| Texto: Jesús María Serrano Romero
El eslogan publicitario «Ciudad de los 100 palacios» en relación con (El) Puerto de Santa María, supongo que lo crearía el profesor y también alcalde Manuel Martínez Alfonso o alguien de su entorno, pero fuera quien fuese acertó ya que pasan los años y se sigue repitiendo como un mantra, frase no contrastable que defrauda a los visitantes que los buscan que, por supuesto no los encuentran ya que nunca llegaron a existir, una frase que suena rotunda sin ser cierta ni rigurosa. Lamento profundamente desmontar el mito.
No pretendo erigirme en autoridad de Patrimonio Histórico, pero sí coordiné la primera Guía Histórico-Artística de la ciudad de El Puerto de Santa María en 1983 cuando era Coordinador de Cultura, junto a sus autoras Olga Lozano Cid y Mercedes García Pazos, y el formidable trabajo de dos jerezanos: diseño de Paco Gutiérrez y las magníficas fotografías de Vidal Terroba, una guía que se intentó hacer de la manera más meticulosa y que sigue siendo hoy referente, bajo el patrocinio elegante de Bodegas Osborne que lo editó. Hablamos en torno a los primeros años de los 80, nunca encontramos esos míticos cien palacios, ni siquiera 50 ni 30, ni 20 y quizás en torno a 10/15 más o menos y algunos de ellos desaparecidos, lo que prueba que la frase se trata de una hipérbole en toda regla, es decir una figura literaria que se usa para exagerar lo que se dice.
¿Qué la ciudad nunca llegase a tener cien palacios disminuye la belleza de esta? En absoluto, sin embargo, repetir una afirmación a sabiendas de que no es verdad no nos beneficia, nuestras calles del centro tienen hermosura y atmósfera suficiente para ser consideradas de las punteras de Andalucía, lamentablemente sus edificios muy bien trazados y elegantemente ejecutados se encuentran mayoritariamente vacíos, se han convertido en un decorado teatral de cartón.
Como las casas permanecen degradándose y vacías, especulándose con su ubicación privilegiada y en contraposición cerradas a cal y canto, incluso en algunos casos al hacer tanto tiempo que se abandonaron, hoy son refugio de algunas personas sin recurso alguno. La arriesgada decisión económica de la mediana y alta burguesía local de abandonar las grandes casas a mediados del siglo pasado, hecho del que personalmente soy testigo, buscando un inequívoco interés especulativo que no se consiguió al estar inmersas en un Conjunto Histórico-Artístico, la Ley impedía su derribo y se produjo su abandono actual, calles sin gente que las vivan, gente que busca casa y no puede pagarlas, negocios que cierran porque no hay gente y lógico desmoronamiento tanto del patrimonio, la cultura y también de la economía del centro que ha quedado únicamente como proveedor de bajos para la hostelería y algunas locales.
Esta es mi visión del panorama al que se enfrenta nuestra ciudad, aunque no es la única.
El ayuntamiento en un intento loable se trasladó de la plaza del Polvorista nuevamente a Peral, sin embargo, ese motor municipal se ha gripado y no consigue atraer a los porteños nuevamente a sus calles históricas. No tengo receta para la rehabilitación de la ciudad, la situación estructural de los edificios es tan frágil que, aunque espero nunca ocurra, pueden colapsarse en cualquier momento. La ecuación es compleja de resolver: suelo muy caro, casas casi al borde del colapso estructural, rehabilitaciones carísimas y poca demanda de ellas, mucho me temo que mediado del siglo presente El Puerto presente una fisonomía radicalmente distinta a la que conocemos. Me dirán que el Pepryche quizás pueda paliar algo la situación actual, pero dudo que esa herramienta sanee la grave enfermedad del centro de la ciudad.