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 En la imagen, Juan Guerrero Villegas, en el exterior de la Plaza. Mas de treinta años viniendo desde Paterna de Rivera a El Puerto. La bolsa de 12 unidades, ya sin piel y envasado a la vista de todos, cuesta 2 euros.

Este último sábado, me detuve ante el vendedor de chumbos que se sitúa frente a la puerta principal del mercado, donde lo veo desde hace largos años y ante el que he pasado siempre sin reparar en que había un ser humano, solo un simple vendedor de chumbos.

Me acerqué y le pregunté, sin más: «--¿A cómo está la docena de chumbos?». --»A dos euros», me respondió con semblante circunspecto, es probable que aburrido de dar siempre la misma respuesta. «--¿A dos euros? ¡Que caros! --no termino de aprender--, con Juan ‘el Canastero’ (ver nótula núm. 1.780 en GdP) me pasó igual, preguntas obvias o comentarios apresurados. «--Hombre --me habló mirándome a los ojos-- ¿Usted sabe lo que cuesta hoy día coger los chumbos?». «--Antiguamente apenas tenían valor, las chumbares están en el campo abierto». Respondí. «--Si, pero hoy se han hecho muchas construcciones y han desaparecido las chumbares; en los campos donde las hay, no nos dejan entrar y además este trabajo no lo quiere nadie. Todos los años, al terminar la campaña, preciso ser atendido en el hospital para que me extraigan las púas infectadas de los párpados».

juanguerrerovillegas3_puertosantamariaSegún me hablaba, el estómago se me encogía. «--Ademá --continuó-- es muy duro, pero con esto en verano y los caracoles en invierno he sacado a mi familia adelante. No puedo encontrar otro trabajo, ¡ya me gustaría! total mucho esfuerzo para sacarme treinta o cuarenta euros con los que pago el impuesto al Ayuntamiento, la gasolina y tomarme a media mañana el desayuno aquí en el bar de al lado.

Probablemente, pensé, no cotizará a la Seguridad Social y su jubilación terminará en una miserable prestación de subsistencia. ¿--Como te llamas?», pregunté. «--Juan y también ‘el Rifle’». «--Me permites que te haga una fotografía». «--Naturalmente que si. ¿Quieres probar un chumbo?». «--Bueno, --respondí-- y me obsequió con el mejor higo chumbo que pudo seleccionar. Le compré dos docenas y me fui. «--Gracias Juan», --y para mis adentros pensé-- cada sábado me dan una lección. ¡Y todavía hay quienes piensan que los chumbos son caros!. /Texto: Alberto Boutellier Caparrós.

Más información de Juan Guerrero Villegas en GdP.

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El fotógrafo Rafa, retratado en la Nochevieja de 1981.

Rafael Pérez González, Rafa el fotógrafo, nació en el número 37 de la calle Cruces hoy 39, en El Puerto de Santa María el 26 de diciembre de 1931; siete hijos tuvo el matrimonio formado por Enrique Pérez Garrido y Carmen González Alamar: Isabel, Antonio, Enrique, Manolo, Rafael, Rogelio y José Luis.

Hasta su matrimonio vivió en la casa familiar de Cruces, cuando se fue a vivir a una casa alquilada en la Calle Cielos, junto al depósito de frutas de los Hermanos Pérez Peral, hoy Muebles Palomino, donde vivió unos dos o tres años. Compraría posteriormente la casa de la Calle Cielo Nº 70, a Manuel Fernandez Prada, donde vivió hasta su muerte el 6 de Noviembre de 1990.

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Carmen González Alamar y Enrique Pérez Garrido, padres de nuestro protagonista, en una instantánea tomada el 19 de marzo de 1965.

Estudió delineante en el Colegio de los Jesuitas, teniendo de profesor a Emilio Rasero quien, por aquellas fechas era también fotógrafo, y fue el que influyó en nuestro protagonista para iniciarse en la fotografía. Además de la fotografía, que luego le sirvió para su profesión, se entretenía mucho con la ebanistería, tanto restaurando muebles como construyéndolos.

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Un joven Rafael inmortalizado por otro fotógrafo local: Fariñas.

LA FOTOGRAFÍA.

Muy joven trabajó en las Bodegas de Fernando A. de Terry, como ebanista, hasta que se fue al Servicio Militar, en la Armada. Una vez se incorporó a la vida civil, empezó a trabajar en la fotografía. Una de sus primeras cámaras fue una Kodak, que compró en Ceuta.

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En las Bodegas Caballero, de izquierda a derecha, José María Oviedo González, desconocido, Manolo Carrillo (ver nótula 076 en Gente del Puerto) y Rafa. 9 de mayo de 1962. 

Sus primeros trabajos fotográficos fueron para diversas revistas gráficas, a nivel nacional, así como para la agencia EFE y Diario de Cádiz, entre otras publicaciones.

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BELMONTE Y TVE.

Una de las fotos más interesante de Rafael fue la que le tomó a Juan Belmonte, el 1 de Abril de 1962,  saliendo de la plaza de Toros de El Puerto de Santa María, ya que fue precisamente una semana antes de morir el torero. Debido a esta fotografía el periodista José María Iñigo, presentador de TVE, lo invitó a una entrevista en televisión,

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En la imagen, de izquierda a derecha, Rafa, Juan Berciano, desconocido, y Juan GarcÌa Cressi, el 01 de octubre de 1966.

DIARIO DE CÁDIZ.

A raíz de aquella circunstancia Diario de Cádiz le ficho como reportero gráfico, que al estar exclusivamente para el medio lo incluyó en su plantilla del periódico que entonces se tiraba en formato sábana y la calidad de la imagen no era la actual.

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Rafael y su familia: de izquierda a derecha: Rafael, Raúl, María José, Maribel y Javier Pérez Pellicer. Detrás de ellos Rafael Pérez González y María José Pellicer Salas. La imagen, tomada en las Dunas de San Antón, fue tomada con una cámara con disparador automático.

LA FAMILIA. 

El 7 de  Junio de 1964 se casó con María José Pellicer Salas, de profesión peluquera empezando el noviazgo dos años antes en la inauguración de su peluquería. Fueron una familia numerosa de primera, con cinco hijos: María José, Isabel, Rafael, Javier y Raul. Se da la circunstancia de que los dos últimos son actualmente fotógrafos profesionales.

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En la boda de su cuarto hermano, Manolo. De pie, Rogelio y Lola Otero su mujer, Rafa y María José Pellicer su mujer, Purificación Perea España y José Luís, la mujer de Enrique, y Antonio y su mujer. Sentados, Felipe Gómez Moreno y esposa María Antonia Castallo Mancera conocida como Noni, padres de José Domingo Gómez Castallo (ver nótula num. 167 en GdP), la novia Mamen o María Castallo Mancera y Manolo padres de Enrique Pérez Castallo, Secretario de la Fundación Alberti; el niño es Antonio médico residente en Jerez y Enrique, en el restaurante El Resbaladero, el 21 de octubre de 1962.

CUARTO OSCURO Y ESTUDIO.

Rafa, además trabajaba para su casa y hacía muchisimos reportajes de bodas, eventos bodegueros, municipales, --siempre se decía que, hasta que no llegaba Rafa no empezaba un acto público, con objeto de verlo inmortalizado en imágenes y… que saliera la información en el Diario--, etc.

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Rafa, en una imagen tomada en el estudio fotográfico, el 10 de marzo de 1986.

En la década de los 80 del siglo XX debido a que la familia aumentó bastante se decidió a instalar en la planta baja de su casa un estudio fotográfico abierto al público, con lo que tuvo que dejar la exclusividad que tenía con el Diario. En la planta baja de su casa de la calle Cielos, tenía instalado el cuarto oscuro de revelado, donde sus fotografías en blanco y negro nacían después de ser capturadas por su cámara.

...continúa leyendo "1.781. RAFAEL PÉREZ GONZÁLEZ. Rafa el fotógrafo."

