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El General Espartero. Partió para el exilio desde El Puerto, tal día como hoy de hace 181 años #5.969

Fue Jefe de Estado como Regente en nombre de Isabel II

| Foto: Laurent

| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.

Joaquín Baldomero Fernández-Espartero y Álvarez del Toro (1793-1879), duque de la Victoria, conde de Luchana y vizconde de Banderas, controvertido militar, Regente del Reino, destacó por su comunión con el ideario que defendía y promulgaba el movimiento o filosofía del liberalismo progresista. Hoy hace 181 años que partió para el exilio desde El Puerto de Santa María. Fue ministro de la Guerra (1837-1838), Regente del Reino de España (1840-1843) y Presidente del Consejo de Ministros en tres ocasiones, la última entre 1854 y 1856.

La salida de Espartero de Madrid se produjo, con gran aparato, la tarde del 21 de junio de 1843. A las 5,30 de la 108 tarde, hora casi taurina que nos recuerda al matador que llevó este nombre artístico, igual al suyo, para ejercer su profesión. Salió el general del palacio de Buenavista, donde residía. Iba a caballo, con traje de campaña, acompañado de su Estado Mayor, pasando por entre los batallones de la Milicia Nacional acantonados desde el paseo del Prado hasta Cibeles, en una emocionada revista militar de despedida, recogiendo el entusiasmo de la multitud que se agolpaba en ese popular tramo de la capital.

Llegada de Espartero a El Puerto de Santa María

Esta imagen tan sentimental de la despedida de Espartero en Madrid choca frontalmente con la ruda y dramática realidad de los acontecimientos que suceden un mes después cuando la numerosa tropa que le seguía, estimada en diez mil infantes y dos mil caballos, no consiguen tomar Sevilla, plaza afecta a los rebeldes, en una pésima dirección militar de los sitiadores por parte de Antonio Van Halen. Desistió Espartero de masacrar inútilmente Sevilla, bombardeándola para forzar su rendición, y proyecta dirigirse a Cádiz, iniciando una marcha complicada, agravada por el excesivo calor, la deserción de parte de la tropa, unido todo ello a la llegada de la división del general De la Concha a dicho escenario, que controla el arrecife, el camino real y el paso natural entre estas dos capitales, obligando a Espartero, y a los pocos que ya le seguían, a realizar una marcha de quince leguas al trote cruzando las zonas de marismas del Guadalquivir, desviándose por Lebrija, siendo protegido y escoltado él y lo que quedaba de su estado mayor (Los generales Infante, Linage, Osorio, Pascual Álvarez, Santa Cruz, Osset y Van Halen, conde de Peracams) por un escuadrón del Regimiento de húsares de la Princesa al mando de Rafael Carrill, hasta su llegada, en la madrugada del 30 de julio, a El Puerto de Santa María.

Retrato de Baldomero Espartero, litografía de Santiago Llanta y Guerin. Inscripción: «Primer candidato para rey de España/ Baldomero 1.º». Biblioteca Nacional de España.

Es bastante probable que utilizara una estratagema para despistar a De la Concha que lo esperaba en el camino entre Sevilla y Cádiz, enviando el carruaje en el que se desplazaba habitualmente y fácilmente reconocible, junto con un grupo de efectivos por el camino previsto. Segundo Florez cita al respecto: “… una compañía de oficiales, que llamaban sagrada, al divisar sobre el camino real el coche de viaje del regente, lanzóse con todo el frenesí de la venganza sobre él, acribillándole a lanzazos y sablazos hasta que se persuadieron de que no iba dentro sino un oficial de la secretaría particular de S.A., a quien dieron grande susto”

Confío contar con la licencia y complicidad del lector para reconstruir libremente ese episodio de la historia de España, donde El Puerto de Santa María volvió a ser nuevamente protagonista y del que tan escasos datos nos han llegado, ajustándonos en lo esencial a los hechos contrastados.

La escapada de Espartero y el escuadrón que le era fiel se produjo desviándose del camino natural por Lebrija y Trebujena, dando un rodeo por la campiña jerezana, eludiendo penetrar en la ciudad de Jerez, donde quedó parte de los que debemos calificar como fugitivos hasta llegar el resto de la expedición a El Puerto, punto final del recorrido para algunos y solo una etapa de descanso para la mayoría, que debían continuar hacia Cádiz.

Alojamiento en la calle Larga

Casa de Gutiérrez Martel, en la calle Larga.

Debió enviar un mensajero, avisando a las autoridades locales de su llegada, el número de componentes y la hora aproximada en que llegarían, así como el trayecto o camino que seguirían para que salieran a su encuentro. Francisco Nicolau y colaboradores afines con la causa de Espartero se apresuraron a buscar alojamiento y preparar viandas para la docena de personas de rango que anunciaban su llegada y sus acompañantes. Se eligió la casa número 123 antiguo de calle Larga, donde ya se alojó veinte años antes Fernando VII y en la que, con nocturnidad y alevosía, traicionó la palabra dada y el juramento de fidelidad a la Constitución, firmando el decreto que la abolía. Era propiedad de la familia Sola del Castillo, que residía en Cádiz y en esa fecha la tenía arrendada a un joven matrimonio de montañeses, Benito de la Vega y Magdalena Rivera que solo tenían un par de hijos de corta edad, Luis y Domiciana, ocupando solamente parte del inmueble, pues el piso principal lo reservaban los propietarios para sí, en las ocasiones en que venían a pasar temporadas ellos o sus amigos y parientes.

