| Texto: Ángel Mendoza.
La lógica nos dice que nacemos una vez en la vida, pero la vida nos enseña que lo hacemos más de una vez, afortunadamente. Vicente Esquerdo Oliva, por ejemplo, nació hace cincuenta y tres años en El Puerto, hijo de portuenses, aunque el primer apellido nos da pistas de su ascendente alicantino: el de aquellos hijos de Levante que arribaron aquí para ganarse el pan en los oficios de la pesca. Cuando apenas tenía fuerzas para pisar con solvencia los trastes de una guitarra, el niño Vicente Esquerdo empezó a recibir clases de ese instrumento y entonces nació al estimulante universo de la música.
El flamenco fue su primera fascinación, pero su maestro, el reputado Joaquín Albert --padre de Mariló, su compañera de toda la vida-- tenía conocidas querencias carnavalescas, de modo que su joven alumno quiso saber qué era eso de los pasodobles y los cuplés y, siendo todavía un adolescente, debutó en una agrupación que, curiosamente, no era una comparsa, sino una chirigota.
Poco después nació como comparsista de verdad, y no solo como integrante del trío de cuerdas de esa modalidad, sino también como autor. En su etapa de canterano sumó unos cuantos premios importantes y con veinte años ficha por Los Majaras, que era como entrar a jugar en el equipo más grande y aspirar a los más eximios trofeos.
Rodeado de esos admirados monstruos recorrió el país con “Andaluces de Jaén” o “Como un juguete”, y un día aquellos artistas de los que tanto aprendía se rindieron a su talento para la composición e incorporaron su música a agrupaciones como “El fantasma de la ópera” o “El Marinero en tierra”, homenaje a Rafael Alberti, recién fallecido en aquellos días, que lo llevó a la final del Teatro Falla en el año 2000.
Antes de eso había seguido compatibilizando el carnaval con el flamenco y la copla, acompañando a una joven tonadillera llamada Eva Santamaría, que se convertiría en la voz que representó a España en el Festival de Eurovisión de 1993. También antes del año 2000 hizo las maletas para trasladarse a Turquía y pasó allí una temporada como guitarrista en una enriquecedora experiencia de las que no se olvidan nunca.
A su regreso volvió a la comparsa y empezó a recibir el aplauso de la afición por su brillante trayectoria. Casi no le falta un reconocimiento de los que se entregan en El Puerto, y a ellos se suma el haber sido jurado del Concurso Oficial de Agrupaciones del Carnaval de Cadiz en 2007.
Algo después llegó Lola, su hija, y entonces nació una vez más, porque bien sabemos que la paternidad es la forma más perfecta que ha encontrado la Naturaleza de que lo podamos mirar todo como por vez primera.
En 2019 deja el mundo del carnaval con una agrupación que se llamaba, lo que son las cosas, Los Majaras, como ese proyecto en el que se había embarcado cuando era un veinteañero.
Pero eso no lo supo mientras tocaba con esa comparsa, sino después, porque después llegó la pandemia, que tanto nos hizo pensar, y Vicente Esquerdo pensó que era el momento de aparcar la guitarra y retomar los libros, si bien es cierto que no abandonó la música del todo, de hecho ahora trabaja en una marcha procesional, que culminará tarde o temprano, como ya lo hizo con la marcha de la Virgen de los Dolores del Nazareno.
Pero sí puso casi todos sus esfuerzos y apostó sus ilusiones por llegar a la universidad e iniciar estudios de Psicología, una de sus grandes pasiones desde que tiene memoria. Y lo consiguió, por eso anda ahora entre apuntes, trabajos que entregar, bibliografías y fechas de exámenes, sabiendo que nunca es tarde para casi nada. Menos de dos cursos le quedan para terminar su carrera, y ese día triunfal nacerá como psicólogo. Aún le quedará media vida para seguir reinventándose cada vez que se lo proponga.