| Texto: Jesús María Serrano Romero.
El levante aparte de ser un viento de cultura que nos ha permitido participar de todos los acontecimientos y migraciones de los pueblos en el pasado, se trata también de un extraordinario fenómeno (*) meteorológico. Me explicaba un viejo amigo marino bebiendo café sin parar a cualquier hora del día o de la noche, que llevaba a bordo desde los 9 años y las dimensiones del porche le parecían un exceso si estuviera en su puente en la mar. Si algo defenderé ante quien sea será al viento de levante y lo hago, por motivos patrióticos -tenía ganas de escribir esto-, harto de la utilización política del término.
Levante y Poniente son vientos de cultura, el primero nos trajo a los navegantes fenicios, griegos, romanos, árabes y procedentes del norte de Europa contribuyendo a nuestra cultura, mientras que, sin el Poniente y su versión Alisios, posiblemente hubiese sido muy difícil navegar hasta las Indias Occidentales, circunvalar la Tierra, conocer nuestro planeta.
Levante y poniente son el ying y el yang del Golfo de Cádiz que llega a Punta Sagres en Portugal, allá donde Enrique el Navegante fundó su escuela de navegación. Para gozar del fresco es necesario experimentar el calor, para disfrutar de la brisa se tiene que haber soportado las rachas en torno a los cien kilómetros. Pero decía que el levante no es un viento sino un fenómeno y trataré de explicarlo: no existen dos levantes iguales, simplificando para no aburrir, diré que procede de tres ubicaciones distintas principalmente, aunque la mayoría no esté al tanto, confieso que yo tampoco lo sabía y fue mi amigo quien me lo enseñó. Está el levante que como su nombre indica procede de donde el sol se levanta o sale, si procede de la zona de Alicante o Murcia llega a la bahía fresco, porque atraviesa Sierra Nevada y seguro que quienes me lean lo han experimentado, muy frío; si viene del sur, de las extensas arenas argelinas aparece inundándolo todo de rojo; si viene perpendicular al eje del Estrecho de Gibraltar es sofocante. En cierto modo ocurre lo mismo con el poniente y sus alisios, pero eso, si os parece lo dejaremos para otra ocasión.
Lo he explicado varias veces y la mayoría sigue sin entenderlo, así que trataré de hacerlo gráficamente: si el viento procede de la Costa Levantina debe atravesar Sierra Nevada cuyas simas permanecen heladas que lo enfría con la montaña todo de mayor altura nacional en el Mulhacén siempre nevado, luego al llegar al Estrecho de Gibraltar lo hace frío, levante pero frío, todos lo hemos experimentado; si por el contrario procede de sur y del desierto de Argelia, el temible Sáhara transporta en suspensión su arena y lo mancha todo de rojo como fangoso y, si es de componente natural, perpendicular entre las Serranías de Grazalema y Ronda por el norte, encajonado en el Estrecho por las Montañas marroquíes del Rif llega huracanado.
Si observamos el diagrama si el fenómeno se produce dentro de un sistema anticiclónico, suele girar en el sentido de las agujas del reloj, por el contrario, en una borrasca en contra de las mismas, aunque eso lo dejaremos para otra oportunidad.
Permitidme decir de nuevo que el Levante no es un viento puro en las confluencias de Europa y África, sino un fenómeno meteorológico muy estudiado por los navegantes del mundo entero y, además, una seña de identidad extraordinaria que nos une a la provincia gaditana y tangerina, a Europa con África, somos lo mismo, aunque vivamos en distintas orillas del Estrecho de Gibraltar y siempre lo hemos sido.
Por eso, cuando oigo a quienes nos visitan protestar de los vientos no me enfado, no entienden, no alcanzan a comprender su importancia en la construcción de nuestra identidad sociocultural, sin embargo, si por contrario son vecinos míos, nacidos aquí me produce tristeza ya que no se han enterado que sin vientos no somos nada, y quienes desconocen sus orígenes están a merced de cualquiera que les imponga una bandera.
(*) Fenómeno. Segunda acepción: cosa extraordinaria y sorprendente.