| Texto: Juan José López Amador
Todo el término municipal de El Puerto de Santa María, se encuentra salpicado de yacimientos arqueológicos de todos los periodos, más de un centenar en todo el término municipal. De algunos de ellos, tenemos la suerte de contar con analíticas correspondientes al polen y a las semillas, que nos han ido aclarando un poco, los distintos paisajes vegetales, así como datos de la agricultura que practicaban. La mayoría de estos yacimientos proporcionan otros elementos relacionados con las labores agrícolas. Sin duda los más comunes son: molinos de piedra de formas abarquilladas o redondas y molederas, también de piedra, de distintos tipos.
Han sido muchas las especies vegetales que se han podido reconocer, pero en esta ocasión solo trataremos y de forma muy breve los relacionados con árboles, arbustos y los datos de la agricultura, el resto quedara para otra ocasión. Todas las tierras de la campiña, de los arenales y montes, de las lagunas, arroyos y ríos, que hoy conocemos estarían salpicadas de áreas de bosques, zonas arbustivas y praderas, que además estarían acompañada de una importante y diversa fauna, un paisaje muy diferente y difícil de visualizar hoy día. Las zonas agrícolas estarían en el entorno más inmediato al poblado, o incluso a las viviendas. No podemos más que especular con los datos que nos ofrecen los restos recuperados a través de la arqueología.
Indígenas
El yacimiento más antiguo en nuestro termino, en relación con el conocimiento de la vegetación y la agricultura es Cantarranas. Con una cronología, en la transición Neolítico Final-Calcolítico, se trata de un taller de industrias líticas. Entre los restos líticos destacamos la aparición de cantidad de elementos de hoz, recogidos en superficie. Las hoces y los silos se relacionan con una agricultura productora de excedentes, cereales y leguminosas. Además, nos proporcionó la primera muestra vegetal, se realizó en uno de los silos excavados (un silo es una estructura excavada en el suelo para contener grano), el hallazgo lo constituían brácteas de piña, así como varios piñones carbonizados. La ocupación de Cantarranas, con una datación radiocarbónica, está dando una fecha calibrada de 3956 años a. C., es decir hace casi 6000 años.
Durante la Edad del Cobre, hacia el año 2200 a.C. (fecha calibrada), en Pocito Chico, en el estudio polínico realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, encontramos leguminosas alcanzando el 10%, relacionado con el cultivo de regadío, así como la presencia de polen de cereal. Estas actividades agrícolas conllevan aparejada una alteración importante del entorno con la consiguiente instalación de vegetación nitrófila y pastizales, sobre todo en las inmediaciones de los poblados.
En los bosques encontramos: los alcornocales, encinares o coscojares, el aliso, fresno, chopo, tilo, sauce y mucho olmo, un paisaje, que recuerdan zonas de la sierra gaditana. Con una vegetación arbustiva donde se encuentra: el torvisco y es muy frecuente el sabinar y otros muchos. Tanto en zonas interiores, como en dunas costeras, nos encontramos bosques de pinares de pino piñonero, de pino Mediterráneo, así como de pino silvestre, o coscojares. En las zonas inundadas de agua dulce, encontramos diversas plantas hidro-higrófita, una de ellas es el Cannabis/Humulus, así como juncos, cola de caballo, lenteja de agua o nenúfar blanco.
Durante el Bronce Final, entorno al año 900 a.C., la analítica, nos aporta una información importante sobre la actividad agraria. Se documentan los cereales, como la cebada y el trigo con porcentajes superiores al periodo anterior. Las leguminosas tienen una frecuencia destacada con la presencia del guisante y el haba, que destaca por su tamaño. Además, se ha documentado la presencia de frutales como las olivas, y brácteas de pino que podrían ser de piñonero, presentes como hemos visto desde momentos mucho más antiguos. De la presencia del olivo, hay un dato relacionado con su uso y su consumo. En el estudio de los análisis fisicoquímicos de las pastas en la fabricación de cerámicas en el Bronce Final de Pocito Chico, en un fragmento de cazuela bruñida, se observó la existencia de ácidos grasos saturados e insaturados, es decir, la presencia de aceite.
