| Texto: Juan Rincón.
Empecé a escribir estas notas mías sobre las jubilaciones de mis compañeros y compañeras hace mucho, mucho tiempo, allá por el año 2000. Era una pequeña columna de opinión sobre la tolerancia para el Diario de Cádiz en la que yo homenajeaba a Isabel Barreñada, una maestra leonesa de pro que “… ya se paseaba entre pupitres cuando alguno de sus colegas actuales aún no estaba ni siquiera en proyecto.” Ni imaginaba yo entonces cómo sería la mía, mi jubilación.
Desde entonces, y con largas lagunas de inactividad, mis compañeras y compañeros se acostumbraron a que mis palabras escritas y leídas como gran emoción, despidieran a los que se iban de nuestro centro buscando nuevos horizontes docentes y, más adelante, a quienes empezaban a jubilarse. Se jubilaron Paco, Paco P., Vicente, Lola, Pepe y Carmen. Me jubilé yo y aunque escribí mis cositas para mí mismo, puede escuchar las palabras que me dedico mi queridísima Manoli L. en nombre de mis compis. Y en unos días, celebraremos la jubilación de ocho compañeras, ocho. Ni más ni menos. “Batallón de faraonas, que a la vida le hacen frente. La receta es la juntera de nuestras carnes valientes”, canta la Shica.
He ido dosificando las loas y los recuerdos. Escribí hace tiempo de Manoli L.: “…Cuando me has invitado a compartir contigo tu segundo destino, el Instituto, pude comprobar con orgullo que todo lo que habíamos aprendido juntos en decena y media de cursos lo estabas volcando allí, en Valdelagrana, y que seguías haciéndote gigantesca. La inmensa pena que me dio al despedirte del centro se hizo menos negra.”.
Conté de Tere M. “:.. lo que sí me ha sorprendido es la estatura que Tere ha alcanzado en el proceso de formarse y de empoderarse para tomar en sus manos la dirección del Centro. Leyó, estudió, preguntó y pidió ayuda a cuanta persona podía colaborar y hoy, cuando escribo estas líneas, recién jubilado, me cuesta trabajo reconocer en Tere a aquella jovencita preciosa de pelo largo y carácter un pelín apocado con las que me encontré hace treinta y cinco años en el patio del ayuntamiento viejo, que por aquel entonces era el ayuntamiento “nuevo” en la Plaza del Polvorista, aquella casi adolescente que reconocía no saber “de muchas cosas” pero que tenía un tesón y unas ganas de aprender infinitas.”.
De Luci B., apunté:” …Sacó carbón o petróleo por no decir oro de donde no había casi nada o nada. Lucía mostró todo su potencial como dinamizadora de proyectos educativos, como maestra, cuando tomó el Plan de Patrimonio Local y lo convirtió en la maravilla de investigación, aprendizaje y reivindicación que es hoy.”
Y hace poco confesé sobre Jani: “…Se va una gran maestra. Una de las mejores. Sericícola, El Molino, El Tejar, Los Geranios, Graduado, Secundaria, cualquier persona que haya pasado por su cercanía como maestra puede dar fe de mis palabras.”
Pero con ellas se jubilan cuatro faraonas más. Me parecía injusto el silencio en su despedida por el hecho de que estuvieran, desde hace años, en otras parcelas docentes.
Se jubiló desde el instituto, hace ya algún tiempo, casi sin que yo me enterara, Manoli López, la Manoli de Chiclana. Manoli, cómplice. Manoli, pionera. Estuvo con nosotros en esos años primeros cuando no sabíamos cómo hacer educación de personas adultas y había tanto que aprender juntas y juntos. Manoli sonreía, callaba y curraba como las primeras. Y cuando se fue, demasiado pronto, lo hizo sin ruido. Pero siempre estuvo cerca, muy cerca.
Se jubila Mercedes B. que acompañó nuestra aventura docente por varios cursos y alumbró con su sonrisa serena y su empatía contagiosa la sala del profesorado. Siempre dispuesta y siempre de buen humor, aunque la vida la sacudiera. Luego supo estar siempre en los arrabales de nuestra singladura. ¡Que cercana te hemos sentido siempre, Mercedes!
Se jubila Isabel V., la más superexpresiva de las maestras que han pasado por nuestro centro. Si inventaran una turbina que funcionara con el movimiento de las manos, con la expresividad del rostro, nos habría dado los kilovatios necesarios para la trasformación informática del Centro. Los avatares que unieron la vida de Isabel y la mía me gratificaron inmerecidamente con la fuerza de nuestra amistad de hoy. Gracias por estar también en nuestro recorrido, por ser una más de nuestra marinería.
Y se jubila Inma F. La he dejado para el final porque es la que nos acompañó casi en los años primigenios, en casi todas las batallas primeras como Manuela L. y Manoli López. La Inma que se atrevía con los desestructurados jovencitos de la escuela taller. La Inma del MAREP, el primer programa que en Educación de Adultos se proponía para trabajar la reinserción laboral de las mujeres. Inma, con su fabuloso trabajo de dinamización, y aquellas mujeres tuvieron gran parte de la culpa de los descubrimientos personales que me colocarían como cómplice en la lucha por la igualdad. La Inma de las bromas, la Inma sorprendente. La Inma amiga que se iría a la educación infantil por apego familiar pero que nunca nos dejó solos. La Inma. La Inma de Tarifa.
Ocho faraonas, ocho. Gracias por estar siempre a nuestro lado. Sin vosotras no hubiera sido posible.
En casi cuarenta años de aventura, los que se cumplirán a finales del año 2023, han pasado a decenas por nuestro centro los mejores maestros y maestras que, ahora, poco a poco, ya se han jubilado o se jubilarán en pocos años. Algunas y algunos tardarán un poco más. Perdón por la omisión, pero pasaron por allí Manoli L., José Manuel y Charo, Conchi, Meli, Charo S., Toñi, Pepa y Sole, Ángel, Dioni, Araceli, Lourdes, Carmela G., Tere B., Ana T., Carmen C., Luisa, Rochi, Manoli G, Cándido, Luis y Sergio, María Eugenia, Elena, Clara, Abraham, Paco, Diego, Cristina, Oliva, Sebastián, Víctor, Pablo, Noelia, Manolo, Mar, Paz, Juanma, Mercedes V., Jesús, Miguel, etc., etc. Así podía seguir mucho rato recordando nombres y rostros, sonriendo al recordar los gajes de su estancia – a veces breve, a veces extensa - en nuestro claustro. No siempre fue un camino apacible, pero todas y todos dejaron su pozo entre nosotras y se llevaron algo de nuestra locura que fueron repartiendo con los años por el edificio de la Escuela Pública tan vapuleado por los vientos siniestros de la actualidad. En este octubre que se nos viene encima en que despediremos y homenajearemos a estas siete “faraonas” de la Educación Pública, habrá también un momento para agradecer el trabajo a tantísima buena gente.
Gracias a todas y todos por haberme acompañado tantísimo tiempo en el goce de trabajar y en la aventura de vivir.