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juan_gitanocanastero_puertosantamariaUn sábado más por la mañana paseo por Luna, calle principal de El Puerto, sin rumbo fijo. Me detengo en aquello en lo que habitualmente no reparo por falta de tiempo o porque la curiosidad no me retiene. Escaparates por los que paso fugazmente. El lotero de la esquina al que nunca compro. El vagabundo, que le arranca aullidos desgarradores a una guitarra desafinada, que te llama la atención el primer día y después pasas por su lado como si no existiera.

Me detengo ante una amplia exposición de canastos de junco y miniaturas, realizadas con primor con restos de cables de colores. Son sin duda auténticas obras de arte, de una artesanía casi desaparecida. Están esparcidas por el suelo y custodiadas por un gitano canastero sentado sobre un taburete. Raliza este paciente trabajo, desde hace más de diez años, en el mismo sitio y en la misma postura; como si formara parte del mobiliario urbano.

Después de observar durante unos minutos su quehacer y sin reparar casi en su físico, me dirijo a él:  --Hola amigos, ¿estos cacharros los hace usted?  --No, ¡nacen der zuelo! ¿No lostá usté viendo?, me espetó casi sin mirarme.

Sentí casi vergüenza al constatar que preguntaba por algo evidente e intenté arreglarlo con un: --Bueno, me refería a los de junco. --Pué también.

Compruebo que este diálogo no me lleva a ningún lugar. Sin embargo, hay algo en el personaje que me interesa y de un fútil intercambio de palabras, paso a formularle algunas preguntas que cambian su displicente actitud.  --Tu no eres de aquí, le inquirí. --No, soy de Ugíjar [Granada]. --¿Cuanto tiempo llevas en El Puerto? --Treinta años. --Yo me llamo Alberto ¿y tu? --Yo Juan. --Juan ¿y te gusta El Puerto? --Sí, pero me acuerdo mucho de mi pueblo. Allí, con un poco de agua, un cacho pan y otro cacho de tocino, desde veta ¿sabe usté? estás comío pa to er día. --¿Cuantos hijos tienes, Juan? --Nueve, y treinta y dos nietos: Mira, aquí tienes uno. Y me me presenta a un joven bien aseado que se encuentra a su lado. --Y ehte es mi hermano, que me lo he traío la semana pasá.

Juan abandona su hosca actitud inicial y nuestra conversación se alarga durante media hora en la que hablamos de lo divino y de lo humano. Habla y sonríe. Le brillan los ojos de forma especial. Es una persona distinta a la del inicio de nuestra conversación. Se ha transfigurado al hablarme de su fe y felicidad, a pesar de la caterva familiar y más que probables dificultades para alimentarla. Tiene sensatas críticas para los políticos. A los científicos les acusa de intentar explicar, a través de los ojos físicos, lo que solo se puede ver con los ojos del espíritu.

Siempre hay quien preconiza que la religión es el opio del pueblo, alentado por una Iglesia obsoleta. Otros, desde el poder, recurren al fútbol y los toros como formas mágicas de supervivencia, de espaldas a la realidad, aunque la amnesia termine los lunes.

Juan es un hombre de fe profunda, casi fundamentalista. Es feliz y vive dichoso. Bienaventurado y satisfecho con su cacho de pan, su cacho tocino y su trago de agua de Ugíjar. Por eso ví agigantarse su figura mientras la mía se empequeñecía a su vera. --Alberto, ve con Dios, hermano, me dijo… /Texto y foto: Alberto Boutellier Caparrós.

condeoreilly_puertosantamariaRealmente es una pena lo de las palmeras de Micaela Aramburu. Y las del Parque Calderón. Y las de tantos otros espacios portuenses y foráneos en los que el puñetero picudo rojo ha causado estragos y, quizás, la desidia y falta de previsión de las autoridades. Nunca hay que bajar la guardia en la defensa del patrimonio natural e histórico que hemos heredado de quienes nos precedieron, y por ello echaremos un vistazo atrás para conocer los antecedentes de las palmeras de tan destacado enclave urbano, donde en el último tercio del siglo XVIII se estableció un paseo público.  /En la ilustración, Alejandro O’Reilly retratado por Goya. Museo de San Telmo de San Sebastián.

EL VERGEL DEL CONDE (1779)

Según un testimonio de 1778, la plaza de las Galeras y su entorno era entonces “el paso para el tráfico en el embarco y desembarco de Cádiz y su Bahía, paseo de tarde y noche de todo el Pueblo y paradero fijo de la marinería […], un lugar pantanoso y desagradable a la vista de esta parte principal de la ciudad, cuyo desaseo influía inmediatamente contra la salud […], donde es cuasi imposible remediar los desacatos que en él se cometen por ambos sexos”.

Al año siguiente el lugar iba a presentar un aspecto bien distinto. Una vez derribada la capilla de las Galeras (levantada en 1657 para que los galeotes pudieran oír misa desde las galeras –letra e en figura adjunta), el paraje iba a realzarse con la habilitación de un paseo que por su belleza el pueblo llamó el Vergel y las autoridades apellidaron del Conde, en honor a su promotor y mecenas, el conde Alejandro O’Reilly (1722-1794), Capitán General del Mar Océano, por su cargo residente en El Puerto y a cuya gestión también se debió, entre otras obras, una nueva Pescadería –el Resbaladero- y un puente de barcas sobre el Guadalete –también en 1779- que bautizaron con su nombre.

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Entorno de la plaza de las Galeras en 1734. Plano del proyecto de construcción del nuevo muelle de Galeras. Archivo General de Simancas. 

Antonio Ponz en su Viage de España dejó escrita en 1794 esta breve impresión del paseo: “Sobre la ribera del Guadalete [O’Reilly] estableció un jardín público para paseos y diversión del pueblo, adornándolo de flores, naranjos y otras plantas, con comodidad de asientos, que es una delicia.”

Pero el paso del tiempo, que todo lo nuevo e innovador lo transforma en viejo y caduco, trajo que el aspecto del Vergel se abandonara, hasta el punto que a la altura del año 1859 los espacios que antaño ocuparon los hermosos jardines se encontraban, literalmente, sembrados de hortalizas.

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El Vergel del Conde y su entorno en el último tercio del s. XIX. Archivo Municipal de El Puerto.

El paseo arrancaba junto al Hospital de la Santa Caridad (luego de San Juan de Dios), esquina a la calle del Palacio; continuaba por la calle de la Caridad (Micaela Aramburu) hasta el centro de la plaza de las Galeras, donde se dispuso una glorieta circular, y proseguía recto hasta la perpendicular con la plaza de la Herrería, junto a la Fuente del Sobrante y el Caño de la Villa (un antiguo sumidero de aguas residuales que bajaba por la Herrería hasta el río, que antes fue el arroyo de la Zangarriana). En toda la extensión de este segundo tramo (Galeras-Herrería) el salón contaba a cada lado con zonas ajardinadas y parterres con variadas plantas y flores, cercadas para su protección con rejas de hierro. Y a lo largo de todo el paseo se intercalaban 60 naranjos y 50 canapés de piedra de Martelilla, también dispuestos en la prolongación que se estableció desde la glorieta hasta el muelle.

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El paseo del Vergel en su tramo de Micaela Aramburu. A la derecha, el Hotel Vista Alegre (1843-h.1941), derribado en 1972.

LA REFORMA DE 1870

Este panorama cambió en 1870-71, cuando se procedió a remodelar el paseo. Pero el proyecto se ejecutó, principalmente, en el espacio comprendido entre las plazas de las Galeras y de la Herrería. Y ello porque desde su misma fundación, el paseo del Vergel por las Galeras-Aramburu absorbió un nivel de ocupación y de tránsito muy diferente al de su prolongación hacia la Herrería. Por las Galeras no sólo se paseaba, que también, sino que, sobre todo, se transitaba. La plaza, desde sus orígenes, formaba parte del entramado urbano, vía principal de comunicación de la población con el muelle de las Galeras, mientras que la continuación del nuevo paseo hacia la plaza de la Herrería, aislado con verjas y encasquetado entre la muralla del río y la calle del Vergel (Ribera del Marisco), lo convertía en un lugar más reservado e íntimo, sin formar parte del viario urbano aunque inmerso en él, por lo que era el espacio más indicado para el esparcimiento y solaz de los portuenses y foráneos, especialmente a partir de 1846, año que marca el comienzo del turismo en El Puerto y la ocupación festiva del paseo del río y del propio río.

