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La bodeguita de José Morante Lamadrid #5.992

| José Morante Lamadrid | Foto: Archivo Magdalena Rodríguez Lara

| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.

En el casco antiguo hay montones de edificios e inmuebles muy deteriorados que no concitan nuestra atención, posiblemente por su mal aspecto, como puede ser el caso de la foto que reproduzco de este almacén y bodega de Santa Clara (calle Carmen Pérez Pascual), esquina con Pedro de Villa (la calle Cantarería). Pero todos tienen su historia, y a veces muy interesante. Hoy voy a relataros la de uno de sus propietarios, un comerciante de tejidos, con tienda en las Cuatro Esquinas, un montañés llamado José Morante Lamadrid que se casó con la hija de su mejor amigo, un viudo y prestamista que vivía arrendado en esa coqueta casita de calle Larga de la familia Almansa, frente a una de las casas de Pavón, donde se alojó el duque de Angulema. Con este casamiento comenzó su afición a la vinatería.

| Bodega que perteneció a José Morante de Lamadrid

La novia era hija de Antonio Honorato Seytre Charreron y de Josefa Enríquez de Guzmán, parienta del conde Alba de Liste, virrey de México y llevó una dote de 200.000 reales, cantidad correspondiente a su legítima materna que fueron invertidos en su totalidad por el joven matrimonio en la adquisición de una viña nombrada “La Panameña” en el término de Jerez de la Frontera por la que pagaron 170.000 reales.

Las Cuatro Esquinas, crucero de las calles Larga y Luna

También en la propiedad de la mitad del palco número 19 del Teatro Principal de Cádiz. El  teatro y las representaciones operísticas, especialmente, con independencia de ser una de las mayores distracciones de la época era un punto de encuentro necesario y obligado para la mejor sociedad de cada ciudad. En el caso de nuestro personaje, dando por supuesto la ilusión de ofrecer a su joven esposa la posibilidad de asistir a representaciones de gran nivel, primaría especialmente en esta compra el aspecto inversor, dada la sorprendente revalorización que adquirían estas propiedades.

Además, en su condición de comerciante, visitaba asiduamente la capital para recoger los géneros que se recibían por vía marítima y la cesión puntual del palco a familiares de factores, aduaneros, etc., ayudaría a mejorar las gestiones y a mostrar elegantemente su agradecimiento. Y las viñas antes referida, denominadas “La Panameña”, cuya compra se pactó al parecer de mutuo acuerdo entre el Sr. Morante y el Sr. Seytre, tutor-curador de su hija y, consecuentemente, administrador de su legítima materna, con parte de estos fondos que se destinaron a dote matrimonial.  Al ser hija única y, por tanto única heredera, no existía ningún problema ni complicación con los bienes familiares, escriturándose la venta de esta magnífica hacienda que había pertenecido al Conde de Villacreces, a nombre de don Antonio Honorato Seytre. En realidad eran tres suertes o fincas, ambas en el término de Jerez, la mayor de ellas, de una extensión de 33 aranzadas en el pago de “Marchanudo”, otra de 16 aranzadas y casa de piedra, y la menor, de 8, ambas en el pago de “Valcargado” que pasaron la titularidad real de los Morante Seytre al fallecimiento de don Antonio Honorato.

 Consolidado en su negocio de tejidos, José Morante y su familia gozarán de una desahogada posición económica y él, aparte de sus ganancias como comerciante contó con el legado económico de su buen amigo, primero y padre político después que, aunque no poseía bienes raíces, en su sagacidad para los negocios y largo tiempo ejerciendo de prestamista había consolidado un nada despreciable capitalito.

| Calle Cantarería

Así pues, José Morante se convierte en pequeño propietario, pues a la reciente labranza del inmueble en calle Luna, en donde se trasladó la familia,  hay que añadir las posesiones agrícolas antes citadas, y otro inmueble en calle Cantarería número 2,  casa de una sola planta, con 224 metros cuadrados de superficie, comprada conjuntamente con un almacén-bodega en calle Santa Clara, esquina y vuelta a la de Cantarería, es  decir, lindera con la antes citada, en donde iría almacenando –cultivando, es la palabra adecuada- diversos caldos hasta lograr con los años una excelente bodega, con productos reputados y apreciados entre sus contemporáneos. La compra de la casa y de la bodega, esta última con una superficie de 482,75 m2 se escrituraron con fecha 19 de marzo de 1863 en la notaría de don Juan Miguel Rubio

Ambos inmuebles fueron adquiridos conjuntamente a don Faustino González Barbadillo.  Con ellos y en ellos, aparte de incrementar su patrimonio familiar, José Morante encontraría en este nuevo negocio de crianza y tráfico de vinos, especialmente en su vejez, una fórmula perfecta, todo un estímulo para sobrellevar la soledad de su viudedad y sus últimos años de vida.

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