El Encuentro con la Alegría
| Texto: J.M. Morillo-León
El historiador y periodista Francisco Andrés Gallardo presentaba anoche en la capilla de las Hermanas Carmelitas, el cartel del Domingo de Resurrección 2024 ‘Memorial Miguel Sánchez Ivars’, articulado en torno a una fotografía de Mario Jaén, organizado por la hermandad y cofradía de nazarenos de Jesucristo Resucitado, Nuestra Señora de la Alegría y Santa Ángela de la Cruz. Esta fue su alocución:
Cuando el sol de la mañana, Luz Eterna, se cuela por su ventana y acaricia las losas, envuelve de tranquilidad la capilla. Cristo me acerca su mano y la siento calurosa en el corazón. La tiende con afecto y victoria, esa mano que nos empuja si el ánimo decae. Esa mano que abraza, que consuela. La que reconforta en su esperanza segura.
En la calma de la primavera, cuando todo queda atrás, ese Cristo que se yergue Supremo, absolutamente joven y nuevo, desnudo y de sutiles heridas, es la renovación constante de nuestra fe. De nuestro sentir.
Siempre es primavera y mañana jubilosa en esa estancia de la Iglesia Mayor de El Puerto.
Cuando las brumas de la desazón, del resentimiento espantadizo o de la decepción acechan, la luz de la Resurrección es aliento para quienes acuden a rezarle. La Resurrección es el aliento para resurgir.
A su lado, esperanzada, radiante en su gozo, la Virgen de la Alegría hace honor a su advocación dichosa. Confiaba en la misión de Él y en su intercesión de seguirle hasta el fin.
La Alegría nos recuerda siempre que la Resurrección es sentido y destino para los cristianos. Que la Pasión y Entrega tuvieron el fin de desterrar el Mal y el Pecado a través de la renovada Vida. Jesús mismo es el Pórtico de la Gloria, el Cielo en su compañía.
En esa capilla del Baptisterio de la Prioral, de la santa basílica de la Santísima Virgen de los Milagros, el padre Carlos Román Ruiloba tomó el agua, esa misma agua, con la que, para tantos portuenses, me bendijo para abrirme las puertas de la Iglesia. En brazos de mis padrinos, mis hermanos Juan y Mari, que Dios los tenga acogidos como se merecen. En la pila del baptisterio que parece custodiar Jesús Resucitado me hice cristiano y también portuense. Y en aquella tarde de agosto llevado bajo el manto de los Panaderos de la Patrona me protegieron y me siento protegido para mí y para los míos, que sois todos vosotros. Los Milagros de las Alegrías, la Resurrección de El Puerto… La Resurrección de El Puerto, qué buena frase para nuestra sana ambición diaria.
La limpia fotografía es de Mario Jaén, el autor de esta foto ganadora del memorial Miguel Sánchez Ivars. La instantánea capta al Resucitado con su ángel en la primera salida procesional de esta imagen, en la primavera del año pasado. En un radiante domingo, con esa luz patentada que sólo podemos disfrutar aquí, en la Bahía de Cádiz. Esa luz verdaderamente divina que contrasta entre el verdor de las palmeras de la Plaza Peral. Y al fondo, el Palacio Municipal, donde se adivina el repostero de la hermandad del Carmen. El Monte Carmelo, emblema de las Carmelitas, donde se encuentra la iglesia española en Tierra Santa, en Haifa, que custodio la venerada Virgen del Carmelo, la Virgen del Carmen, asomada al mar Mediterráneo.
Jesús resucita cada día en nosotros y cada día es Domingo. Cada día es Pascua para los hermanos del Resucitado. Y en el Domingo de Pascua, epifanía de nuestros corazones, Domingo de resurrecciones, sólo se termina de confirmar con música, incienso, luz, flores y sonrisas infantiles la renacida primavera y ese sentimiento de la confianza perpetua en Dios y su Madre que tenemos a diario.
Y hoy también lo vamos a proclamar a través de la imagen que anunciará esa felicidad de un nuevo Domingo de Gloria, Pureza y Alegría.
Señora de la Alegría
Señor de los Despertares
Protectora de la armonía
Que nos abriga como madre.
Madre confidente
Glorioso manantial
Milagro de las letanías
Madre de Dios Celestial
Señora que nos protege preciosa y serena
Siempre llena de gracia plena
En el corazón de sus hijos presente
Madre de la Alegría, cetro y majestad
Que en la Pascua proclama
Ese gozo que en sus lágrimas derrama
La venturosa redención pascual.
