| Texto: Pepe Mendoza.
La tarde en que buscamos desesperadamente a Chencho por entre las 625 líneas del televisor, mientras anochecía sobre los puestos navideños de la Plaza Mayor de Madrid y sobre la voz, más rota que nunca, de Pepe Isbert. El patio de vecinos que tenía el olor antiguo de la fraternidad, en el que las mujeres amasaban juntas pestiños, confidencias, tortas y esperanzas. | Alumbrado de Navidad en la calle Luna arriba| Año 1967.
Aquellos días primeros de 1971, en que nos prohibieron jugar en la calle por miedo a que apareciera El Lute, el hombre más malo del mundo (más malo incluso que los Hermanos Malasombra), que en nochevieja saltó los muros del penal de El Puerto y caminó hasta reventar por la noche oscura de España.
| Gala de Navidad con Amor en el Teatro Principal. Año 1976 | Foto: Rafa.
| Entrega de obsequios en el Asilo de Ancianos cuando estaba en la plaza de Elías Ahuja. A la derecha podemos ver a Carmen Cantos.
La campaña "Navidad con Amor" en el Teatro Principal y la ofrenda al Niño Jesús de la escuela, en la que llevábamos presentes a aquellos que carecían de futuro: los ancianitos y los necesitados, hoy personas de la tercera edad y colectivos en riesgo de exclusión social, respectivamente.
| La familia Lara Fernández, en la entrega de regalos de reyes para los hijos de los empleados de bodegas Osborne, celebrado en la bodega El Cuartel, hoy Teatro Municipal. A la izquierda, presenta el acto Juan Gallardo.
Los Reyes Magos de Osborne, que no salían de Oriente sino del colomato (en castellano, economato), con los que mi padre tenía una confianza que a mí no me parecía normal para verlos de año en año.
| Visita de niños del Colegio Cristóbal Colón al Asilo de AncianoS, acompañados por el profesor D. Ángel.
El camino que llevaba a Belén y a Carmen Polo, de la mano hiperactiva y de la voz prodigiosa de Raphael. Las muñecas de Famosa, que se dirigían al Portal para hacer llegar al Niño su cariño y su inestabilidad. El hijo interesado de El Almendro, que volvía a casa por Navidad, ponía cara y postura de reencuentro, cogía los regalos, los tápers y hasta el año siguiente.
San Ildefonso, los niños y doña Manolita, una familia muy generosa que jamás se acordó de nosotros.
El Fuerte de Comansi, que era más bien endeble. Los Juegos Reunidos Geyper, en mi casa, desgraciadamente, siempre de 10. Y el Scalextric, que nunca pasó por nuestra calle.
En los aljibes íntimos que alimentan estos días, hay una Navidad matriz que, como la lluvia en el poema de Borges, siempre sucede en el pasado.
Imborrable el recuerdo de la ilusión con la que mi padre organizaba el acto. Era un niño más viendo disfrutar a las familias ese día.
Gracias, por traer al presente lo que el tiempo deja escapar de su memoria.