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Escribe el investigador y escritor Antonio Gutiérrrez Ruiz, especializado en porteños del siglo XIX: «Tengo tan solo unos remotos recuerdos infantiles en los que la veo, tal como la retratas, impoluta, vestida de blanco, con un primoroso roete encanecido y un mantoncillo rojo-haciendo juego con el color de las bocas del canasto en el que portaba toda su mercancia- cruzado sobre el escuálido y anciano pecho. Era renegra como el Piyayo, curtido el rostro de venerables arrugas y, desgraciadamente, con poca o ninguna voz para pregonar, en una época en la que los viajeros foráneos de los trenes se asomaban curiosos y admirados a las ventanillas cuando paraba en la estación de El Puerto a ver y oir el pregón de los vendedores ambulantes...» (Foto superior: Colección V.G.L. Foto inferior: Colección J.M.M.)

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La desaparecida Catalina Santos, «La Guachi» tiene una avenida en Valdelagrana, --antes esa vía se denominaba Maria Ana Mateo, Vda. de Terry-- bautizada así en el periodo del gobierno comunista a primeros de la década de 1980 y, también da nombre al restaurante cervecería que Romerijo tiene en el centro, donde se puede ver una fotografía a color de la exótica vendedora de mariscos. El fundador del Grupo Romerijo, José Antonio Romero Zarazaga le profesaba gran cariño, dándole  nombre a esa primera cervecería que abrió en 1975. También en la imagen que servimos a continuación, en una publicidad de Osborne de Fino 'Coquinero', aparece en un cristal pintado a mano que se encuentra en el Bar-Café 'La Moderna' de Jerez. Curiosamente no hemos encontrado ninguno en El Puerto.

"Simpática y pintoresca Sra. que vendía marisco por las playas y calles del Puerto allá por los años cuarenta y cincuenta. Se ayudaba con una cesta de mimbre y grandes dotes de persuasión e ingenio, que le permitía vender cualquier marisco que se propusiera a las personas y clientes que ella sabía que podían permitirse ese lujo.  Solía acompañarse para ayudarse en la venta de una cancioncilla pegadiza y alegre que en aquellos tiempos era típico de los vendedores callejeros, pregonando a los cuatro vientos las excelencias de sus productos. Vestía siempre ropa blanca impecable sobre la que destacaba un mantoncillo rojo con flecos que se dejaba caer sobre los hombros y ataba a la cintura como muestra la estatuilla. (En Nuestras instalaciones) Por su gracia, simpatía y eficacia en tan difícil labor a su avanzada edad consiguió gran popularidad en El Puerto convirtiéndose en un personaje entrañable y ya hoy legendario". Nono Romero Sánchez.

CATALINA “LA GUACHI”

Grito de cartel premiado;
salpicón de sangre y sal;
ejército de coral
sobre nieve desplegado.
De salitre va cuajado
el eco de su pregón;
y, a juego con su mantón
-siempre enhiesto cual bandera-
se enciende la cabellera
con un clavel reventón.

Manuel Sánchez 'Zutanito'.

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Bar de Vicente Sordo, 2º por la izquierda.
Bar de Vicente Sordo, segundo por la izquierda.

Describamos la foto: El primero por la izquierda con la camisa blanca es Vicente Sordo (Hermano de Maximino) y que le da el nombre actual al establecimiento, a su lado está Antonio Valimaña Lavilla; el más pequeño de todos es Manolo García Gómez, Manolín, que trabajaba allí desde los 12 años y se acaba de jubilar; desconocemos quienes son los otros integrantes de la foto que están en el centro (animamos a los lectores a ayudarnos a identificarlos así como la fecha en que fue tomada la instantánea). A la derecha, al otro lado de la barra, se encuentra Manuel Osborne Vázquez y por último, Campuzano, el camarero que está tras la barra a la derecha. (Foto: Colección V.G.L.).

