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Salvador Cortés Núñez: “Yo, el Chigüi, amigo del Perejil” #6.216

| Texto: Antonio Cristo Ruiz
Ha vivido toda una vida en El Puerto de Santa María, y fue una gran persona que no merece quedar en el olvido. ¡Y eso que escribió cuatro o cinco libros! Los que le conocimos sabemos bien cómo era Salvador Cortés Núñez, “el Chigüi”. Muy apreciado por todos los que lo tratamos. Salvador no sabía decir “no”. Pasó muy malos momentos tras el fallecimiento de su esposa, Juana Cortés Jiménez, hermana del gran cantaor flamenco José Cortés, “Pansequito del Puerto”.

Compañeros del colegio, amigos para siempre
Estudiamos juntos en el colegio de los Jesuitas. Él era tres años mayor que yo. Éramos amigos, y nuestra relación se estrechó cuando coincidimos en Radio Puerto Flamenco, durante el tiempo que estuvo entre nosotros. Sabía bien que yo me había criado en un barrio donde vivían muchos gitanos: las calles de La Rosa, Lechería, Santa Clara y Zarza. A veces me decía: “Cristo Antonio, eres más gitano que yo”, frase que repetía con cierta frecuencia y humor.

| De izquierda a derecha, Antonio Villar, Antonio Cristo, Salvador Cortes y Manuel Gallardo.

Gitano con orgullo y corazón generoso
Me preguntaba con interés por los cantes que yo había escuchado en Madrid. Le conté que, por suerte, había conocido a casi todos los que me gustaban cantando flamenco. Guardo grandes recuerdos de esta persona, que llevaba con orgullo la bandera de haber nacido gitano. Un hombre cabal, con un gran respeto hacia los mayores y defensor a ultranza de los más débiles.  Paseando con él, a menudo alguien le pedía un cigarro o dinero para un café. Él se echaba la mano al bolsillo, sacaba el paquete de tabaco, ofrecía un par de cigarrillos y entregaba dos euros sin pensarlo.  En la iglesia siempre dejaba algunas monedas. Era su forma de entender y vivir la vida, siempre del lado de los más pobres.

Fe sencilla, corazón grande
Recuerdo un día en que me preguntó:
—Antonio, ¿tú vas a misa los domingos?
Y le respondí:
—Voy muy poco, Salvador.
Le tenía un gran aprecio a la Iglesia de San Francisco. Venía desde Valdelagrana todos los domingos para escuchar misa en la iglesia de los Jesuitas. Me dijo alguna vez que Dios le ayudaba a vivir.
Algunos domingos le acompañábamos mi compadre Luis Gatica y yo, hasta su partida al infinito.

Más carnaval que flamenco
Aunque era aficionado al flamenco, sé que le tiraban más las comparsas y chirigotas del carnaval. Admiraba a grandes como Manuel Camacho Francés “El Chusco”, José Luis Arniz, Pedro “el de los Majaras” y Diego Caraballo, entre otros muchos carnavaleros de nuestra Ciudad.

| Una tarjeta dedicatoria que me dejó en su ultimo libro, dedicada a mi persona. Se pasó en lo que dejó escrito, pero Salvador, tenía su forma de pensar y sentir, a las personas que apreciaba.

Llamadas diarias y bocadillos sin terminar
Cuando yo me iba a Madrid, le llamaba todos los días por teléfono. Siempre informaba a su hija Rocío:
—Me ha llamado Antonio Cristo.
Un año lo llevé a la Fiesta de la Bulería en Jerez. Compré dos bocadillos y dos cervezas. Al terminar el festival, tenía aún la cerveza entera y medio bocadillo. Me dijo:
—¿De qué te vas a reír, Cristo Antonio?
No era bebedor y comía muy poco. Eso sí, le encantaban los boquerones fritos.

