| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz.
Desconocemos quien o quienes financiaron la primera Casa de Ejercicios de ‘La Inmaculada’, hoy desaparecida, situada en un paraje extraordinario, al final de un camino de arena llamado “del Águila” que, naciendo en las proximidades de la playa de La Puntilla discurría casi paralelo a la carretera de Fuenterrabía, entre huertas y pinares hasta esta extensa finca, a cuya espalda, bajando una pronunciada pendiente, se encuentra el mar. La playa “de los Curas” como la bautizó el pueblo, debido a la asidua presencia de curas y monjas en ella durante diferentes épocas del año, donde también veraneaban los obispos de España. | Foto: Colección Puertoguía.
Las fotografías antiguas son de la revista “Ilustración Católica” del 25 de julio de 1908 las fotos que reproducimos en las que podemos ver en la titulada como “Vista general de la casa”, un amplio edificio cercado de valla enrejada, con una iglesia capilla en el centro, alojamientos para varias decenas de personas en las alas y suponemos existiesen varios salones y servicios en el complejo, donde además de un pozo se ve otro edificio detrás del primero, posiblemente para cocinas y lavandería.
| Grupo de Obreros saliendo de los ejercicios.
Atención a la pista de quién aportó el dinero para la construcción (supuestamente) de esta Casa de Ejercicios de las que, las primeras tandas de participantes --que lo hacían en grupos de poco más de treinta individuos cada tanda--, y una duración de una semana. En los tres primeros meses, asistieron a los ejercicios un total de 316 personas; de ellas. Casi el 70%, 212, eran obreros y empleados de la Compañía Trasatlántica, propiedad del Marqués de Comillas, conocido mecenas de fundaciones y proyectos religiosos, amén de ejercer de cara a la galería como empresario paternalista.
| Ejercitantes sevillanos de la 12ª tanda.
Otro dato a tener en cuenta es el posible parentesco, en grado lejano, del Padre López Rego con el fundador de la Compañía, Antonio López López, padre de Claudio López Brú, único hijo varón y propietario en la fecha de la construcción de la Casa de Trasatlántica. Antonio López solo tuvo a este hijo varón que, además, no tuvo descendencia, y dos hijas.
En este siglo y varios lustros transcurridos, todas la zona ha sufrido una gran transformación, incluida la Casa de Ejercicios, cuyo aspecto actual en nada se parece al original, en esa amplia parcela rodeada de pinares que es, en la actualidad, un buen trozo de la tarta turística de Costa Oeste.
| La actual Casa de Ejercicios en la Costa Oeste.
Los ejercicios espirituales, o Ignacianos han sido práctica habitual entre los miembros de la Compañía de Jesús desde su fundación. Es, pues, una tradición de siglos, revitalizada por San Carlos Borromeo que los impuso a los seminaristas en el siglo XVII, difundiéndose y haciéndose extensiva su práctica a seglares, tanto hombres como mujeres.
En la primera década del siglo XX, los jesuitas dedicados a la enseñanza, tenían cada año dos actividades comunes establecidas: ocho días de ejercicios espirituales y quince o veinte de vacaciones fuera de su lugar habitual de residencia. Para cumplir estos dos fines, por esa época proliferaron en todo el territorio nacional, especialmente en sitios turísticos, las denominadas “Casas de Ejercicios” y, en algunos casos, como en El Puerto, apoyándose en la doctrina pontifica del momento, solidaria con la clase trabajadora, una casa de ejercicios para obreros “La Inmaculada” de la que fue promotor y director de la obra el jesuita Padre Santiago López Rego, fundador del Centro Católico de Obreros de Jerez.
Unos años antes, con esta misma denominación se había inaugurado otra en Valencia bajo el título y protección de la Inmaculada y, curiosamente, siglos atrás, cuando los ejercicios se realizaban como parte de la formación de las congregaciones de jóvenes, en Nápoles, una de estas casas, la que más se distinguió por su alto nivel ascético y apostólico, también tuvo esta denominación en cuya defensa del dogma tanto se distinguió la Compañía.