| Texto: D.I.M.
José Antonio Izaguirre Barba, Josa, nació en Jerez de la Frontera, el 15 de agosto de 1937, en plena Guerra Civil, justo un año después del comienzo de ésta, y falleció en su casa de El Puerto de Santa María, a pocos días de cumplir 85 años, el 4 de agosto de 2022. Su padre, José, era de El Puerto, pero había sido contratado como perito aparejador del Ayuntamiento de Jerez, lo que hizo que tuviera que trasladarse a vivir a esta ciudad con su mujer, María Teresa Barba. María Teresa era de Chiclana, pero, al quedar huérfana siendo una niña, se fue a vivir a El Puerto, a casa de sus tíos, donde su tía política, al parecer, no le hizo la vida demasiado fácil. A los 16 años María Teresa empezó a asistir a clases de violín en la Academia Santa Cecilia de El Puerto y allí conoció a José, que también acudía a la Academia para recibir clases de dibujo. Unos años después, se casaron.
| La foto del actor salió días pasados en la gala de entrega de los Premios Goya junto con los artistas fallecidos el pasado año.
| José Antonio, en una imagen de niño. En Jerez nacieron los tres hijos de José y María Teresa: Constanza, Milagros y José Antonio. Siendo el pequeño y el único varón, José Antonio vivió una infancia feliz, en una casa preciosa, en la Calle Larga de Jerez, en la que daba rienda suelta a su imaginación y donde, aquel niño hipersensible, se sentía seguro. Allí se pasaba horas leyendo comics de El Guerrero del Antifaz, que pronto comenzaría a dibujar él mismo, poniéndose de protagonista; además de realizar otros dibujos y obras al óleo, pues desde muy pequeño mostró un gran talento para la pintura y también para la escultura. Por esta razón, con tan solo 7 años, ingresó en el estudio de Don Miguel Barrón, maestro reconocido, donde se formó junto a sus hermanas, hasta casi cumplir la mayoría de edad --foto inferior-- (aparte de cursar sus estudios, en los Marianistas y, posteriormente, en el Instituto Padre Luis Coloma, donde realizó el bachillerato.)
Desde pequeño José Antonio (al que los amigos y familiares llamaban Josa), pasaba todos los veranos junto a sus padres y sus hermanas en El Puerto de Santa María, en una casa de campo, rodeado de pinos, naranjos e higueras, muy cerca de la playa. Allí empezó a aficionarse a hacer piragüismo y pesca submarina, pero sobre todo empezó a descubrir que aquel era su lugar en el mundo, en el que más feliz era.
| Josa, en la playa de Santa Catalina.
José Antonio fue un hombre muy polifacético y, en cierto modo, adelantado para su tiempo en sus gustos y aficiones. Sus dos grandes pasiones, a las que dedicó la mayor parte de su vida, fueron, por supuesto, la pintura y la interpretación. Pero también le apasionaba el deporte y no dejó de hacer ejercicio, literalmente, hasta el final de sus días, cuando ya apenas tenía fuerzas. De adolescente se inició en el boxeo, aunque su padre truncó sus aspiraciones, bajándolo de un ring a la fuerza, cuando iba a librar su primer combate. Fue precisamente con su padre y con un amigo de éste, llamado Tomás Cafranga, con quien también practicó la espeleología, descendiendo a cuevas como la de la Pileta en Málaga, donde llegaron a descubrir nuevas grutas y galerías. También practicó varias Artes Marciales como el Karate y el Thai Jitsu, y se dedicó durante un tiempo a la enseñanza de ambas disciplinas, además de ser pionero en España del culturismo, algo que practicó desde muy joven, hasta casi el final de su vida.
A los 20 años José Antonio se fue a Madrid a cumplir su sueño de ser actor. (Imagen de la izquierda). Se había convertido en un cinéfilo apasionado, pasando horas viendo películas en el Teatro Villamarta de Jerez, coleccionando programas de mano y leyendo sobre cine e interpretación. Una vez en la capital, tuvo la suerte de poder formarse con dos grandes como Carmen Seco y José Franco, e incluso llegó a compartir clase con Berta Riaza. Al mismo tiempo comenzó a asistir a la Escuela de Bellas Artes, donde completó su formación como pintor. Pero al cumplir los 21 años tuvo que incorporarse al Servicio Militar, destinado a Sidi Ifni, donde ya se estaba librando un conflicto contra Marruecos por el Sáhara. Así que Josa no tuvo más remedio que abandonar durante dos años su sueño, para vivir una realidad muy diferente.
| Josa jamás olvidó las heladas y luminosas noches en el desierto durante el servicio militar.
