Pulsar aquí para ampliar el plano de 1889.
| Texto: Prof. Dr. Juan Gómez Benítez
La industria bodeguera en el Puerto tuvo un gran auge en el siglo XIX que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX basado en su ubicación y las circunstancias históricas. Esto ha producido una memoria cultural que se refleja en la idiosincrasia portuense y un gran patrimonio material e inmaterial que debe ser conservado. | En la imagen, plano anunciador de 1889.
Los siglos XVIII y XIX en El Puerto
El traslado de la cabecera de la flota de Sevilla a Cádiz en 1680 debido a las dificultadas de navegación por el Guadalquivir para los cada vez más pesados galeones que hacían la Carrera de Indias y de la casa de Contratación en 1717 supuso el florecimiento de Cádiz y de toda la bahía, en especial de El Puerto de Santa María.
| Palacio de Reynoso Mendoza, hoy oficinas municipales.
Esto produjo la mejora del nivel de vida de toda la región, el enriquecimiento de los Cargadores a Indias ya instalados en El Puerto y atrajo a otros nuevos. Fue en este tiempo cuando se construyeron las grandes casas palacio de El Puerto, entre las que cabe destacar la de Juan de Aranibar en la plaza del Castillo en 1660, las de sus sobrinos Pablo de Vizarrón en la plaza del Carbón (hoy de Colón) en 1682 y Juan de Vizarrón, más conocida como casa de las Cadenas en la Plaza del Polvorista en 1689, la de Bernardino de Valdivieso en la calle Sol en 1679, la de Reynoso Mendoza, sede del antiguo ayuntamiento en la plaza del Polvorista en 1690, y otras muchas más.
| Palacio Juan de Aranibar, futura sede del Museo de Cargadores de Indias.
Algunos de estos cargadores comerciaban con vino, vinagre, aguardientes y aceite que producían en sus propiedades y almacenes. Todavía quedan algunas viñas que conservan el nombre de sus antiguos propietarios como las viñas Aranibal, El Bizarrón y la Bizarrona.
| Viña 'Aranibal'.
Pero el siglo XIX empezó con mal pie en nuestra ciudad. Durante el asedio a Cádiz (1810-1812) en la guerra de la Independencia las tropas francesas instalaron su cuartel general en El Puerto de Santa María. Cuando abandonaron El Puerto dejaron una ciudad exhausta, expoliada y devastada y las bodegas saqueadas.
Pero después de la definitiva derrota de Napoleón en la batalla de Waterloo (1815), y con ella el fin de las guerras napoleónicas, comenzó la hegemonía del imperio británico que facilitó la reconstrucción de Europa y aumentó enormemente la demanda de vino de Jerez del Reino Unido, demanda que siguió aumentando hasta la década de 1870.
M.M. González Gordon, en su libro Jerez-Xérèz-Sherry (4º Ed. 2004), considerado la biblia de los vinos de Jerez, presenta datos del comercio de vinos de Jerez entre 1800 y 1968, mostrando que las exportaciones del marco de Jerez crecieron continuamente desde unas 8.000 botas de 500 Litros en 1820 hasta llegar a un máximo de 68.000 botas en 1873. A partir de esta fecha el sector entró en una crisis por exceso de oferta y disminución de calidad y las ventas comenzaron a disminuir. En la actualidad, según los datos de la memoria del año 2021 del Consejo Regulador de Jerez, la producción total de vinos ese año fue de 63.500 botas y la exportación estuvo en torno a 40.000 botas, como se ve inferiores a las del año 1873.