El análisis polínico, para el bosque de este periodo cultural nos habla de un mayor desarrollo del bosque ripario, principalmente de la aliseda, en contra de una importante deforestación de la olmeda. Junto ellos se detectan las formaciones de los típicos pinares mediterráneos costeros sobre dunas fijas, a los que tanto estamos acostumbrados, los sabinares, alcornocales y encinares-coscojares, con lo que la vegetación forestal es sensiblemente parecida al periodo anterior, la edad del Cobre, así como los elementos arbustivos que los acompañan, como jarales, torvisco, brezales, etc.
Todo este plantel de datos nos pone de manifiesto la importancia de la Laguna del Gallo para los habitantes del entorno, donde se sitúan yacimientos del Bronce, como Campín, Grañina, Santos Reyes, Bule, Venta alta, o Pocito Chico. En el polen hemos podido apreciar la importancia de esta laguna endorreica, jugaba un papel fundamental en la obtención de recursos faunísticos, o vegetales como los juncos.
Con los Fenicios
Del Castillo de Doña Blanca, de los siglos VIII a.C., hasta el V-IV a.C., contamos con dos análisis de carpología. Se constata la presencia de seis cultivos más importantes que son: trigo, cebada, vid, leguminosas, haba, y avena. Cabe destacar la presencia de vid y su aumento a lo largo de los siglos, coincidiendo esta mayoría de la producción con las infraestructuras vitivinícolas: bodegas, lagares, hornos, etc., en la bodega de la Sierra de San Cristóbal y Doña Blanca.
Sin duda la importancia de la siembra de trigo, la podemos apreciar en un nivel del S. V a.C., formado por una concentración de trigo desnudo, el nivel llamado de la Casa Quemada. Esta, se corresponde con una habitación, lo más probable es que se trate de una cocina, o almacén, que sufrió un importante incendio, que carbonizó una gran cantidad de kilos de semillas de trigo, que se encontraban almacenadas. El conjunto de granos está acompañado de gramíneas en las que destaca la cizaña y los alpistes.
Los análisis polínicos que se han realizado en Doña Blanca ponen de manifiesto la similitud de los bosques de estos parajes con el entorno de la Laguna del Gallo, que antes hemos descrito con la analítica de Pocito Chico. Los árboles y arbustos, aún no han desaparecido y podemos encontrar pinos, así como el alcornoque, o el acebuche, además del sauce, la sabina, brezo, jara o romero. Para algunos investigadores, la presencia notable del acebuche, nos hace pensar en el sagrado Bosque de los Acebuches, mencionado por el geógrafo gaditano Pomponio Mela, que relacionamos con la Sierra de San Cristóbal.
Es a partir de estos momentos, en torno al siglo VIII-VII a.C., cuando empiezan a disminuir notablemente las áreas boscosas. Los poblados Tartésicos que conocemos en la campiña, producen gran cantidad de uvas, para la fabricación del vino, y en todas las aldeas se producen y envasan en ánforas, que se fabrican al menos en dos poblados, que sepamos, con las implicaciones que esto conlleva respecto a la vegetación, los hornos para la fabricación de cientos de ánforas, como hemos recogido, necesitarían una abundante cantidad de leña.
De una de las factorías de salazones Fenicio-Púnicas de la Bahía Gaditana, Puerto 19, siglo VI-III a.C., hemos podido realizar análisis carpológicos. Las muestras pertenecen restos de vid, pepitas de Vitis Vinifera, cáscaras de piñones y brácteas de pinos. A partir del registro arqueológico se plantea el uso de esta zona, no solo para la elaboración de conservas de pescado, también para el vino y el vinagre, que se utiliza para la conservación. La presencia de las pepitas de uva, y de pequeñas hoces de poda, están ofreciendo los datos de una explotación agrícola relacionada.
En el yacimiento de Cantarranas en el año 1984, en una zona donde había retirado gran cantidad de arena de duna, varios metros de altura. En el contacto con tierras no útiles para el vidrio, se localizaron una serie de huellas de plantación de vid, su situación bajo el manto eólico litoral, la relaciona cronológicamente en torno a los siglos V al III a.C., coincidiendo con las pepitas de uva de Puerto 19.