No obstante, tampoco olvidó jamás esa experiencia; ni el lado más amargo, ni el más romántico. Jamás olvidó las heladas y luminosas noches en el desierto, con sus amigos saharauis, que lo apodaron “Ricardito”, ni sus enfrentamientos con la autoridad, que le valieron algún que otro duro castigo, ni otras experiencias tristes y difíciles que le tocó vivir allí.
Tras cumplir con aquel duro Servicio Militar, Josa volvió a Madrid, para continuar desarrollando su vocación. En aquella etapa, empezó a realizar sus primeros trabajos en publicidad, en doblaje, y también sus primeras pruebas, y poco a poco empezaron a llegar algunas oportunidades en papeles secundarios como el de Lord Bothwell, amante de María Estuardo, interpretado por una joven Gemma Cuervo, y participaciones en películas como Julia y el celacanto (1961), de Antonio Momplet o La venganza de Don Mendo (1961) --en la imagen de la izquierda--, con Fernando Fernán Gómez.
Es en esa época cuando conoce a, la entonces actriz y modelo, Violeta Moreda, que posteriormente sería su mujer y madre de su única hija. A partir de entonces, se apoyaron mutuamente con sus respectivas carreras e incluso viajaron a Barcelona para emprender un proyecto teatral con el también actor Fernando Cobos, hermano del también actor Germán Cobos.
Tras un tiempo viviendo juntos la bohemia del mundo teatral de Madrid y Barcelona, ambos decidieron cambiar radicalmente de vida y, después de casarse en el año 1968, se fueron a vivir a El Puerto de Santa María, al campo que tanto amaba José Antonio, en el que había pasado los veranos de su infancia.
Allí, en El Puerto, iniciaron un proyecto de vida bien diferente, apartados del bullicio de la gran ciudad, en una granja. Allí criaron a su hija Débora rodeada de animales, en conexión absoluta con éstos y con la naturaleza.
| En aquel pinar frente a la playa de Santa Catalina, también montaron un criadero de perros, otra de las grandes pasiones de Josa, con escuela de adiestramiento.
De nuevo en su tierra, inspirado por la luz del sur, José Antonio decide retomar su carrera de pintor. A partir de ese momento se dedica de lleno a ello durante más de 20 años y realiza numerosas exposiciones. También cosecha varios premios e incluso abre con su mujer una galería de arte, La Caja de Pandora, que convertirán años más tarde en un bar de arte muy especial, lugar de referencia en El Puerto, para muchos.
En los años 90 Josa y Violeta regresan a Madrid, para estar junto a su hija Débora, a la que inevitablemente habían inoculado el veneno de la interpretación, y que había decidido seguir los pasos artísticos de sus padres en la gran ciudad.
Al poco tiempo de regresar a Madrid, José Antonio decide también volver a la profesión que tanto le apasionaba y que había abandonado hacía tantos años, reciclándose como actor en diversos talleres con nuevos maestros. No tardó en volver a trabajar, esta vez en numerosas series televisivas como “Al salir de clase”, “Médico de Familia”. “El Comisario”, “Periodistas”, “Isabel” Hospital Central, ... y en largometrajes como “El Refugio del mal”, “La flaqueza del bolchevique”, “Pasos de baile” o “Ispansi”, entre otros títulos. Aunque fue el papel de Humberto Redondo en la serie “Los protegidos” (2011-2012) el que le daría mayor popularidad.
| Josa, interpretando el papel de Humberto Redondo Rebollo, en la serie 'Los Protegidos'.
Sin embargo, cada año en vacaciones, José Antonio y su familia continuaron volviendo a su casa de El Puerto de Santa María, y no dejaron nunca de sentir que, de alguna forma, era su verdadero hogar.
En los últimos años, ya muy delicado de salud, Josa pasaba los inviernos en Madrid soñando con volver a ver en verano los pinos de su jardín y, a pesar de su frágil estado, no dejó ni un solo verano de realizar ese viaje en tren para disfrutar con su tribu de los atardeceres portuenses en el porche de su querida casa, donde observaba a las palomas torcaces que venían a beber y a refrescarse. Este pasado verano hizo su último viaje a El Puerto. El destino hizo que falleciera a los pocos días de llegar a la que siempre consideró su tierra. Dos días después, decenas de palomas torcaces llenaron las copas de los árboles del jardín de su casa. Una se posó en su silla.
Gran amigo mío. Compartíamos afición a los perros. La foto en en la la que aparece con sus collies se la hice yo en el Hipódromo de Pineda, en Sevilla, durante un concurso canino.