En una reciente publicación en la prestigiosa revista Economic History Resarch, (2019), 15, 152-164, los profesores de Historia Económica de la Universidad Complutense de Madrid De Pedro y Jiménez hacen un estudio de las exportaciones de Jerez y EL Puerto en el período 1840-1877 en el que no están contabilizadas las exportaciones de Sanlúcar. Como se observa en la imagen, partiendo de volúmenes de exportación iniciales inferiores a los de Jerez, las exportaciones de vino desde El Puerto aumentaron más rápidamente que las de Jerez a partir de 1823, llegando a situarse en valores similares entre 1835 y 1850, fecha a partir de la cual las exportaciones desde El Puerto fueron disminuyendo mientras que las de Jerez siguieron creciendo.
| En esta gráfica los volúmenes están expresados en arrobas de 16,66 litros y para quien quiera hacer la conversión, la bota de 500 L equivale a 30 arrobas.
En relación al número de extractores (exportadores) establecidos en cada ciudad, en esta publicación se muestra que hacia 1840 el número de los establecidos en El Puerto era del orden de 70 y sensiblemente superior al de Jerez, y que algunos de los mayores exportadores estaban establecidos en El Puerto. Entre 1840 y 1860 el número de exportadores fueron disminuyendo en las dos ciudades, fruto de la concentración y absorción de unas bodegas por otras, aunque con más intensidad en El Puerto.
A partir de 1864 el número de exportadores de Jerez ya superó definitivamente a los de El Puerto que mostró un declive continuado, mientras que el número de los de Jerez continuó creciendo hasta 1873, año en que se produjo el record histórico de ventas.
El Puerto, la cuna del Vino Fino
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX los vinos que más se producían para el mercado de exportación eran los olorosos y dulces porque eran los que más gustaban en el mercado inglés, que era la potencia comercial emergente en esos tiempos y el mayor consumidor de vinos de Jerez.
El comienzo de la elaboración y la adquisición de fama y renombre de los vinos finos de El Puerto se debe a la confluencia de varias circunstancias en el primer tercio del siglo XIX.
| Llegada de indianos que se establecen en El Puerto de Santa Maria.
En primer lugar. El repunte en la economía en la zona después del final de la guerra de la independencia, el comienzo de la independencia de los países hispanoamericanos que cortó las rutas comerciales de los comerciantes locales y la llegada de un gran número de indianos procedentes de esos países. Todos ellos contaban con cuantiosos capitales para invertir y muchos de ellos compraron viñas y construyeron bodegas en el término del Puerto que disfrutaba de unas condiciones envidiables de comercio.
| Embarque de botas en el Guadalete | Óleo de Juan Lara.
En segundo lugar. Los vinos producidos en Jerez tenían un gran inconveniente para su embarque en el Puerto porque debían ser enviados al embarcadero del Portal y en lanchas a través del rio, trayecto dificultoso por los bajos y el poco calado del río que prolongaba varias jornadas el trayecto. Por ello, muchos bodegueros prefirieron establecerse en El Puerto
| Antiguo grabado de la bodega de Manuel Moreno de Mora, junto al río Guadalete, con Cádiz al fondo | Dibujado por Diego María del Valle
En tercer lugar. La construcción entre 1833 y 1835 del ensanche del Campo de Guía en la zona entre las calles Los Moros y Valdés que facilitó terreno disponible para la construcción de nuevas bodegas para los numerosos bodegueros que deseaban ubicarse en nuestra ciudad. Entre los comerciantes de Cadiz podemos destacar a Manuel Moreno de Mora que construyó su bodega en 1827 en la esquina de la calle Los Moros con la Calle Comedias, bodega que después compraría la empresa Osborne que la sigue llamando Bodega de Mora. Y entre los indianos repatriados podemos citar a Vicente María de la Portilla, de origen montañés, que hizo fortuna en Méjico y Cuba y construyó la bodega en la esquina de la calle San Bartolomé con Los Moros.
