Evocación de un rico patrimonio atesorado a orilla del Guadalete

| Texto: Enrique Pérez Fernández
Antonio Ponz, el célebre historiador autor del imponente Viaje de España escribió en 1794: “En El Puerto de Santa María vi hace años la casa del Marqués de la Cañada Guillermo Tirry, y en ella la célebre colección de preciosidades de todas clases, dignas de la instrucción y buen gusto de dicho Caballero, que después de su muerte pasaron a poder de otros dueños; y he vuelto a ver parte de ellas en Cádiz y en Xerez.

Era mucho lo que allí había de libros raros y estimables hasta siete mil volúmenes, y lo mismo de pinturas, estampas, medallas, dibujos y otros monumentos de la antigüedad. Ciudadanos de esta clase parece que merecerían más larga vida: en mi dictamen son de grande ornamento para las Ciudades donde están establecidos.”
Con el fin de evocar ese rico patrimonio perdido que existió en El Puerto, estoy escribiendo una monografía sobre la vida de los marqueses de la Cañada. Como anticipo, presentaremos a los lectores de Gente del Puerto en varias entregas algunos de los bienes culturales que durante medio siglo reunieron los marqueses en su casa-palacio del Campo de Guía, derribada a comienzos del siglo XX, donde hoy está el Edificio Diplomático, junto al hotel boutique Soho Puerto (antes Hotel Santa María)

Los ‘gabinetes de curiosidades’ o ‘cuartos de maravillas’ --como los llamaban, antecedentes de los museos decimonónicos-- surgieron en el siglo XVI y se extendieron por Europa hasta fines del XVIII, creados por la élite socioeconómica, reyes, nobles y alta burguesía que en sus domicilios y propiedades formaron abigarradas colecciones de diversa índole y procedencia, ya fueran de historia natural, etnográficas, de antigüedades, de pinturas y grabados, los avances científicos de la época... Pero del gabinete de los Tirry trataremos a partir de la próxima entrega. En esta esbozaremos las biografías de los dos primeros marqueses de la Cañada, Guillermo Tirry --fundador de la saga familiar y de su poder económico-- y Juan Tirry, su continuador y creador de la célebre colección.
Todo comenzó lejos, a orilla del río Shannon, el más caudaloso, extenso y comercial de Irlanda, donde nació nuestro primer protagonista.
Guillermo Tirry Ronan (1663-1745), I marqués de la Cañada
Fue hijo de su tiempo, de las cruentas guerras que durante medio siglo (1639-1691) enfrentaron a Inglaterra e Irlanda, dos sociedades cuyos intereses políticos, económicos y religiosos –-protestantes versus católicos-- se hicieron irreconciliables. Para el asunto que nos ocupa, Limerick, la ciudad natal de Guillermo, fue conquistada por los ingleses en 1651, dos años antes de que toda Irlanda cayera bajo el yugo inglés. La derrota conllevó la confiscación de las propiedades de muchos irlandeses, entre ellas las de la familia de quien andado los años sería I marqués de la Cañada.

En 1688 comenzó otro conflicto bélico entre ambas naciones, de nuevo con la derrota irlandesa, siendo Limerick, que capituló en septiembre de 1690, el último bastión irlandés. Ante la imposibilidad de vivir en paz durante décadas, muchos decidieron abandonar su tierra. La España y Francia católicas fueron sus principales países de acogida. Y su principal dedicación, la carrera militar y el comercio.
Fue el caso de un joven de buenas luces y espabilado, William Terry (Guillermo Tirry), que en 1689, a la edad de 26 años y mientras en Limerick seguía la guerra, se asentó para siempre en la bahía de Cádiz. Primero, a orilla del Guadalete.
En la calle Larga vivió de alquiler unos años, hasta 1699, dedicado al comercio internacional de tejidos. En 1705 ya se había mudado a la calle Palacios, donde convivió, temporalmente, con su sobrino Juan, un niño parisino de 8 años hijo de su hermano Diego, entonces capitán de caballería en la corte francesa. Al paso de los años, Juan, al casar en 1723 con la única hija de su tío Guillermo se convertiría en el sucesor de sus negocios y II marqués de la Cañada.
En 1707 Guillermo (con 44 años) pasó a residir a Cádiz y contrajo matrimonio con la gaditana Isabel Sánchez de Silveira, una joven de 17 años hija de un comerciante portugués. Pero fue un matrimonio breve pues Isabel falleció en enero de 1709, en el postparto de la única hija y heredera, Francisca Patricia.
Guillermo continuó en Cádiz afianzando la labor que había emprendido en El Puerto como avispado hombre de negocios. En 1714 se reencontró con su sobrino --y futuro yerno-- Juan, que de París vino para trabajar con él. El próspero futuro que iban a vivir ambos lo marcó Felipe V cuando en mayo de 1717 decretó el traslado a Cádiz, desde Sevilla, de la Casa de la Contratación y el Consulado de Cargadores a Indias, que para la Bahía fue el comienzo de su siglo de oro. Al año siguiente Guillermo obtuvo la nacionalidad española, y en 1719 lo habilitaron para comerciar con América.

