| Texto: Betsabé Caunedo del Potro
Carlos (o Charles) de Varela (?.m s. XV- c. 1520), hijo del famoso cronista de los Reyes Católicos Mosén Diego de Valera y de su esposa María de Velasco. Nada se sabe de sus primeros años. Entró al servicio de la Casa de Medinaceli como alcaide y corregidor de la ciudad ducal de El Puerto de Santa María. Sustituía en estas magistraturas a su padre, el cronista, que por aquellos días se convirtió en corregidor de Segovia. Cumplió con lealtad las obligaciones propias de sus cargos, y a lo largo de los años que los desempeñó aparece en diversos conflictos generados por dos asuntos importantes: los derechos ducales y la cuestión judía. Con respecto a los derechos ducales, defendió con energía la pretensión ducal de ejercer plena autoridad sobre la boca del río Guadalete, cuyos márgenes eran de señorío, pero cuyo carácter realengo defendía la ciudad de Jerez que se consideraba perjudicada en su activo comercio exterior. Y con respecto a la cuestión judía, suspendió en 1484 el cumplimiento del edicto inquisitorial ordenando la expulsión de los judíos del obispado de Cádiz y arzobispado de Sevilla. Esta suspensión le generó conflictos, pero supuso que los padres inquisitoriales aguardarían casi un decenio para lograr el comenzado extrañamiento.
Con anterioridad su aparición en la vida pública se produjo en 1476, cuando contribuyó a derrotar a una escuadra portuguesa en el estrecho de Gibraltar. Su participación y sus logros en la misma, animaron a su padre, Mosén Diego de Valera a solicitar para él a los monarcas castellanos la Capitanía de la expedición que se estaba preparando contra Guinea. Se le concedió, y por tanto, protagonizó uno de los episodios más relevantes del enfrentamiento naval entre Castilla y Portugal durante la guerra de sucesión. La flota, compuesta por doce embarcaciones, partió a finales de mayo o principios de junio hacia Porto Santo, en el archipiélago de Madeira para hacer carnaje. En este punto, se produjeron graves diferencias en el seno de la expedición, y una de las naos desistió de la empresa y regresó a Sanlúcar, lo que supuso el abandono del proyecto inicial de dirigirse directamente a Sierra Leona. En lugar de ello, la escuadra fue al territorio de los azanegas, perdiendo así la oportunidad de interceptar el regreso de los marinos lusitanos. En su camino, la flota atacó las islas de Cabo Verde —Diego de Valera relata que su hijo barajó trece de ellas—. Desde la isla de Santiago, la más importante de Cabo Verde, se dirigieron a la costa africana, donde capturaron dos carabelas del marqués de Cádiz con su cargamento de esclavos azanegas. No se sabe cómo y cuándo se produjo el regreso, aunque se supone que se realizó a finales de agosto. Aunque los resultados políticos y económicos de la empresa no fueron los planteados, sí hubo beneficios políticos, al causar graves daños al enemigo portugués —uno de estos ataques pudo ser decisivo a la hora de firmar el acuerdo Alcaçovas-Toledo— y al reservar estas expediciones a la iniciativa regia, con control expreso de los intereses señoriales, que no habían dejado de plantear problemas durante la preparación y despacho de la flota.
Carlos de Valera volvió al mar —aunque es probable que en ningún momento lo hubiese abandonado— en 1483. En este año se le confíó juntamente con su padre Mosén Diego Valera, con Antón Bernalte de Cádiz y el alcaide de Rota, mosén Juan Sánchez de Cádiz, la organización y avituallamiento de la escuadra, que con carácter estable, actuó durante la Guerra de Granada. Se pensaba en una guerra marítima que secundase las campañas terrestres. Como director técnico de la misma obtuvo un éxito completo, ya que se atribuyó a sus carabelas la ruptura de las comunicaciones entre el Reino de Granada y Berbería, de forma que los musulmanes no se atrevían a intentar el socorro marítimo. Casi todas sus actuaciones en el Estrecho por este motivo, se vieron también favorecidas por la captura de buenas presas. En 1505 prestó servicios y colaboró con la formación de una gran armada —la armada de Orán— que debía salvaguardar la seguridad de las costas andaluzas y buena parte de las levantinas. Esta empresa, que en principio debió organizarse y planificarse desde el puerto, se desvirtuó de unos objetivos iniciales, por lo que se cree que la intervención de Carlos de Valera en la misma tuvo un carácter secundario y diferente al previsto.