En cuarto lugar. Por ese mismo tiempo fue cuando se empezó a generalizar la crianza biológica bajo velo de flor que origina los vinos finos. Los bodegueros establecidos en el Puerto empezaron pronto a observar que los vinos finos criados en el Puerto tenían unas características diferenciadas y normalmente más apreciadas que las criadas en otras ciudades del marco. Y esto se debía sobre todo a dos razones.
| Viña El Carmen
Primera, que las viñas del término del Puerto en los pagos de Balbaina, Campix o Los Tercios están muy próximas al mar y producen unas uvas que originan vinos más suaves y ligeros que los pagos de Jerez, y por tanto más apropiados como vinos base para vinos finos.
Segunda. Por las especiales condiciones microclimáticas del Puerto, especialmente en la zona del Campo de Guía por la proximidad al rio Guadalete y al mar, que moderan las temperaturas en verano y en invierno y producen unas elevadas humedades de forma continuada, lo que constituye las condiciones óptimas para el desarrollo de la crianza biológica de los vinos finos.
| Comparativa El Puerto y Jerez. Promedio de temperaturas máximas mensuales.
No se debe pensar en las bodegas de esos tiempos como si todas hubiesen sido grandes edificios tipo catedral, porque como indica Rafael Sánchez González en su publicación La Evolución del Comercio Vinícola Portuense y Jerezano en el Siglo XVIII, Revista Historia de El Puerto, nº 63 (2019), la mayoría debían ser pequeñas bodegas que los vinateros y cargadores a Indias tenían en su propia vivienda. “Las más pequeñas, integradas en el tejido urbano de la mitad del siglo XVIII, fueron las primeras construidas para un uso específicamente vinícola, median solamente 100 m2, y las más grandes apenas 500 m2. Rodeando este plano urbano del siglo XVIII, se integraron extensos conjuntos de bodegas propiedad de las principales casas de exportación”.
J.R. Barros Caneda en su tesis doctoral Arquitectura y urbanismo en el Puerto de Santa María durante el siglo XIX. (1995), describe el urbanismo de El Puerto en el siglo XIX y comenta la existencia, junto a los grandes edificios de bodega construidos en el exterior del casco urbano de aquel tiempo, de dos tipologías de bodega en su interior, las bodegas menores y las casas-bodega, aunque no llega a cuantificar su número.
| Ejemplo de bodega menor. Dibujo de alzado de la bodega de Bernardo Barreda, en la calle Cantarería, aún en pie.
Las bodegas menores las había de dos tipos, unas que mantenían la estructura de cubierta a dos aguas y frontón triangular, como la de Bernardo Barreda construida en 1834 en la calle Cantarería, que en sus últimos tiempos fue de José Zamorano y en la actualidad está en desuso.
| Alzado de bodega de Melchor Alba, en el ejido de El Caracol.
Y otras bodegas con cubierta plana que rompen el formato tipológico impuesto por la gran bodega, como la construida para Melchor Alba en 1868 en el Ejido del Caracol (actualmente Avenida de Sanlúcar), que posteriormente fue propiedad de la familia González Rico, antes de ser demolida y construir viviendas.
| En la imagen de la bodega de Melchor Alba, datada en 1908 se puede observar la existencia de una garita con un vigilante que era en realidad el fielato del inspector del impuesto del consumo que gravaba entonces los alimentos y otros productos que entraban en la ciudad.
El lento declive de los vinos de El Puerto
Un hecho que contribuyó de forma determinante al comienzo del declive de los vinos en El Puerto fue sin duda la construcción del tren de Jerez al embarcadero de El Trocadero en Puerto Real (1854-1856), porque supuso la pérdida de la ventaja comercial que tenían sus bodegas de nuestra ciudad por su facilidad para el embarque de los vinos.
| En la imagen del detalle del plano de la Bahía de Cadiz de 1917 procedente del Instituto Geográfico Nacional se aprecia la situación del citado embarcadero y el trazado de la vía del ferrocarril.
|En la imagen de la izquierda, relación de bodegueros en 1874. Volumen de exportación en arrobas. | Julian Jefe. 'Sherry'.
