGUERRA.
La vida de Antonio transcurre como la de la mayoría de niños nacidos en la posguerra, en un país y un pueblo, donde el miedo, el hambre y la desconfianza formaban parte de lo cotidiano. Ya de joven y una vez abandonado los estudios, comienza a aprender una profesión que le permita tener un futuro que pueda ir labrando con su propio trabajo. Después de varios años, abre su propio negocio, no sin mucha dificultad y empieza a formar su familia, casándose con Mari Carmen. Estas son sus dos grandes pasiones: su familia y su negocio, por las que lucha desde el primer día. Con mucho trabajo y dedicación consigue consolidar la barbería, unos clientes para toda la vida, y una familia. (En la imagen, Antonio muy pequeño).

APRENDIZ CON 9 AÑOS.
Una vez cumplidos los 9 años y después de una conversación entre su padre: Antonio, --hombre recto, primero trabajador en la fabrica de botellas y luego cajero en el ayuntamiento-- y su profesor don Juan, éste le hace saber las pocas aptitudes para el estudio del hijo, por lo que le recomienda que aprenda un oficio. Visto lo cual comienza desde los 9 años a trabajar bajo una fórmula muy común en la época: la de aprendiz, en la barbería que había en la esquina de la calleSan Juan esquina y vuelta con Zarza, con Juan y Mateo como maestros.  Después continuará su aprendizaje por diferentes barberías de nuestra Ciudad: Ganado, San Bartolomé, callejón Espelete y junto al desparecido Restaurante ‘El Resbalón’ o ‘Resbaladero’, con Pepe ‘el Gitano’, lo que le permitirá hacerse un hueco dentro de la profesión. Allí lo contratan y es donde se queda por primera vez de encargado.

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Fotografía tomada en el Paseo de la Victoria, durante una Velada, en los años cincuenta del siglo pasado, con su abuela María, su tía Milagros y su prima Mariani, con quienes creció.

antoniopaloma_afeitando_puertosantamariaSE INDEPENDIZA CON 21 AÑOS.
En 1966, movido por la ilusión de poder tener una estabilidad económica, formar una familia junto a su novia Maria del  Carmen y poder ser su propio jefe, decide embarcarse en su propio negocio, estableciéndose en el número 44 de la calle San Juan, donde todavía sigue y donde se jubilará el próximo mes de noviembre. (En la iamgen de la izquierda, afeitando, cuando todavía era aprendiz).

Durante los inicios de esta barbería, una vez va consolidada entre la clientela del Barrio Alto, incorpora a José Manuel Ramos, conocido como ‘Michel’, como aprendiz, convirtiéndose en uno mas de la familia, y abriendo luego este su propia peluquería. Su objetivo está claro: consolidar esta industria artesana, con la que crió a su familia.

44 AÑOS DE CLIENTELA.
Durante estos 44 años que ha permanecido al pie de la Barbería --hoy Peluquería--, ha tenido todo tipo de clientela. Los parroquianos en un establecimiento con tanta solera, son de todo tipo, edad y condición, muchos de ellos ya amigos después de tanto tiemp, y otros muchos, hijos y nietos de antiguos clientes. Anécdotas tiene muchas para contar, tanto en la forma del trabajo con los pelados y afeitados a domicilio o los afeitados en la barbería, que desaparecen con el paso de los años, como en el trato con los usuarios. La clientela ha evolucionado como la propia sociedad y El Puerto.

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Con José Manuel Ramos, conocido como Michel, aprendiz de Antonio hasta que se independizó, en una fotografía tomada a las puertas de la Peluquería a mediadios de los sesenta del siglo pasado.