barvicente_6_puertosantamariaEste Campuzano, llegaba al mostrador dando gritos guturales con la comanda de los clientes. Existe una anécdota entre Campuzano y dos viejas señoras que no tiene desperdicio: éstas salieron un día de la misa sabatina de las 8 de la mañana en la Prioral, ante la Virgen de los Milagros. Hacía mucho frío y acordaron ir a «Los Pepes» y tomarse unas copitas de anís. Llamaron con mucho sigilo a Campuzano y, con gran misterio, en voz muy baja para que nadie las oyera, encargaron las dos copitas. Campuzano llegó al mostrador y dijo con su gran torrente de voz: «¡¡Dos copas de Periquito para las viejas que están en el rincón».

Veamos que nos cuenta Enrique Pérez Fernández, en su libro de «Tabernas y Bares con Solera»: «Vicente es miembro de una familia tradicionalmente dedicada al mundo de la hostelería, de origen montañés, cómo no. Su padre, Francisco Sordo Rubín, trabajó y llevó en Jerez El Colmado, entre las calles Hondas y Arcos, en donde estuvo también su abuelo Mateo, y en la calle Lancería, junto a la plaza del Arenal, la Tienda del Parque. (Acuarela de Vicente Vega).

Natural de Camijanes, llegó a El Puerto de Santa María en septiembre de 1937, cuando tenía 15 años, para trabajar con su hermano Maximino, que días antes de estallar la Guerra Civil se había hecho cargo de El Resbaladero. Continuaron juntos en La Fuentecilla, y tras permanecer algún tiempo en el Bar Pavoni, se independizó y en marzo de 1950 comenzó a dirigir a Los dos Pepes, al que rebautizo como Bar Vicente. Retomaba así el local de la familia Sordo, pues José Ruiz Sordo, “el Rubio”, era primo de su padre, quien en 1926 abriría un establecimiento de vinos, café y licores con el nombre de Las Mellizas. En 1945 se lo traspasó al portuense José Sánchez Sousa, que lo llamó Los Dos Pepes (él y su hijo) y, en 1950 como hemos dicho, lo tomó Vicente Sordo.

Durante todos estos años, por el Bar Vicente han pasado y se han formado numerosos profesionales del gremio, abriendo muchos de ellos con el paso del tiempo sus propios negocios. El local mantiene el sabor de siempre, apenas modificado desde los años 20. En los veranos era habitual instalar veladores en el exterior, hacia la Plaza, como lo hacían los demás establecimientos de la calle Sierpes." La pintura que ilustra este texto es de Clara Borges).

"En nuestros días (1999), junto a Vicente trabaja su hijo, también Vicente, todo un experto en el difícil arte de “saber estar” detrás de un mostrador, Pedro Barba, Antonio Cairón, Inmaculada González (buena cocinera), Manuel Robles y Antonio Selma.» La foto está tomada desde la tienda de frutas y verduras de Genaro.

Detrás del mostrador, hay de todo, como en botica.

El Bar Vicente, en la actualidad: los anaqueles, cuadros y reclamos publicitarios de detrás del mostrador. Un cartel de Toros con el Niño del Matadero, otro con Paquirri; fotos de José de los Reyes, 'El Negro' y 'Carrurra', un especjo de 'Coñac' Decano, de Caballero; botellas antiguas de vinos de Osborne, un escudo del Cádiz, una foto de Curro Romero, jarras singulares, un cuadro de la vecina Casa de los Leones,...

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Clientes del Bar Vicente en un día cualquiera: Vicente Sordo hijo, tras la barra; Luis Suárez Ávila, Salvador Cortés Jiménez, Francisco Navarro Mariscal, Antonio Fernández Galloso, sentado, desconocemos el nombre del señor de la derecha. Foto tomada el 14 de noviembre de 2008. (Colección J.M.M.).

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EL PAPI, GENUINA NATURALIDAD. F. Pérez Monguió. EL PAÍS. 15.07.1998 Foto BN: Colección de V.G.L. Foto Color: Carlos Pumar Algaba.