A partir de los datos que Julian Jeffs presenta en su libro Sherry, se puede saber que en 1874 el número de exportadores de vino que había en El Puerto había disminuido desde los 70 que hubo en 1840 hasta 34 y que exportaron 19.000 botas, mientras en Jerez había 52 que exportaron 46.000 botas.
En la Guía Oficial del Puerto de Santa María de 1902 de Juan Cárdenas Burgueto, archivero de la ciudad (Biblioteca Nacional), se informa que en ese año todavía había 25 exportadores de vino, junto a 27 vendedores de vino al por mayor (almacenistas), 27 al por menor (tabernas o despachos de vino) y 23 cosecheros de vino (viticultores), además de 8 fabricantes de aguardientes y licores. A esto habría que sumarle 18 tonelerías, una fábrica de botellas, un suministrador de productos enológicos y 2 fábricas de tapones, una de ellas Torrent, cuyos descendientes todavía mantienen su actividad en El Puerto y fabrican todo tipo de cierres de botellas.
En ese tiempo El Puerto era una ciudad que literalmente olía vino, y no solamente en tiempo de vendimia en que este olor se mezclaba con el de la fermentación de los mostos. La industria vitivinícola era todavía a comienzos del siglo XX un pilar fundamental de la economía local y se podría decir que no había una familia en El Puerto que no tuviese a alguien trabajando directa o indirectamente en el sector.
| En la columna de la izquierda, Vendedores de vinos al por mayor. En la columna de la derecha, Vendedores de vino al por menor | Año 1902.
La recuperación del patrimonio cultural de los vinos de El Puerto
No se conoce el número de bodegas existentes en El Puerto en aquellos tiempos, ni su ubicación ni tipología, aunque era normal era que cada bodeguero tuviera varias bodegas. Así, por ejemplo, en Jerez llegaron a contabilizarse en 1868 en torno a un millar, aunque algunas de pequeño tamaño para consumo familiar.
La joven arquitecta portuense María Murillo Romero (nótula 3.545) ha realizado numerosas publicaciones sobre la arquitectura de las bodegas de El Puerto y va a presentar próximamente la culminación de sus trabajos de investigación sobre ese tema en su tesis doctoral, que los aficionados y estudiosos del sector esperan con impaciencia, y que a buen seguro aportará mucha luz sobre la estructura e historia de las bodegas de nuestra ciudad.
El patrimonio cultural material e inmaterial acumulado por el Puerto en este tiempo es inmenso y no debe dejarse perder, sino rescatarlo y conservarlo para el uso y disfrute de todos los ciudadanos. Afortunadamente, algunas de las bodegas se están reutilizando como establecimientos enoturísticos, locales de celebración, sedes de los juzgados o supermercados. Y la reciente iniciativa de crear un Centro de Difusión de la Cultura del Vino Fino en la antigua bodega de de José de la Cuesta en la esquina de las calles Palacios y San Bartolomé ha recibido el apoyo y reconocimiento de los agentes del sector y los ciudadanos.
| Antigua bodega de José de la Cuesta | Google Map.
Y, para terminar, conviene recordar el calificativo otorgado a nuestra ciudad y muy conocido por todos como La Ciudad de los Cien Palacios en base a un afortunado artículo publicado en el diario ABC en el año 1953 por José de las Cuevas y que ha sido objeto de varias nótulas explicativas en este medio (nótulas 1.778, 1.943y 1.945), aunque el propio autor reconoce que no más de medio centenar de casas de El Puerto merecería este calificativo.
En base a lo expuesto anteriormente, parece seguro que el número de bodegas de distintas tipologías existentes simultáneamente el Puerto llegó a superar en algún momento largamente el centenar, y muchas de ellas de gran valor arquitectónico. Por ello, El Puerto podría también denominarse con todo merecimiento como La Ciudad de las Cien Bodegas.
En 1902 aparece mi bisabuelo Norberto.