LA CALLE SAN JUAN.
La calle San Juan al ser antiguamente calle de entrada y salida de la Ciudad, hizo que durante unos años tuviese Antonio muchos clientes americanos, provenientes de la Base Naval de Rota en una época en la que, el cambio peseta-dólar, era muy favorable para los norteamericanos. Muchos marinos militares, esta vez oficiales Españoles, que vivían pocos metros mas arriba en la Plaza de San Juan de Austria --frente al Pilón de San Juan, con nótula núm. 282 en GdP--, en los pisos propiedad de la Armada Española construidos sobre el solar de la antigua Iglesia de San Juan de Austria que dio nombre a la calle,  eran también clientes habituales, hasta el punto de marinos que solo se cortaban el pelo cuando venían a El Puerto.

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Antonio es una persona que por su profesión, ha conocido a gente con la que ha tenido la oportunidad de enriquecerse mutuamente, creando lazos de amistad con personas de lo mas dispares. Fiel además a sus amigos de antaño con los que sigue manteniendo contacto. La fotografía está tomada en los años setenta, donde aparece con Michel.

Quienes vivían en el campo y el extrarradio cuando  bajaban al casco antiguo lo hacían por la calle San Juan y se hicieron clientes de Antonio. Por supuesto no faltaban los clientes habituales, aquellos que creaban el ambiente de tertulia de las barberías de antaño, donde se reunían a diario para charlar sobre los temas de actualidad. El crecimiento a lo largo por gran parte del término municipal de El Puerto hace que la gente cada vez viva mas lejos pero esto, lejos de reducir la clientela, hace que esta se siga manteniendo igual de fiel y numerosa al igual que años atrás, habiendo consolidado una clientela propia, reforzándose con las nuevas generaciones.

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En la imagen, con su mujer y sus tres hijos a mediados de los setenta del siglo pasado.

Está casado felizmente con Maria del Carmen Gutiérrez Feria, con quien ha vivido 43 años de matrimonio y con quien ha tenido a sus tres hijos: Antonio de 42 años, José Manuel de 40 y Miguel Ángel de 38 años todos ellos residentes en El Puerto. Tiene también 5 nietos: Sergio, Elisa, Silvia, Antonio y Jaime.

AFICIONADO AL CINE SUPER 8.
Antonio es una persona amante de su Ciudad, a Antonio le duele El Puerto, que grabó con su cámara súper 8: imágenes de sus calles, parques y monumentos en los años 70. Es socio del RC Portuense desde hace muchos años. Igualmente es cofrade de la Hermandad de El Nazareno. Durante la etapa de novillero, acompañaba a su cuñado, José Luis Feria por las plazas donde toreaba. Los viajes, la buena mesa, y sobre todo el Sevilla F.C., al que acude a ver cada vez que puede al estadio, son sus otras grandes aficiones.

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Foto reciente con su mujer en uno de sus viajes, en este caso a Zaragoza.

AMANTE DE LOS VIAJES.
De joven siempre aprovechaba los pocos días libres de que disponía para conocer y enseñar a su familia localidades cercanas y sobre todo, cuando podía, se desplazaba a Sevilla, de la que es un enamorado. Además era fijo en la playa La Colorá, cuando se acampaba en la misma playa durante todo el verano, teniendo como vecinos a Pacote o El Bigotes; aquellas  acampadas duraban tres meses y desde allí  acudía todos los días a trabajar: era su veraneo en El Puerto. De hace unos 15 años aproximadamente y, cuando por fin se decide a cerrar al menos una semana al año, realiza algún viaje, que lo enriquecen como persona y le permiten conocer nuevas gentes y costumbres.

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En la actualidad, cortando el pelo, en este caso a uno de sus nietos.

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Antonio, con su mujer, en la Feria de Primavera yFiesta del Vino Fino.

LA JUBILACIÓN.
Antonio se jubila como ya se ha dicho el próximo mes de noviembre, cuando cumpla los 65 años. No hay nadie de la familia cercana que se haya preparado para seguir con esta tarea de artesano que Antonio lleva practicando desde los 9 años. Después de tanto tiempo dedicado a su profesión, afronta esta con un sabor agridulce, contento por el trabajo bien hecho, pero con una deuda no resuelta con sus clientes: no podrá seguir antendiéndoles como le gustaría y ellos le piden.

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