| Texto: Soledad Ruiz Guerrero.
Te dije “—Buenos días Dolores”. Y tu respondiste “—No me llames Dolores, llámame Lola”. “—Como la copla”, respondí yo. Y tú sonreíste, con la serenidad que dan los años y la experiencia. Incansable, me regabas la acera por el verano cuando la calima de la mañana se presentía intensa. Y yo escuchaba el rebotar del agua en el cubo sostenido por tu mano firme. Era tu ritual persistir ante la derrota de los años, porque las demás batallas las habías ganado todas.
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