Los hechos ocurrieron hace más de un siglo
| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.
En diversas fechas del mes de julio de 1921 aparecen en la Revista Portuense noticias referidas a robos continuados en la iglesia Mayor, apuntando como presunto autor a uno de los empleados del centro parroquial. Esta “distracción” de ropas y enseres de poco uso y valor, dicho sea en justicia, se conoció gracias a una comunicación anónima que recibió el párroco y este, tras comprobar la veracidad de la denuncia, puso el caso en manos de la policía.
En la prensa local aparecieron breves notas relativas al tema: “… se amplía la lista de enseres y ropas desaparecidas en la Prioral, y se apunta que el suceso viene de atrás, de hace bastante tiempo” y como suele suceder en estos casos, cuando la noticia trascendió a nivel popular, el bulo se fue inflando de boca en boca hasta alcanzar unas dimensiones realmente exageradas que no correspondían a la realidad, al menos eso se desprende de lo que hemos podido averiguar al respecto, aunque siempre queda la duda de conocer realmente el alcance de lo sustraído, especialmente por algunas actuaciones policiales relacionadas con este asunto, como la acción judicial por la que retrasaron la salida de un viaje transoceánico en Sevilla: “… del reconocimiento practicado en el trasatlántico con destino a Nueva York, con antigüedades, no se ha hallado ningún efecto robado.”
Viene a confirmar la hipótesis primeramente apuntada de que estos denominados, exageradamente, robos sacrílegos, pues no trascendió hubiese entre los objetos sustraídos de la iglesia Mayor imágenes, cálices u otros objetos consagrados de culto, aunque si lo suficientemente importante al conocerse el último de los hurtos, atribuido al ayudante de sacristán de dicha iglesia, José González del Valle. Detenido por la Guardia Civil, confesó haber sustraído nueve candelabros de madera, propiedad de la iglesia, que había vendido a un sujeto llamado Antonio Porcel García por… ¡7,50 pesetas, 30 reales! El comprador, sin embargo, mucho más instruido, los apreció en 12 pesetas la unidad, revendiendo 5 de ellos a un señor de Cádiz, hermano del famoso oftalmólogo Dorca, en 60 pesetas, quien lo adquirió de buena fe, sin sospechar de su procedencia fraudulenta como después probaría, siendo exculpado de cualquier cargo.
Por el hilo de la noticia anterior, vamos a sacar el ovillo que relaciona este asunto con un tema cofradiero. Hacía cuatro años que la hermandad de la Humildad no realizaba estación de penitencia y, según nuestras noticias, la misma estaba disuelta desde hacía varios meses. La policía “que no es tonta”, como reza el dicho popular, comprobando que el individuo antes citado, Antonio Porcel, era una persona muy relacionada con el mundillo cofradiero de la época y había ostentado el cargo de hermano muñidor de la Humildad, practicó un registro domiciliario en la vivienda del mencionado, encontrando cinco arañas de cristal, una campana, un paño de terciopelo del palenque, dos crucifijos de carey, dos lámparas, varios faroles y una escribanía de metal, suponiéndose fuesen bastantes más los objetos desaparecidos pertenecientes a dicha hermandad, vendido con anterioridad, procediéndose el precintado de las habitaciones donde se encontraban estos objetos, cuya propiedad no pudo demostrar, aunque alegó tenerlos en calidad de depósito.
A través de un intermediario, un anticuario de nuestra Ciudad, detenido igualmente por la Guardia Civil, cuya identidad no hemos podido conocer por no mencionarlo en su información la Revista Portuense, enviaba a un artesano de Sevilla, restaurador de objetos de arte, los objetos robados. Este personaje, llamado Miguel Ángel Rodríguez Magaña, aunque residía en esa fecha en la capital andaluza, era natural de El Puerto de Santa María, ciudad en la que vivió, concretamente en la calle Cielo número 45, junto con sus padres y hermanos hasta los primeros años del siglo XX. Escultor y pintor, especialista en arte sacro. Dio clases en la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia y tenemos referencia de que, incluso, llegó a exponer en nuestra ciudad conjuntamente con el pintor y escenógrafo José Delgado Palou.,, autor del lienzo de la 'Aparición de la Virgen de los Milagros a Alfonso X', de grandes dimensiones: 4,10 m. por 6,20 m., ocupando una superficie de 25,42 metros cuadrados, inicialmente pintado para las escaleras del Ayuntamiento que en la actualidad se encuentra en el Auditorio Municipal de 'Las Capuchinas'
Su vinculación con la Humildad era evidente, puesto que fue el restaurador de las imágenes de San Juan y San Pedro, titulares de dicha hermandad, así como de las figuras de los sayones, a los que realizó nuevos ropajes en cartón piedra en el año 1901, trasladándose por esas fechas a Sevilla donde, como antes indicamos, regentaba una tienda de restauración y actuaba como marchante de arte. Estaba soltero y en esa fecha era bastante mayor, habiendo superado los setenta años de edad. Cuando estalló el escándalo “se presentó espontáneamente ante el gobierno eclesiástico, ofreciendo hacer entrega de los objetos desaparecidos que decía tener en su poder, agregando habían sido adquiridos por él, no como objetos de una sustracción, sino como procedentes de la testamentaría de un fallecido sacerdote de El Puerto.”
Del desenlace final y de la implicación judicial de este último no podemos informar puesto que no nos ha llevado nuestra investigación más allá de las breves notas aparecidas en fechas dispersas a lo largo de 1921 y 1922 en la Revista Portuense, haciéndonos eco de ellas por su vinculación y referencia con una de las más antiguas cofradías de nuestra ciudad que, poco tiempo después, supero esta desgraciada etapa en la que estuvo a punto de desaparecer.
| Fuente: “Tradiciones religiosas de El Puerto de Santa María”. Volumen editado en 2007