Una madre que vivió la tragedia de los niños robados
| Texto: Carlos Botella Falcón.
La Virgen del Carmen se asoma esta noche a la Bahía y al rio Guadalete, recodo de todos nuestros recuerdos y olvidos. Devoción mariana, devoción popular, arraigada entre nuestra gente. La Señora del Monte Carmelo, refugio, ancla y mirador. La Virgen de Tierra Santa en la Tierra de María Santísima. Por eso hoy, en un 16 de julio, nos gustaría recordar a una de tantas portuenses llamadas Carmen, nombre tan andaluz, advocación tan querida. Una mujer que en su entorno familiar y de vecinos fuera querida y respetada. Hemos elegido a Carmen Benítez Flores, que fallecía hace unos días a los 82 años, dejando consternados a sus hijos y nietos.
Carmen, nuestra Carmen del día de hoy nació donde el Barrio Alto se adivina, en la calle Postigo, en una familia trabajadora. De pequeña se mudó a la Casa de Terry. Allí vivió su familia hasta que, siendo poco más que una adolescente se casó con Juan Martínez Matiola. El joven matrimonio se trasladó a una casa en la calle Federico Rubio número 34, allí, en la calle Pozuelo, se criaron sus dos hijos. Rafael y, cómo no, María del Carmen. Rafael y Mari Carmen Martínez Benítez. Una familia con sus apuros, alegrías y penas. Y siempre luchando. Con 30 años Juan "cayó malo", como dicen sus familiares. Trabajaba en el taller de Domingo Prieto, a la vera del Castillo y convaleciente su esposa se puso a trabajar para que entraran ingresos en la casa, luchas y conceptos de aquellos duros años 70 de cambios y renovaciones.
Hacia la Comisaría marchaba cada día Carmen Benítez para las labores de limpieza. Allá estuvo otros 30 años, trabajando a diario, valorada por todos los agentes que pasaron por aquellas dependencias. Una mujer trabajadora y luchadora, una portuense que nunca le perdió la cara a las responsabilidades y a la propia vida, en pro de su marido y sus hijos. Carmen del Puerto, como Carmen de España, "luchadora, servicial y honrada". Lo dicen sus vecinos de la calle Oropéndola, donde vivió la familia en un piso cuando se mudó con los años.
No sabía decir "no" a nadie, ni nunca. Con los años le llegó su merecida jubilación, para disfrutar mejor de todo, para disfrutar de sus cuatro nietos: Alejandro, Jorge, Adriana y Blanca.
Con la tragedia de un niño robado, fue un drama que le sobrevoló a raíz de un parto que en teoría salió mal pero nunca vio los restos de su pequeño, restos que no estaban cuando se abrió su nicho en el cementerio de Cádiz.
Carmen fue de esas Cármenes de nuestra Ciudad que nunca se rindió y que sólo la muerte, hace poco y tras una larga enfermedad, le impidió seguir paladeando cada buen rato que le ofrecía la existencia y la convivencia con sus hijos y nietos que hoy, un 16 de julio, el primer 16 de julio sin ella, le tiene muy presente.
Estoy tan triste por su pérdida q no quiero ir de vacaciones al puerto,vecinas ,y llegar sin sus visitas por la tarde va a ser un suplicio,siempre ayudaba a todo el que le pedía algo,sencilla y a la vez guapetona y elegante,trabajadora cómo no hay otra y muy generosa y buena gente te recordaremos siempre y te echamos de menos siempre