Domingo de amaneceres
Domingo de despertares
Cristo de los renaceres
Vencedor de todos los pesares
Señor vivo que permanece
En el Milagro de esa Alegría
En el domingo triunfal
de la blanca algarabía
del Resucitado inmortal
Todo por amor, nada por la fuerza
Muy buenas tardes. Autoridades municipales, directora del centro de las Hermanas Carmelitas que nos acoge, Paqui Jiménez Díaz, a la que habrá dar la enhorabuena a ella y a todo su equipo por la atinada restauración de este más que centenario templo, coetáneo del sevillano Costurero de la Reina, levantado casi a la vez por el mismo arquitecto, Juan Talavera Vega. Nos hizo este regalo para El Puerto de Santa María y otro regalo para Sevilla, la patria de Santa Ángela de la Cruz. Que Santa Joaquina de Vedruna, que desde el altar nos observa, siga velando por este colegio, Sagrado Corazón de El Puerto en forma de este templo inmaculado. Todo por amor, nada por la fuerza, es el lema de Santa Joaquina que tenemos presente, un mensaje más vigente que nunca.
Hermano mayor de esta bendita cofradía anfitriona, José Manuel Alonso Montes, con toda la ventura hacia un nuevo domingo; miembros de la junta de gobierno de Nuestro Padre Jesús Resucitado, Nuestra Señora de la Alegría y Santa Ángela de la Cruz, en especial a la secretaria, Ana Lambea, tan atenta hacia este presentador, cofrades de esta hermandad de la gloria mayor, señoras y señores, amigos y paisanos…
En la memoria de todos nosotros se encuentra Miguel Sánchez Ivars, hombre bueno, en el mejor y buen sentido de la palabra bueno, cofrade fundador de esta hermandad, hermano con todas las letras, emprendedor en todos los sentidos, que nos dejó inesperadamente hace tres años bien joven. Y bien sabrá Jesús qué motivos tendría para llevarlo a la gloria, pero su recuerdo permanece y permanecerá en el corazón de todos los que lo conocieron. Su gente le puso nombre al cartel con el que se anuncia ya desde hace 13 años el Domingo de Resurrección portuense. Y en memoria de Ivars desde hace tres años, cuando nos dejó, justo hace ese mismo tiempo. Pero Miguel, de igual nombre que el brioso arcángel San Miguel, está a nuestro lado.
En esta noche en la que pese al frío fuera la primavera parece aguardarnos sonriente y jovial como una alumna de las Carmelitas vamos a conocer el cartel del luminoso Domingo de Resurrección en El Puerto 2024 Memorial Miguel Sánchez Ivars, una imagen que hace justicia al titular de esta serena cofradía y a la memoria de aquel joven cofrade, empresario y buen padre, que tuvo siempre toda la disposición del mundo para ayudar a los demás y contribuir a esta hermandad que nació con voluntad juvenil. Ese empeño adolescente, eternamente joven, que sigue reuniendo en torno a su junta de gobierno y sus penitentes de blanco y azul candelaria.
Jesús está entre nosotros
Para mí mismo se queda en la cajita de nácar de los recuerdos cofrades la llegada de la imagen de Jesús Resucitado el sábado 24 de enero de 1998 al mediodía. Lo tenéis ahí en el papel. Una vivencia única. En pocas ocasiones un cofrade portuense pudo vivir esa experiencia y la disfruté junto al fotógrafo José Antonio Tejero al lado de los hermanos fundadores. Una sorpresa para los que aguardaban a Cristo en su Resurrección cuando fue colocado en la capilla del baptisterio, frente al párroco don Manuel Sánchez Mallou. Ese sacerdote fue quien junto al presidente del Consejo, Adolfo Ortega, reunió a los jóvenes cofrades que desde distintos sueños se reunieron por dar realce a la mañana de Pascua en El Puerto. A lo lejos, aquel Cautivo de los jóvenes de la Cruz de Mayo que fueron interceptados inexplicablemente, de forma intensa, como si sacar una imagen de carácter religioso a la calle fuera una afrenta. O aquellas ilusiones del Cautivo de San Francisco y su valiosa y afligida Virgen de los Dolores que abre ahora nuestra Semana Mayor. Todos aquellos sueños convergieron en la luz de la Resurrección, porque Dios y la Señora de la Alegría lo quisieron así. Lo que sucede, siempre conviene. Los designios de Dios son inescrutables, una inmensa frase de San Pablo.
“Jesús Resucitado está entre nosotros” titulé a cinco columnas en el Diario de Cádiz con toda la intención al día siguiente de llegar a El Puerto la imagen, el domingo 25 de enero de 1998, hace ya 26 años, fecha en la que fue bendecida la obra de Jaime Babío y que apareció triunfante en las calles portuenses en Vía Lucis, en la jerezana parihuela de las Angustias. Sí, Jesús Resucitado siempre está entre nosotros. Y ojalá aquellas calles de El Puerto hubieran mantenido el aspecto que tenían en 1998.
