| Texto: Juan Carlos Neva Delgado
En El Imperio de los Sentidos el del olfato quizás sea el que con mayor facilidad nos transporta al mundo de los recuerdos. La tercera pitada del Adriano III nos dan las 9,00 h de la mañana. Desde la plaza de Juan Gavala la bajamar hace que tan sólo se divise el puente del Vaporcito donde está Pepe. Una suave brisa de levante empuja el olor a bajamar calle Luna arriba y como sangre por capilares se desparrama por todas las calles de la Ciudad.
| Alfonso, de ultramarinos La Giralda
Pero pronto al aroma de salinas y fango del Guadalete le sale un competidor. A las 10:00 Antonio Ruiz González, abuelo de mi amigo Alfonsito, en el ultramarinos de La Giralda pone en funcionamiento la tostadora de café. El olor a torrefacto tostado le puede al de bajamar e inunda de aromas cafeteros San Bartolomé, Palacios, Plaza España y La Placilla y aquí se mezcla con el de los fogones de manteca friendo churros y de pescado fresco de los puestos de la Plaza de Abastos de la Concepción. La verdad es que no se como se las apañaría aquí Jean-Baptiste Grenouille, el genio pero despiadado asesino de la novela El Perfume, para concentrar esta mezcla de olores en un pequeño tarrito.
| La panadería La Divina Pastora, tras la última reforma
No queda aquí la cosa. El pan ha quitado mucha hambre, somos un pueblo muy panero. Hasta no hace mucho en un radio de 200 m alrededor del mercado hasta once panaderías, La Divina Pastora, Los Sanluqueños, Ojeda, Balcón, Vicario, Requena, Roque, Las Cañas, La Gloria, Santa María y San Juan vendían toda su producción a los hambrientos portuenses, ya quedan pocas. Al ramillete de aromas se sumaba el olor de la leña de los hornos y el de chuscos y vienas caliente recién cocido.
| Pesqueros abarloados en la antigua Lonja del Pescado, hoy terminal del Catamarán. A la izquierda se puede ver la antigua fábrica de hielo.
La década de los setenta eran otros tiempos, y tanto que lo eran. Había clases en los institutos por la tarde, la lonja era a las cuatro de la tarde y estaba en esta banda y el día de la Virgen del Carmen cerca de 200 barcos regresaban de los caladeros marroquíes y mauritanos y atracaban en perfecta formación en ambos muelles para ver navegar a su patrona sobre las aguas del Guadalete. Eso sí que era una fiesta de verdad.
| Subasta en la lonja del pescado. A la izquierda, el exportador Manolo Montero.
Yo antes de la jornada vespertina estudiantil me iba a la lonja. Aquello era un espectáculo. Las cajas de acedías, pijotas, cazón, chocos, calamares, boquerones, gambas, langostinos…eran subastadas de “al revés”. Las galeras se desechaban y eran demandadas por las cocinas humildes para hacer, la que hoy es un plato estrella, sopa de galeras. El pulpo, no digamos, se comía seco después de orearse en cordeles con la brisa marina mientras faenaban los barcos en la mar. Pero lo que más me impresionaba era la cantidad de animales raros, entonces para mí, que se podían ver en un rincón apartado de la lonja para una venta especial. Pez espada, pez sierra, pez martillo (que no es un pez porque es un tiburón), pez luna, pez sable, calamares gigantes de más de 2 m., atunes de hasta 200 kg., mantas de más de 1,5 m de diámetro, impresionantes tortugas marinas, delfines…
| Alzado del colegio La Salle.
Los ventanales de las aulas del colegio de La Salle daban a la calle de la Rosa desde donde diariamente venía un extraño olor a carne cocida que inundaba toda esa zona del Barrio Alto. En la acera de enfrente, en barreños de zinc, se hervían trozos del tamaño de chicharrones, de carne de delfín. En cartucho de papel de estraza y con un poco de sal gorda se pregonaba en la plaza de abasto “…laaa taajaaitaaa…, a la rica taajaaitaaa…”. Ese manjar, hoy prohibido como es lógico, antes de ofrecerse al público, tenía un curioso catador.
| Calle De la Rosa. A la izquierda, sobre una puerta donde hay un hombre sentado en el suelo, un caparazón de tortuga. Era la chatarrería de Cristo Charneco. A la derecha, donde hoy se encuentran los pisos de la barriada de La Vid.
Por ese número de la calle de la Rosa también todos los días, camino de la chatarrería de Arcila que estaba en la calle San Francisco de Paula, frente al colegio de La Salle, descalzo y cargado de cartones pasaba un personaje característico de nuestra ciudad, Antonio Izquierdo Herrera ‘el Baba’, se paraba todas las mañanas frente al cocedero de carne de delfín y probaba las primeras tajaítas del día.
Con estos aromas de barrio pasé mi infancia por el centro de El Puerto de Santa María.