Recorrido histórico por sus salinas continentales
| Texto: Verbigracia García L.
‘Cádiz, una provincia con salero. Recorrido histórico por sus salinas continentales’ será presentado el próximo jueves 19 de diciembre a las 20:00 h en el palacio de Araníbar en la Plaza del Castillo de El Puerto de Santa María siendo presentados los autores por Eduardo Albaladejo director de ediciones El Boletín, que publica el libro.
Francisco Giles y Santiago Valiente arqueólogos de la primera hornada de la Facultad de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, Doctor Honoris Causa por la UCA y exdirector del Museo Municipal de El Puerto de Santa María el primero y catedrático de arqueología el segundo; José María Carrascal ingeniero informático, propietario de una empresa portuense de programación de aplicaciones, amante apasionado de la prehistoria de la península Ibérica y Juan Carlos Neva, biólogo que ha sido funcionario de medio ambiente del ayuntamiento de El Puerto de Santa María y director conservador del P.N de la Sierra de Grazalema han formado una curiosa y heterogénea sociedad de amigos para escribir el libro Cádiz, una provincia con salero: Recorrido histórico por sus salinas continentales.
En el libro se argumenta como la sal es un elemento esencial que está muy presente en la propia naturaleza y constituye un ingrediente básico en todos los seres vivos. El ser humano desde sus orígenes ha buscado de una u otra forma la manera de obtener la sal, ya que constituye como factor necesario en su organismo, o bien como elemento conservante de sus alimentos, del ganado, etc.
Con este libro, los autores «pretendemos dar a conocer los diferentes sistemas que han utilizado los grupos humanos para obtener sal para su propio sustento o bien comerciar con su excedente. Así, ha ido obtenida sal mediante la explotación de la roca de sal o sal gema, extrayéndola de las propias entrañas de la tierra o de la superficie de lagos salados».
En otros casos ha empleado en época prehistóricas el fuego o la ignición calentando la salmuera (agua de alto contenido en sal) en recipientes cerámicos para extraer de sus fondos el pan de sal, previa ruptura de estos. El agua se cocía en cocederos u hornos fabricados con arcilla.
Con posterioridad, en periodos anteriores a su difusión por los romanos, se emplearon balsas de insolación y cristalización fabricadas en barro y en piedra, en las que bien el agua marina o la sal muera obtenida de manantiales salobres, cubrían estas balsas. El sol y los vientos permitían precipitar la sal en sus fundos.
«Creemos que, con este trabajo de alguna manera, difundimos las diferentes formas que el ser humano ha empleado para obtener tan preciado elemento», sostienen los autores.
Las imágenes que se muestran en esta nótula no pertenecen al libro que se presenta, salvo la portada.