Acompañado de mi entonces novia, de Paqui, recuerdo a Quique Pedregal, vicepresidente de la originaria asociación parroquial, cediéndome su sitio al palo a la altura del mosaico de la Patrona en la calle Larga para que formara parte de aquella celebración. Muchas gracias sigo diciendo a día de hoy. Agradezco ese detalle que llevo en mi alma. Fui de los primeros en cargar al Resucitado aunque nunca estuve llamado para la trabajadera, porque para eso están mis sobrinos Sergio, Juan y Jesús Andrés Alejo Gallardo, orgullo de su madre fallecida hace en estos días 20 años.
Juan formó parte de la cuadrilla en el último domingo del Resucitado que tallara Ovando y que se venera en El Cuervo. Para mí ese estreno de un Gallardo portuense en el costal es como si se hubiera producido en esta mañana. Sergio se incorporó a la primera cuadrilla con el actual titular y es el capataz junto a Javier Villanueva desde 2008. También era inevitable que el chico, Jesús Andrés, se sumara en el costero.
Los ángeles
Su madre, mi hermana, fue la que impulsó mi vocación cofrade, y sin ella nunca hubiera cubierto la información cofrade de El Puerto durante tantos años, entre la Cadenas SER y el Diario, ni habría sido el pregonero de la Semana Santa de El Puerto en el año 2010. Ni estaría ahora mismo aquí. Ella es la persona clave para una estirpe cofradiera tan inquieta entre sus hijos y nietos, nietos que, lamentablemente, no pudieron conocer a una abuela que hubiera sido tan entusiasta como atenta y cariñosa. Benditas las esposas, madres, hermanas, abuelas que siempre están y estuvieron pendientes de nosotros y nos impulsaron a ser lo que somos. Benditas todas las mujeres. Las últimas en permanecer junto a Cristo en la Cruz y las primeras en anunciar su regreso.
Benditas las madres, hermanas y abuelas que siempre se desviven y se desvivieron por nosotros. Que se desvelaban si llegábamos tarde, que nunca regatearon su esfuerzo y su tiempo para que nos sintiéramos felices, dichosos y protegidos. Benditas las madres y abuelas que despidieron con un beso a los niños penitentes que soñaban con ser costaleros o que llevaban el bocadillo en el bolso buscando a sus pequeños cofrades durante la procesión.
Mi hermana fue alumna de las Carmelitas, como lo fue mi hija Cristina, su sobrina. Como lo han sido sus nietos Rocío y Sergio. Aquel vínculo de ella como alumna despertaba en mí, alumno lasaliano, la curiosidad por este templo neogótico de azúcar y por lo que sucedía más allá del portón en ese patio que inspiraba juegos infantiles y aulas escolares de niñas, entonces sólo niñas, muy aplicadas. Santa Joaquina de Vedruna terminaría siendo para mí una revelación.
Años después, por fortuna, y gracias a mi mujer, Paqui, pude conocer a otras hermanas, a las hermanas que durante tanto tiempo trabajaron y velaron por este bendito colegio como la hermana Emilia Puyana o también la hermana Antonia Palomino, la hermana Matilde Pavón, la hermana Matilde Soto, que están junto a nosotros también en esa esperanza cierta que son la memoria y la conciencia.
Nuestros mayores, la familia y los amigos que nos dejaron, son ángeles que interceden por nosotros. Son almas que presentimos dentro de nosotros. Son la compañía que forman parte de nuestro interior, presentimos y sentimos que están ahí. A veces consultamos a nuestros mayores, qué harían en nuestro lugar, para tomar una decisión. Qué pensarían de lo que estamos diciendo o haciendo. Qué dirían de nosotros cuando estamos ante un incierto reto de la vida. Nuestra memoria los hace presentes.
Y muy presentes en nuestras oraciones infantiles se encontraban los ángeles de la guarda, compañeros de nuestras almas. Mensajeros del bien. La revelación de un ángel es la que exhorta a María Magdalena, María la de Santiago y María Salomé para que supieran que el sepulcro del Gólgota está vacío porque Cristo ha resucitado de entre los muertos y camina a Galilea, donde se crio. Y al poco Él se encuentra con las Marías para alertar a los discípulos. Y arrastrados en su ceguera, los vigilantes romanos, derrotados ante la Luz, la Verdad y la Vida.
Cuando los artistas la concluyan será la bendita escena que relate el misterio de la Resurrección portuense.
En el cartel que conoceremos esta noche, asomado de frente al paso, aparece en segundo plano el ángel anunciador, joven, níveo y calmo, con una etérea y solemne túnica de damasco, que proclama con júbilo la presencia de Jesús vivo entre nosotros.