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Desde el salón del Vergel, en 1910.

...continúa leyendo "1.761. AY, PALMERAS DE MICAELA ARAMBURU"

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El Kiosco de Pasage fue inaugurado el 2 de julio de 1933. El local fue adquirido por los hermanos Manuel y Fernando Pasage en Sevilla, en donde prestó la misma función de kiosco de bebidas durante la Exposición Iberoamericana de 1929, acontecimiento para el que se construyó. La fotografía es del 29 de marzo de 1970, año en el que fue cedido al Club Taurino Portuense.

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De izquierda a derecha: Rogelio Sánchez Reina; Ramón; niño desconocido; 4 desconocidos, incluyendo al sentado detrás con gorra; Fernando Camacho Aguilar; Francisco Bernal Genaro “Paco Ragel”; Tadeo Sánchez; Victoriano Martínez González (Padre de los de Verinsur); Francisco Abadía Barriola. Jugando al dominó: Luis Prieto Rodríguez; desconocido; Fernando Pasage Sánchez; José Cuevas Flores “El Aguja”.  /Foto: Rafa. Colección Vicente González Lechuga.

Enrique Pérez Fernández, en su libro ‘Tabernas y Bares con Solera’ nos dice: “Usted, amigo lector, de ser portuense o antiguo visitante de esta ciudad, sin duda recordará y tendrá presente en su retina un bonito kiosco que existió en el Parque, aquel que tenía un zócalo de azulejos sevillanos y el cuerpo, con estructura de hierro fundido, acristalado. Durante muchos años fue uno de los elementos más característicos y atractivos del lugar. Lo desmontaron en 1991, cuando hacía unos 20 años que su propietario, Fernando Pasaje Sánchez, lo había cedido para convertirse en la sede del Club Taurino portuense. En sus últimos tiempos se encontraba abandonado, presentando un lamentable aspecto de conservación y siendo ocupado y destrozado por drogadictos, situación ante la que las autoridades municipales se decidieron por desmantelarlo. Medida, tal vez, un tanto apresurada dado el interés patrimonial y sentimental que representó para muchos portuenses este popular kiosco”.

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Fernando Hernández Gil, nació en el núm. 27 de la calle Luna esquina con Larga, donde está situada la boutique Talgo, el 23 de diciembre de 1959. Sus padres, Fernando natal de El Puerto y su madre Carmen, de Sanlúcar de Barrameda, tuvieron tres hijos: Juan José, María Gertrudis y Fernando. Fernandito, como cariñosamente se le conoce, estudió para electricista, pero su verdadera vocación en la música, y más concretamente la caja de percusión: el tambor.

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Instantánea de Primera Comunión, tomada en el estudio en junio de 1968.

1959
En 1959 era alcalde de El Puerto Miguel Castro Merello y, mientras en Buenos Aires Rafael Alberti publicaba las partes I y II de ‘La Arboleda Perdida’, en El Puerto el poeta José Luis Tejada pregonaba la Semana Santa y se refundaba la Hermandad del Rocío. Santiago Montoto sacaba a la luz una edición limitada ‘El Puerto de Santa María en la liberación de Fernando VII’ y se ponía, por parte del cardenal arzobispo de Sevilla, Dr. Bueno Monrreal, la primera piedra del que sería el Colegio de La Salle. Abría en la calle Misericordia el Bar ‘er Beti’. Nacen el jugador de fútbol Carmelo Navarro Careaga, empresario de Vinagres de Yema, José Ignacio Delgado Poullet, presidente de la Asociación de Amigos de los Patios y la desaparecida activista de izquierdas Soledad Ibáñez Gándara.

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Una instantánea del joven Fernandito en la escollera de La Puntilla.

Fernando comenzó sus estudios en el Colegio-Academia Gonzaga, que existía en la calle Luja para, posteriormente continuar en el desaparecido Colegio de San Agustín. Fue en SAFA donde aprendió la profesión de electricista.

fernandohernandezgil_pantoja_puertosantamariaLa música es su voz, con ella transmite sus penas y sus alegrías, en definitiva sus sentimientos. Aún conserva, con cariño, una bandolina que su padre usada por éste en la desaparecida Filarmónica Portuense. /Un dibujo de Miguel Ángel Pantoja.

Fue por la influencia paterna, y también al ver pasar delante de su casa, poco antes de donde se encontraba la ‘carrera oficial’ de la Semana Santa a la altura del Centro ‘Alfosno X El Sabio’, cuando al ver desfilar los uniforme azules de las bandas de música se animó a formar parte de una de ellas.

No tardaría en formar parte de la banda de cornetas y tambores de Manuel Arce, cuando contaba con tan solo 14 años de edad. Su madre lo acompañaba a los ensayos que se hacían en la zona conocida como ‘Molino Platero’  con esta agrupación musical recorrió gran parte de Andalucía.

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Fernandito, el Día del Corpus, en 1987.

Al deshacerse la banda de Arce, estuvo con Rosso en la ‘Nueva Andalucía’ y también en la banda de la parroquia de San Marcos, que se constituyó en la barriada de la Playa. Su última incorporación a una organización musical fue a la Agrupación ‘Ntra. Sra. del Rosario’, con la que grabó un disco compacto o CD.

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Fernandito con 'el Tati', en Bodegas Obregón.

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Con unos amigos en los Carnavales, disfrazados de escoceses.

Aún se le recuerda por aquellos desfiles procesionales durante la Semana Santa, acariciando aquel tambor que convertía en música y ponía las carnes de gallina, como ocurrió en 1989 desfilando el Viernes Santo con la Hermandad de la Vera Cruz. Era tanta la expectación que despertaba que la gente le animaba constantemente, y ese día Fernandito iba muy a gusto, se animó en exceso con el tambor y sus baquetas que, cuando se dio cuenta, lo había destrozado, teniendo que salir del desfile y refugiarse en el bar mas cercano, que fue el Bar Apolo. /Texto y Fotos: Carlos Pumar Algaba.

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Con un matrimonio amigo de Alemania. 1 de Mayo de 2008.

Con el título ‘Delante y Detrás de la Noticia’ el sábado 1 de junio se celebró un encuentro donde, bajo la organización de Salvador González Mateos, se pretendió y consiguió juntar aunque parcialmente, a aquellos que hace 30 años se encontraban a ambos lados de la noticia.

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En la imagen, vemos entre otros, de izquierda a derecha, José María Morillo, Rafael Navas director de Diario de Cádiz, Joaquín Paloma de Ecologistas en Acción, Rafael Gómez Ojeda, ex alcalde de El Puerto, Salvador González Mateos, Juan Clavero Salvador, el editor de El Boletín Eduardo Albaladejo Manzanares, con gorra el ex concejal José Antonio Castro Cortegana, los hermanos Pepe y Ángel Mendoza, Isa Lora y algunos más cuyos nombres no logramos recordar.

Unos fotografiando, escribiéndolas o filmándolas. Otros, generándolas con sus acciones o declaraciones. Esta idea, que a algunos ilusiona desde hace unos años se hizo realidad con motivo del 30 aniversario de la fundación de la Asociación Ecologista Guadalete.  Periodistas, reporteros gráficos, técnicos, abogados, dirigentes vecinales, algunos políticos de la época, artistas, colaboradores y ecologistas,  compartieron un Ajo Lebrijano , recuerdos, anecdotas, …

La convivencia se realizó en la Asociación de Vecinos ‘La Andreita’, por la Hijuela del Tío Prieto. En el local vecinal se pudo contemplar la exposición de Ecologistas en Acción "30 años y mas de ecologismo social en El Puerto".  A la hora del cafe, se emitió un video donde algunos se reconocieron con bastantes años, kilos y canas menos.