Entre 12 y 14 kilómetros diarios a pie para vender 400 bolsas de patatas fritas. Calor y arena son los factores que se dejan sentir en el sudor de su cara y en sus curtidos pies. El vestuario -pantalón y camisa de blanco inmaculado- contrasta con su tez morena por el efecto prolongado del sol y casi lo confunden a lo lejos con un personaje de la jet marbellí o un turista de Miami, de no ser por su gorrito y su fiel aliado, el canasto, que paulatinamente va despojándose del peso inicial de 15 kilogramos que suman los más de 250 paquetes de patatas. Así hasta que, vacío, si las fuerzas acompañan y la demanda lo requiere, recoge un nuevo canasto y comienza de nuevo. "Es lo que mejor sé hacer", asegura Rafael Pérez Sánchez, de 51 años, conocido como El Papi -del Puerto, para los más chovinistas- después de 40 años desde que por la década de los 60 comenzase a desfilar por el litoral portuense para ganar 6 reales por paquete. Ahora cobra 100 pesetas y llega a recaudar más de 30.000 diarias; limpias, se quedan en menos de la mitad. Sin embargo, el dinero que antes fue materia de subsistencia, ahora no parece ser objeto de su preocupación, sobre todo después de que a su madre le bendijese el año pasado la diosa fortuna con más de 300 millones sus muchas horas de trabajo para sacar adelante a ocho hijos. Una cantidad de dinero de la que El Papi reconoce ser partícipe. Así las cosas, todos los indicios situaban a este hombre en una vida más placentera y ociosa, que él mismo ha descartado porque asegura que prefiere la relación diaria con la gente de este club a la que considera su "segunda familia", y porque "yo sin mi Buzo, me muero".

elpapi_y_laspapas_puertosantamaria1Su territorio transcurre por La Calita, el puerto deportivo de Puerto Sherry para terminar en Vistahermosa, donde se levanta el Club El Buzo. Una zona de contrastes donde todavía a finales del siglo XX se sigue defendiendo el elitismo y las diferencias sociales, y en la que este personaje llano, ha sabido hacerse un hueco en el paisaje de una playa que durante muchos años fue propiedad privada de la familia Osborne. En su playa, el Papi mantiene el espíritu de sus orígenes con un grito de guerra popular que sacó para suscitar la atención del comprador a raíz de la aparición de algunos imitadores. "El Papi, el auténtico, el genuino, el único", aunque demuestra, por otra parte, un culto a la educación y a las buenas maneras: "Lo que usted disponga, cuando usted lo quiera". Sólo abandona este espíritu servicial cuando trata con los más pequeños que en ocasiones parecen ser amigos de pandilla . Decenas de niños se le acercan y lo primero que le piden es un beso que corresponde de inmediato con una cara que hipnotiza. Pero no sólo los pibes le quieren. Los mayores le respetan y le han dado la exclusividad al comprarle únicamente a él las crujientes patatas fritas de Jerez. Tanta es la admiración que despierta que incluso hace unos años se extendió un bulo por la playa y el club de que el Papi había muerto y en tan solo dos horas se recaudó dinero para hacerle un busto de bronce. "Aquí me quieren mucho y me tratan muy bien", asegura después de que un socio le haya invitado a una cerveza. No oculta que cada año le cuesta más cumplir con su sufrida labor. Con todo, se confiesa fiel a sus principios y asegura que no dejará de hacerlo: "Sueño con morirme en la playa con mi canasto y con la gente pidiéndome patatas".

«Que alegría de verano, que todo el verde lo seca». "El Papi" por Antonio Burgos.

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"Sonríe aunque sólo sea una sonrisa triste,
porque más triste que la sonrisa triste,
es la tristeza de no saber sonreír."

A Sonia, camarera del Cafetín, vestida de faena y de calle.

