Texto y fotos: Enrique Pérez Fernández y Juan José López Amador.
Vivimos una época en la que es costumbre deseada “ir al campo” para desahogarnos del ajetreo de la vida en las ciudades y reencontrarnos con la naturaleza perdida. Y quizás olvidamos que todas las poblaciones nacieron en plena naturaleza, siempre con los recursos acuíferos a mano y en medio de un inabarcable campo o a orilla de un río o del mar, de donde se extraían las materias primas --agrarias, ganaderas, piscícolas-- para la subsistencia y el comercio con otras comunidades, las bases del progreso humano durante milenios. El desarrollo de la revolución industrial y la diversificación de los trabajos cambiaron la interacción ciudad-campo.
Si se realizara una encuesta a los portuenses preguntándoles si conocen su término municipal, el tanto por ciento afirmativo no llegaría a las dos cifras. Este desapego al entorno inmediato habla de la pérdida del vínculo con el entorno rural en nuestros días, que se generalizó desde mediados del siglo XX, cuando las tierras habitadas comenzaron a ser deshabitadas.
La Arqueología muestra el estrecho vínculo de nuestras tierras con las poblaciones rurales que se desarrollaron desde su ocupación a fines del Neolítico (yacimiento de Cantarranas). Durante la Edad del Cobre y del Bronce se fundaron poblados próximos al arroyo Salado de Rota y a la laguna del Gallo (Vaina, Venta Alta, Pocito Chico, Campín, Santos Reyes...), envueltos en un extenso bosque mediterráneo que perduró hasta época tartésica y que tras la llegada de los fenicios comenzó a ser roturado intensamente para su explotación agrícola. Proceso que se generalizó en época romana con vides, olivos y cereales que coparon el antiguo bosque ahora convertido en fértil campiña. Buena parte de las villae (antecedentes de los cortijos) se establecieron próximas a la Vía Augusta (hoy Camino de los Romanos), canalizándose la producción hacia el Portus Gaditanus, el puerto comercial de Gades que yace bajo el casco histórico de El Puerto.
En época andalusí se produjo un cambio radical, estableciéndose en la campiña diez aldeas o alquerías, otra junto a la boca del Salado de Rota –Casarejos- y al-Qanatir a orilla del Guadalete, sucesora del Puerto Gaditano. Cada una tuvieron su propio término, que en conjunto conforman el actual portuense en sus límites con Rota, Sanlúcar y Jerez. La conquista cristiana trajo en 1268 el reparto de las tierras andalusíes a 485 repobladores, al tiempo que las alquerías fueron abandonadas o entregadas a algunos de los más destacados prohombres de la recién fundada Santa María del Puerto, población de la que desde entonces dependió el conquistado territorio andalusí.
El minifundismo por el que apostó Alfonso X fue en su continuidad un proyecto fallido pues la mayor parte de las tierras terminarían en manos de la élite económica y social de la región, naciendo, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XV, el latifundismo. Que alcanzó su apogeo durante la Edad Moderna y especialmente desde mediados del XVII, cuando se establecieron en El Puerto de Santa María un destacado grupo de cosecheros y comerciantes nacionales y extranjeros, los cargadores a Indias, que acapararon gran parte de la explotación agrícola --y en mucho menor medida la ganadera-- de la campiña.
Concluido a fines del XVIII el apogeo del comercio con América, el XIX fue la época, desde su segundo tercio, del auge de los bodegueros, que poblaron las tierras de vides y la ciudad de bodegas, con el Campo de Guía como centro del sector económico -además del pesquero- que marcó las bases de la sociedad portuense durante más de un siglo. En ese tiempo nos detendremos para conocer el hábitat de la hoy desierta y entonces muy poblada campiña.
El padrón de 1857
Para ello nos basaremos en un padrón vecinal del Archivo Municipal, el de 1857, que hace unos años nos facilitó, y de nuevo le agradecemos, Alejandro Román Antequera. Un primer dato es relevante y sorprendente: 1815 personas estaban entonces ocupadas en los trabajos del campo, incluidas las huertas y las canteras, 1571 hombres y 244 mujeres. De ellos, 1.169 (977 hombres y 192 mujeres) eran naturales o residían en El Puerto, 632 (590 hombres y 42 mujeres) eran transeúntes, más 3 mujeres extranjeras. El padrón no incluye a los propietarios de las grandes haciendas y cortijos, censados en la ciudad. Desglosamos las cifras en este gráfico 1:
Los mayores centros de trabajo del término municipal en 1857 eran: con 99 trabajadores/as, Viña Pineda, próxima a la laguna del Gallo, creada mediado el siglo XVIII por el cargador a Indias José Francisco de Pineda; Viña Gobantes, 59; el Cortijo de Campín y la Hacienda las Ánimas, ambos 52; Viña Barceló, 42 y Cortijo Santa Rosa 40. Recoge el padrón la mención a 146 topónimos, remitiendo algunos a época romana (Balbaina, Vaina, Grañina…) y muchos de ellos a la Edad Media.
Este gráfico recoge los mayores centros de trabajo del término municipal según las categorías de las explotaciones. El mayor, con 99 trabajadores/as, Viña Pineda, próxima a la laguna del Gallo, creada mediado el siglo XVIII por el cargador a Indias José Francisco de Pineda.
Imágenes de un pasado reciente
A comienzos de la década de los 80 tuvimos la ocasión de fotografiar en el término municipal escenas que hoy ya no son posibles captar. Fueron los últimos suspiros de un tiempo que se fue…
En nuestros días y desde hace décadas, los campos y las arenas del litoral portuense no son ni sombra de lo que fueron, pero las fértiles albarizas y tierras negras de la campiña, en sus llanos y cerros, aún mantienen su encanto y se vislumbra, recorriendo los caminos, su dilatada historia y su pasado esplendor.