La limpia fotografía es de Mario Prieto Martínez, el autor de esta foto ganadora del memorial Miguel Sánchez Ivars. La instantánea capta al Resucitado con su ángel en la primera salida procesional de esta imagen, en la primavera del año pasado. En un radiante domingo, con esa luz patentada que sólo podemos disfrutar aquí, en la Bahía de Cádiz. Esa luz verdaderamente divina que contrasta entre el verdor de las palmeras de la Plaza Peral. Y al fondo, el Palacio Municipal, donde se adivina el repostero de la hermandad del Carmen. El Monte Carmelo, emblema de las Carmelitas, donde se encuentra la iglesia española en Tierra Santa, en Haifa, que custodio la venerada Virgen del Carmelo, la Virgen del Carmen, asomada al mar Mediterráneo.
El ángel tallado por Fernando Aguado y con el dorado de las alas a cargo de Felisa García es ya patrimonio de la Semana Santa portuense.
El cartel es también testimonio de la evolución del magnífico paso de esta cofradía dominical, un frontal ya dorado, con crestería garbosa entre los claveles rojos, y unos ángeles, siempre nuestros ángeles, que regordetes revolotean por el canasto, envueltos por las molduras.
Es un gran templo para adorar la Resurrección y para que se luzca la cuadrilla de Javier y Sergio, de esos ángeles invisibles en las trabajaderas que portan la Victoria Eterna.
El autor de la foto del cartel donde las palmeras de la Plaza Peral se convierten en bóvedas del glorioso paso transmite su devoción por El Puerto y sus imágenes a través del visor, encuadrando para que la belleza y la fe hablen por sí solas.
Mario Prieto Martínez es hermano del Dolor y Sacrificio, donde fue cargador, y es costalero de nuestro Nazareno y forma parte del equipo de capataces de El Olivo. También es costalero de Nuestro Padre Jesús con la Cruz a Cuestas de la señera hermandad del Valle sevillana, la del templo de la Anunciación de la calle Laraña. Y aguarda ponerse bajo el palio de la Señora de la Alegría en cuanto se haga posible de nuevo. Las imágenes fotográficas de Mario han sido distinguidas por el concurso del consejo y han anunciado la Soledad y el cartel de la Imprenta Bollullo. Es uno de esos cofrades que rinden homenaje a la palabra con sus obras.
Su pasión y fervor quedan plasmados en esas fotografías que nos trasladan a los días más sentidos del año. Todo a nuestro alrededor viene a anunciarlo.
Adviento de Pascua
Las golondrinas son agujas imantadas hacia el sur que vuelan alrededor de la Prioral. La primavera avisa con poner el pie en el calendario y parecen resonar más solemnes los campanarios en esta Cuaresma que antecede a los días de nervios, fe y pasión de los cofrades. A punto está de que las familias recojan las papeletas, los besamanos bullen, se van recogiendo los pedidos de capirotes y en las casas se cuida en la costura y en la plancha las ropas de los nazarenos y nazarenas que colorearán las calles. El hornillo está a punto de hervir con la cera. Lo presentimos. Lo estamos ya vislumbrando, lo estamos ya viviendo. Lo anunciamos en el cartel.
Días que nos preparan para el dolor penitencial de la Pasión y Muerte de Cristo, para enarbolar, finalmente, dentro de cuatro domingos, esa rotunda alegría de la Resurrección, brújula y esencia de la hermandad que nos convoca y de nuestra fe como cristianos. Una semana en un pañuelito. Otra vez. Como siempre y como nunca. Ya sentimos la nostalgia de que todo se va acabando.
Son los días de un Redentor dispuesto a la Salvación mediante su holocausto para alcanzar la Victoria. Un sacrificio que se abre en canal en el martirio previo a su crucifixión, a su sepultura y a la gloriosa Resurrección por las calles del Gran Puerto de Santa María.
Ya se escucha el rumor mañanero
de un Domingo que el amanecer entrega
porque los sentimientos ya navegan
junto al Galileo pescador y marinero
Un clamor envuelve a El Puerto
Las calles crepitan y se alegran
de ese Resucitado que se eleva
Vivo entre los muertos
Soberano de las almas expiadas
Redimido tras el suspirar postrero
Vencedor de la agonía en el madero
Para entregarnos la liberación soñada
Cristo muere y revive a la vez
La vida pendiente de un hilo
Un desafío llevado hasta el filo
Y toda la calma en su tez
Triunfo de la vida y consuelo
Que a sus hijos el corazón levanta
convirtiendo El Puerto en el Cielo
y en la cúspide de su Semana Santa
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A la memoria de mis mayores que viven en mí