Sonia Barba Cuevas, es hija de José Antonio Barba Garcés, que regenta el Bar 'Aquí te Espero', en la calle Valdés, casi enfrente de la Plaza de Toros, y sobrina de Pedro, camarero de toda la vida del Bar Vicente. La profesión de Sonia no le ha venido por casualidad...

"Esquina a la calle Santa María continúa abierto El Cafetín, también conocido desde hace muchos años como el Café Moderno. En 1895 era una taberna de los hermanos Sinforiano y José Molleda Colosía, llegados a nuestra cuidad desde el valle cántabro de Herrerías en 1874, cuando eran niños. Antes, un pariente de éstos, Eladio Díaz Colosía, tuvo aquí instalada, en la década de los 70 y 80, una fábrica de fideos; industria que ya se había establecido como tal, en una primera etapa, 1800. Acaso a ella pertenecieron las grandes vasijas que en los años 50 se descubrieron en el subsuelo, donde siguen. En 1913 en negocio, ya con el nombre de Café Moderno, estaba en manos del portuense Juan Carvajal Vázquez, quien lo mantuvo hasta fines de los 30. En 1913 y 1914, asociado con Luis Bononato, estableció una sucursal en el Parque Calderón; y otra, a solas, entre 1925 y 1927.

Como decimos, fue en los últimos años 30 cuando tomó el local José López Herrera, aunque por poco tiempo, pues en 1941 pasó a ser de Ángel Sordo Díaz, de sólida tradición familiar en el gremio, como tuvimos ocasión de mencionar en el anterior capítulo. Quienes tengan edad para ello, ¿recuerdan sus seis barriles? Cuatro a un lado: de amontillado El Caballo (Osborne), de fino Menesteo (Osborne), de fino C (Cuvillo) y de moscatel de la bodega de Manuel Rodríguez Garrido, el de Los Caracoles; al otro lado los de la manzanilla Argüeso y fino Tambor de la taberna La Burra. Muy solicitado fue también un estupendo tinto, de un tal Nicanor, de Cádiz, establecido en la calle Sacramento, que traía “el Tragelia” en el vapor. Y aquellas botellas, alargadas, de casi un litro, de la cerveza Cruz Blanca (cuyo depositario en El Puerto era Ezequiel Cortínez, quien llevó, en la plaza de la Pescadería, la taberna La Lucha), envasadas en cajas pesadísimas. Desde 1968, cuando murió Ángel, continúa llevando el establecimiento su hijo Maximino. Se reformó en 1965, cuando perdió el cuarto reservado que tenía junto a la casapuerta de Santa María, por donde entraban las mujeres –sólo las mujeres- tras tocar un timbre, objeto de deseo de algunos puñeteros chavales, que sabían que el dependiente, para abrir la puerta, tenía que dar un rodeo cruzando el salón interior y la cocina. En 1975 adquirió el aspecto actual, ampliado hace tres años con un servicio de confitería." Enrique Pérez Fernández Tabernas y bares con Solera. Una historia de la hostelería en El Puerto de Santa María. Año 1999

El Cafetín en 1958. Tras el mostrador, Maximino y Ángel Sordo; delante, de izquierda a derecha, "Aguilocho". Juan, "el Pirata", Antonio Guerra, "Juan Villarreal", "el Rubio". Rafael "el de las Aguas" y Antonio "el Gallo". (Foto Colección Manuel Guerra)

Caricaturas de Ruiz Cuevas, realizada el 30 de diciembre de 1985. En ellas aparecen, de camareros de sala, a la izquierda Rafael Troncoso y Julio Barcia; en la Barra, de verde oscuro, hablando con éstos, el propietario  Maximino Sordo Alonso. En la cocina/churrería Juan Pauyata; y detrás del mostrador, a la derecha, Eduardo Mora y Juan Angulo, de verde claro. No estaba Sonia, pero si preguntan dicen que es la que está a la izquierda de la foto, sentada en la estantería. Era muy pequeña entonces...

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