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En esta imagen vemos de amarillo en el centro a la periodista y flamante novelista Kety Castillo, junto Salvador González de rojo y sombrero, Pepe Mendoza, Clavero, a la derecha Fito Carreto, Agustín Álvarez, Soledad Duro, Eduardo Albaladejo. A la izquierda, entre otros, Rafael Navas, Morillo, la fotógrafo Toñi Flores, ... la nueva presidenta de la Asociación de la Prensa de Cádiz, Libertad Paloma se incorporó más tarde.

«No nos vale que alguno se autoexcluya», --rezaba la convocatoria-- «porque no quiera coincidir con fulanito o menganito. ¡Vamos a dejarnos de tonterías!  Aunque hayan existido diferencias ideológicas, laborales o problemas de sexo entre gente de la época, no podemos perdernos encontrarnos con fauna tan variada con la que pasaremos un rato de convivencia sana. Aquí vamos a invitar a los protagonistas de aquellas historias independientemente del bando donde se encontrase. Y aunque alguno se encuentre incluso en pleitos, por un día que se aparquen rencores y malos rollos».

A lo largo de la tarde fueron yendo y viniendo y se vieron caras de sorpresa y de alegría de gente que, a pesar de vivir en El Puerto, hacía tiempo que no se veían: ¿acaso por la configuración de la Ciudad que ha crecido en extensión --vía convenios urbanísticos y viviendas ilegales-- abandonando un centro histórico que agoniza?

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Este taller estaba en la calle de la Chanca, donde actualmente tiene ‘El Venta’ el concesionario de motos BMW. De izquierda a derecha, Juan Tey Sánchez ‘Juanaco el cojo’, señora desconocida, Antonio Tey Sánchez, Paco ‘Carburo’, José Tey Sánchez ‘el Tete’ y desconocido. Al fondo podemos ver las palmeras, algunas desaparecidas y el puente de San Alejandro, actualmente desaparecido. /Foto: Colección Vicente González Lechuga.

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Adelina La O Laje nació el 19 de febrero de 1922, en la porteña calle de las Cruces, 32, junto al desaparecido Cine Moderno, casa en la que pasó la mayor parte de su vida y sus años más felices. Era hija de Carmen Laje y Joaquín La O quien, junto a su hermano Gabriel formaban una familia de las de aquella época.

1922.
Llegaba a El Puerto --a la iglesia de San Francisco-- una reliquia de San Francisco Javier, copatrono de la Ciudad, concretamente un brazo. Era alcalde de El Puerto, Manuel Ruiz-Calderón y Paz. Ese año la hacienda pública embargó el 66% de los ingresos al Ayuntamiento por débitos, y el 25% del sobrante por igual morosidad, con la Diputación Provincial. Desaparece la Biblioteca Popular sita en la calle Luna, que sería anexionada al Colegio de las Esclavas. Bodegas Osborne funda la la solera del oloroso medium ‘Solera India’ de al menos 25 años de vejez.

adelinalaolaje_joven_puertosantamariaEse año de 1922 año Rafael Alberti expone una muestra pictórica en el Ateneo de Madrid y publica sus primeros poemas en la revista ‘Horizonte’. Se transcriben y reproducen las Cantigas de Santa María, de Alfonso X, ‘el Sabio’ que se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid, a cargo del musicólogo Julián Ribera. En 1922 nacían también el coleccionista Ramón Bayo Valdés y América Martínez, la primera mujer catedrático de guitarra de España, que falleció el pasado 2010 en El Puerto. ABC publicaba en su edición de 17 de septiembre la crimen o suicidio por ahorcamiento, del sargento de carabineros retirado, Roque Fernández Regueira, natural de nuestra Ciudad. /En la imagen de la izquierda, Adelina, con 18 años de edad.

BODA Y NACIMIENTOS.
Adelina, siendo aún muy jovencita, se casó con Diego Suárez Herrera y, de aquel matrimonio nacieron sus seis hijos: Carmen, Diego, Milagros, Mercedes, Adela y Joaquín. Fue Joaquín su ojito derecho, porque al estar enfermo ella le tenía ‘una cosita especial’. Se quedó viuda muy joven, quedando sola con sus hijos pequeños y sin dinero para tirar para adelante. Luego vendrían los nietos de sus hijos mayores: Yolanda, Carmen, Marcos, Faly y Milagros y, también tuvo dos bisnietos: Oscar y Ernesto, con quienes deliraba.

adelinalaolaje_2010_puertosantamariaA raíz de su situación económica tuvo que salir a buscar trabajo para poder llevar adelante a sus hijos, encontrando un trabajo en el antiguo Cangrejo Rojo --luego Club Mediterráeno--, donde se llevó cinco años en los servicios hasta que, más adelante, pudo conseguir una pensión del Estado que consiguió dada su situación familiar. Mientras le llegaba la pensión, y con solo 12 pesetas y un kilo de pan, tenía que hacer maravillas para llegar a fin de mes. /En la imagen de la izquierda, Adelina en plaza de Isaac Peral, en una fotografía tomada en 2010.

CARTAS POR ENCARGO.
Especial interés tiene la faceta de Adelina --que fue una privilegiada para su época ya que sabía escribir y leer muy bien--. Las madres que tenían a sus hijos haciendo el Servicio Militar o fuera de El Puerto, la buscaban para que les redactara las cartas, cosa que ella hacía desinteresadamente y solo recibía la voluntad de sus vecinos. Aún sin tener nada, Adelina ayudaban o que podía y siempre tenía las puertas abiertas para sus amigos y vecinos del Barrio Alto, barrio que la vio nacer, donde se crió y educó a sus hijos y nietos.

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Adelina y su hijo Joaquín 'Manzanita'.

‘MANZANITA’.
Le gustaba mucho bailar y tomar sus cafés por las tardes en algunos de los bares portuenses, acompañada siempre por su hijo Joaquín. Fue para muchos, la madre de ‘Manzanita’ uno de los apodos de Joaquín por el cantante de igual nombre, o ‘la madre del que pide el durito’, pero para sus familiares y amigos más íntimos, era una gran mujer, buena hija, hermana, madre, esposa, abuela y bisabuela, porque no existe un rincón en El Puerto donde no la conocieran y hablaran de ella.

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Un posado de Primera Comunión de su hijo, Joaquín.

El 17 de diciembre de 2012, con 90 años de edad largos, nos dejaba Adelina. Pero, hasta el último instante, estuvo rodeada de sus familiares y amigos más cercanos y siempre estará en el corazón de todos ellos y en el recuerdo cariñoso de todos los portuenses que la conocieron. /Texto y fotos: Carlos Pumar Algaba.

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Fachada de Estudios Pantoja cuando estaba situado en la calle Larga, donde luego fueron los muebles y, con posterioridad una entidad bancaria. En la planta superior se encuentra en la actualidad la Sala de Esgrima 'Adalid'. La ciudad siempre contó con buenos y prolijos estudios de fotografía regentados por profesionales independientes e innovadores que desarrollaron una intensa actividad.

Según dicen los decires los fotógrafos de estudio o de galería como también eran llamados, siempre fueron un miembro más de la familia, teniendo en cuenta que cámara en mano se encontraban en los acontecimientos más sobresalientes de la misma, en todo un recorrido de la vida de lactantes a senectudes.

Era la época donde se iluminaba para embellecer con naturalidad, se revelaba el material con recelosas fórmulas químicas aprendidas de antaño, se retocaban las placas a mano con pinceles de un solo pelo y sobre todo donde la figura del fotógrafo en la sociedad era un hermoso y respetado oficio nada desvirtuado.

