| Texto: Enrique Bartolomé
Quien iba a decir que Jesús Quintero, el comunicador más célebre y fiel a sus ideas falleciese, hace unos días, en la Residencia de Ancianos Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique. Aunque conociéndolo -como tuve la suerte de hacerlo en El Puerto de Santa María-, siempre seguirá vivo. La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos, balbuceaba Cicerón. | En la fotografía, Jesús Quintero flanqueado por Ángel Morales y Enrique Bartolomé.
Hace unos años, tuve la oportunidad de conocer y tratar a Jesús Quintero, quien acudió a una corrida de toros en el callejón de la Plaza de Toros de El Puerto y la empresa concesionaria SEROLO (de la que era asesor jurídico) decidió que fuese quien lo atendiese. Dicho y hecho, corrida y cena. Inolvidable. Dejó los silencios de sus entrevistas por una tertulia que para mí se queda. Desde entonces me encuentro un poco mudo, de eso estoy seguro. Inolvidable aquella tarde.
Mientras escribo estas líneas, el sonido de “Shine on you crazy diamond” de Pink Floyd, me sitúa y me llena de recuerdos y esperanzas. Esa inconfundible voz del “Loco” se asomaba entre las notas musicales y se rebatía lo divino y lo humano con gente de la calle. Los más y los menos, los ricos y los pobres, los pudientes y los felices.
“El Loco de la Colina” vivió y de qué manera, no sólo se conformó con existir. Ya en aquellas madrugadas de los ochenta, las ondas hertzianas comenzaron a transmitir el silencio. Sus preguntas, sus meditaciones precisas y sobre todo sus silencios llegaron y se quedaron, mientras estuvo con nosotros.
En el silencio de la noche, frente a aquella atalaya repleta de reflexiones y de mudeces, la voz, único vehículo no contaminado por entonces, me sumergía y me acunaba. Y me dormía escuchando a Quintero: “estoy dispuesto a morir convencido de mis ideas porque soy un loco libre. Moriré de pie, antes que arrodillado por culpa de una sociedad que me dice a qué hora debo desayunar, con quién acostarme y cuántas veces debo hacer el amor. Mi libertad me la quedo yo”.
La otra tarde, “El loco de la colina” mientras dormía la siesta en la espesura de la sierra gaditana, donde había decidido venir a recuperarse, nos abandonó. Lo hizo por la puerta grande, con estas frases que dejó escritas: “me iré y se quedarán los pájaros cantando…”. Y nos dejó tiritando. Con su voz y con sus silencios. Hoy ya descansa en paz.