| Texto: María Jesús Vela Durán.
Mi bisabuela materna, Antonia Troncoso Guillón, enviudó joven, teniendo a su cargo una hija: Josefa Valle Troncoso --mi abuela, materna--. Una gran mujer, que afrontó los escarceos de mi abuelo Manuel Durán Infante, cortando drásticamente la relación, pero eso sí, sus hijas lo atendieron hasta su fallecimiento. De los Valle, apenas tenemos referencias, y realmente no entiendo el motivo. Pues bien, transcurrido un tiempo, Antonia, casó con Antonio Mancera --viudo como ella--, pero este llevaba cuatro hijos. Mi abuela pasó de ser hija única, a tener una gran familia numerosa.
Tía Emilia Mancera Troncoso fue la mayor de los hermanos Mancera Troncoso, le siguieron: Antonio, conductor de carruajes de los Osborne Domecq; Milagros, madre de Milagros Morales Mancera ‘la Choco’; y Agustín quien, debido a la meningitis, tuvo secuelas, pero no le impidieron buscarse la vida honradamente.
Emilia trabajaba como ama de llaves para los Cólogan Osborne, Marqueses de la Candia. Me consta que fue muy apreciada por su buen hacer, su seriedad y buen trato, en el desempeño de su trabajo. Se casó con Salvador Castallo ‘el Caramar’ o ‘Calamar’, un hombre estupendo, con gran sentido de humor, aunque a mí me chinchara un poquito.
Cada vez que me veía, me decía que “era muy fea, y le reñía a mi madre, diciéndole que por qué,me llevaba a verlo, que se le iba a pegar mi fealdad”. Ella se reía, pero yo me acharaba y le decía, que yo no era fea. “--¿A que no mamá?”. En fin, genial y genuino.
Tuvieron dos hijas: María del Carmen y María Antonia, Noni. Vivían en la casa anexa al Palacio, al que acudían por una escalera interior sin tener que salir a la calle. Tía Emilia, era una persona buena y cariñosa, a la que podían acudir tanto sus hermanos como el resto de familia y por su puesto sus empleadores. Al morir mi abuela y pasar a ser ella la mayor, fue como una segunda madre para su hermano Agustín, aunque en honor a la verdad me consta que toda la familia, lo ayudó.
Lamentablemente los más pequeños tampoco pudimos disfrutarla mucho, pero siempre la recordaremos con mucho cariño, como la gran mujer que fue. De hecho, las tres hermanas Troncoso, fueron extraordinarias, educadas, respetuosas y unas luchadoras natas.
No sé qué nos depara el destino, pero las dos hijas casaron con viudos con hijos. Así, María del Carmen, con Manolo Pérez González, hermano del fotógrafo Rafa que era dueño del almacén de ultramarinos Las Cadenas, situado en los bajos de la preciosa casa de Cargadores de Indias de los Vizarrón, en la plaza del Polvorista esquina y vuelta con la calle Cadenas. Manolo llevaba dos hijos: Manolo y Meli Pérez Romero. Dos personas encantadoras que se hicieron querer por toda la familia. Y como no, nació Enrique Pérez Castallo, el menor de los hermanos, un cielo de hombre con carisma y don de gentes y... diría con la misma gracia innata de su abuelo Salvador. Enrique ha sido hasta hace unos años, secretario de la Fundación Rafael Alberti.
Noni, caso con Felipe Gómez Moreno, miembro de la Benemérita y de igual manera, con dos hijos: Manolo y Pauli Gómez. Ambos, entrañables personas, tan queridos como sus primos. Y nació, el benjamín: José Domingo Gómez Castallo. Todo un cerebrito, dicho desde el respeto y cariño, aplicado, trabajador y extraordinaria persona, que llegó a ser secretario general de la FEMP (Federación Española de Municipios y Provincias), diputado a cortes por Madrid, director general del Instituto Nacional de Consumo, entre otros puestos de relevancia.
Creo recordar, que los primeros años la familia vivió en Extremadura, para pasar años después y hasta su jubilación, a Madrid. Tengo que señalar que, más de una vez, nos ofrecieron alojamiento en su casa, y siempre fueron atentos y muy serviciales. Yo misma, en el año 1971, de camino a Salamanca, pernocté en su casa y no pudieron ser más amables. Mil gracias.
Felipe, tenía más hermanos. Conocí a su hermana Josefa, un encanto de mujer. Era una bella persona. Pues bien, cuando venía a El Puerto, traía labores artesanales de Lagartera (Toledo). Como en casa éramos cinco chicas, mi madre, empezó a comprar: colchas, juegos de sabanas, mantelerías, cojines, … --¡Que preciosidades! —que se estrenaron en momentos señalados, es decir: la noche de bodas, el nacimiento de los hijos y cosas así. Lamentablemente, hoy somos más prácticos y aunque le damos el valor que tienen, no las usamos mucho. Una pena.
Más adelante publicaremos una nótula de Ángeles Siles a la que conocí octogenaria, natural de Hornachuelos (Córdoba) que trabajó en la Casa de los Marqueses de la Candia, muy vinculada con mi familia y a la que tuve oportunidad de ver y conversar antes de que falleciera a causa del Covid-19. Estamos pendientes de localizar una fotografía para protagonizar el homenaje que queremos hacerle en Gente del Puerto.