| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.
Han pasado dos siglos y más de una década desde que visitara El Puerto de Santa Maria el hermano de Napoleón, José Bonaparte. Este hecho histórico ocurrió exactamente el 16 de febrero de 1810, estando la ciudad ocupada por el ejército francés. Se ha escrito bastante y de todos es conocido el hecho de que fuese aquí, a pesar de estar la fecha alejada de la temporada taurina, donde presenció por primera y tal vez única vez, un espectáculo taurino, montado expresamente para él.
Voy a relatar aquí una anécdota poco conocida que circuló y se difundió el pasado siglo en la que participó este personaje, al tiempo que revelo el lugar donde parece se alojó en su corta estancia, un dato bastante inédito. Me tropiezo con un artículo publicado en agosto de 1906 en la Revista Portuense firmado con el pseudónimo de Trilobites, dedicado al Conde de Casa Segovia que, a la sazón, debía veranear aquí.
El título del artículo es: “Un duelo a muerte”, del que resumo algunos párrafos: “En el paseo del Vergel (hoy Micaela Aramburu) reuníase la crema de la buena sociedad portuense. Paseábase allí, acompañando a una preciosa damisela, un joven currutaco que, absorto en la contemplación de su hermosura, requeríala de amores, cuando de repente, inopinada, brutalmente, fue agredido por un oficial francés de los que formaban la guarnición de esta plaza, ocupadas ya por las tropas del rey intruso.”
El joven currutaco en cuestión, cuyo nombre y apellidos no revela el cronista, pues solamente indica era el tío de un personaje contemporáneo del que escribe el artículo y tal vez el que se lo contó, el coronel de Infantería de Marina, Joaquín Vernacci Moreau (*), ofendido grave y públicamente no tuvo otra salida que retar en duelo al ofensor. “Reunidos los padrinos –continúo con el relato de la Revista Portuense- enseguida se concertó, con duras condiciones, un duelo a pistola, que tuvo efecto en un predio próximo al camino de Sanlúcar. Gozaba entre los suyos, fama de gran tirador el francés, y en cambio nuestro paisano no sabía manejar ningún arma. En el jardín de su casa estuvo adiestrándose en el tiro de pistola, y a la hora prefijada, se presentó en el sitio acordado.”
Tomamos el relato donde lo dejamos anteriormente, que era en el momento previo a la celebración del duelo: “colocados frente a frente; uno altivo, fiero, arrogante, confiando en su destreza; el otro frío, sereno, impávido ante el peligro, fiado en la bondad de su causa y su razón; y los dos dispuestos a jugarse la vida, como si la vida fuera cosa baladí, o pesada carga que hay que arrojar cual inútil fardo, cuando pudiera y debiera ser manantial fecundo para el bien.
Muerto cayó de un balazo el oficial francés, y Vernacci ileso, volvió a subir a la misma calesa que allí lo había conducido, con el propósito de expatriarse, para evitar el ser fusilado por los franceses.”
Ahora nos cabe la duda de cómo interpretar lo que sigue en el artículo. ¿Añadió el cronista la mención de José Bonaparte para dar mayor realce a su artículo o, realmente coincidió este incidente con su estancia aquí?
Nuestra conclusión definitiva es que, a pesar de lo que pensamos y escribimos anteriormente (de sabios es rectificar) no fue José Bonaparte que, lógicamente debería haberse alojado en el Cuartel General, es decir en el Palacio de Villarreal de Purullena, si es que pernoctó en El Puerto ya que lo lógico es que lo hubiese hecho en Jerez, ciudad en la que estaba establecida la prefectura, y no en la casa de calle Ganado donde está el colegio, frente a la droguería de Cárabe, que debía ser el domicilio que ocupaba el general (**) bajo cuyo mando estuvo el oficial difunto y que fue el que intervino.
A este respecto, el artículo textualmente dice así: “Enterado, como no podía ser menos, el general francés de la muerte del oficial a sus órdenes, hizo comparecer a su despacho, en su casa calle del Ganado, donde hoy habita Ramón Arvilla, a los testigos que presenciaron el desafío y hemos de decir en honra del general que, una vez convencido y satisfecho de que la muerte fue en buena lid y que se cumplieron todas las reglas que prescribe el código del honor, aseguró a los que tomaron parte en el lance que no le pasaría nada al protagonista de esta verídica historia, que si bien como dijimos antes, resultó ileso en la parte material, moralmente quedó herido de muerte, donde más grave son estas, en la conciencia que, siempre despierta, le acusaba implacable de la muerte de aquel hombre.
Así que, cavilaciones, escrúpulos, aprensiones, tristezas, pasión de ánimos y remordimientos minaron bien pronto su existencia, produciéndole al poco tiempo prematura muerte.”
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Notas
(*) Solo sabemos que el duelista era tío carnal del personaje citado, que en esa fecha aún no había nacido. (Nació sobre 1835, en la casa parroquial de San Joaquín, en calle Cielo, donde vivían sus padres y en 1880, ya retirado de la vida militar, lo tengo localizado viviendo en la casa número 12 de la calle Pagador.) Nos inclinamos por que fuese hermano del padre que se llamaba también Joaquín Vernacci y Aguado de segundo apellido, pues su madre, María del Carmen Aguado, era una de las nietas de Roque Aguado, el que labró la casa palacio de la Plaza del Polvorista, donde estuvo el Bar El Rempujo.
(**) Podría ser el general Durricane, último de los jefes militares de la ciudad, sucesor de los mariscales Victor y Scoult que, si la memoria no me falla se alojaban ambos en casas del inicio de la calle Larga.