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Rafael Gómez Ojeda, a su marcha #5.932

| Texto: José Joaquín García de Romeu

Nos ha dejado días atrás una gran persona, Don Rafael, ejemplo de un gran hombre, a quien no quiero comparar con nadie porque merece servir de ejemplo, no ser comparado. Al igual que otros grandes que nos han ido dejando, y que ocuparon puestos en la política local, para mí siempre será ejemplo de integridad y coherencia.

Cada cual puede pensar como le vengan gana, cada cual puede sentirse identificado con cualquier pensamiento e ideología, cada cual merece ser respetado y comprendido en su contexto histórico, pues, las personas vivimos y sentimos en el contexto de un determinado devenir histórico, y Don Rafael fue, para mí, el máximo exponente de lógica integridad.

Tiempos difíciles, de valientes, de párvulos en una democracia que fue creciendo y forjándose con ellos, de riesgos e inventos, de decisiones, ni acertadas ni no acertadas, tan solo de decisiones, que son las que salen del corazón y la cabeza en un solo sentido, lo mejor en el momento.

Político de talla que supo lidiar con el mismo pundonor que veía en su plaza de Toros. Afable, directo, punzante e irónico en el trato, como un tango cantado sobre una batea, la mejor forma de decir verdades sin que nadie se ofenda.

Como persona no tuve el placer de tener trato cercano, hasta que coincidimos en la presentación de un libro de mi buen amigo Ángel Mendoza, y que, curiosamente, sentó a su derecha a Don Rafael, y a su izquierda a mí, cosas de la vida. Aun así, sí que tuve trato más cercano con su hijo, compañero de profesión, y cuyo trato y formas, me hacen comprender a quien salió, como no podía ser de otro modo.

La vida es injusta y real, pues, parece que acaba, lo cual nos permite recordar, agradecer y tomar ejemplo, y la mejor conclusión que pudo sacar de quien nos ha dejado, es simplemente que en esta vida se puede pensar cómo se considere oportuno, se puede llevar a la práctica lo que sentimos, guste o no, y lo mejor es, que todo ello se puede hacer con elegancia, saber estar y sin acritud.

Don Rafael, supongo que no leerá esto ni digitalmente ni en papel, pero esté donde esté, espero que le de recuerdos a mi padre e ilumine a quien considere oportuno. Hasta siempre maestro, suerte y al toro, que la muerte no es final, esto solo acaba de empezar.

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