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A la izquierda, Estudios Pantoja en calle Ganado. A la derecha José Pantoja Leal en los años 20 del siglo pasado.
ESTUDIOS PANTOJA.
Fundado por el asidonense José Pantoja Leal (1907-2000). Hombre versátil que además de la fotografía se dedicó a la representación de máquinas de coser Singer, a los créditos Rucas e incluso al mobiliario del hogar. El estudio fotográfico primigenio se encontraba en la calle Larga 80, donde además de atender a los portuenses, se destaca la intensa actividad realizada en los inicios de la Guerra Civil en 1936 para los carnets de afiliación de los soldados (muchos de ellos italianos). Con posterioridad el oficio lo aprende y lo ejerce hasta los años 90 su hijo mayor José María Pantoja del Puerto (1928-2001), que trasladado en calle Ganado 14, sigue realizado hasta su jubilación fotografías para las tarjetas de comuniones y álbumes de bodas.
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A la izquierda, Antonio García fundador de estudios Garpre . En el centro con su esposa y retocadora Presentación Cómez Oller en los años 60 y a la derecha su hijo Manuel.
ESTUDIOS GARPRE
Fundado el 1 de abril de 1960 por Antonio García Estévez (1920-1990) y en la que ayudaba siendo una magnífica retocadora su esposa Presentación Cómez Oller (de ahí el nombre Garpre, de García y Presentación). El estudio estaba ubicado en la calle Luna 5. Se especializaron en retratos y recién casados (antes los novios se desplazaban al estudio fotográfico nada más terminar la ceremonia). Andando el tiempo es su hijo Manuel García Cómez (1945) quien además de realizar las labores propias del estudio, comienza a trabajar en el exterior del mismo para el Club Mediterráneo, la firma bodeguera jerezana González Byass o el parque acuático entre otros clientes con los que mantiene una larga relación laboral. La actividad de Estudios Garpre concluye en 2003, pero debemos mencionar en este sentido que existe una tercera generación de fotógrafos en la figura del hijo de Manuel García, Victor M. García Ruiz (1974) pero ya bajo la denominación comercial de Fotoartistica Oller (que toma el apellido de su abuela) y que actualmente se mantiene en activo en la Avenida El Tejar 10.
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Cinephot: a la izquierda y en el centro Antonia García Morales a mediados de los 70 y a la derecha el fotógrafo Antonio López Morilla
ESTUDIOS CINEPHOT
Fundado en 1975 por Antonio López Morilla (1926-2000), su esposa Antonia García Morales (1937) y su hermano José María (1942-1988). Dos años antes se instalan aquí venidos de la ciudad marroquí de Fez residentes desde 1960, donde ya tenían dos estudios fotográficos. Con anterioridad habían viajado por Francia y Argelia donde Antonio realizaba fotografías de reportaje y moda que se publicaban en las revistas ilustradas del momento.
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Fotografías realizadas por Antonio López Morilla fundador de Cinephot.
En 1973 llegan a El Puerto y compran un local en calle Larga 84 para instalar un completo estudio con todos los adelantos técnicos: fondos pintados, cámara de placas Sinar 9x12 y Rolleiflex 6x6, un laboratorio a color…etc, así como la venta de material para aficionados que demandaban películas y revelados de copias, quedando divididas las funciones en Antonio como fotógrafo, realizando fundamentalmente retratos, bodas, bautizos y comuniones, José María en el laboratorio revelando las copias y Antonia, de gran personalidad y don de gentes, en la atención al público y como ayudante de su marido en el estudio. Cinephot es actualmente el estudio fotográfico más antiguo de la ciudad ya que sigue en activo gracias a la figura de José Luis Ramos Cairón y Ana María Guerrero García (sobrina de los fundadores), de los que hablaremos más adelante, en una siguiente entrega. /Texto: José Antonio Tejero.

justinocastroverde__puertosantamariaHace unos días escuché decir "La culpa la tiene Castroverde". Y, la verdad, hacía tiempo que este dicho que se hizo proverbial en nuestra Ciudad no lo escuchaba. Pero es que hay dichos y giros que han dejado de usarse, o si se usan, la gente que los oye, no les dan el sentido, ni saben su significado.

"La culpa la tiene Castroverde". Es un dicho portuense con personaje, como aquellos dichos que Don Luis Montoto Raustentrauch estudió en su rara obra de "Personajes, personas y personillas que andan por tierras de ambas Castillas" (Sevilla, 1902): refranes, dichos y proverbios en que se cita a una persona, verbi gratia, "Eres más feo que Picio" y daba toda una papeleta erudita sobre el personaje.

Pues bien, en El Puerto siempre, al menos desde finales del XIX, se le ha echado la culpa de todo a Castroverde. ¿Pero, quién era el tal Castroverde? Pues era don Justino Castroverde y García, natural y vecino de esta Ciudad desde el 2 de febrero de 1876, en que nació, hasta el 19 de diciembre de 1956, en que falleció, después de una azarosa vida.

Fue pionero de la fotografía en nuestra Ciudad, arte que aprendió del gaditano Reymundo, magnífico fotógrafo que se había formado en Barcelona y París. Castroverde tuvo su estudio en la portuense calle Castelar, 32 (Neverías), laboratorio de donde salieron las mejores colecciones de vistas de nuestra Ciudad y donde acudían toda clase personas a quedar inmortalizados ante la cámara de Castroverde.

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Escena costumbrista tomada por Castroverde en la Playa de la Puntilla. /Foto: Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

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Foto profesional de Castroverde: escritorio de Bodegas Osborne. 1948. /Colección J.M.M.

Era muy apreciado en los retratos de niños de poca edad, a los que colocaba, encueritos vivos, sobre un cojín de terciopelo inevitablemente. También de niños de Primera Comunión, de novios en las bodas, de bautizos... y de toda clase de actos sociales.

Pero el dicho viene de lo repetido por las madres cuando mostraban las fotos de algún hijo particularmente feo. Ya se sabe aquel otro dicho de que "A nadie le huelen sus propios peos, ni les parecen sus hijos feos". Pues bien, ante la fotografía de un niño feo, feo, pero feo, la madre, al enseñarla, se justificaba: "¡Hay que ver cómo ha sacado a mi hijo Castroverde!", a lo que el interlocutor o la interlocutora respondía sarcástico/a: "La culpa la tiene Castroverde". Y el pobre Justino Castroverde, como un nuevo Redentor, ha cargado sobre sus hombros, desde finales del XIX, con todas nuestras culpas y deslices. Porque cuando no hay a quien echarle las culpas, aquí, en El Puerto, se le echan a él, inevitablemente. /Texto: Luis Suárez Ávila

Más información de Castroverde en GdP. Nótula 705.

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“Negro, negro, negro, como aquel cantaor de viejos romances del Puerto al que El Negro llamaban, y completamente vestido de blanco, de primera comunión. A la verita de la mar, dos canastos de papas fritas al brazo y un pregón, qué jaleo junto a los toritos de las olas que derrotan en tablas de la arena. Una gorra blanca. Una blanca guayabera. Playa de Vistahermosa,...” Así comenzaba su artículo de ‘El Recuadro’ el maestro Antonio Burgos el pasado miércoles en la prensa regional, bajo el título ‘Las Papas del Papi’. Y claro, una necrológica tan bonita, escrita, además por Burgos, no hizo sino dar carta de naturaleza al bulo que se ha venido corriendo desde hace 45 días en el que se afirma que el famoso vendedor de papas fritas había pasado a mejor vida.  Hace un mes y medio, el treinta de marzo, publicábamos en la web Gente del Puerto un extracto del libro de Antonio Núñez ‘La Estrategia del Pingüino’ (influir con mensajes que se contagian de persona en persona) en el que, su autor, ponía de ejemplo a nuestro popular Rafael Pérez Sánchez, alias ‘el Papi’, como hombre de marketing: “En la playa había un segundo sistema de comunicación que superaba en eficacia, credibilidad y confianza a la megafonía. Se trataba del pregón playero —a voz en grito— del “Papi”, cuyo timbre podía distinguirse entre la algarabía retozona de la playa. No creo que el Papi ganara mucho, pero es cierto que su capacidad de comunicación personal y empatía con los clientes eran excepcionales. Además de pregonar sin descanso su mercancía, el Papi proporcionaba decenas de consejos útiles al día y opinaba sobre temas relacionados con su especialidad, la playa y el verano. El Papi además comunicaba de manera constante e incesante. Saludaba a todo el mundo mirando siempre a los ojos del veraneante con sus ojos achicharrados. Y recordaba y se interesaba por cada uno de los achaques de los ancianos o hipocondríacos del lugar, que no eran pocos ya que en Cádiz la enfermedad es una profesión. El Papi carecía del presupuesto de comunicación y de la fuerza intrusiva y la cobertura del sistema de megafonía del ayuntamiento, pero lograba superarlo con su estrategia de comunicación, de generar confianza, de individuo en individuo”. El supuesto óbito de nuestro protagonista vino fue  a raíz del artículo en Gente del Puerto, escrito en pasado, pues su autor recordaba sus vivencias de hace mas de 30 años. Y hubo quien no supo entender que no se había preteritado físicamente a nuestro Papi, sino que se le recordaba como ejemplo de comunicador. Y de ahí al bulo, que hemos desmentido hasta la saciedad y que hoy desmentimos, rotundamente. Rafael vive, está pasando una temporada con su familia en Málaga y está deseando volver a El Puerto, donde estuvo el pasado fin de semana en visita relámpago. ¡Que alegría de verano, y del afecto que te profesan, Papi!. /Texto: José María Morillo.