Sus últimas acciones en el mar se ligan a la ayuda prestada a la plaza de Arzila, que desde los primeros años del siglo xvi sufría acosos constantes por parte de los musulmanes. En 1508, éstos obligaron a los portugueses a retirarse al castillo, por lo que la situación llegó a ser extremadamente delicada. En su auxilio corrieron con prontitud los hombres de El Puerto de Santa María, y es aquí donde se vuelve a encontrar a Carlos de Valera, quien no tomó parte en la expedición de socorro, pero sí en su organización. También lo hizo en 1512 y en 1516, cuando Arzila volvió a ser cercada. En esta última expedición de socorro tomaron parte dos de sus hijos. Poco después, en 1520, desaparece su rastro de la documentación. Es sustituido en la gestión de los negocios de Medinaceli por su hijo Hernado de Padilla.
Carlos de Valera contrajo matrimonio en tres ocasiones, siempre en el entorno gaditano. Su primera esposa fue Mencía de Espino, hija de Pedro González de Gallegos, caballero de Jerez, y de Mencía Valdespino. Le dio al menos dos hijos: Diego de Valera y Gonzalo Núñez de Villavicencio. De su segunda esposa, Isabel de Villavicencio, hija de Juan Núñez de Villavicencio, se cree que no tuvo descendencia, y de la tercera, Elvira de Espínola, hija del alcaide de Arcos, Pedro Espínola de Negro y de María de Padilla, llegaron a edad adulta tres: Fernando de Padilla, Charles de Valera y Leonor de Valera. Al margen del matrimonio, se le conoce otra relación estable, la mantenida con Inés Mosqueda o Verdugo, fruto de la cual tuvo otros dos hijos: Cristóbal Verdugo y Luisa de Valencia o de Mosquera.
Carlos de Valera, en sus múltiples empresas por el litoral atlántico, consiguió más nombre de marino valeroso y experto que ventajas económicas. El historiador Hipólito Sancho de Sopranis, buen conocedor de sus diversas aventuras, subraya que nunca fue bien recompensado, ni por los Reyes Católicos, ni por los duques de Medinaceli, a quienes sirvió fielmente. Es él quien también recoge como un testimonio a favor del marino que incluso sus enemigos —el marqués de Cádiz y el concejo xericiense— le trataron siempre con respeto. | Fuente: Real Academia de la Historia.
Bibliografía:
Bibl.: F. Pérez Embid, Los descubrimientos en el Atlántico hasta el Tratado de Tordesillas, Sevilla, Sociedad de Estudios Hispanoamericanos, 1948; H. Sancho de Sopranis, “Charles de Valera”, en Hispania, XLIV (1951), págs. 413-59; P. Rufo Ysern, “La expansión peninsular por la costa africana. El enfrentamiento entre Portugal y Castilla (1475-1480)”, en Congreso Bartolomeu Dias e a sua época, III, Oporto, 1989, págs. 68-71; E. Aznar Vallejo, “Los itinerarios atlánticos en la vertebración del espacio hispánico. De los Algarbes al Ultramar oceánico”, en XXVII Semana de Estudios Medievales de Estella, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000, págs. 47-82; “La expedición de Charles de Valera a Guinea. Precisiones históricas y técnicas”, en En la España Medieval (2002), págs. 25 y 403-423.