| Texto: Antonio Muñoz Cuenca.
| En la imagen, el Bar Buenavista, en 1977. Hoy 'Royal'
Fuimos Menesteo, «Portus Gaditanus», Alcanate o Alcanatif y, por último, del Rey Sabio heredó el nombre de El Gran Puerto de Santa María. Con los siglos, tal vez este Puerto tuvo juegos, divertimentos, justas y torneos que desconocemos, pero allá por los años cuarenta y cincuenta, de grata memoria y a pesar de tantos pesares, este pueblo histórico fue muy deportivo, galante y caballeroso. Y así, es bien conocido que en aquellos entonces se celebraban carreras de bicicletas muy notorias y que sobresalían ciclistas populares con carreras de El Puerto a La Isla y viceversa, como el famoso Ortega ‘el Loco’, por su forma de correr en los sprinters, pues se dejaba ir a poco que avistaban el lugar mágico llamado Meta, y después aceleraba, los pasaba a todos y le faltaba espacio de la locura de su correr.
También sobresalían otros como los llamados el Venta, Anelo, el Nene, el Bizco, Gonzalo, Rendón, el Vegay una larga lista que hoy hubiera completado el Tour de las Francias y hubieran sido egregios gregarios de Armstrong, que tiene nombre de astronauta pesao.
También hubo notorias carreras de natación en su purísimo río del Olvido o río Guadalete, transparente, anchuroso y azul con el lleno de su marea. Y un luminoso domingo de los agostos tranquilos, se celebraba la carrera de natación, muelle del Vapor-Puente de San Alejandro y vuelta. Y era de ver cómo desde la orilla, aquel pueblo se volcaba en su río alentando y jaleando a sus nadadores. Los hubo famosos, como el Veneno y el Papi. Ambos se repartían invariablemente los dos primeros premios alternativamente y durante varios años, concitando la admiración de los chiquillos de la época, como este que escribe, que se bañaba en el Guadalete y en el caño de la salina, como El Niño del Marinero de Alberti.
| La plaza de las Galeras, en la década de los sesenta del siglo pasado.
También, y en la Real Plaza de las Galeras, y en los veranos agosteños, se celebraban justas o torneos de los llamados baloncestos o baskets americanos entre un equipo de «flechas» de Sevilla que veraneaban en los pagos de las Dunas de San Antón, contra otro equipo de Juventudes de la localidad, donde hacía malabares un larguirucho y habilidoso portuense que el pueblo bautizó con el célebre nombre de Ben Barek por su parecido físico con aquel célebre jugador de los Atléticos que no de los Giles.
| La Casa de los Diezmos, en la plaza de la Herrería.
Y hubo también en las primaveras celebérrimos maratones o carreras que entonces llamaban «pedestres» alrededor de la ciudad o dando la vuelta a los límites de lo urbano, entre el pueblo y el campo. Salían de la llamada calle Larga --vía Magna--, en el hermoso paraje de flores, araucarias y palmeras de la plaza del insigne Isaac Peral, hacia el paseo de la Victoria, Ronda, bajada por Valdés, plaza de toros, Santa Lucía, etc, y Larga.
| Los soportales en la Ribera del Río.
Era un verdadero placer aquel maratoniano correr de nuestros griegos atletas portuenses, como el célebre Palote, que decían que no tenía bazo y era reseco, negro y tiznao y ganaba casi todas las carreras, y también Chaparro el mayor, y el Forte y el Minuto, y tantísimos otros que corrían y después, con los trofeos, se limitaban a recorrer las tascas de Ganado, llenarlos de fino y celebrarlo en compañía, como buenos portuenses.
Y me acuerdo de todo esto porque aquellos atletas de los entonces no tenían publicidad, ni concentraciones, ni masajistas, ni marcas, y divertían al pueblo. Muchos de ellos salieron fuera y conquistaron trofeos. Y otros quedaron y vivieron todos de su trabajo. Y hoy son historia. Y me dicen más que tantos Atlantas con tantas historias que, al fin y al cabo, el deporte se ha convertido en negocio, prestigio e inversiones. Las naciones pobres no pintan nada. El deporte es un gigantesco escaparate.