Con tal fin adquirió un primer navío, el Ntra. Sra. del Rosario, al que seguirían otros: el San Felipe -alias El Terry-, el Ntra. Sra. de los Dolores y el San Francisco Javier, alias El Marqués. En ellos fletó a Tierra Firme y Nueva España, junto a otros productos y artículos propios y ajenos, el vino y aceite de sus tierras. Unas en el término de Rota (66 aranzadas). Otras en El Puerto (24 ar.), en el pago del Cerro de las Águilas con casa que reedificó (entre los caminos de Sanlúcar y de Rota). Pero su gran explotación agrícola la compró en 1723 en la campiña de Sanlúcar al cosechero y cargador a Indias portuense Lorenzo Rodríguez Cortés, la hacienda de 255 aranzadas llamada Cañada del Trillo, de donde Guillermo Tirry tomó el nombre para su marquesado, que se lo concedió Felipe V en 1729.

Y con los bienes rústicos, los urbanos. Además de su domicilio en la calle San Francisco (contiguo a la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario), Guillermo fue propietario de diez casas en Cádiz y una en San Fernando. Con la fundación de un mayorazgo en 1724 asentó las bases para la sucesión de su patrimonio económico en su única hija y heredera, Francisca Patricia.

En 1737 decidió, recordando viejos tiempos, asentarse en El Puerto, en una casa-palacio que compró en 1733 por 25.000 ducados. Con fachada principal al Campo de Guía, contaba, además de las estancias privadas, con cuatro accesorias, una torre-mirador, almacenes, graneros, bodegas, 50 tinajas para aceite y a orilla del Guadalete un embarcadero. Allí pasó sus últimos años, hasta que falleció el 8 de abril de 1745, a la edad de 82 años. Fue enterrado en el convento gaditano de San Francisco, junto a su esposa.

Guillermo Tirry dejó bien atada la sucesión de sus negocios y su patrimonio en las manos de su sobrino y yerno Juan Tirry, a quien con ese fin había formado en su juventud y siempre consideró como el hijo que no tuvo. Pero quizás fue una herencia y una carga demasiado pesada para quien fue el II marqués de la Cañada.
Juan Tirry Stritch (1697-1763), II marqués de la Cañada
“Sé obediente con tu tío, él es ahora tu padre. Cuida de él.” Esto le decía a Juan su padre en una carta recién llegado en 1714 a Cádiz desde París para trabajar a la orden de su mentor y tío Guillermo. Recordaría entonces el tiempo que compartieron siendo un crío en una casa de alquiler en El Puerto. Al poco de casar Juan con su prima Francisca Patricia en mayo de 1723, su tío-suegro lo incorporó a su sociedad mercantil -rebautizada como ‘Guillermo y Juan Tirry’- para “instruirlo en la práctica y experiencia y habilitarlo y establecerlo con mis correspondientes y amigos”. Y era el deseo de Guillermo que tras su fallecimiento continuara al frente de los negocios. En 1732 obtuvo la carta de naturaleza española y en 1738 la licencia para ejercer de cargador a Indias.
Pero no detallaremos la labor de Juan como mano derecha de su tío y su continuador. Con los años los negocios fueron flaqueando, los tiempos fueron cambiando, los amigos y corresponsales de su tío fueron desapareciendo, y Juan, que siempre estuvo cómodo en un segundo plano, no tuvo el talento que para los negocios sí caracterizó a su tío. Durante muchos años también ejerció de regidor perpetuo en el Cabildo gaditano.

El punto de inflexión de los buenos tiempos a la decadencia sostenida durante años lo marcó una tragedia: En 1752, el navío de los marqueses San Francisco de Asís alias El Marqués y Soberbio (construido en 1738), cuando regresaba de América naufragó en el litoral gaditano, en la chiclanera playa de La Barrosa. No fue el único mercante que perdieron los marqueses pues el San Felipe, a resultas de un huracán, se hundió en la costa de Florida en 1733. Las secuelas del primer naufragio se pudieron solventar, pero el del Soberbio supuso un serio quebranto económico para Juan Tirry. (Muchos paisanos acudieron a la playa para arramplar con todo lo que flotase -el vivo retrato de los pícaros de la almadraba de Zahara de los Atunes que conoció y de los que escribió Cervantes-, mientras que por orden de las autoridades seis buzos se afanaron en reflotar las mercancías durante tres años.)
La última actividad que conocemos de Juan Tirry es de junio de 1762, un año antes de fallecer. Entonces, en pleno conflicto bélico durante la Guerra de los Siete Años, los ayuntamientos próximos al litoral recibieron una Real Orden pidiendo el alistamiento de la nobleza para formar milicias que vigilasen y defendieran el litoral andaluz en previsión de un ataque inglés. Y el marqués, acérrimo enemigo de los ingleses y pese a su provecta edad (81 años), se alistó. Fue su último agradecimiento a la tierra y la bahía que desde niño lo acogió.

En la próxima entrega haremos memoria de su hijo y sucesor en el marquesado, Guillermo Tirry y Tirry, que conservó y acrecentó el ‘gabinete de curiosidades’ de la casa familiar del Campo de Guía para convertirlo en el más variado y destacado de Andalucía. (continuará)