Visión retrospectiva del patio de calle Cruces del año 2004 que ha ganado este año el concurso, la que fuera casa del General Modesto.

Los patios portuenses, en general, como tantos otros de nuestro entorno, son un tesoro que debemos preservar. De ahí nuestro elogio y admiración hacia los “Amigos de los Patios”, asociación que se ocupa y preocupa en colaboración con los munícipes de premiar cada primavera a los que mejor se acicalan y engalanan, mostrándolos al público. Pero, al igual que ocurre en los concursos de belleza humanos, las elecciones de mises y mister, aparte y con independencia de los concursantes, existen ejemplares de ambos sexos tan bellos o más que estos, con características y peculiaridades tan distintas y diferentes que, de hecho, no existen dos personas iguales, aun teniendo coincidencia muchas de ellas en determinados factores antropomórficos y estéticos que son los que se valoran para determinar la clasificación de estos concursos. Lo mismo ocurre con nuestros patios locales. Son tantos y tan bonitos los que no concursan, de los que apenas tenemos referencia y que, tal vez,  a la mayoría solo lo habremos podido visionar ocasionalmente. A ellos quiero dedicar esta colaboración de hoy. A esos patios anónimos que, afortunadamente, aún salpican la geografía urbana local.

Hace casi una década, en 2004, con la primera cámara digital que pude tener, una modesta “Vistacam” de 2,0 megas, realicé un recorrido por buena parte del casco antiguo fotografiando medio centenar de ellos. A esa época pertenecen las fotos que reproducimos.

Uno de mis patios favoritos es el de la calle Sol, esquina con Palma. Es recoleto y armonioso. Mi sensación, al visionarlo, con la calidez de su enlucido, un sombreado siempre presente y el ligero rumor de su fuente, es de paz.

Otro patio que me gusta, cuya visión es posible, igual que el anterior, gracias a la cancela transparente,  es el de la casa número 102 de calle Cielo, cuyo aspecto actual incluso ha mejorado respecto al que presentaba en la fecha de realizar la foto que reproducimos.

También me enamoran los patios de bodegas. Llenos de exuberancia y colorido, tal como puede apreciarse en algunos de los que les mostramos.

Patio de las Jacarandas. Bodega de  Mora, de Osborne, en la calle de los Moros, cuyas instalaciones de visitas han sido recientemente remodeladas, abriendo todos los días del años, incluso domingos y festivos. Han hecho una revolución en el mundo de las visitas, dados los tiempos que corren.

Bodega de Edmundo Grant, patio con hechuras de almizcate que da a la calle Bolos.

Patio bodeguero de la desaparecida Bodega Gómez, con su fino Alameda, en la calle Los Moros. En la actualidad una empresa de restauración jerezana alquila el casco bodeguero para banquetes y celebraciones.

Patio bodeguero de la desaparecida compañía de crianza y exportación de vinos Jiménez Varela, que luego fue de Fernando A. de Terry en la calle Albareda, usado como lugar de celebraciones y banquetes.

Patio situado en una urbanización cualquiera de El Puerto.

Al patio de las casas de vecindad, lugar de convivencia y juegos infantiles le han sucedido las plazuelas y parques de las urbanizaciones y  los aficionados a la jardinería, una afición que requiere trabajo, cariño y conocimientos, igual que los que cultivan adornos florales y viven en adosados y chalets o pisos no renuncian a mostrar en sus parterres, porches o balcones la eclosión de color que cada primavera adorna y perfuma la ciudad y sus numerosas urbanizaciones. Gracias por alegrarnos la vista.

He dejado para el final la parte triste y, desgraciadamente, bastante frecuente: los patios que desaparecen para siempre jamás. Cada vez que una casa del casco histórico es abandonada, cerrada o derribada, algo de esta peculiaridad que nos congratulamos poseer se pierde. Amputan un trozo del patrimonio colectivo de los portuenses que nunca  se volverá a recuperar como no se recuperó el Teatro Principal, el Palacio de Rivas, en la Ribera del Rio o la capillita neogótica cercana a la los terrenos de la feria, por poner tres ejemplos.

Para ilustrar este último comentario ofrezco las fotos de dos patios de casas recientemente arrumbadas, una a continuación de la otra, de la calle Descalzos, patios modestos en su ornamentación, pero llenos de sabor andaluz y autenticidad. /Texto y Fotos: Antonio Gutiérrez Ruiz. A.C. Puertoguía.

Nota de la Redacción: Añadimos dos imágenes más, tomadas el pasado domingo día 14, mientras se celebraba la Fiesta de los Patios, una en la calle Postigo, próxima a la Iglesia Mayor Prioral y otra en la calle Cruces, esquina con la calle San Sebastián: el patio de la Casa del Reloj de Sol (ver nótula núm. 468 en GdP). Mientras unos patios experimentaban 'la consagración de la primavera', otros se miraban a sí mismos, unos con plantas, otros con desplante ante un Puerto que agoniza por sus históricas calles, miope, sin entender que le está pasando.

 

María Mora Mateos, en el despacho de dulces que tenía en la calle Ganado.

Me llamo Antonio Sánchez Venegas. Yo nací en el El Puerto, me crié en Rota y desde hace diez años vivo en Chiclana. Mi abuela, María Mora Mateos tenía un despacho y un pequeño obrador de dulces en la calle Ganado y vivía en la calle Meleros y en la cual nací yo. A la familia de mi padre y abuelos paternos se les conocía en El Puerto por ‘Loliti’. Mi abuelo, Manuel Sánchez, era muy aficionado a tocar la guitarra flamenca y a mi tía Puchi y a mi padre Antonio Sánchez Mora les gustaba mucho el baile y bailaban flamenco. Mi tía siguió dando clases y creó la Academia de Baile ‘Loliti’.

Antonio Sánchez Mora a la derecha de la imagen, con un grupo de amigos, a su lado el fotógrafo Rafael Monclova.

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La asociación ecologista Guadalete, precursora de Ecologistas en Acción en Cádiz, cumple tres décadas de activismo contra los desmanes medioambientales.

En la imagen, una marcha en la Plaza de Isaac Peral, intentando evitar la tala de las araucarias y la pérdida de masa forestal en la misma, algo que no se pudo conseguir. Hablamos del mandato municipal 1991-1995. /Foto: Fito Carreto.

Dicen que en estos años, desde 1983, no han perdido ni un ápice de ilusión y han ganado en experiencia y en conocimiento. También en credibilidad y comprensión social: hace tiempo ya que dejaron de responder a la pregunta de “qué es eso de ser ecologista”.

