José Antonio Medina al final es uno de tantos aventureros de este país que han ido a buscarse la vida más allá de los Pirineos
| Texto: Juan Zaldívar
El 'Landnámabók', un antiguo manuscrito escandinavo que relata la llegada de los primeros hombres a Islandia, afirma que el primer colono en poner pie en suelo islandés fue el vikingo Naddoddr, quien permaneció un corto lapso, aunque dio un nombre al país: Snæland (tierra de la nieve). Naddoddr era un bellaco y vigoroso vikingo de los nuevos asentamientos noruegos que consideraba «demasiado calientes» esas tierras para su gusto y buscaba otros territorios más adecuados. Llegó a las Islas Feroe y llegó a Islandia. Una isla volcánica inclemente, inhóspita y con una naturaleza caótica. Una isla que tiene de lema «þetta reddast», que viene a significar «todo nos va a salir bien». No queda otra que entregarte al optimismo en esas tierras. Y en esa misericorde isla tenemos una historia muy portuense.
«Yo estaba jugando en Alemania, se paró la liga por la pandemia y al tiempo me dijo mi agente que tenía una oferta para ir a Islandia, tuve que repreguntar a mi agente creyendo que se refería a Irlanda, pero no, era a la isla que está rozando el polo», cuenta José Antonio Medina Aldana (1993), jugador profesional de baloncesto portuense. Un hombre que se encuentra a día de hoy jugando en el Hamar Hveragerðin de la liga islandesa de baloncesto.