Comité de recepción cerca del Monasterio de la Victoria

El monasterio de la Victoria, visto desde la parte trasera

En las cercanías del monasterio de la Victoria, pertrechados de faroles y antorchas esperaba a la comitiva un comité de recepción encabezado por Francisco Nicolau. Llegaron bien avanzada la madrugada, a las dos de la mañana. Después de abrevar las caballerías, a las que habían sometido a un esfuerzo límite, continuaron por la calle Larga, desmontando para no alarmar al vecindario con el ruido de los cascos, cubriendo a pie los centenares de metros que les separaban de la casa elegida por Nicolau para que descansaran, continuando el resto del grupo hacia la Ribera, instalándose cerca del puente sobre el río para iniciar al día siguiente, por tierra, el camino hacia Cádiz y reunirse allí, según lo previsto, con Espartero, mientras que los mulos que cargaban el equipaje de Espartero y sus acompañantes fueron llevados al muelle cercano al edificio de la aduana.

En el Café Nuevo

Según cita Enrique Pérez Fernández, investigador e historiador local contemporáneo, Espartero y su grupo se reunieron y departieron en el denominado “Café Nuevo”, cuya ubicación desconocemos, con partidarios y simpatizantes deseosos de mostrarles su adhesión y apoyo. Posiblemente a esa reunión llegaron noticias de que, De la Concha, al descubrir y tener conocimiento de la “jugada” de su contrario, lleno de ira, preparaba la movilización de su división al despuntar la aurora para intentar finalizar la partida de caza en que se había convertido este episodio entre ambos generales. Con este panorama, Espartero y su grupo apenas tuvieron tiempo para asearse y cambiar de ropas, pasando a bordo del vapor “Betis”, que estaba atracado en el muelle de la Aduana, embarcando a las 3,30 de esa misma madrugada del 30 de julio, buque que, en principio, debía llevarlos a Cádiz donde podría apoyarle una parte importante de la oficialidad allí acantonada, y que se hizo a la mar, anclando en mitad de la bahía, en espera de noticias para tomar una decisión definitiva.

Ni una hora en nuestra Ciudad

Parece, pues, a la vista de lo expuesto, dada la corta estancia del personaje, que tal vez no llegaría ni a una hora, algo exagerada la colocación de una lápida en la meseta central de la espléndida escalera de acceso al piso principal de esta casa, que los contemporáneos del autor conocieron como la casa de Gutiérrez Martel, haciendo juego con la que pregonaba la presencia de Fernando VII, en la que se indicaba que allí se alojó y partió para el exilio el duque de la Victoria.

El general Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen

En la mañana del 30 de julio entraba a escape en El Puerto el general Concha, preguntando a todos –en expresión de Segundo Florez- con desaforados gritos: “--¿Dónde está Espartero?” A esa hora, las diez de la mañana, el Regente destronado, había sido informado de la imposibilidad de ir a Cádiz pues la posición política de los militares que mandaban en dicha plaza fuerte no lo aconsejaba y también de la disposición del capitán de un navío de guerra inglés, de setenta y dos cañones, nombrado “Malabar” que, curiosamente, estaba en aguas de la bahía desde hacía dos semanas, ¿casualmente o, tal vez, a la espera del desenlace de la crisis gubernamental? Los expertos servicios de inteligencia británicos demostraron gran efectividad, oficio e intuición en este caso, si la premisa antes apuntada fuera correcta. Mandaba el navío el almirante Sartorius, en la que sería su última etapa activa embarcado, pues pocos meses después sería nombrado ayudante de campo naval de la Reina Victoria, oficial que, nada más conocer la aceptación del asilo ofrecido, envió una lancha tripulada y armada con la bandera inglesa al costado del “Betis” para proteger la operación de traslado.

Camino del exilio

Anverso de medalla con la efigie de Baldomero Espartero. Leyenda: Baldomero Espartero, Duque de la Victoria, 1855.

Antes de transbordar al navío que conduciría al exilio a este grupo de militares, estando aún a bordo del “Betis”, Espartero redactó un comunicado de protesta, “que firmó junto con sus dos ministros y los generales y jefes que le acompañaban, por cuya razón (posteriormente) el Gobierno provisional, por decreto de 16 de agosto, cometió la injusticia grave de declararlos a todos privados de cuantos títulos, gracias, empleos, honores y condecoraciones les otorgaron y habían recibido por sus eminentes servicios a la patria”

Así finaliza este episodio de la historia de nuestro país, en el que El Puerto de Santa María fue protagonista activo y, de forma particular, el exmilitar y abogado Francisco Nicolau, avecindado en El Puerto, admirador y seguidor suyo que, a buen seguro, habría aprobado de conocerlo, nuestro actual sistema de gobierno: la monarquía parlamentaria o constitucional, su mayor aspiración política.

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