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Primer Premio en el X Certamen ‘María Carreira’ Premio Andalucía. Antequera (Málaga)

Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón.
 Lo esencial es invisible a los ojos. 
(“El Principito”. A. Saint Exupery )

| Texto: Juan Rincón.

La Chelo es la matriarca de la familia más grande y más pobre del patio dónde vive Sebastián. “Es lo menos que se despacha en madre”, dice siempre la Tata sobre ella a medias entre la guasa y la sorna. Y es que es verdad. Las mujeres del patio, con excepción de la Tata, son todas flacas y de cara escurrida pero la Chelo le gana por diferencia hasta a “la Parnota”, esa mujer tan pequeña que la Tata, siempre pícara, sostiene que “…tiene que subirse a una banqueta para llegar a los fuegos de su cocina”. La prole de ambas ha heredado las hechuras canijas de sus madres, pero la necesidad ha afinado mucho más el porte de la prole de la Chelo.

 “El Moreno”, su marido, había sido marinero. Así le apodaban con guasa por los muelles debido a su piel incómodamente lechosa entre tanto cuerpo moreno de sol y sal. Hacía años que se lo tragó una ola que barrió la cubierta del “Mariola y Carlota” allá por Fernando Poo junto a tres marineros que intentaban que el barco no se colocara de través. Por aquel tiempo, los barcos de aquí bajaban mucho más allá del moro, hasta donde quisiera el patrón, hasta los mejores caladeros. Desde entonces, la Chelo y sus nueve criaturas más que sobrevivir, malviven en el más humilde de los partiditos de la casa, con una sola habitación, una solitaria bombilla y un anafre de carbón en el rincón más apartado del damero formado por las infinitas camas.

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