Una lección en medio de una pelea
Un día, tomando café en el bar Jesule, en la zona de Malacara, le dije:
—Acompáñame al estanco, que tengo que comprar una insignia del Cádiz Club de Fútbol para un amigo mío que vive en Madrid.
A la salida del estanco, nos topamos con dos conocidos discutiendo acaloradamente de fútbol, incluso faltándose el respeto. Salvador se acercó a ellos, los llamó por su nombre y les dijo:
—¿Cómo podéis pelearos por el fútbol? Sois padres de familia y buenas personas. Dejad la discusión y daos un abrazo. Sois amigos de toda la vida, por favor.
Y así fue. Terminaron la discusión, se abrazaron, y Salvador se despidió de ellos con un fuerte abrazo. Uno de ellos me dijo:
—Antonio, ¿tú no dices nada?
—Ya lo ha dicho todo Salvador —le respondí.

| De izquierda a derecha, Mercedes Robles, Antonio Cristo, Mercedes Toronjo, entonces presidenta de la peña el Chumi, Manuel Gallardo, Miguel Pastor 'el Gitano de Bronce' y Salvador Cortes Núñez.

Café, cante y compás con Jesús Heredia
Nos encontramos también con el cantaor ecijano Jesús Heredia Flores, gran persona y enamorado de El Puerto y su gente. Se lo presenté a Salvador y tomamos café los tres. Jesús nos contó que había compuesto unas letras por bulerías para un disco. En broma, Salvador le dijo:
—¡Cántame un poquito, maestro!
Jesús se marcó el compás sobre la mesa y le cantó por bulerías. Salvador se marcó su vueltecita también, y luego se disculpó con el maestro, entre risas.

Amigo de todos, juez de nadie
Era crítico con los defectos de los gobernantes, tanto de izquierda como de derecha. Tenía muchos amigos con diferentes ideas políticas y religiosas, pero para Salvador, cada uno era libre de pensar como quisiera.
Luis Suárez tomaba café con nosotros a menudo. Salvador, en broma, le decía:
—Don Luis, tiene usted un apellido muy flamenco.
Y Luis se reía. Le tenía mucho aprecio.
No soportaba a quienes miraban por encima del hombro a los demás, ni a los que marcaban las diferencias de clase.

| De izquierda a derecha, el flamencólogo Luis Suárez, Salvador Cortés, Manuel Pico a la sazón presidente de la Academia de BBAA  y y el cantaor Pansequito del Puerto, el día de la presentación de su libro "Alma gitana"

Paseos, dolores y el comienzo del adiós
Todos los martes paseábamos por el casco viejo del Puerto, por las zonas donde nos criamos.
Un mal día me dijo que estaba muy cansado y que le dolía mucho la espalda. Nos sentamos en un banco de la plaza Isaac Peral. Le dije que fuera al médico. Y ahí comenzó su calvario. El principio de su marcha con los que no vuelven. Si hay cielo, seguro que se lo está pasando bien con su esposa Juana… y sus batos.
Cada martes paseábamos por el casco viejo, por los rincones donde nos criamos.
Un día me dijo que estaba muy cansado, que le dolía la espalda. Nos sentamos en un banco de la plaza Isaac Peral. Le sugerí que fuera al médico.
Ahí comenzó su calvario. El principio de su marcha con los que no vuelven.

Que su nombre no se borre.
Me gustaría que su nombre quedara reflejado en la calle Descalzos, donde vivió y se crió. Que su memoria quedara marcada en una placa de bronce que dijera: Salvador Cortés Núñez – “Yo, el Chigüi, amigo del Perejil”

Vanidad
Yo no quiero monumentos. 
Que griten mi nombre al viento;  
a los puntos cardinales 
que griten con frenesí; 
viva, viva el Chigüi  
amigo del Perejil.
Del libro ‘Alma gitana’

1 comentario en “Salvador Cortés Núñez: “Yo, el Chigüi, amigo del Perejil” #6.216

  1. Miguel Villar

    Gracias Antonio por recordar a personas maravillosas, yo tuve la suerte de conocerle, siempre amable, cariñoso y muy bien vestido, siempre tenía una sonrisa y palabras bonitas.
    Fue un gran hombre, gracias por recordarlo y que no caiga en el olvido.
    Gracias M. Villar

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