| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.
Hace 117 años se comenzó a construir un camino, carril o carretera que comunicara la población con la playa de La Puntilla, gracias a la iniciativa de una Junta de Vecinos, agrupados con tal finalidad, para la que recaudaron fondos entre sus convecinos, comerciantes e incluso, con personas de poblaciones cercanas, simpatizantes de dicha causa u objetivo. Para ello hicieron cartas personalizadas, en forma de circular, cuyo texto era el siguiente:
“Muy Sr. Nuestro: No cabe suponer desconocimiento para la superior inteligencia y vasta cultura de V…, de los hondos y difíciles problemas que, en los meses de invierno, sobre todo, agitan en esta región andaluza a su clase trabajadora y que, los den el aspecto y tinte que a cuatro agitadores convenga o llamémoslo como quieran, es lo cierto que, en el fondo, nos lo informa realmente otro principio que el más poderoso propulsor que puede tener la humanidad: ¡el hambre!
El hambre, sí! No hay más problemas en esas agitaciones que esa extrema necesidad y carencia absoluta de recursos para atenderla; y como los municipios, meros recaudadores del Estado no cuentan más que con cargas que no pueden soportar, aun siendo como son los primeros llamados a remediar mal tan grave se hallan en la imposibilidad de hacerlo bien a pesar suyo, y se ven obligados a interesar medios a ese Estado que rara vez provee, y si lo hace, ya sabemos con qué diligencia e incompleta manera, dando lugar a que en cada población, interín dura la invernada, se esté en una situación de ánimo imposible, y siempre expuestos, no a padecer motines sediciosos, no; sino a los febriles efectos de una masa de hambrientos, y esto es lo que todos debemos evitar en la medida de nuestras fuerzas por caridad, por humanidad y por justicia, y eso vamos a procurar aquí en esta hermosa ciudad del Puerto de Santa María.
Con este fin, dando trabajo en obras públicas que redundaría en positivos beneficios de la riqueza de esta abatida población, procurando hacer de la misma, ya que climatológicamente tiene, sin duda alguna, ese singular beneficio, una estación veraniega e invernal de primer orden, empezando por facilitar el acceso con una magnífica avenida a su pintoresca y hermosa playa de “La Puntilla”. Así se conseguiría algo que la necesidad reclama y un jornal para los obreros para esos días de crisis del trabajo en que necesitan pan para sí y para sus hijos, aliviándoles en tanta desgracia.
Con este fin se ha formado una Junta de Vecinos que se ocupa en la organización de los trabajos, y para realizarlos, recaudar por cuestación pública todo lo posible para tan magna empresa de quienes representan capital, lo mismo del propietario rural y urbano que del industrial y comerciante de esta ciudad; y siendo V… uno de los comprendidos en esa representación, la Directiva de dicha Junta tiene el honor de rogarle se digne contribuir con la mayor cantidad posible para tan loables fines.”
Parece que la respuesta fue bastante positiva, permitiendo terminar el proyecto, una obra que aunque hoy nos parezca de un tono menor, pues se trataba de prolongar la calle Aurora hasta lo que hoy es la Rotonda de la playa, hasta donde entonces casi llegaba el agua, potenciando de este modo el balneario de aguas termales, al tener un acceso asequible y permitiendo la instalación de los chiringuitos de alto copete que en esa zona se instalaron, dando vida nocturna a una zona alejada, calculo que algo más de medio kilómetro del casco urbano, en las noches de verano y aumentando sensiblemente la asistencia de público a dicha playa.
Los datos que tengo son de marzo de 1907, tomados de la Revista Portuense. En esa fecha se había recaudado más de 15.000 pesetas con las suscripciones. Tres mil duros era una cantidad importante en esa fecha y, supongo, pues no he podido seguir el hilo del proyecto, que sería llevado a buen fin.
Encabezaban la suscripción, con 1.000 pesetas, cada una, las firmas de Moreno de Mora y Duff Gordon, a los que seguían en cuantía los también empresarios bodegueros Joaquín Ruiz Ruiz, con 500 pesetas y Ramón Pico Lobo, con 400. Un nutrido grupo de empresarios y comerciantes: Francisco Morillo, Juan Celis, José Vegazo, Atanasio Quijano, Daniel Martínez, Manuel Gª Valdeavellano, José Molleda, Emilio Díaz Dosal, Antonio Pagés, Manuel Sanchez Cossío, la panificadora de Portillo y la empresa de Gas Lebón redondearon un donativo de 300 pesetas, participando prácticamente la totalidad de los restantes bodegueros con cantidades que oscilaban entre 100 y 250 pesetas, con algunas excepciones (Antonio Sancho, el marqués del Castillo de San Felipe, Fernando A. de Terry, Serafín Álvarez, Joaquín Gaztelu…) que no me atrevo a citar como rácanos su óbolo, inferior a veinte duros, porque existe la posibilidad de que estuviesen en bandos políticos contrarios a los organizadores del proyecto.