Iniciamos nuestro relato situándonos en los últimos meses del siglo XIX. En estos años todo está en crisis en España y El Puerto no iba a ser una excepción. Las malas cosechas se contabilizan por lustros, originando una gran masa de parados y la consiguiente hambruna. Los temporales se sucedían unos a otros casi sin interrupción, mermando las capturas y propiciando numerosos naufragios que llenaron de luto y miseria a muchas familias marineras. Para colmo de desgracia, el sector vinícola, las numerosas bodegas que habían germinado durante el primer tercio de ese siglo y fueron el motor de la economía local durante muchas décadas, estaba inmerso en uno de los periodos de decadencia que, con carácter cíclico, han sufrido y sufren estas industrias. En líneas generales, este es era el panorama local en el duro invierno de 1899, con las calles portuenses llenas de mendigos y pordioseros de día y bandas de mocosos harapientos y desvergonzados de noche, disputándose las escasas y apuradas colillas arrojadas en la vía pública por los transeúntes. /Sodados en Cuba. Ilustración de José María Bueno.

La otra cara de la moneda la encontramos en algunas familias acomodadas que vivían, generalmente, de las rentas generadas por sus antepasados, a los que se mencionaban en los padrones como de profesión: “propietario” y, también, en las adineradas familias de indianos establecidos en las últimas décadas, los nuevos ricos de la época, alguno de los cuales invirtieron los capitales que pudieron salvar de las antiguas colonias en nuevas industrias o en la adquisición de inmuebles. Ellos, junto con los integrantes de la tradicional clase media: comerciantes, pequeños empresarios, funcionarios públicos, mandos militares y otras profesiones de las denominadas liberales ocupaban la zona céntrica de la ciudad, las calles Larga, Luna, Nevería, Palacio, etcétera… eran socios de alguno de los casinos y solían acudir los fines de semana con sus familias, empavesadas como veleros, a los palcos del teatro en el invierno y al tiro de pichón en el verano. El resto del vecindario local no contemplado en estos “clichés” improvisados, es decir, la gran mayoría de ciudadanos, intentaba sobrevivir de la mejor manera posible, ejerciendo oficios variopintos, “peonás” ellos y “mediosdías” ellas.

Esquina de las calles Ganado y Zarza, donde se encontraba la tienda de montañés donde se ambienta esta historia.

JUAN RODRÍGUEZ ARANA.
De este último universo humano estaba poblado el “Barrio Alto” y, en concreto, la calle Zarza, en la que residían una decena de repatriados de la guerra colonial. En la esquina de esta calle y la de Ganado había una tienda de montañés con puertas a las dos calles; una, por la que se accedía al almacén de coloniales, todo un supermercado de la época, en el que se podía adquirir cualquier género comestible excepto carne, pescado fresco o pan, y la otra puerta era la entrada al despacho de vino y taberna. Ambos recintos estaban comunicados interiormente por una especie de zaguán, utilizado por las amas de casa para comprar de una forma más discreta, sin penetrar en la taberna, bebidas alcohólicas, normalmente vino común para acompañar a las comidas. En un  rincón de la taberna, acodados en el mostrador de cedro ante sendas copas del rasposo aguardiente con que se desayunaban nuestros abuelos encontramos a dos hombres; uno de ellos, el de mayor edad se llamaba Juan Rodríguez Arana.

Era un veterano de la Guerra de Cuba, sargento del Regimiento de Infantería de Soria Nª 9. Había sido repatriado meses atrás, llegando a El Puerto, donde vivía con una hermana mayor que él, casada con un tonelero, -matrimonio sin hijos- en la casa número 55 de la calle Zarza. Le acompañaba un joven soldado de remplazo que aún no había cumplido los veinte años y estuvo tan solo unos meses en aquel infierno antes de ser repatriado. Vecino de la casa contigua a la suya, lo había visto crecer y ahora, compañero de fatigas e infortunios, querían celebrar con otros paisanos repatriados, vecinos todos ellos de la misma calle (Joaquín Ponce de León, que vivía en el nº 7, Enrique Camacho González, en el 15, Ramón Leonisio Mata, en el 28, José Ruibal Rodríguez, en el 30, José González Robles, en el 33, Manuel Ponce Díaz, en el 47, Juan Santilario Renzo, en el 62 y Juan García Martín, en el número 64) a los que aguardaban, el haber regresado y poder contar sus vivencias y penalidades a sus familiares y amigos. /En la imagen de la izquierda, escudo del Regimiento de Infantería Ligera Soria nº9 en el que sirvió Juan Rodríguez Arana.

ANTONIO GALLARDO PEINADO.
Este segundo joven repatriado era Antonio Gallardo Peinado, residente en la casa número 57, segundo hijo del matrimonio formado por Francisco Gallardo Quintelo, maquinista de profesión y Dolores Peinado Sánchez, inquilinos de esa casona junto con la totalidad de su prole que ascendía a seis hijos con edades que oscilaban entre los 24 años del mayor, barbero de profesión y los tiernos tres añitos de la hija más pequeña. La madre, que en esa fecha contaba tan solo cuarenta años de edad, el día que Antonio llegó por sorpresa, sin avisar, estuvo a punto de costarle un disgusto, tanta fue la emoción que sintió. Todo el tiempo que duró su ausencia rumió para sí una especie de remordimiento por no haber movido cielo y tierra en busca del dinero necesario para la redención del hijo, que tan mala suerte tuvo en el sorteo, según pensaba ella. Siendo adolescente –apenas una quinceañera- quedó embarazada del que luego cumpliría y se convertiría en su marido, 30 años mayor que ella, que entonces era fogonero y aunque la familia pudo vivir modestamente bien, con justeza y sin holguras, durante los veinticinco años que llevaba casada, gracias al duro trabajo paterno y la ayuda de los dos mayores en los últimos años, la cuantía del rescate exigido para librar a los mozos destinados a ultramar, que ascendía a 2.000 pesetas, era una cifra excesiva, muy alejada de las posibilidades de la familia. /En la imagen, la casa donde vivió Antonio Gallardo Peinado, antes de su restauración.

Similar alegría experimentaron todos los vecinos de la casa, especialmente las mujeres, cuando abrazaron al Antoñito. La viuda del mirador, que trabajaba de cocinera para adelante a sus tres hijos y estaba haciendo esa mañana una colada en el corralón que servía de lavadero y tendedero, se apresuró a bajar un tazón de caldo de gallina al verlo tan pálido y demacrado y las dos señoras del bajo, curiosamente ambas casadas con sendos oficiales zapateros y cada una con un solo retoño, formaron coro con la madre, los hermanos pequeños y la cocinera y sus hijos, abrumándolo con tantas preguntas y todos a la vez que fue un alivio que llegase el vecino de la casa de al lado y se marchasen juntos a tomar unos vinos, naciendo de este encuentro la idea de reunir a todos los camaradas de la misma calle un día para celebrarlo todos juntos.

Poco a poco fueron llegando los repatriados convocados a la taberna, acompañados de amigos y familiares que deseaban saludar a los demás, añadiéndose otros repatriados que vivían en las calles del entorno: Arena, Yerba, Mazuela, Espelete, Meleros, Ganado… y un buen número de curiosos que pronto hizo que se llenase el local, las aceras y toda la esquina. Agrupados en corrillos, las conversaciones giraban en torno, lógicamente, al mismo tema: unos referían las dificultades con que se encontraron para poder llegar desde La Coruña o Santander, que es donde lo habían dejado, hasta El Puerto; otros, comentaban la cuarentena que debieron pasar en el antiguo convento de la Victoria; los más, relataban las acciones militares en las que habían participado, exagerando por supuesto y dando un tinte de comicidad a tan dramática experiencia y los menos maldecían a políticos y mandos militares, culpándoles de las fatiguitas que padecieron. Todos, sin excepción, mentaban con respetuoso pánico a su mayor enemigo: la fiebre amarilla, mal de que poco escaparon, que seguiría pasándole una costosa factura el resto de sus vidas a muchos de ellos.

Soldados ante el cuartel de la Plaza del Polvorista, hoy Teatro Municipal y viviendas de trabajadores de Osborne. /Imagen cedida por Doña Ángeles Zamorano, a través del Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

El sargento Rodríguez Arana explicaba a quien quisiera escucharle las dificultades que debieron superar tanto el gobierno como los responsables militares, después de haber perdido guerra y escuadra, para encontrar barcos en los que poder repatriar a tan tos efectivos acumulados en la isla de Cuba.

