| Texto: J.M. Morillo-León.
Jaime Costa Tur (1926-2020), discípulo del portuense Juan Lara, fue un pintor cuya trayectoria se construyó sobre la paradoja de la espontaneidad y el control técnico. A lo largo de su vida, Costa Tur defendió la idea de que la pintura debía ser una entrega total, una vocación sin concesiones a otras ambiciones. Su camino artístico se vio marcado desde el inicio por la influencia de Juan Lara, el pintor costumbrista que lo descubrió mientras hacía el servicio militar en la Comandancia de Marina en El Puerto de Santa María, donde trabajaba el pintor portuense.
Juan Lara "me invitó a su estudio para que viera como pintaba él", afirmaba Costa Tur durante una exposición del valenciano en el centro cultural Alfonso X ‘el Sabio’, entre marzo y abril de 2010, cuando contaba con 84 años. La exposición se la dedicó a Juan Lara, 15 años después de la muerte de nuestro paisano
No deja de ser irónico que un artista que valoraba tanto la dedicación absoluta haya encontrado en un revés académico --su incapacidad para superar las matemáticas-- el catalizador definitivo para consagrarse al arte. La anécdota, que resalta su agradecimiento a una ley franquista que le impidió licenciarse en Ingeniería Agrícola, es un recordatorio de cómo el azar puede convertirse en el mejor mecenas de un pintor.
Costa Tur encontró en la acuarela sobre lienzo un lenguaje propio dentro de la tradición impresionista levantina. Su estilo, caracterizado por aguadas audaces y manchas de apariencia fortuita, jugaba con la ilusión de la obra inconclusa. Sin embargo, más allá de la frescura aparente, cada trazo respondía a una deliberación meticulosa, una dicotomía que confiere a su trabajo una dimensión intrigante: ¿hasta qué punto la imperfección calculada es más auténtica que el acabado pulcro?
Exponer en Madrid, Francia y Estados Unidos consolidó su reconocimiento, pero su legado se define más por la singularidad de su técnica que por la amplitud de su recorrido expositivo. Costa Tur priorizaba el proceso pictórico sobre la temática, una postura que puede interpretarse tanto como un rechazo a la narrativa tradicional como un desafío a la jerarquía de los géneros en la pintura.
Si bien su aportación al impresionismo levantino merece reconocimiento, su obra plantea preguntas sobre la relación entre técnica y emoción en el arte contemporáneo. En una época donde la originalidad se convierte en moneda de cambio, la aparente espontaneidad de Costa Tur se erige como un gesto de control absoluto. Su pintura, al final, no es solo una cuestión de ejecución, sino de intención: un equilibrio entre el accidente y la maestría, entre la inmediatez y la reflexión.