“Me comía la mermelada del relleno de los dulces, y algunos barquillos de canela de ‘Mamarrosca’ que estaban muy buenos”.
| Texto: Antonio Cristo Ruiz
Yo tuve mucha relación con la familia de Juan Antonio Aparicio García ‘Mamarosca’ y de su esposa Socorro Jiménez. De esta unión tuvieron siete hijos y una de las mayores es mi tía María Aparicio Jiménez, que estuvo casada con mi tío Manuel Cristo Charneco ‘el Portugués’ que tenía la chatarrería en la calle las Cruces, en la casa donde está situada una cruz de madera, que pertenece al palacio del marqués de Villareal y Purullena.
‘Mamarosca’ era una persona muy tratable y con una gran imaginación para elaborar caramelos, dulces, barquillos, piñonate, y una mermelada de boniato que estaba riquísima y lo digo por propia experiencia. Era un gran emprendedor. Recorrió muchos pueblos de la provincia vendiendo sus dulces y todo lo que producía. Tenía que mantener a una familia de siete hijos en aquellos años tan difíciles y era mucho lo que había de luchar para sacar a su familia para delante.
Fue un gran aficionado a los toros. Presumía ser a migo de Manuel Benitez ‘el Cordobés’, como era verdad. No sé en qué fechas nació Juan ‘Mamarosca’, creo yo que a principios del siglo XX. Ojeando esta página de Gente del Puerto, me encontré con el texto de Juan Aparicio "Mamarosca" Notula. 3.202.
La fábrica de dulces y la mermelada
Se me vino a la memoria una pequeña historia que me paso con su hijo Bartolo. Coincidimos en la puerta de la casa de mi abuela Carolina, en la calle de la Sierpe y me dijo: “--Antoñito, ¿te vienes al Corribolo, a coger madera para el horno?”. Y me fui con él, tendría yo cinco años. Bartolo era mayor que yo unos cinco años.
Llegamos al Corribolo donde se reparaban y construían los barcos de maderas –en el Varadero de Pastrana--, y cogimos los trozos de madera que estaban por el suelo y los metíamos en bolsas, y nos lo llevamos a la calle la Victoria, donde tenían el horno. Allí fabricaba los dulces Juan ‘Mamarosca’. Me dijo Bartolo: “—Ahora vengo, Antoñito” y me quedé solo. Allí había una olla de mermelada de boniato con la que rellenaban los pasteles. Cogí un cucharon y lo metí en la olla, dos o tres veces. También probé dos barquillos de canela que estaban muy buenos. Escuché la puerta y dejé de comer.
Bartolo se vino para mí, riéndose, porque era un cachondo y va y me dice: “--Toma estos trozos de madera, que se comen; los guardas y cuando pasen dos o tres días se los llevas a la abuela Carolina, que te los prepare con azúcar, que están muy buenos”. Marché para casa de mis abuelos, con los dos trozos de madera y los tiré, porque yo sabía que no se podían comer.
A los dos días, me veo venir a Bartolo, por la Plaza de Abastos, y me vuelve a preguntar si lo acompaño a recoger madera. Enseguida se me vino el recuerdo del olor y el sabor de la mermelada del relleno de los pasteles y, claro, me fui con él. Llegamos a su casa con la madera y se fue a coger cerillas para prender fuego al horno. Yo, aprovechando la ocasión, ya que era donde estaba la mermelada y los barquillos de canela, me puse morado, porque tardó un poco más, y lo aproveché para comer más. Llegué a la casa de mis abuelos y no cené, le dije a mi abuela que me dolía la barriga.
Al día siguiente me veo venir a Bartolo, muy enfadado conmigo, que me espeta: “-- Antoñito, te estás comiendo el relleno de los dulces y los barquillos”. A lo que le contesto: “--¡Yo no Bartolo! Solo he probado una o dos cucharadas, nada más. Y dos barquillos”. –“Pues mi padre me va a reñir porque la mermelada está muy vacía. Ya no vienes más conmigo a coger madera”. Bartolo se vino para mí y preguntó: “¿Le diste las maderas a la abuela Carolina, para que te las preparara con azúcar?”, a lo que le contesté que sí, que estaban muy buenas… Bartolo se me quedó mirando, muy cabreado y soltó un pecado. Y yo salí corriendo.
Cuando me encontraba con Bartolo, ya de mayores me decía “--¡Que sabe tu cuerpo, Antoñito!”
En Burriana
Una gran parte de la familia de Juan ‘Mamarosca’, emigró a Burriana (Castellón de la Plana) aunque no recuerdo en que años se marcharon de El Puerto de Santa María. Eran mi tío Manolo con su familia, Socorro, ‘la Chati’ y Bartolo y una hermana con su marido --también Manolo-- que era panadero y cantaba muy bien por Valderrama.
La última vez que vi a Bartolo, fue en El Puerto, en el fallecimiento de un familiar. Me lo encontré que no era el Bartolo, al que yo conocí, me dio pena.
Era muy bromista, tenía mucha fantasía, y era muy buena persona y no me guardó rencor nunca: tenía cosas de su padre. Creo falleció con cincuenta y tantos años allí donde emigró.
Los que no emigraron de la familia fueron: Juan, Jesús y una de las hermanas mayores, que no me acuerdo su nombre, casada con uno de los que trabajaban en la Pescadería en la subasta en el muelle, cuando había trecientos cincuenta barcos de pesca en nuestra Ciudad. Mi tía María, que es una de las mayores vive en El Puerto
Con los que tuve más comunicación fue Juan, el mayor de los varones, que fue conductor de autobuses. Con Jesús, que fue conductor de camiones y transportaba mercancías peligrosas, recorriendo parte de Europa; tenía el carácter muy parecido al de su padre, recordando que “el relleno de boniato que hacia mi padre era muy bueno para la salud”. Y el ya mencionado Bartolo que emigró al Levante español, trabajando en una pescadería de su propiedad. Ninguno de los tres hermanos está entre nosotros. Eran personas estupendas y muy alegres para aquellos años de tantas necesidades. Y muy buscavidas.
Hoy siguen con nosotros ‘la Chati’, que continúa en Burriana, la más pequeña de la que no me acuerdo de su nombre de pila. No estoy enterado de la otra hermana, casada con Manolo. que vive en la Comunidad Valenciana.