Y en el guirigay en que se había convertido la reunión de repatriados y afines aparecieron guitarras y espontáneos cantaores, entre ellos nuestro protagonista quien, antes de entrar a servir en el Batallón de Cazadores de Parma Nª 25 en el que había destinado en Cuba, estuvo trabajando como herrero en la fragua de los Suarez, en la calle de la Yerba, oficio en el que se solía acompañar con cantes rítmicos el batido del hierro sobre el yunque. Con esta y otras cantiñas, estimuladas por la sucesión de “convidás” a cargo de los parientes, se fue diluyendo la tristeza de los primeros momentos, durando la jarana hasta la hora de la siesta que resultaría de obligado cumplimiento para la gran mayoría pues casi todos marcharon dando tumbos a sus cercanos domicilios, no sin antes prometerse unos a otros repetir la convivencia de ese día. (Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.- A.C. PUERTOGUÍA).

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Hola, soy una mujer de 62 años, y me llamo Carmen. Quiero contar mi historia, pero no sé si me acordaré de todo lo importante de mi vida. Nací en 1943, un 23 de junio, en el Puerto de Santa María, en la casa de San José, de la calle Descalzo, el nº6. Soy la tercera de 6 hermanos, 3 hermanas y 3 hermanos. Mis hermanos se llaman Eduardo, Pepa, Carmen, Juan Manuel, Milagros y José María. Pero de esta parte de mi familia no voy a contar mucho, porque esta parte de mi vida transcurrió con relativa normalidad. Recuerdo que en mi niñez no pasé hambre. Mi padre Juan, trabajaba mucho y mi madre Carmen, también. No teníamos grandezas, pero si teníamos para comer, para hacer hasta 4 comidas diarias, desayuno, almuerzo, merienda y cena. Recuerdo el desayuno de pan con aceite o de manteca colorá con asiento, más sano que ahora con tantas cosas que hay. Cuando llegaban las Navidades, mi madre hacía tortitas y pestiños. Teníamos un patio de vecinos y allí se reunían 4 o 5 vecinas para hacer los pestiños, era muy bonito. Y en la Noche Buena cantábamos villancicos, los hombres bebían, charlaban, algunos se vestían de mujer, otros contaban chistes. Los niños lo pasábamos de lo lindo, y cuando llegaba el Fin de Año igual, pero yo sabía que había gente que no tenía ni para comer. Los Reyes no eran igual para nosotros, pero mi madre, ese día siempre procuraba que todos nosotros tuviéramos algo de regalo. Recuerdo que un año me regaló un carrito de madera y una muñeca de cartón preciosa, a mis hermanas igual.

Antes, al igual que ahora, los niños salían a la calle con sus juguetes nuevos, y recuerdo que mi madre nos dijo: "--Anda niñas id a ver a la señora donde trabajo", y allá fuimos mi hermana Pepa y yo, mi otra hermana, Milagrito, era aún muy pequeña. Ese día estaba nublado, pero mi hermana Pepa y yo íbamos muy orgullosas y contentas, y ya llegando a la casa de la señora, empezó a llover. Echamos a correr y no encontramos sitio donde meternos, así que cuando llegamos a la puerta de la casa, la muñeca solo era un trozo de cartón con la pintura corrida. Me harté de llorar, y miraba la cara de mi hermana mayor y más pena me daba. Entonces la señora nos vio a las dos llorando y le dio mucha pena, así que mandó a llamar a mi madre y le dio dinero para que nos comprara otra muñeca.

Mi padre pedía prestado un carro para cargar los tiestos que se llevaba al campo y nosotros nos subíamos arriba de todos los bultos y cuando íbamos llegando, todos los niños de los alrededores gritaban, “--Ya vienen los Gutiérrez”, y se ponían muy contentos porque jugábamos mucho y lo pasábamos muy bien. Recuerdo que mi madre me llevaba al colegio de las Carmelitas. Estuve hasta los 8 años que hice la comunión.

Un día mi madre se puso muy malita y mi tía no podía hacerse cargo de todos nosotros, desde entonces empieza mi calvario. Frente a mi casa vivía una señora que me llamaba para que le hiciera los mandados de la casa, a cambio me daba de comer y como, la verdad, nos hacía falta, allí estaba yo con mi uniforme y todo. Yo limpiaba, planchaba, hacía la compra, y ella me daba de comer, cama donde dormir y 3 pesetas al mes. Cuando mi madre se puso bien, yo me quedé allí un año más. Mis padres; Juan Gutiérrez Franco, Carmen López Román.

Luego estuve en otra casa, pero esta era una panadería y además la mujer tenía niños de mi edad, de 8 o 9 años, y tenía ratos de juegos. Aunque también tenía ratos de tristeza, echaba de menos mi casa, mis hermanos, las salidas de paseo... En esta casa estuve 2 años más. Mi hermana Pepa también tuvo que trabajar desde muy niña. Y mis hermanos Eduardo y Juan Manuel tuvieron que trabajar en el campo cuidando los animales. Ya mi hermana Milagrito y mi hermano José María trabajaron también jóvenes, pero empezaron mas mayores que nosotros y de distinta manera.

A los 11 me desarrollé, bueno me hice mujer. Mi madre me llevó para mi casa, por fin. Mi padre tenía una viña en el campo y todos los veranos nos íbamos al campo. Este verano, para mí fue distinto. Me daba vergüenza jugar como siempre, subiéndome a los pinos o bañándome en braguitas... Así pasó mi vida de niña a mujer.

Ya de mayorcita tenía amigas con las que me iba al cine, a la sesión de tarde, y los domingos nos íbamos al parque.En mi casa, que era una casa de vecinos, había muchas niñas de la misma edad que yo y que mi hermana Pepa. Recuerdo que nos íbamos todas a jugar a la Plaza Peral, allí hacíamos teatro y lo pasábamos muy bien. Mi padre trabajó un tiempo en las bodegas de Osborne, pero no de forma fija, así que mi madre, una semana sí y otra no, iba a limpiar, lavar y planchar en alguna casa porque hacia falta el dinero.

...continúa leyendo "1.696. CARMEN GUTIÉRREZ LÓPEZ. Una luchadora en primera persona."

La calle Santo Domingo es una calle aristocrática, noble, de viviendas palaciegas. Nace en la calle Pagador y va a morir en la plaza del Castillo. Es una calle recta,  conformada por la malla reticular de la genuina configuración de la ciudad renovada en el siglo XVIII.

El nombre de la calle que ha prevalecido responde al fundador de la Orden de Predicadores, Santo Domingo de Guzmán, por abreviar, Santo Domingo. Otras denominaciones anteriores populares, como Jabonera, Pelota, Monteagudo, Piletas, Negretes, Domingo García y Once de Febrero . Esta última referida al 11 de febrero de 1873, tras la renuncia de la corona del reinado efímero del rey Amadeo I de Saboya, siendo proclamada la I República Española, que resultaría aún más efímera que la estancia en España del rey saboyano.

Una de las curiosidades de esta calle es que, de ella han salido un buen número de alcaldes portuenses, de tal manera que bien peoría denominarse ‘calle de los alcaldes’. Una relación a vuela-pluma recuerda a los más cercanos en el tiempo: José Luis de la Cuesta, Luis Caballero, Ramón Varela, Luis Macías, José María Pastor, Enrique Pedregal y Enrique Moresco. Es posible que haya alguno más.   (Texto: Juan Leiva Sánchez. Fotos: Bella Easo). 

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Rafael Pérez Sánchez, alias el Papi, natural de El Puerto de Santa María, era vendedor ambulante. A diario recorría quince kilómetros de playa, vistiendo pantalón y camisa de un algodón blanco inmaculado. Completaba su atuendo una gorra pasada de moda --grande y abollonada como la de los vendedores de prensa de Nueva York de los años veinte--, también de color blanco. Su capacidad de comunicación personal y su empatía con los clientes eran excepcionales. (Texto: A. Núñez. Foto: Fito Carreto).

'El Papi', en la barbería. Vemos reflejado en el espejo a 'el Chigüi'.

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