| Texto: Jesús María Serrano Romero
Analfabetos, ignorantes y catetos. Así nos llamaban los veraneantes y se quedaban tan tranquilos porque pensaban que insultándonos nos sacaban del pozo donde habitábamos los rústicos y ceporros. Lo recuerdo perfectamente. | Foto: Rasero.
Cuando de mañana salía de mi kiosko bien tempranito con mi morguera y el cubo de plástico grande, el nuevo de color naranja que se había comprado en Plastimar para la temporada de verano, en la calle Vicario, iba contento y me agachaba para ver la marea entre las dunas tiernas que pisaba con mis pequeños pies, me alejaba de todos, nunca chapoteaba para elegir los mejores muergos que trataban de ocultarse y salían más limpios de arena, era feliz.
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