Y los romanos
Para la vegetación agrícola, de la época romana contamos con un sinfín de tratados que permiten conocer muy bien el mundo rural romano. Pero, al respecto hay un trabajo único, además, escrito por un Gaditano, Lucius Junius Moderatus Columela, los Doce Libros de la Agricultura, que escribió hacia el año 40 d.C., donde podemos conocer muchos tipos de siembra, solo destacaremos una planta que comemos muy a menudo, la lechuga, y lo cuenta así: “Venga también la que mi Cádiz cría, de troncho y de cogollo albo y suave, en la arenosa costa de Tarteso”.
De esta época contamos con dos muestras carpológicas del yacimiento del Palomar. Se trata de un horno de fabricación de objetos cerámicos, sobre todo ánforas, situado al pie de la Vía Augusta (Camino de los Romanos). Se han recuperado fragmentos de cariópsides de cereal que pueden corresponder a granos de trigo o de cebada. En el horno, se han encontrado huesos de aceituna, y un gran fragmento de tronco de acebuche, posiblemente como combustible de los hornos. También se han localizado cajones de viñas de la época romana, en la excavación del yacimiento de La Viña, hay varias alineaciones de cajones para la viña, alineados en diferentes direcciones, por lo que parece un espacio utilizado durante tiempo.
Es, sobre todo en estos momentos cuando las áreas de bosques desaparecerían con mayor rapidez, las fábricas de cerámicas sobre todo ánforas, necesitaban una ingente cantidad de madera para producir altas temperaturas en los hornos. Hay que tener en cuenta, que, una de estas fábricas llegaba a durar hasta 4 siglos produciendo, y más, así que, para su continuidad necesitaba combustible. Solo, en nuestro termino municipal se han localizado casi una treintena de estas fábricas, aunque todas no son coincidentes en el tiempo, si en la época, las necesidades serian inmensas, posiblemente mucho de este combustible procedería de zonas cada vez más alejadas.
Andalusíes
La vegetación de Pocito Chico durante el periodo Andalusí, cuenta con dos análisis distintos, por un lado, el polen, y por el otro las semillas. Parece, según el polen, que hay un aumento de algunos tipos de árboles, sobre todo el fresno. Tal vez, el abandono de los alfares y algunas zonas agrícolas en el final del periodo romano, permitiera la recuperación de áreas boscosas, además, los hornos andalusíes seguro que serían de menor tamaño que los romanos. Así encontramos, aliso, fresno, pino piñonero, álamo, quejigos, encina, sauce, tilo o el olmo. Como vemos una cantidad significativa de árboles acompañados además de una variedad importante de arbustos como jara, brezo, sabina, romero, durillo, torvisco, efedra y otros.
También, advierten los análisis de un entorno con pastizales nitrófilos, sin llegar a su abandono. Hay un descenso del cultivo de cereal, sobre todo si lo comparamos con los períodos más antiguos. La aparición de efedra indica un medio árido, el periodo estudiado se situaría en el Episodio Cálido Bajomedieval.
Pero si se detectan áreas agrícolas en los entonos de las aldeas, están presentes varios cultivos extensivos durante este periodo, como lo es el trigo y la cebada son los dos cultivos más representativos, pero también están el olivo y la higuera, además de algunos cultivos de huerta como las semillas de guisantes y habas que abundan en Pocito Chico. Proveniente de una vivienda Andalusí, excavada, contamos con pepitas de uva, abundante en otras aldeas en nuestro termino, como Al-Qanatir y Casarejos, posiblemente para pasas de la variedad Gibi.
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Los estudios polínicos fueron realizados por D. José Antonio López Sáez y Dª. Pilar López García, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid. Los estudios carpológicos se realizaron en dos etapas. La primera en el año1986, realizado por D. Javier Chamorro del Castillo del Doña Blanca. La segunda ha sido realizada recientemente por D. Guillem Pérez Jordá, de la Universidad de Valencia. De los yacimientos de La Viña, Doña Blanca, Pocito Chico, Puerto 19, y El Palomar.