Flamenco, lucha y amistad. Una fiesta flamenca en tiempos de posguerra

| Texto: Antonio Cristo Ruiz.
Me contó mi gran amigo José de los Reyes “El Negro” que, en un verano de los años cuarenta, encontró a una pareja de jóvenes durmiendo en una chabola de chapas y cartones medio derrumbada, muy cerca de las chumberas del barrio gitano de aquellos años. Les informó que cuando sopla el viento de Levante en verano, las puyas de los higos de tuna se clavan en las manos, la cara y cualquier parte del cuerpo que esté al descubierto, por lo que debían protegerse, ya que estaban demasiado cerca de las tunas.
Chabola de cartón, refugio de soles y soleás

Les ayudó a reparar la chabola porque estaba en muy mal estado. Allí vivieron durante dos años y tuvieron a su primer hijo, al que llamaron Manuel. Eran unos vecinos estupendos y serviciales, de raza gitana, muy trabajadores y cordobeses de nacimiento. Manuel trabajaba en todo lo que le salía: de albañil, recogiendo chatarra, en el campo, vendiendo higos de tuna, en el muelle para conseguir un rancho de pescado, cogiendo caracoles y espárragos. Su mujer limpiaba casas y trabajaba en el campo. Nunca les faltó la comida, algo que José “El Negro” también hacía para sobrevivir en aquellos tiempos de posguerra.
Cuando nació su hijo, como buen flamenco, Manuel quería celebrarlo con unas tapitas y unos vinos finos. José “El Negro” le informó que en esa época llegaban muchas traíñas a vender pescado en El Puerto y que, con un poco de suerte, podrían conseguir una caja de sardinas o caballas a buen precio para celebrar el nacimiento de Manuel, junto con una fiesta de cante y baile con los talentosos artistas del barrio.

Se dirigieron al muelle y encontraron una traíña. Hablaron con el patrón del barco y le preguntaron si podía venderles unos kilos de caballas y sardinas para la celebración. Este, al parecer, los vio con cara de hambre y les regaló más de media caja de pescado. En aquellos años de hambruna, todavía había buenas personas que ayudaban a los necesitados.
El pescado quitó mucha hambre en los años cuarenta, como ya lo he mencionado en varias ocasiones. José “El Negro” habló con Antonio Jiménez Salguero “El Caneco”, La Angustia, gran bailaora; José Paradela Suárez “El Cuervo”, José de los Ríos Suárez “El Loco Viejo” otro excelente bailaor, y algunos vecinos, tanto payos como gitanos, para que colaboraran con la fiesta. Asaron las caballas y sardinas en una chapa de zinc grande, cada vecino preparó su comida con tomate y sal, compraron cazón en el freidor de la calle Ganado y algunas teleras de pan de la Pastora. El vino lo consiguieron en la bodega de José Velarde Díaz-Munio, en la calle Cielo. La celebración fue abundante y sobró comida.

Cantaron y bailaron artistas flamencos no profesionales, pero muy reconocidos en la zona gaditana: además de los citados en el párrafo anterior, también estuvieron Miguel Jarana; Diego Gálvez “El Gurrino”, cantaor reconocido; José de los Reyes “El Negro” y Manuel Moreno, el padre de la criatura, que según José cantaba muy bien. La guitarra la puso su amigo Joaquín Albaiceta. Fue una tarde-noche inolvidable de cante y baile.
Una mañana, José “El Negro” fue a buscar a Manuel para que le ayudara a traer un tablón de madera y chatarra de la playa, pero encontró la chabola vacía. Se habían marchado sin despedirse. El Negro lo pasó muy mal, pues les había tomado mucho cariño.
Años después, José “El Negro” solía tomar café muy temprano en un bar de los soportales de la Ribera del Río, y allí un día le esperaba su vecino Manuel. Al verlo, Manuel corrió hacia él y le dio un fuerte abrazo: “--José, me acuerdo mucho de ti, me ayudaste mucho y siempre te estaré agradecido. En este barrio pasé dos años muy bonitos que nunca olvidaré”. Le explicó que falleció un familiar y tuvieron que marcharse de prisa a Córdoba. “--Cuando los gitanos nos enamoramos, nos llevamos a la gitana sin pedir permiso, y a veces los padres se enfadan, pero yo he cumplido con nuestra ley gitana”, le dijo Manuel.

Pasaron el día juntos, y Manuel le pidió a José que le cantara por soleá, ya que le encantaba su cante. En aquel tiempo, José tenía una gran voz, como informaron Pepa Villar García y el cantaor flamenco Miguel Pastor Santos “El Gitano de Bronce”, familia de José.
Con el tiempo, Manuel se dedicó a vender ropa en mercadillos de Sevilla y Córdoba. Visitó a José muchas veces con su familia. José de los Reyes “El Negro” cantó en Sevilla en un festival flamenco promovido por la Junta de Andalucía, titulado “Mayores del Flamenco”, y Manuel Moreno asistía con su familia.
La última vez que Manuel visitó a José, éste estaba a punto de ingresar en el asilo de las Hermanas de los Pobres, en la carretera de Sanlúcar. “--La vejez es muy triste y fea,” le confesó José, “me siento muy solo y lejos de la gente que quiero”.
José de los Reyes Santos, “El Negro” falleció en 1995.
| Con mi agradecimiento a Ana Becerra Fabra.