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Postal coloreada de la Fuente de las Galeras

| Texto: Verbigracias García L.

Desperté en el siglo XVIII con un dolor de cabeza monumental y una extraña certeza: el café aún no se había inventado. Frente a mí, un espectáculo de ingenio y necesidad se alzaba en el río Guadalete. La Fuente de las Galeras, ornamental y vital, surtía de agua fresca a la flota de Indias, convirtiéndose en una pieza clave del comercio ultramarino. Cerca, estaba también su fuente gemela: la del Sobrante. Al parecer, incluso en el pasado, el agua potable era un lujo que se vendía a buen precio.

El primer golpe de realidad llegó con el olfato. En el siglo XVIII, el baño no era un ritual diario, y el perfume intentaba (fallidamente) encubrir la falta de agua y jabón. En la calle, la gente arrojaba desechos por la ventana con la misma despreocupación con la que hoy se envía un emoji por Whatsapp. Aprendí rápido que caminar pegado a las fachadas era una invitación al desastre.

La lucha por el agua. Un negocio redondo

Imagen del río Guadalete con una escuadra de galeras reales surtas en la ría. Vista parcial. Año 1603 | Archivo General de Simancas | Ministerio de Cultura

El Puerto de Santa María, con la bahía de Cádiz por delante y su tráfico marítimo incesante, sufría un problema urgente: la escasez de agua. No había suficiente para los habitantes ni para la escuadra de Galeras Reales fondeadas en la desembocadura del Guadalete. A falta de tuberías eficientes, el agua de los manantiales de Sidueña, en la sierra de San Cristóbal, tuvo que recorrer más de cinco kilómetros de galerías subterráneas antes de emerger en 10 fuentes públicas entre las que se encontraba la Fuente de las Galeras: “Para atender incluso a los navíos, levantó, en las mismas orillas del océano, esta fuente de agua continua, ciertamente útil y digna de admiración para los navegantes extranjeros y vecinos, terminada por el mismo director de la obra don Bartolomé de Mendiola, en el año del señor de 1735”, según pude traducir del latín, en la placa  de mármol flanqueada por dos leones rampantes y el escudo de armas de Felipe V.

Postal de la Fuente de las Galeras | Hauser y Menet | Madrid

Estábamos en 1735. Me enteré que las galeras se llamaban así por la forma de pez de aquellas embarcaciones ejecutadas para la guerra. La sociedad era estricta, y cada clase tenía su sitio bien delimitado. Si nacías pobre, así te quedabas. Y la medicina era un juego de azar, más valía no tener un percance: ir al médico era más peligroso que la propia enfermedad que padecieras.

La fuente estaba construida con piedra caliza de la sierra de San Cristóbal, piedra ostionera obtenida del lecho marino y alguna losa de Tarifa. Todo el proceso fue impulsado bajo la meticulosa vigilancia de Tomás de Ipeñarrieta Ydiáquez, capitán general de la Mar Océana, con una inversión que hoy equivaldría a millones de euros y que llevaría al Ayuntamiento a un nuevo Plan de Ajuste, caso de no obtener fondos europeos.

El regreso al siglo XXI. El WiFi frente a la historia

Cuando finalmente regresé al siglo XXI, lo primero que hice fue ducharme para quitarme el polvo del siglo XVIII y bendecir la invención del desodorante. Después, abrí mi teléfono y envié un mensaje de texto solo por el placer de hacerlo. La modernidad tiene sus problemas, pero puedo afirmar que prefiero los atascos de tráfico a los carruajes sin amortiguación, asearme con barriles de agua o las calles llenas de excrementos, algo que no controlaría ni en el futuro.

El arqueólogo de APEMSA (Aguas de El Puerto) José Manuel Lojo ante la lápida de la Fuente de las Galeras en 2020 | Foto: Juan Carlos Toro | El País.

Regresé a la plaza de las Galeras y encontrarme con su fuente en estado de abandono fue un duro golpe. De ser una maravilla de la ingeniería hidráulica pasó a convertirse en un mero surtidor ornamental, con restos de capas de pintura –rojo, añil, ocre, betún, blanco-- ocultando su historia y su esplendor.

En la imagen del siglo XIX, la desaparecida Fuente del Sobrante a la izquierda y la Fuente de las Galeras a la derecha | Foto: Archivo Municipal

Y no había ni rastro de la Fuente del Sobrante, enfrente de Mariscos Romerijo, hoy convertido en un moderno paseo peatonal junto al cantil del muelle. Afortunadamente, en 2020 se inició un proyecto de restauración con la intención de devolverle a la Fuente de las Galeras parte de su antiguo esplendor.

La vuelta del agua

Los grifos de la fuente, a la espera de volver a traer, como en su día, agua potable | Foto: Antonio García.

En su época dorada, esta fuente abasteció no solo a los habitantes de El Puerto de Santa María sino también a la vecina Cádiz, donde su agua era tan apreciada como cara. En una ironía del destino, hoy se espera que el Ayuntamiento permita que la fuente vuelva a cumplir su función original, aunque ahora con agua potable de la red moderna. Y es que Felipe V, el primer Borbón rey de España que estuvo en nuestra Ciudad alojado en la Casa de las Cadenas en 1729 y 1730, está de moda en la serie de Movistar+, ‘La vida breve’ donde se le entiende todo…

Después de este viaje, aprendí a valorar cada gota de agua corriente que sale de mi grifo. Y, sobre todo, aprendí que la historia no es solo un conjunto de fechas y nombres, sino un testimonio del ajetreo constante de la humanidad por adaptarse y sobrevivir. Ahora, si me disculpan, necesito un café...

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