| Texto: J.M. Morillo-León.
Balcón de la plaza de Isaac Peral, arriba de Joyería Marín, y la que fue Panadería Rosado. En el balcón, María Asunción Mateo, Kitty Pastor, viuda de Agustín Merello, Rafael Alberti y Enrique García Máiquez, presidente de BBAA | Año 1991.
En un artículo publicado en El País el 16 de septiembre de 1991, titulado ‘Por las Calles de El Puerto’, Rafael Alberti en una prolongación de La Arboleda Perdida’, hace referencia a la patrona de El Puerto de Santa María, donde, una vez más recuerdos del pasado y vivencias de aquel presente con el entonces alcalde, Hernán Díaz Cortés, en el que refería “que por poco pudo haberse llamado Rodrigo Díaz de Vivar, por la combatividad demostrada en la contienda por el manto de la Virgen de los Milagros que ha sostenido con el obispo de Jerez y que ha mantenido unidos a todos los portuenses, creyentes o no".
Rafael Alberti, que ya demostró en otras ocasiones su vínculo portuense, creyente o no, con la patrona se refería a aquel suceso: “La Virgen con su luminoso manto tejido con las torres almenadas y el león rampante dibujados en la capa de Alfonso X El Sabio, tomados de las devotas Cantigas, paseó por las calles portuenses durante la procesión que conmemoraba sus bodas de diamante como patrona de la Ciudad”.
Y abundaba: “Yo, desde un balcón engalanado para la fiesta, recité, casi cantándolo, mi poema escrito en 1923, A la Virgen de los Milagros, de mi Marinero en tierra, aquel que comienza así: "La Virgen de los Milagros / es la patrona de El Puerto. / Para el ocho de septiembre, / se asoma al balcón del río". Lo cual queda muy bien en labios de un poeta que sigue siendo comunista como yo”.
Hacía referencias a su mujer y a la de su sobrino Agustín Merello del Cuvillo, ausente: “A mi lado, en el balcón, mi mujer y Catalina Pastor, viuda de mi inolvidable sobrino Agustín Merello, cuyo corazón descansa hoy en el mar, hijo de aquel primo mío, Agustín, que cuando niño se pasaba la vida en un rincón fingiendo que comía pasto, porque su mayor ilusión era la de ser caballo, ilusión que también compartí yo y que ya conté en algún capítulo de mi primera Arboleda...”